Nuestro Secreto.
Hijo fisgón..
Mamá me trajo a este mundo siendo todavía una adolescente, me amamantó por los tres primeros años, siempre nos bañábamos juntos, desde que tengo uso de la memoria, la recuerdo desnuda junto a mí dentro de la bañera o en la ducha, ella me enjabonaba y yo la refregaba con la esponja.
Yo siempre he estado orgulloso de la belleza de mamá, pero en mi pubertad, cuando tocaba sus grandes tetas que me alimentaron, ahora tenía unas erecciones inexplicables, mamá al principio se reía y no daba importancia a estas reacciones, pero yo estaba molesto y no entendía lo que era la atracción sexual, ella era mi madre, no podía y no debía reaccionar con la polla erecta cada vez que la veía desnuda.
En mi adolescencia, mamá me veía avergonzado y turbado, así que decidió que a partir de ese momento nos bañaríamos separados, pero yo seguía viéndola con sus curvas y sus formas, como si estuviera desnuda, extrañaba la proximidad y su contacto, en las noches me masturbaba con su imagen en mi cabeza, sabía que no era correcto tener estos pensamientos, era una perversión, pero era más fuerte que yo, al principio luchaba para escapar de estos sentimientos, pero sentía que no era justo, ella era tan bella.
Aún joven adolescente, ya no me atormentaba tanto, tenía a mi novia, y también tenía sexo con ella, pero la elegí a ella porque se parecía mucho a mi madre, y muchas veces me parecía que follaba a mamá en vez de a ella.
Otro pequeño problema era que me resultaba prácticamente imposible, no podía soportar que ella se viera con otro hombre, estaba celoso de ella, yo sufría y la hacía sufrir también a ella.
Cuando tenía 20 años, me llamó el ejército, estuve lejos de ella durante mucho tiempo, pero cuando volví, también volvió mi locura, esa atracción hacia ella, me hizo un lío enorme cuando descubrió que me estaba masturbando con su ropa interior, incluso me amenazó con echarme fuera de la casa.
A los veinte cinco años, me infectó el covid-19, mamá pensó que moriría en cualquier momento, pero los médicos me dijeron que era asintomático o casi porque sólo tenía un poco de fiebre y dolor físico, mamá siempre estaba cerca tomándome la temperatura y cuidando de mí, me parecía haber vuelto atrás en el tiempo, afortunadamente con el uso permanente de tapa boca y desinfección continua mamá se salvó del virus.
La pandemia nos había acercado, pero mi perversión seguía intacta, cuando aflojaron el bloqueo, empecé a hacer el bueno y colaborar con todo lo necesario para mantenerla contenta, la llevaba a pasear, a comer, al cine, sabía lo que le gustaba y la complacía en todo.
Sutilmente la cortejaba, le hacía cumplidos a su pelo, comentaba como se veía hermosa con este o aquel vestido, como su blusa resaltaba la belleza de sus pechos, quiero decir, la hacía sentir inteligente, hermosa y querida o deseada.
Ella se había dado cuenta de que yo la espiaba cuando ella estaba en la ducha o cuando se cambiaba de ropa, pero ya no le importaba, de hecho, a veces se daba la vuelta para darme una mejor vista de sus tetas o culo.
Mamá ya se había acostumbrado a vivir con su hijo fisgón, y de a poco se fue relajando aún más, así que aproveché para exponerme yo también, salía desnudo de la ducha, cuando sabía que tenía que venir a mi habitación, fingía que dormía desnudo sobre las sábanas, quizás con la polla erecta, cuando me estaba masturbando lo hacía con la puerta entreabierta y haciendo sonidos obvios.
Un día después de la medianoche, oí ruidos y que alguien gemía y suspiraba, los sonidos venían de la habitación de mi madre, mi corazón latía muy fuerte, su puerta estaba entreabierta, la luz de su velador apenas iluminaba la habitación, ella desnuda sobre la cama con las dos manos en su sexo, se entendía que con una mano frotaba sus grandes labios mientras la otra penetraba su coño, la polla casi se me escabullía de mi pijama, sus tetas grandes saltaban con sus movimientos, quedé hipnotizado con lo hermosa que era… Me quedé mirando hasta que los temblores se apoderaron de ella y apretando sus muslos e inclinándose hacia adelante se vino gimiendo con lujuria.
Desesperado me fui a mi habitación a desahogarme, me masturbé un par de veces con la puerta entreabierta.
Era como un vicio, ella sabía que yo la espiaba cuando se tocaba su vagina locamente excitada, sintiendo a su vez, que yo me estaba masturbando cerca de su puerta.
Al menos dos veces a la semana el rito se repetía, ella hermosa y espectacularmente desnuda que jadeaba, maullaba y gritaba su lujuria, y yo en pie con una de sus bragas salpicando semen fuera de su puerta.
Una noche, ella tuvo un orgasmo particularmente intenso y yo locamente excitado entré en su habitación con la polla en la mano, ella me miro con sus ojos claros y me di cuenta de que había permanecido como aletargada, no reaccionaba, tenía sus piernas ligeramente abiertas, yo miraba hipnotizado su coñito húmedo y brillante, sus labios todavía temblaban, puse una mano sobre la vagina y sentí su calor y sus fluidos, mamá casi sin fuerzas me quitó la mano de su sexo y con voz autoritaria de mamá me echó, y no te permitas acercarte a mí nunca más, añadió. Bajé la cabeza y salí,
Pero esa imagen y esa sensación de haber mantenido su clítoris palpitante entre mis dedos, no me dejaba pensar en otras cosas.
Durante días no podía mirarla a la cara, ella también se sentía incomoda, pero el tiempo suaviza todas las cosas y retomamos la rutina, ella me dejaba espiarla y yo disfrutaba junto a su puerta, puede que sea malditamente equivocado, pero era un paliativo razonable, al menos para mí ya que no perdía la esperanza de volver a tocar su coño.
Llegó el verano y mamá se paseaba con ropa más ligera, muchas veces con camisetas apretadas que mostraban sus pechos redondos y abundantes, un día que llevaba una camiseta blanca particularmente estrecha, fingí tropezar y le eché encima un vaso de agua, sus tetas se veían majestuosas, continuando a hacerme el tonto, trataba de secar y limpiar el agua de sus senos, tomando esos pezones endurecidos entre mis dedos, ella divirtiéndose me dejaba hacer, pero se dio cuenta de la hinchazón que se hacía en mis pantalones, inmediatamente se alejó diciéndome, eres un maldito hijo de puta.
Pero los juegos continuaron, ella afuera en la terraza tomando el sol en bikini, y yo cerca en traje de baño con la polla apuntando al cielo … Mamá, ¿te espalmo un poco de bronceador en la espalda? Está bien, dijo ella, está ahí en la mesa, disfrutando como un chico con su nuevo juguete, ahí estaba yo frotando la hermosa espalda de mamá, sus muslos, sus nalguitas, bajé su bikini hasta que ella me llamó la atención, veía la rajadura de su culo era una vista para gozar, ¡oh! Mamá, le decía, lo guapa que eres, mientras buscaba que un dedito mío alcanzara su hoyuelo rosado, no me molestes, decía ella, pero más que reclamar, ella movía sus caderas sin querer.
Una tarde muy calurosa, mamá estaba en bikini bajo el sol, se podía ver la hendidura de su sexo, me acerqué y dije… Mamá date vuelta que te frotaré un poco de aceite, mientras la masajeaba ella se quedó dormida, bajé su bikini y vi su chochito afeitado recientemente, le froté la espalda y después de masajear sus glúteos, bajé más su bikini y masajeé entre sus muslos, ella jadeaba pero no decía nada, mis dedos resbalaron en medio de sus nalgas tocando su culo duro, ella giraba su pelvis y no decía nada, apretaba mis dedos con sus nalgas y no decía nada.
Mis dedos le acariciaban su coño, ella gemía, metí dos dedos en su chocho, ella movía su pelvis y levantaba su culo, ¡oh! Antonio, no deberías, dijo… Pero no dejaba de mover sus caderas, puse cuatro dedos en su vagina, ella meneaba su pelvis desesperada… ¡oh! Antonio hazlo más fuerte dijo… Gimiendo y jadeando, yo movía mi mano más adentro y más rápido, casi le hacía un fisting, mi puño era mitad adentro de su coño, sin siquiera tocarme, comencé a correrme como un loco, al mismo tiempo ella tembló y se corrió a ríos sus humores bañaban la silla de playa, la toalla y algunas gotas cayeron al piso, me levanté besando su trasero y me fui a la ducha.
Mamá preparaba la cena feliz y sin preocupaciones, yo un poco nervioso por haberla tocado durante tanto tiempo me acerqué por detrás y la besé en la mejilla, ¿mamá estás bien? Pregunté, ella se volvió y dijo, hijo mío me siento en forma excelente, siéntate que comeremos un poco de pasta. En realidad, sus ojos eran más resplandecientes, su rostro emanaba un relámpago de paz, como si se hubiera quitado algún peso de encima, quizás su inhibición había cedido después de nuestro encuentro.
Yo también me sentí reconfortado y nos sentamos a hablar relajadamente sobre la situación de la pandemia y muchos otros temas poco trascendentes.
La semana transcurría normalmente, pero ahora yo saludaba a mamá con besos en el cuello y la abrazaba con fuerza, ella se movía un poco y trataba de escabullirse de mis brazos, pero me dejaba apretarla y sentir su cuerpo.
Una noche que ella estaba en la cocina haciendo la cena, llegué por detrás besé su cuello y tomé sus tetas, ¡oh! Antonio, no seas tonto no hagas eso que me molesta, dijo mamá, pero yo no dejaba de apretar sus pechos y masajear sus pezones, ella se volvió y yo la besé en su boca, ella respondió mi beso con pasión, nos separamos y nos miramos sin decir una palabra, pero en nuestras miradas había una especie de reconciliación.
Nos sentamos a comer y tratamos de hablar de todo, evitábamos mirarnos porque nuestro beso había cruzado una frontera prohibida, entre ambos sabíamos que ya no había límites.
Aquella noche me ofrecí a lavar los platos y poner en orden la cocina, ella se fue para dejarme hacer, la noche todavía estaba calurosa, después de haber arreglado todo, me fui al sofá a ver la tv, mamá había salido de la ducha y se acercó vistiendo un pantalón corto de su pijama y una camiseta ajustada, se sentó dándome la espalda, se sentía el olor de su perfume favorito, me puse a masajear sus hombros, en sus omoplatos encontré un nudo de tensión y me concentré allí.
Mamá, en tu omóplato izquierdo hay un nudo, quizás de tensión, levanta un poco la camiseta para masajearte ahí mismo… No sabría decir si ella lo hizo a propósito o bien no, levantándose la camiseta se le salió su teta izquierda hermosa y redonda, perdí toda la concentración, masajeaba ese nudo con una mano, pero con la otra mano tomé su pecho firme y redondo, mamá te quieres quitar la camiseta, le pregunté … Ella dijo, está bien … Y se la quitó, hice desaparecer ese nudo con las dos manos, pero luego me senté detrás de ella y tomé sus tetas, ella jadeando dijo… No me hagas daño … Yo emocionado respondí, nunca lo haría mamá.
La besaba en el cuello y le jalaba los pezones, le hacía sentir mi polla en su espalda, pero no quería apresurarme, no la quería asustar, tenía que actuar con calma, después de unos minutos, la hice tumbarse en el sofá mientras me agaché a chupar sus pezones endurecidos, ella tenía los ojos cerrados, su respiración agitada, gemía, toqué su chochito sobre la tela de su pijama, metí mi mano por sus muslo desnudo, no tenía bragas, me encontré con la piel suave de su vagina afeitada, caliente, húmeda y palpitante, ella lanzó un gemido cuando la penetré con dos dedos, ella abrió sus dulces y brillantes ojos claros, me miró y dijo, ¿nos vamos a la cama?
Mamá se levantó y tomando mi mano, se detuvo un momento y me besó con pasión.
Una vez en su dormitorio, ella dijo… Antonio, tú lo quisiste, ahora yo también lo quiero, no me decepciones, me tumbé entre sus piernas, diciendo, mamá es toda mi vida que quiero cogerte, nunca te decepcionaría, agaché mi cabeza para tomar en la boca por primera vez su botón clitoridiano que temblaba, ella sintió mis labios y soltó sollozos y maullidos de placer como una gatita en celo.
Yo tenía una erección gigante que apenas podía controlar mi querida madre, casi no lo creía, no sólo estaba cerca de su vagina, no solo estaba cerca de su cuerpo, estaba cerca de su alma, me quedé a lamer su coño hasta que su ganas de polla era tan grande que me pedía que me follara a su coñito, vamos Antonio, ven sobre mí… Ya la había hecho disfrutar un par de veces con mis lamidas.
La oí gritar su placer irrefrenable, la vi revolcarse y gemir alcanzando dos fabulosos orgasmos… Ahora me acercaba con mi polla dura como el acero, me acerqué a su boca llena de lujuria y la besé, intercambiamos nuestras salivas por largo rato, mi pecho se arrastraba sobre sus tetas grandes poderosas, nuestra respiración era afanosa, nuestra pasión estaba creciendo, ella ahora podía sentir mi hombría en su barriga, como yo sentía su chochito empapado, pero no quería apresurar las cosas.
Estaba haciendo el amor a mi mamá, besando una mujer, guapa, sexy, vibrante e inteligente. No se encuentran chicas así todos los días. Interrumpí el beso y miré su hermosa cara, pero que hermosa que eres mamá, ella abrió los ojos y me sonrió dulcemente, dijo, vamos hijo, quiero sentirte dentro de mí, me arrodillé en la cama y empecé a frotar mi herramienta contra su coñito hinchado y húmedo.
Ella quería mirar y se levantó sobre los codos, y dijo, pero qué grande que es, 22 centímetros, le dije, ¡oh ¡dios, dijo ella, cerrando los ojos, abrió más sus muslos y espero que yo la penetrara, apoyé la cabeza de mi polla en la entrada del agujero vaginal y comencé a empujar, ella arqueaba su espalda emitiendo gritos, cuatro o cinco veces dejé entrar mi verga hasta la mitad, para luego retroceder, quería que ella se acostumbrara a mi longitud.
Luego lo empujé hasta el fondo… Ella ponía sus uñas en mis hombros y gritaba fuerte, ¡mi dios! Entonces comencé con ritmo continuo a follarme a mi madre, en mi cabeza rondaba la idea de follarla muchas otras veces, mientras tanto ella jadeaba y trataba de sincronizarse con mis golpes moviendo sus caderas, cada vez que empujaba hacia abajo, ella gemía fuerte, ¡ooohhh! ¡ooohhh! Ella puso sus manos por encima de mis nalgas para empujarme hacia adentro y más rápido, más rápido, yo taladraba cada ángulo de su coño, cogiendo una teta con una mano y con la otra mano apretaba una de sus nalgas, forzaba a su chochito para meterme más dentro de ella.
Ambos respirábamos por la boca, desatados como dos animales, enterré mi cara en su cuello, lamiéndola y besándola y haciéndola chillar, me levanté a mirarla, sus tetas saltaban arriba y abajo casi tocando su barbilla, eres tan hermosa mamá, me las arreglé para apoyarme en sus tetas, luego con las dos manos agarré sus nalgas, acariciándole el agujero del culo, fácilmente mi dedo medio se deslizó dentro, ella me apretó aún más, diciendo, fóllame hijo, fóllame fuerte, te quiero todo dentro de mí.
Los sonidos guturales salieron de mi boca, jadeando cerca de la oreja de mi madre, y el primer chorro de semen que salió de mi polla me hizo temblar y gritar, ¡ooohhh! ¡Mamá ooohhh! Cuánto me gusta follarte madre mía, inmediatamente sentí su coño encorvarse en pequeños espasmos, mientras alcanzaba su orgasmo, chorrito tras chorrito yo la besaba y apretaba fuertemente a mí, estaba en una conexión increíble con mamá, éramos una sola carne, la misma sangre, colapsé sobre ella, ella me apretó amorosamente.
Antonio, fue la mejor follada de mi vida, eres el mejor que he tenido nunca, ¡oh… Oh! Mamá, pero no me halagues tanto, tú eres el más hermoso coño del mundo, eres una mujer muy hermosa, luego nos relajamos riéndonos y besándonos como dos enamorados.
Rodé sobre mi espalda, mientras mamá se sentó a mi lado, sobajeando mi pierna con su coño rebosante de semen, ella me preguntó ¿te gustó? Sonriendo moví afirmativamente mi cabeza, mamá, y a ti ¿qué te pareció? Sí, querido estuvo riquísimo, entonces dije, espera unos minutos y lo haremos de nuevo, ¿en serio? Dijo ella, ¿quieres follarme otra vez?, ¿quieres seguir teniendo el coño de tu mamá? Pero mamá eres tan linda que jamás me cansaría de follarte.
Nos besamos y nos acariciamos por un tiempo, luego ella hizo el primer movimiento, sabes hijo, tal vez esto te excitará otra vez, así diciendo me montó sobre el vientre e hizo caer todo el semen que quedaba en su coño sobre mi estómago, entonces empezó a frotarlo con sus tetas y a lamer sus pezones llenos de semen, movía su pelvis sensualmente, ocasionalmente frotándose contra mi polla, estaba claro que ella sabía hacerlo, pocos instantes bastaron para endurecer mi polla.
Ella ahora estaba probando con su culito, mamá, ¿quieres darme tu culo? Pregunté, sí hijo, pero no ahora, contestó, por qué no mamá, ¿qué pasa? Porque tiene que hacerse un poco de limpieza antes de tomar algo por esa parte, tal vez mañana, contestó, mientras tanto ella retrocedió un poco, luego se inclinó a lamer y limpiar mi estómago del semen derramado… ¡ooohhh! Mamá, qué guarra que eres, me encantas.
Mamá se dio cuenta de mi erección, rápidamente se inclina, pero sin tocarme, mirándome directamente a los ojos, comenzó a lamer mis cojones, metiendo mis bolas en su boca alternativamente primero una y luego la otra, luego manteniendo sus ojos claros sobre los míos, puso su boca directamente sobre mi verga, haciéndola desaparecer totalmente dentro de su boca, se me puso la piel de gallina, con escalofríos sobre todo mi cuerpo, sin parpadear miraba sus ojos que emanaban pasión y amor, deseo y lujuria, dedicación y bondad, esta es mi madre, toda una mujer.
Es una gran experiencia cuando tu madre te chupa la polla, mientras hacía todo eso, ella jugaba con su chochito gustosamente, jadeando y gimiendo, después de una decena de minutos, su saliva empapaba todo mi miembro, mamá, si sigues así me harás venir, no hijo, espera, quiero follarte.
Ella se movió hacia mi cabeza, nos besamos durante mucho tiempo, agarré los lados de sus nalgas, mamá gemía en mi boca, a cierto punto la levanté con fuerza bruta manteniéndola casi en el aire, ella abrió los ojos sorprendida, mientras yo la hacía bajar suavemente empalándola sobre mi polla, en su boca carnosa se dibujaba una gran “o”, escondiendo su rostro lujurioso en mi cuello, susurró en mi oído, ¡oh, oh! Hijo me haces morir, tu polla es grande y hermosa.
Es todo para ti, mamá, empecé a follarme a mi madre con placer, con fuerza, pero sin prisa, quería sentir los pliegues de su coño, quería darle orgasmos interminables, quería volverla loca, quería sentir sus uñas arañando mis hombros, quería oírla gritar, jadear, gemir, quería oír sus chillidos, quería ver sus tetas temblar con los escalofríos de su orgasmo, quería sentir su cuerpo sin fuerzas, rendirse a mi perversión, quería mi mamá toda mía.
Comencé a disminuir mis golpes, sentía a su chochito ordeñando mi polla, ahora nada importaba, todo el mundo había desaparecido en aquella niebla sexual en la que estábamos sumergidos ella y yo, no había más tabúes en este universo irreal, no había más remordimientos, teníamos para nosotros una galaxia donde reinaban nuestros sentidos, amos y señores.
Mi polla estaba empujando hacia el fondo de su coño, su último orgasmo tenía a mamá casi desmayada sobre mi pecho, yo la tenía empalada en mi miembro palpitante, mi verga latía y se acercaba a descargar otra mole de semen en las profundidades de la coñito de mamá, comprendía ahora que esto era lo que siempre había querido, follar a mi madre sin límites, sin fronteras de ninguna especie, de poseer a la hembra que más había deseado durante toda mi vida.
Unos golpes más y llegaba, un chorro, ¡ooohhh! Siguieron muchos otros, rociaba el chocho de mama con mi esperma, ella lo sentía porque me abrazaba fuerte y me besaba dándome su lengua con pasión, yo le decía, ¡qué mujer eres! ¡Qué hermosa eres!! Tenía a mi madre inmovilizada, estaba aferrado a mi mamá, agarrando su trasero con las dos manos, mientras me hundía en ella con mi verga dentro de su paraíso, húmedo, cálido y acogedor, éramos una masa inerte ella y yo, una sola entidad, nuestras almas se habían fusionado.
El tiempo transcurrido no había sido observado, no sabía si era temprano o tarde en esta dimensión suspendida a donde nos habían llevado los acontecimientos vividos, ella todavía sobre mí y yo deslizándome con mi polla fuera de su coño, la tomé suavemente haciéndola acostarse en la cama, ella con los ojos cerrados y su cabeza no se despertaba de la oscuridad o hibernación donde se había metido, la miraba casi religiosamente, con adoración, su cuerpo desnudo me hacía sentir renovados bríos.
Disfrutaba la imagen de haber poseído tanta belleza, su hermoso rostro, su elegante cuello, los hombros y las caderas armoniosas, sus generosos pechos, las piernas largas y muslos bien torneados, el triángulo afeitado con su ranura brillante y húmeda, ella fue un regalo de allá arriba, este ángel de mujer solo puede haber descendido desde el cielo. Ella es mi madre.
Antonio, dijo mamá levantándose sobre los codos, ¿qué hora es? No lo sé mamá, todavía está oscuro ahí fuera, Antonio, ¿sabes lo que hemos hecho? Claro que sí, mamá, lo sé, entonces, ¿cómo lo hacemos? Mamá, tú y yo hemos vivido juntos casi siempre, somos adultos, así que no veo ningún problema, yo te he deseado toda la vida, y luego, ¿sabes, estuvo bueno, o quieres decir que a ti no te gustó? No, dijo mamá, está claro que yo también me desahogué, también te deseé, fue realmente una noche muy agradable, y entonces, mamá, esto va a ser entre tú y yo, nadie lo sabrá jamás nuestro secreto.
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