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Fantasías / Parodias, Incestos en Familia

Mi tía Marisol

Luis, un joven tímido de 20 años, pasa el fin de semana en casa de su tía Marisol. Ella, una mujer extrovertida y sensual, coquetea con él, lo que lo confunde y excita. A pesar de ser su tía, Marisol lo besa y lo lleva a su dormitorio, donde exploran sus deseos y límites..

Luis se sentó en el sofá de la sala, jugueteando con el control remoto de la televisión. La casa de su tía Marisol estaba en silencio, solo interrumpida por el suave murmullo del aire acondicionado. Era un sábado por la tarde, y había aceptado la invitación de su tía para pasar el fin de semana con ella mientras sus padres estaban fuera de la ciudad. A sus veinte años, Luis aún se sentía incómodo en situaciones sociales, especialmente con alguien tan extrovertida como Marisol.

Marisol, a sus treinta y dos años, era una mujer que irradiaba confianza y sensualidad. Su cabello castaño, que caía en ondas suaves sobre sus hombros, enmarcaba un rostro que parecía desafiar el paso del tiempo. Siempre coqueta, vestía con un estilo que resaltaba su figura esbelta y sus curvas pronunciadas. Luis no podía evitar sentir una mezcla de admiración y nerviosismo cada vez que estaba cerca de ella.

—¿Quieres algo de beber, Luis? —preguntó Marisol, apareciendo en la entrada de la sala con una sonrisa seductora. Llevaba un vestido ajustado que acentuaba su cintura y sus pechos generosos, y Luis sintió que sus mejillas se sonrojaban al levantar la mirada.

—Eh, no, gracias, estoy bien —respondió, tratando de mantener la compostura.

Marisol se acercó al sofá, moviéndose con una gracia felina que no pasó desapercibida para Luis. Se sentó a su lado, demasiado cerca para su comodidad, y él pudo sentir el calor de su cuerpo. El aroma de su perfume, dulce y embriagador, llenó sus sentidos, y de repente, el aire se volvió más pesado.

—¿Seguro? —insistió ella, su voz baja y ronca—. Pareces un poco tenso. Tal vez un trago te ayudaría a relajarte.

Luis tragó saliva, consciente de que su tía estaba coqueteando con él. Era absurdo, por supuesto. Marisol era su tía, una mujer mayor, y él solo era un joven tímido e inexperto. Pero la forma en que lo miraba, con esos ojos oscuros y llenos de intención, lo hacía dudar de todo.

—No, en serio, estoy bien —repitió, su voz apenas un susurro.

Marisol sonrió, una sonrisa que parecía saber algo que él no. Extendió su mano y rozó suavemente el brazo de Luis, haciendo que un escalofrío recorriera su columna vertebral.

—Vamos, Luis —dijo, su voz ahora más suave, casi un susurro—. No tienes que ser tan tímido conmigo. Somos familia, ¿no?

La palabra «familia» resonó en la mente de Luis, pero en ese momento, parecía tener un significado completamente diferente. Marisol se inclinó hacia él, su aliento cálido rozando su oreja, y él contuvo la respiración.

—Además —continuó ella, su voz ahora un susurro seductor—, siempre he pensado que los chicos tímidos son los más interesantes.

Luis no sabía qué decir. Su mente estaba en blanco, excepto por la imagen de Marisol sentada tan cerca de él, su cuerpo presionando contra el suyo. Podía sentir sus pechos contra su brazo, y su corazón latía con fuerza en su pecho.

Marisol se alejó ligeramente, pero no lo suficiente. Sus ojos se encontraron con los de Luis, y él vio algo en ellos que lo hizo sentir mareado. Era una mezcla de deseo, tentación y algo más que no podía nombrar.

—¿Sabes, Luis? —dijo ella, su voz ahora más seria—. Siempre te he visto como a un sobrino, pero últimamente… he empezado a verte de otra manera.

Luis abrió la boca para responder, pero ninguna palabra salió. Marisol sonrió, como si supiera exactamente cómo se sentía.

—No tienes que decir nada —continuó ella, su mano deslizándose por su muslo—. Solo déjate llevar.

Antes de que Luis pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Marisol se inclinó hacia él y presionó sus labios contra los suyos. El beso fue suave al principio, pero rápidamente se volvió más apasionado. Luis sintió que su cuerpo respondía de una manera que nunca antes había experimentado. Sus manos se movieron por instinto, abrazando la cintura de Marisol y atrayéndola más cerca.

Marisol rompió el beso, jadeando ligeramente. Sus ojos brillaban con una intensidad que asustó y excitó a Luis al mismo tiempo.

—¿Ves? —susurró ella, su aliento cálido contra su boca—. No tienes que ser tímido conmigo.

Luis quería decir algo, pero las palabras se le escapaban. Marisol sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Se levantó del sofá y tomó la mano de Luis, tirando suavemente de él.

—Ven conmigo —dijo, su voz ahora un susurro seductor.

Luis se dejó llevar, sus pies moviéndose casi por instinto. Marisol lo guió por el pasillo hasta su dormitorio, donde la luz tenue creaba una atmósfera íntima. La habitación olía a su perfume, y Luis sintió que sus sentidos se sobrecargaban.

Marisol se detuvo frente a la cama y se volvió hacia él, su cuerpo iluminado por la luz suave. Su vestido se ajustaba a sus curvas, y Luis sintió que su boca se secaba.

—¿Tienes miedo, Luis? —preguntó ella, su voz baja y ronca.

Luis negó con la cabeza, aunque no estaba seguro de si era verdad. Marisol sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo.

—No tienes que tener miedo —dijo ella, su mano deslizándose por su pecho—. Estoy aquí para guiarte.

Antes de que Luis pudiera responder, Marisol lo besó de nuevo, esta vez con más urgencia. Sus labios se movieron contra los suyos, y él sintió que su cuerpo se rendía al deseo. Marisol lo empujó suavemente hacia la cama, y él cayó sobre las sábanas, sintiendo la suavidad debajo de su cuerpo.

Marisol se subió a la cama con él, su cuerpo presionando contra el suyo. Sus manos se movieron con experiencia, desabotonando la camisa de Luis y deslizándola por sus hombros. Luis sintió un escalofrío al quedar expuesto, pero la mirada de Marisol lo hizo sentir deseado.

—Eres tan hermoso, Luis —susurró ella, sus labios rozando su cuello—. No sabes lo que he estado esperando este momento.

Luis no sabía qué decir. Marisol lo besó de nuevo, sus labios moviéndose con urgencia contra los suyos. Sus manos se movieron por su cuerpo, explorando cada curva y cada músculo. Luis sintió que su deseo crecía, su cuerpo respondiendo a las caricias de su tía.

Marisol se sentó sobre él, su cuerpo moviéndose suavemente contra el suyo. Luis sintió su erección crecer, y ella sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo.

—¿Te gusta, Luis? —preguntó ella, su voz baja y ronca—. ¿Te gusta cómo se siente mi cuerpo contra el tuyo?

Luis asintió, incapaz de hablar. Marisol sonrió, su mano deslizándose por su pecho y deteniéndose en el botón de su pantalón.

—Entonces déjame mostrarte cuánto más puede ser —susurró ella, sus labios rozando su oreja.

Con un movimiento rápido, Marisol desabotonó el pantalón de Luis y lo bajó por sus caderas. Luis sintió un escalofrío al quedar expuesto, pero la mirada de Marisol lo hizo sentir deseado. Ella se inclinó hacia él, sus labios rozando la cabeza de su erección.

—Eres tan duro, Luis —susurró ella, su aliento cálido contra su piel—. No sabes lo que he estado esperando para probarte.

Luis sintió que su cuerpo se tensaba, anticipando lo que vendría después. Marisol sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Con un movimiento lento y deliberado, tomó su erección en la boca, y Luis soltó un gemido de placer.

La sensación fue abrumadora, una mezcla de placer y vergüenza que lo hizo sentir mareado. Marisol se movía con experiencia, su boca y su lengua trabajando en armonía para llevar a Luis al borde del éxtasis. Él sintió que su cuerpo se tensaba, su respiración se aceleraba, y supo que no podría durar mucho más.

—Marisol —gimió, su voz apenas un susurro—. Voy a…

—Déjalo ir, Luis —susurró ella, su boca aún ocupada—. Déjame sentirte.

Luis no pudo contenerse más. Con un grito ahogado, se corrió en la boca de Marisol, sintiendo su cuerpo sacudirse con olas de placer. Marisol lo sostuvo, su boca trabajando suavemente hasta que él se relajó, exhausto y satisfecho.

Ella se sentó a su lado, su cabello cayendo sobre su rostro. Luis la miró, sintiendo una mezcla de emociones que no podía nombrar. Marisol sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo.

—¿Ves, Luis? —dijo ella, su voz baja y ronca—. No tenías por qué tener miedo.

Luis asintió, aunque no estaba seguro de si era verdad. Marisol se inclinó hacia él y lo besó suavemente, sus labios rozando los suyos.

—Y esto es solo el comienzo —susurró ella, su voz llena de promesa.

Luis sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, anticipando lo que vendría después. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, que era tabú y prohibido. Pero en ese momento, con Marisol a su lado, no podía evitar sentirse atraído por la tentación.

La tarde se convirtió en noche, y la noche en algo más. Luis y Marisol exploraron sus deseos, sus cuerpos y sus límites, y en cada momento, Luis se sintió más corrupto y más vivo. Sabía que no podía durar, que eventualmente tendría que enfrentar las consecuencias de sus acciones. Pero por ahora, con Marisol a su lado, estaba dispuesto a arriesgarlo todo.

¿Cómo debería?

49 Lecturas/10 mayo, 2025/0 Comentarios/por Timido25
Etiquetas: familia, joven, mayor, mujer, sobrino
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