Mis bebitos. – Parte II.
Mi coño era una laguna, afortunadamente había estado nadando y la mancha de mis calzoncitos de bikini parecían manchados con agua, pero yo sabía que eran mis fluidos los que empapaban el delgado género..
Un trato es un trato, así que continué a pajear a mi hijo Mauro y a mi hijo menor Antonio, todas las veces que me fue posible. Sus calificaciones mejoraron considerablemente y me recriminé por no haber usado este magnífico sistema de incentivos anticipadamente. Pasó un mes y medio y una o dos veces al día me daba algunos minutos para ir por separado a sus habitaciones y hacer que se corrieran a toda fuerza. Su exuberancia juvenil los mantenía fuertes y duros todos los días, me parecía increíble que pudieran generar tanto semen, pero me sentía halagada que se corrieran por mí y para mí.
Les molestaba de vez en cuando amenazándolos que iba a buscar la famosa revista y descubrir la misteriosa mujer que les excitaba tanto a ambos. Dije que tenía mucha curiosidad de ver quien era esa enigmática mujer que les despertaba un apetito sexual insaciable; esto por supuesto no les gustaba y cada vez era más difícil dar con el escondite de esa revista, todos los días uno de ellos se encargaba de esconderla en un nuevo lugar. Todavía restaban ignaros de que yo ya sabía su secreto, se pajeaban con una vieja fotografía mía.
Les hacía una o dos pajas diarias de martes a viernes, el fin de semana lo pasaban con su padre y el lunes cuando volvían a mí, tenía que hacerles hasta tres chaqueticas al día. Supongo que me extrañaban mucho cuando no estaban conmigo, pero ya esto era una maquina que funcionaba casi por automático. Solo que un día me llegaron con una nueva petición; masturbarlos a los dos al mismo tiempo. No me molestó para nada, era un nuevo desafío y a decir la verdad, me intrigaba pues nunca había estado con dos hombres en mi vida; quizás como sería eso de pajear dos penes a la vez, así que estuve de acuerdo de probar.
Fue increíble tener dos pollas en mis manos, la vista era del todo seductora e irreal, todo venía multiplicado por dos. Nunca había tenido un trio de ninguna manera, y mucho menos les había hecho pajas a dos chicos a la vez. Pero se sintió fabuloso tener ese poder en mis manos y verlos correrse primero a uno y después al otro casi contemporáneamente.
Sin embargo, me estaba poniendo cada vez más cachonda y prácticamente todo el placer se lo llevaban ellos y esto me frustraba un poco; así que decidí que este verano cuando estuvieran en casa, les iba a preparar una sorpresa; para eso me había comprado un par de diminutos bikinis y como ellos saben que soy apasionada del bronceado, buscaba la oportunidad para sorprenderlos. El mayor ya tenía su licencia de conducir provisoria, así que les pedí de ir al supermercado a comprar algunas cosas:
—Mauro, hijo … ¿te la sientes de ir al supermercado con tu hermano y comprar esta lista de cosas? … quiero tomar un poco de sol y si voy yo, me perderé lo mejor del sol …
—¿Son muchas cosas, mami? …
—No … no son tantas … dile a tu hermano que tiene que acompañarte … yo me probaré mi nuevo bikini …
—¡Guau, mami! … ¡Te compraste un bikini nuevo! … ¿podemos verlo? …
—¡Ehm! … bueno, sí no se demoran mucho creo que sí … pero no los voy a esperar para que me vean …
—¡Ay, mami! … no seas malita …
—Disculpa, pero no tengo tanto tiempo como ustedes …
—¡Uhm! … bueno … voy a buscar a Antonio …
Había escondido las llaves de mi auto en mi bolso, eso les obligaba a subir a pedírmelas, así que me fui a mi cuarto y rápidamente me desnudé. Me puse mí diminuto bikini blanco. Los escuche cuando venían por las escaleras parloteando. Cuando entraron a mi habitación, vi como se quedaron boquiabiertos y sus shorts se comenzaron a deformar con la protuberancia de sus pijas.
Ciertamente podía imaginar lo que estaban pensando mis dos bebitos al verme en paños menores, la parte inferior era una especie de tanga, un triángulo pequeño que apenas cubría mí coño, la partes de arriba era una medida menos y mis tetas 34C venían cubiertas solo en un pequeña parte y mis pezones hinchados eran notoriamente visibles. Se quedaron allí mirándome, lo cual no me importaba, sé qué a los chicos les encantan mis senos y con aquellos que he follado, enloquecían chupando mis pezones.
—¡Uhm! … ¡Ohhh! … mami …
—¿Qué hacen ustedes aquí? …
—Mami … no encontramos las llaves del auto …
—¿No? … déjame ver en mi bolso … quizás me las traje sin darme cuenta …
Había dejado mi bolso de propósito en el piso, así que me volteé y me agaché para darles una amplia vista de mi redondo culo y mí coño apenas cubierto, nunca antes me habían visto en tanga, ni menos en una así de pequeña.
—¡Oh, chicos! … lo siento … aquí están en mí bolso …
Me di vuelta para entregarles la llave y noté erección en ambos y era imposible que la ocultaran con el tamaño de pija que poseían. Queriendo sonar severa les pregunté:
—Han estado mirando esa famosa revista, ¿eh? … de otro modo no se explica vuestras pollas duras. ¿eh? …
Me miraron avergonzados y al unísono respondieron afirmativamente. Entonces me dirigí a ambos:
—Mauro, Antonio … quisiera que me respondieran sinceramente … ¿Creen que me queda bien este traje de baño? …
Comencé a pasearme delante de ellos contoneando mis caderas y con las manos en mi cintura, moví mis pechos y desafortunadamente unos de mis senos se salió; el menor se llevo sus manos a la boca mirando atónito el bamboleo de mi teta y Mauro se llevo su mano a su paquete que casi no se podía contener en sus shorts; sabía que los estaba volviendo locos. Se quedaron alucinados y silentes, me arreglé la teta dentro el sujetador e insistí:
—¿Y bien, chicos? …
—¡Uhm! … sí … se ve bien … luces sexy, mami … —Opinó Mauro.
—Sí, mami … te ves linda … y jodidamente calentorra … —Dijo Antonio y recibió un puñetazo en el brazo por parte de su hermano mayor.
—¡Mauro! … no te permitas de maltratar a tu hermanito menor … todos pueden opinar … y está bien recibir un cumplido como el suyo …
Les di un lindo abrazo y un fugaz beso en los labios a cada uno de ellos, y cuando los estreché a mis senos pude sentir la dureza de sus pijas.
—Gracias, chicos … ahora vayan … estaré en la piscina esperándolos …
Se me quedaron mirando y el más pequeño tironeaba la remera de su hermano mayor.
—¡Dile! … ¡Dile! …
—¿Haber? … ¿Sucede algo más? …
Entonces Mauro un poco balbuceante comenzó:
—¡Ehm! … bueno, mami … queríamos saber … si tú … bueno … tú sabes …
—¿Quieren que los masturbe cuando regresen? …
—¡Sí, mami! …
—Por supuesto que lo hare … soy feliz, si ustedes son felices … vayan y regresen pronto …
—Lo haremos, mami … lo haremos …
Con esas expectativas, estaba más que segura de que se darían prisa.
Los seguí mientras bajaban las escaleras y justo antes de que se fueran les dije:
—¡Chicos! … voy a dejar la puerta de la terraza cerrada … mami quiere tomar el sol en toples … llamen a la puerta cuando regresen … no querrán encontrar a vuestra madre semi desnuda, ¿verdad? …
Les di un guiño malicioso y los ojos de ellos se desorbitaron, al mismo tiempo que sus pollas se estremecieron bajo sus shorts; imagino la cantidad de líquido preseminal escapando de esas exquisitas pijas. Me quedó la sensación de que los muchachos harían esos mandados en tiempo récord, para poderme atrapar con las tetas al aire.
Más o menos una hora y media después escuché el sonido de las puertas de casa que se abrían y cerraban. Mis bebitos habían regresado, rápidamente me quité la blusa y me acosté boca abajo, tenía la sensación de que querrían echar un vistazo a mis pechos, pero no se las iba a poner tan fácil, por lo menos así mis tetas estaban un poco ocultas y aplastadas, me fingí dormida profundamente.
—¡Guau! … ¡Mira! … ¡Está sin sostenes! …
—¡Carajo! … ¡Se ven las formas de sus hermosas tetas! …
Entonces parsimoniosamente me gire boca arriba y dejé mi rostro al lado opuesto desde donde estaban ellos:
—¡Hmmm! … ¡mira como se mueven esas tetas! … ¡que grandes que son! …
—No sé tú, pero yo me voy a masturbar mirando sus tetas …
—¡Oh!, sí … yo también … me gustaría correrme sobre sus tetas …
—Sí … ahora que se volteó boca arriba está perfecta … quiero correrme en sus pezones …
—¡No jodas! … ¿viste lo grandes que son? …
—¿Crees que estará despierta? …
—¡Oh, hermano! … ¡Qué no daría por poder chuparle sus tetas ahora mismo? …
Me dio risa tanto comentario cachondo, lentamente me volví fingiendo que me despertaba, me apoyé en mis codos y mis senos sobresalieron en mi pecho moviéndose como la gelatina. Rebotaban y temblaban cimbreándose con cada uno de mis movimientos. Mis duros pezones parecían dos aceitunas maduras en el ápice de mis pechos hinchados. Escuché a Antonio que sin poder contenerse se levantó con su pija en mano y dijo:
—¡Santo infierno! … ¡Mira lo lindos que son! … no aguanto más creo que me voy a correr …
—¡Yo me follaría sus tetas! …
Me estiré levantando mis brazos y los miré somnolienta:
—¡Hmm! … ¡Hola, chicos! … ¿ya están aquí? …
Con toda calma tomé mi camiseta y me la puse cubriendo mis pechos a sus ávidas miradas. Luego enfoqué mi vista en ellos y la visual fue maravillosa. Mis dos retoños estaban de pie con sus pantaloncitos cortos a sus tobillos y magreaban sus pijas duras y lustrosas. Sus manos se movían al largo de sus pollas en modo lento y continuo. Me mostré sorprendida:
—¡Caramba, chicos! … ¿Todavía están pensando a esa misteriosa mujer de la revista? …
Se miraron cómplices y al unísono respondieron:
—¡A-há! …
Luego Antonio vacilante y con su habitual timidez, dijo:
—Mami … ¡Ehm! … ¿Quieres? … ¿Podrías masturbarnos ahora? …
—Bueno … yo pensaba subir a bañarme ahora …
Mauro se hizo adelante preocupado:
—¡No, mami! … no … por favor … haznos una paja ahora …
—¡Uhmm! … bueno … ustedes hicieron mis mandados y merecen que yo les de prometido …
Me acerqué a ellos con mi remera apenas cubriendo mi ombligo y apretando mis hinchadas tetas, mis pezones presionando la delgada tela al límite, ellos estaban hipnotizados por mis pechos. Me puse de rodillas frente a ellos, mi posición favorita, luego extendí mis manos y aferré sus miembros calientes y duros. Se sentían suaves, aterciopelados y deliciosos. Por un tiempo me dediqué solo a presionarlos y mirar la exuberancia en sus pollas juveniles. Me encantaba la sensación de como sus vergas llenaban las palmas de mis manos y ese líquido tibio y pegajoso que salía de sus meatos y embadurnaba mis dedos. Repentinamente aumenté la velocidad saltando en mis talones y produciendo un movimiento impetuoso de mis tetas que saltaban junto conmigo, sabía que ellos querían mirarlas y les encantaba ver como rebotaban en el aire mientras mis manos se movían arriba y abajo furiosamente sobre sus pollas calientes.
Podía sentir las pulsaciones en sus pijas que se hinchaban en mis manos, entonces les sonreí:
—¡Uhmmmm! … chicos … parece que están disfrutando, ¿no? …
Respondieron al mismo tiempo:
—¡Demonios, mami! … ¡Sí! … ¡Sí! …
—Apuesto a que están pensando a la mujer de la revista que les está haciendo lo que yo les estoy haciendo, ¿verdad? …
—¡Oh, mami! … ¡Sí! …
Los vi tan ensimismados que de sorpresa les pregunté:
—¿Y como se llama ella? …
Antonio el más pequeño respondió automáticamente:
—Raquel …
Mauro inmediatamente le dio un codazo a su hermano menor:
—¡Hey! … ¿Qué te pasa? … no le hagas nada a mi chiquitico … mi bebito pequeño … ¿Te dolió, hijito? …
—No, mami …
—¡Oh! … así que esa misteriosa mujer se llama igual que yo … ¡que bueno saberlo! … entonces déjense de decirme mamá y llámenme con el nombre de esa mujer y díganme que cosas les gustaría que ella les hiciera …
—¿Podemos decirte palabras sucias, mami? …
Preguntó Antonio siempre tan emprendedor y entusiasta:
—¡Sí, mi amor! … ¡Llámame como quieras! … me gustas escuchar palabras sucias …
—¡Oh, Raquel! … acaricia mi verga más rápido … necesito correrme …
Me sorprendió mi hijo menor llamándome por mi nombre y pidiéndome algo tan cachondo como magrear su hermoso pene; solo sonreí y comencé a pajearlo con renovado ahínco. Inmediatamente Mauro se unió:
—Sí, Raquel … yo también quiero correrme … pajéame más fuerte …
Me estaba calentando demasiado arrodillada frente a ellos y con sus pijas en mis manos. Mauro y Antonio me miraban con los ojos entrecerrados, respirando afanosamente, su ojos impregnados de lujuria brillaban sicalípticamente. Mis dedos se cubrían cada vez más con el pre-semen de ellos. Sus glandes derramaban continuamente la crema del amor. Sus pollas tenían un hermoso color rojizo violáceo y relucían. Podía sentir las fuertes pulsaciones y como se endurecían cada vez más, ambos estaban a punto de explotar. Entonces reduje el ritmo de mis caricias diciéndoles:
—Chicos … estoy muy cansada después de nadar y jugar con vuestras pollas … ¿Por qué esta vez no lo terminan ustedes solitos? …
—¡Oh, mami! … ¡no! …
—Pero, mami … si lo estabas haciendo tan bien … ya casi llegábamos … nos masturbas tan rico, mamita …
Ese fue el comentario de mis hijo menor que se contorsionaba con su pija entre mis dedos. Me ruboricé un poco escuchando los halagos de mis hijos pidiéndome que continuara a masturbarlos y alabando mis cualidades.
—¿Y si yo les ayudo solo un poquito? …
Dije y me saqué la remera dejando mis dos tetas bamboleantes frente a ellos.
—¡Guau, mami! …
—¡Uhmmmm, mami! … ¿pero te vas a quedar ahí quietecita? …
Dijo Antonio con los ojos abiertos como platos. Metí mis manos bajo mis pechos y los levanté ante sus ojos desorbitados:
—Por supuesto … no iré a ningún lado … yo creo que a vuestra misteriosa mujer le encantaría verlos a ustedes dos masturbarse … algunas mujeres se excitan mucho al saber que los hombres fantasean con ella y se masturban por ellas …
Sabía que esto los estimularía, agarraron sus erecciones y comenzaron a mover sus pijas primero lentamente y luego cada vez más rápido. Esto hizo que mis pezones me dolieran de excitación, así que los agarré y retorcí hasta hacerme chillar de placer viendo a mis hijos masturbarse frente a mí. Al igual que yo, estaban subyugados y en sus ojos vi una lujuria incestuosa, comprendí que querían follarme, estaban locos por mí, pero yo no estaba lo suficientemente preparada.
De repente Mauro dejo de acariciar su polla:
—¡Oh, mami! … no tenemos pañuelos ni toallitas para limpiar …
Antonio me miró desesperado y en tono frenético dijo:
—¡Oh, mamá! … es verdad … ¡Anda! … ¡Ve a buscar algo para limpiarnos! …
Les sonreí sin moverme un ápice y les dije:
—Hijos … tengo que ir a bañarme … por esta vez dejaré que se corran sobre mí … ¿Quieren? …
Antonio intento abrir la boca, pero de su pene salió una gruesa hebra de semen directamente a mi frente que comenzó a escurrir sobre mis ojos:
—¡No en mi cara! … ¡No en mi cara! … ¡Aquí! … ¡En mis senos! …
Demasiado tarde, Mauro me roció las mejillas de cálida esperma y un chorro caliente entró en mi boca, luego apuntó hacia mis pechos, los dos se corrieron contemporáneamente y cubrieron mis pechos de tibio semen juvenil, con mis manos me embadurné mis pechos y mi torso. Se formó una cremosa sustancia que espalmé por mi cuerpo, luego me recosté en la alfombra y ellos exprimieron sus pijas sobre mí.
Mi coño era una laguna, afortunadamente había estado nadando y la mancha de mis calzoncitos de bikini parecían manchados con agua, pero yo sabía que eran mis fluidos los que empapaban el delgado género. Nunca me había mojado tanto por ningún hombre. Realmente me excité ver lo felices que estaban eyaculando sobre el cuerpo de su propia madre. Me puse de pie estilando semen de mis dedos, sostuve mis tetas en el aire y les pregunté:
—¿Les gustó? …
Antonio me miró a la cara y compungido me dijo:
—Mami … perdona por haber ensuciado tu cara …
—¡Ah! … eso no importa … tanto tengo que ir a ducharme …
Mauro no dijo nada, solo miraba mis tetas aún embadurnadas de semen. Me di cuenta de que le gustaba poder correrse sobre mí. Ambos confirmaron que les había gustado poder correrse en mi cuerpo, me dieron las gracias; entonces les anuncié que subiría a lavarme.
Rápidamente subí a mi dormitorio, cerré la puerta y corrí hacia mi tocador. Con mi mano aún cubierta del semen de mis hijos, abrí un cajón y extraje mi consolador más grande. Velozmente me fui al baño, a puerta cerrada, abrí la ducha. Me puse frente al espejo y comencé a follar mi coño a toda fuerza. Lamí el semen de mi cara, luego sostuve mis tetas cerca de mi boca y lamí todos los restos de semen que quedaban en mi pezones. El semen de mis hijos era divinamente exquisito. No necesité mucho tiempo para correrme con chillidos, sollozos y carcajadas de lujuria desenfrenada. Saqué el grueso consolador de mi coño y lo pasé por todos mi cuerpo, luego lo lamí pensando a las pollas de Mauro y Antonio. Casi deseé de tenerlos allí para chupar sus pijas, pero en el fondo de mi sabía que muy pronto haría eso y más.
(Continuará …)
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Wow, muy caliente.
Hola, excelentes relatos, me gustaría contactar contigo, así que te enviaré un correo.
Uff. Amaría pajear y chupar niños asi y que me vacíen sus bolas al menos afuera si no me cogen. Buena mami, para imitar