Papi y mami.
—¡Oh, papi! … ¡Estas sí que son pajas! ….
Finalmente había terminado la universidad y hacía unos días había regresado a casa. Estaba acostada en mi cama sin ninguna intención de levantarme. Necesitaba descansar y descansar y descansar. Escuché a mamá trajinando por la cocina, seguramente se aprontaba a cocinar. ¿Y donde estará papá? Debe estar ejercitándose en su cuarto, lo escucho respirar agitado. Ahora también escuchó a mamá subiendo las escaleras y luego entró al dormitorio matrimonial.
—¡Oh, por el amor de Dios! … ¿Qué estás haciendo? … ¡La niña está en casa! …
Exclamó mamá. Abruptamente los quejidos de papá cesaron.
—¿Y qué? …
Respondió papá evidentemente sorprendido y algo ofuscado.
—¿Acaso no puedes controlarte a ti mismo? …
—¿Controlarme para qué? … ¿Qué estaba haciendo de malo? … Tengo necesidades, ¿no? …
—Está bien … Pero por el amor de Dios, contrólate … No quiero entrar al cuarto y verte haciendo eso ….
—Oh, no seas tan santurrona, Marlene … El dormitorio es el lugar perfecto …
—De todos modos, detén eso … Ya no eres un adolescente …
Escuché decir a mamá en un tono enojado. Luego cerró la puerta de su dormitorio y entró a mi habitación.
—Hola, cariño …
Fingí sacarme los audífonos de los oídos como si hubiera estado escuchando mi música y no hubiese escuchado nada más.
—Oh, mamá, eres tú … ¿Me dijiste algo? …
—Ehm, no … Solo quería saber si tenías algo de ropa que lavar … Estoy preparando la lavadora, ¿sabes? …
—No, mamá … Solo la que dejé en el cesto de la ropa sucia …
Mamá me sonrió y luego bajó las escaleras y yo me quedé preguntándome; ¿Qué habrá estado haciendo papá que la hizo enojar tanto? ¿Por qué le dijo que ya no era un adolescente? ¿Lo habrá sorprendido masturbándose? No se me ocurrió pensar nada más. Pero me quedé con la duda. Me resultaba difícil imaginar a papá masturbándose. De seguro sería otra la verdad. Mi menté focalizó algunas imágenes de pollas adolescentes disparando semen. Como los chicos de la universidad donde masturbé a más de uno de ellos y a otros les permití otras varias cosas.
La jornada pasó sin contratiempos. Cenamos todos en la isla de la cocina. Mamá parecía estar bien con papá, reinaba la normalidad en casa y fuera lo que fuera que la haya molestado esta mañana, había desaparecido del todo. Me ofrecí a limpiar la cocina y lavar la vajilla. Luego me fui a acompañar a mis padres que miraban la televisión. La programación estaba aburrida y me despedí de ellos deseándoles unas buenas noches, luego me fui a mi cuarto a relajarme.
Subí a mí habitación, me desnudé y me fui al baño. Mamá y papá estaban todavía abajo, así que no me preocupaba de que fueran a verme desnuda. El hecho no me molestaba tanto, ya me habían visto desnuda en otras ocasiones, después de todo eran solo mamá y papá. Me acosté en mi cama, no me cubrí para nada, la tarde estaba calurosa y necesitaba refrescarme. Me puse a revisar mi celular. Luego de un rato escuché a mamá y papá subiendo las escaleras, entraron a su dormitorio y se sintieron los ruidos habituales, la cama crujió, fueron al baño, la cama volvió a crujir y escuché la voz de mamá.
—No Mauro, no … ¿Cuántas veces te lo debo repetir? …
—¡Maldición, Marlene! … ¿Por qué no? … Todo el mundo lo hace … ¿Por qué nosotros no? …
—Porque me duele y dije que no … Ahora quédate tranquilo y duérmete …
Pobre papá, parece que mamá no quiere cumplir sus deberes conyugales. Quizás esté en una menopausia anticipada y esté teniendo un cambio hormonal que la afecta. Pero porqué le dice que no si es tan rico sentir algo allí. Inconscientemente mi dedo se deslizó suavemente hacia arriba y hacia abajo en el delicado surco de mi hendedura vaginal. Gemí y mi dedo encontró mi ojete de entrada todo mojado y se metió dentro, pensé en sacar mi juguete del bolso y tenerlo cerca, iba a necesitar algo mas consistente que un dedo. Encorvé mi dedo y acaricié mi punto G, inmediatamente mis piernas se abrieron, mi vientre se hundió, mi espalda se enarcó, mis pesadas tetas rebotaron hacia arriba y un apagado gemido acompañado por exquisitos escalofríos de placer recorrieron todo mí cuerpo. Mí dedo pulgar buscó la turgencia de mi botoncito y lo presionó delicadamente, luego dibujó círculos concéntricos a su alrededor, después cual, si fuera la cuerda de una guitarra, comenzó un rasgueo que poco a poco fue en aumento, como así también aumentó mi placer y me escuché jadear muy cachonda.
—Silencio, Luisa … —Susurré jadeante.—No quieres que te escuchen, ¿verdad? …
Comencé un rápido mete y saca de mi dedo que venía alegremente engullido por mi vagina que lo apretaba con contracciones involuntarias. Desesperada agregué un segundo dedo tratando de ensanchar mi apretada y empapada panocha. Los bordes de mis uñas estimulaban mis rosados pliegues y enviaban shocks eléctricos por toda mí piel. Mis jadeos se hacían más fuertes. Exploté sorpresivamente, mi orgasmo me cogió intempestivamente y me revolqué sobre la cama encogiendo y cerrando mis piernas que temblaban enloquecidas, mis tetas y respiración estaban agitadas.
—Oh, mi Dios … ¿De dónde vino eso? …
Dije a baja voz tratando de recomponerme. Lánguidamente me cubrí con sábana y edredón y la noche silenciosa me hizo derivar a unos dulces sueños marcados por el rechazo de mí mamá a papá en forma repetida. Me desperté con mi coño en ascuas y goteando. Había sido una noche sensual, perturbada y pervertida. Me puse la bata, fui a orinar al baño y me metí bajo la ducha, necesitaba enfriar mi conchita escaldada. Me quedé un rato bajo el agua temperada, dejando que simplemente lavara mí sudor, luego me enjaboné y me enjuagué. Mientras rociaba mis partes íntimas con el cabezal de la ducha para hacer escurrir restos de espuma, el potente chorro golpeó mi protuberancia, tuve que cerrar las piernas de golpe y las intensas contracciones se repartieron intensamente por mi coño y mí engurruñado trasero. Cachondos jadeos escaparon de mi boca, una vez más mi cuerpo respondía en forma intensa y caliente a estimulaciones fortuitas. ¡Oh, Dios! ¿Qué me está sucediendo? Por supuesto que no iba a quedarme bajo la ducha y volver a correrme. Bueno, no mientras papá y mamá estuvieran en casa. Corté el agua del grifo, me quedé parada allí permitiendo que el agua escurriera sobre mi piel, luego procedí a secarme y me fui de vuelta a mi habitación. Tiré mi bata a los pies de la cama y me senté desnuda al borde de la cama. Las paredes frágiles y delgadas permitían escuchar todo. Podía oír a mamá abajo y papá al parecer estaba en su habitación, ehm, vistiéndose, supuse. Me vestí con una remera, una faldita y un par de bragas, luego bajé.
—Buenos días, mami …
—Hola, cariño … ¿Tostadas o cereales? …
—Uhm … Un poco de leche y cereales estaría bien para mí …
Saqué un Tetrapak del refrigerador y agregué leche al cuenco de cereales que me había preparado mamá y los dejé en remojo para que se ablandaran; me encanta cuando se transforman en una especie de papilla de galletas con leche.
—Hay té y agua hervida en la tetera …
Dijo mamá, asentí con la cabeza y me serví un poco de té caliente en un tazón, luego le agregué leche, después volví a poner la leche en el refrigerador.
Papá entró, normalmente se sirve un pocillo de cereales, excepto los fines de semana cuando suele prepararse una paila de huevos revueltos y tocino. Le dio un piquito en la mejilla a mamá y a mí me saludó con un movimiento de su mano, luego agarró un tazón y se sirvió un poco de té el mismo, antes de sentarse a la mesa.
—Voy al centro comercial si alguien quiere venir conmigo …
Dijo mamá mientras papá vertía unos cereales en su pocillo.
—No mamá, gracias …
Dije, no tengo dinero extra e ir al centro comercial y no comprar nada no es lo que llamaría una diversión.
—Yo tampoco, Marlene … A menos que necesites que te acompañe … Tengo algunas cosas que hacer esta mañana …
—Está bien … Iré sola … Probablemente no llegaré a tiempo para almorzar, así que en la nevera hay un poco de pollo y algunas ensaladas …
—Está bien, mamá … Estaremos bien, no te preocupes…
Después del desayuno me encargué de limpiar y ordenar la cocina. Luego me dirigí a mí cuarto para reposarme otro poco. Mientras yacía allí en silencio escuché algunos sonidos. En el exterior había ruidos de uno u otro vehículo pasando por la calle; también se sentía el trinar de algunos pajaritos; a lo lejos un ladrido de un perro, pero en la casa escuché un crujido tenue de somier. Después hubo otro crujido similar y me concentré en ello; los ruidos se repitieron; entonces me di cuenta de que se trataba. Papá se masturbaba otra vez. El sonido de su respiración se hizo más intenso, también el sonido de su polla era audible. Una polla emite un ruido característico cuando se la jala. El prepucio que sube y baja, más la mano de el hombre que golpea su pubis una y otra vez, hacen posible reconocer inmediatamente esos sonidos peculiares. He visto a muchos novios masturbarse y ese sonido no tiene igual. Es característico, es similar, es monótono y reconocible.
Lo más silenciosamente posible me bajé de la cama y me dirigí al pasillo. La puerta de papá estaba medio abierta. En el reflejo del espejo del armario, pude ver que sus pantalones y calzoncillos estaban tirados hasta los tobillos, pero una de sus piernas estaba libre, tenía ambas piernas separadas. Su mano estaba trabajando con su arnés jalándolo hacia arriba y hacia abajo; todavía con cierta parsimonia, pero iba en aumento. Los sonidos eran mucho más nítidos a esta distancia y sabía que mi coño estaba empezando a mojarse.
—¡Mmmmmmm, bebé! … ¡Uhhhhhh! … ¡Qué rico! … ¡Ahhhhhh! …
Murmuraba papá entre guturales gemidos y agitada respiración. Su hermoso glande brillante aparecía y desaparecía con el movimiento acompasado de su mano.
—¡Uhhh, pequeñita mía! … ¡Ummm, Luisa! …
¿¿Qué?? ¡Mierda! ¿Fue ese mi nombre? ¿Papá estaba teniendo fantasías conmigo? ¡Santo cielos! Su mano aumentó su velocidad, su polla parecía más grande y dura.
—¡Oh, Dios! … ¡Luisa! … ¡Mmmm, Luisa! …
Dijo comenzando a chorrear su semen sobre su mano, luego pareció explotar y salieron varios chorros más disparados por el aire. Su esperma parecía tan blanco en contrasto con su amoratado glande. Papá siguió moviendo su mano, pero mucho más lento, como para exprimir hasta la última gota.
Mi cabeza era un torbellino cuando me fui de regreso a mi habitación. Estaba confundida, muy confundida. Sabía que mamá no le estaba dando sexo a papá; no le ayudaba ni siquiera con sus manos; pero ¿por qué papá había comenzado a fantasear conmigo? ¿Por qué me follaba mentalmente? Yo nunca había fantaseado con él; incluso las veces en que lo vi desnudo. Él es mí papá y eso es todo.
Por alguna extraña razón mi panocha estaba húmeda y escaldada. Sin siquiera pensarlo me bajé las bragas a mitad de mis muslos y tentativamente uno de mis dedos exploró el charco candente entre mis piernas. Mis labios estaban hinchados y mi ingle empujaba contra mi dedo, provocando un sonido acuoso en mi panocha. Mi dedito comenzó a tocar mí clítoris como la cuerda de una guitarra. Jadeé pensando a la blanca esperma que volaba desde la polla de mi papá. Cerré los ojos y mi conchita se tragó mi dedito. Me costaba respirar y en mi cerebro estaban presentes las imágenes de esa polla nervuda, gruesa, amoratada y pulsante que despedía chorros de manjar blanco.
Mi otra mano vino en ayuda y con dos dedos abrió mi agujero excitado y candente. Los dedos se incrustaron en mi cuevita del placer, mi cerebro decía que era la polla de papá. Pero ¡Que polla! ¡Qué hermosa polla! ¡Oh, Dios! Mis dedos bombearon rápidamente en mi orificio encharcado, entrando y saliendo una y otra vez. Jadeé sintiendo las caricias de mis dedos enterrados profundamente en mi chocho; de pronto mi dedo pulgar presionó mi clítoris, empujándolo, sobajeándolo, amasándolo tantas veces que mis pezones se pusieron duros como roca. Jalé de mi remera por sobre mi cabeza y pellizque esas duras aceitunas, revolcándome de placer sobre mi cama. Jadeé fuerte y temblé toda mientras murmuraba una y otra vez.
—¡Oh, papá! … ¡Oh, papá! … ¡Oh, papá! …
Imaginaba la hinchada y chorreante polla de papá follándome, empujaba su nervuda pitón emitiendo chorros de esperma cual si fuese un geiser dentro y fuera de mi panocha. No me pude contener y exploté en un increíble orgasmo. Jadeé con lujurioso placer. Apreté mis dedos entre mis piernas y moví mis caderas como si estuviese follando a mi mano. En eso hubo un crujido en el pasillo. No había nadie más en casa, solos papá y yo; entonces supuse que él había estado allí en mí puerta. ¿Me habrá escuchado? ¿Me habrá estado mirando?
Poco a poco volví a respirar con cierta normalidad. Escuché que papá bajaba por las escaleras, posiblemente camino de la cocina. Rápidamente me escabullí al baño para lavar mi jugosa panocha, me sequé y me puse bragas frescas; luego bajé las escaleras. Encontré a papá en la cocina bebiendo jugo de naranja.
—¿Quieres que prepare algo para almorzar, papá? … Mamá dijo que había dejado algunas cosas en la nevera …
—Sí, cariño … Por favor …
En el refrigerador encontré pollo al jugo, arroz graneado y una ensalada de tomates y pepinos; también quedaba suficiente pan. Puse a rescaldar el pollo y el arroz en el microondas y aliñé la ensalada con sal y aceite. Tosté unas lonjas de pan en el tostador y las embadurné con mantequilla. Aparejé la mesa y nos sentamos a comer con media botella de vino blanco.
—¿Quieres mostaza, papá? …
—No, pero pásame ese ají picante, por favor …
Tomé el envase de ají pebre y yo preferí la mostaza. Nos sentamos tranquilamente con papá a degustar nuestro almuerzo hogareño. Lo observé mientras masticaba con gusto su almuerzo; le serví un poco más de vino y continuamos charlando de cosas triviales y sin importancia. En mi mente giro vagaban las imágenes de su polla escupiendo lava caliente.
Lavé los platos y cubiertos en el lavavajillas. Volví a colocar las salsas en el refrigerador, mientras papá continuaba sentado a la mesa y de tanto en tanto me observaba. Cuando termine le dije.
—Voy al salón, papá …
Fui me senté en el amplio diván, me puse mis auriculares y comencé a navegar con mi celular. Después de un rato papá vino a sentarse en frente de mí. Le sonreí y continué a navegar en la red viendo divertidos videos de mascotas. Me reí bastante con alguno de ellos, lo que hizo que me moviera bastante sentada al sillón. Entonces miré a papá y estaba con los ojos fijos en mi faldita que se había elevado hacia arriba, mis rodillas estaban ligeramente separadas y supe inmediatamente que estaba con los ojos fijos en mi panocha. Me fije que en sus pantalones se había formado un enorme bulto que era imposible de ocultar. ¡Oh, papá! ¿En qué estará pensando? Ciertamente que imaginaba a cosa pensaba; traté de concentrarme en los videos de la red, pero, a decir verdad, ya no era posible viendo el monstruoso abultamiento en los pantalones de papá. Me preguntaba si estará perdiendo algunas gotitas de su néctar masculino. Tal vez su polla esté palpitando, ¿no? Improvisamente él se levantó y dijo.
—Voy a mi cuarto …
—Ok …
Dije fingiendo de sacarme los audífonos. Lo escuché subir las escaleras y entrar a su dormitorio. Le di un par de minutos y subí las escaleras, quedándome fuera de su habitación. La puerta estaba entreabierta. Traté de colocarme en las sombras y observarlo por el reflejo del espejo. Sus pantalones ya estaban abajo, al igual que la otra vez, una de sus piernas estaba libre y separada de la otra. Tenía la mano alrededor de su polla y al parecer estaba recién comenzando.
Muy lentamente arremangó su prepucio hacia abajo; luego observé el blancor de sus nudillos cuando su fuerte mano envolvió su polla. Su glande brillaba y lanzaba destellos violáceos, casi como una berenjena luminosa en tintes lilas. Sus poderosas bolas colgaban arrugadas y peludas debajo de su polla. Papá era todo un espectáculo digno de ser visto. Él comenzó a ir más rápido, estaba bombeando su pene enérgicamente, su glande aparecía y desparecía enviando centellas de color morado. Su respiración se hacía a momentos, cada vez más pesada y agitada, entonces lo escuché decir varias veces.
—¡Oh, Luisa! … ¡Oh, Luisa! …
No quería disturbarlo en su momento cúlmine, él merecía ese momento fugaz de felicidad y privacidad. No quería que él supiera que lo había estado observando. Sigilosamente bajé a la cocina a colocar un poco de agua para tomar un té; justo en ese momento mamá entró por la entrada principal.
—Hola, Luisa … ¡Qué bien! … Estás colocando la tetera …
—Sí, mami … ¡Oh, Dios! … Regresaste rápido, ¿eh? …
—Sí … Decidí ir solo al supermercado … Al parecer había algún accidente … Había una congestión gigantesca … Así que, en la rotonda, giré y me vine de regreso a casa … ¿Dónde está tú padre? …
—Ehm … ¿Papá? … No estoy segura, pero creo que subió al dormitorio …
Mamá salió de la cocina y subió las escaleras, entonces la escuché a alta voz.
—¡Por caridad! … ¡Dios mío, Mauro! …
Luego se escuchó un fuerte portazo y mamá volvió a la cocina.
—¿Tienes un poco de té para mí? …
Preguntó con su rostro enrojecido de ira; fingí no darme cuenta de nada y respondí.
—Sí, mamá … Pensaba ofrecérselo a papá, pero hay suficiente para todos …
—Bueno … Tú padre ya no lo necesita …
Dijo vaciando sus compras sobre la isla y la ayudé a guardarlas. Luego nos acomodamos en el salón a beber nuestras infusiones.
—¿Qué hiciste toda la mañana, Luisa? …
Preguntó mamá con un dejo ofuscado en su tono de voz. Me aseguré de que mis rodillas estuviesen bien juntas. No quería que ella viese lo que papá había visto y pudiese sacar conclusiones que yo no quería que ella tuviera.
—Aprovechando de descansar y revisando mi celu … Escuché un poco de música con los audífonos … así que no me percaté mucho de lo que sucedía a mí alrededor … Papá estuvo aquí por un rato, luego subió a su cuarto, imagino … Entonces decidí calentar agua y preparar un poco de té … En eso llegaste tú …
—Una mañana tranquila en casa es mucho más relajado que la universidad, ¿no? …
—¡Ni lo digas! … Todo en la universidad es intensivo … Las conferencias … Escribir informes … Las tareas … Trabajos de investigación … Etcétera, etcétera, etcétera … Estar aquí en casita es un cambio encantador … Un verdadero alivio …
—Me alegro de que digas eso … Traeré unas papás fritas y unas galletas para el té …
—Suena fabuloso, mami …
Luego de un rato bajó papá.
—¿Les molesta si miro la Formula uno? …
Mamá no respondió nada y yo me encogí de hombros, total no entiendo nada de carreras de auto. Mamá se fue a la cocina a preparar la cena y yo pude relajar un poco mis piernas; tener las rodillas juntas es tedioso y puede resultar en dolorosos calambres.
Esa noche cenamos y vimos un poco de televisión, para mí fue bastante anodino. Papá y mamá disfrutan de viejas películas de dramas policiales y cosas del crimen; todas cosas que a mí no me atraen, así que me despedí y dije que me iría a la cama. En mi dormitorio me desnudé completamente y me fui al baño para refrescarme y lavar mis dientes. Volví a mi cama y me puse a revisar mi celu, luego apagué todo y sin pensamientos ni preocupaciones, me deslicé plácidamente en los brazos de Morfeo.
A la mañana siguiente, después del desayuno; mamá dijo que iría al cementerio a limpiar la tumba del abuelo y luego pasaría al Centro Comercial. Dijo que volvería para el almuerzo. Papá vino, se preparó una taza de café y se sentó a comer unas tostadas con queso derretido.
—Por Dios, papi … Mamá parecía muy enojada contigo ayer, ¿no? …
—¿Ah? … ¡Ehm! … Oh, sí …
Ante su incongruente respuesta , traté de apurarlo. Por supuesto que yo ya sabía todo, pero necesitaba escuchar de él que cosa me iba a decir.
—¿Y que es lo que la hizo enfurecer tanto? …
—Ella me sorprendió haciendo lo mismo que hacías tú en tu dormitorio el otro día …
—¿Yo? … Ehm …Bueno … Eso no tiene nada de malo … Es una cosa natural, ¿no? …
—Per tú mamá no lo cree así … Ella piensa que es algo indebido …
—¡Oh, Dios! … ¿Y tú el otro día me escuchaste? … Lo siento, papá …
—Bueno … Fuiste un poco ruidosa …
No quise decirle que él también lo era y que yo lo había escuchado. Probablemente eso lo habría molestado.
—¡Oh, papi! … Quizás que cosas pensaste de mí, ¿eh? …
—Bueno … Solo pensé lo hermoso que debe haber sido verte cuando lo hacías … Tú mamá nunca lo hizo … Por lo menos frente a mí … Jamás he visto a una mujer hacerlo …
—¡Santo Dios! … ¿Estás diciendo que querías mirarme? …
—¡Ehm! … Bueno … Sí … Sé que está mal, pero lo pensé …
Algo hizo clic en mi cabeza y me vino una idea un tanto disparatada.
—Mamá estará fuera por un par de horas, ¿sabes? …
—Sí … Lo sé …
—Ahora voy a subir a mí habitación, papá … Solo por un rato …
Dije haciéndole un guiño con el ojo.
—¿Ah? … ¡Oh! … Está bien …
Dijo papá sonriéndome algo confuso. Mi mente imaginaba sobre que hacer ahora, ¿Iba a ir tan lejos cómo para dejarlo mirarme? Subí las escaleras y entré a mí dormitorio. Me bajé mi tanga y me tumbé en la cama con mi falda alrededor de mi cintura. Esperé hasta que escuché a papá acercarse a mí puerta; extendí mis piernas bien abiertas, cerré mis ojos y comencé a pasar mi dedo medio por mi rajita cerrada. ¡Oh, Dios! Estaba totalmente mojada. No sabía porque le iba a mostrar mi conchita a papá, mi chochito que ahora se parecía a las cataratas de las siete tazas. Mi dedo emitía sonidos acuosos adentrándose en mi empapada panocha; mis escalofríos de placer aumentaban al curvarse dentro de mi ojete vaginal. Estaba tan concentrada en darme placer que casi no escuché cuando papá se paró en el vano de mi puerta abierta, pero sonreí mentalmente imaginándolo ahí con sus pantalones a los tobillos y su grueso pene en sus manos. Disfruta papá, pensé.
Encontré la turgencia hinchada de mi protuberante clítoris, el roce de mi dedo fue divino, inmediatamente me hizo gemir y mis nalgas se apretaron, empujando mi pelvis hacia arriba, al tiempo que mis piernas temblaron ligeramente. Mi mano izquierda se agarrotó tirando de mí edredón. Enseguida con el borde de mi uña lo golpeé suavemente. Mi respiración se hizo más afanosa. Entonces solté el edredón y deslicé mi mano bajo mis muslos buscando la estrellita estriada de mi apretado culo.
Acaricié mi pequeño agujerito y saqué algo de mis fluidos de mi panocha para humedecer el hoyito engurruñado de mi trasero, luego me penetré con el dedo medio y lubrique tan estrecho orificio. La estimulación me hizo jadear y abrir mis piernas al máximo. Comencé a follar mi culo con los dedos de mi mano izquierda y a penetrar mi conchita con los de mi mano derecha. Mis caderas se movieron para aumentar la penetración. Los dedos en mi panocha se curvaron contra mi punto G y lancé un chillido y unos sollozos acompañados de una loca risa. Mi cuerpo se arqueó sobre el edredón, metí un dedo más en mi culo y restregué mi clítoris con mi dedo pulgar, casi se me escapa un grito de loca lujuria.
Descargas eléctricas comenzaron a azotar mi cuerpo. Olas de placer me hacían vibrar temblando de pies a cabeza. Mis dedos se movían enloquecidos dentro de mí. Mis pesadas tetas bajo mi remera parecían haber crecido y se estremecían en modo demencial. Sentí que este iba a ser un gigantesco orgasmo y mis dedos aumentaron la presión y velocidad. Me mordí los labios para no gritar. Inesperadamente mis muslos se cerraron y me revolqué en la cama temblando, jadeando afanosamente.
Sentí mi esfínter contrayéndose, apretando mis dedos. Mi panocha trataba de engullir profundamente los dedos de mi mano derecha que rozaban mi punto G. Mi dedo pulgar sobajeaba mi clítoris y se abrieron las compuertas del cielo. Varios chorros salieron disparados de mi panocha, gruñí, grité, chillé, gemí, lancé carcajadas y vagidos de bebita mientras espasmódicas ondas de lujurioso placer convulsionaban todo mí cuerpo.
Poco a poco me fui recomponiendo, finalmente mi cuerpo se relajó y mis piernas se abrieron de par en par dejando libres mis manos. Abrí mis ojos y vi a papá parado en la puerta de mi dormitorio, tenía sus pantalones bajados y su endurecida polla en la mano, pero no se masturbaba, solo la mantenía ahí estrecha en su mano.
—¡Guau! … ¡Maravilloso! … —Exclamó, papá.
—Es tu turno ahora, papi … —Dije con la voz enronquecida.
—¿Ah? … —Dijo con cierta confusión.
—Sí, muéstrame cómo lo haces tú … —Le pedí ansiosa.
—Bueno, pero voy a hacerlo en mi cama …
Dijo girándose y caminando en forma divertida a cortos pasitos con sus pantalones alrededor de sus tobillos. Entró a su dormitorio y se dejó caer sobre su cama. Me bajé mi faldita y me fui tras él. Papá estaba ya acostado sobre su cama y estaba liberando su pierna izquierda. Su polla estaba dura como palo, sobresalía y vibraba desafiante. Pronto la aferró con fuerza, sus nudillos blancos denotaban la energía en el agarré de su engruesado pene.
No quería perderme de nada, así que me acerqué a medio metro de su gran polla, Podía sentir el aroma que emanaba su verga excitada. Vi como arremangaba su prepucio afelpado para hacer relucir su glande hinchado a forma de hongo y su pequeñito agujero en el ápice donde ya asomaban burbujitas de esperma que hacía centellear la gruesa cabezota de su pene de reluciente morado. Su polla se tenso y pareció crecer al iniciar su mano a moverse hacia arriba y hacia abajo. Sus grandes bolas peludas rebotaban al ritmo de su mano.
Papá se metió los dedos en su boca y los sacó humedecidos con su saliva, entonces sobajeó la punta de su polla lubricándola. Volvió a mover su mano hacia arriba haciendo desaparecer casi por completo su cabezota hinchada, luego la volvió a bajar y su glande pareció destellar haces de luz violáceos. Enseguida invirtió el movimiento. La mano de papá aumentó su velocidad y sus pelotas se agitaron rítmicamente. Papá jadeaba, su pecho se agitaba convulsionando, sus bolas saltaban más rápido, su escroto pareció achicarse. La mano de papá no cesaba de moverse a vertiginosa velocidad.
—¡Ahhh! … ¡Urghhh! … ¡Umpf! … ¡Oh, Dios! … ¡Umpf! …
Lo escuché gemir, su mano parecía borrosa, sus piernas se pusieron tiesas, su espalda se arqueó, su cabeza cayó hacia atrás y sus caderas follaban su mano enloquecidas. Nacarados filamentos de semen volaron por los aires. Uno-dos-tres y luego otros más débiles. Todos se elevaron a diferentes distancias y direcciones. Papá continuó a bombear su polla enrojecida extrayendo hasta las últimas gotas perladas de esperma. Entonces él abrió los ojos y me miró. Sonriente apuntó mi cara, entonces me di cuenta de que una hebra de semen pendía de mi nariz.
—¡Oh, papi! … ¡Eso fue intenso! …
—¡Ehm, sí! … No sé si fue porque estabas mirando, es tabú, ¿sabes? … Pero fue más placentero de lo habitual …
—Sé lo que quieres decir, papá … Eso quieres decir que querrás volver a verme a mí y yo a ti, ¿verdad, papi? …
—Creo que sí …
—Qué bien … No hay nada mejor que una buena paja, ¿verdad, papá? …
—Tienes toda la razón, nenita …
***
—Mami, ¿puedo hacerte una pregunta? …
—Sí, ¿de qué se trata? …
—¿Por qué estabas tan enojada cuando entraste a tu habitación? … ¿Qué estaba haciendo papá que te molesto tanto? …
—¡Oh! … ¡Uhm! …
Yo ya sabía todo, pero esperaba escuchar lo que mamá tenía que decir al respecto. Ella titubeó por unos instantes y respondió.
—Estaba haciendo algo que yo le había pedido que no hiciera …
—¿Qué, mamá? … ¿Qué fue eso tan terrible que te hizo enojar? …
—¡Oh! … ¡Por Dios, Luisa! … Él … Él se estaba masturbando … Eso, ya lo dije …
Me quedé silente evaluando que cosa le iba a decir. El hecho era delicado y necesitaba encontrar las palabras justas y con cuidado.
—Pero ¿qué hay de malo en eso? … Todo el mundo lo hace … Quiero decir, están casados … Quizás cuantas veces lo has hecho por él … No quiero inmiscuirme en tu vida privada, pero … Quiero decir, esta es una cosa del todo normal …
—Te equivocas … Yo no hago esas cosas …
—¿En serio? … Pero ¡por Dios, mamá! …
—Sucede que eso ya no me interesa … Yo he cambiado … Mi cuerpo ha cambiado … Y le había dicho más de una vez de no hacerlo …
—Mira, mamá … Entiendo que tú no quieras hacerlo … Pero papá es vigoroso y de seguro él lo necesita … Eso es lo natural … O quieres que él busque alternativas peores …
—¿Alternativas? … ¿Cuáles alternativas? …
—Para empezar; podría muy bien ir a buscar en otra parte lo que no obtiene en casa … podría encontrar a otra mujer que le de lo que tú no le das … No me gustaría que ustedes terminaran separándose …
—¡Ay, Luisa! … Eso nunca va a suceder … Además, no quiero seguir hablando de esto …
—Está bien, mamá … Lo siento por ti … Piensa bien lo que estás haciendo con él … O lo que no estás haciendo como esposa, ¿vale? …
Había sembrado la semilla de la duda y la sospecha en la mente de mamá. Ahora debía solo esperar cómo se comenzaba a desarrollar el todo. Realmente mi preocupación por ellos era genuina. No podía mamá estar tirando todo por la borda por algo tan natural como una paja. Además, que yo no imagino a mí papá sin mí mamá y a ella sin papá; los veo juntos para siempre.
La semana siguiente mamá dijo que iba otra vez al cementerio a pagar la mantención, por lo que tardaría mas o menos una hora. Papá estaba sentado en el sofá de frente a mí viendo unas peleas de la UFC y yo estaba viendo unos divertidos videos en la red. Tenía mi falda muy cortita, una ajustada remera, sin sostén para dejar a mis redondas tetas en libertad de movimiento y por último, el par de bragas más pequeñas que encontré; esas que se me metían en el culo y en medio a mis gordiflones labios vaginales. Sabía que papá antes o después se daría cuenta de mi atuendo y mí plan era justamente eso; calentarlo tanto que tendría que subir las escaleras para ejecutar su tarea lenitiva y que estuviera haciéndolo cuando mamá regresara del cementerio, para que lo atrapara en el acto mismo. Es decir, masturbándose.
Tenía mi celu en frente a mis ojos y me puse los audífonos para fingir que estaba escuchando algo interesante. Lo enfoqué a él directamente para observar los cambios en su rostro, sus ojos iban y venían observando mi entrepierna con mis muslos apenas separados. Entonces me moví un poco sobre el diván y abrí más las rodillas. Papá pareció dar un respingo, de seguro ahora estaba viendo mis diminutas bragas enterradas en medio a mi coño pulsante. Para mí estás bragas eran una molestia por ser demasiado chicas, me quedaban apretadas y se me enfilaban en medio a los labios gruesos de mi vagina causándome irritación y molestias al caminar; pero eran perfectas para mi plan; total no debía caminar ni ir a ninguna parte.
Pensé en darle más vistas interesantes; descuidadamente abrí mis muslos para rascarme allí justo donde mis bragas desaparecían en medio a mis mojados labios. Papá estaba concentradísimo mirándome. Yo estaba concentradísima en sus ojos que se achinaban y agrandaban mirando mis bragas empapadas.
Entonces dirigí mi celu más abajo, a su regazo, y pude ver el reconocible bulto que comenzaba a crecer y a hacerse cada vez más grande. Pero ¿por qué? Me pregunté. Papá ya me había visto muy de cerca y en persona. Sabía exactamente como era mi panocha. Me había visto masturbarme; pero allí estaba él mirando mi diminutas bragas que casi no cubrían mi coño, con la esperanza de volver a ver más. Nunca entenderé a los hombres. Para mí, una vez que has visto la polla de un hombre y sé como se ve, no necesito seguir mirándola. Obviamente es rico verla y usarla, pero no necesito tener vistas adicionales del mismo pene una y otra vez. ¿Por qué a los hombres nunca les basta?
Hablando de penes, bajé ligeramente mi celular para encuadrar su regazo y pude confirmar que su bulto había crecido desproporcionadamente. El bulto de papá parecía moverse bajo sus pantalones. Sonreí fingiendo como si estuviera reaccionando a uno de mis videos. Volví a enfocar su rostro y podría jurar que sus ojos estaban casi saliéndose de sus orbitas, mirando fijamente mi panocha; aún cuando trataba de fingir de estar viendo la tele.
Mis bragas estaban cada vez más adentro de mi panocha y mis labios la habían hecho desaparecer en el charco caliente de mis fluidos; también estaban enterradas entre mis nalgas, pero de seguro él no podía ver mí estrecha estrellita estriada y engurruñada, ya que yo estaba sentada sobre ese pequeño orificio. Entonces se me ocurrió algo. Casi despreocupadamente dejé caer los audífonos sobre la alfombra. Sabía exactamente donde estaban, pero me agaché y le presente mis dos nalgas redondas a los ojos de papá. De seguro ahora él podía ver mis glúteos con mis bragas perdidas entre mis blancas nalgas y también el surco de mi panocha engullendo totalmente la parte frontal de mis bragas.
—¡Oh, por Dios! … Estos malditos audífonos … ¿Dónde están? …
Me levanté con mis piernas estiradas, sabiendo que mi faldita se había arremangado hacia mi cintura y me mantuve inclinada buscando de enchufar los audífonos a mi celu. La vista para papá debe haber sido increíble, con mis apretadas nalgas y mi panocha resplandeciente de brillantes fluidos acuosos.
—¡Ah! … Aquí están … Por fin los encontré …
Dije mientras me giraba y me volvía a sentar. Encuadré la cara de papá con mi celu e hice un zoom, parecía muy enrojecida y su bulto parecía una carpa de circo bajo una tormenta, se movía y se movía sin control alguno. De repente se levantó de prisa y me dijo.
—Voy a subir, bebé … No sé si a ti te gustaría … ehm … bueno …
—¡Oh, papi! … Ahora no … Estoy viendo unos videos que me enviaron mis amigas …
Sin decir nada más él se fue de prisa a su dormitorio. Ahora solo cabía esperar que mamá regresara y lo atrapara solo a él. Por ningún motivo quería que nos viera a nos dos haciendo eso que ella juzgaba como un mal habito. De todos modos, mi conchita estaba sufriente con esas bragas demasiado apretadas, también caliente y jugosa, pero debía aguantarme.
No pasaron cinco minutos y escuche la puerta de ingreso abrirse. Mamá entró y subió a su cuarto para cambiarse ropa más cómoda. Entró en el dormitorio matrimonial y la escuché emitir un quejumbroso gimoteo, pero no le gritó a papá. Eso era ya un progreso; pero tampoco se quedó a acompañarlo. La escuché bajar a la cocina. Me fui a la cocina y me senté en la isla con mis piernas bien juntitas, no quería que mamá viera mis bragas estrechas.
—¿Estás bien, mami? …
—Sí, cariño … ¿Quieres una taza de té? … La tetera está caliente …
—Sí, mamá … Por favor …
Puso una bolsita de té en una segunda taza, luego sacó la leche de frigorífico. Vertió agua caliente en ambas tazas, revolvió un poco las bolsitas y luego añadió leche. Me puso la taza delante y ella se sentó a sorber la otra taza. Mientras sorbeteaba mi té, escuché que papá descendía por las escaleras; luego se escucho el sonido de la Tv y ruidos de motores y aceleraciones de autos. Mamá miraba el salón tratando de imaginar a papá, luego se volteó hacia mí.
—De nuevo lo estaba haciendo cuando regresé a casa … —Dijo mamá.
—¿Qué? … —Respondí fingiendo de no estar enterada de nada.
—Masturbándose … Tú padre estaba masturbándose …
—Oh, qué bien … Es lo natural … Lo hace por ti … Solo para ti … Lo bueno es que no va a buscar otro lugar donde hacerlo ni con quien hacerlo …
—Pero no pude …
—¿No pudiste qué, mamá? …
—Ayudarlo …
—¡Oh, que pena! … Habría sido bueno para ti y para él …
—Pero yo no lo hago … No entiendo porque él lo hace …
—Por que es genial, mami … Por que es rico hacerlo … Es un sentimiento placentero … A mí me parece perfecto cuando no estoy con un novio … Soy mujer … Soy humana … Tengo mis necesidades al igual que cualquier otra mujer …
—No sé … A mí me parece incorrecto …
Bueno el abuelo y la abuela eran dos devotos feligreses leales a la iglesia. Tal vez ellos le inculcaron a mamá esa creencia religiosa de que el sexo es solo para tener bebés y nada más que para eso. Nunca traté mucho con mis abuelos, por lo que ellos no tuvieron ninguna influencia en mí. Papá siempre me permitió una amplia libertad.
—Pero, mamá … Eso no tiene nada de malo … ¿Sabías tú que el clítoris femenino tiene millones de terminaciones nerviosas que sirven solo para dar placer a la mujer? … No tienen ningún otro propósito que ponernos cachondas y poder gozar todas las veces que queramos … Y sí está ahí, es para eso, ¿no crees? … Los hombres no lo tienen … Solo tienen un pene … Lo único que pueden hacer es masturbarse, ¿sabes? …
Mamá me miraba no tan convencida, pero sorprendida por la cruda forma en que me expresaba. Enterró la cabeza en su té y se quedó mirando al infinito. Tomé un sorbo de mi té y pensé que este había sido otro pequeño progreso. Por lo menos ahora mamá estaba pensando.
Temprano por la mañana, papá se había ido de pesca con sus amigos, estaría afuera hasta el atardecer y mañana comeríamos pescado. Después de desayunar, regresé a mi cuarto y me acosté a ver mi celu. Pensé que podría haber grabado a papá cuando se masturbaba, para poder verlo otra vez. Absorta en mis pensamientos impíos, escuche tocar a mi puerta, era mamá que entró y se vino a sentar a mí cama.
—Necesito que me digas algo, Luisa … —Dijo mamá.
—Lo que quieras, mami … —Respondí animosamente.
—¿Cómo lo haces? …
—¿Hacer qué, mamá? …
—Eso natural … Eso de tocarte …
—¿Masturbarme? …
—Sí … Eso …
Hice una pausa. No esperaba que mamá viniera a preguntarme eso. Debía responderle en un modo simple y sencillo.
—Bueno … Para empezar, me quito las bragas … También se puede hacer con las bragas puestas, pero a decir la verdad, estorban un poco … Luego me froto … También puedo meter mis dedos dentro … O tal vez penetrarme con un juguete … Bueno, ya sabes, todo de la forma habitual, ¿entiendes? …
—No, Luisa … Que no lo sé, Nunca lo he hecho … ¿Cómo es eso de que pones tus dedos dentro? …
—Por supuesto que es así como se hace, mami …
Me miraba perpleja y muy seria.
—¿Y que tiene que ver aquí un juguete? … ¿De que vaina me estás hablando? …
Abrí el cajón de mi velador y saqué el consolador/vibrador de veinticinco centímetros que me había comprado por internet.
—Esto, mamá … Esto es un juguete sexual …
—¿Pero qué demonios es eso? … ¡Dios santísimo! …
Probablemente nunca había visto uno. Además, mi juguete no tenía la forma de una verdadera polla, era solo un cilindro de color rojo, medio curvado y una argolla vibradora en un extremo.
—A esto se le llama vibrador, mamá … Yo lo llamo “Mí regalón”, pues me hace sentir tantas cosas buenas y ricas … Lo sostengo contra mi clítoris cuando vibra y a menudo lo deslizo dentro y fuera … Oh, mamá … Es realmente delicioso …
Mamá me dio una mirada seria, como si estuviera algo enojada.
—¿Vibra? … ¿Y para qué sirve eso? …
—Para hacerme gozar y revolcarme en la cama con ese juguetico todo dentro de mí … ¿Por qué no me lo pides prestado y pruebas tú misma? …
—¿Qué? … Ni siquiera sabría por donde empezar …
—Bueno, mami … Tu tienes un clítoris al igual que yo … Ese es un buen punto donde empezar …
—¿Qué? … Realmente no sabría cómo hacerlo … Esta es la primera vez que veo uno … Ni siquiera sabía de su existencia …
—Mamá, los venden en los negocios, junto a tampones y condones …
—Ni siquiera puedo imaginarlo …
Respiré profundamente viendo a mi madre en dificultad. Me armé de coraje y le dije.
—¿Quieres que te lo demuestre? …
Mamá me miró como si me hubiera ofrecido para matar a un cristiano y se quedó silente. Podía imaginar solo que estaba pensando en como mandar a esta hija pecadora a un convento de monjas carmelitas. Luego de reflexionar por algunos minutos, me dijo.
—No es correcto de que yo te pida eso …
—No me estás pidiendo nada, mami … Soy yo a ofrecértelo …
Su rostro se tranquilizó un poco y me miró; después miró hacia la puerta y todo alrededor para cerciorarse de que no estuviera el mismo demonio dentro de la habitación.
—Está bien … Veamos …
Dijo casi en un susurro. Me bajé las bragas y doblé mi faldita hacia mí cintura; ahora mi panocha hinchada estaba expuesta a los ojos de mamá.
—¡Oh! … ¿Y tus pelos? … ¿Dónde están todos esos vellos tuyos? …
—Me los afeito … Los depilo con cera …
—¡Jesús santísimo! … Pero ¿por qué haces eso? …
—Pues porque me siento mejor … Más fresca ahí abajo … Es mucho más higiénico … Y se siente más rico al hacer el amor …
Sacudió la cabeza incrédulamente perpleja. Me recosté y abrí bien mis piernas, Los ojos de mamá me miraban inquisitivamente. Me pregunté si alguna vez se había mirado su coño al espejo. Quise pensar en que nunca lo había hecho. En cambio, yo miro mi panocha todo el tiempo, incluso he grabado más de un video.
Tranquilamente encendí mi consolador. Mamá parecía sorprendida al escuchar el suave zumbido que resonaba en toda la habitación. Coloque mi regalón en medio al surco de mis labios y lo empujé sobre mí clítoris. Me estremecí toda y gemí. Cerré los ojos y lo deslicé otra vez hacia abajo. Podía sentir el hormigueo en mi bajo vientre que se repartía por todo mi estomago y entre los muslos. Mí regalón se deslizaba suavemente por sobre mi labia vaginal. Mi clítoris parecía vibrar y agitarse; mí regalón lo tocaba continuamente y comencé a ver estrellitas explotando en mi cabeza. Sé que jadeé. Sé que chillé. Sé que incurvé mi espalda. Sé que gemí. Sé que curvé mis piececitos sin control. Sé que grité.
Bajé un poco la vibración de mi regalón y lo apunté contra mi cerrado orificio. Atravesó mi anillo vaginal y esto me hizo estremecer nuevamente. Lo empujé profundamente dentro de mí y comencé a follarlo con movimientos de caderas e ingle, haciéndome sentir calientes cosquillas de excitación.
Follé mi coño suavemente con mí regalón y luego lo saqué, mi panocha temblaba y quedaba vibrando cuando venia dejada vacía. Hice vagar mi consolador por mis labios hasta que encontró mi turgencia protuberante y me agité desesperadamente en olas de placer y deleite. Pequeños toques me enviaban volando a un universo de luces de mil colores. Mí regalón estaba haciendo su magia y exploté contorsionando mi cuerpo sobre el edredón, llorando de placer, riendo de alegría; grité mi orgasmo y follé demencialmente a mí regalón que me regalaba espasmódicas olas de infinito placer. Lentamente me relajé y tragué saliva, mientras mi lengua humedecía los labios de mi boca, abrí los ojos y mamá me estaba mirando estupefacta.
—¡Oh! … ¡Guau! … ¿Cómo es eso? …
Dijo mirando mi cuerpo plegado en forma fetal y todavía con mis caderas moviéndose hacia atrás y hacia delante con el delicioso zumbido todavía escondido entre mis piernas. Mi pechos se movían agitados, todavía no me recuperaba del todo de mi orgasmo, entonces le dije a mamá.
—Ahí está, mamá … me has visto como solo mis amantes me han visto … esa es la forma más privada e íntima para autosatisfacerse … El placer es inmenso … Por eso entiendo cuando alguien se masturba … pero no puedo entender a alguien que no lo hace …
—Pero yo nunca lo he hecho …
—Mira, mamá … Te dejo prestado a mí regalón … Espera de encontrarte a solas y lo pruebas … Si quieres puedes dejar que yo te mire y te enseñe … Verás que es divertido … Si te gusta, encontraremos uno de tu gusto y solo para ti …
—¡Err! … ¡Ehm! … No sé … No estoy segura del todo …
—Bueno … Tenlo contigo … Mañana por la mañana yo saldré temprano a visitar a una amiga … Envía a papá fuera de casa … Mándalo a comprar algo al mercado de las pulgas y no lo verás por toda la mañana … Déjate una hora libre solo para ti y pruébalo … Ahora necesito ir a lavarme, mami …
Me fui a la ducha, estaba toda sudada y mis fluidos humedecían toda mi panocha y parte de mis muslos. Sin duda había sido un grandioso orgasmo. ¿Qué pensará mamá? ¿Me abre corrido así porque ella me estaba mirando? ¿Me corrí tan fuerte cómo cuando papá me miraba? ¡Guau! Algo nuevo estaba sucediendo dentro de mí.
Por la mañana no le dije nada a mamá sobre mí regalón. Solo desayuné, hablé de cosas habituales e intrascendentes y luego me fui a la ciudad a encontrarme con una vieja amiga. Nos fuimos a una cafetería de renombre ubicada en la plaza principal, al lado de las oficinas del Correo Nacional. Fue una mañana diferente y divertida, charlamos de todo tipo de cosas, compartimos todos nuestros chismes. Las que tenían novios, las que ya no lo tenían, como yo. Cómo se comportaban en la cama, sus atributos masculinos y todo tipo de cosas que se cuentan las chicas con amigas íntimas. Después nos separamos, ya se había hecho tarde. El cielo comenzó a cubrirse con oscuros nubarrones. Escuché el ruidoso estruendo del primer trueno. Cogí el autobús y cuando descendí cerca de casa, comenzaban a caer las primeras gotas. Corrí desesperada los últimos cincuenta metros que me separaban de casa. Llegué a la puerta principal justo cuando los grifos del cielo se abrían y el agua caía a cascadas. Con respiración afanosa entré a casa y respiré más tranquila.
—¡Dios Santo, Luisa! … Se ha desatado un temporal …
—Así es, mamá … Comenzó justo cuando me bajé del autobús … Tuve que correr los últimos metros para no empaparme …
—¿Y cómo estás? …
—Bien, mamá … ¿Y tú? …
—Creo que tendré que ir a comprar uno de esos …
—¡Oh! …
—Sí … No sería bueno compartir el tuyo …
—¡Ah! … Estás hablando de mi vibra, ¿eh? … Entonces funcionó para ti, ¿verdad? …
—¡Oh, sí! … Afuera sí … Pero adentro no tanto … Fue algo doloroso …
—Bueno … Tal vez solo necesites algo de lubricante … Se supone que hay de varios tipos en el mercado … KY Jelly es buena, pero de mal sabor … Pero hay algunas aromatizada y con sabor … ¿Vas a dejar que papá te ayude? …
—No lo sé … Es algo tan íntimo y personal …
—¡Mamá! … Tú estás casada con él … Se han visto desnudos … Han hecho el amor quizás cuantas veces … Comparten el mismo baño … No debería haber nada de privado entre ustedes …
Antes de que pudiéramos continuar, papá entró por la puerta principal.
—Una taza de té sería genial … Estoy reseco y casi termino empapado al bajarme del auto …
—Yo también, papá … Apenas me bajé del autobús, comenzó a llover … Ahora disculpen, pero necesito subir a cambiarme …
Subí a mi cuarto a ponerme algo más adecuado. Me desnudé completamente y elegí la ropa interior para colocarme. No podía usar mis pequeñas bragas, así que me puse unas normales bragas de algodón, un falda y un top polo sin sujetador. No creo que a mamá le importe si no hago uso del sostén, pero podría regañarme si me ve con esas bragas que excitan tanto a papá.
Cuando bajé, papá estaba sentado en el sofá mirando una carrera de autos. ¡Santo Dios! Pero ¿esas carreras de auto son todos los días? ¿Acaso no terminan nunca? Mamá estaba en la cocina preparando el almuerzo. Me senté frente a papá y me puse los audífonos en modo silente, necesitaba escuchar los movimientos de mamá. Encendí la cámara de mi celu para vigilar los ojos de papá y me acomodé sobre el diván con mis rodillas separadas. ¡Bingo! Los ojos de papá se pegaron directamente a mi entrepierna.
Podía sentir el aire fresco de la habitación en mi coño húmedo, sabía que lo estaba exponiendo para papá. Así qué como accidentalmente, apoyé mí mano en mi muslo, muy arriba, arrastrando mi falda lo más arriba posible. Fingí estar absorta en el video de mi celu; mostrando de vez en cuando una sonrisa. Me moví sobre el diván varias veces; cada vez mis bragas se metían más y más entre los labios candentes de mi chocho, envolviendo la delgada tela entre ellos, casi chupando el delgaducho género. Con un solo movimiento enfoqué mi celu en papá; podía ver nítidamente como su bulto se hinchaba y hacía inflar la tela de sus pantalones.
Sonreí astutamente. ¡Oh, papá! ¡Qué predecible que eres! No pasó mucho tiempo antes de que se alzara y subiera a largos zancos las escaleras. Tan pronto como salió de la habitación, me ordené las bragas de mi conchita, haciéndome más presentable. Justo a tiempo, porque mamá metió su cabeza por el vano de la puerta. La miré y me saqué los auriculares,
—¿Estás bien, mamá? …
—Sí … Pensé que tu padre estaba aquí …
—No … Supuse que estaba contigo en la cocina …
—No … No estaba acá …
Ella echó la cabeza hacia atrás y miró hacia el piso superior, luego se fue hacia arriba. Le di un poco de tiempo y la seguí. Sí me atrapaba podía decir que iba en camino a mí habitación. Llegue cerca de la puerta y la escuché hablar. No entendí todo, me perdí el principio.
—Bueno … Tal vez luego podrías tocarme … Pero no dentro … Todavía me duele …
—¡Oh, Dios! Marlene …
Dijo papá con su voz rauca. Se escuchaban los sonidos familiares de una polla que estaba siendo masturbada. ¿Será que mamá está pajeando a papá? Me hubiera gustado ver, pero la puerta estaba cerrada. Solo podía escuchar sus voces atenuadas.
—Hazlo más rápido, querida … ¡Uhhhhhh! … Sí, así … ¡Que rico! …
—Pero es agotador … Me canso mucho …
—Esta bien … Reposa un poco y quítate las bragas …
Escuché los crujidos de la cama e imaginé a mamá desnudándose para papá.
—¡Oh, Dios! … Te los haz recortado … ¡Qué lindo! … Me encanta …
—Pensé en afeitarme, pero no me atreví por miedo a cortarme … Así que solo los recorté …
—Sí tú quieres, podría afeitártelos yo …
—¡Uhm! … Tal vez …
—¿Podría tocar? …
—No ahora … Quiero que termines primero …
—Hubo renovados crujidos de la cama y gemidos de papá, escuché los sonidos de su polla siendo masturbada nuevamente …
—¡Dios, Marlene! … ¡Oh, sí! … Más rápido, amor …
No pude aguantar más y sigilosamente abrí un poco la puerta. Necesitaba ver el espejo. Pude ver a mamá, estaba arrodillada al lado de papá. Tenía la falda en torno a su cintura y sabía que se había quitado sus bragas, pero no logré ver nada de su panocha. Su mano estaba aferrando la polla de papá y lo jalaba velozmente hacia arriba y hacia abajo. Su glande aparecía y desaparecía entre sus dedos. Papá estaba acostado hacia atrás, jadeando y luchando por respirar normalmente. Mamá comenzó a desacelerar los movimientos de su mano, rápidamente papá envolvió su mano con la de él y siguió jalando su polla a toda velocidad. Mamá logró liberar su mano, pero a mi padre no le importó, siguió jalando su polla ininterrumpidamente con la misma velocidad o cada vez más rápido. Luego papá rebotó con su cuerpo sobre la cama, gritó el nombre de mamá y de su polla brotaron gruesas hebras blanquecinas de semen que volaron por los aires. ¡Qué hermoso ver los potentes chorros de la eyaculación de papá! Apuntando el coño de mamá. Aterrizando en los muslos de ella y en su ropaje.
Papá jadeó y se masturbó para hacer salir toda su leche. Disparó dos chorros más, pero de menor intensidad, luego soltó su polla goteante sobre su vientre. Su respiración estaba bastante agitada y su pecho se movía al ritmo de su respiración. Mamá se arrodilló sobre su regazo con el trasero hacia mí, pero no tuve ninguna vista de su coño.
—Puedes tocarme, pero solo por fuera …
Dijo mamá mientras tomaba la mano de papá y se la llevaba a su hendedura mojada.
—Oh, sí, Mauro …
Gimió mamá y pensé que los dedos de papá acariciaban su panocha. No quise seguir escuchando a mis padres amarse mutuamente. Me sentí feliz de que ellos volvieran a comunicar y a estar juntos. Entonces me fui a mi cuarto.
En mi dormitorio me cambié mis bragas humedecidas, luego bajé sigilosamente las escaleras. De tanto en tanto, podía escuchar a mamá y papá conversando, también los crujidos de la cama, pero nada fuera de lo habitual en un matrimonio. Me sonreí, al menos ahora ellos han vuelto a acercarse el uno al otro y se están divirtiendo. Estuve sentada un rato en el salón entretenida con mí iPhone. Papá fue el primero en bajar, se sentó frente a mí y encontró una de esas interminables competiciones automovilísticas. Al rato escuché a mamá entrar a la cocina, me levanté y fui a su encuentro.
—Ha funcionado, ¿sabes? …
—Sí … Ojalá hubiera podido verlo …
—¿Qué? … ¿Quieres mirar? …
—¡Santo Jesús! … Sí …
—¿Y qué te gustaría ver? …
—Quiero ver cuando se lo haces a papá … Y cuando él te lo hace a ti …
—¿Quieres ver a tu papá desnudo? …
—Sí … Y tú lo estarás masturbando … ¿Cómo se sintió eso, mamá? …
—No sé … No me disgustó … Vi cómo me miraba … Me sentí … ehm … ¿Sexy? … Pero no puedo tenerlo dentro de mí … Me gustó que me tocara … Me gustó tocarlo …
—¡Dios! … Hubiera sido increíble ver eso, ¿no? …
—¿Ah? … Realmente quieres vernos … Mirarme … Ver a tú papá masturbándose … No sé … No creo que eso sea correcto …
—Pero mami … Sí tú me dejaras … Sí yo pudiera … Por favor, por favor, por favor …
—Mira … Tú papi quiere afeitarme esta noche … Todavía tengo vellos ahí abajo, ¿sabes? … Sí la puerta no está cerrada, puedes entrar … Sí la puerta está cerrada, no puedes mirar …
—Gracias, mamá … Está bien …
Tomé un tazón de té con leche y subí a mi cuarto. Me recosté en la cama a revisar mi celu y ver videos de mascotas. La lluvia azotaba mi ventana, la tormenta no amainaba. Todavía había truenos y relámpagos. Me alegré de estar en casa, afuera el tiempo era horrible.
Después de cenar nos sentamos a ver la televisión. Después de un rato mamá dijo que necesitaba descansar, tomó de la mano a papá y se fueron sonriendo hacia el dormitorio de ellos. Le dije las buenas noches y los observé irse de la mano como dos tortolitos enamorados; me sentí emocionada y contenta por ellos. ¿Iba a poder verlos? ¿Cómo será la panocha de mamá? ¿Arrugadita? ¿Suavecita? ¿Gordita igual que la mía? No tenía idea, pero estaba ansiosa por descubrirlo.
Les di suficiente tiempo para que se ducharan y papá afeitara a mamá, luego subí. ¡Oh! La puerta estaba abierta ampliamente. Entonces entré en un dilema; ¿debería desnudarme? Pensé que la situación ameritaba de que estuviésemos todos desnudos. Poco a poco me fui despojando de mis vestidos, los dejé en mi cama y volví al dormitorio de mamá y papá, entré. Había encendida una luz tenue junto a la cama. Ellos estaban ya sobre la cama matrimonial.
Mamá estaba acostada de espalda, papá estaba entre las piernas de ella con su polla en la mano y miraba fijamente la entrepierna de mamá. Ella tenía su dedo en medio a su pálida y lampiña panocha. No podía ver bien el todo, así que me acerqué a la cama. Papá me miró de arriba abajo y sonrió, mamá también me miró y continuó restregando su clítoris mientras papá jalaba su polla.
Miré la conchita de mamá. Su monte de venus abultado y sus labios mayores regordetes y brillantes, empapados con sus fluidos. No había ninguna arruga, tampoco había ningún vello púbico, lucía fabulosa. Miré a papá que bombeaba su polla furiosamente. Su lustroso glande venía cubierto y descubierto por su afelpado prepucio, el ritmo de su mano era increíblemente rápido y su prepucio hacía el sonido característico, coincidiendo con sus gemidos y gruñidos, su pecho se agitaba con su afanosa respiración.
Mamá jadeaba con su boca entreabierta y su dedo rasgueaba vigorosamente su clítoris. Sus labios menores se veían de un rosado luciente y empapados en fluidos, sus labia mayor temblaba al ritmo de su vertiginoso dedo.
Casi sin darme cuenta mi mano bajó y puse un dedo entre mi labia vaginal, presionando el surco mojado de mi vulva. ¡Dios Santo! Estaba tan mojada, mí clítoris casi explotó cuando lo rocé con mi dedo. Gemí. Mis ruidos se sumaron a los de mamá y papá. La habitación olía a sexo. Caminé acariciando mi panocha, me subí a la cama y me recosté junto a mi madre. Ella seguía trabajando sobre su clítoris gimiendo y moviendo sus piernas. Me acomodé, abrí mis piernas y penetré mi panocha con dos dedos.
—¡Uhhhhhh! … ¡Dios! … ¡Mmmmmmm! …
Gemí arqueando mi espalda y empujando mi pelvis hacia arriba para hacer que mis dedos entraran profundamente en mí. Papá se movió un poco, colocó una pierna entre las mías y dejó la otra entre las piernas de mamá. Miré su rostro y vi sus ojos que giraban en sus cuencas enloquecidos tratando de fijar mi coño y el coño de mamá al mismo tiempo. Su mano había incrementado sus veloces y frenéticos movimientos, su respiración estaba entrecortada y tuve la sensación de que se iba a correr de un momento a otro. Sus bolas bailaban bajo su mano que jalaba su polla furiosamente, ¿Cuánto más podría durar? Acababa de empezar y ya estaba listo para correrse. ¡Hombres!
Nos miramos yo y mamá y nos sonreímos. Aumenté la presión sobre mi botoncito, sintiendo una afluente fresca de ricas sensaciones que me estremecieron. Los temblorcillos se repartían por mis piernas, mis pezones, los dedos de los pies y de las manos, las orejas me ardían. Una fuerte energía de electricidad parecía que me estaba atravesando desde la punta de lo pies hacia arriba. Cuando llego a la altura de mí clítoris, grité. Placeres extremos y deliciosos se esparcían por todo mi ser, mis tetas se bamboleaban sobre mi pecho y mi panocha parecía gozar una agónica complacencia, casi dolorosa. Cuando toqué mi clítoris tuve convulsiones, pero escuche los gritos de mamá.
—¡Ahhhh! … ¡Ahhhh! … ¡Ahhhh! … ¡Ummmm! … ¡Ummmm! … ¡Ahhhh! … ¡Ahhhh! … ¡ Ohhhh! …
Miré a papá que la rociaba con su cálido esperma, chorro tras chorro salpicaban los hermosos pechos blanquecinos de mamá, como me hubiera gustado estar al puesto de ella. Al mismo tiempo ella se levantó un poco jadeando y llegando a su propio clímax. Yo estaba al borde del encantador abismo, solo me faltaba concentrarme en los potentes chorros de semen que papá seguía disparando como blancas ráfagas. Papá me miró y me tomó en puntería, cuando una gruesa hebra de su esperma lechosa aterrizo sobre mi teta derecha, no me contuve más y abrí y cerré mis piernas violentamente llegando a un gozoso y poderoso orgasmo. Fue como una descarga eléctrica que me transporto por los cielos; me revolqué en frenesí al lado de mamá, bombeando mis dedos en lo hondo de mi panocha, cayendo en un estado de éxtasis que me pareció durar una eternidad.
Me recompuse sintiendo la lefa cálida de papá sobre mi teta, lo miré, Su polla goteante no se había reblandecido. Él todavía estaba arrodillado entre nosotras y su polla parecía tan dura como cuando comenzó a verter su semilla sobre mamá y yo.
Miré a mamá, tenía una amplia sonrisa a flor de piel; miraba hacia arriba, hacia la polla gruesa y dura de papá. La escuché decir sin equivocarme.
—Creo que tú papá necesita una ayudita …
Me senté y la gota de leché sobre mi pezón comenzó a derivar lentamente sobre mi vientre. Levanté mi mano, la ahuequé y envolví las peludas bolas de papá, sus testículos parecían moverse al interno de su rugoso escroto como dos bolitas hiperactivas. Su polla pareció plegarse hacia un costado y la tomé con mi otra mano. Tire de su prepucio hacia atrás, quería ver ese sol radiante de su glande hinchado y poderoso; apareció gallardo con manchas de esperma. Espalmé la leche sobre su cabezota hasta que se convirtió en una especie de crema.
—¡Oh, Jesús! …
Jadeó papá observando atentamente mi mano que había aferrado fuertemente su polla y comenzaba a moverse con un ritmo creciente. Escuché la voz de mamá.
—¿Sabes que hacer? … Quiero verte haciéndoselo a él …
Solté la polla de papá por un instantes e inmediatamente su prepucio se hizo hacia adelante cubriendo parcialmente su cabezota violácea. Lo volví a agarrar con fuerza y lo deslicé hacia atrás. La enorme cabezota volvió a surgir cremosa y brillante. Moví mi mano hacia arriba y hacia atrás, una y otra vez, cada vez más rápido, apretando su polla y masturbándolo fieramente. Mis ojos permanecían pegados al diminuto agujero al ápice de su polla, en medio a la gran cabeza hinchada.
Sentí la cálida mano de mamá en mi espina dorsal, luego se movió hacia mi parte frontal, sus dedos encontraron la humedad dejada por el semen de papá sobre mi pezón. Mamá agarró mi teta y comenzó a espalmar la esperma de papá sobre mi duro pezón, retocándolo, acariciándolo, pellizcándolo. Sentí que mi panocha volvía a estar en llamas y mis fluidos aumentaron. Ella se colocó detrás de mí, sus esponjosos y gordinflones pechos presionaron mi espalda, entonces su otra mano comenzó a deslizarse sobre mi vientre, mi monte de venus y luego sus dedos separaron mi labia vaginal.
Sus dedos abrieron mis gruesos labios y expusieron la turgencia de mi botoncito del placer. Un dedo artero rozó mi clítoris, apreté mis piernas para no dejarlo ir. Lo quería allí, quería que ella me tocara. Reduje la paja a papá, pero apreté fuerte su polla. Mi mano que sostenía sus bolas se deslizó más hacia abajo y encontré el peludo y apretado orificio de papá. Escarbé su trasero con mi dedo y papá lanzó un gruñido, gimió fuerte, jadeó en busca de aire. Lo masturbé un poco más rápido cuando mamá restregó su dedo sobre mi clítoris.
¡Oh, Dios! Estaba a punto de correrme otra vez con las divinas caricias de mamá. Era algo demencial y que no podía resistir por mucho. Traté de aguantar, pero mis esfuerzos fueron vanos. Mi sistema falló. Me volví loca pajeando a mi padre. Papá tenía la vista perdida en alguna parte del cielo, tal vez estaba en el paraíso. Jadeó, apretó sus glúteos, mi dedo se metió en su culo y él gruñó ametrallándonos con filamentos nacarados de tibio semen. Yo jadeaba, chillando con la boca abierta y su lechita se introdujo como un torrente salpicando mi lengua y mis papilas gustativas. Primera vez que probaba la sapidez de la esperma de un hombre, la de mi padre. Tosí y casi me atraganté, pero trague todo lo que pude, la lefa caliente de papá se fue adentro hacia mi estómago. Dejé caer las manos y me desplomé. Estaba sin fuerzas; me quedé inerte, casi no podía sentarme. Como pude me recosté. Mamá me miró orgullosa y alegre. Todavía había lechita de papá en mi rostro y boca. Ella me dijo.
—Déjame … Yo me haré cargo de eso …
Se inclinó a lamer mi rostro y mis labios chupando la leche de papá; luego me besó como para agradecerme. Estaba realmente exhausta; me quedé mirando la gran polla de papá que todavía dejaba caer alguna gota de semen sobre mi muslo. Lo único que pude expresar fue.
—¡Oh, papi! … ¡Estas sí que son pajas! …
***** ***** ***** ***** ***** ***** ***** *****
El regalo más preciado de quien escribe es saber que alguien está leyendo sus historias. Un correo electrónico, a favor o en contra, ¡Tiene la magia de alegrar el día de quien construye con palabras, una sensación y un placer!
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!