NATASHA Y EL PROFESOR DE GIMNASIA – 7
Transcurrir del curso en el Instituto y Segundo viaje al albergue de la Organización..
CAPÍTULO 7
En octubre empezaron las clases en el Instituto, pero al salir de clase me iba a casa de Lucía para hacer juntas los deberes, –eso es lo que les decía a mis abuelos.
Lo cierto es que todas las tardes tenía mi correspondiente polvo con Juan, y los fines de semana los pasábamos siempre juntas Lucía y yo, de fiesta en fiesta con diferentes grupos… y engordando abundantemente mis ahorros. De esa forma a mediados de noviembre volvía a estar embarazada y dejamos mi aborto para finales de año.
Entretanto habían informado a Juan de que el vídeo de mi cumpleaños había llegado a una organización en un país del norte de Europa, con la que los de aquí tenían buenos contactos, ya que se intercambiaban material y, sobre todo, les proveían de droga de la mejor calidad.
Estaban muy interesados en que rodase uno o varios vídeos en el próximo verano, –aprovechando las vacaciones del Instituto–, en el que no quedase duda alguna de mi embarazo, con una buena barriga, de seis o siete meses, y ofrecían un verdadero pastón… como entre doce y quince mil euros.
La idea me fascinó enseguida, porque había visto en las fiestas a varias niñas que estaban ya con una barriga bastante gorda, y ellas decían que follando embarazadas y con una buena tripa, se lo pasaban mucho mejor que cuando no tenían barriga.
La idea me atraía mucho y se me metió en la cabeza, solo me quedaba la duda de que si continuaba con el embarazo hasta los seis o siete meses, el aborto resultaría más complicado y podría ser más peligroso, lo
Juan me dijo que en esos casos lo que solían hacer era continuar con el embarazo hasta el final, provocando el parto cerca de los 9 meses y dejando el bebé en la clínica, que se ocupaba de entregarlo en adopción. Ellos se encargaban de que como madre figurase alguna de las chicas ya mayores que tenían en la organización y creaban toda una documentación como si hubieran seguido todo su embarazo, de modo que mi nombre no aparecería por ninguna parte. Alguna de las chicas de la organización en España lo había hecho así ya con anterioridad. Esa idea sí que me sedujo, pero entonces empecé a pensar en qué forma iba a ocultar a mis abuelos un embarazo en el que ya mi barriga creciese a ese nivel. Así que entre Lucía, Juan y yo hicimos empezamos a hacer cuentas.
Planeamos que si me quedaba embarazada en enero, cuando en junio acabase el curso del Instituto estaría solo de cinco meses. Podría disimularlo más fácilmente y marcharnos a Dinamarca poniendo como excusa un curso de idiomas en el extranjero. En junio ya estaría preñada de 5 meses largos y podría durante tres meses, –julio, agosto y septiembre–, hacer los videos que quisieran preñada entre cinco y ocho meses, con una barriga cada vez más gorda, para estar a punto de parir a mediados de Septiembre, solo adelantando el parto un par de semanas, y podría volver a España a tiempo para el siguiente curso en el Instituto.
Lucía añadió que ella también quería preñarse al mismo tiempo que yo y que así seríamos dos para hacer los vídeos y estaríamos juntas todo el tiempo. Además de esa forma preveíamos el caso de que mis abuelos no me diesen el permiso para salir al extranjero al curso, aunque suponíamos que no pondrían muchas pegas, sobre todo si lo hacíamos pasar como una beca por buenos estudios. Teníamos todo un curso por delante para irles preparando.
Juan aprobó nuestra disposición para el trato y los del grupo hablaron con los nórdicos, que no pusieron ninguna pega a que fuésemos las dos juntas, porque les enviamos unos vídeos de Lucía y también les gustaron mucho.
Cada fin de semana teníamos la correspondiente orgía en la que nunca faltaban las drogas y el alcohol, con lo que tanto Lucía como yo podríamos ser catalogadas como alcohólicas y drogadictas. El número de pollas que me jodían en cada fiesta iba continuamente en aumento, de manera que al poco tiempo había pasado ya de las doscientas las que me habían llenado con su leche todos los agujeros de mi cuerpo.
En cuanto a la bebida, ya no le hacía ascos absolutamente a nada. Lo mismo me daba que fuera Vodka, Whisky, Ginebra o Tequila: acababa con los biberones uno detrás de otro con facilidad, hasta casi caer completamente desmayada. En esos tres meses tuve un par de desvanecimientos por tanto alcohol, y Lucía otros tantos.
En relación a las drogas, cada día iba en aumento mi tolerancia a la cocaína, así que no tardé mucho en hacerme asidua de los pinchazos de heroína. En cada fiesta no bajaba de un par de ellos, en dosis adecuadas a nuestra edad, siguiendo los pasos de Lucía, porque de esa forma aguantábamos el alcohol mucho mejor y soportábamos horas y horas de jodienda. Aborté a primeros de diciembre, aprovechando la semana de la fiesta de la Constitución y la Inmaculada, a fin de preñarme al principio de enero y poder tener una buena barriguita ya para junio.
Y llegaron las vacaciones de Navidad, fin de año y Reyes. La Nochebuena y la Navidad la pasé con mis abuelos, por consejo de Juan, quedando bien con mis abuelos diciendo que esas son unas fiestas de carácter muy familiar. Como podéis imaginar, fue facilísimo conseguir de mis abuelos el permiso para pasar el fin de año con Lucía, siendo Juan el que se encargó de recogerme a media tarde el día treinta y uno, quedando en que volvería a casa el día 2 de Enero porque lo iban a celebrar en el chalet de la sierra, en compañía de algunos vecinos, ya que la urbanización organizaba una fiesta en el local de la asociación de propietarios. No pusieron inconveniente alguno; Juan les tenía totalmente ganados.
La fiesta de Fin de Año fue espectacular. Fue en el chalet de Lorena y Vanessa, conde estaban esperándonos sus padres y algunos amigos, con lo que la orgía estaba absolutamente asegurada. Empezamos a beber nada más llegar al chalet, allá sobre las diez y media más o menos, de forma que a la hora de las uvas ya estaba bastante colocada y medio borracha. Celebré las doce campanadas con doce dedalitos de de vodka, uno detrás de otro, sin siquiera respirar. –Ir directamente a chupitos no era aconsejable–. Al terminar con el último casi me desvanecí completamente borracha y no me dormí gracias a medio litro de café que me hicieron beber y un buen chute de heroína para que pudiese continuar la juerga.
Al poco rato me recuperé y me incorporé con Lucía y las otras chicas, que ya estaban follando como locas. La verdad es que recuerdo poco de esa noche, ya que no hicieron grabaciones, pero por lo que pude ir conociendo de unos y de otros, estuve absolutamente despendolada, quedándome en pelotas de inmediato y provocando a todos los tíos a que me la metieran una y otra vez por todos mis agujeros. Me dicen que me hicieron una doble penetración vaginal y otra doble penetración anal, estando tan colocada que yo no he conseguido recordarlas, por muchos esfuerzos que he hecho. Me bañaron en semen, vomité como nunca antes había hecho y fui follada y refollada.
Esa noche nos pinchamos otras dos veces para poder continuar jodiendo hasta entrada la mañana del día uno de Enero, porque no solo nos jodieron los de la fiesta, sino que a menudo se incorporaban tíos nuevos que venían de otras fiestas, de manera que esa noche nos jodieron unas treinta pollas diferentes y tomé pastillas y algo de coca cada vez que me lo ofrecían. Claro que por lo que me contó Juan, el desmadre fue total y Lucía no me fue a la zaga, ni Vanessa ni Lorena. Entre las cuatro dimos buena cuenta de dos docenas de tíos puestos de viagra hasta el culo, con lo que sus pollas no se aflojaron en toda la noche. Sobre las nueve de la mañana, exhaustas y al borde del desmayo, nos metieron en la cama, y Juan alrededor de las 11 llamó a mis abuelos para decirles que Lucía y yo estuvimos bailando hasta la madrugada y ahora estábamos en la cama, dormidas como unos angelitos. Que comería con ellos y me llevarían a casa a la caída de la tarde.
En Reyes también hubo una fiesta. Bebimos, nos drogamos y follamos, pero más moderadamente porque enseguida reanudábamos las clases en el Instituto.
De acuerdo con el plan previsto, para mediados de enero ya nos habíamos embarazado Lucía y yo.
Desde enero a mayo lo pasamos jodiendo como desesperadas, a base de una fiesta cada fin de semana. No voy a repetirlas porque había poca diferencia entre unas y otras. Alcohol y droga a tope, sexo a reventar, y euros que iban engordando mis ahorritos.
Mis abuelos ya se habían acostumbrado a mis ausencias desde el viernes por la tarde hasta el lunes al medio día, porque el fin de semana lo pasaba completo con Lucía y su padre nos traía desde la sierra directamente al Instituto el mismo lunes.
Como mis estudios eran buenos y las notas no bajaban del notable, no encontraban motivo alguno para regañarme sino, más bien al contrario, estaban muy contentos de mis calificaciones.
De esa manera fue facilísimo que autorizasen mi salida al extranjero para el verano. Les dijimos que debíamos contestar con suficiente antelación para que si yo no iba pudieran ofrecer el puesto a otra chica que sí estuviera dispuesta. Así que me hice un pasaporte y se redactó la correspondiente autorización de mis abuelos para poder viajar al extranjero, máxime cuando les dije que Lucía y yo íbamos a ir juntas a casa de unos ingleses cuyas hijas iban a venir a España a casa de Lucía, como intercambio.
Como decía más arriba, siguiendo el plan establecido, a mediados de enero Lucia y yo estábamos de nuevo preñadas y continuamos con nuestras orgías semanales, recorriendo las provincias más próximas a Madrid, donde había grupos, y conociendo nuevas pollas en cada viaje.
Tanto Lucía como yo éramos las reinas de las fiestas, por ser las más jovencitas y las más guarras y golfas de todas. Para nosotras terminar la fiesta con una buena sesión de lluvia dorada era lo que más atraía a los tíos que frecuentaban las orgías; y no solo sobre nuestros cuerpos, sino que abríamos la boca simulando que nos lo tragábamos, pero solo se nos metía una pequeña cantidad, dependiendo del grado de borrachera que tuviéramos en esos momentos. Porque bebíamos más que ninguna otra chica y nuestras borracheras eran descomunales, sin que ello nos impidiera seguir jodiendo horas y horas, puesto que recurríamos a la cocaína y la heroína para resistir mejor.
En cada una de las fiestas nos bebíamos no menos de dos botellas cada una, de cualquier clase de bebida que tuvieran. No hacíamos ascos a nada ni a nadie y los tíos no solo se nos corrían en cualquiera de nuestros agujeros, sino que les permitíamos que nos measen en el cuerpo y en la boca y cuando más borrachas estábamos nos tragábamos sus meadas. Al final acabábamos siempre vomitando la una encima de la otra. Eso les ponía de un salido que nos volvían a follar en cuanto tenían de nuevo la polla tiesa.
Desde el primer mes nos sometieron a continuos y exhaustivos controles médicos para conocer cómo iba nuestro embarazo, ya que no se trataba de una preñez de la que no abortaríamos a los tres meses, sino que continuaríamos con el embarazo hasta su término. Lo hacíamos en una clínica a la que nos dirigieron los responsables de la organización, que corría con todos los gastos.
Todos los controles fueron normales, a pesar de nuestras continuas y permanentes borracheras. Nuestra poca edad, apenas pasados los dieciséis años nos hacía aguantar eso y todo lo que nos echaran encima.
Así, entre permanentes orgías y consumiendo cada vez más alcohol y drogas, llegamos al final del curso del Instituto. Eso fue a finales de mayo, encontrándonos ya embarazadas de casi cinco meses, por lo que ya se nos empezaba a notar la barriga, si bien la disimulábamos llevando blusones y camisas amplias por fuera del pantalón. Así conseguimos que nuestro embarazo pasara desapercibido. Las notas salieron a mediados de junio, y las dos las pasamos con calificaciones todas por encima del notable. Nuestra salida de España hacia el norte de Europa, (mis abuelos creían que era a Inglaterra), fue el día 24 de junio.
Segundo viaje al albergue de la organización.
Mis abuelos y Juan fueron con nosotras al Aeropuerto de Barajas a despedirnos porque Juan iba a recoger a dos hermanas danesas, que se harían pasar por las inglesas a cuya casa íbamos nosotras en el intercambio. Las acompañaba una mujer, de la organización, que se hacía pasar por su madre y entregaba a Juan a las que decía eran sus hijas y se hacía cargo de nosotras para llevarnos a nuestro destino.
A media mañana nos despedimos de mis abuelos y pasamos dentro de la zona de salida de viajeros al extranjero, donde mis abuelos no podían entrar, así que Juan y las dos crías, (también de 15 años) junto con mis abuelos se volvieron a Madrid. Yo quedé en llamar a mis abuelos cuando estuviéramos en nuestra nueva casa, que sería mediada la tarde.
La mujer que nos recogió sabía un poco de español y nosotras ya nos defendíamos algo con el inglés, así que pudimos hablar con ella mientras esperábamos la salida del vuelo. Nos dijo que nos íbamos a encontrar muy cómodas en nuestra nueva casa. Que estaba en pleno campo, bastante retirada de la carretera para ser lo suficientemente discreta, pero que podríamos ir de vez en cuando a la capital, e incluso haríamos algún viaje a Inglaterra por algunos días, para grabar también allí y poder traernos recuerdos y postales para que todo pareciese real.
Yo le dije a Ingrid, que así se llamaba, que estaba ansiosa por llegar para echar un buen trago de vodka o de lo que fuese. Me aseguró que lo tenían todo previsto y que allí nos esperaba todo aquello que pudiéramos desear, además de una fiesta sorpresa como bienvenida.
Nos pidió que la acompañáramos a los servicios y allí sacó del bolso dos botellas como de medio litro, de las de agua mineral, que estaban llenas: una de vodka y otra de ginebra. Como son bebidas totalmente incoloras parecían agua de verdad. Nos las dio y nos autorizó beber sorbitos como si fuera agua, porque era todo lo que teníamos hasta que nos recogiesen en el aeropuerto de llegada, y tampoco convenía que nos pasáramos de bebida.
Esperamos poco más de una hora hasta que embarcamos en el avión y para entonces ya nos habíamos bebido algo menos de media botellita, cosa de un vaso de vodka yo y de ginebra Lucía. Nos cambiamos las botellas al entrar en el avión y en las poco más de dos horas que tardó el vuelo nos terminamos nuestra bebida y nos pusimos un poquito a tono. Solo un poquito, porque con nuestro “entrenamiento” coger la onda requería que nos tragásemos casi una botella de las de 700 ml.
En el aeropuerto nos estaban esperando varias personas del grupo. Recogieron el equipaje y nos trasladamos a una furgoneta de esas de siete plazas y estuvimos algo más de una hora, casi dos, hasta llegar a la finca donde fijaríamos nuestra residencia.
Nada más llegar llamé a mis abuelos por medio del teléfono móvil y Lucía hizo lo mismo con su padre, diciéndoles que les llamaríamos de nuevo al día siguiente para contarles que tal nos habían recibido y si estábamos contentas con nuestra casa, (todo eso para cumplir con el expediente, porque de sobra sabía Juan a lo que íbamos). En la furgoneta no nos repusieron la bebida, alegando que si tuviéramos un accidente no convenía que diésemos positivo en alcohol; eso nos traería muchísimos problemas. Con ello al llegar a la casa ya estábamos las dos muy ansiosas por seguir bebiendo.
No vimos apenas la finca porque empezaba a anochecer cuando llegamos y pasamos directamente a lo que sería nuestra habitación, porque les dijimos que preferíamos una sola habitación para las dos y poder pasar juntas todo el tiempo que nos quedase libre después de las grabaciones y de las orgías que nos estaban esperando. Nos dimos una buena ducha, con lo que el efecto de la bebida se nos fue por completo y bajamos a cenar con los demás.
Nos presentaron a la gente que se encontraba en la finca, que eran en total 14 personas, todas adultas. Encargados de las grabaciones, cámaras, iluminadores, maquilladores, etc. Así como seis actores porno profesionales, con los que grabaríamos el primero de los vídeos. Dos de ellos eran negros, bastante grandes y se les veía con una gran musculatura. Los otros cuatro presentaban multitud de tatuajes.
Después de cenar nos dieron una buena dosis de cocaína a cada una y pasamos al maquillaje, provistas ya de nuestra correspondiente botella, en este caso de plástico, para ir entrando en situación.
En realidad no nos maquillaron porque lo que pretenden es que las chicas aparezcan en los vídeos con la imagen lo más aniñada posible, como verdaderas colegialas, casi niñas. Eso se ajustaba perfectamente a nuestra imagen pues Lucia y yo con nuestros apenas dieciséis años parecíamos dos verdaderas crías. Por ello el maquillaje se redujo a una ligera capa para que las luces no produjeran excesivos brillos. Nada de carmín en los labios ni de rímel en los ojos ni pestañas postizas, querían que estuviésemos lo más natural posible.
Durante la preparación y el maquillaje le dimos con ganas a la botella para animarnos cuanto antes, ya que imaginábamos lo que nos estaba esperando: seis tíos con una enorme polla que nos la meterían por todas partes durante unas cuantas horas, y queríamos impresionarlos en nuestra primera actuación. Además nos habían dicho que solo nos daban una botella y que nos tenía que durar para toda la grabación, que serían como unas dos horas.
Pasamos a un salón convenientemente preparado con algunos sofás corridos y con bastantes cojines por todas partes y cuatro cámaras, una en cada una de las esquinas. También había dos tíos más, con cámaras individuales, que se moverían a nuestro alrededor cogiendo los primeros planos.
Antes de empezar nos bebimos lo que quedaba de nuestra respectiva botella, de manera que al empezar la grabación ya nos habíamos bebido una botella completa de vodka cada una.
Serían como las diez de la noche cuando iniciamos la primera grabación de vídeo, que duró unas dos horas aproximadamente.
Estábamos vestidas de colegialas y dábamos el tipo perfectamente. Hacíamos la interpretación de unas crías que estábamos en casa con unos cuadernos, estudiando y preparando lo que sería un examen del día siguiente (eso lo decía un narrador ambientando la escena).
Nosotras repasábamos nuestros libros, cuando llamaban a la puerta.
Lucía iba y les abría y entraban los seis, que decían que no nos preocupáramos porque ellos iban a ayudarnos en la preparación del examen, pero que teníamos que ser buenas chicas y ayudarles también a ellos a ser felices y a sentirse bien.
Nosotras les contestábamos que sí, que les íbamos a ayudar en lo que necesitaran y entonces nos decían que les enseñáramos un poco nuestras tetitas.
Nosotras nos abríamos las blusas y dejábamos al descubierto nuestras tetas.
Dos de ellos nos quitaban la blusa y empezaban a pellizcarnos los pezones, que enseguida se nos pusieron duros como piedras.
Los otros empezaban a subir sus manos por nuestros muslos, separándonoslos y dejando entrever nuestras braguitas. Al poco tiempo nos quitamos las faldas y nos bajamos las bragas, quedándonos completamente desnudas.
Ya se nos apreciaba la barriguita y los tíos nos dijeron: anda si parece que están preñadas.
Nosotros les contestamos que un poquito.
Se reían y decían: mira están un “poquito embarazadas”, y nos preguntaron cómo era eso.
Nosotras les contestábamos que porque nos gustaba mucho joder y que lo hacíamos siempre que podíamos.
Cuándo van a volver vuestros padres, nos preguntaban.
Les dijimos que no volvían hasta el día siguiente, porque eran médicos y tenían guardia toda la noche.
Se pusieron muy contentos diciendo que entonces nos podríamos divertir muchísimo los ocho.
Nosotras nos pusimos a palmotear y decíamos: Bien, bien, nos vamos a divertir, y poniendo cara de traviesas les preguntamos ¿también nos la vais a meter?
Desde luego. Os vamos a meter estas hermosas pollas por todos vuestros agujeritos para que nunca os olvidéis de nosotros.
Qué bien, –palmoteábamos–, pero antes de que nos folléis queremos beber un poco para animarnos, y me dirigía a un mueble y cogía una botella de ginebra, la abría y me bebía un buen trago a morro, dándosela luego a Lucía, que también le dio otro buen trago.
Ellos dijeron que a ver si nos íbamos a poner borrachas, pero nosotras les dijimos que eso también nos gustaba mucho y que, si estábamos bien borrachas, follábamos mucho mejor.
Uno de ellos dijo: ahora mismo voy a traer unas cuantas botellas… y alguna cosita más para que no nos falte de nada en la fiesta. Salió por la puerta y enseguida la volvió a abrir y traía en sus manos cuatro botellas más, de vodka y de tequila, y unas bolsitas con un polvito blanco que no hace falta decir lo que era.
Olé, olé, –brincamos nosotras–: para que nos emborrachemos mucho mientras nos folláis. Inmediatamente le dimos otro buen trago a la botella de ginebra.
La primera media hora nos la pasamos tragando pollas, –de forma literal–, porque lo primero fue ponernos a las dos en un sofá amplio, tumbadas boca arriba y colocadas del revés y boca arriba, de manera que nuestro culo estaba entre el respaldo y el cojín, nuestras piernas, totalmente abiertas, hacia arriba por el respaldo y nuestra espalda en el asiento, con la cabeza en el borde, colgando un poco, y mirando hacia el techo.
De esa manera uno de los actores se ponía mirando hacia nosotras apoyando sus rodillas en el borde del asiento, de manera que su polla estaba cercana a nuestra boca. Sus manos se apoyaban en nuestras tetas o sobre el cojín. Nosotras abríamos nuestra boca y en ella se introducía su polla, que se deslizaba a lo largo de nuestra garganta, hasta lo más profundo que podía. Cualquiera de los otros tíos nos sujetaba la cabeza y la oprimía contra la polla, para se nos introdujese completamente hasta el final.
Os podéis imaginar que el aire nos faltaba continuamente y que la producción de saliva y babas era incesante. Muchas de esas babas y salivas las tragábamos al abrir la boca para respirar, pero muchas veces se nos salían de la boca donde permanecía la polla llenándola toda y se nos introducían por la nariz. Eso generaba que nos atragantásemos en repetidas ocasiones. Las arcadas se sucedían una tras otra y en muchas regurgitábamos y se producía el vómito de parte de la cena con el acompañamiento de todo el alcohol que habíamos bebido.
Estos vómitos nos rebosaban de la boca, se deslizaban por nuestras mejillas, nuestro cuello y nuestro pelo, que caía en cascada entre el borde del asiento del sofá y el suelo. En el suelo se iba formando poco a poco un charquito, cada vez mayor, en el que confluían nuestros vómitos.
Nuestro tragar de pollas era incesante y cuando al tío al que se la chupábamos le entraban las ganas de correrse lo hacía sin miramiento alguno, dentro de nuestra boca, al tiempo que nos decía que la mostrásemos abierta con su leche dentro y bien visible para que pudieran tomar primeros planos en el vídeo y, además, ser fotografiada en todos los ángulos posibles. Una vez cumplido ese trámite nos tragábamos todo el semen. A continuación le dábamos un buen trago a cualquiera de las botellas y otro de ellos tomaba su lugar de inmediato, y se volvía a repetir el proceso. El paso de los seis tíos por cada una de nosotras se llevó como una hora, en la que ellos se corrieron dos veces cada uno y nosotras nos tragamos seis hermosas corridas de espesa y caliente leche, además de dar buena cuenta de dos de las botellas que habían traído.
Al concluir la ronda nos permitieron recuperar una posición más “normal” y pudimos ver los charcos de vómitos que teníamos a nuestros pies y yo pude contemplar el aspecto lamentable que presentaba Lucía, que no era en absoluto nada mejor que el mío, según pude ver después cuando nos enseñaron la grabación, una vez montada.
Aprovechamos el pequeño descanso para darle un buen viaje a una botella de vodka que teníamos cerca, pero inmediatamente pasaron otros seis actores más, que durante otra hora nos estuvieron jodiendo por todos nuestros agujeros.
Lo hacían al mismo tiempo, es decir; uno se ponía sentado en el sillón, yo me sentaba de espaldas a él, sobre su polla, que se metía en mi culo hasta llenarlo completamente, entonces me recostaba hacía atrás mientras él sostenía mi espalda con sus manos. En esa postura mi chocho quedaba completamente expuesto y en disposición de que otra polla se metiera en su interior, lo que hacía otro de ellos. El tercero se subía de pie en el sofá con una pierna a cada lado de mí y con sus manos llevaba mi cabeza hacia su polla, de manera que la metía completamente en mi boca hasta lo más profundo de la garganta.
Por supuesto que se repetían continuamente las arcadas y los vómitos parciales que, en este caso, resbalaban por mi barbilla, cuello y tetas y llegaban a mi coño a través de mi tripita ya un poco abultada. Siempre tenía tres pollas en mi interior, al igual que Lucía, que tenía a los otros tres. De vez en cuando se cambiaban las posiciones, de manera que cada uno de ellos metía su polla en cada uno de mis agujeros, hasta que aproximadamente a la media hora el director de la grabación consideraba que era el momento adecuado para que los tres tíos se corrieran y ambos lo hicieron en mi boca, uno a continuación de otro.
Entre corrida y corrida los correspondientes primeros planos y las fotografías de rigor. Con Lucía hicieron lo mismo los tres que estaban con ella. En cada cambio de postura había una nueva visita a la correspondiente botella y esnifar una rayita de coca.l tercero se subçla se metiera en su interior, lo que hacen disposicigujeros. tragamos seis hermosas corridas de espesa y cali
Los tres que estuvieron conmigo se pusieron ahora con Lucía y los que estuvieron con Lucía pasaron a meterme a mí sus pollas.
La posición cambió, de manera que ahora un tío ocupaba el sofá tumbado a lo largo, yo me ponía encima de cara a él y metía su polla en mi coño. Una vez bien dentro me inclinaba hacía adelante y entonces lo que dejaba expuesto al aire era mi pequeño culito, en el que de inmediato se metía otra de las pollas. El tercero se colocaba delante de mi cabeza y me llevaba la cabeza hacía su polla y me la metía dentro de la boca a base de secos y rápidos golpes, de manera que entraba completamente hasta el fondo de mi garganta.
Cuando llegaba el turno de meterme en la boca la polla del negro, –que la tenía de más de 25 centímetros–, mis arcadas eran permanentes y acabé por vomitar todo el semen y el vodka que había tragado en el descanso anterior, que cayó sobre el pecho del tío que tenía debajo. Vomitar tanto hacía que el alcohol no llegase a ser absorbido por la sangre, retrasando mi estado de ebriedad y permitiéndome beber en mayor cantidad.
Me pidieron que le lamiese todo lo que había vomitado y que lo sorbiera y me lo tragase de nuevo y yo obedecí como la niña buena que se suponía que era. Entonces uno de los ayudantes dio al negro que me la metía un ancho vaso de plástico y cada vez que el negro me sacaba la polla y se apreciaban mis arcadas ponía debajo de mi boca el vaso, en el que recogía todas mis babas y vómitos.
Al acabar de joderme lo primero que me dieron fue el vaso para que me bebiera todo lo que había vomitado antes y para hacérmelo más “tragadero” le añadieron una buena dosis de alcohol (ginebra, vodka, tequila y whisky) todo mezclado, hasta llenarlo, ordenándome que lo bebiera de una sola vez, sin descansar. Yo lo agradecí sobremanera y me lo bebí sin apenas respirar. Tenía el sabor más asqueroso que nunca había probado, pero me ordenaron bebérmelo y yo, sumisa, obedecí sin rechistar. Empezaban a domesticarme. Luego recibí las tres descargas de semen directamente en la boca, que también me tragué despues de ser mostradas al camarógrafo para que las grabara en primer plano.
Así llegamos a la segunda hora y se dio por finalizada la fase de “trabajo”, según dijo el director.
Lucía y yo mostrábamos claramente los efectos de lo que habíamos bebido. Es decir: se nos veía muy borrachas.
Nosotras, como cierre de la grabación, les decíamos a los seis con nuestra lengua de trapo: ¿habéis visto todo lo que nos hemos emborrachado y lo bien que jodemos? Si os ha gustado podéis volver cuando queráis.
A partir de ese momento entraron los otros seis tíos que primeramente nos la habían metido solo por la boca y el director nos preguntó a Lucía y a mí si nos apetecía continuar la juerga o si preferíamos irnos a dormir por si estábamos cansadas del viaje.
Lucía y yo nos miramos y ambas nos pusimos inmediatamente de acuerdo para seguir jodiendo mientras pudiésemos aguantar.
Lucía dijo que una docena de pollas como aquellas no podían despreciarse y que mientras se mantuviese en pie quería seguir jodiendo y bebiendo hasta caer desmayada.
Yo, por mi parte, le dije al director que lo que más me apetecía en ese momento era poder beber sin freno hasta coger la mayor borrachera de mi vida y que no me importaba nada si me grababan o por donde ni cuantos tíos me la metían.
Nos hicieron soplar en un alcoholímetro para ver el grado de alcohol en sangre y el director dio el visto bueno a que continuáramos follando y bebiendo, si previamente esnifábamos otra raya de coca. Lo hicimos.
Durante una hora más estuvimos las dos jodiendo y bebiendo como locas mientras los doce tíos metían su polla por cualquier parte de nuestro cuerpo y nos llenaban continuamente de semen. Sí, los doce, porque se incorporaron también los que acababan de follarnos.
Cada vez que teníamos alguna arcada acompañada de vómito bebíamos más de la botella, de manera que nuestro estómago siempre tenía líquidos que vomitar… y alcohol que incorporar a nuestro torrente sanguíneo.
Nos bebimos un par de botellas, –en total como un litro de licor–, cada una en esa hora y al final caímos las dos presas de un intenso coma etílico, revolcándonos en nuestros propios vómitos, que lamíamos y nos pasábamos la una a la otra en un éxtasis de locura sin límite.
Al entrar en los temblores del coma los servicios médicos de la organización nos aplicaron unas fuertes inyecciones, revisaron nuestras constantes vitales y nos dejaron sobre el suelo, apenas cubiertas por unas mantas, y de esa forma nos despertamos a la hora de la comida del día siguiente.
Fue el primero de los varios comas etílicos en que caímos a lo largo de nuestra estancia en esa especie de albergue de la organización.
Mi e-mail: [email protected]
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