Náufragos
Fantasía basada en la película La Laguna Azul, con Brooke Shields.
Náufragos – Parte I
(relato de fantasía ambientado a finales del siglo 19)
El Naufragio
Aquella tarde me había embarcado solo en ese muelle de San Francisco, buscando encontrar una nueva vida en las islas del Pacífico Sur. El barco no era muy grande y tampoco era un vapor o uno de esos impulsados por vela y vapor al mismo tiempo. Si bien no me inspiraba mucha confianza y yo era un poco temeroso hacia la inmensidad del mar, el deseo de cambio y de empezar de nuevo, me empujaron a lanzarme a la aventura.
Poco podía imaginar en ese momento hasta qué punto aquel viaje cambiaría mi vida.
La primera noche la pase en mi camarote, y ni siquiera fui a cenar a la pequeña cocina. Éramos menos de veinte pasajeros. Entre ellos no pude dejar de notar a una bella mujer de unos treinta años, solamente acompañada por sus dos pequeños hijos. Una niña de unos ocho años y un varoncito de unos diez años aparentemente. Ambas criaturitas era preciosas, con cabellos rubios y hermosos ojos claros.
El barco se movió bastante los primeros días, lo que hizo que me encerrara aún más en mi camarote. Al cabo de una semana todo mejoró y así también nuestro buen humor en general.
Pude hacer una linda amistad con la hermosa mujer y disfrutar la alegría de sus niños, que correteaban por el barco, y no paraban de reír. Mis fantasías empezaban a tomar vuelo. Ella también se dirigía a las islas de la Polinesia y según ella me contó había enviudado recientemente. Su padre tenía unas plantaciones allá en alguna de esos cientos de islas y ella había decido ir a vivir allá. ¿Tal vez era el destino y esta bella mujer terminaría siendo mi esposa? ¿Tendría yo dos hermosos y alegres niños? Así soñaba despierto, cada vez más encariñado con esta pequeña familia.
Al cumplirse trece días de navegación, una gran tormenta apareció en el horizonte. Negras y amenazadoras nubes, truenos y relámpagos! Eran las cuatro de la tarde cuando el capitán nos ordenó colocarnos los salvavidas. Raquel, la mamá, estaba pálida de terror, y los niños mudos, Sandrita se tomó de mi mano asustada y Nat, su hermanito, trató de aparentar ser el hombre valiente en ausencia de su papá ya muerto.
Una hora más tarde todo era un caos, los pasajeros estaban aterrorizados, muchos se habían golpeado y sangraban por cortaduras varias. El capitán parecía perdido, y de pronto sentimos que la nave se volcaba. Estábamos en cubierta sujetándonos de lo que podíamos, y súbitamente recuerdo solo haber caído al agua!
Está todo bastante borroso en mi mente, la mano de Sandrita que se me soltó, los gritos de auxilio de los que se ahogaban…. Una horrible pesadilla. No sé cuánto más tarde pude alcanzar a la nena que flotaba como desmayada y la sostuve, las olas nos fueron llevando, ya no vimos más a nadie. Calculo que unas dos horas después, y bajo una lluvia torrencial, finalmente fuimos arrojados los dos sobre una playa de arena. Levanté a la chiquita y la cargué hasta la línea de la vegetación a unos metros del agua. Estaba viva! Gracias a Dios!
Entonces volví mis ojos hacia la playa y vi un bulto como a cien metros. Me levanté como pude, los músculos acalambrados por el esfuerzo y el frío. Camine a los tumbos hasta el bulto y para mi alegría encontré al pequeño Nat que abrió sus ojos aturdido al verme, lo alce en mis brazos y lo cargue hasta donde estaba su hermanita.
Ella había recobrado el conocimiento. Los tres nos abrazamos y yo me mantuve fuerte mientras los niños lloraban, especialmente preguntando por su mamá.
La lluvia había parado pero soplaba un viento fuerte y frío. El peligro de hipotermia era muy real. Lleve a mis niños, así los sentía ahora, un poco hacia el interior de la isla para estar más protegidos del viento. Les explique que debíamos quitarnos toda la ropa para evitar morir de frío, mientras juntaba unas enormes hojas de esas extrañas plantas tropicales para hacernos como una cama con ellas. Luego me quité toda la ropa y cuando los miré a ellos sentí un extraño salto de mi corazón en el pecho. No pude evitar que mis ojos se clavaran hipnotizados en esos deliciosos cuerpitos desnudos!
Me recosté sobre la cama de hojas y los hice acostarse a ellos uno a cada lado de mí.
- Apriétense bien contra mí. – les dije – Es la única forma de no morir de frío.
Ellos me obedecieron y a pesar del viento y el frío de a poco nuestros cuerpos recuperaron el calor. Yo acariciaba sus espalditas y los apretaba contra mi pecho y mi cuerpo. Esa noche sería el comienzo de mi nueva vida, como nunca lo hubiera imaginado.
Segundo día – La Laguna
Me quedé dormido gracias al calor de esos dos cuerpitos desnudos sobre el mío, y recién me desperté cuando estaba empezando a amanecer. Al primer instante cuando abrí mis ojos, me sentí completamente confundido por los traumatizantes hechos del día anterior, unos momentos después volví a la realidad.
Los hermanitos en cambio seguían profundamente dormidos. La nena tenía su carita apoyada sobre mi pecho y una de sus piernitas descansaba sobre mi vientre… buscando mi calor. El nene se había girado, apoyando su espalda y su culito contra mi costado. Yo los tenía abrazados a los dos. Recordé entonces la fuerte emoción de unas horas antes cuando los había visto sin ropa por primera vez. Al recordar esa imagen la pija se me empezó a parar aunque yo no lo quisiera. Simplemente no lo podía controlar. Les había visto todo y no me podía sacar la excitante imagen de la cabeza! Ahora para colmo los tenía apretujados contra mi piel. La verga se me terminó de poner dura del todo, casi dieciocho centímetros de carne de hombre, hambrienta de acción. Al ponerse así, tan erecta, llegó como con vida propia hasta tocar la pierna de Sandrita a la altura de mi ombligo. No pude resistir mover mi pelvis instintivamente para rozarla mejor.
Pero, ¿qué estaba haciendo carajo??!! Nunca me había fijado de esa forma en niños o niñas y jamás habían sido parte de mis imaginaciones morbosas… Pensé en levantarme enseguida para quitarme el problema, pero no pude. Entonces dejé que la naturaleza hiciera lo suyo, me dejé llevar. Acaricié la cara preciosa de Sandrita y el pelo rubio de Nat. La erección no se me bajaba para nada. Un rato más tarde salió finalmente el sol y traté de despertarlos.
La nena abrió sus ojitos y me miró como no entendiendo dónde estaba ni qué había pasado.
- Dónde está mami? – me preguntó tristemente.
- Mami no está con nosotros hermosa. No estés triste… – le rogué mientras le daba un tierno beso en su mejilla.
Ella se puso a llorar y yo la coloque sobre mí para consolarla. Sus piernitas abiertas a cada lado de mi vientre hicieron que mi pija parada apuntara directo a su conchita…. Cualquiera que nos hubiera visto hubiera pensado lo peor, pero no había la menor mala intención en mí. Solo era algo que no había podido evitar.
Entonces se despertó Nat. Le tuve que explicar lo mismo y el pobrecito trató de ser valiente y no llorar. El chico me resultó tan hermoso como la hermanita. Senté a Sandrita junto a él y ya sin tratar de ocultar mi erección, algo que hubiera sido imposible. Ellos, extrañamente, no me preguntaron nada sobre eso, lo que me llamó un poco la atención.
Me puse de pie y empecé a buscar nuestra ropa por entre la profusa vegetación. Se había desparramado un poco, pero ya estaba seca. Nos vestimos todos, pero claro que ya no teníamos calzado.
- Tengo hambre! – exclamó Nat mientras la chiquita se pasaba la mano por su tierna pancita y asentía con la cabeza.
La lucha por la supervivencia estaba por comenzar, y ahora vendría la parte más difícil. Me propuse salvar las vidas de estos preciosos niños y la mía también obviamente.
- Vamos juntos a buscar comida! – exclamé, y tomándolos de la mano los llevé de vuelta hacia la playa. Había mucho que hacer para no morir ahí.
Tratando de no lastimarnos los pies llegamos a la playa. Sobre la arena, y movidos por las olas, aparecieron algunos restos del naufragio. Pedazos de madera, ropa, y hasta un baúl que flotaba, aparentemente impermeable. Los niños me ayudaron a juntar todo y colocarlo bajo unas palmeras. Teníamos sed, eso era lo más preocupante.
Ya había notado yo una especie de bahía a lo lejos. Fuimos hacia allí. La isla o donde sea que estábamos era selvática y había como una gran meseta o montaña que todo lo dominaba.
- A dónde vamos? – me preguntó Nat inquieto.
- A buscar algún arroyito o laguna donde encontrar agua limpia para tomar. – Le expliqué sonriendo para tranquilizarlo y acariciándole la rubia cabecita, mientras la nena caminaba colgada de mi brazo.
Para nuestra fortuna al llegar a la bahía encontramos un arroyito de agua clara! Nos arrodillamos sobre el agua y tomamos como perritos, todo lo que quisimos.
Entonces decidí que siguiéramos el arroyito corriente arriba para conocer un poco el terreno y como forma de no perdernos en la espesura.
Después de remontar el arroyo por unos quince minutos, con nuestros pies en el agua, llegamos a una hermosa laguna de color azul. Preciosa y con una cascadita incluida. Para mejor, alrededor de la laguna y del arroyito también divisé árboles y plantas frutales.
Los niños esbozaron una sonrisa por primera vez cuando les alcance unos frutos deliciosos y pudieron llenarse las pancitas!
- Héctor, podemos meternos al agua? – preguntó tímidamente Sandrita.
- Sí preciosa! Pero quítense la ropita, no queremos mojarla de vuelta. – le dije, con voz algo temblorosa, deseoso de verla desnudita otra vez.
Ninguno de los dos parecía tener problema con eso y en cuanto se quitaron todo, saltaron al agua felices por primera vez! Yo me quedé mirándolos, disfrutando de ver esos culitos tentadores, la conchita deliciosa de la nena, su pecho sin tetas, la pijita del varón… me empecé a calentar igual que la noche anterior. Ya no podía negarme a mí mismo que me excitaban, los dos, y decidí entregarme a mis deseos mientras ellos me lo permitieran, al menos me iba a hacer una rica paja mirándolos. Me quité el pantalón y me agarré la pija ya bien dura, acariciándomela mientras me comía con los ojos esos cuerpitos excitantes.
Entonces la chiquita me llamó desde el agua.
- No te metés al agua? – preguntó ingenuamente.
Yo no me hice rogar. Me quité el resto de la ropa y con la verga completamente alzada me metí con ellos. Los juegos a los que el agua invitaba no se hicieron esperar y tuve oportunidad de manosearlos de todas formas, con el pretexto de hacerles cosquillas, mis manos manosearon las partes genitales de los dos, y nuevamente me sorprendí que no se resistieran en nada! Algún secreto oscuro habría habido en esa familia que ya no existía.
Finalmente salimos del agua y me recosté con la espalda contra una roca, sobre la arena, la laguna azul frente a nosotros. Yo seguía al palo, desesperado por acabar, y la nena se sentó sobre mis rodillas con las piernas abiertas, bien cerca, su conchita casi rozando mi pijota hambrienta de sexo.
Nat se sentó al lado mío y nos miró como esperando a ver que hacíamos. Ahí noté que la pijita del niño se le había puesto durita. Entonces Sandrita, que también lo miraba a él, acercó su carita a la mía y con total ternura e inocencia puso su boquita sobre la mía. Al principio no reaccioné, pero luego abrí mis labios y la chiquita golosamente metió su lengüita en mi boca. Estaba claro que sabía besar así, que ya lo había hecho antes! Yo le devolví los chupones y la atraje hacia mí para apoyarle la pija en su vientre suavecito. Entonces tuve otra sorpresa, porque Nat se arrodilló detrás de su hermanita, y la empezó a acariciar. Sus manitos sobre el pecho planito de su hermana, jugaba con sus pezoncitos y el nene restregaba su pijita contra el culito de su hermana! Yo empecé a frotarme contra su vientre desnudo, estaba desesperado y ya me la quería coger! Ocho o nueve añitos? Imposible pensé…
Tenía los testículos tan cargados que no pude contenerme y ahí mismo empecé a eyacular, salpicando de semen tibio todo el vientre y el pecho de la pendejita!
Me dejé caer hacia atrás jadeando mientras los dos hermanitos se echaron sobre mí y sentí sus boquitas que me besuqueaban por todas partes… tal vez había muerto en el naufragio y esto era el paraíso?
Nat y Sandri se habían dejado disfrutar por mí de la forma más natural, bueno, la nena en principio se había dejado, Nat solo se había frotado contra ella, pero ahora, tirado ahí con los ojos cerrados, sentí las dos dulces boquitas besando mi cuerpo desnudo, se notaba que lo hacían con gusto. Mi pecho, mi vientre, mi verga ahora fláccida y cubierta de semen recibía felices las atenciones.
Abrí los ojos para disfrutar viéndolos. Era la nena la que me lamía la pija, Nat estaba besándome el pecho. Acerque el niño hacia mí. Nunca me habían interesado los sujetos de mi mismo sexo, pero este chiquito era algo distinto. Atraje su carita hacia la mía deseoso de probar sus labios y su lengüita a ver si besaba tan rico como la hermana. Mi lengua de hombre y su lengüita de niño empezaron a jugar volviéndose más desesperados los lametones y mordidas en los labios. Empecé a jadear y la nena me lamió los huevos mientras me acariciaba la poronga que empezó a ponerse dura y grandota otra vez.
Era delicioso ver a la chiquita, con su cuerpito desnudo, su vientre sobre la arena con el culito al aire, y mi pijota adentro de su boquita! Con mi mano izquierda tanteé el pecho y el suave vientre del nene hasta llegar a acariciarlo entre las piernas. Nat tenía la pijita parada, y se la manoseé un poco. Quería más placer y le baje la cabecita hasta mi vientre. El entendió enseguida y se puso a chuparme la pija junto con la hermanita! Las dos lengüitas me lamían de arriba a abajo, Sandrita prefería mi glande, y Nat mis huevos, y el tronco venoso. Empecé a menear mi pelvis excitado como nunca en mi vida! En menos de cinco minutos volví a eyacular, y muy fuerte, salpicando sus caritas preciosas! Gimiendo de placer como un loco.
Ellos me lamieron todo el semen y al final se dieron besos de lengua compartiéndolo entre ellos… Era una delicia verlos haciéndose esas cosas! Sí, definitivamente había muerto y estábamos en el paraíso!
Me tomó un rato más recuperar las fuerzas. Dos orgasmos en media hora, era algo que nunca me había pasado.
- Vamos a remojarnos un poquito y volvemos a la playa- les dije.
Mami!
Ya vestidos y volviendo con nuestros pies en el arroyo, la nena me volvió a casi reclamar por su mamá. Yo me preguntaba qué habría sido de ella. Cuánto tiempo habría sobrevivido? Lo que sí podía recordar era que se había puesto el salvavidas. Pero calculé que debía ser el mediodía y ya habrían pasado casi 20 horas desde el naufragio.
Finalmente llegamos a la playa y hasta el lugar donde habíamos juntado las maderas y el cofre o baúl que flotaba. Busqué una piedra y traté de romper la cerradura para abrirlo. En eso me doy cuenta que Nat estaba boquiabierto con los ojitos clavados en un punto lejano.
- Héctor! – me dijo – allá hay algo! Allá lejos en la arena! –
Me di vuelta y vi lo mismo, y el corazón me dio otro salto en el pecho, ya que parecía un cuerpo mecido por las olas que tocaban la playa.
- Vamos! – exclamé.
Corrimos desesperadamente y al llegar cerca vimos que era un cuerpo de mujer y que parecía muerta!
- Mami, mami!!! – empezaron a gritar desesperados los chicos.
Yo me abalancé sobre ella, la puse de espaldas y apoye mi oído sobre su pecho buscando los latidos de su corazón. No pude dejar de notar, incluso en ese momento, que su vestido estaba roto y sus hermosas tetas al aire! No sentía latidos, pero al menos el cuerpo no estaba rígido. Me senté sobre su vientre y empecé a presionar sobre su pecho y darle respiración boca a boca, como había aprendido. Después de un par de minutos de pronto ella abrió los ojos y tosió escupiendo agua salada!
La puse de costado, para ayudarla a expulsar el agua de sus pulmones. Ella volvió en sí luego de un ratito y al ver a sus niños, prorrumpió a llorar, lloraba de alegría mientras ambas criaturitas la abrazaban con amor.
Entonces, la bella madre se volvió a mí. Sus ojos se clavaron en los míos con la más inmensa ternura y agradecimiento. Yo la tranquilicé como pude y la cargué en mis brazos hasta llegar a nuestro incipiente campamento bajo las palmeras.
- Tenés que descansar Raquel… te vamos a conseguir agua y frutas. Cerrá los ojos y descansá. – le dije acomodándola sobre la arena.
Ella se quedó dormida en pocos minutos. Finalmente pude abrir el cofre y para nuestra suerte, entre otras cosas, había allí un par de botellas, un cuchillo, ropa, calzado, etc
Mandé a Nat y Sandri a buscar agua del arroyo, luego de vaciar las dos botellas de vodka sobre la arena. También les di una tela para traer todos los frutos que pudieran,
Me quedé velando el sueño de la mami y admirando su belleza.
Qué sería de nosotros ahora? Me sentí muy egoísta cuando elucubré que al estar la madre viva ya no podría yo seguir gozando sexualmente de los niños…
Continuará…
Si alguien quiere pasarme sugerencias o charlar en privado: hector37nd@gmail.com
Excelente relato y la verdad nada fuera de la realidad espero el siguiente
Sube las secuelas
genial