Mostrándole el bulto a la Suegra
Un momento de adrenalina..
No es algo que se suponía que debía pasar, créemelo. Mi suegra no es atractiva, no es sexy, no tiene unas tetas enormes ni un trasero enorme. Esto pasó con mi suegra, mama de mi ex esposa. Durante unos 2 años después de que empezamos a salir, vivimos en la casa de sus padres. Yo trabajaba en la construcción, pero era invierno, así que solo trabajaba dos o tres días a la semana. Mi esposa trabajaba en el segundo turno del centro comercial, así que pasábamos el rato juntos por las mañanas, pero ella se iba a trabajar alrededor del mediodía y regresaba alrededor de las 10 de la noche. Mi suegro también trabajaba en el segundo turno, pero dormía en una habitación en el piso de arriba. Rara vez bajaba, solo para desayunar o para charlar un rato con todos. No estoy seguro de qué pasaba con esa relación y mi esposa no hablaba mucho de eso. Algo me decía que lo tenía castigado la suegra por ponerle los cuernos.
Bueno, vayamos al grano. Era diciembre y yo estaba descansando en casa mirando televisión, comiendo algo, trabajando en la computadora o haciendo lo que podía para mantenerme ocupado. Un día, después de que mi esposa se fuera a trabajar, decidí tomar una buena ducha caliente. Mientras me vestía, me di cuenta de que olvidé traer ropa interior, así que me puse mis bermudas y una camiseta. Por lo regular no acostumbro andar con las bolas sueltas, pero me sentí bien así y decidí quedarme como estaba. Después de un rato, me senté en el sofá y comencé a mirar televisión mientras mi suegra sentaba en el otro sillon y miraba conmigo. Al poco tiempo me quedé dormido, no recuerdo en qué estaba pensando o soñando, pero en algún lugar de mis sueños algo bueno estaba sucediendo y comencé a tener una erección. Estoy seguro de que estuve alli soñando durante aproximadamente una hora y cuando de repente desperté. Me di cuenta de que tenía la verga pero bien tiesa en mis bermudas. No entré en pánico ni atraía más atención hacia mí. Simplemente me moví y empujé mi pene hacia mi pierna y contra mi muslo. Miré directamente a la televisión y pretendí que nada había pasado. Pero al mismo tiempo, giraba mis ojos hacia la derecha para ver si mi suegra se había dado cuenta de lo que había sucedido.
Con solo mirar la expresión de su rostro y la forma en que respiraba, me di cuenta de que lo había visto todo.
Después de ablandarse esa verga llena de sangre, me despedí y fui al dormitorio. Me senté allí y pensé en lo que sucedería si le dijera a mi esposa que estaba sentado en el sofá con un la verga bien erecta en mis bermudas.
Después de todo mi pánico y de pensar en la situación, habían pasado 2 días y ni mi esposa ni mi suegra dijeron una palabra. Fue entonces cuando el pequeño diablo que está dentro de todos nosotros salió y me susurró algo al oído. «A ella le gustó». Eso fue lo que me dijo el pequeño diablo. Ahora era sábado, mi esposa se estaba preparando para el trabajo y mi suegro se iba a hacer lo que fuera que hacía todos los sábados y domingos y no regresaba hasta bastante tarde. Tan pronto como mi esposa se fue, fui a mi habitación y elegí las bermudas más delgados que pude encontrar. Encontré estos como de material estilo pants, grises de algodón delgado que no había usado en un tiempo y una camiseta de algodón blanca, luego me dirigí al baño para tomar una buena ducha larga y caliente. Después de mi ducha, me seque, me puse los shorts y la camisa y procedí a ponerme semi duro. Entré a la cocina caminando alrededor de mi suegra asegurándome de hacer un gran espectáculo de mí mismo y de asegurarme de que ella pudiera ver bien mi polla colgante. Sí, lo que estaba haciendo era malvado, irrespetuoso e inapropiado. Pero en ese momento no me importaba una mierda. Hablé un poco mientras me preparaba un sándwich y un poco de café. Lavé algunos platos mientras empujaba mi pene contra la encimera y me aseguré de que todavía estuviera parcialmente erecto. Hice todo lo posible para asegurarme de que ella viera el bulto que le estaba mostrando.
Fue estimulante. La mejor parte fue cuando me incliné hacia atrás apoyándome en la mesa empujando mis caderas hacia adelante para asegurarme de que mi pene fuera completamente visible. En ese momento sentí que mi pene se movía un poco y, como si fuera una señal, sus ojos se dirigieron hacia abajo y también lo notaron. Oh, sí, lo vio, su cara comenzó a enrojecerse, pero mantuve la compostura y actué como si nada hubiera pasado. Seguí charlando. Fue muy emocionante y en ese momento comencé a ponerme duro. Cuando sentí que mi pene se ponía más duro, pude ver que era difícil para ella mantener el contacto visual y miraba furtivamente hacia mi entrepierna. Seguí charlando sobre tonterías. Se levantó rápidamente y respiró profundamente como si estuviera tratando de recuperar el aliento y, mientras la miraba directamente a los ojos, se disculpó y se fue de la cocina. Tenía una sonrisa diabólica en mi rostro mientras se alejaba. Cuando se fue de la cocina, miré mi entrepierna y le dije a mi orgullosa polla: «Buen trabajo».
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