Papá: El eterno amor de mi vida.
Luego de la iniciación que la familia me dió al sexo, los días venideros fueron los mejores..
• Parte del relato I y II de «Correcto o… ¿Incorrecto?»
Al siguiente día de la iniciación con mi familia en dónde todos devoraron mi coño, me encontraba en la cama de mis papás bajo un profundo sueño. Esa noche había terminado cansada, dolorida y corrida al igual que llena de las corridas de todos y por tal motivo, mami y papi habían decidido llevarme a dormir a la cama de ellos no sin antes follar justo a mi costado donde yo ya me estaba quedando dormida. Incluso me habían hecho participe sin ser muy consciente de la situación porque mientras papá se follaba en cuatro a mami como la perra que le gustaba ser, mami lamía mi coñito terminando de limpiarle con su propia lengua todas las corridas con las que me habían llenado los hombres de la familia.
Lastimosamente fui cayendo en ese sueño sin darme cuenta de más. Mamá me había dejado en paz terminando su deliciosa follada con papá hasta terminar rendida a mi lado. Los tres dormimos desnudos en esa gran cama hasta que a la mañana siguiente, un dulce cosquilleo entre mis piernas me iba despertando. Era papá.
— Buenos días, mi amor. — Sonrió con esa ternura que lo caracterizaba.
— Papi. — Murmuré mientras tallaba mis ojitos para buscar luego a mamá. Pero ella no se encontraba por ningún lado. — ¿Y mami? — Pregunté, observando que papá lamía suavemente mi coño.
— Ha ido a visitar al abuelo. — Contestó, dejando que sus dedos recorrieran mis labios vaginales. — Anoche estuviste muy bien. Todos quedamos muy complacidos contigo, pequeña. Los tíos lo han disfrutado al igual que el abuelo y tú hermano. — Aquello me hizo sonreír. Me hacía ilusión saber que podía ser igual que mamá y la abuela. — ¿Te ha gustado, mi amor?
— Sí, papi. Pero mi parte favorita fuiste tú.
Toda esa tradición de familia requería que el abuelo fuera el primero en follarme seguido de papá y sus hermanos por orden de jerarquía y edad en la familia. Vaya que había disfrutado de la polla de todos, pero en el instante en que papá se acomodó entre mis piernitas, me sostuvo de un costado de la cadera mientras con la otra estimulaba su polla para golpearme el coño con la cabeza de la misma hasta clavarse en mí, había sido increíblemente delicioso. Mejor que lo que había sentido con el resto.
— Eso es porque te hice mía, mi pequeña. — Sonrió, enterrando su lengua en mi pequeña cavidad.
— ¿Cuando volveré a ser tuya, papi?
— Ya mismo, mi amor. — Escupió en mi coño y se levantó, acariciando su propia polla sin poder quitarme su mirada del coño. Amaba a ese hombre y que me hiciera nuevamente suya me hacía poner nerviosa, me hacía temblar ante ese enorme hombre… Aunque, ahora que lo notaba, era increíblemente enorme, musculoso y cuando mi mirada bajó a su gorda polla, instantáneamente me tensé. Él lo notó y fue en ese instante en que azotó mi coño. Sí, podía ser muy dulce conmigo, pero también muy agresivo. Anoche me había dado cuenta de ello.
— ¡Papi! — Grité. Su mano era muy pesada y, por ende, ese azote me había hecho arder la piel de mi coñito. Pero no lo había a negar, aquello me había encantado como también dolido.
— Ya eres mía, pequeña. Ahora sí podré hacer contigo lo que me plazca. — Su sonrisa era perversa y sus ojos se habían tornado muy oscuros. La punta de su polla se había presionado en mi huequito pero ese momento no fue como antes. En ese momento no había tenido piedad de mí, al contrario, me había penetrado de un solo golpe y esto me volvió a hacer gritar mientras mis pequeñas y estrechas paredes de una niña de siete años lo recibían de una manera muy agresiva. — Calla, pequeña. Qué eres igual de puta y zorra a tu madre. — Su mano volvió a azotar mi coño y sus caderas fueron empujando contra mí, buscando un ritmo marcado y lento, pero igual de agresivo y fuerte como para ser capaz incluso de sentir cómo su polla me descolocaba todo en mi interior.
— Papi… Despacio. — Pedía llorando. Anoche lo había disfrutado pero hoy todo era diferente. Él se había convertido en un animal y el día anterior había sido completamente tierno y delicado conmigo. Ahora me hacía sentir como una simple muñeca sexual. Y aunque esto me estaba aterrando de una manera horrible, mi cuerpo estaba reaccionando de una manera muy diferente. Mi coño dolía por la excitación y las embestidas. Estaba tan completamente empapado que papá podía resbalar fácilmente. Mis pequeños pezones se sentían completamente duros y todo mi cuerpo gritaba por más azotes, más golpea, por una penetración mucho más cruel y agresiva, y era eso mismo lo que me estaba dando papá. Dolor y placer. — ¡Papi! — De nuevo grité, pero él rió, notando algo en mi coño.
— Oh, mi niña… — Murmuró, mostrándome que estaba sangrando. De algún modo esto lo emocionó, saliendo de golpe de mi coño para girarme, ponerme en cuatro, azotar y morder mis nalgas para una vez más clavarse de golpe en mí. Mierda, eso dolía, pero no podía negar que también se sentía deliciosa esa manera agresiva de hacerme suya y darme todo el placer que le daba a mamá. A fin de cuentas yo ya le pertenecía a él. Era su consentida.
Así había empezado esa deliciosa mañana. Prácticamente siendo violada entre lloros y gritos a causa de la agresividad de papá hasta dejar toda la cama totalmente ensangrentada, mi coño lleno de su semen y él completamente rendido a mi lado, buscando abrazarme y esconderme en su pecho para que se me pasara el miedo mientras mi cuerpo aún temblaba antes los recientes orgasmos que él me habia regalado. Mamá no demoró en llegar y al ver toda esa escena se echó a reír, acto que me había parecido demasiado cruel por parte de ella.
— Anthony, mira el desastre que hiciste. ¿Cómo está la pobre? — Preguntó entre risas, buscando mirarme pero yo escondía mi rostro en el pecho sudado de papá. Él también rió y buscó alzar mi rostro para que mami pudiera verme. — Oh, mira cómo la haz dejado.
— Ha sido una delicia. Igual de puta que tú. — Contestó también riendo. — ¿Quieres probar?
Noté que mamá rápidamente asintió y empezó a desvestirse. Yo me encontraba dolorida, todo me ardía y fuera de eso, tenía una gran sensibilidad por los orgasmos. Pero eso no le importó a mami.
— Ven, mi amor. Demuéstrale a mami que eres igual de puta a ella. — Sonriendo se acercó a la orilla de la cama y sosteniéndome fuertemente de mis cabellos clavó mi rostro en su coño tan calientito y delicioso. Aún húmedo, eso sí, pero recordé que ella había estado visitando al abuelo y él nunca la dejaba volver a casa sin una buena follada, por lo que probablemente yo me estaría tragando hasta la corrida de mi abuelito. — Mierda… Siempre he amado cómo se mamá mi coño. — Gruñó, mientras yo la comía como mejor sabía hacerlo. Amaba comerme a mami e incluso recordaba esas veces en las que ella, riendo a carcajadas, me contaba que cuando yo era una bebé y tenia muchas ganas de buscar sus senos para amamantar, en vez de darme su pezón, sabía ponerme en la boca su clítoris, por lo que siempre buscaba y ganaba una corrida mientras su bebé buscaba beber algo de leche. Después de su corrida siempre venía la recompensa de dicha leche.
— Eso es, pequeña. — Murmuró papá, acariciando mi dolorido y azotado trasero hasta que mamá finalmente se corrió en mi boca, empapándome toda de ese chorro que ella solía expulsar.
Y de ese modo, esa mañana había empezado, haciéndome asimilar que más que su hija, era su juguete sexual. Pero no mentiré que eso me encantaba, al fin de cuentas para eso había nacido yo.
¡Espero que les estén gustando mis relatos, mis amores!
Ya saben que si quieren intercambiar vivencias me pueden hablar al correo.
Una lamidita en sus coños y una chupadita en sus pollas. Chau!
Un saludo y un Gusto en poder leerte