Mi sobrina y su padre cogen frente a mi
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
La voz quedo ahí resonando en el aire como si el tiempo se hubiera detenido, los tres mirándonos ¿Qué había dicho Rosa? ¿Le había gritado a su padre que de una vez la cogiera? ¿Por qué su voz era tan distinta?
Ernesto seguía entre sus piernas con su lengua a escasos centímetros de su clítoris. Rosa de espaldas completamente abierta, su cuerpecito desnudo y sudoroso contrastaba con la blancura de las sabanas del motel donde estábamos. Padre e hija eran hoy los que cogerían, yo solo estaba por aquello de darles confianza.
– Quiero que estés tú allí – había dicho mi cuñado-.
Habían pasado unas semanas desde que el muy cabron me había encontrado cogiendo a Rosa su hija y, contándome su desgracia sentimental con su mujer acordamos que yo hablaría con mi sobrina para ver la posibilidad que él pudiera estar con ella y así echarle un buen polvo. La tarea no fue tan sencilla, pues aunque ella era bastante calenturienta y gustosa de verga, era su hija. Rosa decía que la dominaba la vergüenza de coger con su mismísimo padre, pero al final acepto.
Yo mismo hice las coordinaciones, busque el día y el lugar apropiado. Como ella era menor tuve que pedirle un favor a un amigo que era encargado de un pequeño motel, distante de la ciudad y bastante discreto.
Como ella estudiaba tuvimos que inventar un día de descanso escolar, fue ella misma quien llego con la noticia que el viernes no tendrían clases porque de la escuela las llevarían a ver una película.
– Vamos a ir sin uniforme – había dicho a su madre –. A quien no tanto le pareció la idea, pero que termino aceptando porque era considerado como tarea ex aula.
Por coincidencia o destino jajajaja, yo no trabaje ese día y como buen tío me ofrecí a darle un aventón en mi carro ya que según argumente tenía que realizar unas diligencias muy cerca del cine donde iría. Mis otras sobrinas sonrieron burlonas pero nada dijeron.
El viaje fue rápido. Rosa parecía nerviosa. Pude apreciar que se veía guapísima, vestido informal muy corto, zapatitos de tacón y un peinado sencillo con el pelo recogido hacia arriba. En realidad no parecía una niña de 15, quizás el hecho de que la haya estado alimentando con mi verga la ha hecho crecer – pensé -.
En la entrada nos esperaba Ernesto, quien se subió pues el lugar era de esos en donde puedes llegar hasta la puerta de la habitación en el vehículo. Fui yo mismo quien trató de romper el hielo.
– Bien acá estamos en nuestro nidito de amor – dije mientras rodeaba su cintura con mi mano -.
Como para quitar tensión me tumbe en el sofá indicándole a mi sobrina que sentara junto a mí.
– Mi pajarito tiene hambre – le dije tocándome la verga por encima de mis pantalones –
Me sonrió coqueta aunque pude percibir que le incomodaba la presencia de su padre.
– Vamos cariño. Dale besitos – le pedí – mientras que de manera disimulada le indicaba a Ernesto que nos dejara solos.
– Voy a bañarme – dijo este -. Esta haciendo un calor horrible.
– Ok solo no te masturbes – dije riendo -. ¿Verdad bonita que hoy este chochito nos hará feliz a los dos – dije mientras deslizaba mi mano entre sus piernas.
– Ya vengo, no empiecen sin mi – dijo mi cuñado dirigiendo hacia el baño -.
– Ok. Ven princesa ¿Qué te pasa? ¿Estás nerviosa? ¿En qué quedamos? Solo relájate. Ven quítate esa ropa que está haciendo calor.
Lo demás fue sencillo. Rosa se sentó junto a mí recostándose en mis piernas, hábilmente saco mi verga y como solo ella sabia empezó a darme una mamada. Me pidió que me bajara mis pantalones y con gran maestría rosaba la punta de su lengua en la cabeza de mi pito. De vez en vez se engullía todo lo que pudiera entrarle en su boca, gemía excitada.
– Abre tus piernas para cuando salga tu papa. Veras que no podrá resistirte a tus encantos.
O yo me equivocaba pero Rosa iba preparada, se había depilado por completo. Su rajita parecía más apetecible, sus labios mas carnosos. Su pepita azul oscuro se dejaba ver más rica entre los pliegues de su chocho.
– Enano – grite -. Apúrate que aquí te están esperando.
– Malo – dijo mi sobrina mientras sostenía mi verga entre sus manos.
– Voy dijo Ernesto casi cuando entraba al cuarto.
Venia completamente desnudo. Su cuerpo bien definido, sin panza, una verga no muy grande pero algo gruesa. Era moreno como su hija, aunque el más tirándole a morocho.
Creo que Rosa jamás espero que su padre saliera así. Recostada como estaba giro su cabeza, sus ojos mecánicamente se enfocaron en la parte intima de Ernesto.
– Ve hija – le dije -. Enséñale como se mama un rabo.
Fue el enano quien se aproximo a ella, Rosa túmidamente tomo su pene en sus manos. Lo levanto hasta dejar la cabeza al techo y acercando sus labios empezó a saborearlo de abajo hacia arriba muy despacio. Ernesto creo que jamás pensó sentir un placer así, cerró sus ojos y exhalo un suspiro que lleno toda la habitación.
– Voy a bañarme yo – dije mas para dejarlos solos que otra cosa -.
Efectivamente me duche con agua muy fría, quería que el tiempo pasara, que hoy gozaran ellos, para eso habíamos venido.
Si no calcule mal estuve más de quince minutos en el baño, cuando regrese al cuarto el enano y mi sobrina estaban en la cama, él le daba lengua como poseso, Rosa con sus piernas totalmente abiertas se retorcía buscando que morder, sus ojos cerrados, su boca medio abierta y su respiración a mil solo era la total afirmación que estaba por llegar a uno de sus orgasmos. Si la conociera yo, esa niña era de las que si no te pones vivo te le corres al coger.
Fue ahí cuando dijo:
– Cójame cabron
Sonó como una orden, fuerte, con voz descompuesta por la excitación. Sin embargo la sucedió ese silencio de que algo no estaba bien. ¿Rosa gritándole cabron a su padre? ¿Qué pensara el enano? – pensé yo -.
– Que paso – dije como para de nuevo romper el hielo -. ¿Van a coger o se van a estar viendo toda la tarde?
Creo que mi comentario boto todas las barreras. El enano dejo por un momento el chocho que parecía estar volviéndolo loco, se coloco de rodillas en la misma cama y tomándose la verga con la mano se descubrió el glande:
– Quieres verga cabronccita – dijo como cayendo en ese jueguito de insultos que su hija había iniciado – Ven mámala, dale unos lengüetazos para que te deslice. Te voy a coger como hacer mucho tiempo no cojo a la puta de tu madre.
Ven para acá putita, verga quieres, verga tendrás.
– Los espero afuera – dije a fin de que disfrutaran de su privacidad.
– ¿Cómo crees cabron? – me dijo – Quiero que veas cómo me cojo a esta putita.
– Jajajaja Ok
Como fuel amigo me senté de nuevo en el sofá, denudo como estaba, mis ojos no se apartaban de Rosa que se veía tan linda y puta a la vez. Sus pechos chicos, duros y de pezón amoratados. Sus caderas firmes y bien proporcionadas, piernas cortas y duras por el ejercicio de su escuela como jugadora de base ball.
Ernesto la tomo de sus piernas para colocarla al borde la cama, el parado levantándole los pies se los llevo a sus hombros. La típica armas al hombro – pensé yo, bueno para enterrarle de una vez ese tu pico negro que te tienes -.
Vi como jugueteo un par de veces deslizándole el glande por toda la raja, luego hizo un leve movimiento desapareciendo toda la cabeza, una vez más y los huevos de mi cuñado chocaron en las nalgas de mi sobrina. Al parecer ambos lo disfrutaban a juzgar por lo sincronizado de sus gemidos y su respiración cansada. Creo que no querían verse pues los dos habían cerrado sus ojos.
Yo seguía en el sofá masturbándome suavemente, sin morbo, más por pasar el rato que por excitación. Era algo extraño.
El enano seguía dándole verga, embistiéndola rudamente como tratando de llegar a lo más profundo de su hija.
– Ven – le dijo -. Mámamela un ratito que no quiero acabar todavía.
Ver a Rosa en cuatro en la cama era de lo mas erótico, mamaba la verga de su padre como si quisiera demostrarle lo mucho que sabía de sexo. Su lengua se deslizaba desde los huevos a la punta, luego ronroneaba y le lamia suavecito hasta llegar al ombligo. Se detenía y como si fuese perforadora horadaba como quisiera perforarle. Ernesto se doblaba como estuviera a punto de perder la razón.
– Ponte en cuatro – le dijo –
Ahora él se subió a la cama y colocándose de rodillas se puso detrás de ella aferrándose de su cintura para luego penetrarla hasta donde su verga le daba. Rosa me miraba lujuriosa, había quedado de tal forma que mientras sus papa la taladraba ella podía ver cómo me masturbaba. Sus ojos reflejaban el gran gozo que sentía.
– Ah Que rico. Deme mas, rómpame el chocho, démela toda – empezó a gritar como fuera de sí-.
– ¿Te gusta puta? Mueve tu culito, así como te he visto hacerlo cuando coges. Así, eres igual de puta que tu madre.
– Tío, tiito – dijo mirándome suplicante – Acérquese, deme esa verga tan rica. Quiero mamársela, quiero sacarle los jugos. Venga
– No princesa, hoy es su día. Yo solo estoy aquí para verlos gozar.
– Porfis tiito. No se malo. Deme esa verga en mi boquita.
– No chiquita, hoy no.
– Date vuelta – le ordeno su padre – quiero acabar, quiero llenarte esa cuevita de leche
De nuevo ella se coloco abajo pero ahora con su cabeza en dirección contraria hasta donde yo estaba, desde mi nuevo ángulo solo podía ver las caderas de Ernesto y sus huevos balanceándose. Quizás el quiso facilitarme las cosas, pues otra vez se coloco las piernas en sus hombros dejando la mejor vista del chocho de mi sobrina, su ojete del culo como guiñándome un ojo. Pude ver cuando el enano le puso la verga en la entrada y de una sola embestida se volvió a sumergir en la entrañas de Rosa, esta vez la bombeo con más ganas. Sus caderas enjutas bajaban y subían a ritmo de caballo en galope. Fue cuestión de minutos y un sinfín de quejidos cuando se corrieron, Ernesto le dejo ir hasta el último centímetro de su pito y apretó su culo. Un gran ay de gusto se escapo de su garganta y de nuevo lleno la habitación. Rosa contorsiono su espalda y otra vez busco algo que morder entre las sabanas, de su chocho empezó derramarse buena cantidad de líquidos blanquecinos y viscosos.
Un cruel silencio nos invadió esta vez. Yo y mi verga dejamos de trabajar.
– Voy afuera – dije colocándome mis ropas y buscándome los cigarros -.
No sé si volvieron a coger, pero tardaron unos veinte minutos en avisarme que estaban listos. Se habían vestido, fue ella quien salió primero y subió a mi carro. Ernesto me llamo adentro para decirme:
– Hey brother, yo creo que nos vamos a separar con mi mujer. Mucho pedo, ella misma me ha dicho que tiene otro y que se va a ir con él. Te cuento para que no creas que yo soy el culero de dejar a tu hermana.
– Mira enano. Gracias por decirme, pero sabrás que ese es su pedo. Hagan lo que les convenga.
– Órale, gracias. Ah una cosa más, me dijo que si se iba me dejaría a Rosa. Que se fuera conmigo, yo pienso llevarla a vivir con mi madre, total es su abuela…
– Ah – y así cogértela cuando se te antoje pensé –
– Si, hoy mismo íbamos a hablar con ustedes para hacer las cosas derecho.
– Ok no hay pedo. Entonces te llevo a la casa.
– No, yo llegare después ¿Entenderás que podría prestarse a malas interpretaciones?…
– Bien, bien. Te dejo por ahí, luego tu veras que haces
– Ok
Todo sucedió como Ernesto me confió, el llego esa noche y nos comunicaron juntamente con mi hermana que se separaban. Que Rosa se iba a vivir con su papa y ella se quedaría unos días más mientras se buscaba un lugar cerca de su trabajo, según ella la separación seria temporal, pero jamás regreso con Ernesto. El enano por su parte se llevo a su hija a casa de la abuela, curiosamente Rosa resulto embarazada y se convirtió en madre soltera para luego irse a vivir a otro país.
Acá el final de una de mis experiencias incestuosas, aunque esa casa siguió siendo testigo de muchas cosas que algún día contare. Mas sexo con mis sobrinas, un reencuentro con mis ya adultas hermanas y hasta cuando asaltaron la casa estando yo, mi prima y una tía muy mayor.
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