Mi Profesor 2
Segunda parte .
Metida en mis pensamientos y recordando el pasado, no me di cuenta del momento en que me quedé dormida.
Desperté con mi cabeza en el pecho del señor que viajaba a mi lado y con mi mano abrazándolo por la cintura.
Éso creía, aunque mi mano estaba más abajo.
Tapada hasta la cintura con una mantita que entregan los buses interprovinciales, no vi la posición de mi mano, pero claramente no estaba en su cintura.
Le pedí disculpas y me enderecé en mi asiento. Tenía mucha vergüenza, especialmente al retirar la mantita, vi claramente el bulto de su erección.
No sabía si lo había tocado o simplemente tenía una erección matutina, como le ocurría a mi hermano, o él había tomado mi mano y la había puesto en su entrepierna, de cualquier manera la vergüenza era mayúsculas.
– No te preocupes, con mi hija viajamos así todo el camino cuando vinimos.
– Bueno, disculpe nuevamente, es la primera vez que viajo sola.
– Si, lo entiendo. Preferí venir en bus porque el auto cansa más y como me iba a quedar una semana, era más seguro.
– Una semana? Viviendo acá?
– La idea originalmente era ésa, mientras le encontraba alojamiento a mi hija. Mientras estuvimos viviendo en una residencia. Una especie de hotel boutique. La habitación tenía baño privado.
– Dormían juntos?
– No, la habitación tenía dos camas, claro que nos duchabamos juntos. Siempre lo hemos hecho así, desde que ella era una niña.
– Ah, lo entiendo.
– Tú nunca te duchaste con tu padre?
– No, pero siempre lo vi desnudo y el a mí, pero nunca fue un problema, siempre fue así, de que me acuerdo.
– Lo veías en su habitación?
– No, en el baño, el salía de la ducha y yo entraba. Yo me bañaba con mi hermanito, lo bañaba a él y me bañaba yo.
– A él también lo has visto desnudo de chico?
– Si, yo le enseñé a orinar cuando mi mamá le sacó los pañales.
– Entonces ustedes son muy unidos?
– Si, él es como mi hijo.
En eso nos trajeron el desayuno, estaba amaneciendo pero las luces de la ciudad aún estaban encendidas.
El bus corría suavemente por la carretera, aún faltaba media hora antes de salir de la autopista hacia el terminal.
Me contó que cuando falleció su esposa fue un duro golpe para los dos.
La niña, que en ese momento tenía 10 años, lloraba todas las noches y para consolarla ella dormía con él y así se hizo costumbre.
Aveces dormía con mi hermano y cuando despertaba, el me tenía abrazada desde atrás y muy pegado a mí. Eso no me molestaba, todo lo contrario, me gustaba sentirlo así, hasta que comenzó a tener erecciones en las mañanas y yo lo sentía fuertemente.
Varias veces tuve que retarlo, incluso prohibirle meterse a mi cama.
Pero el hacía pucheros y a mi me daba pena y lo metía a mi cama con lo que éso significaba.
– Pero usted la abrazaba cucharita?
– Si, de otra manera no se quedaba dormida.
– Y siempre fue así, digo hasta ahora?
– Bueno, ahora no tanto, pero aveces se viene a ver televisión conmigo en la cama y después nos dormimos.
Yo estaba impresionada, jamás se me ocurriría dormir con mi papá. Aunque debo decir que más de una vez lo pensé, pero rápidamente saqué esa idea de mi cabeza.
Ya suficientes problemas tenía con mi hermano en la cama como para agregar otro.
Además que a mi mamá no le iba a parecer muy bien. Apenas acepta que nosotros durmamos juntos.
– Hija, tu hermano ya no es un niño, es un adolescente con los cambios hormonales, cambios que ni él sabe controlar.
– Si, ya sé mamá, ya me di cuenta, pero yo lo controlo, no me dejo llevar por mis instintos.
Aunque aveces me costaba trabajo controlarme yo.
En la ducha le enseñé a masturbarse, porque de lo contrario me joteaba todo el día. Tocándome por aquí y por allá. Yo tenía 15 y el 12.
A diferencia de mis compañeras, yo tenía a mi hermano para salir de dudas y no recurrir a » amigos con ventaja » como ellas y que todo el colegio se enteraba de hasta el más mínimo detalle.
No nos dimos cuenta cuando el bus comenzó a entrar a la terminal.
Yo traía sólo una mochila y el un bolso.
Por lo que no necesitábamos sacar nada de abajo.
Tomamos el tren subterráneo y nos dirigimos al centro de la ciudad. Bueno, yo me bajé en el centro, el siguió en el metro.
Nos despedimos con un beso en la mejilla y el insistió en que lo llamara por su nombre de pila.
Debo decir que el era alto, estimo que 1,8 metros, buen cuerpo, se notaba el trabajo de gimnasio, bien parecido, guapo diría yo, muy caballero, de unos 40 años, poco más.
Después de salir de la estación caminé tres cuadras antes de llegar al edificio donde estaba el departamento.
Ahora viene otra etapa de mi vida que luego les contaré.
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