Mostrar para pervertir y provocar [Parte 2]
Primera enseñanza del tío Paolo.
Recuerdo preguntarle a mi tío Paolo como hacer que una mujer u hombre se interesara en mí, no voy a mentir, especialmente los más peques. No quería jugármela mucho y fantaseaba con que fuesen ellos quiénes me desearan a mí a muerte e intentaran seducirme mostrándome sus cuerpos y rogando porque les enseñara igualmente mi desnudez.
Este fue el tip que me dio:
La clave está en ser el anzuelo de la caña de pescar, si te desesperas el pez se asustará y se escapará. Mantener la calma es duro, la ansiedad te mata por dentro, pero el proceso es igual de placentero que aquel momento donde por fin pican y jalas la caña.
Fue entonces cuando me dijo que olvidara el usar ropa interior, era mejor ir suelto bajo los pantalones y dependiendo de la estrategia del momento, me recomendó usar ropa deportiva.
Fuimos durante mi primer día de entrenamiento a una cancha de fútbol de barrio que estaba un poco abandonada, era algo sucia, había siempre arena por todos lados y el piso totalmente desgastado. Allí solían quedar algunos adolescentes para pasar la tarde, fumar o incluso culear cuando llevaba la noche. Alrededor habían muchos arboles y matojos así que era un lugar discreto para algunos amantes.
Yo tenía en ese momento 14 años y se me iban los ojos con cada culo que se me ponía delante, desde la más vieja hasta la más tiernita, a todas les tenía unas ganas insanas de mostrarles la verga y que me dejaran ellas verle las tetas.
-Mira allí, Henry. Un par de zorritas en esa esquina. Demuéstrame qué harías para llamar su atención.
No tenía nada claro ante el reto de Paolo y eso me llevó a fracasar en esta ocasión. Como todo un urgido me acerqué ambas parecían ser de mi edad. Intenté hacerme el tímido al principio mientras les preguntaba el nombre y cuando respondían no podía despegar la vista de sus labios. Ohh… ya me las imaginaba a ambas de rodilla compartiendo mi verga.
Hice entonces lo más estúpido, les pregunté si querían ver algo y al tener una respuesta positiva me bajé la licra deportiva para que me la viesen. Solo por unos microsegundos se quedaron paralizadas pero enseguida se levantaron mientras me insultaban e incluso me lanzaron alguna piedra que tenían a la mano.
Yo me subí la licra rápidamente y corrí de regreso a buscar a Paolo pero no lo vi, no podía haberse ido sin mí así que me senté donde anteriormente estaba y fue cuando me di cuenta que estaba tumbado como »descansando» bajo uno de los grandes arboles de la zona. Lo que llamó mi atención es que se había tapado el rostro con la gorra, tenía uno de sus brazos sobre su cabeza y las piernas un poco recogidas, cosa que hacía que su pantalón corto se recogiera y el bulto se le marcaba.
A su lado había una nena de 10 años aprox. Ella como quién no quiere la cosa, se le quedaba viendo la entrepierna y luego hacía como que jugaba en la arena.
Paolo hizo un falso amague por rascarse el muslo y dejó adrede el glande asomando por un lado. Volvió a »dormir» y aquello despertó mucho más la curiosidad de la nena que hasta intentaba acercarse disimuladamente para verle mejor la picha a Paolo.
Yo no tenía una visión detallada, pero ya en ese punto sospechaba que él pulsaba intencionalmente su verga para moverla y mantener la atención de la nena. Ella seguía intentando disimular pero ya se encontraba en cuchillas y se le marcaba rico la panochita.
Fue entonces que Paolo que como último y rápido movimiento, se inclinó para levantarse pero mientras lo hacía, tomaba con una mano su gorra y se la colocaba y con la otra a modo flash, había empujado su pantalón para que la verga se saliese aún más. Era obvio que la nenita se la había alcanzado a ver en HD, la verga bien parada y los huevos peludos de Paolo. Él ni siquiera la miró. Así como le dejó ver, al segundo la guardó, se levantó y vino hasta mí.
-¿Entiendes lo que ha pasado aquí, Henry? – Bueno, llámenme idiota pero no lo había terminado de comprender del todo en ese momento. – Si vas con la nena como un desesperado a bajarte los pantalones, las asustas, lo que tú quieras es que ellas empiecen a sentir morbo por ti, tienes que hacer que sean ellas las que te busquen, las que no puedan dejar de pensar en esto -Y me empezó a sobar suavecito.
-Hazles creer que tú no te enteras de nada. Busca lugares discretos y acomódate de tal forma que se te alcance a ver un poco »por accidente» ese es el primer paso para despertar su curiosidad. Lo segundo es que que no les mires, si se dan cuenta que están siendo observadas, les entra el pánico y se van. Mientras tú te haces el loco y ellas crean que disimulan, tú busca la manera de darles más, provoca que ese »accidente» sea un poco mayor, que sea más notorio. Si tienes ya fichada a alguna chica, alguna vecina por ejemplo, cada vez que tengas oportunidad crea accidentes, pero tienes qué hacerlo bien para que ellas se vayan enamorando de tu verga, te juro que no dejarán de pensar en eso y sentirán cosquillas en la panocha todo santo día. Con el tiempo empezarán a coquetearte y a buscarte para que les calmes esa calentura.
Mientras él hablaba, yo estaba con la verga en mi punto más duro, la verdad no me daba miedo que nos viesen porque ya estaba más oscuro y la cancha no tenía luces, lo poco que se venía era por la luz de los alrededores.
Paolo me cargó y para asegurarse más, me llevó a la esquina más oscura y allí empezó a besarme el cuello mientras me daba un masajito alrededor del ano. A esta edad todavía no me había dejado penetrar por él, pero si se la había chupado y él a mí.
–Ya sabes las ganas que tengo que quitarte lo virgencito, que ganas de verte modelándome unas tanguitas, pero sabes qué otra cosa me vuelve loco? – me preguntaba mientras tomaba mi mano y la introducía en su pantalón para que se la jalara. –Quiero que tú me culees a mí, quiero tener a un nene como tú dándome por el culo, te lo imaginas Henry? Que escena tan rica y depravada que un adulto esté a cuatro patas mientras un nene le come el culo y se lo folla. Tú tienes permiso para violarme, Henry, quiero tu leche en mis tripas, mi amor.
Estuve a nada de correrme solo con sus palabras, pero más porque había empezado a chupármela como un obseso, me pasaba la lengua como un loco por los huevos y me pajeaba deprisa.
-No aguanto, Henry, te quiero hacer mi mujercita. -Me agarró desprevenido y con fuerza me hizo ponerme en cuatro allí en el suelo. Me bajó la licra y le pedí que no lo hiciera que no quería hacer nada en ese lugar pero ni caso me hacía. La verdad es que me sentí como probablemente se sentía la puta sucia de mi madre al sentir el glande baboso de Paolo acariciándome el ojete. Estaba dispuesto a dejarme violar y tenía pensado gemir y gritar duro para que nos viniesen a ver culear.
Pero nos interrumpieron. Escuchamos un ruido y nos separamos, intentamos quedarnos en silencio pero Paolo me tomó de la mano y me dijo que mejor volviésemos a casa.
Aquella noche llovió y como el tejado de casa era de metal, aquello era un concierto impresionante. No se escuchaba otra cosa más que lluvia y claro, Paolo como ya vivía allí, aprovechó para meterse a mi cuarto desnudo. –Desnúdate, cariño. vamos a darnos calor. – Lo hice y me acosté a su lado apoyándome en su pecho peludo. Qué sensación tan rica.
–Henry, lástima que tu madre no parió hembras, estaríamos los dos abriéndole más los huecos a alguna hermanita tuya. ¿Ya has metido la verga en alguna panocha?
Y le confesé que no, yo seguía siendo un triste pajero trastornado que a menudo se sumergía en sus fantasías. Esas donde era el macho que toda hembra deseaba, tenía una buena verga y nunca me cansaba de culear y culear, a todas las preñaba y a mis propias crías también me las cogía, las regalaba o las vendía. En mis sueños no me importaba nada ni nadie, solo yo y mis más bajos y depravados deseos sexuales.
¿Se la meterías a tu madre?
Claro que se la metería, desde que vi con mis ojos sus huecos usados bien abiertos y hambrientos, no dejaba de pensar en ella como una prostituta más, claro que me la quería culear pero le confesé a Paolo que me sentía un tanto acomplejado puesto que a mis 14 años, mi verga no era tan grande y ni punto de comparación con la de él que si bien era un tamaño promedio, era mucho más gruesa y más larga que la mía.
Él no dijo más, solo me puso boca abajo y se ubicó tras de mí acomodando su verga entre mis nalgas. Intentó moverse pero no resbalaba así que me abrió con las manos y escupió fuerte atinando en mi ano. Ahora si, nuevamente se apoyaba sobre mi restregándose y besándome rico el cuello.
-¿Te gusta esto? -Sí, tío.
-Esto es incesto, Henry, ¿te mola el incesto?– me encanta, es delicioso
-¿Te gustan las nenitas? -Me vuelven loco
-¿Sabes como se le llama a eso cierto? -Sí…
-¿Cómo se le llama? Dímelo, Henry. Sé tú mismo, déjate hacer, déjate guiar por mí y tendrás todo lo que siempre has querido.
Me quedé en silencio disfrutando del faje, por momentos crecía que me penetraría en serio, pero no. El glande seguía acariciándome alrededor, volviéndome loco. Cada vez que estaba así con Paolo, me imagina siendo él y teniendo debajo a cualquier persona, hablándole al oído, contándole como iba a proceder a violarle, que esperaba que gritase y mucho, que pidiese ayuda o pataleara, no me importaba porque igual le haría lo que sea que se me pasara por la cabeza.
Contéstame, Henry. – Paolo me sacó de mi pequeña ensoñación.
-Pedofilia, Paolo, se llama pedofilia. – Hmmm…. – él gimió tras mi respuesta y empezó a moverse más rápido, sentí que me aplastaba más fuerte y tenía ahora su aliento en mi oído.
-Sí, Henry… pedofilia, que rico. Es lo que tú eres y lo que soy yo, amate así, mi amor, acepta que te gustan las panochitas tiernas y los penes de bebés. Acepta que sueñas incluso con preñar a cualquier mujer para pervertir a tu cría, quieres que ella se desviva por ti y por tu verga, así es como tiene que ser, Henry. Que rico ser un depravado, todo se disfruta más. – Ahhhh….. Henry que rico siento, te quiero ver violando a alguien, pero por lo pronto te ayudaré a culear con tu madre, ella no pondrá resistencia te lo aseguro y de hacerlo lo pasaríamos mejor tú y yo doblegándola, haciéndole entender su deber de hembra. Sus huecos están para dar placer al macho sin importar quién sea este.
Yo empecé a moverme también bajo Paolo, o al menos eso intentaba porque ya empezaba a ahogarme un poco teniéndolo a él tan grande y varonil sobre mí. Alzaba mi culo lo que más me daba para que supiera que estaba entregado, que aceptaba lo que me daba y lo que él era, lo que somos. Dos enfermos amantes de lo prohibido, del incesto y la pedofilia.
Ahh… y de la zoofilia.
Hola, me gusto tu relato neta es excitante estos relatos pero ya hace tiempo que no sigues? Podrías seguir contando cosas que hiciste como el de la comida donde hacías cosas asquerosas y ricas con la comida?