Naufragos 2da parte
Aparece la mama y esta viva!.
Raquel Soledad y su dos niños, Nat y Sandrita, una isla desierta y yo… Ví como un gran signo de interrogación frente a mis ojos. Por un momento casi me invade el pesimismo, pero un gemido quejoso de Raquel, me volvió al presente. Ella estaba bastante lastimada. Las olas la habían arrojado sobre algunos corales, y tenía muchas raspaduras en su cuerpo, algunas bastante profundas.
Su vestido estaba desgarrado en varias partes, incluyendo su pecho, como ya comenté.
– “Te vamos a poner agua limpia sobre la heridas Raquel, – le expliqué. Tengo que sacarte la ropa para eso”. – rematé
– “Está bien Héctor. – susurró ella, mirándome dulcemente a los ojos.
Los niños llegaron de vuelta, trayendo agua fresca y frutos, mientras yo desnudaba completamente a la madre. Ellos la vieron sin ninguna ropa, lo que tampoco, como en mi caso, pareció sorprenderles, salvo por los raspones y pequeñas heridas.
– “Nat, echále un poquito de agua a tu mami sobre las heridas. – le pedí al muchachito.
Mientras, yo tomé una tela limpia del baúl y empecé a pasarla suavemente sobre las heridas, tratando de sacar la arena sin lastimarla a ella. Sandrita, en tanto, le daba a su mamá frutas para comer. Era enternecedor ver con cuanto amor los niños cuidaban a su mamá!
Yo no perdía mi oportunidad de deleitarme viendo y un poco rozando el desnudo cuerpo de la mami. Un par de tetas generosas, y bien alzadas, con pezones marrón clarito, un vientre plano con el ombligo chupado hacia adentro, una concha depilada que prometía mil placeres… muy lindas piernas! Decidí girarla para revisar su espalda, mientras ya me estaba empezando a calentar.
Nat le echaba chorritos de agua fresca, como yo le había indicado, y ahora sí noté que el nene miraba fijo el culo hermoso de su mami. Eso me hizo excitar más todavía. Gracias al cielo mis pantalones escondían mi carne de varón hambriento. Raquel tenía un raspón en su nalga derecha. Nat le echó el chorrito de agua, y yo le pase la telita suavemente, bien cerca de la concha… Ella, levantó un poco el culo y separó las rodillas, para dejarme “curarla” mejor. No puedo decir más, solo que su pose era súper provocativa.
-“Descansá Raquel, – le dije, dejándola así para que sus heridas curasen.
Pasé la tarde organizando las cosas con los niños, conseguimos más agua y frutas, algunos peces que clavé con una lanza improvisada y finalmente lo más importante, logré encender un fuego.
Raquel dormía plácidamente, o al menos eso parecía, así que antes que se hiciera de noche le propuse a los niños que nos diéramos un corto baño en el mar. Ellos saltaron de alegría y se desnudaron para placer de mi verga que se puso dura casi al instante. Yo me saqué todo y me metí el agua con ellos. Nadamos un poquito y más que nada nos refrescamos. Antes de salir del agua, no pudiendo resistir la tentación, pasé mis manos por el cuerpito de la nena, acariciándole especialmente esa rica conchita sedosa, soñando con cogérmela algún día, hundirle mi pija hasta los huevos, besar cada parte de su cuerpito, acabarle adentro… Ella se dejaba tocar por mí, le gustaba. Nat me vió manoseando a su hermanita y se puso atrás de ella, como en la laguna, vi que se frotaba contra su culito como tratando de garchársela.
En ese momento, oímos la voz de Raquel, -”Hector! Chicos! – nos llamaba con voz animada.
Yo me quedé helado. Nos habría visto? Habría notado que yo estaba manoseando a su hijita?
Los chicos corrieron hacia su mamá sin molestarse en vestirse, mientras yo salía del mar medio de costado, tratando de tapar con mis manos esta pijota incontrolable y bien parada que me llegaba hasta el ombligo, dura como un mástil.
Los nenes se abalanzaron sobre su mamá, abrazándola y llenándola de tiernos y cariñosos besos, mientras el hermoso rostro de Raquel, reflejaba su completa felicidad. Me puse el pantalón rápidamente para al menos ocultar mi calentura.
Ella estaba mucho mejor. Comimos una rica comida, asando lo que habíamos pescado y luego nos acostamos los cuatro, sobre la cama de hojas y palmas, cubierta ahora con varias telas que había en el baúl. Los niños no se habían molestado en vestirse, y Raquel seguí apenas cubierta con una tela.
Raquel abrazó a sus dos niños, uno a cada lado, y yo me acosté del lado que estaba Sandrita.
Nos quedamos todos dormidos. Cuando desperté, el sol apenas se alzaba sobre el mar. Me restregué los ojos, para ver mejor, para ver si era cierto. Sí! Nat y su mamá estaban intercambiando besos en la boca, y yo me quedé mirando. Ella le daba su lengua al nene de la forma más hambrienta y descarada, y él le acariciaba las tetas con ganas! Ella y yo…. Nuestras miradas se cruzaron un momento, y ella me guiñó un ojo de la manera más provocativa, como invitándome. Sandrita seguía profundamente dormida y la giré de lado para hacerme lugar junto a Nat y su mamá. Un momento después éramos dos varones besuqueándola y tocándole las tetas. Ella empezó a gemir y abrió sus piernas, excitada. Yo me quite apresuradamente el pantalón y quedé totalmente desnudo y al palo!
-“Cójanme los dos por favor!” susurró de la forma más morbosa cerrando los ojos, mientras un hombre adulto y su propio hijito de solo diez años, no se hacían rogar.
Raquel se puso de costado, mirándome a los ojos provocativamente. Entonces la tomé de la cintura, casi con violencia, y la atraje hacia mí, le apoyé la pija en el vientre desesperado por clavársela. Ella levantó su pierna izquierda, ofreciéndome la concha empapada, y así también tenía el culo bien abierto para su hijito. Tenía los pezones bien paraditos la guacha. Le comí la boca con lujuria, y la metí la verga de una! Qué placer hundirla entera en una vagina caliente y mojada!
Ella lanzó un gemido delicioso y entre beso y beso me hablaba, diciendo cosas que me hacían hervir la sangre! Nat, trataba de meter su pedacito de carne en el culo de la mami, pero sin mucho éxito.
-“Te gustó verme a los besos con Nat?” – me preguntó ella jadeando. Yo le reconocí que sí, entre chupón y chupón. Ella siguió provocándome…
-“Ayer a la tarde te vi manoseando a Sandrita en el agua…. Te gusta la nenita? Tenías una erección y la acariciabas por todas partes…” Siguió, haciéndome sonrojar.
Quise disculparme, pero ella no me dejó, besándome en la boca apasionadamente, para después susurrar en mi oído:
-“Me excita ver que la nena te calienta! Ya te cogiste a alguna chiquita?” me preguntó, entre gemidos, llevándome al borde del orgasmo.
-“Agarrame de atrás!” siguió mandando, manejando ella toda la situación. Le saqué la pija toda empapada y ella se puso boca abajo. Levantó el culo y separó las rodillas, ofreciéndose como una perra en celo. Ahora estaba en cuatro y puso al nene bajo su cuerpo. Le pasó las tetas por la carita por un momento y luego le besó la boquita, el pecho, bajando hasta su pubis tan suavecito, sin ningún vello todavía. Nat abrió sus piernitas al instante, sabiendo lo que venía: la boca de su mamá chupándole la verguita parada, los huevitos, todo por ahí.
-“Esto le encanta!!” me dijo, mientras yo me la cogía con pasión. “Y esto más todavía!” agregó, asegurándose que yo pudiera ver cómo metía un dedo en el culito del chico.
-“Cuando le hago esto, me gusta imaginar la pija de un hombre en vez de mi dedo…. Mmmm!” exclamó.
Nunca hubiera imaginado que Raquel fuese una hembra tan caliente y descontrolada cuando la conocí en el barco. Me había parecido una mujer tan correcta y educada! Pero ahora nos encontrábamos acá, sobre la arena, garchando como animales mientras ella disfrutaba pervirtiendo al nene. Sandrita por ahora dormía sin enterarse… como una angelita.
Después de un rato de metérsela y sacársela a gusto, empecé a eyacular deliciosamente, y ella gimió acabando al mismo tiempo que yo, mientras metía su dedo medio hasta el fondo en el culito de Nat, que también parecía gozar y mucho! Me dejé caer sobre ella, con mi verga todavía clavada en su vagina. Ella seguía chupando la pija del nene, cuando de pronto escuché la voz dulce de Sandrita.
“Mami, quiero hacer pis!” dijo, mientras nos miraba con naturalidad, toda despeinada, lo que la hacía aún más deseable.
“Bueno, mi amor. Héctor te va a llevar a hacer pis a alguna parte.” Le dijo su mami, no sabiendo ella en qué lugar hacíamos nuestras necesidades.
Me puse de pie, totalmente desnudo, mi verga chorreando semen, y tomando de la mano a la nenita, que había dormido sin ninguna ropa, me la llevé unos metros entre los árboles, donde nadie la viera mear.
“Acá podés hacer pis.” Le dije, mientras ella tenía sus ojitos clavados en mi verga.
“Estuviste “jugando” con mami y Nat?” me preguntó inocentemente, mientras le salía un chorro de orina de la conchita.
“Sí, preciosa, es que ellos tenían muchas ganas de jugar.” Le expliqué como disculpándome por no haberla incluido.
“Yo también quiero jugar!” me reclamó pícaramente, mientras se levantaba con los pies bien separados para no pisar sobre el pis.
La tomé de la mano para llevarla a darse un chapuzón,
“Bueno, esta tarde después que terminemos de hacer muchas cosas que son necesarias, le pedís permiso a Mami para jugar.” Le dijo
“Quiero jugar un rato solita con vos.” Me dijo, apretando con su manita la mía.
Cuando llegamos al agua, Raquel y Nat y estaban allí refrescándose.
Salidos ya, les sugerí vestirnos todos para evitar peligrosas quemadura de sol. Nos vestimos, comimos fruta, y luego nos dedicamos a trasladar nuestras pocas cosas hacia un lugar a unos 300 metros, bien cerca del arroyo, y donde había unas rocas grandes que nos proporcionarían un refugio extra contra los elementos. Con maderas, ramas y otros restos del naufragio armamos como una pequeña chocita para los cuatro.
Ya era bien pasado el mediodía y nos habíamos cansado mucho.
Raquel se acostó dentro de la chocita y lo agarró a Nat, para tenerlo con ella.
“Mami? Puedo ir con Héctor allá entre los árboles a jugar solitos?” le preguntó la pendeja a su mamá, mientras mi corazón daba un salto en mi pecho…
Esperando la respuesta de la mamá me paré detrás de la chiquita. Me encantaba tenerla así. Su cabecita apenas me llegaba a la altura del esternón. Puse mis manos cariñosamente sobre sus hombros y me quedé mirando a Raquel, a ver qué decía. Ella clavó sus ojos en los míos, con una mezcla de candor y lujuria, e hizo un gesto con la cabeza, asintiendo que me llevara a su hija al bosque, sabiendo muy bien lo que yo le iba a hacer a la criaturita.
Dimos media vuelta y nos metimos entre la vegetación, dejando atrás a la desigual parejita en la choza. Era seguro que no iban a perder el tiempo esos dos!
Sandrita me tomó cariñosamente de la mano, pasamos por donde ella había estado meando, y un poco más llegamos a un lindo claro en la vegetación, había suelo arenoso y altas palmeras alrededor.
Abracé a la niña contra mi pecho, acariciando sus cabellos.
“Sabés que te quiero mucho, sí?” le pregunté. Ella asintió pero sin decir palabra y apretó su cuerpecito contra el mío.
Me arrodillé junto a ella, cuestión que mi cara quedara a la altura de la suya y la empecé a besuquear. Ella reaccionó al instante, levantando la temperatura, enviando un corriente eléctrica por toda mi espina. Me devolvía cada beso y jugaba con su lengüita en mi boca. Me provocaba con la experiencia de una mujer adulta. Su aliento de niña me embriagaba! Mientras nos besábamos, la empecé a desvestir. Fue rápido, pronto la tuve toda desnudita entre mis brazos, como cuando vino al mundo. Era mía y le iba a hacer lo que yo quisiera! Ella lo pidió y su mami lo permitió. Yo ya tenía una erección total y estaba desesperado por clavársela, por ensartar a la nena como con una lanza! Nunca me había cogido a una niña, y ésta era mi oportunidad.
Me saqué apresuradamente toda la ropa, y cuando me di vuelta ella me agarró la pija con una manito. Me miraba con ternura.
“Héctor, vas a ser mi papi ahora?” preguntó dulcemente, mientras ponía su otra mano debajo de mis huevos, como acariciándomelos. Me quedé mudo por un momento.
“Mi papá anterior está muerto, necesito uno nuevo” siguió diciéndome, mientras subía y bajaba su manito para excitarme aún más si eso fuera posible.
“Sí, mi vida” le dije, “si tu mami acepta puedo ser el papá nuevo para vos y tu hermanito”.
“De veras? Y me vas a hacer como me hacía él?” siguió preguntando.
“Como hacía él? Cómo… qué era lo que te hacía?”
“Me ponía esta cosa adentro…” me dijo, apretándome un poco la verga y mirando hacia abajo entre sus piernas.
“Seguro, hijita…. Seguro….” Murmuré tumbándola sobre la arena para disfrutarla a mi antojo.
Ella no habló más. Solo se dejó hacer y expresó lo que sentía con deliciosos gemidos de niña.
Me acosté a su lado, la volví a besar en la boca y por toda su carita, mi mano derecha acariciando su dulce pechito de niña, tan suave… adornado tan solo por dos pezoncitos color canela. Sentía los latidos de su corazón y ella empezaba a respirar más rápido. Bajé la mano por su vientre plano y tan suave, y ella abrió bien sus piernas. Le acaricié la conchita que era suave como la seda y la sentí húmeda también. Era el turno de mi boca. La recorrí entera con besos y lamidas, su piel sabía deliciosa y todo el tiempo no dejaba yo de estimularle su sexo de niña.
Por fin me puse sobre ella y guié mi verga, para apoyar el glande en la entrada de su pequeña vulva, empujé con suavidad y gocé tremendamente al penetrarla, aunque solo llegué hasta la mitad. Pero entonces ella empezó a lagrimear. La nena no sangraba, o sea que ya el papá se la había cogido, pero me di cuenta que era muy chica para clavarle toda mi pijota, por lo menos no hasta los huevos.
Me quedé así, con mi verga enterrada hasta la mitad de su vaginita, moviéndome un poco nomás, le empecé a lamer todo su cuerpito, los pequeños pezones que los tenía duritos, le mordisqueaba la orejita y nos dábamos besos de lengua deliciosos!
El placer de cogerme a mi nueva y adoptiva hija era tremendo y no pude frenar las pulsiones y contracciones de mi órgano sexual! Chorros de semen brotaron de mi cuerpo llenándola y llenándola! Creo que grité de placer como nunca me había pasado. Ya satisfecho y sacándosela despacito, me dejé desplomar a su lado. La guachita jadeaba y su carita estaba roja de gusto. Se sentó como en posición de yoga y se miró entre las piernas, a ver cómo salía el esperma de su conchita.
“Ahora sí sos mi papi!” exclamó alegremente, y se abalanzó sobre mí, abrazándome con loco entusiasmo.
Hicimos más cosas esa tarde. Yo le chupé bien la conchita y el culito, le metí la lengua por todos lados. La mordisqueé, la manoseé, le apoyé mi pija por todas partes. La hice ponerse en poses eróticas para pajearme mirándola. Era divino verla así y a ella le encantaba mostrar su cuerpito desnudo. Después la nena me la chupó y también me lamió las bolas y el culo. Me la cogí un par de veces más.
Cuando empezó a atardecer, nos vestimos y volvimos a ‘casa’.
Raquel y Nat no estaban en la choza, pero eso sí, la ropa de ambos estaba toda desparramada sobre la improvisada cama. En cualquier momento volverían, mientras yo me ocupaba de prender el fuego.
Me encantaría leer la continuación. Saber cómo acaba el chochete de ma niña. Que envidia me da Raquel criando a dos puerquitos
Te gustaría estar en la isla Meme? Si te gusta fantasear por chat estoy en @hecnd
Que rico relato!!! Ya quiero saber mas! Me gustaria leer mas del niño
Que buena continuacion, ya me imagino estar en esa isla con esas maravillosas personitas y esa magnifica madre dispuesta a compartir a sus bellos tesoritos. Lo que si, falto mas detalles del encuentro con la nena, pero muy buen relato, esperamos los próximos
Exelente relato espero pronto un nuevo capitulo