Mi secreto con mi prima.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Antes que nada, quiero aclarar que este relato es verídico. Encuentro absurdos y ridículos aquellos relatos donde los protagonistas tienen cuerpos esculturales, son dioses del sexo y un sinfín de tonterías que, lejos de estimular, solo logran ser desagradables y burdas. Este no es un relato así. Físicamente, soy bastante delgado y tengo una estatura común. Algo feíto y mi pene tiene un tamaño estándar. No hay nada de especial en mí en cuanto a mi cuerpo. Mi vida sexual, a mis 19, no es del todo activa. Repito, este no es un relato con protagonistas dignos de una película porno.
Mi relación con mi prima siempre fue bastante especial. Desde niños, siendo ella un año mayor, solíamos estar juntos cada que podíamos y a medida que pasaba el tiempo, nos hicimos cada vez más unidos, sin perder comunicación y la oportunidad de vernos más seguido. Comencé a verla de otro modo durante las fiestas decembrinas, allá por el 2011. Mis tíos nos habían invitado a mí y a uno de mis primos para que pasáramos Navidad, Año Nuevo y la mitad de Enero con la otra familia de mi prima. Habían sido bastantes días en los que comencé a notar algo distinto en ellos. A pesar de haber pasado toda su infancia conmigo, parecía que mi prima había tomado un cariño y trato especial con nuestro primo. Claro está, no pude evitar sentir celos, algo bastante natural. Sin embargo, una curiosidad inmensa había asaltado mi mente y quería descubrir el porqué de su repentina unión.
Al ser invitados, no había mucho espacio para nosotros, por lo que nos vimos obligados a compartir la misma cama durante toda nuestra estancia. Por las noches, antes de dormir, solíamos hablar por un par de horas. Me atreví a preguntar lo que ocurría entre él y nuestra prima, a lo que accedió a contarme con total serenidad. Al principio, comenzaron con pequeños jugueteos, como hacerse cosquillas o abrazarse repentinamente. Poco a poco, el morbo y la calentura tuvieron efectos en ellos y comenzaron a llevarlo más lejos. Ahora, cada que estaban solos, aprovechaban para tener largas sesiones de besos, que incluían el manosearse por encima de la ropa. Me contó lo decidido que estaba a tener sexo con ella, cuando volvieran a tener la oportunidad de estar completamente solos. Jamás se concretó.
En los siguientes cinco años, todo aquello que había escuchado de voz de mi primo seguía teniendo bastante influencia en mi modo de pensar y de verla a ella. Creía que se trataba de la imaginación activa de mi primo, tratando de impresionarme o jugarme una mala broma. Me convencí que sería imposible que eso ocurriera y decidí olvidar el asunto por completo. No obstante, todo aquello había dejado su semilla. Solía tener fantasías con ella, tratando de imaginar cada centímetro de su cuerpo, maquilando imágenes mentales de su desnudes. No podía negar que era sumamente bonita. Podía no tener piernas torneadas o un gran trasero, pero debía reconocer que sus pechos tenían un tamaño considerable. La oportunidad de verla tal y como me la imaginaba llegó más pronto de lo que creí.
En vacaciones de Diciembre, volví a ser invitado a pasar Navidad en casa de mis tíos y su familia. Afortunadamente, solo yo había recibido la invitación, de modo que me sentía más cómodo. Podía estar con ella sin que nadie se nos interpusiera. El último día se nos fue en pláticas que poco a poco se tornaban más personales. Para el anochecer, nos encontramos confesando nuestras experiencias sexuales. Relataba con lujo de detalle la ocasión en la que su ex novio había decidido despojarla de su virginidad anal sobre el sillón de su casa o cuando le practicó sexo oral a uno de sus amigos en el baño de su colegio. Como podrán intuir, tenía la erección más dura que he tenido en toda mi vida y que apenas podía ocultar con una de las almohadas de la cama en la que estábamos, en el cuarto contiguo al suyo. No me atreví a preguntarle si había sido cierto o no todo lo que mi primo me contó sobre ella, pero por la naturaleza de sus relatos, intuí que no mentía y que, efectivamente, había tenido un par de encuentros con ella. Al terminar, se despidió con un beso en la mejilla y me deseó buenas noches, antes de salir de la habitación.
En cuanto la puerta se cerró, liberé la erección atrapada en mis pantalones y suspiré aliviado. Oír todo eso había hecho que mi morbo sobrepasara todo sentimiento de culpa por ver de ese modo a mi prima y opté por masturbarme, deseando con todas mis fuerzas haber sido quien se atrevió a penetrarla analmente o sentir la calidez de su boca y la humedad de su lengua alrededor de mi miembro. Me tomé todo el tiempo del mundo en disfrutar por mi propia mano hasta que escuché la puerta del cuarto abrirse lentamente. Instintivamente oculté mi semi-desnudes entre las sabanas y volteé un tanto alterado. Era ella, mi prima, con una mirada lasciva en su rostro y una expresión en su rostro que indicaba que tramaba algo. Cerró la puerta tras de sí, se acercó directamente a la cama y me silenció con un beso en los labios, anticipando mis interrogantes sobre lo que hacía ahí. Asimismo, retiró las sabanas antes de que pudiera tomarla de vuelta y subió sobre mi cuerpo, apoyando sus nalgas cubiertas únicamente por su ropa interior sobre mi pelvis.
Mi pene se había acomodado entre ellas, cosa que la hizo sonreír y comenzar a mover sus caderas de atrás hacia adelante, en movimientos insinuantes y tortuosos. Me quedé sin aliento, sin saber cómo reaccionar, sin saber qué hacer. De nueva cuenta, se precipitó contra mis labios, en besos casi desesperados. Nuestras lenguas se encontraron y se enroscaron de forma obscena. Quería saborear cada segundo y minuto que pasaría con ella durante ese periodo paradisiaco. Después de separarse, me susurró al oído lo excitada que había estado al escucharme y al relatar. Mencionó el haberse dado cuenta del interés que comencé a tener hacia ella. No supe responder. Se incorporó para deshacerse de su blusa, dejando sus tetas a mi disposición. Me acerqué para llevarme uno de sus pezones a la boca, mientras mis manos se deslizaban dentro de su ropa interior, para acariciar mejor sus nalgas. Tan solo podía escucharse nuestra respiración agitada y un par de gemidos que trató de ahogar inútilmente. Debíamos ser lo más silenciosos posibles. Apoyó sus manos sobre mi pecho para hacerme recostar de nuevo y poder continuar con lo mejor. Me ayudó a deshacerme del resto de mi ropa, al igual que ella hacía lo mismo con sus bragas. Acomodándose, comenzó a pasar la punta de su lengua por todo mi miembro, hasta llegar a la punta. Repitió esto un par de veces y luego se dedicó por completo a chupar mi glande suavemente. En poco tiempo, se había metido mi verga entera y movía su cabeza de arriba hacia abajo rítmicamente. Imaginé que así debió practicarle sexo oral al chico del que me habló. Se detuvo de golpe, se sentó a horcajadas sobre mi miembro y comenzó a deslizarlo lentamente dentro de ella. Mordió su labio inferior para resistir y no gemir, comenzando con un lento vaivén de arriba hacia abajo. Dejándome llevar por una situación más que excitante, llevé mis manos a sus pechos para apretarlos ligeramente, mientras ella se sujetaba de la cabecera de la cama, para hacer sus movimientos de cadera más efectivos. Continuamos así por un rato más, hasta que decidimos cambiar de posición. Ahora, estando ella debajo, abrió y levantó bien las piernas para poder recibirme como lo merecía.
Me acomodé entre sus piernas, dirigí la punta de mi miembro directo en su entrada y la penetré lentamente, apoyando mis brazos sobre la cama. Ambos jadeamos satisfechos y de inmediato comencé a moverme con lentitud. Ella me rodeó con sus piernas, incitándome a penetrarla de forma más profunda. Cumplí sus deseos tan pronto lo “ordenó” e hice mis embestidas más fuertes, cuidando de no hacer tanto ruido. Sentía el corazón latir desbocado sobre mi pecho, como si me fuera a dar un infarto en cualquier segundo. Se dio la vuelta, levantó su trasero y me lo ofreció con una sonrisa y un ligero movimiento lado a lado. No perdí oportunidad para observarlo en todo su esplendor, pasando mi lengua sobre su feminidad y su recto, hundiéndome entre sus pliegues de carne suave y rosada. Me coloqué detrás de ella, rocé la punta de mi pene una y otra vez contra su entrada y de nuevo volví a estar dentro de ella, sujetando sus caderas, ahogando jadeos y gruñidos. Era difícil ser silencioso en una situación así, lo cual lo hacía más emocionante. Estaba teniendo sexo con mi prima, la dueña de mis fantasías y mis deseos, a tan solo un par de metros de la habitación de mis tíos.
Perdí la noción del tiempo. Parecía que había estado con ella así una eternidad. Para cuando alcancé el orgasmo, ella se encontraba cabalgándome, dándome la espalda. No hallaba el aliento para proferir ni una sílaba. La eyaculación fue inevitable. Ambos nos quedamos quietos por un momento, mientras yo levantaba la mirada hacia el techo, soltando suspiros muy fuertes. Entonces caí en la cuenta de lo que había hecho y miré aterrado a mi prima. Ella seguía sonriendo, con una mueca de placer en el rostro. Al notar mi expresión, comenzó a reír divertida y negó con suavidad. Se inclinó para depositar un beso rápido en mis labios, susurrando que no me preocupara, que ella tenía pastillas de emergencia. Sin decir más, se levantó de la cama, se vistió rápido y salió sin más. Yo, por otra parte, no podía reaccionar, como si aquello hubiera sido un producto de mi imaginación. Dormí tranquilo esa noche. Partí a la mañana siguiente, al alba y con las primeras luces. Me despedí de mi prima a solas, con un beso tierno en los labios y un abrazo que pareció durar horas. No mencionamos nada de lo que había pasado la noche anterior, pero ambos sonreímos cómplices, sabiendo que no se necesitaban palabras en ese momento. De camino a casa, lo único que podía hacer era sonreír y sentirme el hombre más feliz del Universo.
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