Papi y yo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Gorditaputa.
Uno de mis primeros recuerdos es estar sentada mirando tv sobre la erección de papá. Yo tenía unos seis años, y como mamá trabajaba hasta la noche pasaba todas las tardes con papi. Y despues de la merienda me sentaba sobre su falda y mirábamos caricaturas juntos. Aunque fueran las más divertidas, para mi lo mejor era sentarme sobre esa cosa que se iba poniendo más y más dura y menearme sobre ella. Me gustaba todo de ese momento: oír la respiración pesada de papá, la sensación pulsante y tibia en mi conchita, sus ocasionales gruñidos cuando me movía mucho, y como sus manos fuertes me sostenian apretadamente de la cintura previniendo que me cayera y al mismo tiempo haciendo el frote contra mi bombachita más intenso…
Ese ritual podía durar hasta una hora o más, y casi siempre terminaba cuando papi me decía con voz espesa que tenía que ir al baño, que me quedara un ratito sola. Y yo me quedaba con una extraña pero agradable sensación de ardor y hambre en mi conchita, con un picor excitante pero enloquecedor.
Pero no duraba mucho porque despues de las caricaturas llegaba el momento de la ducha y los besos.
Papá me llevaba al baño, me desvestía con cuidado y me metía en brazos a la bañera llena de agua tibia. Ese momento siempre me hacía sentir como una princesa. Luego sus manos ásperas me frotaban todo el cuerpo, lentamente, con amor. Yo reía y me relajaba, disfrutaba las caricias y los juegos.
Y lo que más disfrutaba era secarme. Papá me había dicho que mi conchita era muy delicada, y que no quería hacerme doler con una toalla rústica, entonces era necesario que me tendiera en la cama, abriera mis piernitas y lo dejara que me secara con la lengua. Ese era mi momento favorito del día!
Al principio me quedaba bien quietecita, espectante, con mi conchita al aire mientras papá la miraba fijamente y sus manos recorrían mi cuerpo. Y cuando se inclinaba y daba una lamida larga y lenta me sacudía como una serpiente. No podía evitarlo, se sentía demasiado rico.
-Me gusta mucho, papi- decía mientras me movía tanto que él me retaba.
-Si te quedaras quieta te gustaría más.- Y con eso me convencía.
Lamía y besaba suavemente mi pequeña conchita hasta mojarla por completo, jugaba con la punta de la lengua y yo enredaba mis deditos en su pelo y temblaba de placer.
-Te quiero mucho, papito- decía mientras la punta de su lengua iba y venía de mi conchita a mi apretado culito. Porque tambien me lo besaba y se sentía delicioso!
-Yo te quiero más, hijita. Y quiero hacerte felíz- me decía y yo sentía que estallaba de amor por él.
Él me había explicado que nunca le podíamos contar a nadie de nuestros juegos, sino nos iban a separar y no volvería a verlo. Y yo quería estar con él más que nada en el mundo. Quería aprender muchas más cosas como aquellas, estaba segura que había más y lo quería, pero sólo con él.
Más adelante accedío a mostrarme su cosa dura, su verga como él la llamaba. Esa verga sobre la que me gustaba tanto sentarme y sacudirme. Tuve que pedirle muchas veces que me la mostrara, y un día hasta le dije que si no me la mostraba él le pediría a uno de mis compañeritos de la escuela. Yo ya tenía 9 añitos y era muy precoz, decidida… y muy putita. Ya me había dado cuenta que no todas las niñas de mi edad sentían ese calor en la conchita, que pensaban en muñecas mientras yo soñaba con la verga de mi papi.
Una tarde, durante el ritual del baño y secado, le di el ultimatum a papá… o me mostraba lo que deseaba ver, o se lo pediría a otro!
Se río y me dijo que si tanto deseaba verla, nos bañaríamos juntos.
Me excité casi instantáneamente. Mientras se llenaba la bañera papá me desvistío (aunque ya tenía más que edad de hacerlo sola) y luego se desvistío lentamente ante mi. Me recorrían escalofríos al verlo. Papá era aún un hombre joven y guapo, con un buen cuerpo y con una semi-erección que me dío calambres de placer entre las piernas al verla.
Al ver la expresión de mi rostro su verga se endurecío por completo y él parecío violentarse un poco por eso. Se metío a la bañera, y se sentó. Luego me dijo que me sentara sobre sus muslos.
Así lo hice, y quedamos frente a frente, y esa hermosa erección entre ambos
Se enjabonó las manos y comenzó a frotarme el cuerpo lentamente. Yo sentía que me derretía. Incluso mis pezones, que se habían puesto más sensibles, se endurecieron con sus caricias. Con voz muy grave me dijo que yo tambien podía enjabonarlo si lo deseaba.
Pero sin siquiera ponerme jabón rodée con ambas manos su verga palpitante, sintiendo su dureza. La amasé suavemente sin saber bien como tocarla, entonces él puso su mano sobre las mías y me enseñó como hacerle una buena paja. Cuan duro tenía que apretar, como subir y bajar mis manos, a cubrir la cabeza de la verga con una mano mientras bombeaba con la otra… A darle placer como él me lo daba a mi desde siempre.
Y mientras yo me aplicaba en eso él frotaba suavemente mis pezoncitos, jugaba con ellos con al punta de sus dedos. Luego bajó una de sus manos a mi conchita hambrienta, y jugueteo con los labios, la entrada y el clítoris hasta volverme loca de gusto. Mis gemidos ya eran incontrolables, y yo no lo estaría haciendo tan mal tampoco porque papá gruñía y su verga palpitaba como a punto de estallar.
Repentinamente se levantó y me sacó en brazos de la tina, y algo rudamente me acostó sobre la cama. Yo gemí y abrí las piernas, loca de excitación. Se arrodilló y lamío mi concha con desesperación, succionando y dando tironcitos a los labios vaginales. Yo me sacudía, le jalaba del cabello, abría lo más posible mis piernas y empujaba mi pelvis contra esa lengua que me hacía perder la cabeza.
Y él tambien estaba descontrolado, nunca lo había visto así, tan caliente. Olvidados de ser padre e hija, nos convertimos en un macho y su hembra en celo.
Sentí como me metía lentamente un dedo, y una sensación de placer y dolor me hizo arquearme. Pero aún en ese momento mi naturaleza de puta calentona pudo más y me escuché a mi misma pedirle que me cogiera. Si un dedo me dolía, era seguro que esa tremenda verga me iba a matar de dolor, pero la necesitaba adentro con desesperación.
Papá me miró, dividido entre la terrible necesidad de cogerme y el miedo de hacerme daño, sin saber qué hacer. Supe que si no decía algo iba a perder esta oportunidad.
-Por favor papito, quiero ser tuya. Quiero que seas mi macho, y yo ser tu putita. Por favor papi, por favor cogeme!!!-
Su rostro se nubló y perdío todo escrúpulo. Se arrodilló entre mis piernas y mientras apoyaba la cabeza de su verga contra la entrada de mi conchita dijo:
-Esto te va a doler, pero si estás decidida a ser mi putita lo vas a ser!- Y comenzó a hundirse lentamente dentro mío.
El dolor fue terrible. Grité y se me llenaron los ojos de lágrimas. Él hundío su lengua en mi boca y succionó mi lengua, masajeandola e impidiendome gritar. Aún en ese momento, con ese dolor desgarrándome, sentí un placer absoluto. Ya no había diferencia entre el placer y el dolor. Abrí aún más mis piernas y me empujé contra esa verga que me violaba.
Cuando la hubo metido toda adentro, papi se quedó muy quieto mientras me besaba y me lamía las tetitas, esperando que mi pobre conchita cediera un poco.
Yo lloraba pero lo apretaba fuerte contra mi. Pronto las increíbles sensaciones que me producía su lengua en mis pezones eliminaron cualquier dolor, y comencé a gemir. Y a mover lentamente las caderas. Él se quedaba muy quieto, para no hacerme doler más y tambien para no acabar, porque la presión de mi recién desvirgada conchita lo estaba enloqueciendo de placer. Había deseado esto por años, y ahora tenía que acudir a toda su resistencia para no llenarme de leche, para hacerme gozar como quería desde hacía tanto.
Cuando me vío gemir, entregada al placer de sus chupadas y caricias, comenzó a moverse muy lentamente… y notó que mis caderas lo acompañaban. Apretó los dientes y se movío más, un poco más rápido, un poco más dentro…
Antes de darnos cuenta estábamos cojiendo como verdaderos amantes. Yo empujaba mi elvis contra él, jadeando de placer y él me montaba, felíz de verme gozar su verga.
Estuvimos así hasta perder la cuenta de los minutos. Todo eran gemidos, jadeos, chupadas, besos, y el ruido mojado de la penetración.
En un momento no soporté más tanto placer, y casi gritando le dije:
-Papi, perdón, creo que me voy a hacer pis!!!!- Y acabé en mi primer orgasmo sin saberlo.
Él incrementó el ritmo, su verga entraba y salía de mi mojado agujerito, mientras yo apretaba los dientes y me sacudía de gusto.
-Te quiero, nena, te quiero, hijita!!!- dijo papá y se arquéo, acabando dentro mío. Sentí chorros calientes dentro de mi conchita y como pude lo abracé con las piernas. Empujó una, dos, tres veces más mientras jadeaba y yo lo abrazaba y lo cubría de besos húmedos.
-Papi, gracias, me hiciste muy felíz!!!- le dije al oído. –Gracias por hacerme tu putita.
Él me miró con amor, me dío un largo beso de lengua y me dijo:
-Este es el principio, mi cielo. Papi va a enseñarte muchas cosas más…
Y lo hizo. Pero eso queda para otra ocasión…
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