Mi puta personal de 10 años.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Voy a comenzar este relato describiéndome a mi y a mi hermana.
Soy hombre, tengo 21 años, mido 1.
88, moreno, desde chico jugué al futbol americano por lo que tengo un cuerpo bastante fornido y masculino, mi pene mide 18 cm y mi rostro es bastante promedio aunque tirando a feo.
Mi hermanita tiene 10 años, mide 1.
50 aprox.
, usa el cabello hasta los hombros, es bonita, piel blanca, tetas promedio pero unas piernas y un culo bastante desarrollados para su edad.
Todo comenzó hace algunos meses.
Mi familia es bastante humilde, aunque sin caer en la pobreza.
Vivimos decentemente, sin lujos o privaciones.
Tenemos una casa en una zona algo despoblada de nuestro país, por lo que siempre estuvimos bastante acostumbrados a una vida tipo rural, a estar en contacto con la naturaleza, árboles, animales, montes y cosas así.
En mi localidad no hay universidades, por lo que me vi obligado a trabajar un tiempo para ahorrar dinero y poder salir a la ciudad más cercana a estudiar la universidad.
Conseguí un departamento, un trabajo de medio tiempo y mi ingreso a la universidad.
Pasó mi primera semana como un hombre independiente y no podía sentirse mejor.
Podía estar desnudo todo el día, masturbarme en la sala, ver porno sin audífonos, llevar amigas y coger sin preocupaciones en la sala, en la cocina, en mi recámara o en el baño.
Era perfecto.
A la segunda semana mi mamá me contactó por whatsapp para una "propuesta" según sus palabras.
Resumiéndolo, le habían contado de una escuela primaria muy buena en la ciudad en la que yo me encontraba.
Podían costearla, pero el problema eran los traslados.
De mi localidad natal a esta ciudad se hacen 4 horas con buen tiempo y tráfico.
Mi madre prácticamente me estaba rogando que recibiera a mi hermanita en mi departamento y ejerciera como su tutor.
Tendría que llevarla y traerla de la escuela, darle de comer, reajustar mis horarios para poder cuidarla por las tardes, pero lo peor: renunciar a mi vida de soltería desenfrenada.
Acepté de mala gana.
El fin de semana fui a la estación de autobuses a recoger a mi hermana que vendría en compañía de mis padres.
Me dieron algunas indicaciones y las maletas de mi hermana.
Se despidieron emotivamente y se fueron.
Un amigo me había prestado su automóvil para ir a recogerla.
Subí las maletas en la parte de atrás y mi hermanita se sentó en el asiento del copiloto.
He de decir que jamás había mirado a mi hermanita con malos ojos, pero ese día se veía espectacular.
Llevaba puesta una blusita de tirantes que dejaba apreciar su busto en crecimiento, y unos pantalones de yoga bastante ajustados con los que sus piernas se veían exquisitas.
Se le marcaba un poco su vaginita.
Siempre nos llevamos bien, y en todo el trayecto hacia mi apartamento no paramos de bromear y platicar como sólo pueden platicar dos hermanos.
Ella me tiene bastante confianza.
Al llegar al apartamento mi hermanita estaba fascinada porque íbamos a vivir juntos sin supervisión de mis padres.
Ella no lo veía como algo morboso, sólo creía que la dejaría hacer todo lo que mis padres no le dejaban.
Ese día pedimos una pizza y nos quedamos viendo TV hasta muy tarde en la sala.
Aproximadamente a las 10 p.
m.
mi hermanita comenzó a quejarse del calor y fue a cambiarse de ropa (todavía llevaba el pantalón de yoga y la blusita de tirantes).
Al volver me quedé pasmado, mi hermanita se había puesto un short muy cortito y se había dejado sólo un corpiñito.
Seguimos viendo TV hasta que en una película salió una escena de sexo (que no me molesté en cambiar) y actué como si fuera normal.
Mi hermanita entonces me preguntó:
-¿Qué están haciendo?
Yo respondí:
-Se llama hacer el amor.
Sólo lo hacen los adultos.
De rato salió otra escena sexual, sólo que en esta era una mujer masturbándose.
Noté que mi hermanita por un momento se pasó la mano por su conchita antes de preguntar:
-¿Y eso qué es?
-Es como hacer el amor, sólo que sin otra persona.
Nunca lo tienes que mencionar enfrente de los adultos o se enojarán.
El resto de la película mi hermanita se la pasó sobándose por encima del short su conchita, pero yo fingía que no me daba cuenta.
Al siguiente día todo transcurrió normal, pero notaba a mi hermanita cambiada, aunque no sabía por qué.
Eran las 6 de la tarde y estaba en mi habitación viendo porno, cuando me dieron ganas de ir al baño.
Salí, y antes de tocar la perilla para abrir la puerta del baño escuché quejiditos que venían de dentro.
Al principio creí que me engañó mi oído, pero pegué la oreja a la puerta y pude escuchar con claridad los gemiditos.
No quería entrar ni hacerle saber a mi hermana que la estaba escuchando, por lo que me tuve que contentar con hacerme una paja escuchándola y pensando en sus piernas y su culo.
Al día siguiente me tocó llevarla temprano a su nueva escuela y aproveché para tomarle fotos por debajo de su faldita sin que se diera cuenta.
Ese día salí de la universidad más temprano que de costumbre y me dirigí a una tienda especializada en cámaras a comprar las más pequeñas que encontrara.
Conseguí 4 cámaras "espías" del tamaño de una canica que grababan en alta resolución.
Me dirigí a mi casa y las coloqué en puntos estratégicos donde mi hermana podría masturbarse, entre ellos, su cuarto y el baño.
Así pasaron otras dos semanas.
Mi hermanita "masturbándose" al menos 7 veces al día en diferentes partes de la casa y luego yo reuniendo todo el material grabado para masturbarme viéndolo.
Descubrí que en realidad no se masturbaba como tal, sino que sólo se sobaba su vaginita como la mujer en la película.
A la tercera semana estaba decidido a dar el siguiente paso.
Averié a propósito el seguro de la puerta del baño y fingí no poder repararlo.
Una tarde escuché a mi hermana caminar hacia el baño, esperé unos minutos y cuando escuché los primeros gemiditos entré de golpe y sin avisar como si fuera un accidente.
La vi sentada en la tasa del baño con las piernas bien abiertas, sus calzoncitos y faldita escolar en los tobillos, su carita rojita y su mano en su coñito.
Se asustó muchísimo, fingí enojarme y salí del baño.
Dos horas más tarde ella entró a mi habitación con la mirada en el piso preguntándome si le iba a decir a mis padres.
Supe que ese era el momento.
Le dije que tomara asiento, que íbamos a platicar.
Ella llevaba puesto un pantalón de yoga morado muy ajustado que le alzaba sus nalgas y una blusa floreada.
-¿Desde cuándo haces eso?
-Desde que lo vimos en esa película
-¿Por qué lo haces?
-Es que se siente rico
En este momento le apoyé la mano en su muslito y le dije que no estaba bien que lo hiciera.
-¿Pero me vas a delatar?
-No lo sé, depende
-Por favor no lo hagas, haré lo que quieras, pero no lo hagas, por favor
Consideré la oferta y me supo a victoria.
-¿Lo que sea?
-Lo que sea
Comencé a subir y a bajar mi mano por su muslito.
Después ascendí un poco más hasta su conchita.
Con el pulgar hice círculos y oprimí un poco.
Mi hermanita comenzó a gemir un poquito y se mojó.
La hice pararse y le bajé su pantalón de yoga.
No llevaba calzoncitos.
Así parada seguí masajeando su conchita, ahora un poco más fuerte.
Tenía ojitos de puta y sus gemiditos iban en aumento.
-¿Sabes besar?- le pregunté
Asintió con timidez, la tomé de la cintura y la atraje hacia mi.
Nos comenzamos a besar con desesperación.
Nuestras lenguas se tocaban.
Yo seguía sobándole su conchita con una mano.
Me paré y me desvestí completamente, después la desvestí completamente a ella.
Tenía la verga en su punto máximo.
-Chúpala.
Como si fuera una paleta.
Ella obediente y callada se metió el glande a su boca.
Al principio se notaba su inexperiencia, pero después comenzó a mamarla como una experta.
Sus ojos me veían con deseo.
Pasaron 15 minutos y eyaculé en su boca sin avisarle, entonces le dije que se lo comiera.
Lo hizo sin rechistar.
Decidí que fue suficiente por ese día y la mandé a bañarse.
Dos días después mi hermanita y yo llegamos al apartamento después de haber llegado ambos de la escuela.
La dejé en la sala y me fui a bañar.
En la ducha comencé a masturbarme pensando en la mamada que me dio, cuando la vi espiándome en el borde de la puerta.
La llamé y ella vino con los ojitos en el suelo y muy apenada.
-Si tanto quieres ver, vente
Ella obedeció y se quitó su uniforme de colegiala como desesperada y se metió en la regadera conmigo.
Sin tener que decirle nada se lanzó hacia mi verga y comenzó a chuparla.
Estuvimos así por 10 minutos hasta que eyaculé en su boca y ella se lo pasó sin dudar.
Nos secamos y fuimos a mi habitación.
Le dije que se acostara boca arriba y abriera las piernas, entonces yo comencé a chuparle su conchita de niña y a tomarme sus jugos.
Ella gemía como gata y me tiraba del cabello.
-Soy tu puta- dijo entre gemiditos
Cuando escuché eso me quedé como de piedra, no sabía quién le había enseñado eso, pero al mismo tiempo me puse más caliente.
Entonces dejé de chuparle la concha y le dije que me volviera a mamar la verga.
Después de 4 minutos consideré que estaba bastante lubricada, y le enseñé a ponerse de perrito.
Abrí sus nalguitas y le lamí el ano por un rato.
Ella seguía gimiendo y sacando fluidos vaginales.
Entonces tomé mi verga y la puse en la entrada de su vaginita.
-¿Me va a doler?
-Sólo un poco
Comencé a insertarla lentamente.
Mi hermanita estaba mordiendo una almohada y esforzándose por no gritar.
Mi verga de 18 cm le estaba taladrando como un palo.
Cuando se la metí completa la dejé allí unos momentos para que se acostumbrara.
Después comencé el mete-saca.
Ella gemía como una pequeña putita.
-Ay, ay, ay, así.
Dame más, que rico, soy tu putita
Estas palabras me ponían muy caliente.
Siempre me gustó el sexo rudo, por lo que comencé a darle nalgadas algo fuertes.
-¡AY! Pégame más, me gusta, hazme tu puta
Yo le respondía con otra nalgada más fuerte.
Ver sus nalguitas pálidas tornarse rojas me excitaba demasiado.
Me aburrí de la posición del perrito y me la llevé cargada a la sala.
Ahí me acosté en el sillón y la enseñé a cabalgarme.
Mientras ella daba sus sentones sobre mi verga yo le oprimía sus senos y chupaba sus pezones.
También le bajaba la cara y nos besábamos.
Nos cansamos de la cabalgata y me la llevé cargando a su cuarto.
Ahí la recosté en su cama y la cogí en la pose del misionero.
Ver su carita de puta y sus caras de placer cada vez que la embestía me ponían aún más caliente, hasta que después de escasos 5 minutos eyaculé dentro de ella.
Ver su carita al sentir mi lechita inundándola no tuvo precio.
Nos recostamos como pareja por un rato.
Después recordé que tenía la verga sucia y casi como una orden le dije que me la limpiara con la boca.
Ella obedeció en el acto y me la dejó reluciente.
Los días siguientes seguimos cogiendo a todas horas y por toda la casa.
Ahora se dormía en mi cama, donde si a mi me apetecía podía despertarme en la madrugada y cogerla sin pedirle permiso.
A ella le encantaba ser mi puta personal.
Pronto dejó de usar ropa en la casa por si nos daba un ataque de calentura.
Todavía no le venía el periodo, por lo que me venía dentro de ella sin preocupaciones.
Suertuda