MI tía Ana
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
No sé ni por qué se me ocurrió empezar éste relato.
Supongo que el morbo de lo ocurrido éste año me animó a contároslo.
Para empezar, me llamo Luis Manuel, aunque todos me llaman Luis,y tengo 19 años.
Vivo en un pueblecito cercano a Zaragoza y estudio Biología en la Escuela Politécnica.
Siempre he sido un buen estudiante y no he tenido problemas en sobrellevar la carrera año a año.
Llevaba una vida tranquila con mi madre y mi hermano, pues mi padre falleció el año pasado y aunque reconozco que fue un duro golpe me he recompuso bastante bien.
Sin enrollarme más os hablaré de mi tía, la protagonista del relato.
Ana tiene 42 años y vive en Zaragoza capital con su madre (mi abuela).
Es hermana de mi padre.
Siempre hemos tenido muy buena relación para charlar y quedar de vez en cuando.
Tiene un carácter jovial y expresivo y es una magnífica persona, me extrañaba muchísimo que nunca se hubiera casado ni tener hijos(bueno, en realidad en 2011 se quedó preñada pero abortó pues el padre no se quiso responsabilizar ).
Aquí empieza el relato que os quiero comentar.
Os puedo garantizar que es real y me considero muy afortunado de poder haber vivido una experiencia de amor filial de éste tipo, pues considero que poca gente habrá tenido la experiencia que os voy a contar.
Acabando el verano de 2016 y a mis 18 y pegándome mi verano padre de final de segundo de Bachillerato, mi tía llamó a mi madre con la intención de comunicarle que la abuela a su 80 años ya no se valía por sí misma e iba a contratar una residencia para que así la pudieran atender, pues ella con su horario de reponedora le venía imposible cuidar de su madre.
Mi madre aceptó su propuesta y Ana viviría sola en la capital, pero a mi madre se le ocurrió la magnífica idea de que yo podía quedarme a vivir con Ana, ayudarla en casa y así no se sentiría tan sola.
Al principio me cagué en mis muertos pues tenía ya preparado un pisito de alquiler en el que me iba a hartar de follar y fumar porros, pero vivir con mi tía, aunque no era muy estricta, lo cambiaba todo pues no me iba a permitir hacer éste tipo de cosas.
Comenzó el curso y yo me trasladé a su casa en mi coche.
Hacía casi un año que no veía a mi tita Ana con lo que le di un fuerte beso y un abrazo, charlamos sobre como iba todo y nos pusimos a merendar mientras mi tía me comentó que no tenía novio y que estaba un poco preocupada por sus posibilidades de ser madre que con esa edad eran ya casi nulas.
Esas palabras de mi tía me destrozaron.
Había superpuesto el cuidar a la abuela Fernanda a decidir disfrutar la suya propia, todo un ejemplo de la gran persona que es.
Durante las primeras semanas de curso nada destacable entre nosotros, yo al no tener amigos no salía nada e iba al gimnasio de vez en cuando, ella a veces me acompañaba al gym o a hacer las compras.
Os juro que hasta el día 21 de noviembre del 2016 nunca había albergado a mi tia cómo la mujer que es, sino como mi tía.
Ese día entré de golpe en su habitación a coger un libro cuando me la encontré desnuda totalmente cambiándose.
La imagen de mi tía desnuda la tengo grabada en la mente desde aquel día.
Su cabello color castaño acabado en mechas color miel, liso y largo por la parte de detrás de su espalda, la cual está llena de lunares muy atractivos.
Su vientre, esculpido de las intensas horas semanales dedicadas al deporte, sus piernas, musculadas de la bicicleta pero con un toque sexy que me volvía loco, sus ojos color miel y su rostro, muy pálido, con nariz respingona, y un lunar en ella, así como sus pequeñas orejas.
Pero lo que más me llamó la atención de todo ésto fueron sus tetas.
Debo decir que mi tía acostumbraba a llevar prendas anchas con las cuales nunca había podido apreciar el tamaño de sus pecho.
Sus tetas eran perfectas, redondas, con los pezones enormes, que casi se salían de la teta, las tetas para nada estaban caídas a pesar de su edad, estaban totalmente turgentes, os puedo asegurar que tenía un par de mamellas aproximadamente de la talla 120, algo descomunal, colosal, que hizo que me empalmase nada más verla.
Volviendo al relato, me puse colorado al ver a Ana desnuda (era la primera vez que la veía) y con un enorme bulto en la entrepierna), así que me dispuse a pedir perdón y a salir de la habitación cuadro ella me dijo:
– No te preocupes sobri, son cosas que pasan, no pasa nada.
-Vale Ana, pero ésto me da mucha vergüenza, siento mucho haber entrado sin mirar.
-No te preocupes, si cuando eras pequeño yo éstaba desnuda y tú entrabas en la habitación y no pasó nada.
-Ya tita, pero entiende que ahora tengo otra edad.
– Jajajajaja sí, ya lo he comprobado ahora mismo- dijo mientras se reía y señalaba a mi encabritada entrepierna- No te preocupes, a tu edad es normal que pasen éstas cosas.
Me empecé a poner coloradisimo, tanto que me entraron ganas de salir corriendo pero me quedé inmóvil, apoderado de la vergüenza y empecé a llorar de la impotencia que estaba sintiendo.
Ana me tranquilizó y me dio un abrazo, y me prometió que ese sería nuestro secreto.
En el día estuve muy cortado y ya caída la noche, tras cebar unos sándwiches que yo mismo preparé, empecé a sopesar lo que mi tía había dicho.
Si bien es cierto que las cuarentones tienen bastante problemas a la hora de ligar yo no acaba de entender como esa pedazo de hembra estaba con un semental que se le echara encima 24/7 .
Vio como normal que estuviera empalmadísimo aun siendo mi tía carnal de toda la vida, no sé, algo muy extraño.
Pero ese tenía que ser el día que más mala suerte tuviese( o al final, buena ????) y empecé a pensar en la figura de mi tía.
Cuarentona, deportista, sin hijos con cuerpazo y tetazas, poco me importó que fuese mi tía, me la empecé a menear pensando en es cuerpazo y en lo que le haría si estuviese dispuesta.
Pues como ese día la mala suerte se había apoderado de mí mi tía entró de repente a mi habitación a coger su espejo cuando me pilló destapado sacándole brillo al caso alemán.
Sin sorprenderse y entre risas dijo:
-Tranqui, tú como si no estuviera yo, a lo tuyo, vaya faena que mañana tendré que echar a lavar las sábanas- dijo entre risas mientras cerró la puerta.
Os juro por dios que sopesé pegarme un tiro.
No sabia con qué cara iba a mirarla mañana después de saber que tenía un sobrino pervertido y pajero.
Me tranquilicé un poco, acabé la paja (debo reconocer que un poco si cayó en las sábanas ) y me dormí cómo un bendito.
Al día siguiente, era sábado, me desperté tarde y me encontré que las sábanas de mi habitación estaban cambiadas y el calzoncillo que había dejado apoyado en el radiador no estaba (lo habría echado a lavar)
Me desperté, me duché y me vestí y fui muerto de la vergüenza desayunar.
-¡Hola cielo!.
¿Qué tal has dormido? .
Espero que bien, venga a desayunar que te he preparado tortitas.
–
-Ana, respecto a lo de anoche.
–
-No tenemos por qué hablar de ello si no quieres.
Por mí no hay problema, eres un hombre y es lógico que en ocasiones tengas tus necesidades.
Por mí puedes hacerlo cuando quieras que no me voy a alarmar.
Y si lo que piensas es que se lo voy a decir a tu madre, no te preocupes que te juro que no lo haré.
-Me tranquilizó dándome un abrazo.
–
La verdad que sus palabras me tranquilizaron y me quedé mucho más relajado.
Tras cinco minutos replicó.
-Eso sí, intenta no manchar las sábanas, dijo riéndose en tono burlesco.
–
La verdad que no me molestó.
Veía a mi tía una mujer centrada y moderna que realmente sabía lo que había.
Porque para quien no lo sepa todos los hombres nos tocamos.
Justamente ese mismo día salimos a tomar una cerveza ella y yo.
Lo que noté raro es que Ana llevaba un top con un escote de infarto, lo cual me hacía no poder controlarme sobre mí mismo, aunque el día transcurrió con normalidad sin que ella se diera cuenta de nada.
Los días fueron pasando y la muy cabrona cada día llevaba ropa más provocadora.
Incluso por casa llevaba la bata sin nada debajo, durante unos días mi tía me provocaba constantemente.
Así yo, cavilé dándome cuenta que las provocaciones que me hacía mi tía no eran casuales.
Pensé que mi tía desde la paja in fraganti que me pilló, me veía como un hombre y quería excitarme.
Al principio pensé que la muy hija de puta quería ponerme cachondo para que intentase algo con ella y chivarse a mi madre para librarse de mí.
Pero no.
Ana ya tenía 41 años y las oportunidades ya no eran como antes.
Llevaba bastante sin follar, y la muy lunática tenía la intención de, si se daba el caso, chingarse al hermano pequeño de su hermano, a su sobri.
Ante esta reflexión debo decir que yo también estaba totalmente dispuesto a pasarme por la piedra a mi tía.
Esa cuarentona iba a ser mía costase lo que costase.
Pasó el primer semestre universitario y la navidad y la verdad que seguí sacando muy buenas notas, hasta que un día de mayo estando los dos en casa (un sábado) ocurrió lo que algún día tendría que ocurrir.
Daban las 4 de la tarde y tras comer, daba muy buen tiempo y Ana me preguntó si me apetecía comprar unas cervezas y bajar a la piscina de la urbanización que seguro estaría abierta con ese buen tiempo.
Yo dije que sí y efectivamente, habían abierto la piscina pues el sol pegaba que te cagas.
Mientras tomábamos el sol Ana, mientras estaba tumbada me dijo:
-Luis, ya sabes que soy de piel muy clara así que si no te da más y puedes echarme crema por la espalda.
–
Accedí y empecé a embadurnarle la espalda de crema, masajenadola, cuando de repente me suelta:
-Baja más Luis, no quieras que también me queme el culo.
–
Me ruboricé.
Mi tía me pedía que le masajeara el culazo del que ya había perdido la vista cuando la vi en biquini con ese tanguita tan corto que llevaba.
Tras el masaje inevitablemente estaba más empalmao que una vara de hierro y tuve que darme la vuelta.
Ana me preguntó si le molestaba que hiciera topless y yo le dije que a mi me daba igual, que podía hacer lo que quisiera.
Contemplar esas mamellas al pleno aire libre fue uno de los espectáculos más memorables que he visto a lo largo de mi vida.
De poco cabe decir que más de un marido se llevó una hostia de su mujer por mirar a mi tia donde no debían en medio de la piscina.
Tras un baño subimos a casa y Ana me indicó que me fuera a duchar mientras ella preparaba un café para ambos.
No tengo ni la menor duda que todo ésto que pasó a continuación estaba planeado.
Lógicamente después del maravilloso espectáculo visto en la piscina no fue ni siquiera entrar en la ducha cuando ya me la estaba meneando, y mientras me pajeaba Ana entró en la ducha preguntándome de que quería el café (estoy seguro de que no entró por casualidad)
-Huy, disculpa Luis.
–
-Qué vergüenza.
–
-Ya hemos hablado de ésto antes.
Puedes seguir si quieres.
–
-Ya no me apetece.
–
-¿Ah, es eso?.
Claro, te has puesto nervioso y ya ni la tienes dura,¿no es así?.
Si quieres tu tía puede ayudarte en ésto, que tiene experiencia- Dijo guiñàndome un ojo.
-Pero eso no está bien.
Yo soy tu sobrino.
–
-Ahora ya no.
Ahora eres un hombre y yo una mujer.
No sabes cuánto tiempo llevo esperando éste momento.
Desde que te has hecho un hombre he tenido unas inmensas ganas de follarte.
Y hoy lo voy a conseguir.
Hoy sobrino vas a dejar de pajearte pensando en tu tía y vas a vivir la experiencia más rocambolesca y lunática de tu vida.
Te espero en mi habitación.
Ya me encargaré de que se ponga dura.
– Dijo mientras se iba.
Os juro que pensé que estaba soñando.
Aunque era una locura hacer el amor con mi tía carnal, el morbo de cometer incesto podía con todo, así que me sequé y tal como estaba entre en la habitación, desnudo.
Ana me esperaba con una bata color carmesí.
-Veo que todavía no se te ha puesto dura, pero eso tiene arreglo.
–
Ana se quitó la bata y pude ver como mi polla se empalmaba hasta límites insospechados al ver la octava maravilla del mundo.
Ana se encontraba desnuda excepto unos tacones de aguja negro que llevaba negros y una pulsera.
En ese momento me di cuenta que mi tía era una guarra y le iba a dar lo que quisiera.
Bastaba de hacerse el sueco.
-Veo que ya la tienes dura, maravilloso.
¿Me dejas que te la chupe, sobri?.
Llámame guarra pero comerme un buena polla es lo que más me pone.
–
Acepté y mi tía agarró mi pene y empezó a lamerlo con suavidad y a besarlo para aumentar mi placer.
Aunque estaba siendo malvada tardando en comérmela, me di cuenta que mi tía estaba aplicandome un tratamiento dándome golpecitos y lametones para que aguantara lo máximo posible.
Tras un par de minutos y el ruego de que se la comiera de una santa vez, mi tía empezó a comerme el rabo mientras lo masturbaba de una forma totalmente experta.
Acompañaba rítmicamente la boca con la mano y se metía todo mi instrumento (que no es pequeño, que digamos en la boca) y dejaba la lengua dentro, haciéndola vibrar.
Siguió aumentando progresivamente la velocidad.
Aunque yo estaba de haber follado con chicas mi autocontrol simplemente se fue llendo a la mierda a los diez minutos que mi tía me empezara a chupar la polla sin parar.
-Ana, me voy a correr.
-Sí sobri, sin miedo, córrete cariño.
Córrete vamos.
Dame tu leche, quiero que me lefes toda la cara y las tetas.
Y la boca también.
–
No pasaron apenas 20 segundos cuando Ana recibió con los ojos abiertos y su cara de viciosa mi semen.
Tal fue mi excitacion que unos 6 borbotones llenaron de leche la cara, las tetas y la boca de Ana.
Incluso un borbotó llegó hasta su pierna.
Es increíble la cantidad de leche que podemos llegar a echar.
-Jolín sobri.
Menuda corrida.
¡Y que rica está!.
Vas a tener que dármelo más a menudo, ¿no crees?.
Voy a lavarme.
En cuánto estés recuperado te voy a a echar un polvo que te voy doblar,¿ qué te parece?.
–
Asenti con la cabeza y se fue hacia la ducha.
Debí decir que me rallé bastante porque Ana es mi tía, pero el plato es demasiado delicioso cómo para no excitarme.
Al volver nos dimos un acalorado beso en en los labios con fruición mientras presionaba su clitorís y ella gemía cómo una perra.
Me puse boca abajo y mi tía con algo de dificultad, empezó a botar con firmeza encima de mi sable mientras yo le daba cachetitos en el trasero y sus gemidos seguro que ya los vecinos los habían escuchado, y no ponerme condón fue un plus que mejoró mucho la calidad del sexo.
Después hicimos el misionero durante 5 minutos, seguía dándole fuerte mientras ella gritaba y gritaba cómo una perrita en celo, yo cada momento lo disfrutaba más y ella veía las estrellas conmigo.
-¡Oh, dios Luis siiii me corro! ¡Que bueno es esto! Me encanta cómo me lo haces.
–
Seguimos unos diez minutos más y exclamé:
-Ana, apártarte que me voy a correr.
–
-Hazlo, dentro, fui previsora y tomé precauciones para hoy, quiero que me llenes de leche,quiero estar cubierta de semen de mi sobrino.
–
Cada vez que me llamaba sobrino me ponía más cachondo, exploté en cuatro borbotones que llenaron el coño de mi tía de leche, mientras gemía cómo una perra.
-Me ha encantado sobri, se nota que tienes experiencia en el sexo.
Llámame guarra, pero la leche de mi sobrino me encanta.
Espero probarla más a menudo.
–
-A mi también Ana, y descuida que la tendrás siempre que quieras.
Y si, eres una puta guarra.
Mi guarra personal.
–
Así acaba la historia de cómo los milagros pueden hacerse realidad.
Me lo monté con mi tía y habitualmente quedamos para enrollarnos y follar.
Más adelante contaré cuando tuve la oportunidad de darle por el culo y más cosas.
L.R.
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