Mis padres, mi hermana y yo cogiendo en la oscuridad
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Su pequeña mano bajaba de la punta al tronco para dejar paso a que su boca intentase engullir todo lo que podía, dándome esa rica sensación de estar tirándome la más apretada de la panochas. Su respiración agitada.
Estábamos bajo las colchas sobre una vieja colchoneta que nos servía de cama, en aquel cuartucho que nos servía de dormitorio a toda la familia. Papá y mamá dormían en una de las camas que teníamos, en otra mis pequeños hermanos de 3 y 1 año. Al lado nuestro y en colchoneta dormían los otros 2, una hembra de 12 y nuestro hermano de 10.
Beatriz quien ahora mismo estaba con casi 10 cm de verga en su boca tenía 14 y yo próximo a cumplir los 16.
Serían las 2 de la madrugada y nos había despertado el ruido de mis padres teniendo sexo, quitándonos el sueño y calentándonos a tal punto que aún con el riesgo que implicaba estar a tan sólo metros de ellos, ahí estábamos mi hermana y yo dándonos placer tal como lo hacíamos desde hace unos tres años atrás. Nuestro único amparo, las cobijas que nos cubrían y una oscuridad casi total que apenas dejaba ver las sombras. Desde donde estábamos sin embargo y por estar ellos en un lugar elevado, podíamos distinguir que era mi padre quien estaba con su cabeza entre las gruesas piernas de mamá. Adivinábamos que le daba lengua.
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En relatos anteriores les he contado que los juegos sexuales con mis hermanos era un secreto a voces entre algunos miembros de la familia, ya sea porque eran parte o porque nos descubrían. Mi madre sabía o al menos su instinto femenino le hacía saber que algo pasaba con sus hijos ya que a manera de comentario o indirecta me había dicho en una ocasión que tuviera cuidado con lo que hacía a las niñas – refiriéndose según entendí a mis hermanas -. Mi padre suponíamos que no, al menos hasta ahora. Porque cuando se enteró él mismo terminó cogiéndose a mi hermana.
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Pues bien. Volviendo al relato, los gemidos de mamá delataban el gusto que sentía. Prolongados, agudos, intensos. Su ummmm de placer combinados con el ruido de una lengua chapoteando una vulva y el crujir de una cama hacía pensar que a mi madre le estaban dando la mejor chupada de chocho que se pueda imaginar. Que ricoooo ummmm que ricoooo papi – musitaba como si tratase de apagar su voz a propósito para no ser escuchada, talvez por el pudor de madre ante sus hijos, lógico en su caso sabiendo que no estaban solos.
Yo igual intentaba a toda costa reprimir lo que me estaba haciendo sentir mi perversa hermana, quien había pasado de mamar mi verga a chuparme los huevos. Sentir mis bolas adentro de su boca era algo indescriptible, que no ser el caso me hubiera hecho suspirar hondo y gemir como poseído sexual. Beatriz igual se sentía excitada. Pude saber que con una de sus manos se daba placer en su chochito.
El cuarto olía a sexo. Se respiraba sexo, se sentía a sexo. Mamá gemía. Papá respiraba fuerte, la cama rechinaba como si quisiera delatarlos por lo que estaban haciendo.
– Date vuelta – se escuchó decir a mi padre –
Aún con la poca luz que pudiera haber en esa casi total oscurana se pudo ver a mi madre colocándose de rodillas con sus manos sobre el colchón y a papá con su rabo en la mano tanteando la entrada de la gran vulva de mamá. – Estas caliente putita – susurró mi padre – ¿Quieres sentir mi verga – continuó – ¿Quieres que te raje el culo?
Aunque parecía que papá hablaba sólo, podía sentirse que las palabras si causaban su efecto. A mamá parecía gustarle, más gemía, más parecía pedir que de una vez se la metieran hasta el fondo. Ya papi – dijo entre dientes – métela.
Fue una sola embestida y mamá pareció recibir la más sabrosa de las vergas porque emitió un prolongado gritito de satisfacción que se haya escuchado. Mi padre quizás creía cogerse a una yegua porque no dejaba de palmearle las nalgas. Era una estampa peculiar, mi madre alta y de nalgas grandes, papá flacucho y bajito dándole de perro, dándole verga como a la más puta, cogiéndola como un verdadero degenerado.
Beatriz mi hermana quizás contagiada con lo escuchábamos empezó a dar signos de que su excitación era mayor que las tantas veces que teníamos sexo, respiraba agitada, su voz entrecortada, su piel totalmente eriza y caliente. Podía sentírsele la calentura a flor de piel. Su boca húmeda era diferente al engullir mi verga.
Súbitamente dejó de mamar mi pito y se colocó igual que su madre, de perro, como si quisiese sentir lo mismo que ella disfrutaba en ese momento. Sin más, me puse atrás suyo y sin siquiera lubricarla (Estaba de lo mojada que la hubiese sentido antes) se la dejé ir toda, hasta el fondo sin que pudiera evitar mi hermana esconder un gran suspiro de satisfacción. Agarrado a sus caderas pude saber cuándo mis padres pararon de coger y en la oscuridad escudriñaron para ver lo que hacían sus hijos. Sin embargo o no le dieron importancia o simplemente estaban compenetrados en lo suyo porque inmediatamente siguieron en su descomunal cogida. Beatriz y yo igual culeabamos casi temor alguno. Creo saber que ellos sabían lo nuestro al igual que nosotros lo que ellos hacían. Los gemidos de mi hermana y de mi mamá prácticamente se confundían, la respiración de papá y mía podía palparse en el ambiente.
Fueron largos y excitantes minutos de sexo entre ambas parejas, mamá y sus prolongados aunque apagados gemidos, Beatriz mi hermana igual gimiendo aunque para evitar mayor ruido había enterrado su cabecita entre las sábanas. Papá resoplando duro a punto de acabar, yo nervioso y con la verga a lo que podía de inflamada por la excitación, mi respiración a tope, el corazón a punto de infarto. A cada embestida podía sentir las contracciones en la cuevita de Beatriz, su espalda arqueada.
Estaba acabando y tampoco pude contenerme más y me descargué en sendos chorros de leche caliente. El bufido de gusto de mi padre igual era el indicio claro que igual le estaba llenando el chocho de crema a mamá, los 4 habíamos llegado al orgasmo juntos. Sólo nuestra respiración cansada reinó en aquella casi total oscuridad, que luego dio paso a u silencio acusador. Porque, cierto era que ellos habían tenido sexo, pero era algo normal. ¿Qué nos dirían? Seguro nos castigarían. Con ese pensamiento muy adentro de mi cabeza me quedé dormido abrazado a mi cómplice de sexo, Beatriz.
Increíble que al amanecer nadie nos dijo nada. Bueno, mamá no estaba pues había ido a trabajar. Papá sí, pero igual se portó de lo más normal. Como trabajaba por la tarde estuvo con nosotros durante la mañana y luego se fue dejándonos como siempre al cuidado de la casa y de nuestros hermanos menores.
Seguiré contando….
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