Nuestra familia
La familia es la base de nuestro desarrollo personal, nuestra escuela de vida y nuestro refugio..
«La familia es el primer grupo social al que pertenecemos en nuestra vida. Es en ella donde configuramos una identidad propia y una visión del mundo particular. Nuestros familiares suelen representar la base firme gracias a la cual es posible crecer, desarrollarse y afrontar la vida con un sentimiento de seguridad. Los vínculos que se forman dentro del sistema familiar son el modelo de referencia que posteriormente guiará nuestras relaciones futuras, por lo que todo lo que en ella vivimos es relevante para nuestro bienestar.»
Notros sabíamos que no éramos una familia normal, que debíamos ser discretos y no llamar la atención porque nuestro morbo nos había llevado a ser una familia incestuosa, quizás sin haberlo buscado, pero las cosas se fueron dando así desde aquella primera vez en que te sorprendí lamiéndole la vagina a nuestra hija y yo en vez de recriminártelo, me quedé mirando cómo se lo hacías y como la hacías disfrutar.
Luego tú me confesaste que esa no era la primera vez y se me vinieron a la cabeza todas las veces que veía como la acariciabas de forma impúdica, pero sin que yo llegara a apreciar ninguna maldad en ello, así como todas las noches que la niña había venido a dormir a nuestra cama y en sueños la oía gemir, pero tú me decías que estaría soñando, que la dejara dormir, y con el tiempo me di cuenta de cómo ella había alcanzado sus primeros orgasmos sin que ni siquiera hubieras llegado a penetrarla como a ti te hubiera gustado, pero ya le habías metido el vicio en el cuerpo, lo que hacía que ella buscara desesperadamente tu polla, a una edad en la que otras niñas, tan solo soñarían con ellas.
Quizás tuve yo la culpa, por haberte contado cuando éramos novios, como mi padre había empezado a tener sexo conmigo y eso te había excitado de tal manera que cuando follábamos me pedías que nos imagináramos esas escenas y recreáramos esos momentos, con el resultado final de que te derramaras fácilmente en mí, sin poder contenerte y mis orgasmos me recordaran a los primeros de mi vida.
Nos habíamos juntado dos persona muy morbosas y solo era cuestión de tiempo que fuéramos avanzando en ese camino sin retorno hacia prácticas no aceptadas socialmente, pero que a nosotros nos hacían sentir el sexo con una intensidad especial, que nos hacía adictos a esas sensaciones.
También teníamos otros hijo tres años mayor que su hermana y yo te confesé como en alguna ocasión había jugado con su pene e incluso había llegado a lamérselo y como me había excitado al sentir su cuerpo desnudo sobre el mío, haciendo que chupara mis tetas como cuando le daba de mamar de pequeño, pero en esta ocasión su pene presionaba palpitando sobre mi coño queriéndose abrir paso entre mis piernas hasta que empecé a dejarle que me penetrara tras frotarse con mi clítoris, haciéndome gozar como pocas veces lo había conseguido.
Su cuerpo temblaba sobre mí, al sentir el calor y las contracciones de mi vagina sobre su pequeño pene, que parecía querer expulsar un semen que todavía no tenía, pero le hacía quedarse exhausto sobre mí.
Por eso, una noche que estábamos en la cama muy excitados los dos, hablando de estas cosas me dijiste:
—Tráeme a la niña.
Yo te miré, sorprendida por esa petición y solo acerté a preguntarte:
—¿Para qué?
—¿Para que esté aquí, con nosotros?
Todo mi morbo se disparó con esa insólita petición que pocas mujeres hubieran aceptado, pero en ese momento haría cualquier cosa por ti y fui a buscar a nuestra hija a su habitación, que me miró sorprendida al ver que la llevaba con nosotros a nuestra cama y más todavía cuando te vió tumbado en ella con la polla en erección esperando su llegada.
A pesar de la situación en la que estaba, ella todavía dudaba en llevar su mano hacia eso que tanto le atraía y me miró como pidiéndome un permiso que yo, por supuesto, le concedí y pude ver claramente que esa no era la primera vez que te masturbaba, ya que movía su mano sobre tu pene rítmicamente deleitándose con ello, hasta que con una nueva mirada buscó mi aprobación para llevársela a la boca, aunque apenas espero mi consentimiento porque se le notaban las ganas que sentía de pasar su lengua por tu hinchado y sonrosado glande.
La escena era tan morbosa que mi coño rezumaba líquido y mis dedos lo masajeaban sin parar en una frenética masturbación que nublaba mis pensamientos de forma que ni me preguntara a mi misma como era posible que estuviera permitiendo algo así.
Pero tus dedos ya habían preparado el coño de nuestra hija para su deseada penetración, así que ella misma se puso sobre ti para irse metiendo ese miembro que tanto tamaño había alcanzado con sus lamidas y poco a poco fue introduciéndoselo en su estrecha vagina gozando con cada centímetro que iba entrando dentro de ella hasta que vimos como desapareció completamente en su interior, abriendo la boca del intenso placer que estaba sintiendo y que pocas niñas de su edad lo hubieran imaginado siquiera.
Yo puse mi coño sobre tu boca para sentir como se movía tu lengua en mi interior, abrazando a nuestra hija y juntando nuestras lenguas en un sabroso beso que estuvimos degustando hasta que le llegó un orgasmo que la dejó sin fuerzas, lo que yo aproveché para disfrutar de tu reluciente polla bañada con sus jugos entre mis piernas, hasta llegar a correrme a la vez que me llenabas de tu leche caliente.
Después de esa noche mágica no había vuelta atrás y tú ya solo deseabas verme gozar con nuestro hijo, que estaba en plena adolescencia, y al que quizás, por mis “cuidados”, su miembro había alcanzado un tamaño mayor de lo normal para su edad.
Yo también te había contado mis conversaciones con una amiga que tenía un hijo un poco más pequeño que el nuestro y como se había confesado conmigo cuando me dijo lo que pasaba esas noches en las que su marido estaba fuera, y ella metía a su hijo en su cama.
También te dije que ella miraba con deseo al nuestro, ya que por su edad lo veía más capaz de hacer disfrutar a una mujer y yo pensaba en mi interior el morbo que me daría ver a mi hijo con ella.
Pero tú lo que deseabas era ver a nuestro hijo sobre mi, metido entre mis piernas moviéndose con fuerza incansable hasta conseguir que me corriera, lo que pudimos hacer realidad una noche en que ibas a llegar tarde a casa y me pediste que en tu ausencia lo llevara a nuestra cama, de modo que cuando entraste en la habitación nos sorprendiste en ese momento en el que él empezaba la penetración y aunque se asustó un poco al verse descubierto mientras jodía a su madre, tú le dijiste que siguiera, que querías ver como lo hacía, mientras le animabas más haciéndole ver lo guarra que era su madre por permitir que la montara y que se corriera dentro, lo que el pobre chico no tardó en hacer, loco de excitación.
Cuando me la sacó yo me puse a chupársela para ofrecerte el espectáculo de ver a una madre mamándosela a su hijo mientras tú te masturbabas con la morbosa escena.
Luego ya fueron frecuentes esas noches interminables en las que los cuatro dormíamos juntos en la misma cama, viendo a nuestros hijos disfrutar del sexo entre ellos y como gozábamos nosotros con ellos sin importarnos lo que opinara el mundo sobre nuestra perversión.
Y ahora que nuestra hija se ha quedado embarazada, no sabemos si de ti o de su hermano (quizás eso sea lo que menos importe), noto como el placer que sientes con ella es todavía mayor y como su embarazo la ha vuelto más viciosa si cabe, disfrutando como nunca de las penetraciones dobles que ella os pide, después de verlas en esas películas que tú le enseñabas a escondidas y que tanto le gustaban, haciendo que se masturbara sin que se diera cuenta.
Así fue aprendiendo como se chupaba una polla y practicaba contigo hasta convertirse en una experta.
También me contaste aquella vez en la que vino un amigo tuyo a casa y notaste como no le quitaba ojo a la niña, y que en un momento que los dejaste solos, les oíste hablar, escuchando como tu amigo le decía que él también tenía una hija de su edad y que le gustaban mucho sus caricias y sobre todo cuando le tocaba la rajita, a lo que respondió tu hija que a ella también le gustaba eso, por lo que tu amigo se atrevió a meterle la mano entre las piernas y acariciarle la vagina mientras ella le abría las piernas para dejarle meter el dedo, mientras tú te masturbabas viéndoles desde el pasillo.
Tu amigo acabó muy excitado, aprovechando para sobar a nuestra hija todo lo que pudo hasta que tú volviste, porque ella se dejaba hacer, dándote cuenta de que habías convertido a tu hija en una puta, deseando probar otras pollas aparte de la tuya.
Tu amigo volvió más veces, aprovechando mis ausencias, aumentando vuestra complicidad hasta el punto de que él también trajo a su hija y los dos jugasteis con ellas.
Los dos escuchamos interesados esas anécdotas o pequeñas historias que oíamos de nuestros amigos, que cuentan cuando han bebido una copa de más y nos confesaban como habían llegado a meterles el dedo a sus hijas, dando por hecho que tú también lo habías hecho alguna vez con la tuya, lo que sus mujeres les recriminaban, por no hacerles tanto caso como antes, porque ahora sólo tenían ojos para sus hijas.
Entre nosotras también nos comentábamos cosas que sólo se hablan entre mujeres que tienen hijos, sobre esa atracción irresistible por tocar esas pollas siempre duras que imaginamos en noches interminables ofreciéndonos un orgasmo tras otro, llegando a confesar alguna de ellas, esas pequeñas masturbaciones que les solemos hacer para darles gusto, mientras nosotras nos mojamos todas, como un secreto que quedará entre nosotras.
Y así, casi de casualidad, llegamos a conocer a otra familia que nos hizo ver que no éramos tan raros, que había muchas más familias como nosotros, que en secreto vivían estas situaciones, que vivían de una forma plena cada momento que iban experimentando, con unos inicios parecidos, pero cada uno con sus peculiaridades que le añadían su morbo particular a cada situación, y cuando pudimos juntarnos todos, el éxtasis fue total, ya que éramos como una gran familia convertida en una máquina de dar y recibir placer y así fuimos conociendo a otras más y cuando nos reuníamos, era como vivir en otro mundo, que era el nuestro y el que queríamos tener, en el que lo imposible se hacía realidad, y en el que los sueños dejaban de serlo.
Nosotros sabemos lo que se siente al ver esas situaciones llenas de morbo y que tanto nos gusta comentar y eso es lo que hemos querido transmitirles a nuestros hijos, que seguramente volverán a vivir todas esas sensaciones únicas, haciendo cada vez más grande el número de familias que viven de esa forma.
Que romántico
Zangi 1046628860