Mi sobrinita de 6 parte 4 (final
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por GamFire.
Parte 1: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-26320.html
Parte 2: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-26480.html
Parte 3: http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-33065.html
Creo que nunca les he hablado acerca de mí, así que aprovecharé en esta ocasión para hacerlo.
Soy un tipo mexicano, actualmente tengo 25 años, graduado de la universidad y nacido en una familia que si bien no es millonaria, vivimos bien.
No diré que soy el galán que el mundo espera, pero sé que no soy mal parecido.
Mido 1.
75, piel blanca, cuerpo atlético, barba a medio crecer, en fin.
lo menciono porque he estado reflexionando el motivo por el que uno cae en ciertas pasiones, pero pienso que no hay una razón.
En mi caso no veo nada malo en mí o nada que pueda influir, así que creo que uno simplemente encuentra el placer de diversas maneras, maneras que para muchos pueden ser tabú.
Y continúo con mi relato:
Como conté en el último relato nuestros encuentros ya no eran tan recurrentes y después de aquella vez se volvieron todavía menos, es más, después de ese día ni siquiera nos vimos hasta que la fecha de su fiesta de cumpleaños número ? llegó.
Fue en un jardín de fiestas, yo entré acompañado de mis padres y una amiga a la que había invitado, fue entonces cuando la vi a lo lejos jugando en un inflable de esos que ponen en aquellos eventos.
Ella me vio y corrió directamente a mis brazos.
Recuerdo lo bien que se veía con ese vestido rosa de tirantes, las sandalias y el cabello suelto con unos rizos que le habían hecho para la ocasión.
De inmediato la cargué mientras ella rodeo con sus piernas mi cintura y por poco me olvido de todas las personas que estaban ahí, pero reaccioné a tiempo, así que sólo le dí un pequeño beso en la mejilla y la bajé para que saludara a los demás.
La comida me pareció eterna, pues mi mente había empezado ya a volar.
No hacía más que verla a lo lejos, contemplar su blanca piel, sus labios rosados y particularmente esas nalguitas redondas que me volvían loco.
Estaba excitado y pensaba en miles de opciones para llevármela un momento, pero ninguna era suficientemente buena como para que no pareciera algo raro.
Así pasé la tarde, hasta que empezó a oscurecer y yo ya no pude más.
Me dirigí hacia ella, jugué a perseguirla junto a otros niños sobre el pasto y después la llevé al último inflable.
Tenía una especie de resbaladilla en medio, lo cual nos dejaba un poco de privacidad si nos poníamos del lado correcto, sólo a la vista de los pequeños invitados que jugaban en ese mismo juego.
Primero no hice nada, pero luego empezó a intentar escalarla y yo pensé que era mi oportunidad.
Me puse debajo de ella y comencé a "impulsarla" poniendo mis manos en cada una de sus nalgas.
Cuando lo hice ella me vio directamente con un poco de confusión en su rostro, supe entonces que su juego era inocente, pero yo estaba demasiado caliente y en vez de apartarme, moví mis manos.
En cada oportunidad que tenía le acariciaba los muslos, las piernas, los glúteos, primero por encima de su ropa interior para luego empezar a meter mis dedos debajo de ella, fue entonces que empezó a excitarse, buscaba mis manos y se movía de tal manera que mis dedos podían llegar hasta su pequeña vagina cada vez más húmeda, pero por más a gusto que estuviese, iba a resultar extraño quedarnos tanto tiempo en eso, así que riendo me recosté como para descansar, cuando veo que ella se pone encima mío y me dice la frase que tanto me gustaba: "Tio, ¿me haces caballito?".
No pude ocultar mi alegría y comencé a moverme, en eso estaba, cuando de pronto dos niñas más se acercan para jugar con nosotros.
"¿Qué juegan?" preguntó una, "al caballito" contestó mi sobrina y sin más se sentaron sobre mí.
Una quedó a la altura de mis piernas, la otra sobre mi abdomen y mi sobrina a quien obviamente acomodé justo sobre mi pene.
Sabía que no iba a ser tan cómodo y que tendría que ser discreto, pero quizá iba a servir para despistar la situación.
Sólo les dije "agarranse bien", tomé a mi sobrina de la cintura apretándola hacia mí y empecé el movimiento.
Más que moverme dando saltos estaba moviendo mi pelvis, disfrutando del roce de la vagina de mi pequeña enamorada sobre mi miembro.
¡Se sentía tan bien! con cada movimiento la excitación incrementaba, mi pene se ponía más y más duro creando un bulto en mi pantalón.
Ella también se movía de atrás hacia adelante, de un lado hacia el otro, sus mejillas se habían vuelto rojas y conocía esa mirada en su rostro.
Yo ya no sabía de mí, estaba tan prendido que bajé mis manos y las puse en las piernas de la niña que se encontraba hasta adelante, empecé a acariciarselas y a subirlas de a poco.
La niña no se quitó ni pareció molestarle, pero en eso a la de atrás se le cayó un vaso sobre mi sobrina y pude reaccionar.
Las bajé de encima mío, revisé a Camila quien tenía el vestido empapado y sólo le hice señas a mi madre de que la llevaría a la cocina a secarse.
Caminamos hacia el área donde estaban los alimentos que se encontraba al fondo, pero alcancé a ver hasta el final que el jardín ese colindaba con un terreno enmontado y que sólo los separaban unos alambres.
Me la llevé sin que nadie viera, nos pasamos debajo de la cerca improvisada y caminamos hacia el monte.
Para entonces ya estaba oscuro y cuando vi que estábamos en un punto intermedio, ni cerca, ni lejos, la recosté y comencé a besarla.
Puse mi boca en la suya, succioné sus labios con los míos, metí mi lengua al mismo tiempo que metía mis manos bajo su vestido.
Toqué su vientre y subí hasta su pecho sin dejar de besarla, pellizque sus pezones como lo hacía siempre, mientras con besos bajaba por su cuello, sus hombros hasta que llegué a su pecho que aunque aún era plano, me encantaba.
Los besé con desesperación, moví mi lengua sobre su pezón mientras que el otro lo apretaba entre mis dedos.
Ella sólo enterraba sus manitas en mi espalda y se retorcía de la excitación, escapándose algún pequeño gemido de vez en vez.
Fue entonces que desabotoné mi pantalón, bajé un poco mi boxer y mi pene salió.
Ni siquiera tuve que decir nada, pues fue ella quien lo tocó, lo puso entre sus manos y comenzó a moverlo como le había enseñado, mientras yo también movía mis caderas acompasando el ritmo, pero sabía que no había tiempo, así que no duró mucho.
Volví a acostarla, separé sus piernas, hice a un lado su calzoncito y empecé a hacerle sexo oral.
Apretaba mi lengua contra su vagina para mover la puntita directamente sobre su clítoris cada vez más fuerte y rápido.
Quería que se corriera, se merecía un buen orgasmo, así que continué comiéndomela mientras yo me pajeaba con la mano, entonces se vino, lo sentí en cómo se retorcía y yo incrementé los movimientos de mi paja hasta que también me corrí.
Le dí un beso que me correspondió, me levanté, la limpié con mi saco para que no mojara su ropa interior y nos fuimos.
Dimos vuelta al lugar para entrar por la puerta principal, todos ya se estaban preguntando por nosotros, pero yo me había vuelto astuto con respecto a ella, así que dijimos que habíamos ido a la tienda a la cual sí habíamos pasado para comprar los dulces que comprobaran nuestra historia.
Nadie sospechó.
La fiesta continuó y yo me quedé con los adultos y con la amiga que había invitado y a quien no le había hecho ni un mínimo de caso, hasta que la fui a dejar a su casa.
Cuando iba de vuelta a mi casa, pues la fiesta ya había terminado, recibí un mensaje de mi papá que me decía que esa noche nos quedaríamos en casa de mi hermano, que me fuera para allá y que cuando llegara me acomodara en el sillón.
Yo empecé a manejar sin rumbo, dí una cuantas vueltas mientras pensaba en que ese día me había arriesgado demasiado; pensé en todos los problemas que se me vendrían encima si alguien me cachaba y pensé sobretodo en Camila, en si esto generaría un impacto negativo para su vida.
Al llegar a la casa de mi hermano ya todo estaba apagado y mi respectiva almohada y cobijas se encontraban en la sala, iba a acostarme cuando decidí ver si mi sobrina se había quedado sola.
Acomodé la almohada bajo las cobijas simulando estar acostado y subí hacia la que sabía era su habitación.
Abrí sin hacer ruido y estaba ahí acostada boca abajo, traía un shortcito y una playerita de tirantes como pijama, ni siquiera lo pensé cuando me recosté a su lado y besé su oído mientras le hablaba bajito para que despertara, ella abrió sus ojos y simplemente la besé.
Me acosté encima cuidando no dejar caer todo mi peso, de manera desesperada bajé mi pantalón y saqué mi miembro que empezaba a despertar y con la misma desesperación, de un tirón le quité el short con todo y ropa interior dejándola desnuda y comencé a masturbarme sobre sus nalgas.
Me moví sin parar notando cómo mi pene iba haciéndose más duro hasta quedar totalmente erecto, me acosté y la subí sobre mí y fue entonces que ella empezó a moverse.
Se movía de atrás hacia adelante rozando su clítoris a lo largo de mi pene, mientras que a mí me encantaba, pues quedaba apretado entre su vagina y mi abdomen.
De vez en cuando daba empujones con la cabecita en su entrada o le separaba las nalgas con mis manos, acariciándole el anito y metiendo un dedo para dilatárselo hasta que se corrió, mientras yo le tapaba la boca para que no hiciera ningún ruido.
Se recostó exhausta sobre mi pecho, pero yo aún no estaba listo, tenía planes para nosotros.
La acosté y me puse de rodillas sobre la cama frente a ella llevando sus manos hacia mi pene, ella lo tomó y empezó a moverlo entre sus dos manos, lo hacía cada vez más rápido y yo yo sólo echaba mi cabeza hacia atrás disfrutando de la sensación, cuando de pronto siento su boca en él.
Empezó a chupármelo todo, le pasaba la lengua a lo largo y luego la movía velozmente en el pliegue de la cabecita para después metersela toda y seguir chupando, dando empujones de vez en cuando en la punta con su lengua.
Yo estaba demasiado caliente, mis caderas comenzaron a moverse por instinto entrando y saliendo de su apretada boca hasta que me corrí soltando chorros de semen que gotearon hasta caer en su rostro.
Nunca antes me había venido en su cara y menos estando dentro de su boca, pero como siempre, no se quitó.
Se acostó y le quise corresponder.
Separé sus rodillas abriéndole las piernas y metí mi rostro entre ellas, comencé a besar, a succionar su clítoris entre mis labios hasta que alcanzó otro orgasmo.
Cuando terminamos la besé y hablé con ella, le dije lo mucho que la quería, lo mucho que me gustaba, pero que había cosas que lo hacían difícil.
Ella me preguntó qué cosas, me dijo que quería que siguiéramos "siendo novios", pero yo había tomado una decisión por el bien de ambos.
Todo lo que pude hacer fue prometerle que si cuando ella estuviese grande todavía quería algo entre nosotros, yo iba a ser el más feliz.
Por suerte nunca nadie sospechó y hoy en día me quedo con el recuerdo, con las mejores pajas cada vez que revivo lo que pasamos y con la duda de cómo fui capaz de dejarme llevar así, sin pensar en más nada, pero la verdad es que al menos por mí, no me arrepiento, pues no he sentido mejor placer en mi vida que ese.
Y lectores, muchas gracias por los comentarios.
¡Saludos a todos!.
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