NATASHA Y EL PROFESOR DE GIMNASIA – 5
Natasha se traslada a vivir con Juan y Lucía, para tener completa libertad para sus reuniones sexuales.
CAPÍTULO 5
La mañana se presentó radiante con un sol fuerte y el cielo límpido. Lo más normal era darse un refrescante chapuzón en la piscina y a ella nos encaminamos una vez que nos hubimos aseado. Allí nos esperaba Lucía tomando tranquilamente el sol. Nos preguntó qué tal lo habíamos pasado y yo le contesté que ya le contaría, al tiempo que le guiñaba un ojo como gesto de complicidad. Nos dijo que en la cocina teníamos café preparado, pero dijimos que antes preferíamos un buen chapuzón. Estuvimos como media hora jugando en el agua y al salir Lucía nos dijo que nos veía exactamente como lo que éramos; un par de enamorados.
Aprovechamos el resto de la mañana para ir a mi casa a buscar mi ropa y le pedí a Lucía que nos acompañase. No quería que mis abuelos me vieran a solas con Juan, no sea que no pudiera disimular lo suficiente mi felicidad, y ya se sabe lo que son a veces los mayores; son capaces de averiguar cualquier secreto por el más mínimo detalle. A Lucía le pareció muy bien mi propuesta.
Llegamos a casa y Juan se quedó charlando con mis abuelos poniéndome por las nubes sobre lo bien que me llevaba con Lucía y lo que le estaba sirviendo mi ayuda. Mientras tanto Lucía y yo estábamos en mi habitación preparando la ropa que me iba a llevar, de manera que no tuve ocasión de estar casi nada de tiempo en presencia de Juan, lo cual agradecí en extremo.
Nos despedimos y les dijo que vendría a por ellos el día 10 para que fueran al chalet a celebrar mi cumpleaños (16 nada menos), toda una mocita, como dijeron ellos. Juan aprovechó también para decirles que iba a comprarme un nuevo teléfono móvil para que pudiera hablar con ellos aunque no estuviera en la casa y ellos se lo agradecieron. Quedé en que cuando lo tuviera la primera llamada sería para ellos a fin de facilitarles el número.
Volvimos a la sierra y comimos en un restaurante pequeño pero muy acogedor. La estampa que ofrecíamos era la de un padre acompañado de sus hijas. En la calle yo procuraba comportarme con la mayor naturalidad, sin muestras exteriores de cariño.
Juan, por su parte, ya tenía alguna experiencia de ir por la calle con niñas para las fiestas y disimulaba muy bien su interés por mí.
Cuando llegamos a casa después de comer pasamos a la piscina para el baño de la tarde y tomar un poco el sol. A la caída del sol pasamos al salón.
De nuevo en pelotas los tres yo subí a mi habitación y ordené la ropa que había traído. Luego bajé al salón, donde me estaban esperando Juan y Lucía, que me habían preparado un buen vaso de vodka porque eran casi las ocho de la tarde y ya era hora de animarse un poco. Lo agradecí mucho, sobre todo después de la noche anterior que había estado a palo seco. De todas formas, dominé mis ansias de bebérmelo de un trago y lo hice durar algún tiempo.
Sobre la mesa del había extendido un amplio juego de consoladores y plug anales. Lucía los había bajado mientras yo guardaba mi ropa, y Juan me explicó que en vista de que quería conseguir que su polla se metiese completa en mi culo era preciso ir dilatándolo poco a poco para evitar sufrimientos innecesarios y posibles desgarros. Para ello lo mejor era lubricar bien el agujero, utilizar una crema dilatadora que hiciera fácil la penetración de plugs anales, cada vez de un grueso mayor, que debía mantener introducidos en mi culo durante horas, a fin de acostumbrar a mi esfínter a dilatarse. Así que íbamos a empezar la preparación necesaria para conseguirlo, subiendo cada día un poco el grosor, de forma que al final de la semana pudiese admitir dentro de mi trasero una polla de buenas dimensiones.
Me tendí con las piernas abiertas, boca abajo en el sofá, sobre una toalla para no manchar la tapicería, y Lucía extendió una buena capa de la crema dilatadora. Después de eso cogió un plug bastante delgado y lo comenzó a introducir por el agujero. No le costó mucho trabajo meterlo y, bien lubricado, lo metía y sacaba como si fuera una polla. Sentía algo de dolor cuando la parte más gruesa atravesaba mi ano, pero luego, una vez rebasado se quedaba bien dentro sujeto por el tope que impedía colarse entero. Así estuve mientras cenábamos y veíamos parte de la grabación que me hicieron en la fiesta en la casona de Guadalajara.
Juan estaba junto a mí y sostenía mi cabeza entre sus brazos. Continuamente me besaba y me daba a beber vodka hasta que lo terminé. Entonces me trajo un biberón recién preparado y me dijo que no me preocupase y que bebiera, que no iba a dejar de hacerlo de repente, pues también era conveniente acostumbrar el organismo a la bebida para que luego resistiese mejor una mayor cantidad. Me dijo que no olvidase que el sábado teníamos otra fiesta en Guadalajara y que allí si que volveríamos a beber a barra libre.
Lucía había pasado a utilizar un consolador de mayor diámetro que metía en mi coño y empecé a sentir lo que era tener mis dos agujeros utilizados al mismo tiempo. Le costaba un poco meterlo y sentía algo de dolor, por lo que mis succiones de la tetina del biberón se hicieron más frecuentes. Al fin, el segundo consolador entró pero cuando le tuve delante de mí comprendí que aún me quedaba mucho para que Juan metiera su polla, que era casi el doble. Hice un comentario sobre ello y Lucía me dijo que también a ella le había costado un poco pero que al fin lo había conseguido, que era cuestión de práctica y de perseverancia. Todos los días al levantarme debía meterme al menos el que me había metido el día anterior, y a medio día pasar al siguiente en grosor. Juan me animó bastante al tiempo que no dejaba de besarme y de decirme cosas bonitas, animándome a que siguiera bebiendo si me apetecía.
Claro que me apetecía pero no quería pasarme con el vodka; no más allá de dos biberones y estaba recién mediado el primero. Llegó un momento, recién terminado el primer biberón que Lucía dijo que por hoy ya era suficiente y me puso de nuevo el consolador pequeño y me dijo que era mejor que me pusiese unas braguitas para andar por la casa con el consolador dentro mientras cenábamos y evitar que se saliera. Lo hice así y cenamos una cena fría a base de picar fiambres y cosas así.
Después de cenar le dije a Lucía que hoy le correspondía a ella disfrutar de la polla de su padre, pero que yo prefería estar presente para aprender de ellos, sobre todo cuando se tragara la polla o se la metiera por el culo.
Juan aprobó la idea, pero añadió que de todas formas siempre le quedarían ganas y fuerzas para un buen polvo conmigo cuando hubiera terminado con su hija.
Esa noche Juan jodió a su hija por todos sus agujeros y yo lo contemplé con gran satisfacción viéndoles gozar a los dos y tomando buena nota de la forma que Lucía ponía la boca y, sobre todo, el culo, mi asignatura pendiente, mientras yo me terminaba el segundo biberón.
Tal como había dicho Juan, cuando Lucía se satisfizo aún le quedaron ganas y fuerzas para en nuestra cama, –ya llamaba yo así a su habitación–, follar conmigo con la misma dulzura que el día anterior. Esos dos días no había probado la cocaína.
El miércoles por la mañana fui yo la que se levantó antes, me puse el plug y preparé un buen desayuno basándome en café, tostadas y unas tortitas. Les llamé cuando estaba todo listo y desayunamos juntos los tres.
Esto es casi como una familia, –dije yo–, así que considero que debemos desayunar, comer y cenar juntos, y hasta follar también juntos. A partir de hoy no quiero ser la favorita en nada. Juan, Lucía y Natacha somos tres personas que comparten todo, incluso el sexo y la cama; volveremos a dormir los tres juntos como el primer día.
Pasamos el día sin novedad y por la noche pusimos en práctica lo que yo había sugerido por la mañana.
Los tres juntos disfrutamos del sexo en todas sus variedades, iniciándome en el sexo lésbico, ya que mientras Juan me estaba jodiendo yo me pude dedicar a calentar aún más a Lucia, mediante lamidas de su coño y de sus tetas y con la introducción de varios de mis dedos en su coño y culo.
Era una verdadera gozada poder comprobar cómo parte del placer que yo recibía de Juan se lo proporcionaba a Lucía, como si yo fuera tan solo una estación intermedia. En ocasiones era al revés y Lucía era la que me masturbaba o me metía los consoladores o sus dedos en mi culo a fin de proseguir con las tareas de dilatación para poder un día albergar la inmensa polla de Juan. Bebimos lo nuestro, –como biberón y medio de vodka cada una, y luego acabamos durmiendo todos juntos, tal como yo había propuesto.
La mañana del jueves discurrió sin novedad, pero después de comer Juan dijo que me tenía que comunicar una proposición que había recibido por teléfono esa misma mañana.
La finca de Guadalajara forma parte de una red de grupos que se dedican fundamentalmente a la producción de videos pornográficos en los que las protagonistas principales son chicas de muy poca edad (entre los 12 y los 16/17 años) Las reclutan cuando tienen alguna necesidad de abortar o son iniciadas en el sexo por sus propias familias mediante la educación desde que son niñas de que practicar el sexo es un goce placentero del que no hay por qué privarse, cualquiera que sea la edad o la relación de parentesco de quienes lo practican. Vanesa y Lorena estaban en el grupo porque sus padres forman parte de él desde que ellas eran muy pequeñas y sus primeros contactos sexuales tuvieron lugar ya durante su niñez. Bueno, pues la cinta con la filmación de mi orgía había sido distribuida al resto de los grupos que existían en España (35 en total en diferentes provincias)
A la mayoría de ellos les había impresionado mucho por mi extrema juventud y el poco tiempo que hacía que me había iniciado en el sexo, considerándome por ello casi una virgen, algo muy difícil de encontrar. Así que habían recibido una propuesta del grupo de una ciudad de de otra comunidad para que ese fin de semana participase en una fiesta que ellos organizarían. Vendrían a vernos el viernes para concretar conmigo las condiciones, pero le habían adelantado a Juan que podían ofrecerme alrededor de unos 6 000 € (sí, seis mil), y una buena cantidad de cocaína y alcohol, no solo para esa noche, que estaba garantizado, sino para mi propio consumo, a fin evitar que tuviera que comprarlo yo.
Cuando oí la propuesta me quede alucinada. Eso es ser como una puta, le dije a Juan.
No exactamente, contestó. Desean tenerte con ellos, disfrutar de tu juventud, de todos tus agujeros y hacen un esfuerzo para conseguirlo. Si no aceptásemos iríamos de nuevo a Guadalajara y te joderían una docena de tíos a los que no conoces. Qué importancia tiene entonces dónde te follen, si además puedes conseguir una buena pasta por ello. A mí me da igual quién sea el que te folle, porque sé que a ti tampoco te importa y tu cariño por mí no va a disminuir por ello. Te lo digo por si tuvieras todavía algún tipo de prejuicio sobre lo que yo pudiera pensar. Estoy seguro de tu amor y no me importa nada a cuántas reuniones vayas y cuántos sean los que te usen, porque sé que solo joden tu cuerpo pero tu corazón siempre está conmigo, igual que yo contigo, aunque siga follando a todas las crías que se me presenten.
Bueno; la verdad es que es tentador, porque además puedo conseguir droga para nosotros tres y bebida para toda la semana. Esa será al menos mi tarifa. Los 6 000 € y dos cajas de vodka más las dosis de cocaína que tu consideres que vamos a consumir en una semana, por lo menos. Cuando te llamen les confirmas que vengan, que en principio estoy dispuesta pero que quiero antes conocerles y saber a lo que me voy a enfrentar. Otra condición; vosotros dos venís conmigo. Si no aceptan no hay trato. Lucía me piropeó.
-Joder, Natasha, vas a hacerte una estrella del porno.
-Sin que me hubieras insistido en que empezara a follar nada de esto estaría pasando ahora.
-¿Eso era un reproche? ¿Te arrepientes de cómo estás? Enganchada al sexo, las drogas y el alcohol.
-A veces pareces tonta, Lucía. ¿Cómo voy a arrepentirme? Un solo polvo de tu padre es suficiente para que te estuviera agradecida toda mi vida por haberme iniciado en el camino que me ha llevado a conocerle y amarle.
Juan les llamó por teléfono desde una cabina porque no quería dejar ningún rastro de la llamada a través del fijo o del móvil. Aceptábamos su propuesta. En principio se podría hablar de una colaboración, así la llamó, a condición de que también hubiera un papel de ayudante para Lucía. Lo aprobaron y quedaron en que el viernes pasarían a vernos. Se verían en una gasolinera de un pueblo cercano. Luego vendrían a casa.
Esa noche les dije a Lucía y a Juan que había que acelerar al máximo mi puesta a punto trasera porque el fin de semana tendría que estar en orden de marcha, y ya era jueves.
Así que esa noche me puse una buena dosis de cocaína y me pasé un poquito con el vodka pero con la ayuda de Lucía y su crema y el amor que Juan puso en conseguirlo dañándome lo menos posible al fin logramos entre los tres que la cosa funcionase. Bueno, coño, que me metiese la polla entera por el culo.
Pero le costó y me dolió cantidad. Empezó por meterme un consolador más grueso que su dedo pulgar, y lo fue metiendo poco a poco, mientras yo resoplaba como una cerda. Luego Lucía le acercó a Juan otro un poco más grueso, pero él lo desestimó. Lo que hizo fue meterme dos dedos juntos y cuando los tuvo dentro los empezó a mover en todas direcciones doblando las falanges para rozar el interior de mi ano. Más tarde me dieron otro poco de pomada y algo de cocaína, que la metieron directamente en el culo y entonces Juan metió tres dedos juntos y ahí empecé a ver las estrellas, mientras gritaba y maldecía, pensando en que iba a reventarme el coño, pero los tres dedos fueron entrando poco a poco, mientras Lucía apartaba los cachetes de mi culo para que el orificio estuviera lo más libre posible.
Luego Juan se embadurnó la polla con un lubricante, puso su glande sobre lo ojete y empezó a forzar la entrada, poco a poco, hasta que consiguió que la cabezota de su polla se introdujera. Mi anillo rectal lo abrazó y Juan se mantuvo quieto mientras yo seguía resoplando mientras esperaba el siguiente empujón. Y ese empujón no llegó, sino que Juan fue metiendo su polla poco a poco, centímetro a centímetro, parando en el momento en que yo me tensaba; la sacaba un poquito y volvía a meterla mientras yo seguía resoplando y dando traguitos del biberón de vodka. Poco a poco la polla de Juan entró por completo y fue Lucía la que me dio la noticia, porque yo, evidentemente, no veía una papa lo que Juan hacía en mi culo. Tan solo sentía y eran casi todo dolor, aunque cada vez el dolor se fue calmando. Al ratito Juan empezó a mover su polla dentro de mi culo, adelante y atrás, pero sin sacarla del todo y yo empecé a sentir algo de placer. Al final era yo la que le pedía que me la metiera más fuerte, porque la muy puta de Lucía me había acercado una raya de coca y me la había esnifado sin respirar y el efecto de la coca me tenía colocadísima. Eso, y el cuarto de litro largo de vodka que ya me había tragado en el poco más de media hora que duró toda la fase del estreno de mi culo. Al final, Juan se corrió dentro de mis intestinos y cuando me la sacó, la muy zorra de Lucía me hizo un vídeo, de modo que pude ver mi culo como un gran agujero rojizo y palpitante, al que poco a poco acudía el semen que Juan acababa de depositar en su interior. La cabrona de Lucía metió un par de sus dedos en mi culo, los empapó de leche de la corrida y le los dio a chupar. Se los dejé relucientes.
Lo celebramos con toda alegría, sobre todo yo, que le dije a Juan que me iba a desmadrar si no le importaba. Estuvo continuamente a mi lado mientras yo bebía y bebía para celebrarlo, hasta que a medida que me iba apagando le decía a Juan que me cuidase mucho.
Al día siguiente llegaron los tres enviados para conocerme. Se quedaron muy contentos cuando supieron que el ayudante de que hablaba Juan era Lucía, ya que decían que solo tenían a una niña además de mí, con lo que una tercera les venía de perlas, sobre todo viendo la juventud y belleza de Lucía. No había dicho aún que Lucía es una niña preciosa, con una cara angelical que le hace parecer más colegiala de lo que es, con unas pequitas graciosísimas y un pelo rubio fuerte, casi rojizo. El pelo de su coño es muy rubio también y tiene un clítoris bastante desarrollado, lo que la permite tener los orgasmos uno detrás de otro.
Se establecieron los términos de la fiesta. No se negaron a ninguna de nuestras peticiones, sobre todo porque Lucía y yo nos sentábamos frente a ellos y para provocar entreabríamos las piernas de vez en cuando, dejando entrever el pelo de nuestros coños, ya que no llevábamos puestas bragas. Serían un máximo de doce o quince hombres para nosotras tres. No se grabaría nada en video. Habría droga y bebida completamente libre para todas; médico y medidas de sanidad suficientes. No había problema en nada de eso puesto que la organización posee fincas bien acondicionadas. Lo que ocurre es que por las especiales características de las protagonistas, (crías muy jóvenes que se avienen a ser jodidas por una buena cantidad de hombres), no es fácil contar siempre con número suficiente y hay épocas de escasez, como era la actual. Lo suplían desplazándose a otras provincias, más o menos cercanas, o consiguiendo que alguna jovencita se desplazase a su ciudad.
Quedamos, en fin, en que nos esperarían en la cafetería de otra gasolinera y que nosotros les seguiríamos cuando ellos salieran y cogiesen su coche. Llegaríamos sobre las cinco de la tarde del sábado.
En vista de buena voluntad, ya que eran las ocho de la tarde nos ofrecimos para un polvo rápido, ya que ellos tenían que volver por carretera y no querían salir muy tarde.
Así que los seis subimos al dormitorio y nos dimos unos revolcones, que en total no duraron más de una hora. Claro que en ese tiempo hubo bastante para que los tres tíos nos jodieran a Lucía y a mí. Lo hicieron con rapidez y cuidado, procurando causar buena impresión, aunque suponíamos que el sábado sería diferente, una vez puestos en ambiente y colocados con las drogas y el alcohol.
Una vez que se fueron, nosotros cenamos y a continuación nos dedicamos a disfrutar de nuestro viernes particular. Es decir: follar y beber los tres juntos, dedicándome yo preferentemente a consolidar la abertura del agujero de mi culo para que el día siguiente pudiera cumplir con ellos, tal como esperaban de mí. No nos pasamos ni en el alcohol ni en la cocaína, de forma que nuestro dormir fue placentero y nuestro despertar el sábado fue tranquilo por una vez en la semana.
Preparamos nuestra ropa para el fin de semana y salimos camino de mi primera actuación como primera estrella del porno, con el ánimo de comer por el camino y llegar sobre las cinco de la tarde a la gasolinera donde habíamos quedado.
Llegamos a ella un cuarto de hora antes, pero en la cafetería ya nos estaban esperando los mismos que vinieron al chalet de Juan. No nos saludamos, sino que nos tomamos un café y les vimos que salían, camino del coche. Pagamos nuestro café y salimos tras ellos.
Subieron a un Volvo y salieron del área de servicio. Nosotros les seguimos y tras recorrer unos cuarenta kilómetros dejaron la autovía y cogieron una carretera secundaria hasta llegar a un cruce, donde cogimos un desvío que al poco tiempo dejamos para coger una carretera comarcal y luego un camino hasta la cerca de una finca. Algo parecido a la de Guadalajara, también con cobertizo para los coches y, eso sí, también tenían establos con animales. Pasamos a la casa, donde esperamos al resto de los participantes en la fiesta.
En conjunto era tal como nos habían contado. Quince hombres en total, aparte de Juan, y una cría bastante maja, a punto de cumplir los quince años que se llamaba Gema, con una barriga ya muy desarrollada, (estaba preñada de casi siete meses), y era hija de los dueños de la finca.
Después de tomar algo de queso y embutidos pasamos directamente al salón donde iba a tener lugar la orgía, sin llevar a cabo el juego de las cartas, sino que directamente nos pusimos a beber y a tomar droga viendo un video holandés en el que las protagonistas eran chicas tan jovencitas como nosotras y un considerable número de hombres que las jodían por todas partes. Algo parecido a lo que hacíamos en España, pero con muchos más hombres.
Nos dijeron que eso estaba de moda en Europa y que denominaba “bukkake”, una palabra japonesa que significaba corridas múltiples. Mientras veíamos el video nos fuimos quedando todos en pelotas y en poco más de media hora ya estábamos empezando a joder como locos.
Gema se ofrecía a todos boca arriba, con su buena barriga y las piernas abiertas para ser jodida sin que tuvieran en cuenta su estado. Cuando vio la polla de Juan se acercó a él y dijo que nunca se había metido una polla tan enorme y que la jodiera cuanto antes para disfrutar mucho, ya que al estar tan preñada su coño había alcanzado un buen grado de dilatación y su polla le llenaría por completo.
Yo me tomé un par de dosis de cocaína y me agarré una botella de plástico de las de agua mineral de litro y medio que tenía un licor blanco que no ponía nombre y que resultó ser tequila, pero me daba exactamente igual. Quería entromparme cuanto antes y pasar el resto de la orgía medio atontada dejándome joder por todos los que quisieran, que por otra parte era por lo que me iban a pagar.
Al cabo de una hora me había bebido todo el tequila, que estaba rebajado con algo de zumo, con lo que mi “colocón” era ya considerable. Sin embargo aún aguanté otras dos horas más y continué bebiendo sin parar.
Me jodieron por todas partes todos los tíos de la reunión, bastantes de ellos más de dos veces, con lo que calculo que al final me habrían jodido no menos de 25 o 30 veces, sin contar las pollas que chupé y las veces que se corrieron en mi boca.
Lucía también salió completamente borracha y bien servida en cuando a polla se refiere.
La que menos jodió fue Gema que, eso sí, se cogió una tremenda borrachera y cayó desvanecida una hora antes que nosotras dos, que nos mantuvimos activas hasta bien pasadas las 3 de la mañana.
A esa hora, todos exhaustos, nos fuimos a dormir, Lucía y yo apoyadas en Juan, porque ninguna de las dos podíamos mantenernos en pie, aunque sí permanecimos conscientes todo el tiempo.
Nos despertamos pasado el mediodía, nos duchamos y recogimos nuestras cosas.
Comimos en la finca, perfectamente atendidos por los anfitriones, que nos preguntaron si habíamos encontrado todo de nuestro agrado, así como si nos habíamos sentido cómodos y si querríamos volver.
Tanto Juan como nosotras dijimos que les estábamos reconocidos pues el comportamiento de todos los participantes en la orgía había sido de lo más cordial, incluso cuando todos estábamos ya bien “colocados” de droga y alcohol, por lo que nuestro recuerdo de la fiesta era totalmente positivo. Yo, por mi parte, dije que no tenía inconveniente alguno en volver, eso sí, no cada semana; por ejemplo: una vez al mes, y con la misma tarifa.
Juan se encargó de recoger tanto mi paga como las cajas de bebida y la droga, con la sorpresa de que nos habían preparado un conjunto de productos de la tierra, (un buen jamón ibérico, quesos y embutidos ibéricos de primera calidad), cosa que les volvimos a agradecer.
A media tarde emprendimos viaje de regreso a Madrid, siguiendo al coche guía hasta que llegamos a la autovía.
Llegamos a casa casi a las doce de la noche, después de tomar unos sándwiches en un área de servicio. Nos dimos una ducha y pasamos a nuestra diaria ración de sexo y un poco de alcohol para compensar el exceso del día anterior. Luego a dormir.
La siguiente semana era la de mi cumpleaños (el miércoles 10) y vendrían mis abuelos.
Si me quieren contactar: [email protected]
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