Nely
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por NenaJoven.
Mi nombre es Nely.
Mi piel es morena, al igual que mi pelo, moreno y largo, y me hago dos coletitas para parecer más guapa.
Soy ligera y menuda, pero tengo más fuerza que mis compañeras de cuarto, aunque soy la más chiquita.
Me gusta jugar con ellas, y asistir a clases.
Me gusta escuchar música y ver TV, y tomar unos ricos baños de agua caliente.
¡Estamos muy bien aquí!
Nos dan de comer, nos asean, nos visten y de vez en cuando nos hacen lindos regalos.
Nos cuidan mucho en este lugar, pero también tenemos que trabajar un poquito.
Hace años no era así.
Estaba con mis papas, que me querían mucho, pero son pobres y no podían darme de comer todos los días, ni vestirme con ropas lindas.
En casa siempre me ponía solamente unas braguitas y un camisón que era corto y solo me llegaba hasta mi ombligo.
Cuando limpiaba el camisón, me ponía una camiseta que era más corta todavía, pues dejaba toda mi tripita al aire.
También tenía alguna falda, pero estas sí que eran cortas.
Mis papas me decían que estaba muy linda y siempre me estaban acariciando.
Me encantaban las caricias de mi papa y de mi mama.
Desde que era bebe, acariciaban todo mi cuerpo.
Los brazos, la cara, la espalda, las piernas, pero lo que más me gustaba eran que acariciaran mis tetitas poniendo duros los pezones, y bajar la mano muy despacito por mi pancita hasta mi pequeña conchita.
Me encantaba esa espera.
Ponía mis pelos de punta mientras esperaba que mi papá tocase mi conchita metiendo sus dedos dentro de ella.
Se sentía muy rico cuando frotaba mi anito con sus dedos metiendo la puntita dentro.
Como me quieran mis papas, siempre haciéndome sentir bien.
Mami me tumbaba sobre la cama antes de dormir y me quitaba las braguitas para cambiarlas.
Después me daba besitos por todo el cuerpo, pero lo que más me gustaba era que siempre metía su lengua en mi cuquita y me la lamia.
Me chupaba la cuquita y el culete hasta que me entraban ganas de hacer pipí y empezaba a temblar, y mami continuaba con su boca pegada a mi concha lamiendo rico.
Después era ella la que se sentaba sobre mi carita y frotaba su panocha contra mi cara.
Me decía que intentase meter mi lengua lo más dentro posible.
Me pedía que chupara su ano y metiera mi lengua dentro y también me pedía que lamiera su pepita, hasta que ella también se orinara en mi boca.
¡Que rico estaba!
Papi también venia todas las noches a mi cama.
También me daba besos y chupaba mi panocha.
Metía la punta de sus dedos en ella y los movía de arriba abajo, por toda la rajita y también en el culo.
Metía el dedo y hacía pequeños círculos dentro de él.
Pero lo que más me gustaba de papi era su paleta.
Después de acariciarme y besarme, siempre me enseñaba su paleta y la ponía entre mis labios.
Yo sabía que a él le gustaba que los tuviera un poco cerrados cuando frotaba su paleta contra ellos, como de bebe, después me pedía que abriese la boca y metía la punta de su paleta dentro y se la masajeaba rápido hasta que me llenaba la boca de lechita para que pudiera dormir bien.
¡Que rica estaba la leche de mi papi!
Mis papas siempre me decían que el ritual de dormir lo hacíamos desde que nací.
Que siempre me habían dado sus besos y caricias, y papi me daba su lechita casi todas las noches, para que yo creciese sana y fuerte.
Derramaba su leche sobre mis labios y mi boca abierta y mami me daba el resto con el chupete.
Por las mañanas, solo estaba mami para darme los besitos y chuparme rico la panocha antes de ponerme las braguitas, la falda y la camiseta.
He visto fotos de aquella época, cuando tenía unos 4 años y estaba muy linda.
Se ven mis piernas desnudas y una diminuta falda que apenas tapaba mis braguitas, y una camiseta tan corta que solo tapaba mis tetitas.
Durante el día, mami, se me quedaba mirando y me decía que estaba tan bonita que tenía que comerme.
Y claro que me comía.
En cualquier lugar de la casa, bajaba mis pantaletas y chupaba mi cosita y mi culo.
Otras veces, me preguntaba a ver si quería meterme debajo de sus faldas.
Ella se subía las faldas y yo me metía debajo.
Apartaba sus bragas y metía mis deditos en su cueva siguiendo sus indicaciones.
Luego se las quitaba y metía mi lengua dentro de ella, moviéndola de un lado a otro hasta que me echaba su pipí.
Otras veces, simplemente me tumbaba en el suelo y se sentaba en mi cara, para que la chupase entera.
Pero lo que más me gustaba era cuando jugábamos al trenecito.
Nos quitábamos las pantaletas y una era la locomotora y la otra el vagón.
Cuando mami era la locomotora, se movía de rodillas por el piso y yo tenía que pegar mi cara a su culo, y cuando paraba, meter mi lengua dentro de él y lamer su ano y su panocha mientras mami jadeaba y me decía que yo era su perdición.
Papi solo estaba por las noches, y mami me explicaba que no jugaba tanto conmigo, porque se reservaba para poder darme la lechita por las noches.
Pero, aun así, por las tardes, cuando llegaba a casa, me cubría de besos y caricias.
Sacaba su paleta, grande, pero arrugada y colocaba mis manos sobre ella y se la acariciaba.
Podía notar como crecía y se ponía muy dura en mis manos, y me gustó más el día que la puso en mi boca.
¡Estando blanda me cabía en la boca! Pero en cuanto mis labios se cerraban sobre ella y la acariciaba con mi lengua, su paleta crecía mucho, y se ponía muy muy dura y tenía que sacarla.
¡Cómo nos reíamos!
Cuando fui haciéndome mayor, con unos 5 o 6 añitos, mis papas me decían que tenía que aprender cositas nuevas.
Palabras como orinar o pipí, las llamaban eyacular o corrida.
La paleta de mi padre, la llamaba polla o verga, y la lechita que me daba… bueno, esa siempre era lechita.
Por las noches, papi empezó a frotar su paleta sobre mi cosita, y por toda mi rajita, intentando meter su cabezota dentro de ella, pero mami le decía que no, que yo valdría más siendo doncella.
Yo no entendía a mi mama.
A mí me gustaba aquello y siempre sería la princesita de mi papa, pero el, paraba de hacerlo y me volteaba.
Entonces frotaba su…verga en mi culito, intentando meterla dentro también.
La primera vez que lo consiguió me dolió mucho.
Hablaron entre ellos y papi dijo que yo ya estaba preparada.
Fue también a primera vez que estuvimos los tres desnudos en la habitación, dándonos besos y caricias.
Ellos dijeron que íbamos a “trabajar”.
No entendía por qué, pues papi venia cansado y sucio del trabajo, y aquello era divertido y placentero.
Mis papis se desnudaron y luego me desnudaron a mí, muy despacito y con muchas caricias.
Mami me puso de rodillas, como una perrita y se puso detrás de mí y lamio mi culito.
Lo lamió muy rico, y metió sus deditos dentro.
Primero uno y después dos, haciendo círculos.
Dolía un poquito, pero estaba bien.
Papi se colocó cerca y mami se metió su verga en la boca.
¡Nunca había visto a mami hacer eso! ¡Entraba toda dentro de su boca!
Mami sujetó la cabezota de la paleta de papa con la mano y la acercó a mi culito.
Como si el no supiera hacerlo.
Lo sentí justo en mi ano.
Mami se puso frente a mí y me besó en la boca.
Mi papá dio un fuerte empujón y su polla entro dentro de mi culo.
Y me dolió.
Me dolió mucho.
Di un grito muy fuerte, y mi mamá me apretó con fuerza contra sus pechos.
Me dijo que gritase, que gritase muy fuerte ahora, para poder disfrutar otro día.
Mi papá, ya se movía dentro de mi culo.
Notaba la cabeza de su paleta moverse dentro de mí.
Se movía rápido y entraba fuerte.
Yo solo podía llorar.
Cuando poco a poco fue desapareciendo el dolor, me relajé y todo fue mejor.
Mami se tumbó frente a mí, ofreciéndome su panocha.
Agarró mi cabeza y la apretó contra ella ordenándome que se la chupara.
Que se lo comiese todo.
Que metiese mi lengua bien dentro de su panocha y chupase su pepitilla.
Con cada empujón de papa, mi cara se aplastaba contra la panocha de mami y mi lengua se derretía dentro de ella.
De repente mi papá clavó sus dedos en mis nalguitas y dio un fuerte empujón soltando un grito.
Se corrió muy dentro de mi culito.
Pude notar las palpitaciones de su paleta dentro de mí, como vibraba y se endurecía, y cuando por fin la sacó de mi culo, sentía como su lechita resbalaba por mis muslitos desde mi culo.
En ese mismo momento, mi mama también se orinó en mi boca, sujetando mi cabecita y no dejándome aparatar mis labios de su panocha.
Tuve que beber toda su corrida.
Desde aquel día “trabajamos” mucho los tres juntos.
Papi me cogía por el culete casi a diario, y ya no me dolía.
A veces se venía en mi boca, dándome su rica lechita, pero otra lo hacía en mi culo.
Alguna vez me echaba la lechita en mi rajita, lamentándose de no poder estrenarme.
Lo pasamos muy bien juntos durante mucho tiempo.
Poco antes de cumplir los 7 añitos mis papas me dijeron que tenían una sorpresa para mí.
Podría colaborar en casa trabajando fuera y así comprarme algún vestido y rica comida.
Papi me dijo que era su jefe.
Que me llevaría hasta su casa y tendría que trabajar para él.
Me dijo que solo tendría que hacer con él, lo mismo que hacía con nosotros.
No me gustó.
Pensaba que esas cosas solo se hacían con los papas.
Me puso un vestidito nuevo, muy corto también y nuevas bombachas y me llevó hasta la casa.
Cuando abrió la puerta, el hombre se quedó mirándome fijamente.
Asintió y le dio a mi papá un montón de reales.
Había muchos billetes.
El jefe de mi papa tomó mi mano y entre en su casa.
Fue como dijeron mis papas.
El hombre me pidió que le chupara su verga, y me la metió por el culo hasta que se vino dentro.
Me dejó jugar un poco con las cosas de su hija y al rato regreso con su verga de nuevo tiesa.
Volví a mamarle y a cogerme por el culo, pero esta vez se vino en mi boca.
Era más liquida que la de mi papa y sabia peor.
No me gustó.
Cuando mi papi me recogió de nuevo, acordaron que volvería más veces.
Regresé a casa del tío Arturo, como él quería que le llamase, muchas más veces.
Y también a las casas de algunos de sus amigos, siempre a trabajar, y siempre era lo mismo.
Se colocaban frente a mí, con sus garrotes bien parados, y me ordenaban mamarles la polla.
Algunas eran más grandes que otras, pero mi boca seguía siendo pequeña, y a duras penas entraba.
Ellos intentaban empujarla dentro de mi boquita, pero solo entraban sus cabezotas o capullos, como les llamaban.
Algunos se venían directamente en mi boca y terminaban.
Otros me cogían por el culo y casi siempre se venían allí.
El tío Arturo siempre repetía, y me llamaba Sonia, como su hijita y le encantaba venirse en mi cara.
Yo lo odiaba, porque tenía que limpiarme mucho después.
Pero yo siempre estaba desenado que llegara la noche para poder estar con mis papas y jugar con ellos.
Era lo que más me gustaba en el mundo y ellos agradecían mis esfuerzos con ricas cenas y comidas.
Pero todo terminó.
Un día mi papá llegó muy contento a casa.
Había conocido a un señor que me lo daría todo.
Una casa, ropa, comida, estudios y medicinas, si las necesitaba.
Pero tendría que ir a vivir con él a su casa y tardaría mucho en volver a ver a mis papas.
A cambio, solo tenía que trabajar de vez en cuando, para ayudarle.
El señor se presentó como Jorge.
Era alto y bien vestido.
También era muy guapo.
Pero no tanto como mi papá.
Estuvieron hablando mucho rato y al final me llamaron.
Papi me pidió que me desnudara, que Jorge tenía que verme bien.
Pasó su mano por todo mi cuerpo, y metió sus dedos en mis agujeritos.
Después, asintió satisfecho.
Mi marcharía con él.
Firmó un papel con muchos ceros y se lo dio a mis papas, que se despidieron de mí.
Todos lloramos, pero volveríamos a vernos.
Camino de su casa, Jorge me explicó que allí había más niñas como yo, y jugaría con ellas y que viajaría mucho y aprendería muchas cosas nuevas, y a cambio, solo tenía que hacer lo mismo que yo hacía con mis papas.
Esa noche, cuando llegamos a su casa, una chica joven nos recibió y me dejaron con ella.
Se llamaba Bika, y Jorge me dijo que era mi guía.
Me quitó mis ropas y me enjabonó a fondo en la bañera.
Nunca me había dado un baño tan largo.
Después me cubrieron el cuerpo con cremitas hidratantes y perfumadas y me llevaron hasta una habitación con más niñas, todas mayores que yo, y nos presentaron.
Como ya era tarde nos mandaron a dormir.
A la mañana siguiente, me llevaron hasta una sala muy iluminada y me dieron una ropa muy bonita.
Me quedaba muy justita, y la faldita muy corta, pero ya estaba acostumbrada.
Después me sacaron muchas fotos.
Me daban otra ropa, y me sacaban más fotos, hasta que, al final, me sacaron las fotos estando totalmente desnuda, enseñando mi culito a la cámara, mostrando mi ano y abriendo mi conchita.
Fue muy excitante por que el señor de la cámara se acercaba mucho y me decía lo linda que yo era, y lo rica que era mi concha, pasando sus dedos por ella y mojando mi vulva con mis propios flujos.
Por la tarde, por fin pude conocer a todas las niñas.
Me contaron que también había niños, pero estaban en otra zona y casi nuca nos juntábamos, a no ser que los “clientes” lo pidiesen.
Todas las niñas eran mayores que yo, y todas vestían tan solo con pantaletas o prendas muy finas.
La mayor de todas era una niña negra de 12 años y que ya tenía desarrolladas las tetas un poquito y en el cuarto era la jefa.
Mi mejor amiga se llamaba Hanna, era rubia y tenía los ojos azules.
Sus papas murieron cuando ella era un bebe y la mandaron a un orfanato, y de allí, la mandaron a Brasil cuando “estuvo preparada”.
Hanna era de Usa.
Estábamos 10 en total, y todas nos llevábamos muy bien, pero Hanna era la mejor.
Hanna me contó que, en el orfanato, algunos de los cuidadores hacían con ella lo mismo que mis papas hacían conmigo.
La daban muchos cariños, caricias y besos, incluso el director.
Casi todos los días, el director le metía su verga en la boca y le daba su lechita y también otro de los cuidadores en un cuarto donde había muchas cosas.
La aconsejaron que no dijera nada al resto de compañeros porque tendrían envidia y no lo entenderían.
Varios meses después, metieron sus vergotas en su culito y en su concha, pero no fueron tan cuidadosos como su papá y la hicieron mucho daño.
Casi todas las noches se lo hacían, a veces los dos a la vez, derramando su semen por todo su pequeño cuerpo y, a veces, sacándola fotos.
No entiendo la manía que tienen los adultos de sacar fotos de esas cochinadas.
Esa noche Bika vino a verme y me llevó a una habitación nueva llena de espejos, ordenándome poner la ropa que había allí, un sencillo camisón y unas braguitas, que apenas durarían puestas.
Cuando Jorge entro en la habitación, bajó la intensidad de la luz y dijo algo de una inversión en mí y que tendría que ser buena.
Se sentó en un butacón y me ordenó acercarme colocando mi pancita sobre sus piernas.
Subió el camisón y bajó las bragas hasta los tobillos.
Sus manos palparon mi culo y mis piernas.
Metió sus dedos en mi boca y tocó mi ano con ellos, penetrándolo.
Mi cuquita empezó a rezumar flujos que mojaron sus dedos cuando se internaron dentro.
Sus dedos exploraron mis agujeritos volviéndome loca del gusto.
Después me tumbó sobre la cama, y tal y como mi papito me había hecho durante años, restregó su cosota sobre mi cuquita, una y otra vez, hasta que se hincho y rezumó fluidos.
Fue en ese momento cuando colocó su vergota y de un fuerte empujó me la hundió hasta el fondo.
Sentí como algo se rompía dentro de mí, un dolor muy grande y no pude evitar gritar.
Jorge continuó con su polla dentro de mi unos segundos, pero comenzó a cogerme, igual que mi papi me hacía por el culete, pero con dolor.
Jorge no cesaba su movimiento y me la metía con un movimiento fuerte y rápido.
Poco a poco el dolor fue remitiendo y dejando paso al placer.
Con cada empujón de Jorge me temblaba el cuerpo y tenía unas ganas locas de orinarme o correrme, como decía mi mamá, hasta que finalmente lo hice jadeando como una loca y sintiendo como se me aflojaban las piernas y como si una corriente eléctrica me atravesara el cuerpo.
Poco después fue Jorge quien clavando su polla se vino dentro de mi llenando mi pequeña y recién abierta almejita con su caliente y espeso semen.
Sentí cada disparo dentro de mi como si fuese lava ardiendo, y me encantó.
Al igual que la sensación de sentir aquella dura verga deslizarse por mi interior saliendo al exterior y verla dirigirse, pringosa y goteante hacia mi cara, presionar mis infantiles labios y enterrarse en mi boca.
Sentir el sabor del semen mezclado con mis propios jugos fue maravilloso y creo que me orine de nuevo.
Jorge se fue sin decir nada e inmediatamente después entro Bika, que me acompaño al baño, y me jabonó por completo, limpiando de forma exhaustiva mi cuquita o confesándome que lo había visto todo y que me había comportado como una campeona.
Yo también la confesé que cuando Jorge me estaba cogiendo, mi cabeza deseaba tener una polla en mi boca y que me diese su lechita.
Bika, riendo sin tapujos, me dijo que tarde o temprano la tendría.
Que en aquel lugar nuestro trabajo era ese.
Satisfacer a los hombres que pagaban dinero por disfrutar de nuestros agujeritos, y que venían de todas partes del mundo por nosotras.
Las siguientes semanas fueron excitantes.
Cuando venían los clientes nos llevaban a una salita y el cliente escogía a una de nosotras, o a dos, si tenía mucho dinero.
Otras veces eran dos hombres los que escogían a una sola chica, y eso también era caro.
Casi todos los hombres que me escogían eran papas.
Me ponían las ropas de sus hijitas y me pedían que les llamara papi.
Ellos me llamaban con el nombre de sus dulces hijitas.
¿Por qué hacían eso? ¿No amaban a sus hijas? ¿Es que a sus hijas no les gustaba hacer eso? Creo que vienen desde muchas partes del mundo, sobre todo Europa y USA.
Países enormes y ricos.
¿Es que allí no pueden hacer eso? ¿Por qué no les daban sus vergotas a mamar a sus hijitas y se las cogían? ¿Con quién mejor que con sus hijitas?
Yo creo que a esos hombres sí que les gustaría hacérselo a sus pequeñas hijas, que desean meter su vergota en sus boquitas, que les encantarían cogérselas por sus pequeños anitos y conchas y venirse en sus caritas.
Correrse dentro de ellas una y otra vez, pero no pueden hacerlo.
Por eso nos lo piden a nosotras.
Pero a sus hijitas no les gusta, o no cuentan con la ayuda de sus mamas.
Me dan un poquito de pena.
Otras amigas del centro piensan que vienen con nosotras porque somos niñas pequeñas, y eso es lo que les gusta.
Que a los hombres les gusta follarse un dulce e imberbe coñito de niña.
Que les encanta eyacular en una boquita infantil y que se trague la leche o ver su carita cubierta de esperma.
Yo no sé qué creer.
Lo cierto es que todos los hombres que me eligieron lo hicieron por que era la más pequeña de todas y todos me hicieron lo mismo.
Usaron mis agujeritos como les dio la gana y se corrieron sobre ellos llenándolos a rebosar mientras gritaban los nombres de sus hijitas o decían en susurros mi edad.
Ninguno se dedicó a mí.
Ninguno me comió como la hacía mi mama y mi papa.
Excepto uno.
Estábamos todas juntas en la sala.
Cuando el hombre entró en la sala acompañado por Jorge todas nos estremecimos.
Era muy alto, rubio y fuerte.
Parecía un militar.
Estábamos asustadas porque habíamos escuchado historias de tipos así, que se cogían a las niñas con una rudeza y fuerza descontrolada y solo había dolor, por eso, cuando el tipo me señaló casi me orino del miedo.
Me llevaron a una de las salas de los espejos como siempre y esperé.
Cuando el gigante entro y pude verle la cara, me relajé un poco.
Tenía una cara linda, de buena persona, y de no saber muy bien qué hacia allí.
¿Tal vez buscando a su hijita también?
Como no se movía decidí pasar a la acción.
Tomé su mano y le acerqué hasta la cama, donde se sentó.
Continuaba allí, sin moverse, con cara de tristeza, tal vez pensando en su hijita, así que me separé un poco para que me viese bien y empecé a acariciarme como otras veces me habían pedido.
Subí mi vestido dejando mis braguitas a la vista y le di la espalda y poco a poco, puse mi culito en pompa, como sé que tanto les gusta.
Acerté de lleno.
El tipo rubio alargó su mano.
Su dedo índice se deslizó por mi espalda, hasta la rajita de mi culo y tiró de mis bragas hacia abajo hasta que tocaron el suelo.
Luego empezó a tocarme.
Su forma de tocarme me recordaba a mi papá.
Sus manos subieron por mi espalda, y se deslizaron hasta mis tetitas intentando inútilmente abarcarlas.
Pero con los dedos rozaba mis pezones notando como se ponían duros y se erizaba mi piel.
Sus grandes manos continuaron por mi tripita y me hizo cosquillitas en mi ombligo, pero no se detuvieron allí.
Continuaron bajando y bajando hasta que sus dedos rozaron mi botoncito y lo presionaron.
La excitación me hizo arrancar un gemido mientras me mojaba por dentro y la sensación fue mayor cuando deslizó sus dedos por mi rajita en toda su longitud, terminando de nuevo en el botón y arrastrando los juguitos que sudaba mi cuquita y, llevándoselos a la boca, los chupó relamiéndose.
El enorme rubio se puso en pie y se desnudó.
Cuando se bajó los pantalones, bajo sus calzones se adivinaba una enorme y gruesa polla y me estremecí.
Cuando se bajó los calzones y le vi su verga noté como me ponía colorada por la impresión.
Era enorme, larga y muy gruesa.
Y para mi sorpresa no tenía pelitos.
Se acercó a mí.
Era muy alto.
Mi cabeza apenas alcanzaba a su ombligo.
Cerré un segundo los ojos y me llego el olor de su polla.
El gigante me tomó en volandas, me tumbó sobre la cama y me agarró por los tobillos llevando mis pies hasta cerca de mi cabeza y dejando mi culito elevado.
Después experimenté la sensación más placentera de mi vida cuando su enorme lengua se posó en mi culito y comenzó a deslizarse hasta mi cuquita, penetrando en ella y llegando hasta mi botoncito.
Mami y papi me lo habían hecho en casa, pero aquella lengua era más grande y musculosa.
Presionaba y se colaba en el interior de mi ano y se introducía dentro de mi coñito, que no dejaba de chorrear jugos infantiles.
Se movía con mucha fuerza y llegaba donde nunca antes había llegado ninguna otra lengua.
Creo que fue mi primer orgasmo de la noche.
Cuando el enorme rubio se incorporó con su gran polla en la mano vi claras sus intenciones.
Pasaba su verga por mi cara, por mis mejillas y mi barbilla.
La pasaba por mi frente y por mi pequeña nariz.
Como él había sido bueno conmigo, decidí serlo con él.
Saque la lengua y toque su amoratada cabezota.
Pasé mi lengua por toda ella, llenándola bien con mi saliva.
Seguí el tronco de su verga hasta sus grandes huevos y los metí en mi boca.
Casi no me entraban, pero recordaba que eso volvía loco a mi papá.
Cuando sus huevos estuvieron empapados volví a lamer todo el tronco de su verga, hasta el capullo y mirándole a la cara me lo metí en la boca todo lo que pude.
El intentó meterla más dentro, pero no me entraba.
El tipi rubio me dejó hacer y yo lo hice lo mejor que sabía.
Puse mi manita sobre el tronco de su polla y la movía de arriba hacia abajo, con fuerza y rapidez mientras mi lengua recorría su glande aun dentro de mi boca.
Cuando miré al espejo, pues teníamos ordenes de mirar a l los espejos siempre que fuera posible, la imagen me ruborizó de nuevo.
Un gigante y musculoso rubio con su enorme pollon dentro de la boca de una niñita de 7 años que parecía diminuta a su lado.
Cuando estaba deseando que aquel pollon me diera su lechita, el rubio se detuvo, me tumbo de nuevo sobre la cama y me tocó de nuevo en mi cuquita.
Después sentí temor de nuevo cuando puso la punta de su verga sobre mi conchita.
Aquel pollon me partiría por la mitad, pero lo que hizo fue frotarlo contra mi rajita.
Tal vez no se la metería como hacia su papá.
Estaba equivocada.
Cuando más estaba disfrutando el pollon se coló en mi interior y grité del susto y el pequeño dolor que me provocó.
Su polla era muy ancha y abría mi pequeña conchita que se acoplaba al cuerpo invasor y el dolor fue transformándose en placer.
El rubio ponía cuidado de no clavar su enorme polla hasta el fondo de mis entrañas, pero alguna que otra estocada se le escapaba.
Cuando el gigante retiro su verga de repente de mi almejita, noté las contracciones y la humedad de un segundo orgasmo.
El hombre me elevó de nuevo y me puso arrodillada en la cama.
Pensé que le tocaba el turno a mi culo, y no me equivoqué.
De nuevo me volvió loca pasando su lengua por mi ano, penetrándome con ella e invadiendo de nuevo mi conchita bebiéndose mi zumito de niña que acababa de soltar, absorbiendo y empapándome con su propia saliva.
Después se colocó detrás y abrió mis nalgas con sus grandes manos.
Durante unos segundos no pasó nada, solo se escuchaba su jadeante respiración, luego sentí su capullo sobre mi ano y como se deslizaba entre mi concha y mi culo.
Igual no podía decidirse, pero a mí me gustaba aquella sensación.
Tenía un poco de miedo de lo que podría hacer, esperando el momento, hasta que por fin se decidió.
Sentí cómo su enorme verga abría mi pequeño ano, cómo penetraba poco a poco en mi interior hasta que no pudo entrar más.
La sentía palpitar dentro de mí.
Lentamente empezó a follarme.
Se movía lento, pero cada vez que introducía de nuevo su verga en mi culito lo hacía hasta el fondo.
Mi anito era la primeva vez que soportaba ese grosor y yo apretaba un poquito mi culo de forma inconsciente presionando la polla que tenía dentro.
No sabía que eso, precisamente, enloquecía a los hombres.
Sus fuertes manos agarraban mis caderas y me arrastraba hacia atrás con cada embestida.
Su polla palpitaba dentro de mí, lo notaba.
No faltaba mucho para que se viniera dentro de mi culito.
El gigante rubio me sorprendió de nuevo cuando su polla abandonó mi ano y me pidió con amabilidad que me diese la vuelta.
Acarició mis enrojecidas mejillas y con su mano en mi barbilla abrió mi boca.
Me dejé hacer.
Puso su enorme y amoratado capullo en mis labios, descansando sobre mi lengua y agarró mis infantiles trencitas tirando suavemente de ellas y obligándome sutilmente a meterme de nuevo su pollon en la boca.
Yo estaba muy caliente y excitada, deseando que me diese ya mi merecida lechita.
Su verga eyaculó una gran cantidad de semen dentro de mi pequeña boquita, pero salía con tanta fuerza y tanta cantidad que cubrieron casi toda mi cara.
No podía abrir uno de mis ojitos y notaba esperma caliente por mis mejillas, mi frente y mi pequeña nariz.
Lo notaba sobre mis labios, así que intente llevarme la lechita a la boca utilizando la lengua, que también estaba cubierta de esperma.
Con la boquita llena, miré al tipo rubio a los ojos y me tragué toda la lechita.
Mmmmm.
Que rica estaba.
El problema es que aún tenía mi carita embarrada con semen y no podía ver.
Intenté quitar parte de ello con mis dedos, pero el tipo rubio me agarro de la mano y metió mis manchados dedos de nuevo en mi boca.
¡Que tío! ¡Era un auténtico salido! Pero como él había sido bueno conmigo yo lo sería con él.
Mis dedos fueron arrastrando hasta mi boca todos los restos de semen de mi cara para su deleite, y cuando noté que había limpiado mi carita tragué de nuevo.
La cara del rubio se contrajo de placer cuando de nuevo me metí en la boca su aún durísima verga y chupé de nuevo.
El sonido que indicaba el final de la visita me sorprendió.
No me apetecía irme de allí, pero tenía que hacerlo.
El tipo me recordaba a mi papa.
No por su imponente cuerpo, sino por la forma de tratarme, la mayor parte del tiempo al menos.
Salí corriendo y volví con mis compañeras y se lo conté todo.
Me dijeron que había tenido mucha suerte, que aquel hombre asustaba.
Es posible.
Pero me escogieron más hombres, sola y con mas niñas.
Una vez yo solita con dos hombres diferentes y hasta hoy no me ha vuelto a tocar con alguien como él.
Soy Nely, y tengo casi 8 añitos.
Vivo en Brasil.
¿Vendrás a visitarme?
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