«Niñas calientes»
Muchos hombres conocen a estas «niñas calientes», diferentes a las demás, con una mirada que te desafía y que te pueden llevar a un mundo que desconocías y por el que nunca te sentiste atraído..
Después de los años y con la experiencia acumulada, vas viendo situaciones que se van repitiendo una y otra vez, anécdotas que te hacen pensar como somos en realidad las personas y como nos van moldeando para que seamos de la forma establecida, a través de lo que llaman Educación, y que al final, lo que quiere es hacernos a todos iguales para que nos comportemos de la forma más sumisa para el Sistema, según le convenga.
Esto viene por esas inclinaciones o tendencias que tenemos desde niños, a veces desde la rebeldía y otras por curiosidad, instinto o necesidad.
En las conversaciones que he tenido con hombres aquí, a causa de mis relatos, muchos me insisten en que existen lo que ellos llaman “niñas calientes”, unas niñas que por alguna causa son muy precoces en el sexo, están sobre estimuladas o sexualizadas de una forma temprana y eso hace que su comportamiento sea muy perturbador para los hombres que se fijan en ellas o con los que interactúan.
Quizás esas niñas no son muy conscientes de ello y cuando son mayores lo olvidan, por eso son los hombres mayormente los que pueden analizar mejor esas situaciones, aunque es verdad que alguna mujer, en esas conversaciones informales pueda llegar a reconocer que ella era muy puta de niña, por decirlo de alguna forma, porque seguramente recordarán alguna situación de esas en las que pusieron en más de un aprieto a algún hombre adulto, o buscaban jugar con los niños de una forma “especial”, que ellos, ya de mayores, también recuerdan a veces.
El otro día presencié una anécdota que me hizo escribir este relato. Estaba en un parque con otras madres y padres con sus hijos jugando por allí. En un momento dado, una de esas madres reprendió a su hija, de unos 8 o 9 años, que de forma impúdica mostraba sus bragas, que parecían habérsele quedado pequeñas y mostraban más de lo que tapaban, adoptando posturas que dejaban a la vista de los demás sus intimidades:
—Bea, no seas cochina, no enseñes el chichi de esa forma.
Pero la cría no parecía hacer mucho caso a su madre y continuaba moviéndose descuidadamente en sus juegos, poniéndose boca abajo enseñando unas bragas que más bien parecían una especie de tanga, justificándose su madre con nosotras:
—No se puede con ella. Como está ese señor mirándola, no hace más que mostrarse a él.
—¿Por qué lo hace? Parece que ya tiene tendencias exhibicionistas, jaja —le preguntó una de las que estábamos en el grupo.
—Le encanta ser el centro de atención, que la miren, que le digan cosas. Tengo que estar muy pendiente de ella, porque se pone a enseñarle el coño a cualquiera. Se empeña en ponerse esas braguitas que ya le quedan pequeñas, como si fueran un tanga, que es lo que le gustaría llevar.
—Jaja, que graciosa, pero bueno, tiene una rajita pequeña todavía, no sé qué interés tiene ver algo así —nos dijo otra de las que estaban escuchando.
—Pues mucho interés, por lo que veo. Algunos babean con estas crías y siempre andan merodeando por aquí a ver si encuentran a alguna que se la enseñe o se deje tocar. Una vez sorprendí a uno con mi hija, bajándole las bragas y pasándole la mano todo lo que podía.
—¿Y qué hiciste?
—En cuanto me acerqué, se marchó rápido, pero ya le estaba metiendo el dedo. Y la tonta de mi hija, dejándose.
—Bueno, eso de tonta, no sé, porque si nos dices que a ella ya le gusta todo eso.
—Es verdad, la tonta soy yo, porque ya estoy cansada de decírselo, que no se acerque a los viejos y que no les acepte dinero ni nada, pero ella como si nada, ni caso. Me ha salido una niña rebelde y caliente, que le voy a hacer….
Todas nos reímos por su sinceridad, porque en el fondo, más de una entendía a su hija, por haber pasado situaciones parecidas o tener hijas en esas edades complicadas, a lo que añadió otra:
—Bueno, mujer, tómatelo con paciencia, que todas pasamos por ello y a veces no nos acordamos.
—A ver, que yo lo entiendo, pero tengo que reprimirla un poco, porque se van a pensar que es un putón, y su madre parecida. Aquí en el parque enseguida se coge fama y ya van sabiendo a quien ir —nos confesaba la madre de Bea.
—Claro, ya saben quienes son las que se dejan sobar y las pueden convencer para hacer más cosas.
—Yo tengo que reconocer que a su edad me volvían loca las pollas. Convencía a los niños para que me la enseñaran y cuando podía tocar la de alguien mayor, ya era la locura —siguió sincerándose con nosotras.
—Vaya, así que sí, y te andas quejando de tu hija, jaja. Tú también te ganarías tu fama….
—Claro, por eso lo digo. En el Colegio tuve mis problemas, en los recreos venían a mí, porque sabían que me dejaba tocar y hasta llamaron a mis padres para quejarse de mi comportamiento.
—Te echarían una buena bronca.
—Sí, desde luego, pero la bronca también se la echó mi madre a mi padre, jaja, que le echó la culpa por haberme enviciado, le decía ella.
—Jaja, no me digas…. ¿y era verdad?
—Pues que os voy a decir; algo había, claro. La primera polla que toqué fue la suya y ya os podéis imaginar…..
—Sí, como a todas a quienes nos la han puesto en la mano…. Y ahora tu marido habrá enviciado a la cría también y tú se lo permitiste. Por eso hace esas cosas y los anda buscando…..
—Es verdad. Yo no quiero quitarme mi culpa también, pero me da rabia lo que puedan pensar de mi hija.
—No te preocupes, mujer. Seguro que tu hija no es la peor, que hay alguna por ahí que no salen de la cama de sus hermanos, o del padre, te diría, que todas sabemos lo que tenemos en casa.
—Qué sí, que ya lo sé, pero algo tengo que decirle cuando la veo hacer esas cosas.
—No os quejéis, que no sé si lo mío es peor —nos sorprendió otra de las madres.
—¿Por?
—Porque a mi hijo le pillaron haciéndose pajas con un amigo.
—Bueno, si le gustan las pollas al crío, en estos tiempos es muy respetable.
—Ya, pero no sé si le gustan porque él es así, o porque su padre le envició también, como en los casos de vuestras nenas.
—¡Ah! Ya entiendo, que su padre le ponía a mamar y él se lo haría al crío, claro.
—Sí, yo no le decía nada cuando empezó, porque a mí me daba morbo también y jugábamos los dos con él, pero le tiraba más la polla de su padre que mi coño. Y ahora ya veis…. Además, es que en la familia de mi marido le dan a todo. Cuando íbamos a verlos, dormía con un primo y parece ser que se hacía de todo entre ellos, y hasta se la metieron en el culo.
—¡Qué fuerte, jaja! Pero tiene que haber de todo, el caso es pasarlo rico con unos y otros. A tu hijo le gustarán las pollas, pero lo normal es que a los niños les vuelvan locos las tetas y sobárselas bien a sus madres, las que se dejen, claro, como el mío, que cuando le enseño el coño, hasta tiembla y todo el pobre, jaja.
—Qué mala eres, ¿le pones el caramelo en la boca y no le dejas catarlo?
—Bueno, tampoco se puede quejar, ¡eh!
—Jaja, aquí al final, todas tenemos lo nuestro.
Y así nos seguimos contando:
—Pues veréis, una vez en una playa nudista, estaba yo toda espatarrada tomando el sol y un niño se me quedó mirando, allí frente a mí. Era pequeño, pero ya se le ponía la pollita dura. Me hacía mucha gracia y le dije que se acercara. Le pregunté donde estaba su mamá y me indicó a lo lejos. Supongo que estaría acostumbrado a ver a su madre desnuda pero yo le había gustado, jaja, así que le dejé mirar entusiasmado mientras yo me abría el coño con los dedos y me tocaba las tetas.
—¿Y no le dejaste tocar nada a él?
—Sí, le puse a mi lado y le dejé tocar lo que quisiera, mientras yo le hacía la pajita, así con discreción, para no llamar la atención, pero el crío tan tranquilo allí conmigo.
—Jaja, qué zorras somos, como no van a salir así nuestras hijas…….
La verdad es que esa conversación me recordó que yo había sido una niña caliente también, que ya desde muy pequeña buscaba la compañía de los hombres mayores y ellos me buscaban a mí, por esa complicidad que se da entre quienes buscan y les gusta lo mismo y viendo que la conversación estaba animada, me decidí a contar mis anécdotas:
—Yo tengo que reconocer que también fui una niña caliente, o calentona, como decía mi abuela, con sus expresiones tan graciosas. Era todavía una mocosa y cuando me veía frotarme con mi abuelo, le decía a él: —Mírala, como le gusta calentar la castaña.
—¿Y cómo hacías?
—Me sentaba en una de sus piernas y empezaba a moverme hacia delante y atrás, porque sentía muy rico en mi vagina. A veces mi abuelo me ayudaba, agarrándome por el culito, hasta que llegaba un momento en el que me temblaba todo y me quedaba abrazada a él, mientras él me acariciaba por todos lados.
—Así que tu abuela le permitía todo eso.
—Claro. Mi abuela ya había visto de todo. En sus tiempos los hombres agarraban a las niñas y les hacían lo que querían.
—Es verdad. Eso me contaba mi madre también, que se metían en la cama con las hijas y la mujer a callar. Y si las preñaban, las mandaban lejos con cualquier excusa.
Una de las mujeres más mayores que estaban allí, que ya era abuela, nos dijo:
—Los hombres siempre se aprovecharon de eso, antes y ahora. Antes éramos más inocentes y nos engañaban fácilmente para dejarnos sobar y a las más dóciles les hacían de todo, pero ahora es que hay niñas muy putas, que me dejan asustada, la verdad, como tu hija, pero no te ofendas —dirigiéndose a la madre por la que su hija había empezado esta conversación.
—No pasa nada. Lo reconozco, es lo que estaba diciendo.
Y continuó la abuela:
—Pero si yo misma lo tengo en casa. Mi nieta también trae loco a mi marido. Se restriega con él, le enseña el chichi, se deja tocar….., bueno, como la tuya y como hacías tú también —dirigiéndose a mí—. Él a veces me mira, porque sabe que a mí eso no me gusta nada y alguna vez le puse mala cara, porque tengo miedo de lo que pensaría mi nuera si se entera de eso.
—Si ella se comporta así con su abuelo debe ser porque su padre también anda toqueteándola bien y calienta a la niña.
—¿Tú crees? Es que nosotros nunca tuvimos niñas en casa, porque tuvimos dos chicos solo, y no sé hasta dónde esto puede ser normal.
—En muchas casas lo es, te lo digo yo, sobre todo cuando tienen alguna cría que les sale espabilada y acaban probando polla mucho antes de lo que pensamos.
—¡Qué barbaridad! No sé cómo pueden salir así de putas, aunque me parece una palabra muy fuerte para una niña y yo pienso que simplemente son “niñas calientes” —se lamentó una de las madres.
—Porque ahora ven mucha televisión, internet, de todo, y se espabilan mucho antes. Mira, una vez mis cuñados se encontraron a su hijo encima de su hermana pequeña, como si la estuviera montando, ya con la polla fuera. No sé si ellos sabrían lo que estaban haciendo, pero los padres se llevaron un buen susto, porque a su edad no podían esperarse algo así.
—¿Y les dijeron algo?
—Claro, que eso no se hacía, que eran hermanos, pero tuvieron que estar vigilándoles y no dejarles solos, aunque no sé si serviría para mucho.
—Ya, que tú crees que seguirían haciéndolo.
—Supongo, según fueran creciendo, tendrían más ganas y hasta que no pudieran hacerlo con otros chicos, experimentarían entre ellos.
Otra que estaba en la conversación, nos dijo:
—A mí cuando era pequeña me pasó algo parecido. Mi hermano mayor y un amigo suyo hacían lo que querían conmigo. Yo lo tomaba como un juego cuando ellos se sacaban la polla y me la ponían en la boca para que la chupara. Luego, también se ponían encima de mí y me la frotaban en el coño, pero no me la metían porque yo era una cría todavía. Una vez les escuché hablar, y le decía el amigo a mi hermano que jugaran conmigo, que yo era muy puta y que me dejaba hacer todo.
—Bueno, te pasaste una niñez entretenida, jaja. ¿Tus padres nunca os vieron?
—Viéndolo ahora, sí, pero yo en esa época no sabía nada de sexo. Nos pasábamos la tarde solos en casa, porque mis padres estaban en la tienda trabajando, así que hacíamos lo que queríamos. Me lo pasaba bien con ellos haciendo eso. A veces se corrían y me dejaban toda manchada de semen, pero yo tan contenta. Lo que es la inocencia, jaja.
—Eso de inocencia, no sé yo…., porque bien que te gustaba ya, pero no me puedo creer que no acabaran metiéndotela.
—Sí, al final de tanto pasarme la polla por mi vagina, acabó entrando una vez y me dolió un montón. Me enfadé y no dejé que se acercaran a mí durante un tiempo, pero luego volvieron a convencerme y volví a dejármela meter ya todas las veces porque me encantaba.
—Claro, ya me extrañaba a mí, jaja.
Un señor que estaba más alejado, pudo escucharnos lo que hablábamos y también quiso intervenir en la conversación:
—Las estoy escuchando y si me permiten dar mi opinión…..
—Sí, claro, díganos.
—Yo he tenido hijas y nietas y no hay ni comparación entre lo que eran mis hijas y como son mis nietas ahora. A la mayor no había forma de meterla mano, aunque la pequeña se dejaba algo más, pero mis nietas es lo que estabais contando, son ellas las que vienen a mí para que las sobe bien y las encanta llevarse sus buenos calentones.
—¡Uuyy! Seguro que no se conforman con eso y le andan buscando la polla —le dijo una, que era de las más descaradas.
—La verdad es que sí, pero no quería decirlo. Cuando no está mi mujer, aprovecho para dársela.
—¿Pero se la mete ya?
—Son pequeñas todavía, pero la mayor ya la anda buscando para tenerla entre las piernas.
—Tenga cuidado que no le pille la abuela un día, jaja.
—Sí, lo tengo, porque ella no me lo permitiría.
—No sé cómo no le da vergüenza contarnos esas cosas que hace con sus nietas. Como persona adulta, debería evitar esos contactos y no aprovecharse de que las niñas estén calientes y con curiosidad por experimentar el sexo —le recriminó una de las madres llamada Esther.
—Miren, señoras, siempre he pensado que, las mujeres que tienen relaciones sexuales con un hombre en su niñez, son afortunadas, ya que esas mujeres pasan por una serie de experiencias que las hacen vivir unas sensaciones que nunca olvidaran y luego, esas experiencias irán condicionando su sexualidad por todas las cosas que el hombre que haya tenido sexo con ellas les haya mostrado, enseñado o dicho, mientras ellas estuvieron en sus manos y debajo de ellos teniendo sexo.
—Qué barbaridad, lo que hay que oír…. —seguía mostrando su malestar Esther.
Pero otra le respondió:
—Bueno, mujer, puede que algo de razón tenga. Algunas sabemos por nuestras experiencias que eso es así.
Y el hombre continuó hablándonos:
—Las que lo han experimentado saben que eso sucede así, y como están comprobando ahora con sus hijas. Sentir esas primeras caricias por primera vez, es muy estimulante, esos primeros besos en la boca, despiertan algo en ellas, con sus cuerpos desnudos siendo acariciados, las lleva a abrir las piernas dejando que los dedos les abran sus labios vaginales, nerviosas y expectantes al sentir esas primeras lamidas en sus vulvitas, les hace sentirse mujeres, unas hembritas expuestas al deseo de los hombres que están con ellas.
—¿Pero qué está diciendo este hombre? Usted es un degenerado. No deberían dejarle tener a sus nietas.
—Mis nietas están felices conmigo. Yo sólo les doy mi opinión y en el fondo saben que es verdad todo lo que digo, aunque no lo quieran reconocer. Una mujer que haya sentido todo eso durante su niñez, sabe que las sensaciones que se tienen son las más intensas, las que te hacen conocer el paraíso. Miren, les voy a contar lo que me dijo un amigo, abuelo también, como yo. Su nieta se le desnudó pidiéndole que le enseñara a chupar una polla, que sus amigas hablaban de eso y quería saber cómo se hacía. Imagínense la cara de mi amigo, pero al final no pudo resistirse y empezó a acariciar a su nieta, dándole la polla para que fuera aprendiendo y ella feliz, pero al final resultó ser una trampa que le puso la nieta al abuelo, porque lo que quería era comerle la polla por una apuesta que había hecho con sus amigas.
—Esto es demasiado. Sólo le falta decirnos que hay que convertir a las niñas en unas putitas al servicio de los hombres, que nacieron para comer pollas y que de mayores, las mujeres, sólo nos corremos recordando esa primera polla que nos penetró. No quiero escuchar más. Me voy —nos dijo Esther, que se levantó enojada y se marchó mientras seguía hablando sola, quejándose de que nosotras permitiéramos decir esas cosas a ese hombre.
—Siento haberlas incomodado y que se haya marchado su amiga, pero yo creo que si lo piensan, es verdad todo lo que les he dicho —se justificó el hombre mayor.
Nosotras nos quedamos en silencio, un poco sorprendidas por lo que había desembocado esa conversación que se había iniciado por una anécdota sin importancia, sin saber todo lo que saldría de nuestras reflexiones.
Pero otra de esas madres que estaban allí, no se pudo callar y nos dijo:
—¿Qué pretende Esther haciéndose ahora la digna? Su hija se ha comido tantas pollas como las demás, que yo lo sé bien, porque me lo ha dicho la mía.
—A ninguna madre nos gusta reconocer lo que hacen nuestras hijas, sobre todo en estos temas, y a veces preferimos mirar a otro lado cuando el padre les deja tocarle la polla.
En ese momento, llegó la hija de una de las madres, que eran sudamericanas, y como la cría debió de haber estado escuchando también algo de nuestra conversación, le dijo a su madre con toda espontaneidad:
—¡Mamá! Yo también quiero una verga, como la que tienes tú.
Su madre se quedó toda avergonzada por la ocurrencia de su hija, que provocó nuestras carcajadas, sin saber muy bien cómo responderle:
—¿Pero qué dices, amor? Tú eres pequeña todavía para eso. Ya las tendrás cuando seas mayor. —Justificándose luego con nosotras— ¡Ay, señor! Como me ha visto con su padre, ella también quiere, claro.
—A todas nos pasa, no te preocupes —le dijo otra amiga, intentando aliviar el apuro que tenía.
Y otra, con más picardía:
—¿No será que el padre ya se la anda dejando y ahora quiere pedirte permiso a ti para compartirla, jaja?
—¡Qué vergüenza! Puede ser, ya no sé ni que decir, pero tendré que hablar en casa con mi marido y la niña. Cuando ella nos veía coger, mi marido me decía que la dejara mirar y teniéndola allí delante, no aguantaba ni 10 segundos sin correrse, mientras la cría no se perdía detalle.
—Pues es normal que ahora ande pidiendo polla, amiga, viendo lo bien que te lo pasas tú con una……—apuntando maliciosamente otra.
—Eso me pasó a mí con la mía cuando era pequeña también —nos dijo otra de las madres que estaban en el grupo— Cuando me veía montada encima de la polla de su padre, ella me decía que también quería subirse.
—¿Y qué hiciste?
—Pues su padre me dijo que la dejara montarse, pero yo le dije que sin meterle la polla, claro. Y allí se ponía ella encima de su padre toda contenta a cabalgarlo, con la polla de su padre asomando entre sus piernas.
—Sería muy morboso verlos….. Pero esa es una buena forma para que aprendan las crías, jaja —comentaba otra.
—Ya veis. Si es que su padre llegaba hasta a correrse y todo y la cría nos preguntaba qué era eso que le salía y bueno, la decíamos que eso salía porque a su padre le gustaba mucho lo que hacían, lo que provocaba que ella quisiera montarse todos los días.
—¡Uuyy, uuyy! ¿En una de esas no se le acabaría metiendo dentro la polla de su padre?
—No, jaja, la polla de mi marido es muy gorda y no le cabía.
Viendo el desconcierto que estaba creando en ellas toda esta conversación con la intervención de ese señor, intenté exponer mi opinión:
—Vosotras diréis lo que queráis, pero yo creo que el señor de antes tenía razón. Tenemos que normalizar estas cosas y admitir que tenemos unas hijas tan calientes como nosotras, aceptando que puedan disfrutar de nuestros maridos igual que nosotras, aprendiendo lo que es el sexo cuando están en casa, y luego ya tendrán tiempo de experimentar con quien más les guste, sin prisas ni presiones de nadie, sabiendo lo que quieren.
—Pero si yo dejo a mi marido que se folle a nuestra hija, no vuelve a metérmela a mí en la vida, porque obviamente preferirá correrse con ella y ya no le apetecerá conmigo.
—Tampoco tiene por qué ser así. Tú tienes que saber darle a tu marido lo que la niña no le da o no puede darle. Para eso tenemos unos años y una experiencia y ninguna cría nos va a dejar sin comernos el pastel —dijo la sudamericana, poniéndose de mi lado.
—Claro, así es. Una cosa no quita la otra. Nosotras también podemos poner nuestros límites y saber provocar al marido para que disfrute con las dos.
—Entonces, las que tenemos hijos varones, debería ser igual, ¿no? —preguntó otra, intentando justificarse también.
—Por supuesto, aquí la igualdad, ante todo. Nuestros maridos también tienen que aceptar el caso contrario. Eso hay que hablarlo en pareja.
—Sería lo ideal, amiga, pero hay hombres que no aceptarían eso.
—Problema de ellos. Hay que hacerles ver que es lo mejor para la familia y si ellos deciden involucrarse, se darán cuenta de cómo disfrutan también. Hay que liberar el sexo, de una vez por todas para que los hombres no vean solo a sus hijas como unas hembritas para darles placer, sino que nosotras también podemos disfrutar de nuestros hijos, como seguro que algunas hacen ya.
Y con estas reivindicaciones feministas, terminamos la conversación, que a algunas les habrá servido de mucho y a todas para ver las cosas de otra manera que nos cause menos angustia y miedos sobre lo que pueda pasar durante el crecimiento de nuestros hijos.
holi a todos, pongo a disposición mi cuenta de tg por si alguno se anima, tengo poca experiencia en rolear, pero es una experiencia deli más cuando es con algún hombre morboso y pervertido uwu. Puedo hacer de bbtªs pke (máximo _03_Añts) uwu
@uwu_holi