Orgia de cumpleaños para mi tía.
Por motivo del cumpleaños de mi tia, follamos y termino en la espalda del hijo de mi prima. .
Mis padres organizaron una comida en su casa un sábado por la tarde para celebrar el cumpleaños de la tía Gertrudis. Teníamos contemplada la existencia de mis primas Mónica y Susana con sus maridos y respectivos hijos, así como de mi tía Cristina que se encontraba de visita en la ciudad, junto también mi tía Luisa que había arribado a la casa de mis padres el día de ayer.
Desperté por la mañana, hablé por teléfono con mi novia, y luego me dispuse a bajar para unirme a todos los que estaban presentes en el desayuno. Saludé a mi madre con un beso en los labios, siguió después de mi tía Luisa, ya también sentada. Ella sonriéndome, seguramente recordando el momento que ella y yo habíamos pasado follando cuando llegó a la casa de mis padres el día anterior. Un momento que vimos los dos solamente debido a que ellos habían acudido a una fiesta con unos amigos, y regresaron hasta altas horas de la madrugada. Por último saludé a mi padre, y nos sentamos a desayunar, conversando sobre diferentes temas cotidianos en lo que hacíamos sobre mesa, y luego eventualmente salíamos al jardín a poner las sillas, así como los camastos y las toallas.
El transcurso de la mañana se nos fue como agua entre los dedos, yo a las dos de la tarde subiendo a mi habitación apenas a bañarme, saliendo de la regadera, asegurándome que todo estuviera bien rasurado y peinado, tanto arriba en mi cara como inclusive abajo, perfumándome en los lugares correctos, preparado para la follada que iba a suscitarse.
Unos cuantos minutos antes de que llegaran los primeros invitados, mi madre me pidió que acudiera a una de las tiendas del supermercado para comprar algo de comida congelada en caso de que la reunión se extendiera hasta la noche y que la comida preparada para la tarde no fuera suficiente para atendernos a todos nosotros, al igual que a conseguir una bolsa de hielos para las bebidas. Subí al carro y acudí al supermercado, en el camino haciendo una llamada con mi novia que se dirigía a la casa de sus abuelos para celebrar el aniversario de bodas. Cuando le pregunté quién iba a estar, me comentó que algunas de sus tías con sus respectivas familias iban a presentarse, yo simplemente pudiendo pintarme una imagen de la orgía que seguramente tendrían en casa de sus abuelos por su aniversario, ya que también pertenecian a la secta. Acudí al supermercado y regresé a la casa de mis padres, todo el camino acompañado por mi novia en el auricular, esto debido a que ella estaba atorada en el tráfico en su respectiva ciudad y que no era capaz de llegar antes de que yo arribara al domicilio de mis padres.
Llegué a la cochera y apagué el vehículo. Observando cómo mi papá salía a esta simplemente con la ropa interior inferior puesta, saliendo en chanclas para ayudarme a abrir la cajuela y bajar la bolsa de hielo. Por la escasez de ropa que tenía puesta, supuse que él ya estaba participando en algún tipo de dinámica sexual y me comentó que bajó rápidamente por el hielo debido a que algunos tenían bebidas ya servidas pero que aún así querían hielo para acompañarlas. Yo bajé la comida congelada y me dirigí a la cocina para servirme a una bebida también yo o guardar la comida en el refrigerador antes de hacer una parada en mi habitación.
En el transcurso desde que había salido de la casa hasta que había vuelto, fueron unos treinta minutos, por lo que seguramente ya la situación se estaba desarrollando. Algo que pude comprobar cuando caminé por la casa de mis padres y a través de la ventana con vista al jardín, podía observar cómo había una serie de cuerpos ya semidesnudos, entrelazándose algunos entre sí. Por lo que me apuré en ir a mi habitación para luego bajar, tomándome la libertad de ya bajar completamente desnudo.
Salí sin ropa puesta, solamente vistiendo unos lentes oscuros por el sol que brillaba fuertemente, a las dos y media de la tarde, a la casa de mis padres y con la bebida en mano, dirigiéndome al área del jardín en donde habíamos colocado previamente una mesa para botanas, sillas y camastros. Allí se encontraba mi padre, un hombre de sesenta y dos años de edad, de uno ochenta y cinco de altura, blanco, con pelo negro, con datos de carabicie, bastante delgado, con un poco de panza chelera. También se encontraba ahí mi madre, una mujer blanca, con pelo café oscuro, de corte medio, glacio, de uno sesenta de altura, con algo de sobrepeso, tetas copa C. Junto a estos estaba mi tía Luisa, una mujer también de sesenta años, blanca, con un corte de pelo corto y algo canoso, que hacía verla mucho más grande de edad que mi madre, con un cuerpo delgado, sin embargo flácido, propio de su edad, y con unas tetas copa B o copa A inclusive. Mi abuela, una mujer de uno sesenta de altura, blanca, con pelo corto blanco, ya de ochenta y cinco años, con un cuerpo obviamente muy flácido por su edad, con unas tetas que fácilmente llegaban a ser unas copas C. Mi tía Gertrudis, una mujer de noventa y tres años, la cumpleañera y quien era la protagonista de la ocasión, bastante flaca, prácticamente al hueso, y con una piel flácida y arrugada, pelo blanco, que se encontraba sentada en la cabecera de la mesa de botanas, como de costumbre, sin ropa, pero sin follar ya por su condición, y que prefería simplemente ver la acción, debido a su falta de líbido. Mi tía Cristina, una mujer obesa, de uno sesenta de altura, blanca también, con un pelo corto similar al de su madre, con tetas grandes, obesas, al igual que sus nalgas y sus piernas. Noté que también ya había arribado mi prima, Mónica, una mujer de treinta y siete años, blanca, con pelo café-castaño largo, que le llegaba hasta la mitad de la espalda,p delgada, con poca pompa y con las tetas Copa B, al lado de su marido Gustavo un hombre de uno setenta, blanco, con sobrepeso, panzón, debido al múltiple alcohol que le gustaba consumir, moreno de piel, ya sin cabello, de 40 años, ellos acompañados de sus dos hijos, José, un chiquillo de tres años, que ya se encontraba también sin ropa, corriendo por todo el jardín. Mientras que también estaba Lucía, su hija de ya cinco años y medio, también completamente desnuda, corriendo junto con su hermano, yo por mi parte me integré a ellos, yo midiendo uno setenta y cinco de altura, piel blanca, pelo café-oscuro corto, igual que el de mi madre, con cuerpo delgado, con 27 años.
Me dirigí primero con la tía Gertrudis saludándola con un beso en los labios y con un abrazo felicitándola, posteriormente preguntándole que si quería que le diera algún tipo de atención sexual, a lo que ella como de costumbre me agradeció por la cortesía, pero me dijo que ella solamente prefería ver. Después de ahí, no tan lejos de ella, se encontraba ya mi padre, sentado en una silla con una cerveza en mano, mientras que su polla alternaba de salir de la boca de mi prima Mónica, su sobrina e hijada de bautizo, quien se encontraba entre sus piernas, engullendo su miembro. Mientras que no tan lejos de ellos, sobre una toalla del pasto, observaba como mi abuela estaba acostada boca arriba, masajeándose las tetas, mientras que mi madre, en cuatro, tenía su cara entre las piernas de esta, dándole oral. Saludé a mi padre, interrumpiendo a mi prima rápidamente para darle un beso en los labios a forma de saludo, antes de que ella estar resumiera la mamada que le proporcionaba a mi papá. Después de ahí, me acerqué y me tiré al piso para besar a mi abuela, quien entre gemidos me preguntaba como estaba, yo contestándole que bien, mientras que acariciaba la espalda de mi madre, quien me volteó a ver, subiendo su cara para darme un beso en señal de saludo, antes de volver a enterrar sus labios en la burba de su suegra. El otro lado de la mesa de botanos, observaba igual, sentado en un camastro, reclinando la cabeza hacia atrás a Gustavo, mientras que tenía su polla alternando entre esta en la boca de mi tía Cristina, o en la boca de mi tía Luisa, ambas tornándose la polla y tornándose alguno de los huevos colgantes para succionar. Gonzalo me saludó de forma enfática, dándome un apretón de mano, mientras que mis tías se interrumpieron en la mamada que le daban, para yo poderla saludar también con un beso. Allí es donde ya me invitaron a sentarme mi tía Cristina, simplemente diciendo que yo había llegado directamente para lo bueno de la reunión, en lugar de haberme quedado para la conversación que dio eventualmente lugar a la situación, a lo que yo le dije que obviamente es a la estrategia, en una manera de sarcasmo y de chiste.
Tomé asiento en el camastro al lado de Gustavo, él alzando su caballo de tequila para poder brindar con mi bebida de ron a las rocas. Mientras hacía esto, mi tía Cristina de rodillas se colocó entre mis piernas tomando mi polla ya bastante erecta por la escena, comenzando a masturbarla y metiéndose en la boca casi inmediatamente, comenzando una mamada frenética que ella, como una mujer que a simple vista podía haber sido conservadora, inclusive para la secta a la que pertenecíamos, al momento de lo que era la risa, las emociones, y claro, al momento de la lujuria, podía desatarse en breve.
Mi conducta se alternó entre simplemente colgar la cabeza hacia atrás para sentir el placer que mi tía me estaba dando en mi miembro y conversar entrecortadamente con Gustavo sobre la cotidianidad del trabajo, así como observar la escena que los demás estábamos reproduciendo. Mi tía Luisa y yo nos volteábamos a ver ella con la boca de Gustavo en la boca, ocasionalmente agarrándonos la mano, mientras que con la otra yo alternaba entre tomar mi licor y entre recorrer el cabello de mi tía con las manos, o bajar una y estrujar sus tetas obesas que colgaron entre mis piernas.
Sentí como mis huevos comenzaban a contraerse al producto de que estaba llegando al climax, por lo que tuve que detener a mi tía, quien tenía tremenda maestría para dar mamadas debido a que había sido bendecida con cuatro hijos varones, y que seguramente se la había pasado atendiendo a cinco pollas, si incluyemos a la de su marido, todas las noches durante décadas. La invité a que se acostara boca arriba en el pasto sobre una de las toallas que habíamos colocado, yo dejando mi bebida a un lado para ponerme en cuatro ante sus piernas, similar a la posición que mi madre ocupaba con mi abuela previamente, para enterrar mi cara ante sus piernas, ayudándome con las manos para abrir sus labios obesos, accediendo a su curva y a su clítoris. Ella dedicándose a recorrer mi cabello con sus manos apretándolo, presionando mi cara hacia su entrepierna, mi lego comenzando a dibujar el abecedario en sus labios mayores y a dar vueltas con succión sobre su clítoris, mientras que ella simplemente colgaba la cabeza hacia atrás y gemía en placer.
Introduje un dedo, luego dos, luego tres, buscando su punto G y su punto A, mientras que no dejaba de descuidar su clitoris con mi lengua, pudiéndola llevar al primer orgasmo.
Saqué mis dedos de su interior y despegué mi lengua de su clitoris para ponerme de rodillas completamente erguido. Ella incorporóse conmigo, fundiéndonos ambos en un beso francés, su cuerpo obeso apretándose contra el mío, mientras que ella bajaba sus manos a mis nalgas, y yo hacía lo mismo. De rodillas caminó hacia lo que era el camastro, colocándose en cuatro, sus brazos apoyados sobre la pieza blanca de plástico, similar a como mi tía Luisa ya se encontraba también en cuatro, siendo vestida por Gonzalo, quien ya también arrodillado sobre el piso, estaba follándose a Luisa en forma de perrito. Cristina alzó su culo, dejándolo disponible para mí, mientras que se encontraba con los labios de su prima, mi tía Luisa. Las dos tomándose la mano, dándose un beso francés, una ya follada, la otra a punto de estarlo. Le coloqué detrás de ella e introduje mi polla, desapareciendo inmediatamente en la vulva obesa de Cristina, comenzando en vestirla fuertemente como yo sabía que le gustaba, tomándola de un hombro con una mano, mientras que con la otra alzaba mi bebida, en señal de brindar, con la de Gustavo, quien también tenía su bebida en mano, los dos tomando un trago de licor, mientras embestíamos amistías. Atrás de nosotros, tan lejos, también en toalla sin camastro, se escuchaban ya los gemidos entre mezclados, yo sin capacidad de poderlos distinguir entre los de mi abuela, mi prima Mónica, y los de mi madre, mi padre seguramente ya follándose a uno de los tres, mientras que las otras dos sobrantes hacían algún tipo de interacción lésbica.
En eso sentí una mano que se compostaba en mi espalda, una mano relativamente chica. Cuando volteé mi costado izquierdo, me encontré con Santiago, el hijo mayor de mi prima Susana, siendo una señal evidente que mi prima y su familia acababan de arrebar a la reunión. Un chico blanco con pelo rubio, de nueve años de edad, bastante delgado y ya completamente desnudo, me saludó dándome un abrazo y estrujándome la mano, antes de recorrerse a hacer lo mismo con Gonzalo y eventualmente mis tías. Saludó a Luisa con un beso en los labios, quien no le prestó mucha atención por tener la cabeza ya pendular disfrutando el placer que Gustavo le estaba proporcionando, mientras que Cristina, un poco más agresiva, no solamente recibió su saludo en los labios, sino que lo tomó el cuello para acercarlo, fundiéndose con él en un beso francés, algo que pudo ver que agarró a Santiago de forma inesperada, sin embargo, ya él muy obediente, dejando su boca abierta para que la lengua de Cristina pudiera explorar sus profundidades.
Seguí volteando a mi lado izquierdo, observando como mi prima Susana, una mujer de setenta y cinco años, blanca, rubia, arribaba también desnuda, delgada, sin pompa y con tetes copa A, con un pelo rubio, largo, ondulado, similar al de sus hijos, teniendo en brazos a su hijo más chico, Alejandro, de tres años, quien se había arrullado en el camino a la casa de mis padres, mientras que al lado de ella, tomándole una de sus manos, estaba Mateo, su hijo de siete años, también blanco y completamente desnudo, como todos nosotros, de pelo rubio, igual que su hermano y su madre. Noté que no venía acompañada de Luis, su marido, pudiendo escuchar que cuando mis padres preguntaban por él, ella les comentaba que se encontraba atorado en otra ciudad debido a que un viaje de negocios se había prolongado, y que por ende no nos estaría acompañando la reunión de la tarde.
Eventualmente, mi prima, ya completamente sola debido a que su hijo se había levantado y ya se había predispuesto a jugar con sus otros primos que corrían por el jardín, se turnó para saludar a todos, llegando al camastro en donde estábamos Gustavo y yo follándonos a Cristina y a Luisa, Cristina particularmente sin haber dejado ir a Santiago, a quien ahora tenía su pene de nueve años semi erecto en la boca, pudiendo atrapar en sus labios y cachetes obesos toda su pollita, así como sus huevos, Santiago simplemente recorriendo con sus manos la cabeza de mi tía, intentando recrear alguna postura que había visto muchas veces a los hombres adultos realizar. Llegó con Gustavo y lo saludó a beso, seguido por mi tía Luisa, mi tía Cristina y luego eventualmente conmigo, ella sentándose en la parte libre que quedaba del camastro, acariciándose los muslos, observando la escena, acariciándole el cabello y la espalda a su hijo que recibía una mamada colosal de mi tía Cristina, así como también haciendo contacto visual conmigo a quien yo estaba mientras que yo la embestía.
Susana se arradió al lado mío para que los pudiéramos encontrarnos en un beso, siendo de altura similar, mi mano recorriendo su espalda baja y recorriendo sus nalgas, mientras que ella hacía lo mismo con las suyas, mientras que también aprovechaba para acariciar y arañar un poco la espalda de nuestra tía Cristina, quien no tardó a llegar a otro orgasmo, interrumpiendo la mamada que le daba el hijo de Susana, para simplemente agachar la cabeza, intentar controlar sus gemidos para que los vecinos no pudieran escucharlos. Una vez concluido este clínex, mi tía Susana, la más blanca de toda la familia, llegó a preguntar que si no era conveniente mejor pasar adentro de la casa, debido a que ya se había escapado más el sol y tenía miedo a quemarse la piel, a lo que yo le comenté que sin problema podíamos hacerlo.
Le anunciamos a todos los demás que pasaríamos a la reunión y a lo cual a todo mundo le pasó el motivo, por lo que interrumpimos la follada para agarrar algo de la botana en nuestras bebidas para dirigirnos al interior de la casa de mis padres. Llegué a la sala instalándome en uno de los sofás blancos, Susana instalándose en el mismo sofá que yo, al igual que mi prima Mónica, que aparentemente ya no iba a estar. Con mi padre, en el sofá opuesto, se sentaba Gustavo, con Luisa y con Cristina, una a cada lado. He visto que nada más había dos sofás en la sala de mis padres y que el cuarto de la tele estaba cerca de ahí. Mi papá instaló a la tía gertrudiz en la cabecera de la mesa del comedor principal, de donde ella podría tener vista a la sala, así como vista al cuarto de la televisión, antes de subir a este segundo cuarto, acompañado de mi madre, de mi abuela, y también acompañado de Mateo y de Santiago, los dos chicos que ya tenían edad para follar y para ser follados.
Mi prima Susana, de cuarenta años, se quedó sentada, requilinada sobre su espalda, en contra del respaldo del sofá, abriendo sus piernas, que ya me colocaba en cuatro, para también enterrar mi cara entre los labios vaginales y su vulva, para comenzar a brindarle oral, ella pellizcándose los pezones, ya hipertrofiados, igual que los de todas las mujeres de la reunión por los embarazos previos, mientras que, cerraba los ojos, que me había de placer, yo levantando sus piernas, colocándolas sobre mi hombro, y su hermana que se sentaba al lado de ella, recorriendo mi cabello con una de sus manos, mientras que con la otra acariciaba a Susana, dándole besos, y alternando también, entre succionarle ambos pezones, Susana simplemente disfrutando del placer que en conjunto su hermana y yo le regalábamos, era completamente ajeno a la escena que se estaba asociando en el otro sofá, caracterizada probablemente por ser un trío con Cristina, Luisa y Gustavo.
Susana no tardó en llegar al orgasmo, el cual recibió como un rarido que se mezcló con los gemidos que provenían del otro sofá y también con alguno de los gemidos que estaban surgiendo desde el cuarto de la televisión, particularmente yo pudiendo distinguir los gemidos de mi madre y los gemidos de Santiago, que estaban siendo follados o por las bocas o por la polla de mi padre. A gatas me pasé al estar entre las piernas de Susana para ahora estar entre las piernas de Mónica, quien recibía besos de su hermana así como lengüetadas en ambas sus tetillas, también hipertrofiadas por los embarazos previos, mientras que mi boca se dedicaba a hundirse en su vulva ya previamente follada por mi padre. Yo introduciendo dos dedos inmediatamente para buscar su punto A y su punto C, mientras que mi lengua se dedicaba a succionar y circular alrededor de su clítoris.
Logré llevar a Mónica a un orgasmo. Recibiéndolo con un beso apasionado francés, Mónica apretando mi cara en contra de su gorra con ambas manos. Una vez concluido este, me senté en el sofá. Mis primas encontrándose con un beso apasionado, los tres dándonos un entrelazamiento de lenguas al mismo tiempo. Ellas subiendo para continuar besándose, sus tetas quedando a la altura de mi cara, ellos tomándome el tiempo de lamer y succionar los cuatro pezones que tenían ante mí. De ahí ambas se arrodillaron e intentaron colocarse entre mis piernas, Susana introduciéndose en mi polla en la boca, mientras que mi prima Mónica se dedicaba a lavarme las bolas y succionarlas. En el sofá opuesto podía ver cómo Luisa ya se encontraba dándome la espalda, cabalgando a Gustavo, quien se encontraba sentado, abriéndole las nalgas para que su polla pudiera sentar lo más profundo posible en su bolva, mientras que en el lado opuesto del sofá, mi tía Cristina se encontraba sentada, rellenada, con las piernas abiertas, debido a que Santiago, en algún momento que no había notado, había llegado y que ya se encontraba en cuatro, con la cara perdida entre las piernas obesas de mi tía, su culito al aire, sin dilatar, apetitoso, y que simplemente me generó la idea de acabar follándolo eventualmente durante la reunión.
No pude evitar comentarle a mi prima Susana, mucho mayor en edad que yo, que el ver a Santiago y a Petías desnudos interactuando con todo mundo me recordaba mucho a cuando yo tenía esa misma edad, ella asintiendo en acuerdo, también pudiendo probablemente recordar la época en la que éramos simplemente chicos, nuestras bocas alternándose entre vulvas y pollas al igual que nuestros culos siendo follados en las reuniones, siendo deseados por su poca envergadura y por lo apretado que eran a nuestra edad.
Mis primas interrumpieron la mamada para que Susana se colocara por arriba mío, descendiendo sobre mi polla, introduciéndose ésta en su vagina, y una vez que estaba hasta el fondo, abrazándome desde el cuello con sus brazos, apretándome en contra de sus tetas, que una embonó completamente entre mis labios, mientras que comenzaba a mover gradualmente su cadera hacia adelante, hacia atrás, nuestros gemidos entrelazándose de placer, mientras que yo de reojo podía ver como Mónica se levantaba y se dirigía al sofá opuesto, probablemente para encontrarse con su marido, y las otras damas, y el niño que las acompañaba. El vibe de mi prima se empezó a hacer cada vez más constante, yo tomándola de las nalgas, abriéndoselas e invitándola a subir y a bajar, ella mirándome a los ojos, mientras que inclinaba la cabeza, nuestros labios brevemente encontrándose, antes de que yo siguiera succionando sus tetas.
No tardé en poderla llevar a un primer orgasmo, el cual ella recibió besándome apasionadamente en los labios, mientras que estrujaba fuertemente su cadera en contra de mi pelvis, intentando hacer que su clítoris fuera apachurrado lo más posible entre ambas nuestras pieles. Una vez disfrutado el clímax, se levantó para simplemente voltearse, ahordándome la espalda, sus pies apoyados sobre el piso, ella cucrillándose con las piernas cerradas, mi polla dirigiéndose a su vulva, entrando y desapareciendo en ésta nuevamente, ahora ella subiendo y bajando, mientras que yo le rascaba la espalda con las uñas, dedicándome a observar la escena, también viendo a dar reojo lo que ocurría en el otro sofá. Gustavo ahora recibiendo cabalgadas masivas de mi tía obesa Cristina, mientras que Luise y Mónica se fundían en un beso, al mismo tiempo ocasionalmente una de ellas arrodillándose entre las piernas de Gustavo para darle una lamida a sus bolas, mientras que su cara se hundía entre las nalgas obesas de Cristina que ascendían y descendían sobre la polla de éste, también ocasionalmente la mujer que tenía su cara ahí abajo, pasando al ano de mi tía por lo que yo podía ver, regalándole unas cuantas lamidas, antes de volver a incorporarse con la otra fémina que se quedaba esperándole en el sofá.
Fue entonces cuando nuestra bota se vio interrumpida por Mateo, el hijo de 7 años de Susana, quien desnudo acaba de entrar del jardín, señal que ya no está interactuando con los demás, presumiendo lo que había encontrado, un tipo de roca de obsidiana que podía abundantemente encontrarse en el jardín y en el cerro que rodeaba la casa de mis padres. Mi prima Susana, todavía moviendo ligeramente su cadera con mi polla adentro de su vulva, lo felicitó por su hallazgo, recalcándole que no debía alejarse mucho de la propiedad por miedo a que alguien nos pudiera ver, y que obviamente un niño desnudo en una casa con adultos desnudos no pasaría desapercibido a los vecinos. A lo que él asintió, me preguntaba a mí, mientras que yo seguía teniendo a su madre cabalgando sobre mi polla, qué tipo de piedra era, a lo que yo le comenté que era obsidiana, y le platiqué un poco de cómo los nativos del país las llegaban a utilizar para cazar o como herramientas, él preguntándome inmediatamente que si yo tenía de esas, a lo que yo le dije que sí. Le pregunté a mi prima que si era problema si parábamos en breve para que yo subiera a una habitación de mis padres a traer las obsidianas grandes que ellos habían coleccionado, ella diciendo sin problema, bajándose de mi polla, yo caminando, sintiendo como un hilo de jugo vaginal y de saliva colgaba de la punta, recogiéndolo con una mano para embarrar una de mis piernas, dirigiéndome a la planta alta de la casa.
En el camino a la habitación de mis padres, en donde tenía las obsidianas de adorno, pasé por el cuarto de la televisión, en donde la escena ya había cambiado. Santiago, el hijo de nueve años de mi prima Susana, ya se encontraba en cuatro, con sus brazos apoyados en el raspado del sofá, mi padre acuclillado detrás de él, la mitad o tres cuartos de su polla, entrando y saliendo del ano del chico, los dos con los ojos cerrados, con las bocas abiertas, gimiendo, mientras que al lado de ellos estaban mi abuela y mi madre tiradas, algos sudadas y sin interactuar de alguna manera, probablemente ya habiendo concluido su satisfacción del encuentro, observando la escena, tuve que sentarme un momento a observar, recordándome mucho a cómo se veía mi padre cuando me follaba a mí o cuando se follaba a mis primos varones, a la misma edad que teníamos que Santiago, en ese preciso momento, seguí mi camino a la habitación de mis padres, tomando las obsidianas de adorno y regresando por el mismo sendero que había recorrido rumbo a esa habitación, pasando nuevamente por la escena de mi padre follándose a Santiago, antes de reunirme con los demás que había dejado atrás en la sala.
Cuando me integré al área de los sofás, encontré en el sofá que previamente ocupaba a Mateo en cuatro, su culo al aire, Susana con su lengua desaparecida en el recto de su hijo de siete años, mientras que en el sofá contrario se encontraba ahora Mónica cabalgando sobre su marido, Luisa y Cristina arrasadas en una de las esquinas de los sofás alternando entre observar la escena que Mónica y su marido estaban recreando, mientras que en la otra observaban como Susana se encontraba lamiándole el ano a su hijo, Cristina no pudo evitar ponerse de pie e integrarse con ellos, siendo bastante ella niñera, Susana haciéndose a un lado, porque ahora Cristina con su boca y cachetes obesos envolviera completamente el ano de su sobrino y comenzara a pasear su lengua por adentro de sus entrañas, cuando Susana se tomó la pausa de estar lamiando a su hijo, notó que ya iba a regresar, saludándome con un beso, invitándome a acercarme, arrodillada sobre el sofá, tomando mi polla con una mano, comenzando a masturbarla, ya que había perdido un poco de dureza en el camino hacia la habitación para recoger la obsidiana y para regresar nuevamente, me preguntó que cómo se estaba desarrollando la escena en el cuarto de televisión, algo que yo le platiqué a mi padre, así como a su hijo Santiago, pero también comentándole que mi madre y nuestra abuela ya se habían cansado y que ya nomás estaban descansando y observando.
Capté la atención de Mateo, llamándolo, quien abrió sus ojos y cerró su boca que tenía previamente abierta por los gemidos que metía debido a la lengua que se pasaba en su ano, para mostrar la obsidiana grande, yo dándosela, él obteniéndola en sus manos, todavía en cuatro, mientras que su ano seguía siendo estimulado, él preguntándome que de dónde había sacado una obsidiana tan grande, yo diciéndole que se pueden encontrar en el cerro y que si algún día quería venir, con todo gusto podía llegar a buscar más piedras de ese tipo en la casa de mis padres, Susana le recalcó a su hijo que debía agradecer a lo que él simplemente me dirigió un gracias, pasándome la piedra, para que la dejara en la mesa de café, para continuar percibiendo el placer que la lengua de nuestra tía le estaba regalando en su ano.
Susana se pasó del lado opuesto del sofá al cual en donde estaba volteando la cara de su hijo para arrodillarse cerca del borde del sofá a la altura de su cara, encontrándose con su hijo en un beso apasionado, mientras que luego se dirigió a mi polla, tomándola nuevamente, masturbándola y metiéndosela a la boca para ponérmela dura, mientras que Cristina ya tenía uno o dos dedos introducidos en el ano de Mateo. No tardé en tomar una erección 100% completa con la escena que estaba presenciando, Susana invitando a Mateo a que se incorporara a la mamada, me acomode de tal forma que mi polla quedara a su altura. Mateo arrodillado sobre el borde del sofá metiéndose la cabeza de mi polla a la boca mientras que Susana se abocaba a una de mis bolas, él nomás pudiendo introducirse poco menos de la mitad de mi polla entre sus labios.
Colgué la cabeza hacia atrás, mientras que tenía una mano en cada una de sus cabezas, entrelazando mis dedos con su cabello, disfrutando del placer oral que me daban. Mi polla salió de la boca de Mateo para entrar a la de su madre, mi prima, mientras que él se dirigía a mis testículos y luego nuevamente volvieron a cambiar de lugar. Se escucharon los grandes gemidos de mi padre, quien probablemente ya había llegado a correrse en la habitación de la televisión, a lo cual no le tardó Gonzalo, quien, la verdad, no pudo observar en cara de quién o en los pechos de quién o en las nalgas o entrañas de quién se había corrido. Para entonces, mi tía Cristina ya no nos acompañaba, probablemente habiendo regresado al sofá contrario.
Como todos los que leen este relato saben, es de mala educación seguir follando cuando la mayoría de los invitados a una orgía ya han terminado, por lo que subimos los tres que ya teníamos que terminar nuestra escena. Susana Leir susurró algo al oído a Mateo, quien se puso de a cuatro, similar a como su hermano Santiago estaba previamente con mi papá, sus brazos extendidos y apoyados sobre el respaldo del sofá, su culo quedando al aire, ella sacando mi polla de su boca y con la cabeza asintiendo hacia el culo de su hijo, yo entendiendo perfectamente la señal. Me acuclillé para que mi cara quedara a la altura de sus nalgas, para darle una pasada con la lengua, introduciéndolo hasta lo más profundo de su recto, el cual estaba limpio y lubricado, su lubricante del día con un sabor a fresado, introduciendo uno o dos dedos para ayudarlo a dilatar un poco más, antes de pasar visita a los labios de mi prima Susana envolviéndonos en un beso francés, posteriormente levantándome, dejando mis caderas a la altura de la entrada del ano de Mateo, mi polla tomada por Susana está dirigiéndola a la entrada del ano de su hijo, yo comenzando a entrar, Mateo gimiendo, yo percibiendo que solamente podría introducir un poquito menos de la mitad, producto de la diferencia de edades y de estatura, ya que Mateo me llegaba alrededor de la punta de mi estornón. Una vez que estaba ahí y que sentía que no estaban contraídos sus esfintes, comencé a bobear hacia atrás, disfrutando de lo apretado que estaba su culo, Susana sentándose al lado de su hijo, colocando su cabeza entre los brazos de éste, fundiéndose con su hijo en un beso, mientras que yo veía que ella se masturbaba, observando como éste era follado por mí.
Sabía que tenía que ser breve y no mucho tiempo, probablemente ya llevando 45 minutos toda la sesión de follada que estábamos desarrollando en familia, por lo que entre esa presión y el placer que me estaba proporcionando follarme al hijo de mi prima, como alguna vez a su edad me follaban a mí, no tardé mucho en llegar al orgasmo. Cuando sentí que ya iba a terminar, saqué mi polla del lano de Mateo, masturbándome frenéticamente y mis hilos de semen embarrando su espalda baja y su espalda alta, Susana también sin poder evitar venirse mientras que se masturbaba y observaba la escena que yo estaba realizando con su hijo, los que estaban detrás de nosotros en el sofá aplaudiendo debido a que se habían quedado observando. Yo me engormé, me senté en el sofá colapsado, Susana levantándose para tomar unas servilletas de la mesa y limpiarlo todo el semen que había descendido sobre la espalda de su hijo. Después de esto, ella indicándole y preguntándole como si se tratara de un recordatorio de modales que era lo que se tenía que hacer en estas situaciones, a lo que Mateo obedientemente se arrodilló entre mis piernas tomando mi polla y comenzando a mamarla para limpiar todo el semen así como restos de lubricante rectal que habían quedado sobre esta.
Después de quedar un rato más sentados y que mi abuela, mi madre, Santiago y mi padre habían descendido de la habitación de la televisión para incorporarse en el área de la sala y comedor, nos reunimos todos ya algo tapados con ropa alrededor de la mesa para comenzar a degustar de los alimentos preparados. Mi abuela realizando un rezo a nivel familiar, agradeciendo al señor por el momento que acabamos de pasar haciendo el amor en familia conforme dictaban las normas de la secta, antes de eventualmente también cantarle las mañanitas a Clertrudis, la protagonista de todo este evento a pesar de que al momento de follar había quedado casi olvidado. Pasamos de una tarde muy amena, hablando, riendo de todo lo que había sucedido así como de las realidades de nuestra vida diaria, yo particularmente teniendo una conversación con Susana que en la fiesta de sesenta años de mi madre se había pasado con su marido haciendo un trío bastante intenso con mi novia a quien no habían conocido hasta aquel evento.
No me va lo maricón, pero sí las chupadas y clavadas hetero con los niños. Muy morboseada y mojada, sobre todo con esas edades. Quise ser esas suertudas y lamer hasta los huevos de esos mocitos, pero tener esas verguitas en mi.