Para no pecar, se la metí por el culo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
A indicación de mi tía me había quitado la ropa y únicamente vestía una playera y short deportivo.
–Acuéstate ahí – me había dicho mientras buscaba en unos cajones algún aceite para aplicármelo en la zona donde supuestamente tenía el “empacho”.
Hacía 2 días que había sentido los síntomas de la indigestión.
– Ve, que te de una sobada Fátima – había dicho mi mamá – como si todavía fuese su niñito, a mis 26 por momentos me trataba igual que cuando era un adolescente.
La verdad me sentía mal, tenía nauseas, dolor de cabeza y ese malestar estomacal que me hacía odiar la comida.
– Ya está – dijo mi tía -.
Traía consigo un aceite para bebe y cómo vio que ya estaba acostado sobre la cama tal como ella me había indicado, inmediatamente comenzó a sobarme con aquel líquido viscoso.
Palpaba como si tratase de descubrir algo dentro de mi estómago.
Con las 2 manos hacia presión siguiendo la dirección de mis intestinos hasta a llegar a la zona pélvica.
–Te duele – preguntaba en tono de doctor preocupado por su paciente.
Un poco – dije –
Me pidió que me girara hasta quedar boca a abajo y esta vez empezó a ponerme aceite en la parte de Central de mi columna vertebral, dándome un ligero masaje hasta llegar al pegue de mis caderas que me hacía sentir relajado.
Luego de eso empezó a halar hacia arriba la piel sobre la columna misma y por extraño que parezca tronaban como si aquella técnica además de quitarme el empacho también enderezará mis huesos.
Era evidente que mi tía sabía lo que hacía.
Otra vez sentí sus manos moviéndose juntas presionando mis músculos en dirección a la parte central de mi espalda y bajar en dirección de mi ano, deteniéndose donde comienza mi culo.
Se sentía bien, pero todo sobre todo me hacía sentir que mis síntomas de indigestión eran menos.
Como estaba boca abajo había cerrado los ojos para sentir mejor el tratamiento, ella parada al lado yo mirando al contrario, a la pared.
Sin embargo algo llego a mi nariz, era un leve olor pero que no podía confundir.
Era un olor a hembra, específicamente a chocho y a chocho que destila emociones.
Tanto que gire mi cabeza y pude ver a mi tía inclinada sobre mi dándome la sobada para mí empacho.
Pensé equivocarme, como podría ser tan estupido y creer que ella se iba a estar derritiendo de sexo por tocar a su sobrino en un masaje con fines curativos para una indigestión.
Estábamos solos, era claro.
Yo semi desnudo con esa simple playera que cubría parte de mi parte superior y ese short deportivo holgado y sin ropa interior.
¿Pero y eso que? – pensé –
Fue una de regresar en el tiempo y recordar.
Tía Fátima fue esa que cuando era un niño de 13 supo que me cogia a mi hermano, que también le daba verga casi a diario a mi hermana y hasta mi hermanastra 7 años mayor que yo.
También la recordaba teniendo sexo con aquellos vecinos de mal vivir que supuestamente la amenazaron por haberlos denunciado a la autoridades.
La vi coger, quizá obligada pero con lujuria.
Supo por años de lo que hacíamos mis hermanos y yo, incluso su hijo participaba en sexo incestuoso y nunca dijo una palabra.
¿Se excitaría quizá? ¿Tocarme hoy a mis 26 años le causaba algún morbo? Eran preguntas sin respuesta, pero algo en mi mente me hacía pensar que mi cómplice circunstancial tuvo que excitarse.
Por cierto, a mí se estaba parando la verga y en ese short no podría esconder mi calentura.
¿Y si estaba equivocado? Era mi tía y podría estar imaginando algo nada más por mi inclinación al sexo incestuoso.
Pero otra vez percibí ese olor, ahora más evidente.
Como Fátima estaba muy cerca mío su parte femenina quedaba a escasos centímetros de mi cara, incluso podía ver sus flacas piernas a través de ese vestido de tela un tanto trasparente.
¿Me equivocaba?, pero creí adivinar que no traía calzones.
Es que se le veía esa parte negra que indudablemente era su mata de pelos y era tan cierto que era de ahí donde emanaba aquel aroma a panocha excitaba.
Me pidió que me girara, cerré los ojos y lo hice a cuenta de saber que se percataría de mi erección.
Sus manos otra vez empezaron a presionar mi estómago y de nuevo se deslizaban sobre mis tripas en su afán de “desprender aquel bocado que me había enfermado”.
– Te duele hijo – la escuche decir – Respondí con un movimiento de cabeza que si, sin abrir los ojos.
Creo que lo tienes más abajo – dijo – y esta vez sentí como su mano levanto el elástico de mi short y se deslizó hasta casi tocar el tronco de mi verga, la saco y luego otra vez, una vez más, otra.
A la cuarta o quinta vez pude sentir como incluso llegó a mis huevos.
La sentí palpando, luego como tomo el tronco de mi pene con una mano para luego moverlo en círculos.
Imagino que se dio cuenta que no era ajeno a lo que hacía sentir.
Porque descaradamente subió del tronco a la punta y luego volvió a moverlo de lado a lado como si de una palanca de velocidades se tratara.
Bajo y subió un par de veces emulando una pequeña masturbacion, supo que estaba a mil, que mis 17 cm estaban a su disposición.
Sus manos parecieron que por un instante se olvidaron de mi verga y ahora eran mis huevos su único objetivo.
Sentí como su mano atrapó la bolsa de mis cojones y empezó a halarla hacia abajo haciendo que mi garrote quedara totalmente descubierto, más grande, más tieso.
Lo siguiente que sentí fue su aliento soplando a escasos centímetros, sabía que me la iba a mamar.
Disfrute como pocas veces el sentir como mi verga era engullida en esa boca caliente y húmeda.
Se la comió casi tres cuartos hasta que le llego a la garganta y se atragantó.
La chupaba bastante bien aunque percibí cierta inexperiencia, torpeza.
Quién y mi tío no la ponía a mamar.
Fueron largos minutos los que mi tía gozo con mi pene, chupando y mordiendo sin cáusame daño.
Me di cuenta que no había por cerrar los ojos, los abrí y pude verla en el momento exacto cuando subía saboreando con su lengua del tronco a la punta.
Sus ojos decían cuanta lujuria tenía acumulada.
Sin hablar supimos que lo que debíamos hacer.
Nos desnudamos completamente dejándome ver ese cuerpo avejentado por los años, flaca y como había adivinado con el coño cubierto de pelos, pero sabroso.
Porque se lo chupe hasta que se tuvo su primer orgasmo.
Gimió como quizá nunca lo había hecho.
Grito, resopló hasta suplicarme que la cogiera, que quería sentirme adentro de ella.
Hazme el amor como te se lo hacías a tus hermanas – casi imploro –
Sadismo o no, quise hacerle el sexo por el culo.
– Se la voy a meter por atrás – le dije – y cómo si necesitara mayor explicación agregué : Es para que no pequemos, ya ve que somos familia.
No me contesto.
Se dejó guiar, primero me la chupo hasta que otra vez supo que estaba al mil, luego me permitió que le remojara la entrada con la boca, que le metiera los dedos, que jugara con a horadarla con la lengua.
Cuando la penetre fue fácil, dos embestidas y quedo con toda la verga adentro, aunque pujo como si fuese su primera vez.
Apoyada a la cama con su cabeza enterrada al colchón, pujando y mordiendo lo que encontraba.
Así me la cogi por más de 20 minutos, metiéndosela toda y sacándosela igual, luego volviendo a dejársela ir y así otra vez.
Pocas veces había visto a alguien gemir como gemía mi tía.
Si acabo 3 veces es poco, una tras otra su cuerpo se tensó para luego caer en un estado casi epiléptico.
Me mordía con el culo como si quisiera succionarme, como si me ordeñara.
Me derrame dentro de ella, en lo más profundo de su interior.
Curiosamente Fátima había tratado o me había quitado un empacho de los intestinos y ahora yo le pagaba echándole 7 u 8 chorros de leche en los suyos.
Exhaustos nos recostamos en la cama.
– Si sigues mal, vienes mañana – me dijo – creo que vas a necesitar otra sobada.
– Creo que voy a necesitar varías – dije sonriendo –
– Pues vienes hasta que te cures
Nos miramos a los ojos y creí conveniente preguntar algo que siempre quise saber:
– ¿Porque nunca dijo nada cuando nos veía teniendo sexo de chicos?
– No se – dijo para luego agregar – Quizá porque siempre guarde la esperanza que alguna vez me invitarían.
– ¿Le hubiera gustado?
– Pues varias veces me metí el dedo por lo que hacían ustedes.
– ¿De verdad? – dije como esperando que ella se abriera y me contara todos sus deseos lujuriosos –
– Si – dijo a secas –
Se levanto:
– Ya va a venir tu tío – dijo –
– Si.
Vengo mañana si me siento mal – dije pícaramente –
– Si.
Mañana te vuelvo a sobar
Ya en la calle pude sentir que la sobada que me había dado efectivamente me aliviado.
Pero igual regresaría, porque también lo otro me había caído bien.
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