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Incestos en Familia, Orgias, Sexo con Madur@s

Pabellón criollo, sexo y tradiciones

Los venezolanos sabrán de lo que hablo al leer este relato.

Tengo que reconocer que las mujeres españolas tienen un cierto recelo hacia las mujeres sudamericanas que vienen a trabajar y a buscar una vida mejor aquí, porque creen, en mi opinión erróneamente, que vienen a quitarles a los hombres en general y a sus maridos, en particular.

Esta forma de pensar la he notado en muchas conversaciones con amigas, que ven, aparte de con algo de envidia, creo yo, como enemigas a estas mujeres, quizás por sus formas exuberantes y sus gustos por ser llamativas vistiendo, que atraen las miradas de cualquier hombre, a lo que se añade su melosa forma de hablar y un comportamiento más liberal y caliente del que están dispuestas a tener muchas mujeres de aquí, con otra mentalidad más independiente respecto a los hombres.

Pero por conversaciones que he tenido con varios hombres sobre este asunto, he comprobado que ellos no tienen la misma percepción. Simplemente, se sienten atraídos por ellas, aparte de por sus cuerpos espectaculares y esa sensualidad que desprenden, por su carácter cariñoso y de atención total hacia los hombres, que podría interpretarse como sumisión hacia ellos o que aceptan un tipo de machismo que a ellas les agrada, algo superado por la mentalidad española y europea, sobre todo.

Pero lo curioso de esto, es que los propios hombres sudamericanos las ven mucho más conservadoras y menos abiertas sexualmente que las españolas, aunque supongo que esto dependerá mucho del país o nivel social de estas mujeres y de cómo hayan sido educadas, en unas sociedades llenas de contradicciones y gran desigualdad.

El caso, es que he tenido una experiencia cercana, vivida por Antonio, un amigo nuestro, ya maduro, cercano a los 60 y que después de varios años divorciado, intentó buscar una relación estable con la que rehacer su vida, sin que tuviera mucha suerte hasta que conoció a una mujer venezolana, bastante más joven que él y con una hija pequeña.

Esta mujer, que se llamaba Estela, tenía 32 años, y tuvo que abandonar su país, junto a su hija pequeña, Claudita, al igual que muchos de sus compatriotas, por la situación tan dura que se vive allí; y al llegar, empezó a salir con nuestro amigo para conocerse, cumpliendo ese arquetipo que a veces puede llamar la atención el ver a hombres maduros emparejados con chicas jovencitas latinas, despertando las envidias de muchos y las maledicencias o habladurías de muchas, que piensan que estas mujeres solo están con ellos para aprovecharse y sacarles el dinero, aunque a ellos se les vea muy enamorados, mientras ellas, puede que solo lo aparenten, quizás como una parte del instinto de supervivencia de toda mujer.

Las malas lenguas aumentarían sus críticas al ver como al poco tiempo, ella se fue a vivir junto a su hija con nuestro amigo, para hacer vida en pareja y según nos contaba él, entusiasmado, estaba viviendo una nueva juventud, con noches de sexo interminables en las que disfrutaba como nunca lo había hecho con su exmujer, contándonos detalles que a mi marido, sobre todo, le ponían los dientes largos, escuchándole con una cierta envidia.

Pero el tópico de estas relaciones siguió cumpliéndose, cuando nuestro amigo Antonio, descubrió por casualidad como la hija de Estela, que en ese momento, tenía 12 años, se estaba exhibiendo delante del ordenador, medio desnuda, ante otro chico, bastante mayor que ella, que se masturbaba al otro lado de la pantalla y que captaba toda la atención de la cría, que no se percató de la presencia de su nuevo padre, que nos lo contó de la siguiente manera:

—Imaginaros, yo allí, asomado a la puerta de su habitación, viendo cómo se metía los dedos en el coño mientras el otro chico le enseñaba una polla tan grande como la mía, masturbándose los dos. Al ver eso, me quedé paralizado, sin saber qué hacer, porque hasta ese momento, yo no me había fijado en la hija de Estela de esta manera, ya me entendéis…..

—Es que la cría es muy guapa y llama la atención —le dije yo.

—Claro que es guapa, y con esa edad, fijaros las tetas que tiene ya, con ese culo, que cualquiera se volvería loco con él, pero yo, por respeto a su madre, solo tenía ojos para ella, porque ya más satisfecho, no podía dejarme y no se me ocurría mirar a nadie más y menos a su hija, que ya consideraba como casi mía también.

—Es normal. ¿Entonces, que hiciste?

—Es que me da hasta vergüenza decirlo, no sé qué vais a pensar de mí, pero se me pasó por la cabeza de todo, decírselo a su madre, parar aquello y reprender a la cría, no hacer nada y dejar que siguiera haciéndolo….., pero me quedé allí mirándola, con la polla dura y empecé a masturbarme yo también, viendo la escena, algo de locos…..

—Jaja, bueno, hombre —le dijo mi marido—. Yo no sé qué hubiera hecho, pero puede que lo mismo que tú —riéndose a carcajadas.

—No lo toméis a broma, que menudo agobio tengo con todo esto, porque la cosa no quedó ahí.

—¡No me digas….! Ya me espero cualquier cosa —le dije yo.

—Pues que la cría acabó descubriéndome y yo creo que no sabíamos dónde meternos ningunos de los dos, porque vaya panorama.

—Sí, tiene su gracia la situación, y morbo también. Mira, no te ofendas, pero todas estas mujeres de estos países son más calientes que el horno de una panadería, y las crías se desarrollan pronto y empiezan a tener ganas también —le dijo mi marido, ahondando en esos tópicos.

—Lo sé, porque no he conocido otra mujer como Estela, y su hija no iba a ser menos, pero teniendo algo así en casa, no me extraña que pasen todas esas cosas que se leen por ahí.

—Ya, todos esos casos en los que acaba follando toda la familia y todos los que se pasen por allí, jaja.

—Pues sí, más o menos. Yo nunca me imaginé que me fuera a pasar algo así, pero ya ves, a mi edad……

—Bueno, nunca es tarde para cumplir los sueños, sigue contando……

—Fue todo un poco cómico, yo tapándome la polla y Claudita tapándose el coño con una mano y con la otra bajándose la camiseta, mientras el chico del ordenador no sabría lo que estaba pasando, aunque se imaginaría que habrían descubierto a la cría y él enseguida desconectó para no meterse en más líos, supongo.

—¡Buufff, menuda situación!, ¿qué se dice en estos casos….?

—Yo, no sé cómo, empecé a reprocharle que estuviera tocándose en el ordenador para otro chico, con su edad, y ella me contestó, lógicamente, que lo que yo hacía tampoco era muy correcto, pero enseguida me pidió, que por favor, no le dijera nada a su madre y como no, a mí ni se me pasaba por la cabeza decirle nada, así que a los dos nos convenía callar y ser cómplices de todo eso que había pasado.

—Una decisión inteligente, si señor — le dijo con ironía mi marido, a su amigo Antonio.

—Pero es que yo no podía dejar de mirarla. Ni siquiera se había puesto las bragas todavía y ya más tranquilo, sabiendo que aquello quedaría entre nosotros, le dije que me dejara ver lo que enseñaba a ese chico. Ella me miró extrañada, pero es que yo todavía no me había subido el pantalón del todo y mi polla se había puesto dura otra vez y ella también me la miraba con curiosidad, así que le dije que podía tocarla, si quería, porque suponía que nunca habría tenido una como esa en la mano. Ella hizo un gesto, como haciéndome creer que no era así, lo que aumentó mi morbo, pero no quise preguntarle más, imaginándomelo, sabiendo de donde venía, y lo único que me importaba en ese momento es que la cría me cogiera la polla con su mano.

Nosotros escuchábamos cada vez más interesados, lo que nos contaba Antonio, y a mi marido ya se le notaba el bulto en el pantalón, signo de su excitación, pero yo no le dije nada y seguimos atentos a lo que nos contaba:

– Empezó a meneármela suavemente y sin que yo le dijera nada, se la metió en la boca. Imaginaros como me quedé. Esa cría chupándome la polla, como si nada, como si fuera totalmente normal para ella. Desde luego, su madre tenía que darme muchas explicaciones, pero ni se me ocurriría preguntarle nada en estas circunstancias.

Mí marido estaba excitadísimo con todo eso:

—¡Buufff, amigo! Me estás poniendo malo —le decía, mientras se tocaba la polla por encima del pantalón, con disimulo.

—Pues imagínate yo como estaba, a punto de correrme con su lengüita haciéndome maravillas y yo tocándole las tetas, aprovechando la situación, que las tenía duras como piedras.

—¿Te corriste en su boca?

—Sí, ahí acabé echándoselo todo. Quise apartarme, pero ella me sujeto y no dejó que se lo echara fuera. Se tragó una buena parte. Yo no podía creérmelo, pero tampoco estaba para muchas preguntas y sólo quería disfrutar de esa situación única que estaba viviendo. La tumbé sobre la cama y le abrí las piernas, teniendo ante mí lo más hermoso que he visto en mi vida. Un coñito abierto y mojado, con unos pelitos en la parte de arriba en forma de triángulo, al que solo faltaba meterle la lengua y degustarlo de arriba abajo sin parar.

—¡Ay, Dios! Esto es demasiado ya…. —Murmuraba mi marido.

—Fue tremendo. Creo que me volví loco comiéndole el coño a esa cría de 12 años. Fue lo más rico que he tenido en mi vida, totalmente diferente al de cualquier mujer, y he estado con unas cuantas….

—Eres un privilegiado, amigo, lo que darían muchos por estar en tu situación, así que no te quejes tanto y mira, no te digo más, porque está aquí mi mujer, que si no……

—¡Anda, calla! No me hagas hablar, que a ti no te falta de nada —le dije yo, un poco por dignidad.

Nuestro amigo, se quedó mirando, como pensando que quería decir con eso, pero él siguió a lo suyo, intentando justificarse:

—Menos mal que no estaba Estela en casa, porque pude disfrutar con ella todo lo que quise.

Y yo seguí preguntándole:

—¿Y que más pasó después? No me digas que llegaste a follarla….. ¿Te pusiste encima de ella también?

—Sí, no pude contenerme. Nunca me había imaginado metérsela a una niña de esa edad, pero es que esta cría es el diablo. Me olvidé de su edad, de que era la hija de Estela, de que yo era ahora como su padre y que a pesar de tener que tomarme pastillas para poder cumplir con su madre todos los días, en ese momento, sin falta de ellas, tenía la polla que me dolía de lo dura que estaba y ese coño parecía estar pidiéndome que se la metiera. Tenéis que creerme, pensaréis que me aproveché de ella, pero es que hay que verse en esa situación.

—Te creo, y no te culpo, porque a mí me hubiera pasado lo mismo y de hecho, me ha pasado  —le dijo mi marido, irresponsablemente.

Eché una mirada a mi marido, para reprocharle su comentario, pero en realidad, solo había sido sincero con Antonio, que se estaba abriendo ante él, y yo creo que cualquier hombre actuaría de la misma forma y no iba yo ahora a juzgar a Antonio de una forma hipócrita, cuando yo sé que esas cosas pasan muchas veces, y como mi marido había acabado descubriéndose, despertó la curiosidad de su amigo:

—¡Uuyyyy! ¿Te ha pasado a ti también? ¿No me digas que con tu hija……?

Mi marido me miró, como pidiéndome permiso para poder hablar de ello y yo, resignada, acepté que lo contara todo:

—Sí, yo también he montado a mi hija. Ya que tú nos has contado eso, espero que todo esto no salga de aquí.

—Por supuesto, tengo confianza en vosotros y espero que la tengáis conmigo, pero cuéntame, ¿Cómo paso….? Tú mujer está al tanto, claro……

—Sí, claro, ella lo aceptó también. Tengo un tesoro en casa, bueno, dos tesoros, jaja.

—Ya veo, eres afortunado tú también. Yo tengo que hablar con Estela, porque no me gustaría ocultárselo y conociéndola, creo que lo va a comprender. Está claro que a la nena no era la primera vez que se la metían, porque mi polla le entró sin ningún problema y ella al final me lo admitió, pero no quiso decirme quien……

—Pues sería sería su padre también, o alguna pareja de su madre en su país. Ya sabes cómo son allí…..

—Me imagino que sí. Pero dime, ahora cuéntame tú…… —nuestro amigo quería saber nuestro caso.

—Pues nada. Ya ves cómo es de cariñosa la niña conmigo, siempre sentada encima de mí. Con la confianza, ella se dejaba tocar y a mí me encendía eso, porque veía como ella lo disfrutaba, y así cada vez más, yo acabé metiéndole el dedo y no veas como se retorcía de gusto la cría.

—Sí, eso es tremendo, es algo delicioso, según me dijo un amigo que se lo hacía a la suya también. Y tú, después de eso, supongo que te la llevarías a la cama. ¿Cómo se enteró tu mujer de todo eso?

—Sí, acabamos juntos en la cama, porque ella solía venir los fines de semana, antes de levantarnos, para estar con nosotros. Se ponía encima de mí, se restregaba conmigo y a mí se me ponía dura y ella toda mojada. Yo le bajaba las bragas para sentirla mejor y notar como mi polla resbalaba en la rajita su coño, hasta que acabó metiéndose dentro.

Nuestro amigo me miraba, como preguntándose si yo veía eso y lo aceptaba:

—¿Qué querías que hiciera? La cría lo hacía porque le gustaba y se lo pasaban muy bien, así que no iba yo a aguarles la fiesta, aunque a quien tenía que pedir cuentas era a mi marido para que tuviera cuidado con ella y no perdiera el control, ya me entiendes.

—Claro, para que en una de esas no la follara demasiado pronto. La verdad es que hay que controlarse mucho, porque te deben dar unas ganas……, estando en una situación como la que me cuentas.

A lo que añadió mí marido:

—Imagínate. Yo me acababa corriendo sin metérsela siquiera. Y ella igual, me dejaba empapado.

—Que rico es poder disfrutar de algo así. Yo no lo sabía hasta que lo experimente con la hija de Estela.

—Si llegas a saber que ya la habían follado en su país, lo hubieras hecho antes. Aunque creo que vas a tener que hablar con Estela, porque ella tenía que estar enterada de todo eso.

—Supongo que sí, a ver qué me dice, aunque tengo miedo de enterarme de que ha sido una trampa de las dos.

—Bueno, eso da igual, ¿no? Ellas buscaban un hombre aquí, que las acogiera y las mantuviera y tú a cambio mira lo que has conseguido.

—Sí, desde luego, puedo estar contento, no me quejo.

—Tienes que darte cuenta de la situación en la que venían. Todas intentan buscarse la vida con las armas que tienen. Y lo que te dan ellas, no te lo iba a dar ninguna de aquí.

—Está claro. Aquí tienen otra mentalidad. Y ya ves que la mayoría de hombres de mi edad están con chicas más jóvenes de esos países.

A lo que le dije yo, finalmente:

—Mira, si tú eres feliz así, no tienes que dar explicaciones a nadie.

De esta forma terminamos esa conversación, esperando vernos en otra ocasión para seguir hablando sobre ello.

Mi marido se había quedado muy intrigado y excitado con lo que nos había contado Antonio y a veces lo comentábamos, preguntándonos si habría hablado con Estela sobre su hija y si seguiría follando con ella, pero pasados unos días, volvimos a verlo y pudimos preguntarle:

—¿Qué tal van las cosas por casa? ¿Hablaste con Estela sobre la niña?

—Sí, tuve que hacerlo. Quise ser sincero con ella y pasó lo que me temía.

—Que ella se enfadó y se marchó de tu casa con la niña.

—No, que va, al contrario. Pasó lo que me temía, que todo había sido una trampa de ellas para cazarme.

—¿Qué quieres decir? ¿No eres feliz con ellas de esta forma?

—Sí, claro que lo soy. Lo más feliz que he sido en mi vida.

—¿Entonces…..? No entendemos…..

—Veréis….. Ella se sinceró totalmente conmigo. Cuando me conoció Estela, se fijó en como miraba a su hija. No penséis mal. Yo la miraba porque me parecía una niña muy rica, pero nunca me imaginé que podría follarla, aunque para Estela eso no sería tan raro, porque en su país me dijo que era común que muchos hombres se fijaran en las mamás con hijas para tener convivencia con las dos, y ella pensó que así sería más fácil conquistarme para poder tener lo antes posible tener una estabilidad en este país y un futuro para Claudita.

—Claro, es lógico, pero ella nunca te insinuó nada sobre su hija.

—No, pero ya había hablado con Claudita, que si yo intentaba meterme con ella, que se dejara y fuera cariñosa conmigo, como lo había sido con una pareja que tuvo Estela antes de venir.

—¡Aja! Eso es lo que nos contabas, que te temías que a esa cría ya se la estaban metiendo desde hace tiempo.

—Claro, una niña de esa edad, no se comporta así, como lo hizo conmigo. Ya os conté la manera que tenía de chuparme la polla y como se movía mientras la follaba.

—Si, pero en ese momento sí que lo disfrutaste sin hacerte más preguntas.

—En ese momento me sentía en el cielo y bastante tenía con aguantar sin correrme a los pocos segundos.

—O sea, que ahora le das a las dos, y tan contento…..

—Bueno, como tú ¿no?

—¡Vaya dos! —añadí yo.

Pero mi marido le dijo:

—¡Uufff!, con lo que me cuentas, me dan ganas de ir a tu casa……

Cómo me imaginé lo que pasaba por la cabeza de mi marido, le dije:

—¡Oye! ¿No tienes ya bastante con la tuya?

—Bueno, mujer, estas oportunidades no se pueden desaprovechar.

—Jaja, tienes razón, y yo sabiendo ahora lo de tu hija…… —le dijo Antonio.

—Esto ya es demasiado….. ¿Ahora os queréis intercambiar a las crías? —les pregunté, sorprendida por hasta donde querían llegar.

—Sería una reunión familiar, mujer. Tenemos confianza y nos dejaremos llevar a ver lo que surge —continuó mi marido, entusiasmado por la idea.

—Pues si ya lo tenéis planeado así, no me queda otra que acompañar a Estela mientras vosotros os folláis a las nenas —les dije resignada.

Cómo mi marido se sentía un poco culpable, para que yo aceptara complacientemente, me dijo:

—Venga, mujer, no te enfades, ya te compensaré. Ya sabes que cuando te surja a ti un caprichito, yo te dejaré disfrutarlo.

Sin creerme yo mucho que llegara esa oportunidad, tuve que ceder, y al final, los dos se salieron con la suya, por lo que nuestro amigo nos invitó a su casa, para que Estela nos conociera y nos preparara una comida típica venezolana.

Estela era una mujer encantadora, que aparte de su cuerpo espectacular, tenía esa sensualidad y acento caribeño que tanto cautiva a los hombres, así que mi marido estaba encantado con su compañía y la de su hija, claro; a la que no paraba de mirar, por el atrevido conjunto que llevaba, un top en el que rebosaban sus ya grandes pechos y un pantalón cortito y ajustado que le marcaba todo; supongo que degustando el banquete que después se daría con ella, pero antes teníamos que probar el “Pabellón criollo” que nos había preparado Estela, típico de su país y simbólico de la mezcla de razas y culturas de allí, y aunque sea algo extraño para nuestra gastronomía, su atractivo colorido, lo hacía agradable a la vista.

Yo nunca había oído hablar de esa comida y menos probarla. Estela nos explicó un poco de lo que estaba compuesto, diciéndonos que en cada zona tenía sus variantes, pero ella lo hacía con caraotas negras, que llamaba ella, que eran una especie de habitas negras que tampoco son especialmente populares aquí. Luego llevaba el típico arroz blanco cocido, una carne mechada o desmechada y las tajadas fritas, que son los plátanos o bananos que suelen comerse fritos en Sudamérica, acompañado, también, de un aguacate.

La característica de este plato es que se prepara cada ingrediente por separado y luego se juntan en el plato formando ese contraste de colores y sabores típicos venezolanos. Un plato contundente para las familias numerosas venezolanas, para satisfacer todos los gustos de cada de sus miembros y que como muchos otros platos tradicionales, surgió al juntar los restos de comida que iban quedando, para su aprovechamiento.

Antonio ya se había aficionado a la comida que le preparaba Estela y le encantaba, pero nosotros la comimos con esa curiosidad de la primera vez y la verdad es que la carne estaba muy buena, y al final se comió todo con gusto, aunque quizás se necesite un tiempo para que te entusiasme, jeje.

Estela nos comentó que ese plato lo preparaba su madre en las fiestas familiares y como solía acompañarse con ron y los típicos licores de allí. Nos decía que sus efectos eran afrodisíacos y que muchos embarazos había surgido después de un buen plato de Pabellón criollo, por lo que nos reímos al imaginar lo que vendría después, como así pasó, porque a las crías, Estela les dio una copita de “Anís Cartujo”, una bebida muy dulce que creo que les hizo más efecto que la propia comida, porque se pusieron a bailar de forma sensual, provocando a los dos hombres, mientras Estela las animaba a calentarlos más, dejándose llevar por su sangre caliente caribeña, lo que me contagió a mí también por su carácter desinhibido, al ponerse a bailar conmigo los ritmos típicos de su país.

Como mi marido y su amigo iban a lo que iban, sólo tenían ojos para las crías y la verdad es que la hija de Estela era un diablo que me ponía caliente hasta a mí, pero mi marido ya la tenía acaparada, mientras mi hija se había convertido en el centro de atención de Antonio, que la miraba con unos ojos que hasta en ese momento no había percibido nunca que la hubiera mirado así, aunque quizás siempre la deseo, pero lo disimularía por respeto a nosotros.

Durante el baile, ellos empezaron a sobar a las crías, mientras se movían insinuantes entre sus brazos y como ya estaban que no podían más, Antonio le hizo una señal a mi marido para llevárselas a la habitación, y yo me quedé sola con Estela, que parecía ver con normalidad todo lo que estaba pasando, por lo que la dije:

—Antonio tiene que estar feliz contigo, por lo liberal que eres.

—Si lo dices porque le dejo coger con Claudita, no es tan raro en mi país. Yo tengo 3 hermanas y creo que todas fuimos pasando por la cama de nuestro padre.

—¿No me digas….?

—Yo era la más pequeña y dormíamos en dos colchones, pero todas las noches faltaba alguna, hasta que me tocó a mí también, cuando las mayores se fueron marchando de casa.

—¿Y tú madre no decía nada?

—Mi madre trabajaba mucho. Llegaba muy cansada a la noche y hacía como que no veía ni oía nada.

—Ya entiendo, quería que su marido la dejara descansar, porque ya había tenido muchos hijos.

—Supongo que pasaría eso. De todas formas, era algo común en muchas casas. A las venezolanas nos gusta mucho el sexo y lo hemos vivido desde niñas con naturalidad. Somos de sangre caliente y tanto hombres como mujeres, empezamos a tener experiencias desde muy pronto.

—Sí, ya me imagino, por lo que me cuentas….. Debeis de tener un montón de experiencias tú y tus hermanas.

—La verdad que bastantes… Tengo una hermana viviendo aquí también con un español. Un señor mayor, como Antonio, que le ayudo a traer a sus dos hijas con ellos. Imagínate como se lo está pasando, jaja….

—Ya supongo que estará encantado con las tres. Nunca me habían explicado estas cosas con tanta claridad. ¿Vamos a ver que hacen las nuestras?

—Sí claro. Están en la habitación de mi hija.

Al llegar a la habitación, lo que vimos no podía ser más morboso y perverso, a la vez, con mi hija chupándole la polla a Antonio, mientras Claudita estaba ya cabalgando sobre mi marido, entusiasmado por su movimiento de caderas.

A Estela le costaba quedarse simplemente mirando y para mi sorpresa, empezó a quitarse la ropa, poniéndose desnuda enfrente de su hija, para sentarse sobre la cara de mi marido, que se sorprendió al ver su coño en primer plano y al alcance de su lengua para saborear sus carnosos labios, mientras yo me quedaba paralizada, sin saber qué hacer, si juntarme con ella o ponerme con Antonio y mi hija.

Esta situación me estaba desbordando y ya que mi marido se estaba dando un buen festín de coños caribeños, yo me puse con mi hija para ayudarla a comerle la polla a Antonio, que no estaba nada mal, porque a la cría no le cabía ni en la boca.

Viendo como mi marido follaba con Estela y Claudita, Antonio no quiso ser menos y tumbó a mi hija sobre la cama para follársela también, levantó sus piernas para pasar su polla por su mojada vagina, abriendo paso poco a poco sus labios, lo que hacía sufrir de deseo a mi hija, que deseaba tenerla dentro ya, como yo misma lo estaba deseando,por estar tan excitada como pocas veces lo había estado en mi vida, viviendo esta situación tan increíble.

Cuando miré de nuevo a mi marido, vi como Estela tenía a su hija en sus brazos, abierta a la polla de mi marido, que la follaba en esa nueva posición, tremendamente morbosa, porque Estela ofrecía el coño de su hija a mi marido, para que lo follara sin ningún impedimento mientras ellos se besaban en un trío perfectamente compenetrado.

Antonio estaba más centrado en mi hija, aunque a mí me sobara las tetas para no dejarme abandonada, pero estaba visto que su obsesión era follar con mi hija y yo, que creía que alguna vez le había pillado mirándome con deseo, jaja, menuda desilusión. Está visto que cuando una cría se mete por el medio, ya no tienen ojos para nadie más.

De todas formas, no me iba a ir de allí sin que Antonio me follara a mí también y cuando terminó con mi hija, sorprendentemente, todavía seguía duro como una piedra, por lo que aproveche para montarme encima de él y ponerme a joderlo como una loca hasta que acabé corriéndome en poco tiempo, porque ya no podía más, pero a pesar de mi orgasmo, continué hasta que hice correrse a Antonio dentro de mí, que me llenó con su caliente semen.

Mi marido estaba ahora sobre Estela, follándola duro mientras le comía el coño a Claudita. Menudas dos en la cama, estaban llevando a mi marido al paraíso, pero yo me sentía feliz por él, porque sabía que desde que su amigo empezó a hablarle de ellas, estaba deseando tener este momento con madre e hija.

Al final, Estela y yo, todavía tuvimos tiempo de hablar, y ella me dijo:

—Ya sé que pensarás que yo soy una interesada, que solo quiero aprovecharme de vuestro amigo, pero te aseguro que no es así. Yo solo buscaba un hombre que me ayudara a salir adelante en un país nuevo para mí, que cuidara a mi hija y la quisiera, y yo lo único que hago es intentar compensarle por todo eso. Antonio es muy bueno y hemos tenido mucha suerte con él.

—Yo no pienso nada, pero ya sabes la fama que tenéis aquí, aunque supongo que habrá de todo. Tú has sido sincera con Antonio y te aseguro que él está encantado con vosotras. Así que no hay nada que decir; los demás, que digan lo que quieran y que se metan en sus asuntos.

Mi marido y Antonio seguían con las crías encima de ellos, acariciándolas y besándolas, felices de disfrutar ese momento en el que se sentían fuera de la realidad, y aunque yo esperaba mi momento, dentro de ese mundo, seguramente también llegaría para mí.

Mientras, Estela, con esa filosofía que da la vida a esas mujeres, me dijo:

—¿Te das cuenta de lo fácil que es hacer feliz a un hombre?

Yo pensé para mí, que tenía razón, y que en realidad, eso era también lo que yo había hecho con mi marido, hacerle feliz, aparte de lo que él ya fuera conmigo, con todo lo demás que se puede ser dentro de la familia, y al final, yo no era tan diferente de Estela como esos estereotipos podrían decir.

Al final, acabamos todos satisfechos, y seguros de que eso tenía que repetirse muchas más veces, como manda la tradición, después de un buen plato de “Pabellón criollo”.

“Relato dedicado con todo mi cariño a mis numerosos seguidores y amigos venezolanos, que tanto me han dado y que ahora no pueden leerme tanto, por los problemas y las restricciones de Internet en su país”.

669 Lecturas/16 octubre, 2025/2 Comentarios/por Veronicca
Etiquetas: amigos, hermana, madre, maduro, maduros, mayor, mayores, sexo
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2 comentarios
  1. Indio pauji Dice:
    19 octubre, 2025 en 8:12 pm

    Hola Veronicca..
    Saludos desde Venezuela
    [email protected] aki mi correo escribe y pregunta lo que kieras

    Accede para responder
  2. Tonykamo Dice:
    25 octubre, 2025 en 2:05 am

    Tremendo relato!! Me puso al palo mal , deseando vivir esa vida

    Accede para responder

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