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Incestos en Familia, Sexo con Madur@s, Voyeur / Exhibicionismo

Nuestro comienzo en el nudismo, el sexo y los intercambios familiares

Los comienzos siempre son excitantes y novedosos, y cuando se trata de temas sexuales, se convierte en algo inolvidable y que marca tu vida..

Somos un matrimonio chileno, alrededor de los 40 años, mi marido 42 y yo 37, con una hija pre adolescente, que sin haberlo previsto, nos hemos visto en una situación, que quizás muchos imaginen, pero pocos habrán hecho realidad.

Todo comenzó como en tantas otras familias, que tienen la costumbre de tener a su hijos pequeños durmiendo en su cama, sobre todo, porque a ellos les gusta especialmente en esas edades, y según van creciendo, se van despertando sus instintos, a veces estimulados por los papás y otras, les coge por sorpresa sin saber muy bien como reaccionar.

Así sucedió en nuestro caso, con nuestra hija Lorena, cuando un día, de pronto, supongo que de forma instintiva, bajo las sábanas, le echó mano al pene de su papá, sin que yo en principio me enterara de ello, porque mi marido no me dijo nada y prefirió deleitarse con esa sensación de la pequeña mano de su hija agarrándole la polla tocándola con curiosidad, por lo que lógicamente se le puso bien dura, lo que llamó más la atención de Lorena, fascinada al sentir como iba creciendo en su mano hasta el punto de no poder abarcarla con ella.

Yo entiendo que eso es algo muy especial para una niña de pocos años, que apenas empieza a descubrir el sexo, sin ser todavía muy consciente de ello, pero sus sensaciones placenteras la inducen a seguir explorando un mundo nuevo para ella.

Esta situación, es lógico que excite a sus papás y produzca morbo en sus mamás cuando lo ven, llegándose a producir en muchos casos, diversos avances al ver la nena que sus papás no le dicen nada y que incluso se divierten con ella en esas experiencias o juegos que van teniendo.

Cuando una noche me abracé a mi marido, me dí cuenta de que la mano de Lorena estaba agarrando su polla, por lo que me llevé una sorpresa que me dejó sin saber como reaccionar muy bien, porque no sabía si había sido mi marido el que se la había puesto ahí para darse ese gusto morboso, o había sido por iniciativa de la nena, pero de todas formas, le llamé la atención a mi marido por permitirlo:

—¿Que estáis haciendo? La nena está con la mano en tu polla. ¿Se la pusiste tú ahí?

—No, fue ella la que empezó a hacerlo —se intentó justificar conmigo, ante mi enojo.

—De modo que tú se lo estás permitiendo, claro.

—Tampoco es eso. Es que no quería reprenderla, porque no quiero que lo vea como algo malo.

—¿No es malo que una niña le coja la polla a su padre?

—¡Buufff! No sé… Está aquí en la cama con nosotros y… ¿qué quieres que haga?

—O sea, que tú lo ves normal….. ¿Cuanto tiempo llevas dejándole que te la toque de esa forma?

Mi marido dudó antes de responderme, porque no quería engañarme, pero tampoco quería que yo me enfadara más todavía:

—Pues…, no sé, un año o así, pero al principio era poco, lo hacía como sin querer —mi marido quería quitarle importancia a ese hecho.

—¿Cómo….? ¿Un año lleva durmiendo nuestra hija con una polla en la mano?

—Cuando era más pequeña, alguna vez me la cogía y tú no decías nada. Habíamos hablado de educarla de una forma liberal, sin ocultar nuestros cuerpos y que ella tuviera una mente abierta, ¿no?

—Sí, claro, porque yo soy así, y quiero que ella crezca sin prejuicios ni tabús, pero cuando hacía eso no tenía malicia, lo hacía jugando.

 —¿Entonces?, ahora cuando ves que ella me coge la polla te entran los celos y ya no te parece tan bien.

—Tampoco son celos… ¿cómo voy a tener celos de una niña, que además es nuestra hija?

—Pues tendrás que aclararte —me dijo mi marido, intentando convencerme o manipularme para que permitiera todo eso que estaba pasando.

—Sí, perdona, es que me pillo por sorpresa, porque no me lo esperaba, que ya tan pronto tuviera esta atracción por las pollas.

Al final tuve que asumir eso que estaba pasando, y empecé a verlo con morbo, porque ella me miraba como buscando mi aprobación. Ya tenía su picardía y ella sabía en su interior que estaba jugando con algo íntimo que pertenecía a su mamá y necesitaba mi permiso para hacerlo, encontrándolo en nuestra actitud de complacencia con ella, ya que dejábamos que experimentara libremente su curiosidad.

En esos momentos, yo era consciente de que eso era muy estimulante para una cría de su edad, y la polla de su padre se había convertido en un juguete fantástico que eclipsaba a todos los demás, ya que aparte de manejarlo con sus manos, empezaba a experimentar unas sensaciones nuevas para ella en su interior, sintiendo la necesidad de acariciarse o ser acariciada, de tocar ella también su intimidad y abandonarse al placer que le producía, sorprendiéndose con la llegada de su primer orgasmo como culminación de estos juegos.

Todo eso, también me excitaba sobremanera a mí y me animé a participar con ella en estos juegos, a disfrutar de ese pene tan adorable que teníamos en nuestra mano, de besarlo, lamerlo, darle besitos, darnos besos entre nosotras buscando nuestras lenguas, aumentando así nuestro deseo y cuando mi mano acariciaba su empapada vagina, ya le faltaba poco para explotar entre sus dedos esos primeros orgasmos de su vida.

Cuando sucede algo así es lógico querer repetir y repetir hasta no poder más buscando estas nuevas sensaciones que tanto nos agradan, produciéndose los avances de forma natural, y buscando ella, de forma instintiva el contacto de su vagina con ese pene que tanto adora, aumentando, más si cabe, su placer al rozarse íntimamente hasta tal punto que parecía por momentos querer entrar dentro de ella ese pene buscando su camino hacia su cada vez más abierta vagina de niña que busca hacerse mujer.

Esa primera penetración es sublime en toda mujer, nos sentimos rotas, invadidas en una intimidad que desea ser poseída, un torrente de placer que desborda nuestro cuerpo y nos hace sentir en el cielo entre gemido y gemido.

Disfrutar como vive ese momento tu hija es lo más maravilloso del mundo, como bien saben algunas madres que lo han experimentado, y supongo que una sensación única para un padre con la dicha de tener una experiencia tan insuperable como esta, con esas primeras eyaculaciones compartidas en la boca de ambas, y ese chorro de placer caliente que inunda su recién estrenado coño al sexo.

Así fueron pasando los días, con la necesidad de estar los tres juntos, de noches interminables de sexo y placer, de buscarnos mutuamente para satisfacer esa necesidad antes de dormir, de esos encuentros femeninos cuando nuestro hombre de la casa se queda vacío de semen y necesita un descanso, y de utilizar nuestros juguetes sexuales que calman esos momentos.

Después de esa iniciación sexual en familia, en ese verano las vacaciones serían distintas a las de otras veces; pedimos una cama matrimonial para los tres y buscamos abandonarnos en un lugar extraño y lejano, ajenos a la miradas inquisidoras o murmurantes.

Cuando llegamos al Hotel, nos comentaron que había una playa nudista cerca, por si nos apetecía ir. Nosotros estábamos acostumbrados a estar desnudos en casa en muchas ocasiones y ya habíamos estado en playas nudistas mi marido y yo hacía tiempo, pero desde que nació nuestra hija, no habíamos vuelto a ir. La preguntamos a ella si le apetecía ir y nos dijo que no le importaba; además todavía no había entrado en esa edad en la que muchas niñas que hacen nudismo con sus padres les entra el pudor y pasan una época mala en la que se sienten incomodas en esas situaciones, porque los hombres empiezan a fijarse en ellas y se sienten intimidadas.

Al estar en la playa nos dimos cuenta de que otra mucha gente del Hotel había ido allí y nos llamó la atención que los hombres al pasar, sí que se fijaban en nuestra hija y le echaban miradas de deseo, de lo que Lorena se dio cuenta, y lejos de avergonzarse por ello, se mostraba con orgullo y coquetería femenina.

También nos fijamos en como nos miraban una pareja que estaba cerca de nosotros, con una hija mayor que la nuestra, y que en principio nos parecieron franceses, porque hablaban ese idioma, por lo que le comenté a mi marido:

— ¿Te das cuenta de cómo miran a Lorena?

— Sí, ya me he fijado, no le quitan ojo, jaja. No pensaba que la fueran a mirar tanto ya.

—Tú tampoco le quitas ojo a la hija de ellos —le dije, poniéndole en evidencia.

—Bueno, es que es más mayorcita que la nuestra y está muy rica ya.

—Pues ya ves que la tuya también debe estar muy rica para ellos.

Mi marido miró morbosamente a nuestra hija, y me dijo:

—Estos intercambios de miradas me encantan en estas playas. Te pones a imaginar cosas……

—¿Qué imaginas? —le pregunté con curiosidad.

—¡Uuufff!, de todo, mira, hasta me empalmo y todo.

—Mira que eres…. El papá de la otra niña también está todo empalmado. Vaya dos, jaja….

En ese momento, Lorena, quizás a ver así a su padre, excitada por la situación que se había creado, se puso encima para jugar con él, empezando a darle besos toda mimosa, de una forma que a los ojos de los demás pudiera parecer que se estaban metiendo mano, lo que a mí me daba vergüenza, porque la gente se quedaba mirando y tenía miedo de que pudieran decirnos algo, pero simplemente se quedaron mirando, supongo que con evidente excitación.

Al segundo día en la playa, el mismo matrimonio con su hija volvieron a ponerse cerca de nosotros sin quitarnos ojo, porque nuestra hija estaba todo el día encima de su padre y yo me sentía un poco incómoda ya con esa situación, por lo que le dije a Lorena que nos íbamos a bañar, pero yo me quedé en la orilla mientras ella se metía un poco en el agua, cuando veo que la mujer del matrimonio francés viene hacía mí, porque también se había acercado con su hija a la orilla para bañarse, y se puso a hablar conmigo:

—A vuestra hija se la ve muy bien con su padre —me dijo con acento francés, dejándome un poco desconcertada por lo inesperado de la conversación.

—Sí, ya sabes cómo se ponen las niñas de mimosas con los papás —le contesté, para quitarle importancia a esa escena.

—Cierto. Como la nuestra, cuando tenía la edad de la tuya, estaba todo el día encima de mi marido también, y en casa no había forma de echarla de la cama, por lo que muchas veces se quedaba dormida con nosotros.

—Jaja, normal, eso les pasa a todas creo.

—¡Aja! Así que la tuya también le busca….

—Sí, prácticamente le acapara y no me deja ni acercarme….

Esa mujer era muy atractiva, rubia, voluptuosa, con pechos grandes y caderas curvilíneas, y siguió tanteándome con sus preguntas íntimas mientras yo intentaba disimular para no contarle demasiado a esa desconocida tan curiosa.

—Jaja, estarás harta ya ¿Y cómo os arregláis parar tener las relaciones íntimas? —siguió preguntándome cada vez con más indiscreción.

—Pues aprovechamos cuando se queda dormida.

—Así hacíamos nosotros también, pero a veces se despertaba y nos veía.

—Ya nos pasó también alguna vez eso a nosotros, menudo apuro, jaja —seguí intentando disimular.

—Pero nosotros seguíamos igual, aunque mirara, porque no nos íbamos a quedar a medias.

—Sí claro, a ver quién se para cuando estás casi a punto……

Seguía la conversación, un poco sorprendida de verme hablando esas cosas tan íntimas con esa mujer a la que no conocía de nada, pero ella era muy agradable y natural y no me sentía incomoda hablando de nuestras intimidades, y ella siguió intentando sonsacarme, porque supondría que no le estaba diciendo toda la verdad:

—¿La vuestra ya se ha animado a participar con vosotros?

Yo había oído muchas cosas sobre las familias liberales que frecuentan estas playas y empecé a sospechar que ésta era una de ellas, por el tono de la conversación, y estaba claro que ella intentaba averiguar si nosotros lo éramos también, así que me decidí a hablar ya claramente, porque nunca me había visto en una situación así y me podía la curiosidad y el morbo:

—Sí, muchas veces se acaba metiendo ella por el medio también cuando nos ve —le dije, ya abiertamente.

—Me imagino que las crías cuando nos ven a nosotros disfrutando, no se podrán aguantar y quieren también su parte, jaja. La nuestra empezó así cuando era como la tuya, por eso me he atrevido a hablarte, porque os mirábamos y me dijo mi marido que le recordabais a nosotros cuando empezamos con nuestra hija y nos preguntábamos si haríais lo mismo vosotros.

—Sí, te entiendo. Como sabrás, cuando pasan esas cosas, es inevitable ir a más. En esas situaciones, las nenas se calientan mucho y ya te imaginarás como hace ponerse a su padre.

—Ya me imagino, duro como una piedra. Mi marido se volvía loco y casi hasta quería follarla en esos momentos, pero yo tenía que pararle, porque era pequeña todavía para eso.

—Claro, no era el momento todavía.

Mientras nosotras hablábamos, nuestras hijas ya se habían hecho amigas y jugaban en el agua, no faltando tampoco quien se acercara a ellas intentando meterse en sus juegos para aprovechar a manosearlas todo lo que pudieran.

—Mira, ya está uno a su lado queriendo hacerse «amigo» de ellas —le dije yo.

—Sí, chica, que rabia, siempre igual, cuando las ven se vuelven locos e intentan aprovecharse lo que pueden, pero bueno, yo también lo entiendo, son hombres.

—Además, fíjate como le miran ellas, seguro que ya se la está enseñando toda dura, pero no lo veo bien desde aquí.

—Seguro, nosotros solemos venir a estas playas y ya me lo comentó mi hija alguna vez, que hasta las invitan a tocar y ellos aprovechan también, claro. A veces, alguno se llevó a la mía un rato, ya puedes imaginar para qué..

—Sí, para sacarse la calentura, pero bueno, en estas situaciones, es normal. Supongo que las niñas también se prestan a ello —le dije.

—Claro, sobre todo las que ya están enviciadas, o ya se iniciaron en casa.

—Sí, será mejor llevárnoslas ahora, antes de que se calienten demasiado, que ya tendrán tiempo

—Perdona, tengo que dejarte, porque ya se nos hace tarde para ir a comer al Hotel, así que voy a llamarla para irnos. Me ha encantado hablar contigo, a ver si nos vemos otro día y seguimos charlando….

—Yo igual, ha sido un placer y una conversación muy interesante. Nos veremos en el Hotel, supongo.

Esa noche en el Hotel, nos volvimos a encontrar. Ellos estaban sentados en el salón de la entrada al Hotel, su hija estaba muy guapa, con un bonito bronceado, tenía un pantalón cortito y con las piernas cruzadas resaltaban sus maravillosos muslos, que sin duda, atraían la mirada de los hombres no haciendo de menos a su mamá que también enseñaba sus muslos más gruesos y contundentes que los de su hija, y al vernos, nos invitaron a sentarnos con ellos, presentándose nuestros maridos, que no se conocían.

Él se llamaba Armand y ella Brigitte, así que empezamos a hablar todos con total confianza de lo más íntimo como había hecho yo con la mujer en la playa, hasta que se hizo tarde y nos invitaron a subir a su habitación, para ofrecernos un licor de su tierra que nos dijeron que tenía poco alcohol y que podían beberlo las niñas también.

Como habíamos congeniado muy bien y estábamos interesados en los mismos temas, no tuvimos problema en acompañarles para seguir hablando un poco más, con un especial interés de mi marido, porque se imaginaría que ya en la intimidad de la habitación, quién sabe lo que podría suceder…..

Nos enseñaron la botella de ese licor, que desconocíamos, y nos pusimos a beber, aunque le pedí que a mi hija le dieran poquito, porque no estaba acostumbrada a beber eso, pero como estaba tan rico y dulce, bebimos más de la cuenta, lo que nos animó más todavía a todos, especialmente nosotras y las niñas, surgiendo bromas e insinuaciones más atrevidas entre nosotros.

En la habitación del Hotel sólo había la cama y un sofá en un espacio reducido y allí estábamos los 6 pasando un rato muy ameno, sentados en la cama y el sofá, cada vez con menos ropa, porque hacía mucho calor.

Las niñas, por su lado, hablando de lo suyo, se fueron haciendo más amigas y nos pidieron dormir juntas. Entonces, nuestro amigo francés, como no había sitio en el sofá, sugirió que nuestra hija durmiera con ellos en la habitación, todos en la misma cama, pero lógicamente nosotros les dijimos que no nos separábamos de ella y que tendríamos que dormir allí todos juntos entonces.

Brigitte dijo que buena la íbamos a armar todos juntos en la cama, y propuso juntar el sofá con la cama, para tener más espacio para todos, que nos acomodamos como pudimos, mezclados entre todos.

Allí nos siguieron contando que no sería la primera vez que estaban con una familia, porque ellos ya habían estado así con otras, lo que nos sorprendió mucho, así que ya os podéis imaginar cómo nos pusimos de encendidos al imaginarnos todo eso, y así surgió el que nos propusieran el intercambio familiar entre nosotros, al que casi no pudimos ni negarnos, lo que yo no podía ni creer. De todas formas, nos acabaron convenciendo de que sería una experiencia sin compromiso, porque seguramente no nos volveríamos a ver, cuando se volvieran a su país.

En esos momentos poco había que decir, porque mi marido no paraba de mirar a la hija de ellos, más crecida que la nuestra, con unas formas y unos pechos que dejaba casi a la vista con su escote de forma sensual.

Ellos se notaba que tenían más experiencia que nosotros en estas situaciones, porque el otro papá no desaprovechaba el momento para decirle cosas a nuestra hija y acariciarla donde podía, sin que nuestra hija se sintiera incomoda con ello, mientras su mujer no paraba de tontear con mi marido, encima provocándole con su hija, de lo linda que era y que si no le gustaría cogérsela, quitándole ella misma la parte de arriba del bikini que llevaba puesto para enseñarnos los pechos de su hija, mientras le decía a mi marido:

—Mira, tócalos, verás que duros los tiene, así se le van a poner a tu hija también.

Armand ya tenía en sus brazos a nuestra hija, dándole besitos, mientras le iba quitando toda la ropa, y cuando la dejó desnuda, se fijó en su vagina, exclamando entusiasmado:

—Es bellísima, que ricura… —mientras la acariciaba suavemente con sus dedos, abandonándose Lorena tranquilamente a sus manoseos.

​ Su mujer me dijo al oído que le enseñara el pene de su marido a mi hija y que lo disfrutáramos entre las dos, así que le quité el pantalón mientras mi hija me miraba con cara de sorpresa, por atreverme a hacer eso y cogiéndolo con la mano se lo mostré todo duro, y como de mayor tamaño que el de mi marido, tenía a mi hija más entusiasmada, empezando a acariciarlo con su mano.

Armand se tumbó en la cama y puso a Lorena encima con sus piernas sobre su cara para ponerse a lamerle su coñito, mientras ella y yo compartíamos su pene lamiéndoselo a dúo, hasta que yo no pude más de la excitación y fui la primera en ponerme encima de él para follármelo con desesperación disfrutando como una loca abrazada a mi hija mientras seguía ofreciendo su coño a nuestro nuevo hombre.

Aunque yo estaba más pendiente de lo mío, también pude fijarme que mientras tanto, en el sofá, mi marido ya tenía encima de él a la hija de nuestros amigos, pudiendo disfrutar totalmente de ella, porque la verdad es que tenía un cuerpo precioso, apetecible a más no poder, sobre todo esos pechos que tenía, los que yo también pude degustar después, haciendo un trío lésbico con su madre, lamiéndonos todas por todos lados, para al final unirse también mi hija a la fiesta, ante la mirada divertida de nuestros hombres que estaban descansando un poco para recuperarse.

Llegó un momento en que nuestro amigo nos pidió penetrar a nuestra hija analmente, por lo que tuve algo de temor, por el tamaño de su pene, pero él sabía bien lo que hacía y me dijo que a la niña no le dolería nada, así que cuando empezó a meterla, fue tremendo para mi ver como entraba todo eso dentro del culo de mi hija, que acabó disfrutando muchísimo con esa penetración anal. Él me confesó que ya las había penetrado más pequeñas y que no había tenido ningún problema porque primero las preparaba muy bien, incluso con lubricante si hacía falta y que con eso entraba todo, nos decía.

Armand indicaba a mi marido como tenía que hacerlo, ya que él no se había atrevido hasta ahora, y ese hombre estaba desvirgando analmente a su hija delante de él, en medio de toda esa situación tan morbosa creada entre todos.

Mi hija estaba ansiosa por recibirle y se colocó en la posición adecuada, dejando que ese nuevo pene fuera entrando poco a poco dentro de ella, sintiendo cada centímetro que iba desapareciendo en su interior, arrancándole un gemido tras otro, cada vez más fuertes, hasta que un gemido final continuo nos delató el intenso orgasmo que había tenido, que casi la dejó sin respiración y con la boca abierta por la sensación producida, llena de todo el morbo del mundo.

Mi marido, anteriormente también había tenido su momento de disfrute pleno, cuando la mamá y la hija se colocaron una encima de otra, ofreciéndole sus coños, para que fuera introduciéndose en ellos alternativamente, provocándole varias corridas, por lo que tuvo que cambiar el preservativo varias veces, según me dijo después.

Armand siguió comentando con mi marido sus experiencias con las nenas de otras familias, y le decía:

—Tu hija tiene el chochito muy apretado, pero no lubrica mucho todavía. En cambio, habrás notado el chocho tan jugoso que tiene mi hija ya, y la diferencia al meterla en él.

—Sí, es muy excitante, porque le entra muy fácil y parece que te envuelve la polla con él hasta exprimirla toda.

—Ahora es cuando más disfruto follándola, más que con la madre (te lo cuento así en secreto), porque aunque mi mujer tiene muy buen coño, ya está muy usado, y tiene que moverse mucho para hacerme correrme.

—Claro, te pasa como yo con la mía, que desde que empecé a follar a Lorena, noto mucha diferencia, aparte del morbo de montarla como si fuera una muñequita.

—Te entiendo, esas primeras veces son especiales, pero prueba a hacérselo también analmente, porque a esta edad dilatan con facilidad y es una sensación muy especial.

Esta familia, en todo momento, nos hicieron sentir muy cómodos, y la sensación que tuve fue de puro morbo, como si lleváramos haciendo eso toda la vida. Yo sentí mis orgasmos como más intensos, viéndome penetrada por otro hombre delante de mi marido, y aunque él estuviera a lo suyo, sí que me echaba alguna mirada de vez en cuando, mientras mi hija, claro, estaba encantada y dispuesta a repetirlo las veces que hiciera falta. Esa experiencia la había convertido en una buena viciosilla.

Cuando terminamos, ya más relajadas, pregunté a Brigitte:

—Nos dijisteis que habíais estado con más familias. ¿Tenían nenes alguna de ellas?

—Si, claro, hemos estado con varias así.

—¿Y qué tal? Debe ser delicioso, ¿no?

—Pues sí, imagínate, para nosotras disfrutar de esa experiencia es algo maravilloso. Provocarles para que saquen su primera leche, y lamerles esa corrida está riquísima. Les sale disparado en tu boca y en cuanto te la ponen en el coño, ya se derraman dentro, pero al momento, ya está durita otra vez.

—¡Que maravilla! Ojalá llegue yo a disfrutar de eso también.

—Claro, mujer, ya verás como sí. Aquí mismo debe haber más familias que lo hacen. Mi marido escuchó decir a unas crías más pequeñas que las nuestras, que ellas lo que querían era una polla. Fíjate como están, y te aseguro que la tendrán.

Al día siguiente ya se marchaban a su casa y nos despedimos con mucha lástima, al menos por nuestra parte, porque nos habían abierto las puertas a un mundo maravilloso, en el que pensamos continuar.

696 Lecturas/4 mayo, 2025/0 Comentarios/por Veronicca
Etiquetas: amigos, anal, madre, mayor, padre, playa, sexo, vacaciones
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