NATASHA Y EL PROFESOR DE GIMNASIA – 4
Juan, Natasha y Lucía hacen balance de la fiesta en Guadalajara y estrechan lazos de cara al futuro.
Capítulo 4
Al fin Lucía se atrevió a preguntarme qué tal lo había pasado la noche anterior en la fiesta.
Fui muy sincera en mi respuesta. Le confesé que al principio muy bien, que disfruté como loca de sus pollas y sus folladas, de la bebida y de todo el sexo que tuve, pero que a partir de cuando me empezaron a manipular el culo ya no recordaba absolutamente nada.
Nos han dado los vídeos con todo que yo hemos hecho desde que empezamos el juego de cartas. Era una cinta de cuatro horas y otra de dos. Podemos verlos juntas si quieres, –me dijo–, y le contesté que quizá después de cenar me animaba a verlos.
En eso llegaron las pizzas que habíamos encargado. Con el hambre que teníamos, las devoramos en poco más de media hora, bien acompañadas de cerveza fresquita, y caímos en un ligero sopor.
Eran como las ocho y media de la tarde del domingo. Nadie tomaba la iniciativa y estábamos los tres sentados en el sofá esperando a que alguien dijera o hiciera algo.
Al fin fui yo la que dije: bueno, esto parece un velatorio. Me levanté, me dirigí a la librería y cogí una botella de vodka y tres vasos y dije: lo que hace falta aquí son tres buenos pelotazos.
Llené los tres vasos hasta arriba y di uno a Juan, otro a Lucía y me quedé con el tercero y dije: brindo por la orgía de ayer, por la que espero hoy y por todas las que van a venir y me bebí el vaso de un trago. Inmediatamente me quité la blusa, el sujetador, la falta y las bragas y, dirigiéndome a Juan pregunté: ¿quién va a meter aquí su hermosa polla? –Mientras con mis manos abría y separaba los labios de mi coño.
Esta es nuestra Natacha dijeron Lucía y Juan e inmediatamente se quedaron en pelotas también.
Dije que esa noche ponía yo las reglas y reclamé todo el vodka que fuera capaz de beber y cocaína a discreción para aguantar mejor el vodka. Además dije que tenía que resolver antes un asunto y cogí el teléfono y llamé a mis abuelos.
Les dije que me lo estaba pasando muy bien, –no les mentía en absoluto–, y que Lucía y su padre me habían invitado a quedarme con ellos todo el mes de agosto. Lucía iba a estar sola en el chalet y yo iba a estar sola en Madrid. Era como unas vacaciones y así la podría ayudar mejor con las asignaturas que le habían quedado pendientes.
Argumentaron que iba a molestar mucho, pero se puso Juan y dijo que estaban encantados de tenerme con ellos y que a Lucía le vendría muy bien mi ayuda y que cuando quisieran verme que llamasen y él iría a buscarles para que me vieran y luego que los llevaría de vuelta a su casa. Es más, que el jueves día 10, que cumplía los 16 años, iría a Madrid a por ellos para que pasaran el día conmigo.
Fue muy fácil convencerles, –Juan se los tenía completamente ganados–, y no pusieron ninguna pega. Decían que después de estudiar tanto durante todo el curso bien tenía ganadas unas vacaciones y que, sola con ellos, en cualquier sitio me aburriría mucho. Quedé en ir el martes o miércoles a por más ropa y les mandé un beso.
Viendo que todo eso me ofrecía todas las posibilidades de disfrutar de alcohol y sexo al por mayor, me descontrolé por completo y les solté una especie de “programa de actividades” Les dije: como veis no os vais a librar de mí tan fácilmente; Juan, aliméntate bien porque ahora tienes a dos hambrientas a las que dar polla. ¡Ah! Quiero poder emborracharme todos los días, beber a cualquier hora y drogarme con cocaína y pastillas. Avisa a Guadalajara. Si tienen fiesta el próximo fin de semana que cuenten conmigo y que vayan preparando el quirófano, porque si no me he quedado preñada este fin de semana, follando ahora todos los días sin condón, seguro que me preño en este mes.
-Calma, calma, jovencita, –me frenó Juan–. Antes convendría que supieras unas cuántas cosas más de dónde pretendes meterte. Has hablado de Guadalajara, como si quisieras repetir la experiencia ¿verdad?
-Pues claro, Juan.
-Pues escucha atentamente.
Juan dijo que no me preocupase porque algún día tendríamos en el chalet alguna visita inesperada y tendría ese día más de dos y más de tres pollas para mí. Nos subimos a la habitación y la orgía fue descomunal.
Cerramos todas las persianas y pusimos música para que, caso de chillar algo, la música lo ahogase. Nos llevamos botellas de vodka a la habitación y varias pastillas y una bolsita de cocaína.
Me tomé de inmediato un par de pastillas y me puse una buena dosis de cocaína en las encías y la lengua y agarré un biberón lleno de vodka puro y empecé a beber. Eran las 9 de la noche cuando empezamos la orgía.
Le pedí a Juan que metiera su polla en mi boca de una puta vez y que la metiera hasta dentro, aunque me hiciera vomitar todo lo que tenía en el estómago.
Juan me dijo que iba a ser duro conmigo y que no iba a tener nada de compasión por mucho que gritara.
-Si lo que quieres es que te convierta en una jodida puta, como lo son Vanessa. Lorena y Lucía, lo voy a ser. Te destrozaré todos los agujeros con mi polla, te volverás alcohólica y drogadicta, y andarás como una perra buscando una polla que te llene el coño. ¿Es eso lo que quieres?
-Sí, Juan; eso es lo que quiero. Ayer lo pasé de cine y quiero repetirlo. Por eso he llamado a mis abuelos para quedarme todo el mes con vosotros.
-Pues ya puedes empezar a beber vodka para aguantar el dolor que vas a sentir. Te voy a reventar.
Y TENÍA RAZÓN. Fue una tortura continua, pero cuánto más dolor sentía más quería que me la metiese todo lo fuerte que pudiera y a lo bestia.
Pusieron un plástico bajo la sábana porque era seguro que vomitaría más de una vez.
Lucía hacía de ayudante para su padre y, sobre todo, para mí, sujetándome la cabeza, pellizcando mis pezones y, sobre todo, teniendo siempre a mi alcance el biberón con vodka, rellenándolo cuando me lo terminaba.
Media hora larga duró el tormento hasta que los más de veinte centímetros de la polla de Juan desaparecieron dentro de mi boca y garganta. Media hora en la que vomité y no dejé de babear. Mi barbilla, pechos, tripa y pelo del coño totalmente empapados de espesas babas, así como cuatro vómitos, un montón de lágrimas y gritos y un biberón de casi medio litro de vodka bebido completamente. Pero al cabo de media hora su polla se deslizaba por mi garganta, desaparecía por completo dentro de mi boca y mi nariz se estrellaba contra el pubis de Juan.
Lucía dijo que a ella le costó más de un mes conseguirlo.
Para Juan fue una verdadera satisfacción poder correrse directamente en mi boca, y para mí lo fue el sentir su semen cliente deslizándose por mi garganta, camino de mi estómago.
Como agradecimiento a Lucía por su ayuda, compartí con ella buena parte del esperma de su padre.
A continuación vino la penetración total de mi hermoso coño. Lo cierto es que con la cantidad de pollas y veces que me jodieron entre el viernes y el sábado, mi coño estaba todavía un poco dolorido. Pero las últimas metidas de polla del sábado, tan brutales como yo pedía cuando estaba completamente fuera de mi conocimiento consciente, habían preparado ya el camino, aunque el interior lo sentía como si estuviera en carne viva y en cuanto sentí dentro la polla de Juan noté un acusado escozor.
Como hacía ya prácticamente una hora de la toma de las pastillas y la cocaína, acompañada de un biberón de medio litro de vodka puro, el subidón era ya considerable y no dudé en pedirle a Juan que completara su trabajo, aunque para ello tuviera que reventarme.
Me anunció que sería bastante doloroso, pero no hasta el extremo de no poder tolerarlo, ya que Lucía admitía perfectamente su polla y era solo un año mayor que yo, y que cuando se la metió por completo era aún más joven de lo que era yo en ese momento.
Lo cierto es que Juan empujó como un verdadero cabrón, insensible por completo a mis desgarradores gritos, mezcla de dolor y de placer, porque al mismo tiempo que me quejaba le estaba pidiendo constantemente que me la siguiera metiendo, más y más dentro y más y más fuerte.
Lucía seguía a mi lado, tratando de consolarme y hacérmelo pasar lo mejor posible, diciendo continuamente que ya me faltaba menos y que en unos pocos intentos más lo conseguiría.
Mentía claramente, así que yo le decía: no me mientas, ya sé que me queda bastante por sufrir aún, pero lo deseo tanto que no me importa nada lo que me espere; lo que tienes que hacer es morderme los pezones con todas tus fuerzas, hasta arrancármelos si quieres. Si los pezones me duelen mucho notaré menos lo que me duelo el coño, y dame el vodka y en cuanto lo acabe me lo llenas otra vez.
Juan notaba como su polla cada vez iba entrando más profundamente, eso sí, con una gran dificultad.
Mi coño se iba haciendo más profundo porque poco a poco se iban separando los huesos de mi pelvis, pero la estrechez de mi vagina no permitía con facilidad la entrada de su polla, por su elevado grosor.
Juan tenía precauciones para no causarme algún tipo de desgarro, similar al que tienen las mujeres al parir, para evitar tener que acudir a un centro médico.
No obstante, yo procuraba facilitar su trabajo abriendo mis piernas todo lo que podía, poniéndolas casi en ángulo de 180 grados (como las bailarinas que se tiran sobre el suelo totalmente espatarradas) Eso me salía bastante bien en la clase de gimnasia, así que aproveché ese tipo de elasticidad para abrirme de par en par y decirle: vamos Juan; no me dejes ahora a medias, después de todo el daño que me has hecho. Métemela de una puta vez hasta el fondo.
Juan me sugirió que me pusiera un poco más de cocaína y que bebiera un buen trago de vodka porque en diez minutos lo iba a intentar de nuevo, sin ningún miramiento.
Lucía me puso la cocaína y yo le di un buen repaso al segundo biberón de vodka.
Lucía también se presentó con un bote con una crema que tenía el objeto de aliviar el dolor de mi coño y el procurar que los músculos de la vulva se relajasen facilitando su dilatación. Cuando se acercó a ponerme la crema se asustó un poco.
Dios; ¡cómo tienes el coño Natasha!, está totalmente enrojecido y en cualquier momento se puede desgarrar. Deberías esperar a recuperarte y en tres o cuatro días podrías intentarlo de nuevo. Ahora se me antoja una locura que mi padre te la siga metiendo en estas condiciones.
Yo estaba absolutamente bajo los efectos de la cocaína y del vodka, totalmente colocada y presa de una excitación tan enorme que me agitaba y me convulsionaba mientras decía: la polla, quiero toda la polla dentro del coño.
-Juan, métemela de una puta vez; quiero que me jodas ahora mismo; estoy loca de ganas de sentir tu leche caliente en mi coño; y jadeaba de forma entrecortada y me llevaba el biberón al coño y metía dentro la tetina, que se mojaba de mis flujos y me la llevaba a la boca y los bebía mezclados con el vodka.
Juan dijo que la única forma de librarme de esa excitación, –producida por las drogas, el alcohol y mi deseo sexual–, era hacerme llegar al orgasmo y eso se podía conseguir haciendo lo que yo le estaba pidiendo a gritos: metiéndome la polla hasta el fondo.
Así que dijo que me preparara, que me iba a taladrar definitivamente y que estuviese dispuesta a soportar un dolor como hasta ahora no había sentido nunca.
Así que me bebí casi medio biberón de vodka y le dije a Juan que estaba a su disposición para el gran momento.
Puso su polla en el coño y empezó a empujar hasta conseguir meter de nuevo el capullo y más de la mitad de la polla. Su polla estaba completamente tiesa y dura como un palo, así que empujaba no perdiendo en absoluto nada de su fuerza por el camino. La metió y la sacó tres o cuatro veces, cada vez más rápidamente.
Yo sentía de nuevo todo el ardor de mi sexo y todo el dolor en mi coño pero las nuevas incorporaciones de cocaína y vodka me hacían desear aún más sufrir todo el dolor necesario para sentir lo que imaginaba: un enorme placer y el goce de tener totalmente dentro de mí la enorme polla de Juan. Eso que llevaba imaginando y anhelando desde el mismo viernes en cuanto la vi.
Lucía mordía uno de mis pezones y me retorcía el otro entre sus uñas, haciéndome sentir dolor y gusto placentero.
Al poco rato dijo Juan: la próxima embestida será el gran momento, así que yo me agarré al biberón que estaba mediado y le dije: adelante y destrózame de una vez, mientras succionaba el vodka vorazmente para tener la boca ocupada y no gritar.
Juan metió y sacó su polla dos veces con gran fuerza y dijo: allá voy.
Pegó un tremendo empujón, en el que detrás de su polla puso toda la fuerza de su cuerpo y yo sentí como si me estuviesen partiendo por dentro. Un agudísimo dolor me recorrió desde lo más profundo del coño hasta la nuca y mi cuerpo se arqueó hasta casi levantar el cuerpo de Juan que estaba sobre el mío estrechando yo mi coño contra la raíz de la polla de Juan, que dijo: al fin; ya la tienes toda dentro, puta. Yo dejé escapar un agudo chillido, a pesar del biberón de vodka.
A continuación del dolor comencé una serie ininterrumpida de estremecimientos y convulsiones, al tiempo que no dejaba de gritar:
-¡¡Ya, ya, ya!!, me estoy corriendo, me corro, me corro; qué bueno, qué bueno; así, así, así; más, más, más; aprieta, aprieta; no me la saques; córrete, córrete, córrete; cariño, cariño, qué gusto, qué gusto…, al tiempo que apretaba y apretaba mi coño contra el bajo vientre de Juan, que también se apretaba contra mí, diciendo:
-¡¡ Yo también voy a correrme!!; toma, toma, toma, puta, cielo, cielo, toma mi leche; toma cariño, y al tiempo que lo decía me besaba en la boca cómo nunca me habían besado antes. Besaba mis labios y mis ojos y mis orejas, y no dejaba de repetirme: cielo, cariño, te quiero, te quiero, mi putita, te quiero.
Nos fundimos en un estrecho abrazo, mientras continuábamos besándonos ardorosamente por todo el cuerpo murmurando palabras cariñosas.
Poco a poco nos fuimos tranquilizando. Juan me acercó el biberón y me dijo cariñosamente.
-Toma cielo, bebe hasta saciarte, te lo has ganado.
-Gracias Juan, gracias por lo que me has hecho, has cumplido lo que te pedía a pesar de verme sufrir porque sabías que lo que más deseaba en este mundo era tener tu enorme polla dentro de mi cuerpo para considerarte como mío. Con mi dolor te he ofrecido lo más que podía ofrecerte; todo mi ser sin tener en cuenta las consecuencias porque también adivinaba que tu anhelo era poseerme por completo. Ahora soy completamente tuya y si no quieres que beba no beberé, a pesar de lo que me gusta hacerlo.
-Puedes beber lo que quieras, hasta acabar completamente borracha.
-Ahora sólo me queda ofrecerte el culo como prueba de amor para que me lo destroces igual que has hecho con mi garganta y mi coño. No me quejaré en absoluto por el daño que puedas hacerme, pero métemela en el culo cuanto antes porque me queda poco tiempo antes de que me emborrache por completo y quiero disfrutar de ese placer conscientemente, no como ayer que estaba ya drogada hasta haber perdido la consciencia.
Juan me dio las gracias por ese nuevo sufrimiento que le ofrecía y me dijo que ahora que se lo había ofrecido, mi culo era suyo y que también en prueba de amor dejaría la penetración absoluta para dentro de unos días, cuando él considerase que era mejor para mí, para que disfrutase al máximo de la penetración.
Lucía contemplaba todo aquello anonadada, no dando crédito a lo que sus ojos veían y sus oídos oían, ¡su padre y yo besándonos, acariciándonos y diciéndonos lindezas, como si fuéramos dos enamorados!
Se dirigió a nosotros y nos dijo que si nos habíamos vuelto locos.
Yo le contesté a Lucía que me había enamorado de su padre, pero que no se preocupase porque no deseaba acapararle en absoluto. Mi cariño estaba por encima del sexo y que ellos podrían seguir jodiéndose siempre que lo deseasen, así que deseaba que continuasen los dos con la vida que llevaban hasta el pasado viernes, Guadalajara incluida.
Para mí, Juan no era simplemente una polla más, era la polla que más quería y a la que no se podría comparar ninguna otra, a pesar de que en la próxima fiesta en Guadalajara, a la que me gustaría asistir, y a las que seguiría acudiendo cuando tuviese que abortar, seguramente jodería con un montón de gente, con la que única y exclusivamente habría sexo, pero el cariño quedaría sólo para Juan. Porque estaba segura que no tardaría mucho en preñarme, sin que ello me importase si me aseguraban el aborto.
Juan dijo que sentía algo muy especial por mí y dirigiéndose a Lucía le dijo que no se preocupase porque no me iba a convertir en su “madrastra”. Que me quería mucho y que precisamente por eso sólo deseaba lo mejor para mí, igual que para ella, y que en ese sentido jamás nos prohibiría a ninguna de las dos que jodiésemos cuando y con quién quisiéramos y que bebiésemos y nos drogáramos cuanto nos apeteciera.
Entonces le dije a Juan que ese era el momento más adecuado para poner en práctica todo lo dicho y que lo primero era que Lucía disfrutase de una buena sesión de sexo, como se merecía, porque hasta el momento no había hecho más que ayudarme.
Y me puse a lamer el coño de Lucía para ponerla más caliente de lo que siempre solía estar y al poco tiempo estaban los dos disfrutando como locos mientras Juan le metía su polla por todos los agujeros, hasta que se corrió en su boca, como de costumbre. Lucía me brindó de su boca la posibilidad de que saborease la leche de su padre y ambas la compartimos.
Después Juan nos preguntó qué era lo que deseábamos hacer y las dos dijimos lo mismo: más cocaína y beber hasta desmayarnos.
Juan nos preparó las correspondientes dosis de cocaína y nos llenó los biberones.
En su cama, una de nosotras a cada uno de sus lados, nos fuimos sumergiendo en las brumas de la droga y el alcohol, notando yo cómo se desdibujaba su figura mientras hacía esfuerzos por mantener abiertos mis ojos y la tetina del biberón fija en mi boca hasta apurar la última gota de los tres biberones de vodka que me tomé esa maravillosa noche.
Era mediodía del lunes cuando me desperté, notando que una mano me acariciaba la frente.
Juan estaba a mi lado, pendiente de mi despertar y Lucía ya andaba en pelotas trasteando por la casa procurando preparar algo para la comida.
-¿Cómo ha dormido mi princesa?
-Regular. –Todavía un poco amodorrada–. Me molesta un poco el coño y tengo la cabeza como un bombo, pero contenta de verte aquí conmigo.
Juan me dio un beso en los labios que yo le devolví cariñosa.
Me levanté y mis primeros pasos fueron algo tambaleantes hasta llegar al cuarto de baño y meterme en la bañera para darme un baño relajante y luego una ducha de agua fría, para entrar cuanto antes en reacción.
Juan me ordenó que me tomase una pastilla que me tenía preparada junto a un vaso, porque dijo que hacía milagros para la resaca, y vaya si necesitaba un milagro, porque la resaca era de órdago; tan de órdago como la magnífica borrachera de la noche pasada.
Me tomé la pastilla y me dispuse a vestirme, pero Juan dijo que no era necesario, que era mejor andar en pelotas por la casa y poder contemplarnos todos.
Lucía cocinaba bien, la jodida, y a eso de las dos de la tarde estábamos comiendo un sabroso plato de pollo en pepitoria que me sentó de maravilla.
Al terminar de comer me encargué de fregar los platos y luego nos sentamos en el salón a tomar café y una copa. Seguíamos en pelotas.
Charlamos los tres sobre lo sucedido la noche anterior, limitándonos a beber una sola copa de vodka tras el café, ya que convinimos los tres que era mejor mantenernos sobrios hasta la llegada de la noche en que abriríamos la barra libre de nuevo.
Lucía dijo que a ella la proposición mía de que todo siguiera igual le parecía bien, así como que su padre admitiera nuestra libertad de joder cuando y con quién se nos antojara. La cuestión de nuestro cariño era únicamente cosa nuestra y a ella no le parecía mal en absoluto, sólo que suponía que entenderíamos que se había sorprendido de saber que entre su padre y yo pudiera existir algún sentimiento que no fuera el puro y simple deseo sexual.
Claro que tampoco era nada normal que ella jodiera con su padre como una puta, siendo eso, su padre, al que seguía queriendo como tal, al margen de que lo deseara continuamente como el semental maravilloso que era, y porque sabía joderla como nadie. Y eso que conocía ya unas cuantas pollas.
Convinimos, pues, que esa situación era completamente sostenible por parte de los tres y que dejaríamos pasar el tiempo para ver en cada momento a donde nos llevaba. De momento nos llevó a brindar por la nueva relación surgida entre los tres.
Hablamos entonces sobre lo sucedido la noche anterior, analizándolo poco a poco, sobre todo lo relativo a mi manera de beber y de follar.
Lucía ya tenía más de un año de experiencia y su entrada en la bebida y la droga había sido mucho más paso a paso que la mía que, prácticamente había pasado de no probar de nada a meterme unas dosis muy altas y a beber cantidades absolutamente exageradas, que en cualquier momento podrían llevarme a una situación de “delirium tremens” que requiriese la actuación de algún servicio de urgencia, o algún tipo de paro cardiaco con grave riesgo de mi vida.
Si eso sucedía en Guadalajara, allí podían actuar inmediatamente, porque siempre había personal médico para ello y unas dependencias preparadas para procurar la recuperación de las crisis alcohólicas o de drogas que alguna vez se les presentaban, sobre todo a las crías primerizas, como yo.
Juan me dijo que a pesar de que yo era dueña por completo de hacer lo que se me antojara, me recomendaba que me dejase guiar por él.
Él había sido el guía de Lucía y ahora Lucía bebía y se drogaba más que yo y sin embargo no sufría las posteriores consecuencias de forma tan acusada, si bien es verdad que el casi litro de vodka que bebí anoche y las tres dosis de cocaína las aguanté mejor de lo que él suponía, pero que era mejor no tentar a la suerte.
Yo confesé que anoche estaba absolutamente descontrolada, como loca pensando que el sábado me habían estrenado el culo, –aunque sin enterarme–, y que no había sido él el primero en hacerlo y que por eso estaba deseando demostrarle que deseaba que él fuera el primero en todo, aunque por suerte ya estaba desvirgada antes, porque si no hubiera sido así no habría tenido la oportunidad de conocerle íntimamente, y que eso me llevó a que me la metiera hasta el fondo en la garganta, cosa que no había hecho aún, y en el coño, y como sabía que me iba a doler muchísimo pensé que cuanto más bebiera mis sentidos se adormecerían y sentiría menos el dolor. Así que decidí drogarme y beber a tumba abierta para poder aguantar lo que me esperaba, cosa que afortunadamente conseguí.
Prometí a Juan que a partir de ese momento seguiría sus indicaciones y consejos porque sabía que él solo deseaba lo mejor para mí, pero que de vez en cuando me dejase “pasarme” un poquito, sólo un poquito, para no sentirme tan controlada. Quería tener la sensación de ser yo quién en todo caso tenía la última palabra, porque eso hacía que mi autoestima se afirmara.
Juan contestó que para ser una cría de apenas dieciséis años tenía una gran madurez y me dijo que cuando yo lo quisiese estaba dispuesto a formar pareja conmigo porque me consideraba una persona adulta capaz de tomar decisiones de ese tipo.
Le confesé que sería una maravilla vivir siempre juntos los tres, pero que por mi edad eso solo podía conseguirse si me dejase embarazada, no abortase y nos casaran, pero eso sería un gran “palo” para mis abuelos, que no se lo merecían. Mejor dejar pasar unos años en esta situación y que cuando tuviera la mayoría de edad no tendría duda de que si nada había cambiado entre nosotros no tardaría un solo día en unirme a él. Por el momento teníamos que intentar pasar juntos todo el tiempo que pudiéramos y para eso Lucía nos sería a los dos de una gran ayuda de cara a mis abuelos.
Lucía estuvo en todo de acuerdo con nosotros.
Establecida ya la norma de conducta para el futuro inmediato Juan me preguntó si estaba preparada para ver la cinta de video de la noche del sábado, desde el momento en que perdí la capacidad de recordar (cuando empezaban a manipularme en el culo)
Contesté que tenía una gran curiosidad por ver cómo transcurrió ese tiempo que para mí era totalmente desconocido.
Puso la cinta y nos preparamos para ver las imágenes.
Juan me tenía reclinada sobre su costado y su brazo derecho pasaba sobre mis hombros y su mano descansaba sobre mi pecho derecho.
Me sentía protegida. Me pegué a su cuerpo queriendo sentirle lo más cerca posible de mí, acurrucándome en su regazo.
A medida que avanzaba la cinta me sorprendía más y más de las cosas que había sido capaz de hacer y de cómo pedía a la gente que me follase.
Cuando veía la escena de las meadas en el baño, en que todavía podía más o menos tenerme en pie, me sentí muy avergonzada y me acurrucaba más, como queriendo desaparecer.
Juan me decía que no me preocupara y que estuviese tranquila. Que no temiese nada de nada, que él ya sabía lo que había sucedido puesto que lo estaban viendo a través de una pantalla al mismo tiempo que lo estaban grabando. Todos los demás habían terminado de joder en cosa de dos horas y desde entonces contemplaban mi orgía con curiosidad. Era la costumbre para con las chicas nuevas la primera vez que pasaban por la finca.
Lucía me dijo que ella también pasó por lo mismo y que se sentía igual de avergonzada que yo, deseando que la tierra la tragase.
Las escenas finales en la mesa del salón con las jodidas generales de todos y la última meada multitudinaria acabaron por hacerme llorar de vergüenza.
Juan no hacía más que besarme y decirme que no me preocupase, que él me quería muchísimo y que en ese momento no era dueña de todos mis actos, a lo que yo le contesté que no sería dueña pero que se me veía disfrutar como una loca hasta que caí completamente beoda.
Juan contestó que en mi situación era normal, producto de las drogas y de la ingente cantidad de alcohol que había bebido.
Entonces le dije a Juan muy seriamente.
-Todo lo que he hecho el sábado cuando no estaba consciente quiero repetirlo conscientemente contigo. Quiero sentir la misma felicidad que entonces mostraba mi cara aunque no la sintiera conscientemente, pero en esta ocasión con menos drogas y menos alcohol para disfrutar viendo cómo tú disfrutas de mi cuerpo. Lo quiero Juan y espero que no me niegues la oportunidad de hacer, sola contigo, todas esas perversiones, y más que se nos ocurran. Quiero ser para ti la puta más perfecta que jamás hayas imaginado.
Juan continuó besándome y Lucía le dijo a su padre que tenía una gran suerte de que yo le quisiese de esa manera. Vino a mi lado y me abrazó con ternura diciendo que me consideraba como algo muy importante para ella, no solo como amiga y compinche de sexo, drogas y alcohol, sino también porque estaba segura de que sería capaz de hacer feliz a su padre y eso para ella era importante.
Después nos arreglamos, salimos fuera a dar un paseo y tomar el fresco y a la vuelta cenamos y Lucía dijo que esa noche nos la merecíamos nosotros dos solos. Así que ella se llevaba a su habitación su juego de consoladores un par de películas porno y un biberón de vodka. Nos deseó las buenas noches y nos dijo “hasta mañana, tortolitos”.
Esa noche Juan y yo jodimos en todas las posturas imaginables, dulcemente, con todo el cariño que nos teníamos. No era el sexo animal de las otras ocasiones, sino la expresión de la entrega mutua, buscando más el placer del otro que el propio.
No probé el alcohol ni la cocaína porque quería estar completamente despierta y lúcida para no perder ni un solo detalle, ni una sola sensación de las que estaba segura iba a sentir. Fue una noche de otro tipo de sexo, completamente diferente.
Follamos hasta desfallecer, en el deseo de dar cada vez más a la persona que amábamos. Mis orgasmos fueron incontables. Juan eyaculó en mi boca y saboreé deliciosamente su esperma; también lo hizo en lo más profundo de mi coño, pero esta vez yo cerraba fuertemente mis piernas porque no quería que saliese de mí ni una sola gota de su leche. La quería dentro todo el tiempo posible para conseguir que me preñase, aunque luego fuese a abortar porque cuando estuviera preñada no podría saber de quién era el espermatozoide que me había fecundado. Era ya muy de madrugada cuando, los dos agotados, nos dormimos estrechamente abrazados.
¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!
Si me quieren contactar: [email protected]
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