Mi Profesor
13.- Vacaciones de Invierno .
– Qué hora te vas? –
-A las 22 sale el bus, como a las 21:30 que me vaya… – mientras metía a la mochila lo justo y necesario.
En mi casa tengo de todo, no necesito llevar nada, los útiles de aseo y una muda por si fuera necesario.
Puntualmente el bus comenzó a moverse, saliendo del terminal comenzó a rodar lentamente por las calles con dirección a la autopista.
Normalmente hay mucho tránsito en las calles aledañas, pero por la hora el desplazamiento era más fluido.
En la autopista aumentó la velocidad, mientras veía pasar las luces cada vez más rápido.
Una vez en la carretera alcanzó su velocidad máxima sin sobrepasar el límite de velocidad.
Pensaba como había cambiado mi vida desde que unos meses atrás llegué a la capital. Si me lo hubieran contado, no lo hubiera creído.
Y ahora aquí, de vuelta a casa.
– Vas a pasar las vacaciones a tu casa? –
Me sobresaltó la pregunta, estaba tan sumergida en mis pensamientos, que parecía que me hubieran descubierto lo que estaba pensando.
– Perdona, no quise asustarte, como yo también voy a mi casa, por eso la pregunta –
Lo miré extrañada – en qué momento se sentó a mi lado? – me pregunté.
– Si – le respondí escuetamente.
No tenía ganas de conversar, más bien quería pensar en qué decir cuando mi mamá me preguntara.
Tengo que editar mi historia sacando todo lo que no esté dentro de lo que mi mamá estima que es correcto.
– Me llamo Samuel – dijo estirando su mano.
Miré su mano y lo miré a él. Entonces me di cuenta de que se estaba presentando con una sonrisa de oreja a oreja.
– Liliana, mucho gusto – dije estrechando su mano.
– Que linda y suave tu mano –
Se la quité de un tirón, ya estaba harta de los jóvenes que se hacen los lindos tratando de conquistarme. En realidad de conseguir lo que ellos quieren.
– Disculpa, no quise molestarte –
– No, está bien, no es molestia – dije recibiendo la manta que me pasaba el auxiliar, el que al mismo momento cerraba las cortinas.
Después de una breve conversación, le dije que estaba cansada y que quería dormir.
Bajé el brazo que separa los asientos, recliné el respaldo, me tapé con la manta justo en el momento que apagaron las luces del interior del bus, dejando sólo una pequeñitas que iluminan el pasillo. Las que también, finalmente, se apagaron.
Mientras ordenaba mis pensamientos, ordenaba los acontecimientos, y sacaba lo que no podía contar. Es decir que no me quedaba nada.
No sé a qué hora me dormí. Me despertó el auxiliar corriendo las cortinas y avisando que traería el desayuno.
La ciudad aún estaba con sus luces encendidas, claro que por ser invierno aclaraba más tarde. Sin contar con las nubes negras y una tenue niebla que envolvía la ciudad.
Mucha gente aún usa leña, y con la humedad y la baja temperatura, el humo se mantiene bajo.
Estaba muy nerviosa, estaba ansiosa de verlos, pero también estaba preocupada por lo que iba a decir.
Me di cuenta que toda la historia que armé durante el viaje, no servía de nada.
En cuanto el bus comenzó a entrar al terminal vi a mi hermanito con un paraguas.
El chico de asiento a mi lado no estaba, no me di cuenta cuando se bajó. Recordé de algo que me dijo de la ciudad que pasamos.
Seguramente me vio durmiendo y no quiso despertarme. Se le agradece.
Saqué mi mochila, bajé del bus y corrí a abrazar a mi hermano.
Nos dimos un apretado abrazo y un largo beso, como si fuéramos novios.
Por suerte había poca gente y el paraguas nos tapaba.
Con una mano tomó mi mochila, con la otra el paraguas y salimos abrazados del terminal.
En el taxi, sentados en el asiento trasero, seguíamos abrazados y besándonos.
Bajamos del taxi y entramos a la casa, mi mamá me estaba esperando y nos dimos un fuerte abrazo. Me besó por todos lados y yo a ella.
Tenia lágrimas en los ojos que secó con una servilleta. Tenia la mesa dispuesta para tomar desayuno.
– Tu papá no pudo ir a buscarte, tenía algo urgente que hacer en el trabajo, una reunión de no sé qué cosa – me dijo ella.
– No importa, para eso tengo a mi héroe – abrazando a mi hermano.
A sus 16 años mide más de 1.70, yo que mido 1.65 le llego al mentón, por lo que puse mi cara en su pecho.
El me abrazó y me hizo cariño.
– Se ven tan lindos, me gusta que como hermanos se amen así – dijo mamá
La conversación fue liviana, no quise entrar en detalles, dije que estaba cansada y que quería dormir un rato.
Nos paramos de la mesa y mi hermano me acompañó a mí habitación, la que estaba igual que cuando la dejé.
Mi hermano me ayudó a desvestirme, me sacó las zapatillas y los jeans. Le dije que me dejara la ropa interior, ya que la había bajado con los jeans.
– Y tus pelos? – dijo al verme depilada.
– No te gusta así? – le pregunté
– Si, claro, estas muy bonita –
Me subí la tanga mientras terminaba de sacarme los jeans.
Me ayudó a sacarme el grueso poleron, la parka la había dejado en el living.
Como no usaba sostenes, el poleron salió con la polera dejando mis pechos al aire.
Me bajé la polera y corri las tapas de la cama, me senté para acostarme lo que aprovechó para sacarme las calcetas.
– Puedo acostarme contigo un rato –
– No, ahora quiero dormir, después – estaba sentado en mi cama, por lo que me senté y le di un rico beso, después me tapé y me dormí.
El desayuno había sido abundante y tenía hambre ya que el desayuno del bus consistía en pequeño paquete de galletas y una cajita de jugo.
Cuando desperté en mi pieza, creí que todo lo del semestre había sido un mal sueño.
Me acomodé en la almohada y me sonreí, hasta los aromas estaban iguales.
No, no fue un sueño.
– Hola, que bueno que despertaste – dijo mi hermano dándome un beso.
Lo miré y le sonreí, no era un sueño.
– Mi mamá dice que está listo el almuerzo –
– Ok, me voy a duchar – dije saliendo de la cama
– No quieres que te ayude? – me preguntó
– Me encantaría, pero como le explicamos a la mamá de porqué nos duchamos juntos? –
Otro día le dije sacándome la polera y la tanga.
– Pásame mi bata – la que sacó del clóset y me ayudó a ponerme.
Después de almorzar, vino la sobremesa y las preguntas de mi mamá.
Mi hermano no preguntaba nada, le había dicho que no lo hiciera, después tendríamos mucho tiempo para conversar los dos sólos.
Sortié con alguna dificultad las preguntas difíciles de mi mamá. Al parecer ella se dió cuenta por lo que no insistió.
Por la tarde llegó mi papá, lo abracé fuerte por mucho rato y con besos cortos le decía que lo había echado de menos y que lo amaba.
Porque el siempre me amó, aparte de que mi tarjeta del banco nunca estuvo sin fondos. Aveces lo iba a llamar para que me depositara, pero al revisar la cuenta, ya me había depositado.
Cómo no lo voy a amar, daría mi vida por él.
Ésa noche la conversación fue más relajada, a mi papá le puedo contar cosas que a mi mamá no puedo.
Así que le conté lo de mi profesor.
Me miró, se rascó la cabeza después que terminé, y me dijo que después hablaríamos de éso.
– Te enojaste? – le pregunté levantándome de sillón y sentándome en sus piernas.
Me abrazó por la cintura y con la otra mano acarició mi pierna.
Hacia tiempo que no hacia éso, varios años.
– No, como voy a enojarme, pero me parece que esa es una conversación más larga.
Le di un beso y puse mi frente en su cuello.
– Tienes razón – a el no puedo ocultarle nada, él lee mis pensamientos, adivina mis gustos y sabe hacerme reír.
Siempre pensé en casarme con un hombre como mi padre. Pero no hay otro igual y él ya está casado, con mi mamá.
– Ya, hay que ir a dormir, mañana hay que levantarse temprano – dijo dándome unas palmaditas suaves en mi muslo para que me levantara.
Me levanté de mala gana, estaban agradables sus caricias y sus palmaditas.
Me paré, le ayudé a levantarse y con un beso le di las buenas noches.
Me quedé con mi hermano viendo la TV un rato más.
– Vamos a acostarnos – le dije después de estar abrazados más de media hora.
No quería seguir así porque sus caricias me gustaban cada vez más y su bulto del pantalón crecía cada vez más y me estaban dando ganas de tomárselo.
Al llegar a mi pieza lo abracé y le di el beso de las buenas noches.
Me apretó contra su dureza.
– No vamos a dormir juntos? – preguntó
– No, otro día – le dije haciéndole cariño en su mejilla y besándolo en los labios.
Me abrazaba por la cintura apretándose contra él.
– Mira como estoy – dijo moviendo su pelvis.
– Si, lo sé, pero otro día será – no estaba desesperada por hacer el amor con él.
De hecho no lo había pensado, no quería serle infiel a mi profesor.
– Ya, suéltame por favor –
Me soltó lentamente, me di vuelta y me acosté vestida sobre la cama.
Toda mi vida estaba patas arriba. Estaba haciendo frío por lo que me saqué la ropa y me puse un pijama.
Me acosté, apagué la luz y me puse a pensar en cómo iba a manejar la situación de la mejor manera posible.
De pronto vi una sombra en la oscuridad, era mi hermano.
– Puedo acostarme contigo un rato? – me suplicó en un susurro
Abrí la ropa y lo dejé meterse, me corrí un poco para quedar mejor.
Tenia su pijama de franela, de esos gruesos pero no tienen cierre ni botones.
Sentí su pene duro contra mi muslo.
– No podemos hacer el amor – le dije
– Porqué no? – preguntó
– Estas loco? Está mi papá con mi mamá en la otra habitación.
Fue una mala estrategia, con eso quise decir que cuando ellos no estuvieran, entonces si.
– Pero mira como estoy, ayúdame –
– Qué quieres que haga? – le pregunté
– No sé, pero tú puedes hacerlo –
Comencé a masturbar lo lentamente, estaba rico, le había crecido en unos meses, por lo menos así lo sentí.
Me acariciaba los pechos y ya estaba comenzando a mojarme.
No, no puedo tener sexo con él, no porque sea mi hermano, sino porque qué le voy a decir a Jorge, mi profesor.
Si lo masturbo en el baño, como lo hice muchas veces, puede ser peor, puede entrar mi papá, o lo que es peor, mi mamá.
Seguía masturbandolo mientras pensaba que hacer.
– Voy a acabar – dijo casi en un lamento.
Me va a mojar a mí, las sábanas, la cama…
Rápidamente eché las ropas de cama hacia atrás y lo metí en mi boca. Tragué y tragué hasta la última gota.
– Estas bien? Le pregunté mientras limpiaba la comisura de mis labios.
– Si, hermanita, estuvo delicioso –
– Ya, ahora anda a acostarte –
– No puedo acostarme contigo? –
– No, y ya vete! – se levantó con pocas ganas, me besó y se fue.
No podía quedarse conmigo, yo estaba mojada, estilando, casi me subo arriba de él. Si se quedara, en algún momento iba a pasar de todo y no me iba a importar que nuestros papás nos vieran.
Aunque pienso que ellos algo sospechan porque siempre nos hemos tenido mucho cariño. Y cuando chicos muchas veces dormimos juntos.
Traté de despejar mi mente y no pensar en nada.
De espaldas y con los brazos a los lados aspiraba profundamente y sin pensar en nada botaba el aire lentamente.
Hacia eso varias veces y no me daba cuenta cuando me quedaba dormida.
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