Mi relación con mi sobrina.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola soy Arturo, tengo 35 años y lo que les contaré me pasó hace años, cuando yo tenía 26 años.
Tengo un hermano y su esposa que viven a tan solo dos casas de la mía, en aquel entonces ellos tenía 4 hijos, Liliana la mayor de 9 años, Karen de 6 años, Eduardo de 3 y Beto de tan solo meses.
Por la cercanía de las casas, constantemente enviaban a Lili a pedirme algunas cosas, como azucar, medicinas, huevos, incluso dinero; yo siendo soltero no tenía ningún problema en ayudarlos.
Lili siempre aprovechaba y se ponía a jugar conmigo, nada sexual, todo era juego limpio y sin malicia.
Cuando todo empezó, yo tenía 21 años y desde que ella cumplió los 9 años, yo trataba de no jugar mucho con ella para que se regresara rapido a su casa y no pensaran cosas malas de mi, ya saben, cosas como que yo la estuviera manoceando o algo así. Mi moral me decía que eso era lo correcto.
Lili seguía viniendo a mi casa y trataba de jugar conmigo pero yo la despachaba rapido y ella siempre se marchaba triste.
Un día ella se mostró muy grosera y molesta conmigo, yo me sentí muy mal por eso, así que me puse a jugar con ella, yo le hacía cosquillas para contentarla y luego ella a mí, sin darme cuenta las cosas empezaron a subir de intensidad, entonces yo le tapé sus ojos con mis manos mientras ella estaba sentada en mi cama, como ella traía puesto su uniforme de la escuela, yo aproveché para mirar por debajo de su faldita mientras ella se retorcía tratando de quitarme las manos.
Lo que ví me excitó demasiado, pude ver su calzoncito blanco que le quedaba un poco grande, por lo que al estarse moviendo, me dejaba ver por momentos su rajita sin bellos, se veía muy apretadita, muy tierna pero sabrosa.
Ella logró quitar mis manos de sus ojos por lo que ya no pude ver más ese maravilloso espectáculo, fue entonces que ella me dijo:
-Tío ahora yo te voy a tapar los ojos.
Cuando lo hizo, yo me quedé quieto sin tratar de quitarle sus manos de mis ojos, grande fue mi sorpresa cuando de pronto sentí el calor de su aliento cerca de mis labios, me quedé inmovil casi paralizado y luego sentí sus labios rosar con los míos, finalmente ella me quitó sus manos y yo hice como si nada huviera pasado.
Seguimos jugando, esta vez yo le decía que era el lobo feróz y que me la iba a comer y empezé a morderle sus orejas pero ella me dijo:
-No tío, así no.
-¿Por qué no?
-Es que siento algo extraño cuando me las muerdes.
-¿Y qué es lo que sientes?
-No sé, es como si un escalorfrío me recorriera toda.
Inmediatamente supusé que ella se excitaba con eso, así que le seguí mordiendo pero esta vez continué hasta llegar a su boca, la besé, ella cerró con fuerza sus labios pero yo con mi lengua comencé a abrirla hasta que ella cedió y respondió a mi beso.
Cuando me retiré, me di cuenta de nuestra excitación, ambos respirabamos acelerados y nerviosos por lo que había pasado, sinceramente yo me empecé a sentir muy mal, me sentía culpable, yo que siempre había creído tener una buena moral, incapaz de algo así, ahora había besado a una niña y que además era mi sobrina. Supongo que ella sintió algo similar pues inmediatamente me dijo muy apurada y nerviosa:
-Ya me voy tío.
-Sí Lili… pero antes te pido un favor.
-¿Cuál tío?
-Que no le cuentes a nadie lo que pasó en nuestro juego.
-Esta bien tío, no se lo diré a nadie.
Esa noche no pude dormir recordando su calzoncito blanco, su tierna vagina y nuestro maravilloso beso y por otra parte me sentía culpable y me atormentaba la idea de que alguien se enterara de lo que pasó.
Pasaron varios días sin que ella viniera, mi preocupación me estaba matando, no sabía si ella había hablado o no, no sabía como actuar si la volvía a ver, sentía que me estaba volviendo loco, pero en el fondo también quería que se volviera a repetir aquello con mi querida sobrina. Y ese deseo se hizo realidad más pronto de lo que imaginé pues ella vino vestida de porrista, cuando la vi, mi excitación se hizo instantanéa, su uniforme era rojo, con cualquier movimiento su faldita dejaba ver su calzoncito también rojo, su cuerpo era delgado, aun no se le notaban los pechos, sus piernas hermosas y blancas y ella con una hermosa carita, una carita de ángel pero pícara, su blusita era corta que se podía ver su ombliguito, entonces ella me dijo:
-Tío, ¿Cómo me queda este uniforme?
-Te ves muy hermosa, me gusta mucho.
-Pues me lo puse para que tú me vieras.
Entonces la abrazé y ella me abrazó muy fuerte y luego me dijo:
-Vamos a jugar tío.
Se dio la vuelta para separarse de mí pero yo la regresé y la seguí abrazando, como mi pene estaba totalmente erecto, la acerqué más para que sintiera mi erección con sus nalgas, al pricipio cuando sintió por primera vez mi pene, alejó sus nalgas como de reflejo, yo volví a acercarla y me la pegué cuidando que mi pene quedara en medio de sus nalguitas, después de unos segundos ella solita se movía y paraba sus nalguitas para sentir mejor mi pene.
Yo la cargué y la recosté en la cama, no pude resistir y la besé y ella me correspondió, empecé a tocarla y metí mis manos debajo de su blusa y aunque aun no tenía sus pechos muy desarrollados, nos encantaba a ambos lo que se sentía y seguí haciéndolo, luego empecé a tocar sus piernas y las recorrí por debajo de su faldita de porrista hasta tocar su conchita.
Ella se levantó disparada y me dijo:
-No tío, no me gusta que me toquen ahí.
-Está bien mi niña, ven y sigamos jugando.
Nuestros encuentros y nuestros juegos duraron por varios años, poco a poco fueron subiendo de intensidad. Cuando ella tenía ya 14 años y yo 26 años, ya me dejaba que le tocara su vagina y ella me acariciaba mi pene, siempre con la ropa puesta.
Un día, sus padres tuvieron un compromiso que les demoraría todo el día, se llevaron a mis otros sobrinos pero Lili se quiso quedar conmigo, les dijo que yo le iba a ayudar con una tarea de la escuela.
Llegó de la escuela, aun con su uniforme puesto y yo ingenuamente le pregunté:
-Haber, ¿De qué se trata tu tarea?
-Ay tío, lo dije solamente para que me dejaran venir contigo.
Ahí comprendí que ella quería continuar con nuestros juegos calientes.
-Primero deja que me quite mi uniforme que no quiero que se me ensucie -me dijo ella.
Y de una bolsa que traía sacó la ropa que se pondría y yo en tono de broma le dije:
-¿Y si mejor te la quito yo?
Ella se sonrió y me respondió:
-Me gusata la idea tiíto querido.
Sin pensarlo dos veces me acerqué, la besé y comencé desabrochando su blusa, su respiración comenzó a ser fuerte y agitada, mientras que yo comencé a besarla por el cuello, luego por sus hombros y pechos sin quitarle su brasier, luego baje el cierre de su faldita y éste cayó fácilmente. Con la excitación a mil, traté de quitarle su brasier y su calzoncito pero ella se opuso.
-No tío, ya sabes que no me los puedes quitar.
-Es que nunca me has dejado siquiera verte totalmente desnuda.
-Ya sabes que no me gusta.
-¿Qué tiene de malo? Mira como yo sí lo hago sin ningún problema.
Sin pensarlo ni planearlo, me baje el pantalón y mi calzón dejándole ver por primera vez mi pene totalmente erecto.
Al principio ella se volteó pero yo le hablé y ella regresó su vista, ahora ella no le quitaba la vista a mi pene, sus ojos parecía más abiertos que nunca.
Me acerqué y ella estaba como muy nerviosa, sus movimientos eran torpes, su respiración muy acelerada, parecía no tener control de su cuerpo, la besé y su beso no parecía el de siempre, era como si me quisiera comer de una sola mordida.
Aproveché para quitarle su brasier y ella no dijo nada, entonces bajé para quitarle su calzón y ella siguió sin decir nada, yo en ese momento estaba cegado por la excitación y no pensaba en nada más que hacerla mía.
La cargué ya completamente desnuda y la lleve a la cama, me quité mi camisa y por fin ella habló:
-Tío, ¿Qué me vas a hacer?
-Lo que tú te imaginas y que quieres que te haga.
-No tío, por favor, no debemos hacerlo, eso está mal.
Pero yo ignoré por completo sus palabras y me puse encima de ella, priemero la besé en la boca, luego me fui a sus ya algo desarrollados pechos y mi mano derecha acariciaba su conchita por primera vez sin su calzón. Cuando la toqué, me di cuenta que ya estaba muy mojada, así que poco a poco fui metiendo mi dedo, ella se retorcía cuando sentía mi dedo clavarse en su interior, trataba de retirarse pero no podía porque yo estaba encima de ella. Luego yo mismo me quité de encima para arodillarme en el suelo, le abrí sus piernas y probé sus jugos, eran realmente deliciosos, con mi lengua le estimulé su clitoris como por un minuto hasta que ella tuvo su primer orgasmo, se retorció en la cama sin control de su cuerpo.
Cuando se recuperó le dije que ahora me tocaba a mí, le acerqué mi pene a su boca y ella me dijo:
-Es que yo no sé cómo se hace.
-Tú solo metetelo en la boca e imagina que es un helado.
Lo hizo, al principio era muy torpe y lo hacía demasiado sueve, le dije que más fuerte y poco a poco lo hacía mejor. Cuando sentí que ya me iba a venir, retiré mi pene y le dije:
-Muy bien mi amor, lo hiciste muy bien.
-¿De verdad te gustó?
-Claro que sí mi amor, lo disfruté mucho.
La besé apasinadamente mientras mi dedo volvía a meterse en su vagina, ella empezó a gemir de gusto y yo le dije:
-Ahora va el platillo fuerte.
-¿Me la vas a meter tío?
-Sí mi amor, te deseo como no tienes idea.
-Yo también a tí, pero tengo miedo.
-No te preocupes mi amor, yo haré que no te duela mucho.
-Está bien tío, métemela, ya no quiero esperar más.
Entonces puse mi pene en su entrada y pude meter mi cabecita sin problemas, ya que mi pene no tiene la cabeza muy grande aunque el tronco sí es muy grueso y largo.
-¿Te duele mi amor?
-No tío, métemela más.
Empuje un poco más y ella comenzó a gemir de placer y de dolor.
-Tío, me duele, me duele -dijo ella.
Entonces me detuve hasta por unos 20 segundos y la seguí penetrando poco a poco para que no le doliera tanto, se la metía y se la sacaba un poquieto, así hasta que ya tenía casi la tercera parte de mi pene dentro de ella, en ese momento me había detenido solamente su virginidad.
En tono de broma y burla, ella me dijo:
-Ay tío, pensé que eras más hombre… ya ves, ni me dolió.
Entonces empuje con más fuerza y sentí que algo dentro de ella que se rompía y mi pene se bañó de sangre más de lo que ya estaba con sus jugos, ella pegó un grito y comenzó a llorar, para consolarla la besé y después de un rato, comencé a bombearla lentamente y poco a poco más rápido, el dolor y el llanto de ella también iban cambiando a gemidos y placer.
-Tío, te amo, te amo… desde niña siempre te he amado.
Me decía ella, abrazandome muy fuerte, esas palabras sinceramente me llegaban mucho, quería que ese momento fuera eterno y le contesté:
-Yo también te amo, mi niña hermosa.
Mientras la penetraba, sentí varias veces sus orgasmos y aunque yo quería penetrarla más tiempo, mi cuerpo no pudo más y descargue todo mi semen en su interior, me quedé con mi pene dentro de ella como por 5 minutos más, mientras nos besabamos como dos verdaderos enamorados, sus besos me hicieron excitarme de nuevo, entonces volví a bombearla, nuevamente sus orgasmos aparecieron y está vez duré más tiempo, traté de cambiar de posición pero ella me atrapó con sus piernas y me dijo:
-No tío, así estoy muy bien.
Finalmente ya no pude más y me volví a venir dentro de ella, sentí como si además de mi semen también descargara mis fuerzas por lo que quedé rendido encima de ella que también quedó rendida.
No se cuanto tiempo pasó, yo creo que como 15 minutos hasta que me incorporé, miré su vagina y había mucha sangre escurriendo entre sus piernas, tomé un trapo y la limpié mientras ella seguía agotada, quería evitar que ella se asustara al ver tanta sangre, por lo que escondí el trapo.
Cuando ella por fin se incorporó, no dejaba de besarme y abrazarme, por supuesto yo igual a ella, nos bañamos juntos y nos pusimos a ver la TV, cuando llegó la hora de marcharse, nos despedimos como dos novios muy enamorados y se fue muy contenta.
En los días siguientes ella estaba algo preocupada pues el dolor en su vagina tardó en quitarse, luego el único preocupado fui yo pues sabía que tenía el riesgo de que ella saliera embarazada, esa preocupación se desvaneció cuando a las tres semanas tuvo su periodo, desde entonces hasta hoy, seguimos teniendo relaciones pero siempre con cóndon.
Ella ya tiene 23 años y ninguno de los dos nos hemos casado y el amor que nos tenemos ha seguido intacto, tal vez lo prohibido hace que nunca nos cansemos el uno del otro o simplemete nos enamoramos de verdad.
Espero que les haya gustado.
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