PAREJA ATADA LOS DOS POR EL DEPENDIENTE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por parejaatada.
Mi novia y yo hace diez años que estamos casados, tenemos pleno confianza porque los dos hemos sido siempre muy sinceros entre nosotros, y además tuvimos antes de casarnos cinco años de novios, Estamos en la treintena de años, y nos conocemos muy bien. Incluso en el sexo. Siempre hemos cumplido diversas fantasías sexuales que teníamos ambos, como tener sexo en la playa de noche, y mil más que no me daría tiempo de contar. Hemos hecho tantas que a a estas alturas de la relación tengo que reconocer que a veces es difícil sorprendernos.
Cosas pocas quedan para sorprendernos, después de tantos años, y me puse a pensar qué podía hacer para sorpresa. Debía de ser una idea basada en alguna fantasía que nos gustara a los dos, y a los dos nos gusta mucho el bondage. A veces le ato yo a ella, y a veces me ata ella a mí, pero caí en el detalle de que nunca habíamos estado los dos atados y sometidos por una tercera persona. En una primera impresión, pensé que si lo hiciéramos ella pensaría que a mí me gustaría que fuera una chica, y yo pensaría que a ella lógicamentele gustaría un chico, pero la idea de un chico morboso, perverso, pícaro, que fuera correcto y elegante, no era desagradable.
De todos modos, era sólo una idea que no tenía ni idea de cómo hacerla. Si lo hacíamos sin ataduras reales, no tiene la misma excitación que estar realmente atados. Si por el contrario nos atábamos los dos, después también tenía que pensar cómo desatarnos.
Comencé a trabajar en la idea con más seriedad y decisión por un mes de nero, en mis ratos libres y solo delante del ordenador, mirando por foros de internet, por páginas de anuncios, pero no soy ningún experto en la materia, y me puse a preguntar en foros, pero ninguna respuesta me ayudó. La verdad es que habían pasado dos meses, ya llegábamos a la primavera, y había alcanzado un punto en que ya no se me ocurrían ideas. Las webs que buscaba no me servían, y fue entonces cuando pensé que tal vez podría ser una opción preguntar al chico que tiene un sexshop cerca de nuestra casa. Daba un poco de corte preguntar a él por si sabía cómo podía cumpliar la fantasía de los dos atados, pero siempre hemos ido a él a comprarle nuestros juguetes eróticos, las dos mordazas de bola que tenemos, los vibradores, y el último artículo que le habíamos comprado era un hood. Es un chico muy liberal, divertido, simpático, y que siempre le hemos preguntado todas las dudas y nos ha ayudado encantado, y pensé que tampoco tenía por qué cortarme.
Un jueves a las dos del mediodía, que mi novia estaba en el trabajo y yo tenía descanso, fui hacia el sexshop, que a esas horas horas es tranquilo y tiene poca gente.
Aunque lo conocía desde hace unos tres años, me noté al entrar un poco indeciso, y notaba que no me atrevía a hacerle esa pregunta. Creo que cuando le saludé y me pusé a hablar con él unos cinco minutos sin interesarme por ningún artículo debió de darse cuenta que quería decirle algo. Lo noté, y eso es curioso pero me ayudó al final a contárselo.
Le conté que tanto como mi novia como yo somos muy amantes del bondage como ya sabía, y le dije que quería saber cómo poder hacer realidad esa fantasía y sorprender al mismo tiempo.
Después de unos minutos de exponer la idea, me dijo que podía buscar algún conocido y participar los tres.
– "No le puedo pedir eso a un amigo" – le dije entre risas.
– "No he dicho que se lo pidas a un amigo. Pídeselo a un conocido que tengas confianza, que conozcas pero que tampoco tengas mucha relación y no sea de los amigos que ves cada día".
Le dije que no se me ocurría ninguna idea, que no sabía a quién podía considerar así como amigo.
– "Yo te lo podría hacer a ti y a tu novia. Yo soy un conocido" – y me comentó que él estaba dispuesto a participar.
Me quedé unos segundos en silencio, parado, sorprendido, pero tenía razón. El chico cumplía con los requisitos que habíamos dicho de conocido.
Tras pensarmelo un momento le expliqué el juego con más detalle, que no buscábamos sado, que lo que nos gusta son las ataduras,el tacto de las cuerdas, y esa sensación de no poder desatarte y sentirse el deseo sexual de la otra persona. Me dijo que sí, y acto seguido hizo una sonrisa pícara.
– "Lo sé, que ya me habéis comprado cosas y os conozco. Tengo muchísima cuerda, y te aseguro que te lo pasarás bien tú y tu novia, y que os ataré que no os vais a poder desatar ni entre vosotros”.
Supe al instante que había entendido nuestra fantasía, e incluso me pareció que la compartía. Le pregunté si a él también le gustaba mucho el bondage, y me comentó que lo practicaba desde hacia muchos años, y que sabía hacer unas ataduras buenísimas y duras.
He de confesar que tuve un principio de erección, pero por suerte nos separaba el mostrador y no se dio cuenta.
Por primera vez tuve la sensación de ir en buen camino buscando cumplir la fantasía. También me pareció que él controlaba mucho mejor la cuestión de lo que serían horarios, tiempo, cuerdas, día, lugar, etc, .y como no tenía prisa me puse a hablar con él para ver cómo lo podíamos organizar. Tan sólo cuando entrábamos clientes cortábamos la conversación, y después continuábamos.
En lo del horario, el domingo era el día perfecto, porque él tenía su sexshop cerrado.
– "Vale, domingo".
– "¿Éste?".
Faltaban tres días, y apenas me lo pensé dos segundos antes de decirle que sí.
– "¿Tiempo? Atar a dos y desatar lleva el doble de tiempo, así que mejor quedar toda la tarde, después de comer, hacia las dos, y hasta las ocho".
Me pareció bien y lógico.
– "¿Quién lleva las cuerdas?" – le pregunté.
– "Tengo toda una maleta de viaje enorme llena de cuerdas, tengo de sobras".
Yo le comenté que llevaría nuestras mordazas, el hood, las vendas para los ojos porque a los dos nos encanta la fantasía con los ojos vendados, y a ella le gusta mucho estar amordazada, y él añadió que también traería unos cuantos rollos de cinta de precintar.
Faltaba ya sólo concretar el lugar.
– "Conozco una habitación de hotel ideal para estos juegos".
Le expliqué lo que nos gustaría. Ataduras reales, buenas de verdad, fuertes, que no pudiéramos desatarnos ni entre nosotros, y que los dos sintiéramos nuestra excitación. Que fuera educado, correcto, morboso, y pícaro, que jugara con la perversión morbosa que da el estar atados y a su merced, que las cuerdas también son un poco de sufrimiento, y que aportara ideas, ya que le gustaba también el bondage.
– "Te garantizo que ideas tengo muchos, y que voy a ser perverso con los dos".
Hablamos una media hora más, que no explico para no aburriros, y os explico el domingo.
La verdad es que durante los días que estuve esperando el domingo estaba un poco nervioso, porque sabía quien me esperaba pero no lo que me esperaba. Si pensaba mucho me hacia preguntas de todo tipo, así que la mejor opción era esperar y dejar pasar el tiempo.
Por fin llegó el domingo por la tarde. Antes, por supuesto, avisé a mi novia de que le tenía preparada una sorpresa erótica, que se vistiera con un conjunto de lencería sexy negro, tacones, que viniera atractiva, y que le esperara a las dos en el apartamento hotel que le di la dirección.
Era un bonito apartamento de aquellos que se alquilan por horas o por días, pequeño y muy típico, con un corto pasillo en el que se encontraba primero el aseo, con su ducha, un par de metros después un comedor, y desde éste se accedía a la habitación, doble, presidida por una cama grande con barrotes tanto en el cabezal superior como en el inferior, y que presagiaba una tarde con muchas posibilidades con las cuerdas. También me había fijado que en una esquina apartada del comedor, junto la ventana, había una columna redonda que emergía por el suelo y desaparecía por el techo, heredada tal vez de lo que fue la estructura del edificio.
Después de mostrarme la habitación, supe que mi puesto era la columna al volver al comedor.
– “Vete desnudando" – me ordenó.
Me desnudé totalmente, dejé la ropa sobre una silla escondida con el asiento debajo de la mesa, me acerqué a la columna, coloqué los brazos a la espalda, y el chico comenzó a atarme de tal manera que las cuerdas se hundían en mi cuerpo, se apretaban como en un fuerte abrazo, que no molesta pero bien atado, pasándolas por todos sitios, por los codos, las muñecas por supuesto, por encima del pecho consiguiendo pegar mis brazos contra mi espalda y sin posibilidad de separarlos. No había acabado. Siguió con las cuerdas entre brazos y espalda, con calma, firmeza y mucha práctica, y cuando ya no le quedaba más sitio me hizo pegar la espalda a la columna, recto, mirando de frente al centro del comedor, vueltas y más vueltas alrededor de la columna, por detrás de mis brazos y por encima de mi pecho, y después entre huecos internos con lo que consiguió mantener en contacto todo el tiempo mis brazos y mi espalda con la columna . Cuando acabó no tenía ninguna posibilidad de desatarme por mí mismo, ni de despegarme ni tan siquiera dos centímetros. Estaba perfectamente atado.
– "¿Te gusta? – me preguntó.
– "Fantástico. Me encanta. No puedo ni mover las muñecas. Son perfectas tus ataduras".
Me agradeció el comentario, y me ordenó que pusiera las piernas juntas.
Con calma, pero al mismo tiempo con firmeza y con dureza, repitió la misma operación, atándome con cuerdas en los tobillos, en las rodillas, en los gemelos y hasta en los muslos, y tal como había hecho con mi cuerpo me hizo pegar las piernas a la columna al terminar, totalmente rectas. Cuando lo hizo empezó a unir cuerdas a las cuerdas, a la de los tobillos, las rodillas y en todas, y estas cuerdas añadidas les fue dando vueltas alrededor de la columna, pasándolas entre huecos internos de mis ataduras y otra vez envolviendo la columna. Con los últimos nudos bien apretados quedé completamente inmovilizado, recto absoluto, sin poder moverme nada y ninguna opción de desatarme, expuesto e indefenso.
Estaba dispuesto a toda su perversión, y estaba convencido de que esto se iba a convertir en una nueva experiencia sexual excitante.
Lo que no me esperaba es que apenas un par de minutos después de que me hubiera atado me llegó un mensaje de teléfono. Las cuerdas me impedían ni tan siqueira acercarme a mi móvil, así que le pedí su ayuda para leerlo.
– "Es tu novia" – me dijo – "y textualmente pone: Cariño, salgo tarde. Llegaré una hora más tarde, misma lugar, Besos”.
Debía de llegar en diez minutos, pero eso significaba que iba a tardar una hora y diez minutos, y yo atado y desnudo. No iba a pedirle tampoco que me desatara, porque le había quedado maravilloso y en total había estado más de media hora atándome.
La situación era erotica, cabe reconocerlo, y como no encontré forma de confesarlo preferí dejar que el juego siguiera su curso, y le pregunté qu haciamos mientras esperábamos.
El chico sacó una mordaza de bola.
– "No me gustan" – le confesé – "me cuesta mantenerla en la boca".
El dependiente me propusó usarla un rato, y dije que vale, que un agujero solo, así yo podía tenerla dentro y si me molestaba me la quitaba yo solo.
Tan pronto empecé a abrirla colocó rápido entre mis dientes la bola. Se notaba que le gustaba mucho verme amordazado. Buscó el primer agujero, y de pronto tensó al máximo detrás de mi nuca la correa y cerró con la hebilla, sin ninguna posibilidad de quitármela. Aquello era más del primero.
– "aaaaaagggghhghgh aaagggg aagaggg gg" – pude solo protestar ininteligible con la molestia que me provocó.
– "Tranquilo, es solo un rato para que sientas lo que es estar a mi merced" – e ignorando mis gemidos amordazados de suplica el chico se acercó a la televisión, la encendió, la giró para colocarla frontal a él y lateral a mí, arrastró un sofá hasta mí, se sentó de lado, delante de mi polla, y mientras con su mano derecha buscaba canal de la televisión con la izquierda tio un par de toques en mi polla descubierta. Lo hizo bajo mi glande descubierto, donde acabe el frenillo, y al instante me la puso dura.
Debía de ser quizá culpa de las cuerdas, de las ataduras, de la mordaza y sentirme atrapado, pero ninguno de los miedos y dudas que me podría haber imaginado habían aparecido, y ni tan siquiera afloraron.
Y así estuvo la primera media hora. Tocándome la polla unos pocos segundos, lo justo de ponérmela dura, y justo entonces paraba. Cuando perdía erección, volvía a repetir la escena, pocos segundos de tocarme hasta poner la polla dura, y paraba.
– "La quiero dura, y no pararé" – dijo.
No paró. Los primeros minutos es gracioso. Te excita, y te sientes excitado. Después quieres más, pero no te deja. Atado en esa forma, no podía hacer nada. La excitación era muy intensa, y cruel. Me dejaba a medias. Mis gemidos amordazados era de súplica
– "gggaaaagg aaagagaga aaaaggg aaagggg ggggrraggg" – gemía yo sin control, con esa mordaza que al cabo de una hora me hacia babear y que me notaba cómo caía un abundante chorro por mi barbilla.
Quería más, que no parara, pero él no caso. Aquello fue una tortura durísima.
La segunda parte fue peor. Se puso de pie, y comenzó a juguetear con mis pezones con las yemas de sus dedos y sus uñas, muy suave. Al instante reaccionó mi polla poniéndose brutalmente dura, pero sin estímulo no podía ir a más. Lo sabía, él también, y no se detuvo.
Al llegar la hora notaba un temblor por mis piernas, de tan excitado que estaba, sólo contenido por las cuerdas, y no paró hasta que mi novia llamó a la puerta.
Cuando ella entró se quedó perpleja.
– "¿Y esto?" – dio sorprendida sonriendo viéndome brutalmente atado, amordazado y mi polla durísima, en medio de mis gemidos excitados – "¿qué está pasando?".
El dependiente la saludó, y le dijo que él se lo iba a explicar. Le invitó a ir con él a la habitación, donde le dijo iba a enseñarle cosas, y cuando ambos entraron cerró la puerta de la habitación.
– "MMMpppfpfffhfhfhfhfhf" – gemí para que no me dejara amordazado. No me oyó, y me rendí. Me di cuenta de mi situación y de que no podía moverme ni desatarme ni escapar de mi propia trampa hasta que él quisiera, y lo peor era que mi polla seguía excitada, dura, pero sin ninguna posibilidad de correrme.
No escuchaba nada de lo que quería en la habitación. Llevaban cinco minutos. Diez minutos. Me imaginé que después de tanto tiempo quizá ella había empezado a quitarse la ropa, o quizá él. Esperaba que al rato se abrió la puerta y apareció ella vestida o desnuda, a lo mejor atada y amordazada que le gusta mucho. Quince minutos, y nada. Sólo oía antes sus tacones, y ahora ya ni eso. Treinta minutos, yo atado y abandonado en un comedor con silencio intenso, sólo roto por algún ruido que se oía de vez en cuando en la habitación.
Comencé a imaginar que ahora le tocaba a ella atada, pero cómo estaría atada. Me preguntaba si estaba amordazada. Si follaban, o si la torturaba como a mí, y todos esos pensamientos me pusieron la polla otra vez durísima.
Para mí era imposible encontrar los nudos y desatarme. Era imposible librarme de la mordaza. Quería saber qué estaba pasando, y por fin, casi una hora más tarde, se abrió la puerta de la habitación.
De allí salió él, sólo él, desnudo, sólo para decirme que mi novia estaba muy a gusto, y que se lo podía preguntar.
Con la mordaza sólo pude hacer mmmmpffpfhfh efffeftaaaaa aaamaffaaaaa.
– "MMMppfpffffhf fmmfmpffhfiifiif fifmmififf" – me respondió mi novia.
Fue entonces que me contó que la había atado de una manera increíble, con cuerdas por el frente, de lado, y de espalda de su cuerpo, sin poder mover ni un dedo, y la había sometido a una sesión de multiorgasmos que la tenían rendido.
– "Creo que ha tenido quince en toda la hora, y continuo" – y dicho esto se fue.
Esta vez, a diferencia de antes, dejó la puerta abierta, para que la pudiera oír gemir.
A los tres minutos escuché un orgasmo suyo.
– "fffffiififif mmfmffffffiififififi fififi".
Dos minutos después otro.
– "mmmppppffhfhfhfhffifififiififfiififfiifif" – se le escuchó alocada.
Cinco minutos después, otro.
– "mmmmppffhfh mmmfmfmfm fmmfmf mfmfmf fffififiiifiiifiiiiiiiiiiiiii mmmmpfhhhhhiiii" – y éste se extendió, tan largo que casi se unió con el cuarto.
Se lo estaba pasando de maravilla, disfrutaba alocada, y escucharla gemir me lo ponía durísimo. Yo mismo me hubiera pajeado, pero no tenía ninguna opción.
Los conté, y escuché seis orgasmos más, y el último muy rendida , ffifi fififiif fififi mmmpfpf ffff ffff fffiii fififif ffiiii".
Allí el chico se detuvo, le escuché levantarse de la cama, y cerró la puerta de nuevo. Otra vez.
La abrió quince minutos más tarde, y allí apareció mi novia, atada muy severa toda ella, con las piernas juntas que le obligaba a andar como un pinguino, recorriendo apenas tres centímetros a cada paso, amordazada con bozal y cinta de precintar cubriendo la bola rodeando sus pómulos. Me miró un segundo. Leí que estaba extasiada de tanto orgasmo, y el chico la colocó de cara a la pared. Paró un momento para asegurarse que estaban bien prietas y seguras las cuerdas, y se dirigió a mí.
Una vez desatado de la columna, e insisto en que sólo me desato las cuerdas de la columna, a saltos me hizo recorrer tres metros del comedor, hasta ponerme junto mi novia, de cara a la pared también.
– “Bueno, ya está" – sonrió – "tú sin orgasmo, y tu novia cincuenta" – dijo sonriendo.
Con las mordazas no respondimos, y él preguntó:
– "¿Crees que os podréis escapar?".
Los dos nos miramos para comprobar que aquello era real, que estábamos perfectameente atados, y que desatarnos incluso entre nosotros, por la inmovilidad de los dedos, era imposible.
– "¿Os gusta?" – y los dos respondimos con un fffffi.
– “Pues aún queda lo mejor" – dijo picaronamente.
Sacó dos hood, que con una especie de cordel se cerraba detrás de la cabeza como si fueran unas botas, y como era de cuero todo cerrado menos un agujero por el que sobresalía la nariz para respirar tenía la misma función que estar con los ojos vendados, y no podía ver nada. Ni yo ni ella. Además, de ese modo todavía acentúaba más la mordaza.
Después de ponernos el hood a cada uno, nos ordenó cerrar los puños. Cerrados, los envolvió con cinta de precintar al completo, como si fuera un guante que nos obligaba a tener los puños cerrados y completamente inutilizados. Primero yo, y después ella.
Lo siguiente que noté fue que me ponía el cinturón de castidad, aprovechando que mi polla por cansancio había quedado muy pequeña. Mi polla quedó aprisionada por unos hierros que me la comprimían pequeña y que no me dejaban excitarme ni tener ninguna erección. Con esa cosa puesta que la estaba odiando por no poder excitarme, nos dijo que no nos iba a soltar, que sabía que esto nos gusta y apenas empezábamos.
Las ataduras eran tan bestias y tan fuertes que no tenía casi nada de movimiento, pero así hacia que fueran muy intensas cada minuto.
– "Os voy a contar que nos vamos de paseo" – dijo contento, y entonces nos explicó que nos íbamos al sexshop, que había aparcado el coche en el parking, y aprovechando la soledad del parking y del acceso directo desde el ascensor nos iba a sacar y llevarme hasta su sexshop. Para hacerlo nos contó que tenía preparada una silla de ruedas, para no tener que arrastrarnos, y que iba al parking a buscarla.
Abrió la puerta, y aquellos diez minutos mi novia y yo buscamos los nudos cómo podíamos, pero sin poder usar los dedos ni la boca fue imposible.
– "Mmmmpppffff" – gimió rendida mi novia.
Al volver sentó a mi novia en la silla primero, y aunque se mostró rebelde y se resistió eso lo hizo excitarse más a él, y creo también que a nosotros. No pudo evitarlo, y en apenas cinco minutos mi novia ya estaba atada en la silla.
Quince minutos después volvió a por mí. Yo no me resistí, era perder el tiempo. Entramos en el ascensor. Arrastraba la silla con facilidad gracias a tener ruedas, y aprovechando el acceso del parking no tuvo problemas en medio de esa soledad de llevarme hasta su coche.
No había nadie que pudiera vernos o ayudarnos.
Su coche era, en realidad, una furgoneta de trabajo. Oí que abría la puerta trasera, y con la ayuda de una rampa de madera me subió a la parte trasera. Afianzó las cuerdas en una silla, y a mi lado me confundió escuchar gemir excitada a mi novia amordazada.
– "mmmffpfpf ffffffffffp pfpffpffhfh ffffffiiiiiiii" – decía.
Se escuchaba muy levemente, por culpa del hood, un zumbido, pero la notaba a ella moverse. Era fácil imaginar que le había metido un vibrador y que en la posición sentada y atada no podía librarse de su tormento.
En medio de sus gemidos, nos pusimos en marcha. Al arrancar aún gemía más ella, mmmmpfpfpfhfhfh fffffffffiiiiiii supongo que culpa del motor y el movimiento del coche, y eso hizo que mi polla quisiera escapar de ese cinturón de castidad y que tuve que concentrarme para saber que era imposible, relajarme par no tener una erección dolorosa.
Media hora después, y con mi novia sufriendo orgasmos y follada por un vibrador cruel y perverso que aprovechaba el movimiento del coche, se detuvo.
Paró el vibrador, y para sorpresa nuestra que nos sentíamos secuestrados nos quitó el hood y las mordazas.
Los dos ardíamos de excitación.
– "Esto es lo que me pediste. ¿Te ha parecido bien intenso?".
Le dije que sí.
Nos contó que en su sexshop tenía máquinas de tortura, miles de cuerdas y juguetes para pasar todo el fin de semana encerrados con él, y nos invitó a disfrutarlo cuando quisiéramos.
Allí me desató primero a mí, porque había empezado atándome a mí primero y desde el primer minuto habían pasado ya casi cinco horas, y al acabar conmigo, con las dificultades propias del poco espacio dentro de la furgoneta y que significaba que tardó diez minutos más de lo normal, desató a mi novia.
– "Estoy muy excitada"- confesó ella – "me lo he pasado genial, y pensaba que nos secuestrabas en tu sexshop".
El chico se río, y dijo que por él encantado, que cuando quisiéramos él nos encerraba en la mazmorra de su sótano.
– "Vendremos" – le dijimos – "seguro que nos animamos".
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!