Mi sobrino II
Por suerte, volví a tener la oportunidad de que mi sobrino siguiera dándome satisfacciones……
Gracias por vuestros comentarios y ante las peticiones para que siga contando estas historias y vivencias, aquí os traigo la continuación de una de ellas.
Supongo que habréis leído el relato en que contaba lo sucedido con “Mi sobrino”, pues bien, recordaréis las ganas con las que me había quedado de repetir la experiencia, así que cuando me llamó mi cuñada para pedirme si podía dejar a su hijo unos días en mi casa, porque ella tenía que cuidar a su madre en el Hospital, yo no me lo podía creer y le dije que estaría encantada de tenerle en casa y que no se preocupara por nada.
Se lo comenté a mi marido, y por él tampoco hubo ningún problema, así que al día siguiente fuimos a buscarlo a la Estación y cuando llegamos a casa, le instalamos en la habitación de invitados, pero yo estaba muy nerviosa y en tal estado de excitación, que mi marido me veía rara y tuvo que decirme para tranquilizarme:
—No estés tan nerviosa, que aquí va a estar muy bien y no le va a faltar de nada.
A mí me hizo gracia ese comentario de mi marido, claro que no le iba a faltar de nada, pero tenía que intentar controlar más mi excitación, si no quería que él se enterara de todo.
Esa misma noche, yo no pude dormir y me levanté para ir a la habitación de mi sobrino a preguntarle si necesitaba algo. Él tampoco estaba dormido, pero al arroparle vi que dormía sin pijama ni nada y al comentarle si no iba a tener frío así, me dijo:
—Es que como por la noche se me pone dura, estoy así más cómodo y no me molesta la ropa.
—Sí, ya veo cómo estás…… ¿Quieres que te ayude a bajártela?
El asintió con la cabeza y con una media sonrisa, me dio su permiso, así que llevé mi mano a su pene erecto y empecé a movérselo, suavemente hasta hacer aparecer su glande reluciente, aumentando todavía más de tamaño, mientras él acariciaba mis pechos que se habían salido del camisón. Sus gemidos acabaron por excitarme también a mí ya del todo, cuando de pronto, después de estar un rato masturbándole, se corrió en mi mano y después de limpiarme, le dije:
—Verás cómo así vas a dormir más tranquilo. Quiero que estés como en tu casa y que tu madre no tenga queja de mí, jeje.
Luego volví a mi habitación, esperando que mi marido no me hubiera echado de menos, pero por suerte, él seguía durmiendo, aunque yo tendría que intentar dormir con mi calentura por lo que había pasado, así que yo misma me puse a meterme los dedos para acabar de tener ese orgasmo que tanto necesitaba.
A la mañana siguiente se levantó mi marido temprano para ir a trabajar y poco después me levanté yo para preparar el desayuno de mi sobrino. Cuando fui a despertarlo, entré en su habitación y al retirar las sábanas, ahí estaba otra vez en completa erección, por lo que no pude evitar llevar mi mano otra vez a su precioso miembro, pero esta vez, ya sin el miedo de estar pendiente de mi marido, me decidí a metérmela en la boca y saborearla con calma hasta que acabó corriéndose y pude degustar su sabroso semen.
Yo ya estaba dispuesta esta vez a satisfacerme completamente, así que aprovechando que todavía mantenía su erección con los restos del semen saliéndole de la punta, me monté sobre él dejando que su polla entrara en mi coño, ya completamente mojado, poniéndome a cabalgar como una loca sobre él, pero después de tanto tiempo esperando para volver a sentir esa morbosa sensación, mi orgasmo llegó enseguida y pude gritar libremente disfrutando del placer que recorrió mi cuerpo.
La intensidad del orgasmo me había dejado un poco cansada, así que nos levantamos, desayunamos y le dije que se preparara para venir conmigo, porque tenía que salir a hacer unos recados.
Por el camino me encontré a una amiga mayor que yo, que se llama Ángela, tiene ya 60 años y está viuda. Con ella no puedo tener secretos, porque es tan morbosa como yo, y al presentarle a mi sobrino me llamó la atención su mirada y la forma tan efusiva de saludarlo abrazándolo y dándole un beso prácticamente en la boca.
—Qué sobrino más guapo tienes. —Diciéndome al oído— (—¿éste es el que me dijiste de esa vez que…….?)
—Sí, es él.
Otra vez se quedó mirándole con una cara de querer comérselo todo, diciendonos:
—¡Madre mía!. Bueno, venir a mi casa, que le voy a regalar un trozo de bizcocho que hice esta mañana y que me salió muy bien.
—Está bien, vamos, que a él seguro le gustará.
Al llegar a su casa, a mi sobrino le llamó la atención que esa señora tuviera la play ahí en el salón, por lo que ella le dijo:
—La tengo para mis nietos, cuando vienen a casa, así están entretenidos. Ponte a jugar con ella si quieres, que te traigo ahora un trozo de bizcocho.
Nosotras nos fuimos a la cocina para seguir hablando y yo le dije:
—Anda, que a ti que tanto te gustan los niños, te encantará tener a tus nietos en casa.
—Sí, me gusta la alegría que tienen.
—Además el mayor ya está muy guapo, que le vi el otro día en la calle.
—¡Ah!, ¿Sí?, ya va teniendo una edad, y no veas como me mira algunas veces cuando me ve en casa cambiándome de ropa; hasta ya le pillé alguna vez espiándome en la ducha.
—No me digas que ya está así, bueno, les pasa a todos eso, creo. Seguro que tú también ya le has dejado ver más de la cuenta, ¿no?
—Jajaja, como me conoces. Si le gusto, pues que disfrute viendo algo el pobre. Que a una, a mi edad, también le halaga que un crío así la mire con deseo.
—Pues claro. Me imagino como se le debe poner el pito mirándote. Y conociéndote, estoy segura de que tú ya has tenido algo con él y que no te habrás podido aguantar.
—Bueno, está visto que contigo no puedo tener secretos. Te lo contaré a cambio del favor que me vas a hacer luego. Verás, el otro día, cuando le pillé mirándome detrás de la puerta cuando estaba vistiéndome, le mandé pasar y le dije:
—¿Tanto te gusta mirarme? —Mi nieto se puso todo rojo y no se atrevía a decir nada—, así que me desnudé del todo y le dije:
—Anda, quédate aquí y mírame a gusto todo lo que quieras mientras me visto.
No veas el bulto que se le formó en el pantalón, así que le dije:
—Creo que te está molestando el pantalón, será mejor que te lo quites y así puedo verte yo también y estaremos iguales. Además te voy a enseñar más cosas, para que vayas aprendiendo como es una mujer.
Como él no se decidía, porque parecía que estaba como paralizado, yo misma se los baje y se los quité dejándome ver la preciosa polla que se le había puesto. Me tumbé en la cama y con las piernas abiertas le enseñé todo el coño abierto para que me lo viera bien. Al pobre se le pusieron los ojos como platos mirando y le dije:
—¿A que a tu madre nunca la viste así?
—No. Además el tuyo está lleno de pelos y mi madre se los quita, que la vi una vez en el baño con una cuchilla afeitándoselos.
—Mira que golfilla tu madre, como la gusta que se la vea bien la raja. Yo no me los afeito, porque como no tengo marido, no tengo a nadie que me lo coma, como a tu madre.
—¿Qué dices? ¿Eso se come también?
—Si claro, eso ya lo aprenderás, que todavía eres muy jovencito para eso. Mira, si quieres puedes tocarlo, que sé que tienes ganas.
Y ahí estuvo sobándomelo un rato mi nieto, metiéndo hasta los dedos, sorprendiéndose de que estuviera todo mojado, mientras yo también aproveche para agarrársela y darle unos meneítos con los que acabó corriéndose enseguida, pidiéndome perdón por haberme manchado toda, por lo que le dije.
—No te preocupes. Si es normal que te salga todo eso. La culpa la tengo yo. Nos limpiamos en un momento y nos vestimos, que menudo calentón que me has metido.
Ante e so que me había contado mi amiga, le dije:
—¡Bufff,! menuda situación, Ángela. ¿Y ahora qué vas a hacer, como vas a seguir?
—No sé, ese es el problema, que es mi nieto y no sé cómo va a acabar esto, si lo debo cortar ya o seguir disfrutando los dos.
—Eso tendrás que decidirlo tú. Bueno, yo tengo que irme ya, tengo que ir a los recados. Ya seguiremos hablando.
Volvimos al salón donde mi sobrino seguía jugando con la play y Ángela, guiñándome un ojo, dice a mi sobrino:
—Quieres quedarte aquí jugando mientras tu tía acaba de hacer los recados y después vuelve a buscarte.
—Si, ¿puedo, tía?
—Si quieres sí. Tardaré como una hora o así.
—Vale, gracias —me dijo mi amiga, con un brillo en sus ojos.
Le di un beso de despedida a mi sobrino y Ángela me acompañó a la puerta, volviéndome a dar las gracias con una risa nerviosa, y le dije:
—Somos amigas y compartimos nuestros secretos. A mí también me gustaría que hicieras esto por mí.
—No te preocupes, que algún día te devolveré el favor.
Yo me fui de la casa y lo que pasó allí en esa hora fue lo que luego me contó mi amiga y lo que le pude sacar a mi sobrino.
Al marcharme yo, Ángela le dijo a mi sobrino:
—Voy a cambiarme de ropa para estar cómoda en casa.
Al rato volvió al salón vestida sólo con el sujetador, las bragas y unas medias a medio muslo, con una fina bata de seda de estar en casa. Mi sobrino, ya miraba más a mi amiga que a la pantalla, cada vez más nervioso. Cuando se sentó a su lado, no podía quitar ojo de los voluptuosos pechos de Ángela, que usaba la talla 120, por lo que tuvo que dejar de jugar, al preguntarle ella:
—¿Te gustan mis pechos?
—Sí, son muy grandes
—¿Nunca los viste así?
—No, así tan cerca no. Vaya pezones tan gordos. Usted debía de tener mucha leche para sus hijos.
—Sí, tenía bastante. Les di el pecho a mis tres hijos durante muchos meses y se quedaban saciados.
—Yo no me acuerdo ya de cuando mi madre me daba el pecho, pero debe ser rico eso.
—Jajaja, que gracioso eres. Si quieres puedes chupármelos a mí un rato, a ver si tienes la sensación de cuando tu madre te daba la teta.
—¿Si, ….puedo?
—Sí, toma.
Mi amiga me contó como mi sobrino se puso a chuparle los pezones de una manera que ella acabo toda excitada y que no sabe cómo, se atrevió a meter la mano dentro de su pantalón y agarrarle el pene todo endurecido hasta dejarle totalmente desnudo, tumbándose en el sofá y llevándose la polla de mi sobrino a la boca, empezó con los primeros lametones sobre su glande, a la vez que se quitaba las bragas para que mi sobrino enterrara su cabeza entre sus muslos y pudiera saborear sus jugos que ya la mojaban completamente.
Y antes de que terminaran de correrse los dos, ella se lo puso encima para que la penetrara y con sus embestidas la llevara ya al orgasmo.
—¡Aaahhh!, cuanto tiempo llevaba sin que me la metieran. Como necesitaba esto y encima con un chico guapo como tú follando a una vieja como yo. Que delicia.
—Usted no es vieja, señora. Está muy buena con las tetas muy grandes y su coño está muy caliente.
—Muchas gracias, cariño.
Ángela había sido siempre muy caliente y disfrutó mucho del sexo, según me había contado, pero últimamente estaba a pan y agua, así que aprovechó bien la ocasión, diciéndole a mi sobrino:
—Quiero que te corras dentro de mí y sentir tu leche caliente.
—¡Siiii, ya me corroooo, aaaahhh!, que gusto……
—A mí también me has hecho correrme. ¿Cómo he podido pasar yo tanto tiempo sin esto?
—Vamos a vestirnos, que estará ya tu tía para llegar y nos va a pillar así.
Ya de vuelta en nuestra casa, mi sobrino me fue contando alguna cosa en los momentos en que mi marido no estaba delante y otra noche más me tuve que ir a dormir con el calentón, pero esa vez ya pensé en ser buena y satisfacerme con mi marido, que nuevamente debió notarme algo rara por la fogosidad con la que follamos, pero él se quedó bien satisfecho y yo también, así que mañana sería otro día.
Al día siguiente me llamó mi cuñada para preguntar por su hijo y que su madre había mejorado bastante y que ya podría volver al día siguiente a buscar a su hijo, porque empezaban las clases.
Sólo quedaba un día de tener a mi sobrino en casa y me entró mucha ansiedad por no haber podido disfrutarlo más, pero al anochecer me llamó mi marido diciéndome que no sabía si podrá llegar a casa a dormir y que si no llega, que no me preocupara.
Al colgar me sentí algo aliviada por la oportunidad que se me presentaba, pero también nerviosa por la incertidumbre de no saber si finalmente vendría mi marido a casa o a qué hora vendría.
En principio, mi sobrino y yo nos fuimos cada uno a su habitación, pero las ganas que tenía me hicieron arriesgarme y le llamé para decirle que me sentía sola y que viniera a mi cama, aunque tendríamos que estar atentos por si llegaba mi marido, para que se fuera corriendo a su habitación.
Y así empezamos a calentarnos con caricias y besos mientras me seguía contando lo que había hecho con mi amiga Ángela, poniéndonos a hacer un 69 de lo más rico para después ponerse a follarme en varias posiciones y cuando acabamos exhaustos encima de la cama, oímos el ruido de la cerradura de la puerta, que era mi marido que llegaba. Rápidamente me levanté para recibirle y entretenerle para que mi sobrino se metiera en su habitación y al verme así toda acalorada, me preguntó:
—¿Qué te pasa, estás enferma o algo,? estás sudando
—No me pasa nada, es que tuve una pesadilla y me desperté al oírte entrar.
—Que rara estás estos días. No sé lo que te tiene tan alterada.
—Nada, no te preocupes, serán los desarreglos que tenemos las mujeres.
—Ya, ya, bueno, tú sabrás.
Al día siguiente fuimos a llevar a mi sobrino a la Estación, donde le esperaba su madre, con la satisfacción de haber podido disfrutar una vez más con él.
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