PAPA ME ENSEÑA A COGER
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por amh9226.
Hacía poco más de año y medio que mis papás se habían separado, y yo la pasaba algunos días con mamá y otros con papá, con él sobre todo los fines de semana, y como de costumbre, luego de que papá me dijo que tendría que trabajar hasta tarde un día que estaba en su casa, yo muy a gusto le dije que no había problema, que tenía mucha tarea que hacer.
Sin embargo, la tarea era lo que menos me importaba, lo que en realidad me encantaba de ir a casa de papá era que precisamente, no era raro que él se ausentase por las tardes y yo tenía entonces toda la casa a mi entera disposición. En mi mochila llevaba toda esa ropita que me encantaba usar y que en casa con mamá nunca tenía oportunidad de ponerme, y así me estaba con ella puesta hasta por la noche, cuando papá regresaba. Esa tarde en particular me llevé un conjunto muy mono de brassier, bragas y liguero, blanco con lindos encajes rojos, así como las respectivas medias de red blancas y zapatitos de tacón de punta abierta.
Luego de asegurarme de que papá se había ido, rápido abrí mi mochila, saqué todo mi vestuario, y en menos de lo que me toma decirlo ya estaba completamente cambiado; Sabiendo que de seguro él no regresaría sino hasta por la noche, me maquillé además un poquito; usé la base en todo mi rostro, puse un poco de sombra en mis párpados y a continuación me pinté los labios. Así me estuve un muy buen rato mirándome y contemplándome en el espejo del baño, luego encendí la televisión y me puse a ver un programa comiendo palomitas. Ya un poco más tarde encendí el sistema de sonido, le subí muy fuerte y me puse yo dizque a cantar, usando el control de la tele como micrófono. Estaba yo tan metido en mi papel, que ni me di cuenta de cuando llegó el auto, o cuando papá abrió la puerta, y para cuando noté finalmente algo, era ya demasiado tarde: papá estaba parado justo frente a mí.
Me quedé yo entonces como de piedra, sin atinar qué hacer, y la cara de él mostraba no menos asombro. Debieron transcurrir entonces algunos segundos en silencio, aunque por las circunstancias a mí se me hicieron como medio siglo; quería que me tragara la tierra. Iba ya yo a salir corriendo hacia mi cuarto, cuando fue entonces que papá habló: Ven, necesitamos hablar. S-sí, de-deja voy a cambiarme. No, no, ¿para qué?, de cualquier forma ya te vi, ven acá. Y ya sin decir nada más fui y me senté en el sillón, y él se sentó a mi lado. Sentía yo la cara coloradísima de la vergüenza y creo que hasta me temblaban un poco las piernas. ¿Así que eres gay, eh? No papá, no soy gay, no es lo que piensas. ¿A no?, ¿y entonces por qué traes puesta esa ropa? No… no sé, es que me gusta… ¿Te gusta la ropa de mujer? Bueno… sí… pero te juro que nunca he hecho nada más. ¿Y hace mucho que lo haces? Pues… algunos meses. (En realidad llevaba años haciéndolo.) Ya veo, dijo él entonces, y se quedó pensativo un momento, llevándose como de costumbre la mano a la barbilla. Yo aún estaba que me moría de los nervios, y no sabía ni cómo o dónde poner las manos.
Entonces, quizá sólo por decir algo, le pregunté: ¿Vas a decirle a mamá? No lo sé, quizá debería… aunque, si dices que esto es todo… Sí, sí, te lo juro, jamás he estado…, cuando me di cuenta de lo que estaba a punto de decir cerré mi boca. ¿Con un hombre?, completó él la frase. Pues, sí. ¿Te gustan las mujeres entonces? Pues… no sé, tampoco he estado nunca con una. ¿No?, ¿pero te gustaría? No… no sé, la verdad es que nunca me he puesto ha pensar en eso muy seriamente. Pero ya tienes casi dieciocho. Sí, ya sé. ¿Y con un hombre, te gustaría estar con uno? Yo… no… no sé papá, a veces he tenido fantasías pero… no sé. Ahá, ya veo, volvió él a decir, quedándose nuevamente pensativo.
Luego de un rato, él suspiró y se volvió hacia mí. Pues creo que hay una forma en que podemos averiguarlo. ¿Qué cosa? Pues si te gustan o no los hombres. ¿Y cómo? Viendo cuál es tu reacción. ¿Tú crees?, volví yo a preguntar, y vi entonces como papá se reacomodaba en el sillón y entreabría ligeramente las piernas. ¿Quieres que lo intentemos?, me preguntó a continuación, y yo, sin entender muy bien lo que me estaba diciendo, no supe que responder. Ven, agregó él entonces, tomando una de mis manos y llevándola directo a su entrepierna.
Yo no opuse resistencia y abrí mi mano para tocarlo. ¿Qué sientes?, volvió a preguntarme. No… no sé… Acarícialo a ver qué te parece, me dijo, y con su propia mano tomó la mía y comenzó a masajearlo. Un par de segundos después, él me soltó y yo seguí acariciándolo por mi propia cuenta. ¿Te gusta? Pues… un poquito…, aunque… ¿Quieres que la saque? Sí, si tú quieres, le respondí yo haciéndome el inocente, aunque bien que quería verla fuera. Así pues, papá se medio incorporó un poco, se desabrochó los pantalones y, luego de bajarse los bóxers, dejó bien al aire su polla ya medio erecta. Entonces, y ya sin que me dijera más, yo llevé mi mano hacia ella y la toqué. No obstante, al principio lo hacía con muchos nervios, apenas por encimita, por lo que papá dijo: Ya veo que no tienes ninguna experiencia. Mira, intenta masajear un poco los huevos… así, así, muy bien; ahora agárramela con toda la mano.
Su pija estaba ya bien parada, tanto que mi mano apenas y podía sujetarla en todo su grosor. Poco después, prácticamente mi mano comenzó a actuar por sí misma e inició a darle una suave masturbada. Eso, eso, muy bien; ¿cómo te sientes hasta ahora? Bien…, está dura. Seguí así un momento, incapaz de apartar mis ojos de la gruesa y colorada cabeza, que había ya arrojado unas pequeñas gotas de líquido preseminal. Y luego, justo cuando yo comenzaba a forjarme la pregunta dentro de mi mente, aunque sin saber cómo preguntarlo, papá me preguntó: ¿Te gustaría probarla? Sí claro, ¿puedo? Adelante. Y sin aguardar más palabras me llevé ese pedazo de carne dentro de mi boca.
Primero intenté tragármela completa, pero me di cuenta de que era imposible que me cupiera en la garganta, incluso sentí nauseas. No, no; primero intenta sólo chuparla, usa tus labios. ¿Cómo, así?, le pregunté ingenuo, al tiempo que mi lengua y mis labios chupaban y ensalivaban esa rica paleta. Ándale, así, así; con tu otra manita sigue masajeado los huevos… eso, eso… Ahora trata de lamer todo el tronco… mmh. Y tal como él me iba diciendo yo lo hacía, y cada vez me iba gustando más. Intenté tragármela, más las nauseas volvieron a aparecer, aunque esta vez no me refrené y lo hice de nuevo, y otra vez, hasta que a la cuarta finalmente conseguí metérmela entera. Ahhh, sí, sí, lo haces muy bien… se me hace que sí te gustan los hombres. Yo me saqué entonces su verga de la boca y le pregunté: ¿Tú crees papi? Sí claro, mamas muy bien. ¿En serio? Sí, en serio, si no lo disfrutaras tanto no lo harías tan bien. Está muy rica papi, ¿puedo chupártela otro rato? Sí, sí, sigue, pero intenta no ser tan brusco, no te precipites, no hay ninguna prisa. ¿Así está bien?, volví a preguntarle, y me llevé su verga dentro de mi boca. Sí, sí… mmmh… succiona la cabecita… así, así… ¡Aaaahh!
La verdad es que después de algunos minutos, ya mis labios comenzaban a cansarse, por lo que tuve que dejar de chupar un rato. Es cansado, le dije, sonriéndole por primera vez. Sí, es cansado, pero ya con la práctica irás aprendiendo. La verdad nunca me imaginé que fuera tan rica. ¿Quieres seguir otro rato? No papi, ya estuvo bien así, gracias… ¿Te gustó entonces? Sí, mucho. Okey, ¿seguro que no quieres mamarla otro rato? Bueno… no… Es que… en realidad… quisiera… ¿Te gustaría sentirla por atrás? Pues… no sé… hace mucho tiempo que fantaseo con eso y… pero si no quieres no… No, no, está bien; será mejor que salgamos de una buena vez de dudas. Sí,claro, por eso mismo lo decía. Bueno, pero vamos a necesitar algunas cosas… en el cajón de mi gaveta hay una crema para… Sí, ya sé cuál, dije interrumpiéndolo, y al momento salí por el lubricante.
En menos de diez segundos regresé, volví colocarme junto a papá en el sofá y se lo mostré. ¿Es éste? ¿Ya lo habías visto, eh? Es que… bueno, a veces lo he usado para… Entiendo. ¿Pero para qué lo tienes tú? Pues… es que a veces a las chicas les gusta por detrás. ¿En serio? Sí, de vez en cuando… pero ya hablaremos de eso otro día. ¿Sabes cuál es la posición del perrito? ¿En cuatro patas, no? Ándale, acomódate así. Y tal como me lo indicara, me subí al sillón de espaldas a él, dejando mi trasero a su disposición. ¿Así está bien papi? Sí, nada más levanta un poco más el culito, necesito que tu orto quedé a la altura de mi cadera. ¿Mi orto? Tu orificio anal. Ah, ya. ¿Esta ropa es de tu mamá?, me preguntó él entonces, al tiempo que metía una de sus manos debajo de la minifalda. Sí, casi toda, aunque alguna la he comprado yo. Pues se te ve muy bien. ¿Sí? Sí. Ahora voy a bajarte las bragas. Sí papi.
Y él entonces así lo hizo, me las dejó a media pierna y a continuación me levantó la falda. ¿Nunca lo has hecho entonces?, me preguntó. No, nunca… aunque ya hace tiempo que quería hacerlo. ¿Entonces ya sabías que eras gay? No papi, es que no soy gay… no sé cómo decirte… ¿Te gusta sentirte mujer? Sí. ¿Eres transexual entonces? No se, creo que sí. Al tiempo que esto decíamos él abrió el lubricante y colocó un poco en su dedo. Necesito dilatarte para que no te lastime. Sí, papi. ¿Crees que me duela mucho? Quizá un poco al principio, pero no te apures, eso pasa en un rato. Ahh, exclamé yo de pronto sin poder contenerme, al sentir el grueso dedo índice de papá introducirse dentro de mi ano lleno de lubricante. ¿Entonces te gustaría operarte y todo eso?, continuó él interrogándome, mientras con su dedo y luego con otro seguía masajeando suavemente mi orificio. Pues no sé, quizá algún día. Ya veo.
Luego de un par de minutos él ya logró introducir sin mayor dificultad tres de sus dedos y me preguntó si estaba listo. Sí, papi… pero ten cuidado por favor. No te apures cariño, voy a intentar no lastimarte. Y así, dicho y hecho, papá recargó su grueso y duro pene detrás mío, y al poco tiempo comenzó a ejercer fuerza. Sentí toda la presión y dolor cuando la cabeza expandió mi ano virgen, no entrando tal vez ni dos centímetros. ¡Ayyy!, exclamé, retirando sin quererlo mis nalgas. ¿Te dolió mucho? Sí, auch. Es normal, no te apures, así pasa siempre. La cabeza es muy gruesa. ¿Tú crees? Bueno, no es que haya visto muchas pero… al menos es mucho más grande que la mía. Ya crecerá, aún eres joven. Ay no, yo no quiero que crezca, así está bien. ¿En serio?, eso sí que es raro, no cabe duda que macho no eres… Voy a intentar de nuevo. Sí papi, dale.
Y él presionó de nuevo, logrando introducirse otro trecho, aunque el dolor fue igual de intenso. ¡Aayyy!, volví yo a gritar. ¿Todavía dolió? Sí, mucho. Si quieres podemos dejarlo para otro día… No, no, sí quiero, es que creo que no estoy acostumbrado. Intenta no hacer fuerza, cuando yo comience a entrar suéltate, no aprietes… ¿listo? Listo. Y una vez más papá arremetió contra mi hoyo, y aunque yo volví a sentir el dolor esta vez procuré hacer como él me dijo e intenté relajarme…
Efectivamente, ¡logró enterrar la cabeza completa! ¡Aaayyy!, volví yo a gritar, más fuerte incluso que antes, más esta vez papá no cejó, sino que, luego de salirse un poco, volvió a la carga ensartándomela aun más profundo. ¡Ay, papi, me duele! Shh, shh, no te apures, confía en mí, ya pronto no te va a doler nada. Y siguió y siguió; luego de clavármela se retiraba un poco y me la enterraba, pero cada vez un poco más y más profundo; sentía como si las paredes de mi recto fueran a romperse, quise incluso zafarme, más papá no me dejó, ¡Ay, ay, papiiii, me duele mucho! Tranquilo, tranquilo, ahora pasa, así es siempre. ¡Sácamela papi, por favor, sácamela! No, no, aguanta; ¿no querías ser mujercita? ¡Es que duele! Claro que duele cariño, pero así va a ser si quieres ser hembra, tienes que acostumbrarte. ¡Ay, ay, ay!, seguí yo quejándome, aunque, efectivamente, a pesar de que papá entraba cada vez más dentro de mí, el dolor era cada vez menos. Eso, eso, ¿ves cómo va pasando? Sí, sí, ya.
Papá entonces me sujetó muy fuerte por las caderas y me dio fortísimo, tanto que prácticamente empujó todo mi cuerpo hacia adelante. ¡Aaaay!, grité yo más fuerte que nunca. ¿Te dolió? Un poquito, ya casi no me duele…, me gustó. ¿Ves, no te lo dije? Ay papi, pero es que sí me dolió mucho. ¿Pero ahora no te gusta? Sí, sí, sabe rico. Y eso que aún no te la he metido completa. ¿A no? ¿Quieres probarla toda? Sí papi, toda, toda. Y sin más preámbulo, papá me sujetó con mucha fuerza por la cintura y se dejó ir. ¡Aaayyy!, grité yo, ya no tanto de dolor sino de placer, ¡claramente sentí la punta de su verga tocar el fondo de mi recto!
¿Te está gustando cariño? Sí papi, mucho. Vas muy bien, pero debemos coordinarnos más; cuando yo entre echa tu trasero un poco hacia atrás, y cuando me retire vuélvelo a meter. Sí papi…, ¿así está bien?, le pregunté, obedeciendo al punto sus indicaciones. Ándale, así merito. Voy a comenzar a entrarte más profundo, ¿está bien? Sí papi, cuando quieras. Él ahora me la dejó ir con más fuerza, a cada nueva embestida sentía sus huevos velludos golpetear contra mis nalgas, y el sonido de su cadera chocando contra mi cola era delicioso. ¿Te rasuras aquí atrás?, me preguntó papá entonces, al ver mi cola casi desprovista de vello. No papi, así las he tenido siempre. Pues tienes unas nalguitas muy lindas. ¿Te gustan? Sí, ahora entiendo por qué te gusta la verga, éstas no son nalgas de hombre. ¿No? No; son demasiado redondas, suavecitas, carnosas… ¡Ay papi!, ¡ji, ji, ji! Y tienes un orificio muy sabroso, suave, jugosito. Gracias papi; ¿lo estoy haciendo bien? Sí, mucho, se nota que te gusta.
Durante toda esta plática él no detuvo ni por un segundo el mete-saca, y acabamos agarrando un ritmo muy rico y cachondo. ¿Papi? ¿Qué cariño? Gracias por todo esto. Sólo quiero lo mejor para ti. Sabes, tienes una verga muy sabrosa. Gracias cariño, tu coñito no está nada mal, mhh. ¡Ji, ji, ji!, ¡papiii! ¿Te gustó entonces, no? Sí papi, gracias, me has aclarado muchas dudas. Y todavía no acabamos, dijo, y comenzó entonces a darme en serio, fortísimo; si él mismo no me hubiera tenido sujeto por las caderas, el fuerte impulso de su cuerpo chocando contra mí me habría tumbado. ¡Ay sí, más, más!, yo gritaba como loco, o como loca, echado a cuatro patas sobre el sofá de la sala en ropa de mujer, con el pene de papá muy dentro de mi ano. Eso, eso, te mueves muy bien, ¿ya te cansaste? Me duelen un poquito las rodillas. ¿Quieres que cambiemos de posición? Sí, claro. Papá retiró entonces su miembro, lo que me disgustó un poco por la sensación de vacío que entonces sentí, y me hizo recostar luego boca arriba en el sillón.
Ahora levanta las piernas y recarga tus muslos sobre mis hombros. ¿Cómo papi? ¿Así está bien?, le pregunté, aunque lo hice tal como él me indicó; una vez en posición papá tomó su verga con la mano y la redirigió a mi ano. Sangraste un poco, ¿no te duele? No papi, no te apures. Luego de que le hube respondido volvió a ensartármela sin contemplaciones, ¡y qué rica sensación!; luego de varios minutos de estar cogiendo en la primera postura, la sensación había disminuido un poco, pero ahora, luego de haberse retirado por un momento y vuelto a penetrarme, el placer se vigorizó y sentí más vivamente la cogida.
Abre más tus piernas cariño. Sí, papi. Mmh, eso, eso, ahora intenta apretarme la verga con tu hoyito. ¿Así papi?, le pregunté, e hice lo que me había pedido. Aaah, sí, muy bien; ¿así te gusta? Sí papi…, pero dame más fuerte, que me entre hasta el fondo. ¿Seguro?, podría lastimarte. No, no me lastimas, tú dale. Está bien, dijo, acto seguido me sujetó fuerte de los tobillos y sus arremetidas se volvieron cada vez más violentas. ¡Ay, ay, ay!, gritaba yo, sintiendo claramente cómo a cada embestida la punta de su pija tocaba mi próstata. Ahhh, cariño, vas a hacer que me venga… Vente, papi, vente…, le grité, asiéndome con todas mis fuerzas de sus nalgas. ¡Ahhh…! gimió entonces papá, sujetándome aún más fuerte por los tobillos y estremeciéndose en todo su cuerpo, mientras que yo sentía en mi interior una pequeña e increíblemente placentera explosión: ¡papá había eyaculado dentro de mi recto!
Él aún dio unas cuantas arremetidas más, pero ya únicamente como espasmos, exhausto, y fue dejando poco a poco de presionar contra mi culo. Antes de retirarse se inclinó un poco y me dio un beso en la boca. Gracias cariño, ya me hacía falta una cogida así; los chicos van a hacer fila por un culito como este, dijo, y entonces sí retiró su miembro ya medio flácido; un chorro caliente de semen salió de mi hoyo y me escurrió por las nalgas. Sin poder contenerme, yo me llevé los dedos a mi cola y luego a la boca para probar aquella leche. Papá se levantó y se subió los pantalones. Bueno, ahora ve a lavarte, ya es hora de cenar. ¿Podemos pedir una pizza? Sí, claro, ahorita la pido. Y yo subí a bañarme.
Cenamos tranquilamente viendo la tele, y cuando fue hora de irnos a dormir le pregunté si podía dormirme en su cama. Sí, si quieres, pero mañana tengo que levantarme temprano, me respondió, aunque, ya estando en la cama, yo hice lo posible por arrimarle las nalgas y él no pudo tampoco contenerse. Estuvimos cogiendo hasta después de las tres de la mañana.
A partir de ese día, hice todo lo posible por pasar más tiempo en su casa, él incluso me comenzó a comprar mucha ropa y me dejó estar así vestidita todo el tiempo. De eso ya hace más de seis años, y aunque ahora yo ya vivo en otro lado y tengo varias parejas, de vez en cuando todavía papá pasa a verme y, por supuesto, como buena niña, me bajo las bragas para él y con mi culo le ayudó a deshacerse del estrés que le provoca su trabajo.
Todo iba bien hasta leer que el padre le preguntó si es gay. Se arruinó todo con el mariconeo jajaja