Mi tío me hizo su mujercita. (REESCRITO)
Historia reescrita y ampliada del relato de LauraTransLibre.
Mi tío me hizo su mujercita.
Comenzaré presentándome, me llamo Suri, Suri Saavedra, actualmente tengo 22 años, y vivo como una mujer a tiempo completo, ahora mismo soy una transexual completamente feminizada, y hormonada. Vivo como una mujer completa todo el tiempo, las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Pero esta historia comenzó cuando yo apenas tenía 12 añitos.
Ya desde entonces yo era un niñito super afeminado, toda mi apariencia gritaba a los cuatro vientos que yo había nacido en el cuerpo equivocado. Mi rostro era bonito, infantil y hermoso, como el de un querubín, mis ojos de color azul claro. Incluso mi cabello se parecía a de los angelitos que aparecen en las pinturas religiosas tan famosas en mi país, México, mi cabello era castaño claro, casi rubio, ensortijado y sedoso. Ya en ese tiempo llevaba el cabello un poco largo, hasta los hombros. Mi piel blanca como la leche destacaba mucho entre mis compañeritos, todos ellos de cabello negro y piel bronceada, prietitos como acá les decimos.
Siempre fui muy pequeño para mi edad, y mi cuerpo era bastante delgado pero bonito, super femenino, mis piernas eran largas y torneadas, mi cintura estrecha, diminuta, mi vientre era plano al igual que mi pecho de niño.
Pero lo que más llamaba la atención de todos, era mi trasero, que, aunque no era muy grande en ese tiempo, si era una cola redondita, respingona y firme, unas nalgas de niña. Creo yo, que algunos niños estamos destinados a convertirnos en putitas maricas desde que nacemos, tal vez incluso antes de nacer, pues incluso mi pene coincidía con mi cuerpo delicado y femenino, un diminuto y rosado micropene de tres centímetros y tan delgado como mi dedo meñique, a los doce mis testículos ni siquiera habían bajado y mi escroto lucía vacío sueve y rosado.
En ese tiempo yo vivía en Reynosa, Tamaulipas.
Una ciudad fronteriza de México que colinda con el estado de Texas, por lo cual la gente de mi ciudad era de raza muy variada, había muchos gringos entrando y saliendo del país, obreros de piel morena que trabajaban en las maquilas de sol a sol, y mexicanos de piel blanca y ojos claros como yo, resultado de las aventuras sexuales de aquellos estadounidenses en tierra mexicana.
Yo era producto de una de aquellas aventuras, mi madre, Samara, se hizo amante de un alto y rubio gringo que la usaba cuando venía a México, y la embarazó cuando ella tenía tan solo 15 años. Por supuesto aquel hombre desapareció en cuanto supo que su pequeña puta mexicana estaba esperando un bebé.
Mi madre tuvo que confesar su pecado a su propia madre, mi abuela Sarah, y a su hermana, mi tía Samantha.
Mi tía era siete años más grande que mi madre, y ya trabajaba como enfermera, así que entre ella y la abuela decidieron ayudar a mi madre a seguir estudiando y terminar una carrera. Cuando nací mi abuela me cuidaba durante el día, mientras mi madre estudiaba y mi tía se encargaba de trabajar. Así mi madre pudo volverse enfermera como su hermana y tener un sueldo lo suficientemente bueno para poder criar un hijo ella sola.
Mi tía Samantha se casó con mi tío Rafael cuando ella tenía unos 27 años, y él 30. Al momento de transcurrir esta historia ella tenía 34 años y él 37.
Mamá y yo vivíamos cerca de la casa de mis tíos, pues mi madre siempre fue muy apegada a su hermana, a la que le debía mucho por ayudarla acabar la escuela, y conseguirle trabajo.
Mi abuela había muerto un par de años atrás.
Mi tío Rafael era policía federal, se encargaba de cuidar la frontera, más que nada de detener el tráfico de drogas hacía Estados Unidos, él trabajaba 24 x 24, lo cual significaba que tío Rafael trabajaba veinticuatro horas seguidas y descansaba veinticuatro horas seguidas, mi tía y mi madre trabajaban en el turno de día, pero a veces tenían que quedarse a velar cuando el hospital estaba corto de personal.
Así pues, se había creado algo así como un acuerdo no escrito en el cual yo ayudaba a mi tía a limpiar su casa y a cocinar para mi tío Rafael en los días que él descansaba.
Para mí no era ningún problema hacer aquello, pues me encantaba cocinar, y mi tía siempre había sido muy buena conmigo, ella me consentía en todo, me compraba ropa de marca, juguetes y dulces todo el tiempo, siempre pensé que era muy raro que mi tía me mimara tanto, incluso más que mi propia madre, pero aquel extraño comportamiento tenía una razón, una que descubrí después.
Mis días se dividían entre estudiar, y pasar una tarde en mi casa y una en la casa de mis tíos. Cuando mi tío no descansaba, yo despertaba en mi casa desayunaba con mamá, iba a la escuela, regresaba en la tarde, y dividía mi tiempo entre hacer la tarea, preparar la cena y limpiar la casa. Mamá llegaba en la noche, cenábamos, hablábamos un poco y a dormir.
Cuando mi tío descansaba, entonces me tocaba despertar más temprano ir a casa de mis tíos preparar el desayuno, comer con mi tío y después ir a la escuela, al salir pasaba al mercado para comprar los ingredientes de la comida que llegaba a preparar para mi tío, después comía con él, pasaba la tarde limpiando su casa y haciendo mi tarea, preparaba la cena, entonces en la noche llegaba mi madre y mi tía, cenábamos los cuatro juntos y después mamá y yo regresábamos a nuestra casa dormir.
Tío Rafael normalmente pasaba el día haciendo ejercicio, arreglando su auto, o mirando algún partido de beisbol en la televisión; y aunque él era amable y bueno conmigo, no llegaba al extremo de mi tía Samantha. Él simplemente actuaba como el rudo y frio agente federal antinarcos que era.
Pues bien, después de esta larga introducción por fin comienza la historia de como mi tío Rafael me convirtió en su putita particular.
Como ya se imaginarán; desde siempre quise ser niña, ser mujer, por supuesto cuando era muy niño no sabía exactamente que yo era un mariconcito, o un transexual, simplemente me sentía extremadamente atraído por todo lo femenino, maquillaje, zapatos, gestos, manías y sobre todo la ropa de mujer.
Desde los ocho años había comenzado a rebuscar en el closet de mi madre para vestirme como ella, usaba sus pantys, sus medias, sus pantimedias, sus faldas, blusas y tacones.
Usar su ropa interior con encajes me hacía sentir cosquillas en mi vientre y provocaba que mi corazón latiera como loco, aunque no comprendía muy bien por qué.
El problema era que la ropa de mi madre era muy aburrida, incluso su ropa interior lo era, no había tangas, hilos o lencería real en sus cajones. Sus zapatillas eran más bien normalitas, ninguno de sus tacones superaba las tres pulgadas.
A diferencia de mi madre, mi tía sí tenía ropita muy sexy y provocativa. Lo sabía por las muchas veces que había lavado la ropa en casa de mis tíos, así que no tardé en comenzar a usar la ropita de mi tía; por cierto, tía Samantha es muy pequeña y delgada, así que su ropita y zapatos me quedaban casi perfectos.
Fue un sábado.
Mi tía y mi madre tuvieron que trabajar y yo sabía que mi tío no descansaba ese día, así que decidí ir a casa de mis tíos a hacer lo que más me gustaba, ¡Vestirme de nena!
Ese día me desperté temprano, desayuné con mi mami, y en cuanto mi tía Samantha pasó por ella en su auto para ir al trabajo yo salí corriendo rumbo a la casa de mis tíos.
Mi corazón latía desbocado y sentía mariposas en mi estomago mientras caminaba las dos cuadras que separaban mi casa y la de ellos. Entré a la casa fácilmente, tenía mi propio juego de llaves ya que yo era básicamente la chica de la limpieza de mis tíos.
Subí las escaleras de dos en dos y entré a la habitación de mis tíos desesperada, me temblaban las manos mientras habría los cajones del closet de mi tía.
Saqué un montón de lencería: tangas, pantys, cacheteros, hilos dentales y ligueros. A mi tía le encantaba vestirse como zorra, lo supe desde que comencé a lavar la ropa de mis tíos. Saqué también varios vestidos, faldas y minifaldas del closet, también blusas, tops y camisas. Por supuesto también preparé las zapatillas que quería usar ese día, tía Samantha tenía una hermosa colección de tacones, mis favoritos eran los tacones de cinco pulgadas con plataforma.
Me desnudé y comencé a modelar la preciosa lencería de encaje frente al enorme espejo de cuerpo completo que mi tía tenía en su recamara.
Me encantaba sentir la delicada tela de encaje, seda o algodón sobre mi delicada piel blanca, mi cuerpo entero se erizaba solo con la acción ponerme una tanga, o subirme unas medias de nylon por mis gruesos muslos.
Era delicioso vestir aquellas delicadas y cursis prendas femeninas, mi pequeño cuerpo temblaba completito mientras caminaba sobre aquellos altos tacones. Me fascinaba ver esa hermosa y sexy niña blanca reflejada en el espejo; y saber que era yo.
Me veía hermosa, completamente femenina, una mujercita total, incluso mi diminuto pene completamente erecto lucía lindo atrapado dentro del pequeño triangulo de tela de las diferentes tangas y pantys de mi tía.
El tiempo pasó volando delante del espejo, vistiéndome y desvistiéndome, probándome toda la lencería, los vestidos, las minifaldas, las blusas y los tacones de tía Samantha.
Pasé hora tras deliciosa hora posando, caminando y meneándome frente al espejo, mirándome, desde todos los ángulos, sonriendo y haciendo pucheros con mis bonitos labios pintados de carmín. Había usado los cosméticos de mi tía, mi maquillaje no era perfecto, pero había empezado a hacerlo desde hacía un par de meses y para ese entonces estaba mejorando.
Era más de la una de la tarde cuando sucedió.
Estaba tan concentrado en la felicidad que me daba usar esas eróticas prendas de encaje que no escuché la camioneta de mi tío entrar al jardín, no escuché a mi tío abrir la puerta principal y entrar a la casa, y definitivamente no lo escuché subir las escaleras.
Así fue como tío Rafael me sorprendió al entrar a su habitación mientras yo vestía un precioso conjunto de baby doll transparente, una tanga de hilo dental, unas medias de encaje hasta los muslos y tacones de cinco pulgadas con plataforma todo en color rosa pastel.
Mi tío Rafael es un hombre bastante impresionante, un macho entre machos. Él pertenece a un grupo de policías elite, se mantiene siempre en excelente condición física, es muy alto, mide más de dos metros, muy musculoso, su piel morena casi mulata lo convertía en alguien muy exótico en Reynosa, muchos pensaban que él venia de algún otro país, como Cuba o Haití. Su rostro era muy masculino, con la quijada fuerte y cuadrada, sus rasgos sumamente atractivos, tío Rafael llevaba la cabeza rapada y su barba afeitada en forma de candado.
Al entrar, él se quedó congelado, mirándome con sus oscuros ojos abiertos de sorpresa, yo también me quedé de piedra, ahí de pie frente al espejo, en una pose muy sugerente inclinado hacia el frente con mis manos en las rodillas y sacando el culo al aire.
Nos quedamos mirándonos durante algunos segundos, que a mí me parecieron horas enteras.
—¿Suri? —preguntó él con su voz ronca y profunda, voz de macho—. ¿Eres tú?
—¡No! —lancé un grito aterrado y traté de salir corriendo, de escapar.
Por supuesto fue completamente inútil, pues mi enorme tío cubría toda la puerta, quien me tomó de los hombros y me detuvo con suma facilidad.
—¡Alto! ¡Alto! ¡Alto! —exclamó él—. ¿A dónde crees que vas, nene?
—¡Lo siento! ¡Lo siento tío! ¡Yo no quise…! ¡Yo… yo no…! ¡Esto no es lo que parece! —Traté de escapar de su agarre mientras sollozaba y tartamudeaba aquellas estupideces —¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho!
Me sacudía y pataleaba tratando de escapar, pero sus enormes y morenas manos eran como dos grilletes de acero.
—Tranquilo, tranquilo… nene. Respira un poco, toma aire y tranquilízate —. Mi tío me ordenó mientras se arrodillaba y me abrazaba, él era tan alto que incluso de rodillas era más alto que yo; cuando me acercó a él pude oler el alcohol en su aliento, era más que obvio que había estado tomando, a tío Rafael siempre le gustó la bebida—. Tranquilízate y explícame por qué estás vestida así.
Yo continué llorando, gimiendo y pidiendo perdón entre los fuertes y peludos brazos de mi tío, mi bonito rostro maquillado hundido en su fuerte pecho, mi llanto se hizo cada vez más lento y suave, hasta que me quedé sollozando y suspirando profundamente abrazada contra él, tratando de recuperar el aliento.
Su colonia combinada con su sudor olía delicioso, y por un momento me perdí completamente, casi durmiéndome entre sus brazos.
—¿Ya estás más tranquilo, bebé? —preguntó tío Rafael mientras acariciaba mis sueves rizos castaños con una mano y con la otra frotaba mi espalda apenas cubierta por el nylon transparente del baby doll.
—Sí… sí… sí tío… ya estoy mejor… lo siento… de verdad lo siento mucho… yo… —Tartamude mientras gimoteaba infantilmente —. Yo… yo… yo lo siento de veras…
—Shhh… Shhh… bebé, deja de disculparte, nene, Lo que quiero saber es, ¿por qué estás vestido como una pequeña putita —. Tío Rafael pregunto de nuevo, esta vez su voz sonaba fría, amenazante, estaba exigiendo una respuesta.
—Es que… es que… me gusta mucho como me siento cuando visto ropa de niña, me siento bonito… me siento sexy… me siento cómodo y muy feliz vistiendo como nena… siento que es lo correcto… siento que es así como debería de ser yo… así es como debería vestir siempre… me gusta verme como una niña… Me gustaría ser una niña —. Respondí entre suspiros mientras respiraba el delicioso aroma a macho que tenía mi tío.
—Entiendo, lo entiendo completamente, nene, y… ¿alguien más sabe que tú haces esto? —las caricias del tío Rafael habían bajado de mi espalda a mi redonda y firme cola.
—No… nadie… nadie lo sabe. Bueno, ahora lo sabe usted… pero por favor no le diga a nadie, mi tía se enojaría mucho si se entera que he estado usando su ropa, y mi mami seguramente estaría avergonzada de mí… y todos en la escuela se van a burlar de mí, ya de por si todo el mundo piensa que soy gay.
—Tranquilo… tranquilo, nene. No le diré a nadie —. Tío Rafael dejó de acariciar mi cabello y usó sus dos enormes manos para amasar mis desnudas y redondas nalgas, pues la tanga de hilo dental dejaba al descubierto mi colita por completo; me estremecí completito al sentir aquellas rudas caricias —. Además, no es nada raro que quieras vestirte de niña… es normal que las niñas lindas quieran usar ropa de niñas.
Tardé unos segundos en comprender lo que tío Rafael estaba diciendo.
—¿Usted cree que soy una niña linda, tío? —, Pregunté de manera femenina y coqueta, pues las caricias de mi tío en mi trasero me estaban dando mucha confianza.
—Por supuesto que lo creo, siempre has sido una niña bonita Suri. Caminando por ahí, moviéndote como una nena y meneando ese culito de hembra que tienes frente a mí todo el tiempo…
«¿sabes cuantas veces tuve que contenerme para no cogerte como la putita que en realidad eres? ¿Sabes cuantas veces tuve que aguantar las ganas de violarte? Pero me detuve porque eres mi sobrino, tuve que aguantarme porque no quería lastimar al sobrino de mi esposa. Y tú simplemente seguías viniendo y exhibiéndote frente a mí, meneando ese culo gordo frente a mis ojos como una perra en celo, casi como si rogaras ser montada por un macho de verdad. Y ahora mírate, aquí, vestida como una pequeña putita con la lencería de tu tía. ¡Has sido una niña mala, Suri! ¡Una niña muy mala!». Tío Rafael estaba en ese momento acariciándome tan fuerte el culo que podía sentir como me dejaba marcadas sus manos en mis nalgas.
—¡Ngh… ♡! ¡Oooh… ♡! ¡Hooh… ♡! —Gemí yo cuando tío Rafael besó mi cuello, frotando su espesa barba contra mi delicada piel, provocándome escalofríos —. ¡Lo siento… lo siento mucho tío… lamento mucho ser una niña mala! ¡Hah… ♡! ¡Hah…. ♡! ¡Hah… ♡!
—Disculparte no es suficiente Suri… Las niñas malas deben ser castigadas. Has estado usando la ropa de tu tía sin su permiso, y has estado provocándome con esta colita de nena durante mucho tiempo. Definitivamente debo castigar a esta niña mala —. Tío Rafael seguía estrujando mis bonitas nalgas mientras besaba y mordisqueaba mi cuello por todos lados.
De repente él detuvo sus atenciones y se levantó, pude ver entonces como su pene erecto se marcaba contra sus pantalones, aquella verga lucia gigantesca incluso atrapada debajo de la gruesa mezclilla, mi corazoncito se aceleró de nuevo, y pude sentir como mi vientre se calentaba y cosquilleaba.
Tío Rafael se sentó entonces en la cama mirando con curiosidad toda la ropita que había sacado antes. Yo no podía dejar de ver la enorme tienda de campaña entre sus piernas.
—¿Vas a castigarme, tío? ¿por ser una niña mala? —pregunté de manera mimosa mientras mi propio micropene comenzaba a despertar, pues había perdido la erección cuando mi tío llegó de sorpresa.
—Sí, nena. Te voy a castigar, ¡ven aquí! —me ordenó mi tío con esa voz profunda que me encanta.
Me acerqué muy nervioso, temblando de pies a cabeza, él simplemente me tomó por los costados para levantarme y acostarme sobre su regazo boca abajo.
—Ahora voy a castigarte, nena. Voy a darte unos cuantos azotes en estas preciosas nalgas blancas hasta que esté satisfecho, y tú vas a pedir perdón por ser una pequeña marica provocadora que usa la ropa de mi mujer a escondidas como una putita de closet —. Tío Rafael dijo aquello mientras acariciaba tiernamente mis nalgas por debajo del baby doll, preparándose para azotarme como a una niña malcriada.
—Por favor… no… no me pegue tan duro tío… yo lo siento… lo siento mucho… ¡Ay! ¡Duele! —grité cuando recibí la primera nalgada del día.
—¡Tranquila, putita! Vamos a jugar un juego. Te voy a dar diez nalgadas nada más, tú vas a contarlas una por una sin quejarte, ni llorar ni gemir, si puedes llegar al número diez sin gritar, llorar o quejarte, quedaras perdonada, pero si dejas escapar, aunque sea un gemido, tendrás que comenzar a contar de nuevo desde uno. ¿Lo entendiste, nena? —preguntó mi tío, mientras acariciaba el lugar donde me había nalgueado.
—¡Tío por favor…! ¡Por favor! —rogué con la voz entrecortada mientras temblaba de miedo y expectación.
—Pregunté, ¿si lo entendiste bien, nena? —Tío Rafa apretó mi nalga de manera ruda para enfatizar la pregunta.
—Sí… tío, lo entendí… lo entendí bien… pero… pero… —. Conteste con voz temblorosa.
—Muy bien, bebé. Comencemos entonces—. Mi tío entonces guardó silencio y se quedó quieto durante unos segundos.
Yo temblaba, recostado en su regazo mirando al piso, sin poder ver lo que él estaba haciendo, los segundos pasaban lentos, alargándose eternamente, mi cuerpo completamente tenso, esperando el inminente golpe, incluso cerré los ojos y apreté los dientes.
—Tranquila, bebé… tranquila. Relájate nena, relájate un poco —. Tío rafa acarició mis redondas nalgas como quien trata de calmar a un conejito asustado, mientras al mismo tiempo canturreaba una tonadita como para dormir a un bebé, —Respira profundamente y relájate, nena hermosa.
Yo traté de obedecer, respirando muy profundamente, mientras me daba cuenta de que tío Rafa se había estado refiriendo a mí en femenino desde el primer momento, llamándome nena, niña linda, y bebé. Escuchar que un hombre tan varonil, alto y fuerte me consideraba una niña me hacía sentir mariposas en el estómago.
Gracias a las caricias y a la cancioncita de mi tío, yo me había relajado tanto que estaba a punto de dormirme sobre su regazo. Entonces sin previo aviso una fuerte nalgada me hizo brincar y dar un gritito de dolor.
—¡Ay! —grité sorprendido.
La mano de tío Rafa era tan grande que podía cubrir perfectamente toda mi nalga y uno de sus azotes era suficiente para poner al rojo vivo mi pequeño y redondo trasero.
—Te he dicho que cuentes, Suri. ¡Así que comienza a contar, bebé! —, ordenó con su voz fría y dura —. ¡Aquí vamos de nuevo!
¡Plas! Un nuevo golpe aterrizó en mi otra nalga, provocando que yo gimiera y me retorciera de dolor.
—¡Ay! ¡Duele! ¡Duele mucho, tío!
—He dicho; sin gritos, sin quejas, y aún no comienzas a contar… al parecer, además de ser una niña mala, eres una niña tonta y desobediente. Pero aprenderás a obedecer, aprenderás a ser una buena niña, una buena putita. Ya lo creo que aprenderás. —Tío rafa de nuevo estaba acariciando mi adolorida cola, lo cual solo me causaba más dolor gracias a la fricción de su callosa mano contra mi delicada piel de porcelana—. Comencemos de nuevo, nena.
¡SLAP!
—¡Uno! —lloriqueé femeninamente.
¡SLAP!
—¡Dos! —Grité sintiendo como me ardían mis nalguitas.
¡SLAP!
—¡Tres! —Gemí como una nena.
¡SLAP! Esta vez su palmada fue mucho más intensa.
—¡Ay! ¡Ay! ¡Duele! ¡tío! ¡Duele! —No pude contenerme y me retorcí en su regazo tratando de escapar de su agarre de acero, lo cual fue completamente inútil.
—¡Tsch! ¡Tsch! ¡Tsch! Al parecer mi pequeña sobrinita es más tonta de lo que pensé. Tendremos que empezar desde el principio —. Tío Rafael acariciaba mi largo cabello castaño de manera tierna, apartándolo de mi rostro, y descubriendo como lagrimas escurrían por mis mejillas.
—¡Lo siento, tío! ¡Lo siento mucho! —Yo seguía llorando completamente aterrado al saber que tendría que comenzar a contar desde unió de nuevo.
—¡Silencio, bebé! Ahora relájate y comienza a contar—. Ordenó tío Rafa acariciando mi trasero, preparándose para azotarme de nuevo.
Yo temblaba como una hoja en el viento, pero simplemente traté de relajarme respirando profundamente, preparándome mentalmente para el dolor.
¡SALP!
—¡Uno!
¡SALAP!
—¡Dos!
¡SLAP!
—¡Tres!
¡SLAP!
—¡Cuatro!
¡SLAP!
—¡Cinco! —cada número que salía de mi boca era un llanto de agonía, mis lagrimas corrían como cascadas, estaba oficialmente llorando como una niñita.
¡SLAP!
—¡Seis!
¡SLAP!
—¡Siete!
¡SLAP!
—¡Ay! ¡No tan fuerte, tío! ¡Por favor! —No pude evitarlo, esa última nalgada de verdad me había dolido mucho.
—Casi lo habíamos logrado, nena. Casi… —Tío Rafa de nuevo estaba acariciando mis enrojecidas nalguitas de niña, mientras yo sollozaba desconsolada en su regazo.
—Lo siento… tío… lo siento… es que me duele, me duele mucho…
—Lo sé bebé, lo sé. Pero debes intentarlo con más ganas, debes aprender a obedecerme… es tu castigo por ser una niña mala, ¿recuerdas?, ¿Acaso quieres que le diga a tu tía que usas su ropita sin su permiso?, ¿Quieres que tu mami sepa que su hijo es en realidad un pequeño marica? —preguntó tío Rafa mientras sus gruesos y largos dedos se metían entre mis nalgas acariciando el hilo de la tanga que cubría mi pequeño ano.
—No, tío… no quiero que nadie se entere… lo siento tío, perdóneme… no le diga a nadie, por favor. Me esforzaré más tío… lo intentaré de nuevo.
—Así me gusta, nena. Me gusta que seas una niña buena y obediente. ¡Comencemos!
¡SALP!
—¡Uno!
¡SALAP!
—¡Dos!
¡SLAP!
—¡Tres!
¡SLAP!
—¡Cuatro!
¡SLAP!
—¡Cinco!
¡SLAP!
—¡Seis!
¡SLAP!
—¡Siete! —El dolor era ya insoportable, pero me obligué a no quejarme, solo seguía llorando y temblando.
¡SLAP!
—¡Ocho! —Grité enloquecida.
¡SLAP!
—¡Nueve! —en ese momento estaba jadeando, tratando de no ahogarme con mi llanto.
¡SLAP!
—¡Diez! ¡Diez! ¡Diez! —Grité desesperado mientras lloraba y sonreía al mismo tiempo, contento por haberlo logrado.
—¡Bien hecho nena! ¡Muy bien, bebé! ¡Mucho muy bien, linda! ¡Lo lograste, bebé! ¡Sabía que lo lograrías! —tío Rafa de nuevo estaba acariciándome como a una gatita, una mano en la cabeza, jugando con mis suaves rizos, y otra me daba largas caricias desde la espalda hasta mis doloridas nalgas.
Yo solo seguía gimiendo y lloriqueando, tratando de recuperar el aliento y la calma.
—Acabo de esforzarme mucho enseñándote cómo se comporta una niña buena y obediente, ¿Cómo se dice cuando alguien te enseña algo? ¿Cómo se dice cuando alguien te ayuda a ser mejor? —preguntó mi tío mientras su dedo se adentraba un poco más entre mis nalgas.
—Gracias… gracias, tío. Gracias por castigarme… gracias por enseñarme a ser una niña buena… —Era increíble, ahí estaba yo, agradeciéndole a mi tío por azotar mi trasero hasta dejarlo en carne viva, era una locura.
—Eso es exactamente lo que debe decir una niña buena cuando es castigada. ¿Lo ves? Eres tan natural en esto bebé. Siempre lo supe. Naciste para ser un pequeño maricón, naciste para ser una niña. ¿No es así, Suri? —Tío Rafa preguntó con esa voz ronca y profunda, pero al parecer no contesté lo suficientemente rápido para su gusto, porque… ¡PLAS! Me dio otra fuerte nalgada.
—¡Ay! ¡Ay! ¡Duele! —Chillé como una nena.
—Pregunté; ¿naciste para ser una niña? ¡Dime que eres un pequeño maricón!
—¡Sí tío, así es! ¡Nací para ser una niña! ¡Soy un pequeño maricón! ¡Diré lo que usted quiera, pero ya no me pegue por favor! —lloriquee patéticamente.
—Así me gusta nena, que seas una niña buena y obediente.
—Ahora que ya establecimos que naciste para ser una mujercita… ¿quieres aprender a hacer mas cositas de mujercita? —Al decir esto pude sentir como su enorme pene se movía debajo de mi vientre, durante todo el castigo tío Rafa no había perdido la erección.
—¿Más cosas? —Pregunté curioso y asustado—. Sí… claro… por favor, tío, enséñeme—. Dije aquello porque sabia que eso era lo que él quería escuchar.
—¡Muy bien, entonces te enseñaré!
Tras decir eso, solo sentí su mano meterse bajo el baby doll y su grueso y largo dedo mover a un lado el hilo de mi tanguita y comenzó a acariciar la entrada de mi ano.
La sensación era algo totalmente nuevo para mí, se sentía raro, pero era extrañamente placentero… era como sentir cosquillas, querías que se detuvieran, pero al mismo tiempo, querías que continuaran para siempre.
Tío Rafael pasó los siguientes minutos acariciando mi apretado y virgen anito con su dedo, provocándome escalofríos de placer. Yo podía sentir como mi ano se calentaba más y más, y ese calor se extendía a todo mi cuerpo.
Después de un rato bajo aquel masaje solo pude relajarme, cerré los ojos y dejé que él hiciera todo lo que él quisiera conmigo, entonces él se detuvo de repente, y después de un momento sentí como volvía a poner su dedo sobre mi ano pero esta vez estaba húmedo, poco a poco comenzó a meter su dedo dentro, moviéndolo lentamente, centímetro a centímetro.
—¡Ungh… ♡! ¡Mngh… ♡! ¡Ghnn… ♡! —Comencé a gemir de manera super femenina.
Nunca pensé que pudiera sentirse tan bien ser penetrado por ese lugar tan privado y sucio.
—Eso es nena, eso es… te gusta como siente ¿verdad? ¿Lo ves? Te lo dije, eres una putita natural, eres una niña buena… Mira como tu culito se come mi dedo por completo, Tú solo relájate bebé, voy a aflojar este apretado coñito de niño que tienes, cuando esté lo suficientemente suelto voy a convertirte en una mujercita de verdad —. Al decir aquello mi tío terminó de metió su largo dedo hasta la raíz, yo gemí como una perrita, y gemí aún más fuerte cuando tío Rafa comenzó a sacar y meter su dedo de mi culito.
—¡Ngh… ♡! ¡Oooh… ♡! ¡Hooh… ♡! —Yo estaba extasiado por lo bien que se sentían aquellas caricias anales, al punto que al sentir que mi tío metía un segundo dedo dentro de mí, sin saber por qué, simplemente dije: —¡Más, tío, más… por favor, más!
Él al escucharlo solo metió un tercer dedo, aunque tuvo que bajar un poco el ritmo solo un momento, por lo apretado que se puso, pero después continuó con aquel delicioso mete saca, que me hacia gemir y suspirar de placer.
Tío Rafa aceleró sus caricias, y mis gemiditos se transformaron en grititos y lloriqueos de placer. Mi micropene estaba completamente erecto, algo que solo me pasaba cuando usaba la lencería más sexy de mi tía. Incluso podía sentir como babeaba mi cosita de tan excitado que estaba.
Tío Rafa me dedeaba rápido y duro, y yo lloriqueaba y gritaba extasiado sintiendo como aquel calor hervía dentro de mi vientre, en mi ano y en mi pene, mis pezones estaban hipersensibles y duros como piedras, me dolían terriblemente, pero de una manera deliciosa, deseaba que alguien, mi tío, los tocara, acariciara y pellizcara… ¡necesitaba correrme!
Por supuesto yo ni siquiera conocía esa expresión, nunca había tenido un orgasmo hasta ese día, a lo más que llegaba era a tener erecciones mientras me vestía de niña. En esos momentos no sabia que estaba a punto de tener un orgasmo, de correrme, pero sabía que algo dentro de mi estaba a punto de explotar, de salir, y deseaba con cada fibra de mi ser que sucediera pronto, que sucediera ¡Ya!
—¡Hah… ♡! ¡Hah…. ♡! ¡Hah… ♡! —Gemía yo desesperada, como una putita en celo —. ¡Más! ¡Más, tío, más! ¡ya casi…! ¡Ya casi…! ¡Ya casi…!
Pero cuando estaba por explotar… mi tío se detuvo en seco. Simplemente sacó sus tres dedos de mi interior, se levanto de la cama, cargándome como si fuera una muñeca y me arrojó a la cama.
Yo gemí y bufé desesperado, me retorcí gritando y gimiendo sobre la sedosa colcha de mi tía, completamente frustrado. Trate de terminar yo mismo usando mis manitas para acariciar y masturbar mi hambriento anito, pero mis delgados dedos de nena no eran suficientes para lograrlo.
—Tranquila nena. ¡Dios! Pareces una gata en celo, Suri… ¡Maldita sea! Eres una putita natural. Debí hacer esto desde hace mucho —. Tío Rafa me miraba asombrado, sus oscuros ojos recorrían todo mi cuerpecito con hambre y lujuria mientras comenzaba a quitarse la ropa —. Muy bien, estás más que lista. Vamos a hacer esto cariño… voy a terminar de hacerte mi segunda mujer, voy a meterte la verga, voy a violarte, voy a cogerte como la hembra que en realidad eres. Si aguantas mi verga y la recibes como la potra en celo que en realidad eres, prometo que te compraré tus propias cositas de mujer y serás mi amante, mi perrita particular, mi putita personal. ¿Quieres eso? ¿Quieres ser mi amante, quieres ser mi putita, Suri?
Para este punto tío Rafa estaba sin camisa, y pude ver su cincelado torso, su perfectos pectorales y su bien marcado “SIX PACK” era obvio que mi tío pasaba mucho tiempo en el gimnasio, su piel oscura, casi negra relucía de sudor, me alegré de que yo lo hubiese excitado tanto. Sus pantalones de mezclilla estaban a punto de explotar, su gigantesco miembro estaba completamente duro.
—¡Sí! ¡Oh dios mío, sí! —Yo gemía mientras acariciaba mi cuerpecito con mis manitas, desesperado, tratando de apagar el fuego que me consumía por dentro —. ¡Sí! ¡Sí, tío! ¡Quiero ser tu amante! ¡Quiero ser tu segunda mujer! ¡Quiero ser tu putita, tío!
—¡Sabia que dirías eso, pequeña perra! Pero, si quieres ser mi amante… si quieres ser mi puta nadie debe saber sobre esto. Acabas de cumplir doce añitos y eres mi sobrino, nadie entendería que solo te estoy ayudando a convertirte en lo que en realidad eres, lo que siempre has sido. ¿Lo entiendes, Suri? No puedes contarle esto a nadie —. Tío Rafa se quitó el cinturón y se desabotonó el pantalón, listo para liberar a ese monstruo que tenia entre las piernas.
Para ese punto yo sabía lo que estaba a punto de pasar, estaba completamente consciente de lo que mi tío estaba a punto de hacerme, yo era un pequeño niño de tan solo doce añitos, ¡Acaba de entrar a la secundaria por el amor de dios! Mi tío Rafael era un macho de piel oscura, alto como un árbol, y fuerte como un toro, un maduro macho de treinta y siete años. ¡Era una locura!
A pesar de eso todo lo que estaba pasando me hacía sumamente feliz, incluso las nalgadas me encantaron, todo era parte de mi trasformación, todo era parte de mi camino para convertirme en niña, en mujercita. Así que me puse en cuatro como en algunos de esos videos que me habían enseñado mis compañeros en mi nueva escuela.
Arqueé mi espalda, separé mis piernas y alcé mi culo al aire, mostrando mis redondas y firmes nalgas en todo su esplendor.
—¡Sí, tío! ¡Sí! ¡Quiero que me hagas mujer! ¡Quiero ser tu amante, tío! ¡Por favor! ¡Por favor, por favorcito! ¡Hazme tu hembra, tío! ¡Seré una niña buena! ¡No le diré a nadie sobre esto, a nadie! ¡No hablaré con nadie, pero por favor hazme mujer, tío, por favor hazme tu puta!
Sin esperar otro segundo mi tío Rafael se bajó el pantalón y la ropa interior al mismo tiempo, y por fin su enorme polla estuvo libre. ¡Era la cosa más hermosa que había visto en mi vida! ¡Fue amor a primera vista!
Su verga era simplemente perfecta, muy gorda, larguísima, muy morena, llena de venas azules, casi negras, gruesas como mis deditos por toda la sangre que bombeaba su corazón a ese increíble miembro, el glande era bulboso, enorme del tamaño de una pelota de golf, tal vez más grande, y sus testículos… ¡Oh dios mío sus bolas! Eran gigantescas, tan grandes como bolas de billar, peludas y tan llenas de semen; que colgaban muy abajo entre sus musculosos muslos velludos.
—¿Te gusta lo que ves, nena? —Preguntó tío Rafa con una sonrisa presuntuosa en sus labios.
—¡Oh dios mío! ¡Es enorme! ¡¿Cuánto… cuanto…!? ¡Oh dios mío! —No pude terminar la pregunta, era tanta mi sorpresa al ver aquel monstruo completamente erecto, que incluso comencé a temblar de miedo. Ya no estaba tan seguro de seguir adelante con aquello.
—Veinticinco centímetros, bebé. Son veinticinco centímetros de carne de macho para ti solita nena —. Tío Rafael comenzó a frotar su gigantesca polla lentamente, esparciendo el aceitoso presemen que brotaba de la punta.
—¡Oh dios mío! —fue lo único que pude repetir, mientras me mordía el labio.
—Ahora, baja la cabeza, levanta la cola y prepárate nena, estoy a punto de convertirte en mi putita.
Obedecí como una niña buena, y enterré mi rostro entre las suaves almohadas de plumas de mi tía Samantha y paré aún más mi cola, meneando mis nalgas de un lado al otro inconscientemente, estaba en mi naturaleza tratar de atraer a mi macho para que me montara como la perra en celo que era.
Mi tío se tomo un momento para sacar de uno de los burós una botella de lubricante, después se subió a la cama de rodillas y comenzó a untar aquella sustancia viscosa y fría en mi trasero, de nuevo usó dos de sus grueso dedos para meter mucho de ese lubricante en mi apretado anito.
Yo comencé a gemir de nuevo, sintiendo el fuego crecer en mi interior y anhelando que aquella vez mi tío me llevara hasta el orgasmo.
Cuando Tío Rafa estuvo satisfecho, con una mano me tomó de la cintura y con la otra apoyó por fin su esponjoso glande en la entrada de mi anito virgen.
Yo temblaba por de expectación y el miedo, tío Rafa se tomó un momento más y entonces por fin comenzó a empujar su gordo pene dentro de mí.
—¡Uuuugnh ♡…! ¡Guuuuuh ♡…! ¡Oooh… Dios ♡! ¡Duele… duele… Oooh… mngh…! ¡Duele mucho, tío! —Gemía y lloraba como una nenita desamparada, de verdad me estaba doliendo mucho, pero ni por un segundo traté de escapar del agarre de mi tío.
Otra cosa que sucedió en ese momento fue que yo comencé a pensar en mi misma en femenino, fue ahí cuando de verdad me convertí en mujercita, cuando yo misma me acepte como fémina, como, puta como mujer.
—Tranquila nena… tranquila… relájate, bebé. Intenta relajar tu coñito… solo déjame entrar, solo déjame entrar Suri, solo relájate y déjame entrar —. Tío Rafael susurraba muy suavemente para tranquilizarme.
—¡Ungh… ♡! ¡Mngh… ♡! ¡Ghnn… ♡! ¡OH, DIOS MÍO! —grité más fuerte cundo la cabezota de su polla atravesó por fin mi esfínter.
—¡Ya está! ¡Ya está! Ya está dentro bebé, la parte más difícil ya pasó… ahora será mucho más fácil… solo relájate nenita.
—¡Ngh… ♡! 1Oooh… ♡! ¡Hooh… ♡! —Yo solo podía gemir, mi cerebro estaba tan saturado de sensaciones que ya ni siquiera podía hablar.
Tío Rafael siguió susurrándome palabras bonitas y tranquilizadoras mientras metía aquel gordo miembro dentro de mi estrecha colita. Fue penetrándome poco a poco, pero sin pausa, hasta sus enormes testículos chocaron con mis bonitas nalgas.
—¡¡¡OOOOOOOOOOOOOooooooOOOooooooooh ♡♡♡!!! —lloriqueé femeninamente, tenía esa vergota enterrada hasta la raíz, y se sentía increíble… sentía tanto dolor que era placentero, o tal vez sentía tanto placer que era doloroso, era una maldita locura.
—¡Ya está, puta! ¡Ya eres una mujer completa, ahora aguántala hasta que te preñe y serás toda mía! —Tras decir aquello él dejó caer su peso en mi espalda, pegando sus pectorales a mi espalda, y abrazándome fuertemente, sosteniéndome con sus fuertes y peludos brazos, casi como si fuera un perro montando a una perrita, sus enormes manos apretaban mis sensibles y rosados pezones, se sentía delicioso.
Tío Rafael se quedó quieto mientras mi cola se acostumbraba a su miembro, una vez que sintió que mi anito se aflojaba lo suficiente comenzó a moverse.
Atrás, y después adelante… atrás y después adelante; sus empujes eran fuertes y profundos, el bramaba arriba de mí, su varonil rostro estaba al lado del mío, su espesa barba raspando mi cuello y mis mejillas, podía respirar su aliento caliente con aroma a alcohol.
Tío Rafael intensificó sus embestidas, primero echaba sus caderas hacia atrás casi hasta sacar su vergota de mi interior, dejando solo la cabeza dentro, y después me la metía de un empujón tan intenso que movía todo mi cuerpecito hacia delante y provocaba que la cabecera de la cama chocara con la pared, provocando un sonido rítmico que se hacía cada vez más rápido e intenso.
Yo solo podía aferrarme a la colcha de la cama mientras mi pequeño cuerpo era sacudido por mi hombre.
—¡Di que te encanta! ¡Di que quieres mi verga! ¡Di que eres mi puta! —ordenó tío Rafael entre bramidos de macho en celo.
—¡Hah ♡! Hah ♡! Hah ♡! ¡Sss…! ¡Sí! ¡Soy…! ¡Soy tu puta! ¡Qui… quiero tu verga tío! ¡La quiero toda por favor! ¡Me encanta… me encanta tu vergota, tío! —grite en éxtasis, a cada segundo el dolor desaparecía y se transformaba en puro placer. —¡Uuuugnh ♡… Guuuuuh ♡…! ¡Que ricooooo! ¡Dios que rico se sienteeeee!
Y era cierto, era completamente cierto, mi penecito estaba de nuevo completamente erecto, ahí colgando entre mis gruesos muslos podía ver mi micropene con sus cinco patéticos centímetros completamente duros.
Para ese punto, ninguno de los dos estaba preocupado por nada; excepto coger. Éramos dos bestias, éramos dos animales en celo apareándose salvajemente.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
Nuestros cuerpos estaban cubiertos de sudor, sus huevos y su pelvis chocaban con mis redondas maguitas de niña una y otra vez, una y otra vez.
Tío Rafa no paraba de insultarme mientras empujaba todo su miembro dentro y fuera de mí, me llamaba puta, zorra, maricón, putita, putona, ramera, mariquita… etcétera. Cada insulto estaba acompañado con una fuerte nalgada, el sonido de aquellos azotes resonaba en la recamara matrimonial de mis tíos.
Entre sus insultos, mis lloriqueos de puta en brama, el choque de nuestros húmedos cuerpos y las sonoras nalgadas fue un milagro que los vecinos no se enteraran de que mi tío se estaba follando a su sobrinito de doce años.
Mi tío aguantó al menos treinta minutos cogiéndome sin bajar de intensidad ni un segundo, era simplemente increíble la resistencia de ese macho, esas horas en el gimnasio sí que estaban rindiendo frutos.
¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!
Las húmedas embestidas resonaban obscenamente, y yo me estremecía y gritaba cada vez que sentía esa magnifica vergota completamente dentro de mí… ¡Dios, se sentía delicioso ser penetrada tan profundamente! ¡Me estaban cogiendo como una mujer de verdad! Mi micropene estaba babeando como loco, una delgada y acuosa cuerda de presemen colgaba y escurría desde mi rosado glande hasta la colcha favorita de mi tía Samantha.
Mi rostro estaba enterrado en la colcha y solo podía ver entre mis piernas como sus gigantescas bolas se balanceaban y chocaban con mis gruesos y cremosos muslos blancos.
Podía sentir como su respiración se aceleraba, como sus embestidas se volvían cada vez más rápidas e intensas; me estaba metiendo la verga hasta el fondo, como si quisiera que su glande me saliera por la boca.
—¡Joder! ¡Tienes el coño más apretado que me he cogido nunca, putita! ¡Tu coño de niño me está apretando la verga como si quisiera arrancármela! —Tío Rafa bramaba y gruñía como un león herido, mientras seguía penetrándome con esa velocidad y fuerza sobrehumana.
—¡Hah ♡! ¡Hah ♡! ¡Hah ♡! —gemía yo femeninamente—. ¡Oooh sí, Oh sí… ♡! ¡Mnghhh ♡! ¡Dios! ¡Más, tío, más ♡! ¡Nghhh ♡! ¡Más rápido ♡! ¡Más fuerte ♡! ¡Más fuerte… más fuerte… por favooor ♡! ¡Nghuuuuh ♡! —Yo casi ni entendía lo que mi macho estaba diciendo, simplemente me limitaba a gemir y rogar por más de aquel placer enloquecedor que su gigantesco miembro me estaba provocando.
—¡Ya casi putita! ¡Ya casi llego! ¡Voy a preñarte, niña hermosa! ¡Voy a llenarte tanto de leche que voy a preñarte como la perra que eres! ¡¿Estás lista, pequeña ramera?!
No me dio tiempo a responder cuando tío Rafael me abrazó más fuerte, y sujetándome por mi pecho, me atrajo hacia sus poderosos pectorales para usarme como una muñeca, tío Rafa rugió mientras daba sus últimos empujones, mientras yo miraba al techo, sin ver, loquita de placer.
Tras tres profundas embestidas pude sentir como aquel enorme pene se hacía más grande aún, sentí como aquella vergota latía dentro de mí, escupiendo espesas y calientes cargas de semen en lo más profundo de mi recto.
—¡¡¡OOOOOOOOOOOOOooooooOOOooooooooh♡♡♡!!! ¡¡¡Ahhhhggghhh!!! ¡¡¡Dioooooooss que ricoooo ♡♡♡!!! —Me corrí como una perra, sentí que me moría, todo mi cuerpo temblaba de placer, mi ano estaba ardiendo, igual que mi vientre y mis pezones; mis ojos se pusieron en blanco y mi boquita abierta solo babeaba sin control, mientras que mi micropene saltaba, temblaba y escupía acuoso y transparente jugo de niña con cada disparo de semen de hombre de verdad que tío Rafa depositaba en mí.
—¡Me corro, putita! ¡Me estoy corriendo dentro de ti, zorrita! ¡Ahora eres mi puta! ¡Ya está… ya está, ahora de verdad eres mi mujer! ¡¿Puedes sentir como te estoy preñando putita?! ¡¿Sientes cómo te estoy llenando de leche, pequeña marica preciosa?! —tío Rafa bramaba y bufaba como un toro mientras descargaba sus bolas dentro mío, parecía que no se detendría nunca, yo pude contar más de ocho disparos.
Tras tenerme un rato entre sus fuertes y peludos brazos, ambos jadeando y tratando de recuperar el aliento.
Tío Rafael esperó hasta descargar la última gota de su esencia en mi interior, y después de un minuto por fin pude sentir como su gorda polla se desinflaba poco a poco y después salía de mi culo por sí misma haciendo un ruido de vacío, como cuando uno descorchaba una botella.
—¡Ah, ah, ah ♡♡♡! ¡Eso fue… eso fue… eso fue simplemente increíble, tío ♡♡♡! ¡Eso se sintió… riquísimo ♡♡♡! —Yo seguía respirando entrecortadamente, mi cuerpecito temblaba todavía, así de intenso había sido mi primer orgasmo.
—Lo hiciste genial cariño. Eres verdaderamente una putita natural… naciste para esto Suri. Dios sabe que naciste para ser mi amante. ¡Eres una putita deliciosa, Suri!
Tío Rafael me soltó y yo caí desmadejada sobre la colcha, ahora completamente arruinada, arrugada y mojada con nuestros jugos.
Mi mente seguía drogada por el placer y solo pude acomodarme un poco para ver a mi tío, estaba hermoso, ahí de pie, desnudo, musculoso, moreno, con sus más de dos metros de altura, y ese rostro tan varonil y apuesto.
Su gigantesca verga colgaba semiflácida entre sus musculosos muslos, empapada con mis jugos y su semen, incluso podía ver como tenía un poco de espuma y nata en la raíz de aquel pollón.
—¡Gracias, tío ♡♡♡! —respondí sonrojada, sintiéndome muy alagada, ¡Tío Rafa había dicho que era una putita deliciosa!
—Ahora Suri, ven y limpia mi verga con esos labios de puta que tienes. —Mi tío ordenó con esa ronca voz que me fascinaba.
—¿Cómo? —Pregunté nerviosa.
—¡Ven y limpia mi verga con esa boquita de zorra! ¿O acaso no eres una niña buena? —Tío Rafael repitió la orden, un poco más enojado.
—¡Soy una niña buena, tío! ¡Lo soy! ¡De verdad lo soy!
Y diciendo aquello; me arrodillé y fui a gatas hasta el final de la cama, donde aquel semental de dos metros me esperaba con esa inmensa verga morena cubierta de jugos sexuales.
Tío Rafael me miraba desde las alturas con esa sonrisa malvada y engreída; seguro de que lo obedecería al final. Y así fue.
Muy nerviosa y con un poco de asco agarré esa vergota morena; era increíblemente pesada, dura y gorda. La cabezota era de color purpura, completamente hinchada en forma de hongo, y el tallo lleno de gruesas venas azules, casi negras. Era tan gorda que mis dedos no se tocaban al rodearla, era como sostener una lata de refresco.
Me sentí muy sorprendida al pensar que aquel monstruo de veinticinco centímetros había estado dentro de mi estrecho culito.
Aquel pollón era realmente intimidante, pero al mismo tiempo era la cosa más hermosa que había visto en mi vida.
—¡Apresúrate y limpia mi verga, Suri! ¡Sé una buena putita! —Ordenó mi tío Rafa de manera dominante.
—Sí tío… perdón tío…
Le di la primera lamida muy tímidamente, el sabor de su semen, y mis jugos era muy extraño, como nada que hubiese probado nunca. Pero no era del todo desagradable, así que después de esa primera lamida, siguieron muchas más, cada una más intensa que la anterior… pronto estuve sorbiendo, besando y lamiendo aquel gigantesco miembro como si fuera la golosina más deliciosa del mundo, y la verdad es que sí lo es, no hay nada más delicioso para mí que una vergota, grande gorda y venosa.
—Así… así nena, chupas como una verdadera putita. Siempre supe que serías una buena chupapollas, esos labios gordos de putita que tienes no sirven para otra cosa. Sigue así, Suri, límpiame la verga… anda se una niña buena.
Obedecí y comencé a limpiar la base de su vergota, donde estaba acumulada aquella extraña nata; mi tío Rafa había usado mi culito como una mantequillera, y me había cogido tanto y tan rápido que había logrado batir su propio semen hasta convertirlo en aquella espesa y espumosa nata de semen.
Cuando la probé solo pude pensar algo: ¡Era simplemente deliciosa! Aquel semen batido era exquisito… Tenía un sabor, fuerte, salado, intenso y muy varonil. Me convertí en adicta desde ese primer momento.
Sorbí, chupé y lamí hasta dejar limpia la base de aquella polla gigante, casi tuve que masticar esa deliciosa masa de tan espesa que era.
Cuando por fin aquella hermosa vergota quedó limpia y brillante con mi saliva, mi tío Rafael me tomó de la cabeza y dirigió mis pequeños y gordos labios de puta a sus pesados y peludos huevotes, y esta vez me puse a lamerlos, limpiarlos y adorarlos sin que tío Rafa me lo tuviera que pedir.
—¡Muy bien, Suri! ¡Joder! ¡Chupas como una profesional, nena! ¡Así, así bebé! ¡Trágate mis huevos! ¡Chúpame las bolas, cariño, para eso naciste, Suri! —Tío Rafa gruñía de placer.
Yo me sentía sumamente feliz, y orgullosa, me llenaba de dicha poder darle tanto placer a un hombre siendo yo solo una pequeña marica.
Lamer sus testículos fue una experiencia deliciosa, me sentía tan puta, tan perra, lamiendo y chupando sus gigantescas bolas; eran peludas y saladas, no podía meterme ni siquiera uno de sus testículos en mi boquita, así de grandes eran.
Lamia, chupaba y mordisqueaba uno, y después el otro, mi rostro era un desastre, un montón de saliva y sudor cubrían todo mi rostro, aquella baba era tan espesa y espumosa que ni siquiera podía abrir los ojos.
Tío Rafa me separó de su entrepierna y después metió su vergota en mi boca, y comenzó a tratar de penetrar mi garganta.
Apenas y me cabía esa vergota en mi boquita y pronto me dieron arcadas, tío Rafa metía poco a poco su miembro en mi garganta, y yo solo trataba de no ahogarme o vomitar, concentrándome en respirar por la nariz.
Pasé más de cuarenta minutos mamando el pollón de mi tío, o, mejor dicho, pasé más de cuarenta minutos tratando de no desmayarme mientras mi tío trataba de violar mi garganta con su vergota.
Todo el tiempo que duró la mamada mis bonitos ojos claros estaban fijos en los oscuros ojos de tío Rafa, admirando su musculoso cuerpo y su rostro masculino.
Mis manitas no se quedaron quietas, una de ellas acariciaba sus pesados y peludos testículos, mientras pasaba la otra por sus bien cincelados abdominales, a veces incluso acariciaba sus nalgas con las dos manos como tratando de meter más de aquella vergota en mi garganta.
—Mhg… Ahgg… ¡Joder! —bufaba mi tío —¡Me encanta como se siente tu garganta, bebé! ¡Apenas tienes la mitad dentro… pero no importa, pronto podrás tragártela completa! ¡Ya casi! ¡Estoy por correrme, putita! ¡Quiero que te tragues toda mi leche, hasta la última gota, zorrita! ¿Lo entendiste?
—Blugh… ♡♡♡! ¡Slurp… ♡♡♡! ¡Sss… sí! ¡Glurgh… ♡♡♡! ¡Sí… tío! —respondí yo mientras daba arcadas, sorbia y chupaba su magnífica verga.
Tío Rafa aceleró sus embestidas y después de un par de minutos más comenzó a correrse dentro de mi garganta.
Sentí como disparaba su caliente y espeso semen directo a mi garganta, una y otra vez, conté seis disparos, que tragué sin siquiera proponérmelo, simplemente fue un reflejo para no ahogarme, los últimos chorros de leche, me los dio en la boca, pues tomándome de la cabeza me alejó de él lo suficiente para que solo su glande quedara dentro de mi boquita.
El sabor de leche de macho fresca era delicioso, menos intenso que el de la nata que había limpiado y tragado antes, pero mucho más dulce.
Tío Rafa se quedó ahí con la cabezota de su pollón dentro de mi boquita, recuperando el aliento, y yo solo atiné a succionar con todas mis fuerzas, mientras exprimía el tallo de su verga desde la base hasta la punta con mis manitas, como tratando de sacar hasta la última gota de leche que mi tío pudiera darme.
—¡Dioooosss! ¡Maldita puta! ¡Quieres dejarme seco… chupas como una puta de profecional! ¡Que rico mamas verga, Suri! —Tío Roge me sostenía de mis rizados cabellos y trataba de alejarme de su vergón, pero yo no quería separarme de mi nuevo juguete favorito, y seguía chupando y succionando con todas mis fuerzas mientras lo masturbaba con mis dos manitas —. ¡Suéltame putita! ¿Acaso quieres arrancarme la verga?
Tío Rafa se escuchaba entre excitado, sorprendido, y asustado. Le tomó un par de jalones separarme de aquel magnifico miembro y cuando lo logró el sonido de vacío que resonó en el cuarto fue muestra de cuan fuerte estaba chupando su polla.
Yo saboreé la espesa crema de macho en mi boca, paladeándola lentamente antes de tragar, fue difícil, era tan espesa y pegajosa que se pegaba a mi garganta al bajar, al final abrí la boca y saqué la lengua completamente limpia, mostrándole a mi tío lo buena niña que era, me había tragado hasta la última gota.
Nos quedamos ahí en silencio un largo rato, ambos recuperando el aliento.
Yo con la lengua de fuera, jadeando como una perrita, mi rostro debía ser un desastre total, lleno de semen, saliva, sudor, mocos, y lágrimas; pues su intento de violar mi garganta me había hecho lagrimear durante toda la mamada.
—¡Justo ahora, así, te ves preciosa, Suri! —Tío Rafael me miraba extasiado, con una sonrisa extraña en sus labios, era como si nunca hubiese visto algo parecido a mí, como si yo fuese un espécimen extraño y exótico.
—¡Gracias, tío!
Eran pasadas las seis de la tarde cuando tío Rafa terminó conmigo, habíamos estado cogiendo casi tres horas seguidas.
La cama había quedado hecha un desastre, completamente empapada y pegajosa con nuestros jugos. La habitación apestaba a sexo. Y tanto tío Rafa como yo estábamos bañados en sudor.
—Ve a bañarte, nena, después comienza a preparar la cena, me muero de hambre. Tu mamá y tu tía no tardan en llegar… yo voy a echar estas cobijas y sabanas a la lavadora, ya vere que excusa le invento a Samantha —. Tío Rafael dijo aquello mientras yo seguía de rodillas sobre la cama, con mi carita bañada en su semen y mi saliva.
—¿No quieres bañarte conmigo, tío? —pregunté de manera coqueta y sensual, mientras recogía semen de mis mejillas con mis deditos y los lamia golosa.
Tío Rafa me miró, de nuevo tenía esa expresión sorprendida. Al parecer le excitaba tanto como le asustaba lo puta que yo podía llegar a ser.
—No es buena idea, bebé. Si entro a la ducha contigo voy a terminar cogiéndote de nuevo, y tu madre va a descubrir que tiene un putón por hijo, y tu tía va matarme por infiel—. Tío Rafa dijo aquello mientras acariciaba su vergota que amenazaba con ponerse dura de nuevo.
Yo me reí coqueta y sonrojada, alagada al saber que podía excitar a tal grado a mi tío.
Me bajé de la cama y con las piernas temblando como las de un ciervo recién nacido caminé al baño de mis tíos, pude sentir su lujuriosa mirada en mi colita todo el tiempo.
♡ ♡ ♡
Mi mami y mi tía llegaron a las siete de la noche, salían de trabajar a las cinco o seis de la tarde según lo ocupadas que estuvieran en el hospital, y tardaban una hora y media en llegar a la casa en el auto de mi tía.
Yo estaba en la cocina, dándole los últimos toques a la cena, bañado y completamente limpio, oliendo al champú de flores y miel de mi tía Samantha.
Mi tío, también recién bañado, estaba sentado en sus lujoso y gigantesco sillón reclinable de cuero negro, frente al enorme televisor de su sala, mirando un partido de beisbol, y bebiendo una cerveza bien fría.
Las sabanas y cobijas que habíamos manchado con nuestra pasión estaban dando vueltas en la secadora en el cuarto de lavado de mis tíos.
Mientras cenábamos, tío Rafa dijo que había salido del cuartel unas horas antes gracias a no sé qué problema con los nuevos reclutas o algo así. También explicó que derramó cerveza sobre la cama al intentar ver el beisbol en la recamara matrimonial. Dijo que me llamó por teléfono para que fuese a preparar la cena ya que él era un desastre en la cocina.
Tía Samantha lo regañó por ser tan descuidado y me dio las gracias por ir a su casa a preparar la cena para los cuatro.
Mi madre en cambio me miraba extrañada, se había dado cuenta de que ambos estábamos recién bañados, pero no hizo preguntas y comimos como una familia feliz.
Yo no podía dejar de sentirme emocionado, culpable y un poco excitado al sentir como de mi anito escurría la leche de mi tío Rafael mientras yo comía y le sonreía a su esposa descaradamente, todo aquello me hacía sentir putísima, toda una hembrita, tan mujer como para ser la amante de un macho casado tan varonil y masculino como mi tío Rafael.
Era definitivo, esa tarde mi tío me había convertido en su mujercita a punta de vergazos.
Buen relato bro. Para cuando vas a poder continuar con sissy school vol. i ??