Nunca te olvidaré.
Todas la veces yo fingía dormir, pero a veces ni siquiera lo sentía salir de mi habitación temblando como loca con mi coño que tiritaba involuntariamente..
¡Hola!, soy Carolina, he tenido conmigo una historia por muchísimos años, nunca se la he dicho a nadie, principalmente porque sucedió entre mi hermano menor y yo. En ese tiempo él tenía quince y yo poco más de dieciséis.
Era un asfixiante día de verano extremadamente caluroso. Acababa de llegar a casa de la práctica de voleibol agobiada por el calor. Mi madre estaba en el trabajo y mi hermano estaba en casa de un amigo.
Me dirigí directamente al baño con la intención de darme una ducha refrescante. Me quité la ropa sudada y me metí a la ducha, tan pronto como lo hice noté que no había champú, salí, así como estaba, medio empapada y me puse mi bata blanca de baño. Mientras caminaba hacia la alacena en busca de una botella nueva de champú, accidentalmente tiré un vaso de jugo que estaba sobre la mesa del comedor.
Agarré unas toallas absorbentes y me puse a limpiar el desorden, en eso escuché que la puerta principal se cerraba y mi hermano hizo ingreso en el comedor. Mientras limpiaba, comenzamos a hablar. Él me contaba que su día había sido horrible y el regreso peor, con el Metro atestado de gente sudada y maloliente. Hablamos durante un rato, pero de repente él se quedó callado. Lo miré y me di cuenta de que estaba mirando mi bata que se había entreabierta ligeramente. Tengo unos senos voluminosos, 36DD, y el vislumbraba algo de ellos a través de la abertura de mi bata.
Como estaba agachada a limpiar, fingí no darme cuenta, pero por debajo de la mesa noté que trataba de esconder un bulto enorme que inflaba sus pantalones cortos con una notoria protuberancia. Continué a limpiar el piso y me acerqué más a él limpiando con ahínco el suelo salpicado, exageradamente movía mis brazos y mis hombros haciendo que mis tetas se columpiaran colgando de mis pechos y dejando que mi bata se abriera un poco más, para que él tuviera una vista mejor de mis tetas balanceantes.
Casualmente, dejé que una de mis tetas se me escapara de mi bata; así que ahí estaba yo a cuatro patas, con una de mis enormes tetas de afuera y mi hermano pequeño mirándome con una tremenda erección. Admito que esta particularísima situación me puso muy cachonda. Cómo si nada volví a meter mi teta bajo mi bata y me levanté fingiendo de que aquí no había pasado nada. Lancé un quejido, él se me quedó mirando y yo le dije:
—Tuvimos un combativo partido de voleibol y ahora me duele la espalda …
—¡Pero Carolina! … eso se pasa con un poco de masaje …
—¿Y tú lo sabes hacer? …
—No soy experto, pero mi profesora de educación física me enseña algunas cosas de fisioterapia … creo que lo que necesitas es un estirón …
Me dijo que me diera vuelta y así lo hice, luego me dijo de abrazar mi cuerpo con las manos sobre los hombros. Cuando lo hice, él me tomó abrazándome con sus fuertes brazos y me levantó con mucha fuerza, como no tenía nada, no sentí nada. Volvió a hacerlo, pero esta vez sentí su enorme pija presionando mi trasero, me apretó con fuerza y volvió a tirarme, hice caer mi bata por mi cuerpo y me quedé desnuda ante él.
Mauro volvió a abrazarme fuertemente, pero esta vez aferró mis dos tetas expuestas. Se hizo un silencio denso, ninguno de los dos pronuncio palabra, pero sus dedos apresaron mi delicados y sensibles pezones. Le dejé hacer, tocando y sintiendo mis senos, movió una de sus manos hacia abajo hasta que alcanzó el vértice de mis piernas y jugo delicadamente con mis vellos púbicos. Voluntariosa, abrí mis piernas para que me tocara ahí si él quería. Cautelosamente toco mis labios y los sobajeó dulcemente sin siquiera intentar de penetrarme.
Arqueé mi espalda deseosa y empujé mi trasero contra su abultado pene, estiré mi mano y comencé a acariciárselo por sobre los pantalones cortos, después en forma incontenible metí la mano bajo la delgada tela de sus pantalones y tiré su pene a la luz. Era enorme de grande, como una botella cola, veinte de largo por seis de ancho. No podía envolverlo con mi mano.
Deslizó sus pantalones hasta sus tobillos, me incliné hacia adelante afirmándome en una silla justo frente a mí y continué a mover mi mano alrededor del pene de mi hermano, arriba y abajo, arriba y abajo. Lo presionaba entre mis nalgas y luego lo empujé por entremedio de mis piernas, frotaba mi culo y los labios de mi coño. Lentamente lo fui presentando en la hendidura de mi vagina y lo presioné contra la abertura de mi coño. Poco a poco lo fui insertando dentro de mí. Solo había tenido sexo con un solo muchacho en toda mi vida, y su pene no era ni la mitad de la gigantesca verga de mi hermano menor.
Mientras me acostumbraba y aplicaba mi peso para empalarme en su poderosa pija, me comenzó a doler, así que me detuve. Sin embargo, Mauro tenía otras ideas, me rodeó con los brazos y tomó mis enormes senos con fuerza, uno en cada una de sus grandes manos, cómo si mis senos fueran un punto de apoyo para hacer fuerza, me tiró hacia abajo y empujó hacia arriba, me metió toda su mastodóntica polla dentro de mi conchita.
Mis rodillas cedieron y temblaron, grité porque sentí que realmente me estaba partiendo en dos. Mis rodillas apenas me sostenían, se sentían como gelatina mientras mi hermano empujaba su poderosa pija levantándome en el aire con cada embestida, creí que iba a morir empalada con mi coño lleno de la verga de él.
Su enorme polla estaba profundamente dentro de mí. Un rato dejo de moverse y se quedó quietecito sin mover un solo musculo, solo su pija latía dentro de mí. Lentamente comencé a recuperarme del dolor, él comenzó a sacarla de mi coño, pensé que se había corrido. Cuando estaba recuperando mi respiración, repentinamente empujo toda su pija entera dentro de mí. Esta vez no grite, lancé un gemido, no me había dolido casi.
Procedió a follarme, un mete-saca demencial, le arañe y le mordí los brazos, chille y grite de placer y me corrí en innumerables orgasmos. Mi último novio no duraba más de tres minutos. Mauro me folló por casi media hora, me volví loca con su verga remeciendo todas mis entrañas. Luego se corrió dentro de mí, me dio unos cuantos apretones más a mis tetas y se fue a su habitación sin decir una palabra. Mi cabeza estaba por los aires en una nube de la cual me costó mucho bajar. Finalmente, chorreando su semen por mis muslos, me fui a la ducha.
Nunca hablamos de esto con nadie, se transformó en nuestro secreto, ni siquiera entre nosotros lo comentábamos. Pero él tres o cuatro veces a la semana, cuando todos dormían, entraba a mi cuarto donde yo también fingía dormir, se metía en mi cama y me follaba hasta que mi cerebro se nublaba y me dejaba semi inconsciente sobre mi cama. Todas la veces yo fingía dormir, pero a veces ni siquiera lo sentía salir de mi habitación temblando como loca con mi coño que tiritaba involuntariamente.
Una vez lo encontré a dormir en el sofá y saqué su polla de sus shorts, se la chupé así un poco flácida. A un cierto punto se despertó, pero fingió que seguía dormido. Me di cuenta de que estaba despierto porque su polla creció más grande y dura. Jamás he vuelto a ver un pene así de grande hasta esa noche, era tan largo como mi antebrazo y tan grueso como mi puño. Después que se puso duro ya no pude meterlo en mi boca, pero se lo lamí y lo froté hasta que se corrió.
Han pasado trece años, mi hermano se fue al extranjero. Me casé y tengo dos niños. Cada vez que tengo relaciones con mi esposo, no puedo evitar de pensar a Mauro y a quién estará haciendo enloquecer con su pija bendita. Creo que nunca lo olvidaré.
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Muy excitante tu relato. Yo quería follar a mis hermanas, pero núnca lo pude hacer y leer esto me excita demasiado.