Mis niños: El inicio
Me quedé mirando a su hermana, con las piernas abiertas, la vagina roja con un poco de sangre y luego a su hermano, con la boca llena de leche y los labios rojos por un poco de la virginidad de su hermana. Sentí como rápidamente volví a ponerme duro, pero esta vez quería que ambos le sacara la leche.
Tengo dos hijos, ambos gemelos de 4 años. Acostumbran a estar encima de mí porque son muy apegados a mí, su madre es muy estricta y se la pasa todo el día trabajando fuera de casa. Por lo que tengo que masturbarme como loco, fue uno de esos días cuando tenía los ojos cerrados mientras me tocaba, recordando cuando desvirgué a mi hermanita de tres años por el culo cuando sentí una boca caliente en la cabeza de mi pene.
Miré hacia abajo y mi hija, carolina, chupaba la cabeza de mi pene como si fuera un chupete. Gemí y acaricie su cabeza, ella probablemente no entendía, pero yo estaba jodidamente en la gloria.
—Eso, amor, chupa a papi para que tengas tu leche —le dije.
Comencé a acariciarla, es verano así que solo traía puesto un vestidito. Puse mi mano en su culito y lo acaricie por todo su contorno mientras mi hija chupaba como un becerro mi pene, desesperada por obtener su leche.
Me sentía en la gloria porque no hay nada más rico y morboso que la boca de un niño. No me importaba que fuera mi hija, hoy le abriría su vagina para poder follarla cuando se me antoje. Le cargué la cabeza para que lo tomara más adentro y ella hizo arcadas, deje que se saliera y le enseñé como masturbarme.
Ella me miraba con un brillo en sus ojos.
—Lo haces perfecto, mi amor.
—¿Sí, papi?
Asiento con la cabeza. Muevo su calzón y toco su pequeña vagina, ella se sobresalta, pero no me aparta.
—Eres una putita caliente, chupándole el pene a tu papi —digo.
—Mi tete —dice ella y vuelve a chupar la cabeza de mi pene.
Tete, es su chupete. Costó mucho quitárselos a ambos porque supuestamente a esta edad ya no debían usarlo, pero quien iba a pensar que mi hija iba a encontrar un nuevo tete. Sonrío con perversidad, llevé mis dedos a la boca saboreando a mi pequeña hija y luego volví a tocarla. Poco a poco comenzó a lubricar, solo le tocaba su botoncito y lo sentí hincharse entre mis dedos.
—Papi —decía ella sin saber lo que yo le estaba haciendo.
—Chupa más fuerte amor —le dije.
Ella hizo un tipo de succión y me corrí en toda su boca. Ella se intentó salir y parte de mi semen le cayó en la boca y la parte delantera de su vestido. Parecía que no podía dejar de correrme mientras le apretaba su clítoris y bufaba como un toro. Ay dios, mi hija de cuatro años acababa de darme un bestial orgasmo como hace años no tenía.
Miré a mi hija que tenía un ojo cerrado porque tenía mi semen cerca de él. Me enderecé y le limpie con mis dedos para luego llevar mi corrida hasta su boca. Ella se estaba tragando a sus hermanitos. Mierda, que rico.
—¿Qué era eso, papi? —me pregunto abriendo la boca.
—Es tu nueva lechita hija, con ella serás grande e inteligente —le digo y la tomo en brazos dejándola acostada en la cama. Le saco su vestidito y ella me mira con inocencia. No es nada nuevo para ella porque la visto cada día. Paso mis manos por su torso apretando sus pezoncitos. Se arquea sorprendida por las sensaciones y yo me agacho a chupar sus tetitas inexistentes. Paso mis labios alrededor y chupo con fuerza.
—Ay papito, quiero hacer pipi —me dice.
Sé que está excitada, por lo que decido seguir. Bajo mi mano hasta su vagina y la obligo a abrir las piernas. Subo mis besos por su cuello mientras le toco despacio su clítoris. Mi hija gime despacito, subo a su boca y le doy pequeños besitos contra sus labios que la hacen sonreír mientras meto el primer dedo dentro de ella.
—Ah que oyito tan apretadito —le digo dándole besos—. ¿Amas a papi, mi amor?
Ella mueve la cabeza afirmativamente y yo vuelvo a bajar a sus tetitas chupándolas con fuerza. Muevo el dedo adentro y fuera, y luego meto otro para comenzar a dilatar su vagina. Ella hace una mueca de dolor, pero no dice nada.
—Hoy vas a ser la mujercita de papii —le digo y ella asiente–. Te voy a hacer mi mujercita y te meteré la polla en donde quiera.
—Si papito, te amo.
—Cada mañana vendrás por tu ración de lechita, ¿Verdad, mi niña?
Ella asentía con sus ojitos cerrados, es increíble lo que una niña de 4 años puede sentir, porque empiezan con todas estás sensaciones nuevas y exploratorias. Muevo mis dedos adentro y afuera y en forma de tijeras para abrirla para mí. Mi pene que se apoya en sus muslos, está completamente duro.
—Eso es nenita, dale a papi tus juguitos —la alago y ella me sonríe con amor e inocencia.
La puerta de la habitación se abre y entra su hermano, mi otro hijo. Sube rápido a la cama y nos queda mirando.
—¿Qué hacen? —pregunta.
No me gustan los hombres, en mi vida solo me he cogido a una niña y fue a mi hermana, a la que todavía me cojo de vez en cuando voy a verla al psiquiátrico. Resulta que era esquizofrénica, por lo que cuando dijo que yo le había roto el culo, nadie le creyó.
—Papi me dio de su lechita para que crezca grande e inteligente —le contó mi niña. Mi hijo Mateo, abrió los ojos y me miró.
—¡Yo también quiero, papi!
Yo nunca había dejado de mover mis dedos dentro de mi hija. Mi pene al escuchar las palabras de mi hijo, saltó en el muslo de mi hija.
—Ven aquí —le dije a mi hijo mientras me posicionaba de espaldas y le apuntaba a mi pene—. Chupalo hasta que salga la lechita.
Él se acercó y lo comenzó a chupar igual que a su tete. Lo agarró con su manito y chupaba con tantas ganas que me hacía estremecer. Obviamente estaba desesperado por conseguir la lechita que había probado su hermana. Le indique a mi hija que se sentara en mi cara y así comencé a comerle la vagina y meterle los dedos mientras su hermanito me chupaba el pene.
Los sonidos de saliva de mi hijo y los pequeños gemidos de mi hija mientras le chupaba la vagina me tenían en las nubes, pero no quería correrme primero sin haber desvirgado a mi hija. Agarré la cabeza de Mateo y lo aleje de mi pene, él frunció el ceño.
—Ahora voy a hacer mujercita a tu hermanita, y luego te daré tu lechita, ¿bueno?
Él asintió aunque no estaba feliz. Creí que ya había dilatado lo suficiente a Carolina, así que la acosté de espalda y me posicioné entre sus piernas pasando mi pene que estaba como un fierro de lo excitado que estaba, por toda la rajita de mi niña.
—Chúpale las tetitas a tu hermana —le digo a Mateo apuntándole a las tetitas de su hermana.
Mi hijo obediente se acercó a las tetitas de su hermana y comenzó a chuparlas. Caro cerraba sus ojitos, así que decidí entrar.
—Va a dolerte un poco al principio mi amor, pero luego sentirás tan rico que no querrás salirte de ella.
Puse la cabeza de mi pene en su rajita y comencé a entrar. Costó un poco, pero ya la había dilatado bastante por lo que en un dos por tres ya estaba rompiendo su himen. Ella grito y su hermano se asustó, pero le empuje nuevamente su cabecita a las tetitas de su hermana. Me agaché para besar a mi hija y hacerle cariño mientras esperaba que se acostumbraba a mi tamaño. Su vagina me apretaba como un guante y me excitaba tanto ver como su hermanito le chupaba las tetas y no podía dejar de pensar en como se vería cuando ella las tuviera más grandes y yo y su hermano nos prendaramos de ellas como unos bebés.
Sali con cuidado y volví a entrar. Ahora ya podía hacerlo mejor así que comencé a acelerar las embestidas cada vez más.
—Pasate a su otra tetita, hijo —le dije.
Mateo lo hizo y mi hija cerró nuevamente sus ojitos.
Llevé mi pulgar a la boca de mi niña y ella me miró. Le indique que abriera su boca y lo meti dentro tocando su lenguita sin dejar de cogerla.
—Chupa.
Ella lo hizo y la escena era tan jodidamente erótica que no me pude detener y comencé a darle cada vez más fuerte. Su vagina lubricaba exquisito y lleve el dedo mojado hasta su clítoris para acariciarlo. La tenía sobre estimulada, cogiéndola, tocando su clítoris y su hermano chupando sus tetas. Finalmente mi hija tuvo lo que parecía ser su primer orgasmo, su rostro se contorsiono y su cuerpo se estremeció.
Yo ya estaba listo, su vagina caliente y estrecha era lo mejor que había probado. Me salí rápidamente cuando sentí que iba a correrme.
—Tu leche hijo —avisé.
Él se desprendió de la tetita de su hermana y se acercó a mi pene abriendo la boquita. Se lo eché en la boca soltando un gruñido y él se lo tragó con una sonrisa satisfecha. Me quedé mirando a su hermana, con las piernas abiertas, la vagina roja con un poco de sangre y luego a su hermano, con la boca llena de leche y los labios rojos por un poco de la virginidad de su hermana.
Sentí como rápidamente volví a ponerme duro, pero esta vez quería que ambos le sacara la lechita a su papi.
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