"Mi tio abuelo sureño cumple mi sueño"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Diego era un joven normal, no muy alto (1,65), corpulento, velludo, de apariencia timida y amable. A sus 20 años, todavía seguía virgen, y esperaba la oportunidad de tener su primera vez con una chica. Se consideraba heterosexual con ciertas tendencias bisexuales, pues gustaba de ver a hombres maduros gordos y peludos follando a chicos delicados en internet. Y es que los hombres maduros eran su debilidad.
Cuando empezó su desarrollo sexual, a los 13 años, lo primero que le gustó ver eran viejos teniendo sexo con jovencitas (sobretodo si era anal). Todo era parte de una fantasía, hasta que ese deseo se giró hacia una persona en particular. Diego era de Santiago de Chile, y todos los veranos viajaba con su familia a la casa de playa de su abuelo paterno, en la sureña localidad de Lota. En aquel pueblo, vivían varios familiares suyos, entre ellos, el tío Enrique, hermano de su abuelo. Enrique era un caballero de unos 68 años en esa época, canoso, bajito (1,55 de estatura aproximadamente), panzón, velludo, de espalda gruesa, rostro tosco, un ojo colorado. Era un señor muy alegre, religioso y amoroso, que visitaba constantemente la casa de veraneo para tomarse unas copas con su abuelo, y para hacer constantes arreglos para mejorar la casa. Cuando era pequeño, a Diego le desagradaba un poco este hombre ya que tenía muy poca higiene personal, y tenía costumbres asquerosas como no tirar la cadena, no lavarse los dientes, rascarse el trasero y escupir. Sin embargo, ese verano de su despertar sexual, algo en la imagen de aquel grotesco viejo le empezó a llamar la atención.
Si había algo que principalmente le excitaba en este despertar sexual era la rudeza varonil. Diego se masturbaba frenéticamente con videos de hombres gordos, peludos y asquerosos follando chicas tetonas y culonas, mientras más gordo o más peludo mejor, y renegaba las pornos donde el hombre era lampiño y con cuerpo trabajado. Cuando se dio cuenta que este fetiche coincidía con la descripción de su tío abuelo, comenzó a mirarlo con otros ojos. No fue sino gracias al paso del tiempo que el fetiche de los hombres maduros varoniles mutara hacia el porno gay. Esta vez, ya no eran chicas voluptuosas y sexys las que follaban con estos viejos, sino que chicos pasivos y lampiños cuyos culos eran destrozados por las vergas de maduros machotes y salvajes. el día a día de Diego transcurría con este porno que tanto lo excitaba, y en los veranos siguientes le fascinaba observar a su tío abuelo cada vez que podía debido a la enorme excitación que le producía el hombre. Observarlo trabajar en la casa o bebiendo vino con su abuelo eran verdaderos placeres de verano para Diego. Amaba observarle la parte visible de su trasero cuando se agachaba, y cuando vestía camisas cuadrillé dentro de un jeans azul que le remarcaba un buen bulto.
Desde ese entonces a Diego se le metió en la cabeza tener relaciones sexuales con su tío abuelo, pero como sentía temor y nervios, probaba con otras cosas que, si bien no se le parecían, aguaban en parte su deseo sexual; como abrazarlo constantemente, despedirlo o saludarlo con un beso cerca de la boca, agacharse siempre delante de él para mostrarle su trasero, incluso una forma insólita como meterse varios dedos de una mano en el culo y darle esa misma mano a él. Eran manías que calmaban su apetito de aparearse con esa bestia.
Claro que su timidez, la misma que hasta ese momento lo mantenía virgen, no lo había llevado a cometer nada más osado que lo mencionado anteriormente. Lo más lejos que llegó fue tocarle el bulto y los vellos del pecho aprovechando un apagón en la noche, claro que fueron solo segundos, pero segundos totalmente premeditados.
Cuando Diego cumplió 18 años, las visitas a la casa de verano de Lota cesaron. Sus abuelos se pusieron delicados de salud, por lo que las vacaciones en familia se cancelaron para poder pagar gastos médicos. Diego había vivido un intenso último año de colegio en donde sus tendencias homosexuales fueron desapareciendo y en él había empezado un real interés por el sexo, más allá de fantasías, sin embargo sus intentos fueron inútiles por mucho tiempo. Pasaron un par de años donde se replanteó su identidad sexual, hasta que llegó a la conclusión de que era bisexual. Se había decidido iniciar su vida sexual a como de lugar, pese a no ser favorecido con un físico escultural, su figura se adornaba de un vigoroso pene de 17 cm de longitud y considerablemente grueso, además de un morbo y calentura inigualable. Su horizonte era tener mucho sexo con chicas sexys y con muchachos pasivos lampiños, como todo un semental bisexual. Sin embargo, este deseo era constantemente penado por las ganas de ser taladreado por un maduro fornido y masculino, y en esos días de reflexión sexual, se acordó de su tío abuelo del cual estaba profundamente enamorado.
Casi como un acto de locura, se decidió a visitarlo para tener sexo con él a como de lugar, para sacarse esas ganas que no quería saciar con ningún otro maduro más, y así empezar al fin su carrera como amante doblesexualizado. Agarró dinero ahorrado, un par de pilchas, tomó un bus hasta Lota y llegó a la puerta de su casa. Cuando don Enrique abrió la puerta, se sorprendió al verlo:
– Mijo, pero usted, tanto tiempo sin verlo, está super grande, todo un hombre ya!
– Sí tío, he crecido estos años
Don Enrique, aún sorprendido, le abrió la puerta, Diego lo abrazó fuertemente y pasaron adentro. Don Enrique vivía solo desde la muerte de su esposa y hacía un par de años que su hija había abandonado la casa. Aún estaba extrañado de que Diego hubiera viajado tanto sólo para verlo a él. Después de la típica charla de 2 personas que no se ven en mucho tiempo, más un par de temas banales sin importancia, Don Enrique le preguntó sin rodeos:
– Hijo, la verdad es que me dejaste anonadado con tu visita. No me la esperaba la verdad,
– Lo siento tío, espero no haberlo interrumpido en un momento importante
– No hijo no te preocupes, pero a ver dime, pasa algo? me tienes que decir algo?
– Bueno tío, no quiero que se extrañe o se sienta raro, pero sí, lo he venido a ver especialmente a usted, no a mi tía Olga ni a mis primos, a usted
– Bueno mijo, puedo saber la razón, a ver, dímela campeón, cuéntame
– Tío, desde que tengo 13 aproximadamente, que siento algo por usted, algo raro, como un deseo de estar con usted, de abrazarlo, de besarlo, de darle cariño. Usted sabe que yo lo quiero mucho, pero desde ese tiempo yo lo veo con otros ojos. Ya no lo veo como mi tío abuelo que paseaba conmigo en la playa y me llevaba a los roqueríos a ver las olas, ahora lo veo como un hombre del cual yo me siento profundamente atraído, a tal punto de que muchas veces seriamente he tenido ganas de tener relaciones sexuales con usted.
– Hijo, no diga más
– Sé que esto no va a cambiar nada – Diego empieza a llorar un poco – pero tenía que decírselo, era una espina clavada por muchos años que no me dejaba avanzar en este ámbito de mi vida. Espero que me pueda entender y no me odie.
Diego se seca las lágrimas. Su tío está pasmado, hace movimientos raros con las manos y se levanta, va a la cocina, antes de entrar le dice a Diego que puede dormir en el cuarto de su hija.
Son las 7 de la tarde, han pasado varias horas. Diego lee un libro que encontró en el velador del cuarto. Había sentido a su tío ir de la cocina a la sala de estar varias veces. En un momento lo oyó salir, y volvió como a los 15 minutos, cuando sonaron ruidos de latas abriéndose Diego supuso que su tío había ido a comprar cervezas. Después de unas 4 horas encerrado en el cuarto leyendo y pensando. Diego abrió la puerta para preguntarle a su tío si quería comer algo. Cuando lo vio en la sala de estar viendo televisión rodeado de latas de cerveza vacías, se cohibió un poco. Se apenó al pensar que sus palabras talvez lo habían dejado mal y por eso se había puesto a beber. Sin embargo, cuando lo vio tocándose la entrepierna, Diego comenzó a excitarse. Don Enrique bebía cerveza mientras se masajeaba lo que parecían ser sus testículos pues se le marcaban bastante en el pantalón. Entre jadeos y suspiros, repetía constantemente "pendejo de mierda". Cuando Diego oyó eso, lejos de apenarse, se excitó aún más. porque sabía que se refería a él y eso tenía a su tío masturbándose encima del pantalón, entendió que lo que le había dicho a su tío lo tenía excitado, lo que subía las posibilidades de tener algo con él. Aunque claro, con tanta cerveza probablemente su tío ya estaba borracho y no sabía lo que decía, pero a esas alturas la situación era tan caliente que Diego solo podía pensar en el enorme bulto que se acariciaba su tío. Ya estaba todo hecho, Diego tenía que lanzarse y aprovechar la situación, era ahora o nunca.
Regresó sigilosamente a la habitación, tomó el paquete de condones y el lubricante que había traído, se los puso en el bolsillo, y con el valor de años de represión, fue hacia su tío que gruñía mientras se bebía su novena lata de cerveza. Apenas vio a Diego cruzarse por la sala, y con clara voz de borracho, le dijo:
– Tú niñito de mierda, que me vienes a revolver el gallinero y me dejas en estas condiciones, debería darte unos buenos palos por ser maricón, no sabes que es pecado ante Dios ah!
– No es mi culpa que por ser gay tú te emborraches tío, tú ya tienes este problema desde antes que yo naciera
– Cállate o si no quieres que te saque la cresta aquí mismo, enfermo
– Tío – Diego le seguía la corriente, quería ver hasta dónde llegaba su tío con sus palabras de borracho – ¿De verdad serías capaz de golpearme por mi condición?
– Para que te arregles digo yo, para que seas normal y te gusten las niñitas
– Pero tío a mí ya me gustan las niñitas, igual que a usted – Diego se empieza a desvestir – Mire no tengo porque ser hombre con usted, puedo ser femenina si quiere (haciendo contoneos con su cadera)
– Qué estás haciendo? mira como me tienes la callampa cabrito concha de tu madre, para o te juro que te saco la madre
Don Enrique apretó la lata de cerveza derramando en el sillón lo que quedaba de ella, mientras con la otra mano se desabrochaba el cinturón y se bajaba el cierre. Diego seguía meneando el trasero frente al bulto. Don Enrique le desparramó cerveza por el cuerpo y le dio un golpe en la nalga. Eso puso a mil a Diego, quien se giró, se quitó toda la ropa quedando solamente en boxers y se abalanzó hacia la entrepierna de su tío. Ahora sólo una amarillenta y olorosa tela de calzoncillo separaba a Diego de su objeto más deseado, el pene de su tío abuelo. Con sus manos apoyadas en su peluda barriba, Diego olió profundamente la mancha amarilla del calzoncillo, le pasó su lengua, y con los dientes, fue bajando para destapar el tronco. Con los ojos como platos, Diego vio por primera vez ese pene; no muy largo, unos 13 cm, extremadamente ancho, más de 7 cm, con muchísimas venas que lo recorrían, unas buenas bolas que parecían casi limones llenos de pelos negros, y coronado por una tremenda selva negra. Era un espectáculo morboso de proporciones. Don Enrique se relajó, apoyó los brazos en los costados del sillón, sabía que le venía algo rico. Diego comenzó a recorrer esa verga con su lengua, daba círculos en el glande, jugaba con el agujero de la uretra, después bajaba al tronco, se la metía a la boca, la succionaba, le masajeaba las bolas, lo masturbaba. Don Enrique gruñía como el cerdo que era, mientras le decía – Chupamela pendejo joto, dale placer a tu tío querido, así cómemela hasta el fondo – le puso las manos en la cabeza e hizo que se la chupara hasta el fondo. Diego hizo arcadas y soltó mucha saliva, dejando la polla de su tío muy baboseada. Luego de un par de lamidas a su tronco y a sus bolas, Diego se paró, se abalanzó hacia su tío y comenzó a besarlo apasionadamente. Con lujuria le chupaba los labios, juntaban sus lenguas, lamía sus sucios dientes, sentía su aliento apestoso y cerveza y a comida, que lo excitaba mucho, entre besuqueos desenfrenados Diego le pedía que le agarrara el trasero y le diera de nalgadas, las cuales retumbaron por toda la casa. Don Enrique besaba a su sobrino nieto y sus dedos se escapaban hacia el interior de sus nalgas. Logró meter el dedo índice en su ano, que le provocó un chillido casi femenino.
– Ah te gusta putito tener algo en tu culo? Te gusta sentir mis dedos hurgando tu ojete?
– Sí tío, me encanta, métame todos los dedos que quiera, mi culo es suyo, hágame lo que quiera papi!
– Eso me gusta, te meteré muchos dedos, mira que debes acostumbrarte a lo que vendrá después
Esas palabras casi hicieron que Diego se desvaneciera de placer. Su corazón estaba a mil, y su ano se había llenado de tres dedos de su tío, quien le dio de probar el sabor de su recto, y Diego chupó sus dedos con frenesí.
Así estuvieron unos minutos, Diego besaba a su tío mientras masturbaba su gordo pene y éste le dilataba el culo con sus dedos, hasta que de la nada, Don Enrique, sin sacar sus dedos del culo de Diego, lo tomó en brazos y lo llevó hasta su cuarto. El hecho de la fuerza que tenía su tío pese a su edad y su baja estatura volvieron a excitar a Diego hasta el punto de casi desvanecerse de nuevo. Don Enrique lo depositó violentamente en su cama. Diego estaba vuelto loco con la actitud ruda y violenta de su tío
– Mmm papi si, que rudo eres me encanta, un macho de verdad
– Ponte en 4 sobrinito, quiero contemplar tu trasero para ver lo que me espera
Diego se puso en 4 y se abrió las nalgas, ofreciéndole a su tío su agujero para que le diera un rico beso negro
– Tío cómeme el culo, ven a saborear mi interior, lléname de tu baba
– Oh sí! hoy me voy a cenar una buena ración de culo
Don Enrique hundió su cara en el trasero de su sobrino, olió el interior, le agarró las nalgas y comenzó a chupar su ojete y a besarlo como si fueran unos labios. Diego, que no se había tocado el pene hasta ese momento, comenzó a masturbarse, mientras de la cabeza le colgaba una buena cantidad de precum. Estaba en el cielo. Don Enrique lamía y chupaba su virgen ano, lo abría con sus dedos, lo penetraba con su lengua y le echaba escupitajos que lo dejaban bien lubricado. Luego de un rato de faena buco-anal, don Enrique se paró, se sacó el sucio y hediondo calzoncillo y su manchada camisa roja, quedando completamente desnudo. Su verga palpitaba, con hilos de saliva de la mamada de su sobrino aún colgándole. Diego tenía el ano abierto y brillante de tanta saliva y dedos de su tío. Estaba listo para recibir a su tío. Fue a la sala a buscar los condones para ponerle uno a su tio, lubricante ya no hacía falta, le excitaba más la saliva de su tío. En el primer intento, el condón se rompió debido al descomunal grosor de su tío, el segundo, que colocó con la boca, también se rompió. Sin complicarse mucho, resolvió ser penetrado a pelo, cosa que lo excitaba muchísimo. Le dio un par de lamidas finales a su polla, le echó un par de escupitajos y se puso en 4 para finalmente recibir a su macho supremo.
Don Enrique se subió a la cama, le abrió las nalgas a su sobrino, apuntó su pedazo de verga al ojete de Diego, y con un último escupitajo, se la introdujo. Le costó bastante pese a la gran dosis de saliva, debido a la virginidad anal de Diego y a su desmedido grosor. Un escupitajo más, y pudo entrar lo que faltaba de polla. Una vez comenzó el mete y saca, Diego se fue a otro mundo, un mundo de placer máximo.
– Ay papi dame duro, no sabes cuantos años deseé tenerte dentro de mi tío
– No sabía que me estaba perdiendo de este culito apretado sobrino, me tienes en el cielo
– Ufff sigue dandome mi macho, soy tuyo, tuyo por siempre!
– Que rico bebe, quiero este culito para que me exprima la verga por siempre
– Soy tu putita
– Eres mi gatita viciosa, yo soy tu macho viril
– Ay mi macho viril, córrete en mí, no me vayas a embarazar, mira que me harías muy feliz si fueras el papá de mis hijos
– No jodas pendejo estúpido, mira que voy a ser papá a esta edad, con los hijos que tuve con mis 3 esposas ya tengo mas que suficiente, pero aún así te voy a llenar el horto de leche puta
Le dió a Diego una fuerte nalgada, mientras subía el ritmo de sus embestidas. De vez en cuando turnaba el mete y saca con lamidas de culo o nalgadas, o de repente paraba y le sacaba la polla de culo a Diego, haciendo que este gritara pidiéndole que se la meta de nuevo.
– Noo papi, métemela de nuevo, no quiero dejar de sentir tu enorme poronga en mi asqueroso culo
– Eso bebe, implora por mi polla, grita como la puta maricona que eres
– Sii papi! dame verga, sácame la mierda del culo, soy una puta sucia
Unos 25 minutos de fornicación extrema tuvieron Diego y Don Enrique. Este pese a su edad y peso se movía frenéticamente como si tuviera la misma edad de su sobrino. Entre nalgadas y palabras sucias, don Enrique dio un grave y varonil gruñido y soltó toda su esperma dentro del culo de su sobrinito, lentamente la sacó. Derramó los últimos chorros de leche sobre las nalgas de Diego, quien se dio vuelta y chupó con amor la verga de su tío, que estaba llena de sangre, restos de excremento y semen.
Ambos se tumbaron en la cama y se besaron cariñosamente, parecía el fin de una brutal sesión de sexo, pero en realidad era solo el comienzo de una larga noche y madrugada de folladas y morbos al por mayor.
Entre las cosas que Diego y su tío abuelo hicieron esa noche fue follar de todas las posiciones posibles, con corridas internas, en las nalgas y en la boca de Diego. Follaron en la sala, en la bodega de herramientas, en la cocina donde don Enrique usó mantequilla como lubricante, incluso en el baño donde probaron cosas morbosas; chuparle la verga a su tío mientras este cagaba, beberse su orina, tirarse pedos en su cara, ser follado después de cagar y limpiarle la verga llena de mierda a su tío. También Don Enrique jugó mucho con el culo de su sobrino, insertándole una infinidad de cosas en el ano, incluso untándole crema y leche condensada para lamerlo. Diego hizo lo propio con la verga de su tío. Y así pasaron una noche llena de sexo, morbo, fetiches y asquerosidades que dejaron a ambos felices y con una sonrisa de oreja a oreja la mañana siguiente.
Durante la tarde, Don Enrique fue a despedir a Diego al terminal de buses, él debía volver pues tenía clases en la Universidad al día siguiente. Antes de entrar al bus, ambos se despidieron con un tremendo beso en la boca, que dejó a la gente boquiabierta. A Diego no le importó recibir insultos o improperios por su acto de cariño, él estaba satisfecho y feliz y se pasó todo el viaje de regreso recordando la inolvidable noche con su tío abuelo.
Pasó el tiempo, Diego empezó a tener relaciones sexuales con personas y fue ganando experiecia sexual, siempre recordando, cada vez que se cepillaba a alguien, ya sea mujer u hombre, lo mucho que esa noche de morbo y pasión con Don Enrique le enseñó sobre el sexo y el placer. Pese a que no volvió a repetir la experiencia con él, ya que falleció al tiempo después debido a un infarto, esa noche siempre estará presente en la mente de Diego, quien recordará a su tío abuelo con cariño, amor y mucho morbo para siempre.
Fin
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