Mostrar para pervertir y provocar [Parte 1]
Mi nombre es Henry, tengo 42 años y quiero contar en distintos relatos, diversas situaciones que me permitieron mostrarme de alguna forma u otra como lo que soy, un depravado, un pervertido sin remedio y delante de otras personas, de toda edad y género. .
Crecí en una familia carente de cualquier tipo de amor y respeto. Mis hermanos y yo vinimos a este mundo porque así se dio, pero no fuimos planeados ni mucho menos. Desde pequeño fue testigo de las infidelidades de mi padre y de como mi madre aprovechaba las desventuras y días de borrachera de papá para traer a mi tío a casa y pasar el rato cogiendo. Aunque nunca se dijo nada al respecto, todos en casa sabemos que mi hermano menor ‘Junior’ es hijo de mi tío paterno.
Creo que lo que soy ahora es resultado de las enseñanzas de mi tío. Su nombre es Paolo, por cierto.
Un día al volver de la escuela escuché como era costumbre, el alboroto de mi madre mientras mi tío se la culeaba fuerte. Yo, que ya venía caliente porque Jimena, la chica que me traía loco se la pasó todo el día agarrándome el bulto cada que podía, lo único es que se lo hacía a todos, no solo a mí.
Pasé por la habitación de mamá y allí estaba la muy perra a cuatro patas con la cara enterrada en el colchón y mi tío como todo un semental enterrándosela hasta el fondo, como queriendo meterle hasta los huevos. Paolo me vio y me mostró por primera vez una cara que me hizo sentir tremendamente excitado. Él, mirándome fijamente mientras seguía clavando a mi madre, sacaba la lengua y la movía como loco en todas direcciones, empezó a pellizcarse también un pezón y me hacía señas con la cabeza invitándome a pasar a la habitación.
Yo me quedé inmóvil sin saber qué hacer, me di cuenta que mi tío Paolo me miraba el bulto que se me empezaba a notar y me lanzó un par de besos insonoros al aire dirigidos a mi tímida verga. En definitiva se me terminó de levantar y yo con un poco de susto acepté entrar a la habitación.
Paolo se aseguró de mantener la cara de mi madre enterrada en la almohada haciendo presión con una mano y mientras se salía de ella, vi su pene goteando y brillante al salir de esa húmeda cueva. Me hizo señas para ubicarme tras mi madre y con su mano libre le abrió los pliegues del coño dejándome ver el hueco abierto que le estaba dejando de tanta verga recibida. Yo noté como la perra seguía excitada porque su hueco se abría y cerrada todavía exigiendo ser penetrada y preñada.
Mi tío dejó su coño para sobarme a mí la verga sobre el pantalón. Me sobaba y apretaba ligeramente la punta y al principio me dejé pero luego solo me asusté porque empezaba a gustarme demasiado y salí de la habitación haciendo el menor ruido posible.
En el presente, todo lo que aplico me lo enseñó Paolo con mi madre, mis primas y chicas cualquiera que él se conseguía.
Tengo dos trabajos de medio tiempo, uno como ayudante de cocina en comedor público y otro como repartir de comida por las noches.
En el comedor tengo una costumbre perversa que no puedo dejar de lado, es como una necesidad que me gana. Siempre voy al baño antes de empezar a preparar los alimentos »para asearme» pero en realidad me pajeo para tener las manos lo más sucias posible de verga. Cuando me corro, hago como si me enjabonara con mi propio semen hasta que se absorbe y es cuando estoy listo para empezar. Como yo me encargo del pan, allí voy yo a amasar con residuos de semen en las manos y me excito de solo pensar en los niños, adolescentes y adultos que se llevarán esto a la boca, ufff, como me pone. De momento no me atrevía a colocar directamente mi lechada en la masa por miedo a ser descubierto, pero eso cambió con el tiempo.
Aprovecho para andar siempre sin ropa interior y que me sea más fácil manipularme los genitales. Estoy todo el tiempo sobándome la verga y los huevos y así mismo le doy la mano a las personas. Como aquella vez durante una festividad, en el comedor permitían a los niños degustar los distintos sabores de crema y gelatina que habían sobrado, solo permitían 2 sabores por niños porque la idea no era que se enfermaran tampoco con tanto dulce.
Yo aproveché que la cocina quedó sola, dado a que la fiesta se extendió y yo me ofrecí a quedarme más tiempo, ese día no tenía que repartir por la noche, no era mi turno. Una nena preciosa alrededor de los 6 años entró, quizá se le escapó a los padres para venir a probar más dulces. Me preguntó si aún quedaba crema de chile y yo sabiendo que sí le dije que no estaba seguro, que debía buscar. Ella se quedó tras el mostrador de la cocina al frente mío y como el mesón me llegaba a la cintura, me saqué la verga y me la empecé a jalar mientras veía su boquita, esa que me estaba provocando unas ganas insanas de arrastrarla a mi lado y me chupara bien rico la verga, los huevos y el culo peludo, la haría comer y tragar leche y pelos de mis huevos. Pero me cortaron el rollo al escuchar de pronto por el pasillo como al parecer la madre la llamaba ‘Mary, Mary…’
Me guardé la verga rápido pero de lo caliente y rico que la estaba jalando, mi verga había estado babeando demasiado, podía sentirlo.
Oh, Mary, aquí estás. Y entonces me vio a mí. Ah, hola, disculpe, mi hija se ha metido aquí a molestarle, cierto?
No, para nada, Sra. Vino a buscar un poco más de crema, estaba a punto de dársela (ya casi le daba leche recién ordeñada vieja pendeja, casi la hago probar lo que creo sería su primera leche de verga)
Agarré un vasito desechable y fui hasta la nevera para sacar el recipiente con la crema. Lo coloqué sobre el mostrador pero sostuve todo el tiempo el vaso bajo el mesón, sí, me había vuelto a sacar la verga. Si ella no se iba a tragar mi leche de macho, al menos que probara un poquito de baba vergal. Tomé la crema que podía darle y me apreté el glande lo mejor que pude dejando caer algo de pre cum. Tomé una cucharita desechable y la restregué todita por mis huevos. Si no estuve la madre me la hubiese metido un par de veces en el culo, capaz y salía con un poco de ‘premio’
Aquí tiene, es lo máximo que puedo darle, no nos permiten dar más dulces a los niños, me pueden regañar. – Le entregué el vaso a la madre y esta se lo pasó a su hija. Yo no quería desaprovechar que tenía la mano sucia de verga y se le ofrecí a la madre para presentarme. – Mi nombre es Henry, encantado.
–Oh Henry, mi nombre es Natalia, encantada. Le doy las gracias y disculpe nuevamente a mi hija, ya sabe como son a esta edad.
–Si, lo sé, no se preocupe. A esa edad ya empiezan a querer tomar algunas decisiones por su cuenta (a esa edad ya toca enseñarles a zorrear y putear para que se comporten como lo que son, hembras hechas para dar sus huecos al macho que se les cruce delante y aprendan a dar placer con la boca, manos, tetas, pachocha, culo y pies.)
Nos sonreímos por última vez y salieron de la cocina. Yo aún tenía ganas de correrme así que tomé el recipiente con la crema restante y allí me desleché. Mezclé y guardé.
Por favor continúa completo la parte de tu madre y tu tío más extensamente por fa gracias!
Uuuf si, sigue tio, que rico