Papá, mis amigas vienen a dormir
Todos saben lo que suele pasar en esas ocasiones en las que las niñas van a alguna casa a dormir juntas y lo alterados que pueden ponerse los papás…..
Esto sucedió durante una de esas ocasiones en las que las niñas solemos llevar a amigas a nuestra casa para dormir juntas, así que después de pedir permiso a mis padres para que mis amigas Lorena y Paula pudieran venir a casa a dormir conmigo, mi padre me contestó enseguida que no había problema, que vinieran cuando quisieran, pero mi madre me decía que ese día ella vendría tarde de trabajar y que no iba a poder atendernos, aunque a pesar de ello, mi padre quiso facilitarnos las cosas:
—No te preocupes por eso. Yo les haré la cena y estaré pendiente de ellas.
—¿Seguro? Mira que cuando se juntan varias niñas, se ponen muy revoltosas y hay que controlarlas para que no armen mucho escándalo.
—Déjanos, mamá, que nos vamos a portar bien —le dije yo para acabar de convencerla.
—Qué sí, mujer, estate tranquila, que yo me encargo de todo —no sé porqué mi padre insistía tanto, jaja.
Finalmente, mi madre acabó cediendo, aunque seguía con sus temores:
—¿Dónde vais a dormir las tres? En tu cama no cabéis.
—Vamos a dormir en la cama grande que usan los abuelos cuando vienen a casa.
—Bueno, tendré que ponerle sábanas nuevas y prepararla. Qué trabajo dais, hija, pero si tu padre se compromete a estar pendiente de vosotras, espero que no pase nada.
—Es que ya dormimos en casa de Paula y ahora nos toca en mi casa.
—Claro, me parece bien. A vuestra edad os gusta estar juntas y pasároslo bien.
Esa noche, cuando mis amigas llegaron a casa, mi padre salió a recibirlas, sin que pudiera disimular la cara que se le puso al ver como venían vestidas, Lorena con una camiseta y un short cortito y Paula con un vestido ajustado y corto también, mostrando unas piernas preciosas, por lo que se quedó embelesado mirándolas a la vez que las saludaba con dos besos:
—¿Cómo estáis? Lorena, hacía tiempo que no te veía y ya veo que has crecido mucho y te has puesto muy guapa. Y tú, Paula, como siempre, estás muy guapa también.
A lo que le contestaron mis amigas, sonrojándose un poco:
—Gracias, señor….
—¡Ay!, no me llaméis señor, jaja, que soy el papá de vuestra amiga y me conocéis desde siempre. Ya tenemos confianza, aunque os estéis convirtiendo en unas mujercitas….
Yo intenté acabar con esa situación tan embarazosa y vergonzosa para mí y le dije:
—Vale ya, papá, nos vamos a mi habitación para cambiarnos mientras nos haces la cena.
—Muy bien, hija, ya os aviso cuando esté lista.
En la habitación, mis amigas y yo nos entretuvimos mirando la ropa que tenía, mientras ellas me decían que se la dejara para probársela a ver cómo les quedaba, y cuando Lorena descubrió uno de mis tangas:
—¡Ala!, ya tienes tangas. A mí no me dejan ponérmelos todavía.
—Mi madre no me dejaba tampoco, pero un día que fui de compras con mi padre, me compró estos dos, aunque a mi madre no le gusta nada que me los ponga.
—Qué suerte. ¿Me dejas probármelos? —dijo Lorena.
—A mí también, déjame probarme el otro, son muy chulos. Yo no tengo ninguno tampoco, pero a veces me pruebo las de mi madre, aunque me quedan grandes, jaja —dijo Paula, divertida.
—Bueno, vale, a ver como os quedan.
Mi amiga Lorena tenía bastante culo ya y le quedaba muy bonito, poniéndose a presumir delante del espejo, preguntándonos si estaba guapa.
—Te quedan genial, Lorena. Vaya culazo, jaja. Tus padres tendrían que comprarte alguno. Sonia y Paloma también los tienen ya, según me dijeron.
—¡Jo!, qué suerte. A mí me dijeron que era pequeña todavía para eso, pero intentaré convencer a mi padre, como tú, jaja.
—Si tu padre te viera como te queda, seguro que te lo compra, jeje —le dijo Paula para provocarla.
A Paula también le quedaba muy bien, pero como era más delgadita, no tenía tanto culo, y al tener las nalgas más separadas, se le metía el tanga por la raja del culo y de la vagina:
—A mí me molesta un poco, porque se me mete por el coño y se me ve todo, mirar, jaja..
En ese momento, entró mi padre en la habitación para decirnos que fuéramos a cenar:
—¡Papáaa!, que estamos desnudas.
—¡Ah!, perdonad, ¿Cómo estáis todavía así, sin vestir?
—Es que nos estamos probando ropa.
—Sí, ya veo, Lorena estás muy guapa con ese tanga. Paula, déjame ver cómo te queda a ti…..
—¡Anda!, papá, vete, no seas mirón.
—Bueno, ya me voy, pero venir ya a cenar, que se enfría, ¡eh!
Lorena me dijo que se le había olvidado traer el pijama y que si le dejaba uno para ponerse, pero no encontraba ninguno, por lo que le pregunté a mi padre:
—¡Papáa!, ¿Dónde están mis pijamas?, tengo que dejarle uno a Lorena.
—No sé dónde los puso tu madre, deben de estar secándose. Voy a mirar si hay alguno.
Mientras tanto, Lorena estaba esperando con el tanga puesto y con las manos tapándose los pechos, a que mi padre le diera un pijama, pero él no hacía más que mirarla de reojo mientras los buscaba.
—Están todos en la lavadora, me parece, pero bueno, mira, Lorena, encontré este que es de cuando Vero era más pequeña, a ver si te vale.
Era un pijama de verano que yo ya no usaba porque me quedaba pequeño, que era una camiseta y un pantalón corto y cuando Lorena se lo probó y nos enseñó como la quedaba, no hizo mucha gracia, porque la camiseta la quedaba corta por encima del ombligo y el pantalón tan pequeño que se la veía el culo por detrás, y por delante se le marcaba mucho la raja de la vagina, por lo que dijo Lorena:
—Jaja, me queda pequeño, pero da igual, para dormir está bien así y si me molesta, me lo quito y ya está. En mi casa duermo desnuda muchas veces.
—Estupendo entonces, aunque te quede pequeño, yo te veo muy bien así. —le dijo resoplando, mi padre, mientras la miraba de arriba a abajo y yo creo que por dentro estaría pensando: ¡Dios mío!, que rica está esta cría—.
—No seas mentiroso, papá, que le queda fatal —le dije, intentando que mis amigas no pensaran que era un salido.
—A mí me gusta y si a ella le parece bien, pues ya está, para dormir le vale —siguió insistiendo.
Cuando nos sentamos a cenar, mi padre intentaba atendernos lo mejor posible, pero estaba todo el tiempo diciendo tonterías para hacerse el gracioso con mis amigas, y menos mal que en ese momento, llegó mi madre a casa:
–¿Qué tal, niñas? ¿Ya estáis cenando?
—Sí, papá nos hizo la cena.
—Muy bien. Pero bueno, Lorena ¿Cómo te has puesto ese pijama? Si no te vale.
—Es que me olvidé de traer el mío y me dejaron este.
—Arturo, ¿cómo la diste ese pijama a la niña? Si Vero tiene uno nuevo en el armario.
—No lo encontré y tuve que darle ese. Tampoco le queda tan mal.
—Claro, para ponerse en la esquina de la calle le queda fenomenal. ¡Ay, que hombres! No se os puede dejar solos.
—Mamá, ya acabamos de cenar. Vamos al salón a jugar.
—Está bien, hija. Anda, Arturo, vete tú también al salón a controlarlas mientras yo friego esto y recojo.
En el salón, antes de irnos a la cama, nos pusimos a jugar a la botella, con las típicas pruebas y retos:
—A quien le toque, tiene que decir el chico que la gusta.
La botella giró y quedó señalando a Paula:
—¡Perdiste!, Paula, ¿Qué chico te gusta, jaja?
—Vale, pues me gusta Oscar.
—¿El del curso de los mayores?
—Sí.
—Bueno, a mí también me gustan los mayores, los de nuestro curso están atontados, jaja —comentábmaos entre nosotras.
—Ahora quien pierda, tiene que dar un beso en la boca a quien quiera ella.
La botella giró y señaló a Lorena, que nos dijo para provocarnos:
—¿Tiene que ser a una de vosotras? ¿No vale a tu padre, jaja?
—Noo, que lista, a nosotras —le dije.
Finalmente, Lorena me dio un beso en la boca a mí, y hasta me metió la lengua y todo, mientras mi padre nos miraba todo el rato sin quitarnos ojo, y sin aguantarse sin intervenir:
—¿Puedo jugar yo también?
—No, papá, jaja, es un juego de niñas. Venga, ahora quien pierda tiene que quitarse la parte de arriba del pijama.
Me tocó a mí y me quite la camiseta, por lo que me quedé solo con el pantalón del pijama, y con los pechos al aire.
—Venga, ahora a seguir hasta quedarse en braguitas.
Sin prestar atención a que mi padre estaba todo el tiempo mirándonos con disimulo, le tocó nuevamente a Paula y tuvo que quitarse el pantalón del pijama y quedarse solo con el tanga que yo le había dejado. En ese momento entró mi madre al salón y nos dijo alarmada:
—¿Pero qué juego es ese, que estáis medio desnudas?
—El de la botella, mamá —le dije, con cara de inocente.
—¿Y os tenéis que quedar desnudas aquí delante de tu padre? Es mejor que os vayáis a tu habitación a jugar a eso. Así tendréis más intimidad. Y tú, Arturo, ¿no les dices nada?
—¿Qué les voy a decir? Déjalas jugar tranquilas, mujer.
—!Anda!, que ya te vale a ti también. Será mejor que nos vayamos a la cama, que es tarde ya.
Mientras nosotras seguíamos en la habitación jugando, mis padres parecía que no podían dormir y hablaban entre ellos:
—Arturo, las niñas están metiendo mucho ruido y van a molestar a los vecinos, vete a decirles que se duerman ya.
—Bueno, a ver si consigo que se tranquilicen un poco y se duerman.
Mi padre entró en la habitación, otra vez sin llamar:
—¡Papáaa!, que estamos desnudas.
—¿Otra vez? Es que siempre estáis desnudas, hija.
—Jajaja, tu padre tiene razón —dijo Paula.
—Venga, Vero, dice mamá que os durmáis ya, que es tarde —nos dijo, más serio.
—Vale, papá.
De nuevo, en la habitación de mis padres, mi padre debía de seguir un pococ alterado por nuestra presencia y sin muchas ganas de dormir, por lo que su excitación le llevó a empezar a meterse con mi madre:
—¡Arturo!, ¿qué quieres? Hoy no podemos hacer nada, que nos pueden oír las niñas.
—Da igual, no se las oye ya, estarán dormidas.
—¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué estás así?, si otras noches no quieres……
—Mira, es que no se me baja.
—Pues vete al baño a masturbarte y a mí déjame en paz.
Mi padre se levantó al baño, pero no dejó la puerta cerrada del todo y cuando Paula se levantó a mear, lo vio allí masturbándose, y claro, no se atrevió a entrar, por lo que volvió a la habitación y nos dijo.
—¡Veroo!, jajaja, está tu padre en el baño haciéndose una paja.
—¿Qué dices….? ¡Ay, Dios!, qué vergüenza. Siempre está igual.
—¿Ya lo viste más veces así? No te preocupes, mi padre está siempre enseñándome la polla también.
—¡Bah!, todos los padres son iguales, están muy salidos. El mío está siempre metiéndome mano a cada momento —nos dijo también Lorena, resignada.
—Sí, es verdad, cuando fuimos a dormir a casa de Sonia, su padre también nos dejó hacerle una paja. Moló mucho, con lo grande que la tenía —añadió Paula.
—Sí, es verdad, a mí me lo contó ella, que me dijo que su padre era un guarro y que su madre no le decía nada —les dije yo.
Lorena, a pesar de decirnos antes que ya estaba acostumbrada a ver la polla de su padre, me preguntó:
—¿Puedo ir yo también a ver a tu padre como se pajea, Vero?
—Bueno, haz lo que quieras, pero ten cuidado, que no te vea.
Pero cuando Lorena fue a espiar a mi padre, él la vio y la mandó pasar:
—Pasa, Lorena, ¿vienes a mear? No te preocupes por mí, puedes hacerlo igual, yo puedo esperar porque a mí no me sale todavía.
Lorena no hacía más que mirar la polla de mi padre, que seguía dura, mientras ella meaba sentada en el water.
Mi padre, al darse cuenta, le preguntó:
—¿Te gusta, Lorena?
Lorena no se atrevió a decir nada, pero asintió con la cabeza.
—Tócala si quieres, que te dejo, pero no se lo digas a tus amigas.
Lorena agarró la polla de mi padre y él le sujetó la cabeza, acercándosela a la boca para que la chupara, y ella enseguida se la metió en la boca, como si ya lo hubiera hecho eso más veces, poniéndose a lamersela toda de arriba abajo, ante el entusiasmo de mi padre:
—Vaya, Lorenita, que rico lo haces. ¿Tú papá también te le pone en la boca?
Lorena no se atrevió a contestarle tampoco, pero estaba claro que ya tenía experiencia en chupar pollas, mientras mi padre, ante la decisión de mi amiga, empezó a meterle mano entre sus piernas para acariciarle la vagina, dejándose hacer ella como una guarra, gimiendo de gusto.
—Que abierto tienes el coño, Lorena. Seguro que alguno te la ha metido ya. No me vas a decir quien ¿eh? Bueno, da igual, seguro que te gusta un montón que te follen. Ven, siéntate encima de mí, que ahora te la voy a meter yo.
Mi padre se puso a follar a Lorena, que no decía no a nada de lo que le hacía mi padre, que le hizo correrse a mi amiga y se la sacó antes de que se corriera él:
—¡Aaaahhh! Qué gusto, menuda corrida…… ¡Buufff!, que rica estás, Lorena. Me imagino que será tu padre el que te la está metiendo en casa, porque ya te entra toda la polla, que suerte tiene. Estáis todas hechas unas buenas putitas. Anda, vuelve despacio a la habitación, que no te oiga mi mujer.
Cuando mi padre volvió a la cama, mi madre le dijo:
—¿Cómo has tardado tanto? ¿Te has quedado aliviado y ya más tranquilo?
—Sí, ya estoy mucho mejor.
—Bueno, pues ahora a ver si me dejas dormir ya.
Mientras tanto, al volver Lorena a la habitación, nosotras le dijimos:
—Has tardado mucho. ¿Estuviste mirando todo el tiempo?
—Sí, bueno, hasta que se corrió tu padre. Me voy a dormir ya, que tengo sueño —intentando disimular.
Nosotras notamos un poco rara a Lorena y aunque a mí no me dijo nada, Paula siguió preguntándole en voz baja, y a ella sí que se lo dijo:
—Es que el padre de Vero estuvo follándome en el baño.
—¿Si?…. ¿Pero cómo?….. ¿Qué paso?…..
—Me descubrió y me mandó pasar. Empezamos a tocarnos y follamos.
—¡Jo, qué suerte, chica! ¿Te gustó?
—Sí, pero no le digas nada a Vero, por favor.
—Vale, no te preocupes.
A la mañana siguiente, nos levantamos a desayunar y a ducharnos, y mi padre, como siempre, ya andaba entrando y saliendo del baño, disimulando, preguntando a mis amigas si querían una toalla o algo.
Y como mi madre ya debía de estar sospechando, le dijo:
—Arturo, por favor, deja de mirar a las niñas ya, que a ver si se lo van a decir a sus padres y piensan que eres un pervertido.
—No, si no las miro, es que creía que estaba el baño vacío.
—Bueno, pues anda con cuidado, que aunque a la tuya no le importe que la veas desnuda, a ellas a lo mejor les molestas.
—Que va a molestarlas, no ves cómo están todo el día exhibiéndose, medio desnudas.
—Eso es porque están en la edad de presumir y ya les gusta que las miren los hombres.
—Por eso, ellas están encantadas y sus padres deben de ponerse malos también mirándolas.
—Eso no es cosa nuestra. Allá ellas lo que hagan en su casa.
—Pues lo que hacen ya te lo digo yo, y no me quieres creer.
—¿Ya estás otra vez?, ¿cómo van a hacer esas cosas?
—Qué si, mujer, lo sé, porque en el bar, con el vino, a algunos se les va la lengua y empiezan a decir cada cosa……
—A mí sus madres no me dicen nada de eso.
—Porque se lo callarán. ¿O es que tú les vas diciendo a ellas lo que hago yo con Vero?
—No, como voy a contar esas cosas, aunque ya te dije que no me gusta que lo hagas.
—Bueno, mujer, mientras ella no diga nada…. Vero se lo pasa bien. ¿La oyes tú quejarse?
—No, claro, por eso os dejo, pero me da miedo de que alguien se entere.
—No te preocupes tanto, que ya te dije que en todas las casas pasan estas cosas…..
—Bueno, vamos a dejarlo, que a ver si nos oyen hablar las niñas. Después tendrás que llevarlas en el coche a su casa.
Cuando llegó la hora, mi padre llevó a Paula y Lorena a su casa, dejando primero a Lorena y luego se dirigió a la casa de Paula, que vivía a las afueras.
Paula iba sentada en el asiento delantero y como su vestido era tan ajustado, se le subía mucho, por lo que mi padre no hacía más que mirarla porque le llegaba a ver casi hasta las bragas:
—Paula, te queda muy bien ese vestido, te hace las piernas muy bonitas, además, como las tienes tan largas, no puedo quitar la vista de ellas.
—Es que este vestido es de punto y se me sube mucho al sentarme.
—Claro, y se te ve todo, ¿no? Puedes cruzar las piernas y así no se te ven las bragas.
Paula cruzó las piernas, haciendo destacar más la firmeza y hermosura de sus muslos, que cada vez estaban poniendo más nervioso a mi padre que estaba loco por tocárselos:
—Paula, ¿me dejas que te los acaricie un poco?
—Bueno….. vale.
—Qué suave tienes la piel. Me estás excitando mucho. Voy a parar un poco aquí, porque no puedo seguir conduciendo.
Mi padre, empezó a acariciar de arriba abajo las piernas de mi amiga, que las abrió ante los manoseos de mi padre, llegando a meter la mano por dentro de sus bragas, haciendo estremecerse a Paula, cuando sintió sus dedos frotar la entrada de su coño.
—¿Te gusta, cariño? Te estás poniendo muy caliente. Méteme tú la mano también en el pantalón, mira como la tengo, que anoche te vi espiándome y seguro que tienes ganas de tocarla.
La mano de Paula agarró la polla de mi padre y ya no pudo soltarla hasta que se la sacó del pantalón y la metió en su boca, chupándosela con desesperación mientras los dedos de él le iban provocando pequeños orgasmos con sus toqueteos.
Cuando ya no pudo más, ella misma se subió sobre él para que se la metiera y empezó a moverse arriba y abajo haciendo que la polla de mi padre le llegara hasta el fondo de su vagina, haciéndola gemir cada vez más fuerte hasta que se corrió llenando con sus jugos las piernas de mi padre, y manchando el asiento del coche también, no pudiendo mi padre evitar por la excitación, correrse dentro de ella, lo que le preocupó mucho por si podía dejarla embarazada:
—Perdona, me he corrido dentro de ti, es que con vosotras no aguanto nada y me lo sacáis todo. Pero no te preocupes, que te voy a conseguir la pastilla para que te la tomes y no pase nada. Mañana te la traigo.
Cuando mi padre la dejó en casa, al volver, mi madre le dijo:
—Has tardado mucho tiempo. ¿Te ha pasado algo?
—No, es que había mucho tráfico.
—Pues menos mal que llegaste porque tienes que llevarme al Centro Comercial antes de que cierre, para comprar unas cosas.
—Bueno, pues vamos.
Y al llegar al coche, mi madre vió las manchas se semen en el asiento:
—¿Qué es esto?, está todo el asiento mojado.
—No sé. Será agua que tiraron las niñas.
—No, esto no es agua, son manchas blancas que huelen a otra cosa. ¡Ay madre! ¿No te habrás tirado a las crías en el coche?
—¿Cómo dices eso?
—Porque te conozco. ¿No tienes bastante conmigo y con Vero, que tienes que follarte a sus amigas también? Aunque conmigo, últimamente poco ¡eh!, pero ya sé yo por qué. ¿A las dos se lo hiciste?
—En el coche fue solo con Paula.
—¡Ah!, o sea que antes en casa ya te follaste a Lorena también.
—Es que ya sabes cómo son ahora, parece que están todo el día provocándote.
—No me lo puedo creer, pero si son unas crías, por Dios. Ya te veía como las mirabas en casa, pero no me imaginaba que llegaras a esto.
—Lo siento, pero ellas también quisieron ¡eh!
—Eso no lo dudo y les encantaría, además. Mira, Arturo, esto no puede seguir así, imagínate si se enteran sus padres, lo que puede pasar.
—Pues nada, ¿Te crees tú que ellos no se follan a Vero también?
—¿Cómo dices esas cosas? No me lo creo. ¿Tú crees que todos los padres son como tú?
—Vero no te lo cuenta, pero a mí sí me lo dijo.
—¿Cómo puede ser? Me vais a volver loca entre los dos. ¿Qué voy a hacer yo ahora?
—Pues nada, cariño, lo que hacen las demás.
—Pues alguna amiga mía ya acabó separándose por algo así.
—Se juntarían otras cosas también, yo te quiero y no veo por qué tenemos que separarnos por culpa de esto.
—Sí, claro, a ti te va muy bien así. ¿Pero cómo crees que me siento yo cuando te quedas a dormir con Vero?
—Sí, te entiendo, pero ya te dije muchas veces que durmamos los tres juntos y participes, así no te sentirás desplazada.
—Ya sabes que a mí esas cosas no me gustan, pero no voy a tener otro remedio que resignarme.
—Pues tendrías que animarte. Ya verás como acaba gustándote, mujer.
De todo esto que había pasado ese día con mis amigas Lorena y Paula, me enteré años después, pero tampoco me importó mucho, porque cuando yo iba a dormir a casa de alguna amiga, algún padre también me había follado a mí, como le había dicho mi padre a mi madre, así que todas en paz.
Excitante deberías continuarlo