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Incestos en Familia, Orgias, Sexo con Madur@s

Padres con hijas

A veces lo más difícil sucede de la forma más sencilla…..

Una historia más, de esas que suceden en cualquier época, lugar o circunstancias que puedan darse, y que aparte de que haya alguien que las cuente, siempre va a haber otros que digan, “eso es cierto, me ha pasado algo parecido también a mí, o he conocido algún caso”.

“Me llamo Ainara y era la única hija de un matrimonio, en el que mi padre trabajaba en la construcción y mi madre hacía varias cosas para ganarse un dinero extra.

Mi vida era la de una niña normal, en la que tu mundo es muy reducido y cuando vas cumpliendo años, ese mundo se va haciendo un poco más grande, hasta donde cada una quisiera llegar.

Cuando cumplí los 12 años, lo celebré en mi casa con unas amigas del Colegio y unas vecinas. Nos juntamos 7 niñas en total, y después de comer la tarta nos metimos en mi habitación para tener más intimidad entre nosotras.

Allí, como siempre, una empezó a hablar de chicos, lo que había hecho con ellos, mientras que las que no teníamos tanta experiencia la mirábamos con envidia, sintiendo toda esa excitación que nos provocaba lo que nos contaba. Muchas de esas cosas eran nuevas para las demás y nuestra falta de educación sexual nos hacía tener un montón de preguntas en la cabeza que intentábamos respondernos entre nosotras mismas.

Las más experimentadas presumían de haber hecho pajas a chicos y hasta de habérsela chupado, lo que creaba en las que no habíamos hecho nada de eso, una sensación contradictoria entre excitación y nervios por lo desconocido.

La más mayor había salido con un chico y ya había follado, y nosotras la escuchábamos con esa admiración de quién desea alguna vez llegar a hacer algo de eso cuando se diera la oportunidad, pero cuanto antes, mejor.

Ella hablaba de como los chicos se corrían en su boca y de cómo se tragaba el semen, lo que a nosotras nos daba un poco de asco, y le preguntábamos a que sabía eso, pero ella no sabía decirlo exactamente; tan solo nos decía que estaba rico y que cuando te lo echan en la boca, lo tragas sin pensar, pero que era algo pegajoso, y que te quedaba en la boca un sabor raro, lo que no nos animaba especialmente a probarlo a nosotras, pero ella se reía, y nos decía:

—Cuando estéis excitadas y chupéis una polla, os lo vais a tragar, como todas, jaja.

El chico con el que ella había salido se llamaba Iván, y una de nosotras le preguntó:

—¿Cómo la tenía Iván? ¿Era grande?

—Sí, era grande, como mis dos manos juntas.

—¡Jolín! Yo tengo ganas de tocar una así. Sólo se la toqué a mi hermano pequeño cuando me la enseñó, jaja.

—Yo sí que se la toqué a mi primo mayor. Me decía que le hiciera una paja, pero no quise.

—¡Qué tonta! Tenías que habérsela hecho —le dijo Yoli.

A esa edad nos producía mucha curiosidad todo lo relacionado con el tamaño de las pollas, a las que veíamos como algo mágico, por su capacidad de aumentar de tamaño y grosor, según la edad y estado de excitación del chico, y por esa intriga que nos causaba el que algo así pudiera entrar en nuestras vaginas, tan cerradas y estrechas, aunque siempre había alguna amiga o prima mayor que nos sacaba de esas dudas, con su propia experiencia.

Cada vez nos íbamos excitando más por todo lo que se hablaba, entre risas nerviosas y sorpresa por lo que nos íbamos enterando en esas conversaciones que a veces sobrepasaban nuestro pudor, y en medio de todo eso, una de mis amigas nos contó que había encontrado en la habitación de sus padres un vibrador y nos dijo:

—¿Queréis verlo? Lo tengo en la mochila para que no lo encuentren en casa.

—Sí, a ver como es —dijimos todas, con curiosidad.

Cuando lo sacó, nos quedamos con la boca abierta, mirándolo y comentando:

—¡Hala! Mira, tiene forma de polla, jaja.

—Pero esta es muy grande, los niños la tienen más pequeña —comentó Sandra.

—Ya, pero los padres la tienen así de grande, que yo se la vi al mío —dijo una de mis vecinas.

—Yo también se la vi y me dejó tocarla, dijo la hermana pequeña de una de mis vecinas.

—¡Mentirosa! —dijo Rosy, quizás motivada por la envidia que le producía eso, aunque no se lo creyera mucho.

La otra se río y no le hizo mucho caso ni quiso darle más detalles, pero le preguntó a la que había traído el vibrador:

—¡Jo! ¿Y esto tan largo y gordo se mete en el coño tu madre?

—Claro, todas las madres tienen uno, para cuando el papá ya no puede, jaja —nos explicó ella, haciéndose la entendida en el tema, provocando la confusión entre las demás.

—¡Qué dices!, ¿cómo que no puede?

—¡Ay! Qué tonta eres Mary, a veces a los hombres no se les pone dura para poder follar. Eso me lo contó mi abuela, que le pasaba con mi abuelo, jaja —Decía la mayor de todas, que ya tenía 14 años y era la que nos enseñaba más cosas sobre sexo.

La que había traído el vibrador de su madre, apretó un botón que tenía y el aparato empezó a meter un ruido y a vibrar, y nos dijo:

—Tomar, ¿quién se lo quiere poner entre las piernas?, ya veréis qué gustito da.

Una de mis amigas se lo puso por encima de las bragas, y enseguida se notó en su cara que le estaba empezando a dar gusto, por lo que añadió la más mayor:

—Pues si te lo pones por debajo de las bragas, da más gusto todavía.

Entonces, la otra se quitó las bragas y empezó a pasarse el vibrador por su rajita, lo que le hizo gemir al poco tiempo, cada vez más fuerte, causando la risa de todas nosotras, que también queríamos probarlo:

—Me toca a mí ahora, déjame ponérmelo —dijo la que quería ser la siguiente.

Cuando empezó a usarlo, nos hizo gracia la cara que ponía mientras se pasaba el vibrador por el coño, hasta llegar a ponerse toda roja y a gemir con los ojos cerrados, pero antes de terminar de darle el gusto, otra se lo quitó de las manos, dejándola con las ganas de seguir.

Y así nos lo fuimos pasando todas, en una situación de lo más morbosa para cualquiera que nos viera. Todas allí, con las piernas abiertas, sin bragas, poniéndonos el vibrador en la vagina y gritando de gusto, queriéndonoslo quitar una a la otra, porque solo teníamos uno para todas, hasta que volvió a decir la mayor:

—Para que dé más gusto todavía, hay que metérselo dentro.

Rosy se asustó un poco al oír eso, y dijo:

—Es que yo lo tengo cerrado porque todavía soy virgen.

—Si te metes esto entero, dejarás de serlo, jaja —le contestó la mayor.

—¡Uufff! ¿Hace daño?

—No, mira, solo hay que acostumbrarse después de la primera vez. Me lo voy a meter yo para que veáis.

Y esta amiga, con más experiencia, porque ya lo había hecho con chicos, se metió el vibrador de su madre en el coño, mientras mirábamos todas con mucha atención, como iba entrando y saliendo provocando que ella empezara a gemir cada vez más fuerte hasta que se lo metió todo hasta el fondo y acabó gritando más fuerte todavía porque se había corrido.

Ya podéis suponer que la excitación que teníamos todas nosotras en ese momento era tremenda y alguna ya nos estábamos acariciando entre las piernas viendo eso, hasta corrernos también con nuestros dedos.

Mientras tanto, mis padres estaban fuera de la habitación, supongo que un poco extrañados por el alboroto que estábamos armando, hablando entre ellos:

—¿Qué estarán haciendo estas crías, que dan tantos gritos y hacen tanto ruido?

—Déjalas, mujer, estarán pasándoselo bien —dijo mi padre.

—Pues ni que tuvieran a un chico ahí dentro con ellas, para pasárselo tan bien.

—Qué cosas dices, todavía son pequeñas como para pensar en chicos.

—¿Tú crees? La nuestra es más inocente, pero esta amiga mayor que tiene no me gusta nada, porque les empieza a hablar de cosas que las alteran a estas edades.

—¡Ah! bueno, ya, porque ésta anda con novios y ya no será tan inocente, pero siempre va a haber alguna que les diga todas esas cosas y van a acabar enterándose igual.

—Pero cuanto más tarde mejor, porque si no, enseguida empiezan a estar con chicos mayores y las engañan para dejársela meter y echárselo dentro, y luego tenemos un disgusto —se lamentaba mi madre.

—Pues ya tendrías que haber empezado a hablar con nuestra hija para irle enseñando esas cosas.

—Es que a mí me da mucho apuro hablar de esto con ella. Por qué no le hablas tú que se te dan mejor estas cosas.

—Bueno, hablaré con ella, no te preocupes —le dijo al final, mi padre.

Después de esta fiesta de cumpleaños y de todo lo que habíamos hecho, me quedé con mucha curiosidad por seguir experimentando con el vibrador que había traído mi amiga, y como ella dijo que todas las madres lo tenían, yo empecé a buscar en la habitación de mis padres, para ver si mi madre lo tenía también, hasta que en un cajón, debajo de la ropa, me encontré varios, lo que aumentó mi sorpresa, pensando:

—(Mi madre no tiene uno solo, tiene varios, ¿es que no tiene bastante con uno?)

Los había de varias clases, unos más grandes y otros más pequeños, y estuve probándolos para ver si funcionaban. Como había tantos, pensé que si me llevaba uno, ella no se iba a dar cuenta de su falta, así que elegí uno que no era demasiado grande para empezar a probar con él y que no me hiciera mucho daño.

Los días siguientes me los pasaba metida en mi habitación, experimentando con ese vibrador, frotándome con él la vagina, hasta que conseguía correrme, pero sin atreverme todavía a metérmelo del todo, hasta que una noche que estaba muy excitada, apreté en mi rajita más fuerte y se fue metiendo dentro haciéndome gritar por el placer que me producía su vibración dentro de mi coño, por lo que ponía mi cara en la almohada para que mis padres no me oyeran gritar.

En una de las noches en las que solía escuchar a mis padres como follaban en su habitación, que estaba al lado de la mía, podía oírles perfectamente casi todo lo que decían en el silencio de la noche, y esa vez escuché como decía mi madre:

—¡Anda!, Tráeme el vibrador, que ya te corriste y no se te pone dura, y yo tengo ganas de más.

Mi padre debió de darle uno que no la gustaba y ella le dijo:

—No, ese no, dame el nuevo.

—No lo veo, no sé dónde está —le dijo mi padre.

—¿Cómo que no está? Tiene que estar ahí. Yo los guardo en ese cajón.

—Pues alguien se lo llevó.

—No digas tonterías, ¿Quién va a andar ahí con eso?

—Habrá sido la cría.

—¿Qué dices? Me muero si los encuentra. No me puedo creer que haya sido ella. ¿Para qué lo va a querer?

—Pues para lo mismo que tú, jaja —le dijo mi padre, con razón.

—No digas barbaridades, que tiene 12 años todavía.

—No te fíes, ya tendrá sus ganas….. Le preguntaré y así aprovecho para hablar con ella de lo que habíamos acordado.

Al día siguiente, mi padre entró en mi habitación y me preguntó:

—¡Oye, nena! ¿Tú no tendrás una cosa que tenía tu madre en su habitación?

—¿Qué cosa, papá?

—Algo que es de mayores y que las niñas no pueden usar todavía.

Yo, cada vez más nerviosa por la conversación, intenté disimular con él, y le dije:

—¿Los tangas, dices? Ya sé que mamá no me deja ponérmelos, pero el otro día me puse uno para ver cómo me quedaba.

—Sí, te quedaban muy bien, jaja, pero no es eso. Déjame mirar por aquí, a ver si lo encuentro.

Mi padre empezó a buscar entre mis cajones y por todos lados hasta que se dio cuenta de que intentaba ocultar algo y me dijo:

—A ver, quítate de ahí ¿qué estás escondiendo?

—Nada, papá…….

Mi padre metió la mano debajo del colchón y encontró el vibrador, mientras yo me moría de vergüenza:

—¡Ves!, esto era, ¿para qué lo quieres tú?, si esto es para mayores, hija.

—Para ver cómo era, es que una amiga nos enseñó uno y me dio curiosidad.

—¡Ah, vaya!, que pilla eres…. ¿Pero tú lo has usado ya?

Cómo yo no contestaba, mi padre, añadió:

—No pasa nada, hija, no te preocupes. Yo sé que ya tienes curiosidad por estas cosas, aunque tu madre no se lo crea. Es normal, pero dime, ¿cómo lo usas? ¿Te dio gusto?

—Es que me da vergüenza decírtelo.

—Mira, si me lo cuentas, no le diré nada a tu madre de que lo tenías tú.

—Bueno, vale. Sólo me lo pongo entre las piernas y ya está —le dije, para que no me preguntara más.

Pero él se notaba que quería seguir con la conversación:

—Pero tú sabes que esto se mete dentro del coño también ¿no? Que las mujeres se lo meten para darse gusto.

—Sí, lo sé.

—¿Y tú lo has hecho?

—Un poco.

—¿Y qué has sentido? ¿Te has desvirgado con esto….? A ver, déjame mirar.

—No, papá….., que me da vergüenza que me veas.

—¡Anda!, no seas tonta, que ya te he visto muchas veces.

—Pero cuando era más pequeña.

—Pues ahora lo tendrás más bonito, no tienes por qué avergonzarte —insistía él, para convencerme.

Yo no tuve más remedio que hacer todo lo me pedía mi padre y me bajé el pijama abriendo las piernas para que él me viera:

—¡Uuufff!, qué maravilla, hija, lo tienes hermoso, déjame abrirte la rajita a ver si lo tienes libre ya, el coño.

Mi padre empezó a tocarme la vagina con los dedos para abrírmela, haciendo que me excitara y me mojara toda con sus manoseos.

—Se nota que te gusta que te meta el dedo, ¡eh! hija.

—Sí, si me gusta.

—¡Ay, cariño! Lo tienes todo abierto. Yo creo que tú te has metido el vibrador muchas veces ya.

Mi padre estaba cada vez más excitado y acercando su cara, se puso a lamérmelo, mientras me metía y sacaba el dedo, y luego directamente su lengua todo lo que podía, haciéndome gemir cada vez más fuerte hasta que mi corrida le mojó toda la cara. Él también se había bajado los pantalones y se estaba masturbando delante de mí:

—Tu coño está delicioso, hija. ¿Tú ya has chupado alguna polla?

—No, papá.

—Mira, prueba con la mía, a ver si te gusta —me puso su polla empalmada delante de la cara.

Yo dudé unos instantes, pero ante su insistencia, me la puse en la boca, lamiendo poco a poco, al principio su glande, pero luego me la metí en la boca completamente, haciendo él que me llegara hasta la garganta hasta dejarme casi sin poder respirar, por lo que empecé a toser, pero me fui acostumbrando a eso y le estuve haciéndole como una especie de paja con la boca hasta que él se corrió y yo me la saqué escupiendo lo que me había echado, lo que a él le hizo gracia, pero se disculpó conmigo, y me dijo:

—Perdona, hija, me había entusiasmado y no me dí cuenta de que era tu primera vez. Cuando las chupes más veces, ya verás cómo te va a gustar esto.

—Sí, las amigas que ya chupan pollas me dijeron que les gustaba mucho.

—Claro, hija, es muy rico. Alguna se lo haría a su padre también ¿no?

—No sé, no me lo dijeron.

—Porque esas cosas no se dicen, pero seguro que si lo hicieron. Tú tampoco se lo cuentes a nadie ¿eh?

—Vale, papá.

—Ahora me tienes que dar ese vibrador, porque tengo que decirle a tu madre que lo encontré en otro sitio, pero no te preocupes, que yo te voy a comprar uno para ti sola, y si te lo encuentra tu madre, no le digas que te lo compré yo ¿eh?

—Bueno, está bien.

De esta manera, mi padre me había convencido para que tuviera sexo con él, algo que en parte, pensé que era normal, que mis amigas lo harían también, pero no querían decirlo, como me había dicho él.

Al día siguiente, mi padre me trajo un vibrador nuevo y se empeñó en que lo probara otra vez delante de él, lo que tuve que hacer, pero ahora ya más relajada, después de lo que había pasado la vez anterior.

Él mismo, me lo empezó a pasar por la rajita, metiéndomelo poco a poco, más dentro cada vez que empujaba, hasta que yo empecé a gozar como nunca al tener eso en mi coño, haciéndome llegar al orgasmo. Al sacarlo, mi padre debió de ver mi coño tan mojado y abierto que no pudo resistirse y se puso él entre mis piernas, poniéndome la polla en el coño para follarme sin importarle que fuera su hija.

Yo estaba un poco asustada, porque era la primera vez que una polla de verdad iba a entrar en mi coño, y le dije:

—¡Papá! ¿Qué vas a hacer?

—No va a pasar nada, hija. Va a ser solo un momento y te va a gustar mucho, ya lo verás…..

—¿No me va a doler?

—No, va a ser como con el vibrador, pero mejor.

Efectivamente, cuando me la metió, la sensación fue completamente distinta. La sentía caliente y notaba como se movía dentro de mí volviéndome loca. Él me chupaba las tetas, las mordía y me daba cada vez más fuerte hasta que nuevamente me provocó otro orgasmo y él cuando ya no pudo aguantar más e iba a correrse, me la sacó, echándome todo su semen por encima de mi barriga, y me preguntó:

—¿Te ha gustado, hija?

A mí me daba un poco de vergüenza reconocer que me había encantado, porque seguía con esas dudas sobre si eso era algo normal, que todos los padres hacían con sus hijas, pero que, a la vez, era un secreto que no se podía contar.

De todas formas, él sabía perfectamente que yo había disfrutado también de haber jodido con él, así que después de esa primera vez, mi padre me folló más veces, aprovechando los momentos en los que estábamos solos en casa, y yo acabé totalmente enviciada a su polla. Alguna noche también venía a mi habitación, pero esas veces yo tenía miedo de que nos escuchara mi madre y no lo disfrutaba tanto, porque me aguantaba las ganas de gritar del placer que sentía.

Al haber perdido mi virginidad, él me preguntaba muchas veces si algún chico había querido tocarme el chocho, o si había probado otras pollas. Yo le contestaba que no, en parte porque era verdad y porque me daba cuenta de que le gustaba tenerme en exclusividad, y disfrutarme él solamente; no sé si porque tenía miedo de que hiciera comparaciones, por esa inseguridad que él debía de tener, como hombre, aunque más adelante si supe por qué le interesaba tanto.

Obviamente, todas esas cosas no podía contárselo a mis amigas, de la misma forma que ellas me contaban a mi sus aventuras cuando follaban con chicos, pero algo cambió cuando conocí a una chica con la que tuve mucha afinidad y sentí que podía confiar en ella, porque fue diciéndome cosas que normalmente no se cuentan, lo que provocó que yo también le contara a ella. Así que las dos empezamos a hablar de cómo habíamos empezado a follar con nuestros padres y lo que nos gustaba a las dos.

Cómo estábamos siempre juntas, yo empecé a traerla a casa, como una nueva amiga, pero no le dije nada a mi padre de lo que hablábamos entre nosotras. De todas formas, creo que una especie de extraña conexión surgió entre ellos, quizás por la forma de mirar mi amiga a mi padre y porque las miradas de mi padre se veían correspondidas por ella, de tal modo que yo noté como mi padre se excitaba con esta nueva amiga y le atraía, por lo que buscaba cualquier momento para relacionarse con ella, lo que me hizo sentir un poco celosa.

Pero a la vez, yo me sentía muy unida a esta amiga y no me importaba tanto, porque le estaba agradecida por tener a alguien con quien hablar de estos temas tan especiales, así que no decía nada cuando veía a mi padre acariciarla, tímidamente al principio, sin que mi nueva amiga opusiera ninguna resistencia, de forma que su actitud animaba a mi padre a continuar cada vez más.

La confianza entre ellos era cada vez mayor y los besos de saludarse ya se los daban directamente en la boca mientras las manos de mi padre aprovechaban cualquier momento para manosear el cuerpo de mi amiga, que lo aceptaba de buen grado, hasta que en una ocasión empezó a desnudarla y yo me quedé mirando como hipnotizada viendo como mi amiga agarraba el pene de mi padre empezando a masturbarlo mientras él le hacía lo mismo, y después se lo metía en la boca para mamárselo con la misma maestría que yo había adquirido con él.

Todo eso hizo que yo me masturbara también delante de ellos y mi amiga me llamara para que participara con ellos, besándonos entre nosotras, acariciándonos, y teniendo mi primera experiencia lésbica, que me encantó, sobre todo al ser compartida con mi padre, que nos tenía a las dos para disfrutar de nosotras, y follarnos a su antojo en uno de los encuentros más morbosos que recuerdo de esa época.

Mi amiga también empezó a llevarme a su casa y yo pude observar en su padre, esa misma actitud hacia mí, pero quizás porque esta vez, mi amiga si le había contado a él, lo que había pasado en mi casa y lógicamente él se creía con el mismo derecho de follarme a mí, cómo mi padre se había follado a su hija; así que sin tantos preámbulos, él empezó a meterme mano, a besarme y a desnudarme, a lo que yo no podía oponerme, porque aparte de lo que había pasado en mi casa, yo también deseaba estar con otro hombre distinto que no fuera mi padre, así que cuando tuve su polla entre mis manos me dispuse a disfrutarla sin ningún miedo ni freno, primero chupándosela todo lo mejor que sabía y luego dejándome penetrar para sentirla dentro de mí y mojarla con mis jugos que iban saliendo sin descanso hasta el orgasmo final, compartido igualmente con mi amiga, que estaba a mi lado, disfrutándolo las dos.

Estas relaciones se fueron haciendo cotidianas hasta que nuestros padres se acabaron conociendo y estuvimos durante un tiempo teniendo encuentros entre los cuatro que nos hacían disfrutar sin igual, invadidos por ese morbo de estar haciendo algo secreto o prohibido, lo que aumentaba ese placer, quizás enfermo, pero que no podíamos pasar sin él.

De todo esto, al parecer, mi madre no se enteraba de nada, aunque también pienso que a ella debía de darle un poco igual lo que hiciéramos, porque muchas noches mi papá se las pasaba en mi cama y ella debía de saber donde estaba. Quizás por eso, ella también se había echado un amante para disfrutar del sexo, ya que mi padre, no sé si por culpa mía, había perdido interés sexual en ella.

Mi padre también sabía eso y le daba igual, supongo que por tenerme a mí para desahogarse, y él me decía que mi madre era demasiado caliente como para estar mucho tiempo sin una polla, y que no podía reprocharle nada, porque él la había traicionado también conmigo.

Todo eso también causó una especie de sentimiento de culpa por mi parte, al considerarme responsable de la separación de mis padres, aunque también, quizás por ser hija única, era demasiado egoísta y solo pensaba en mi placer y en todo lo que había descubierto cuando mi padre empezó a tocarme y me enseñó todo sobre el sexo, a pesar de no poder compartirlo con nadie; y por eso, he tenido la necesidad de expresarlo aquí, y que todos sepáis como fueron esas experiencias de mi vida que me han llevado a considerarme un poco rara, porque no tengo pareja ni hijos.

Mi padre va siendo ya mayor y siento que he dedicado mi vida a él, a satisfacerle sin que eso fuera tampoco ningún sacrificio para mí, pero decididamente, todo eso iba a marcar mi vida en el sentido de encontrar nuevas parejas cuando él ya no esté, o yo sienta esa necesidad como mujer.”

51 Lecturas/25 octubre, 2025/0 Comentarios/por Veronicca
Etiquetas: colegio, cumpleaños, hermana, hermano, madre, mayor, mayores, sexo
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