PATY MI PRIMA Y NUESTRO DULCE DESPERTAR AL SEXO…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LOVERBKS.
Mi tío Carlos y su familia nos visitaban durante las vacaciones; llegaban a casa al día siguiente de iniciar el periodo vacacional, y se marchaban a casa un día antes del reinicio de clases. Mis hermanos y yo esperábamos con ansia su llegada, dado que eran víspera de diversas aventuras; nos íbamos a la playa a pescar o a nadar, a la finca que teníamos no muy lejos de la ciudad, o simplemente a vagar por el campo, a “explorar”, como le decíamos a esa actividad.
Mi tío tenía tres hijos: Lorena de 16 años, Carlos de 14 y Paty de 11. Nosotros éramos tres, yo el mayor con 12 años. Hacíamos un buen grupo para las aventuras al aire libre, tan comunes en aquellos tiempos donde no existía el internet ni la televisión por cable.
Por las noches, como éramos muchos, dormíamos en la alfombra de la sala de mi casa; movíamos los muebles hacia los lados y quedaba un gran espacio donde todos tendíamos nuestras mantas y almohadas. Mis tíos ocupaban nuestra recámara. Los primos más grandes dormían uno en cada sillón de la sala; los pequeños lo hacíamos en el suelo.
El centro de este relato es Paty, mi prima de 11 años. Al no tener nosotros hermana, ella constituía nuestra oportunidad de convivir con el sexo opuesto en otro ambiente que no fuera la escuela, y ella a su vez también disfrutaba del trato con sus primos hombres y de una edad afín a la suya. Además, Paty era una niña muy bonita, y a nuestra edad ya nos dábamos cuenta de eso. Era una preciosa niña de piel apiñonada, grandes ojos cafés, nariz respingadita, una boca de tamaño normal, pero bien dibujadita en su rostro, que era algo que a mi en lo personal me gustaba mucho de ella. Su cabello castaño claro quebrado caía armoniosamente sobre sus hombros. Era un poco más grande que las niñas de su edad y un poco prematura también en su desarrollo; altita, como de metro y medio y llenita, pero muy bien formada; su exceso de peso lo tenía muy bien distribuido, y era eso precisamente lo que la hacia parecer de más edad. Un vestido verde que usaba esas vacaciones hacía ver con claridad las formas de su cuerpo, diferente al de las vacaciones anteriores: tenía un talle plano y unas bien formadas caderas, pero sobre todo, un trasero grande y bien paradito, del cual nacían unas piernas muy bien formadas regordetitas, aunque sin exagerar. En su pecho se levantaban dos bubis muy bonitas, que se formaban no por su desarrollo, sino por su tendencia a subir de peso, sin embargo, al igual que sus demás atributos, se veían muy bien; más aún que no usaba corpiño, y en muchos descuidos cuando jugábamos las mostraba al agacharse. A mi edad ya mi fijaba en esas cosas, y no podía pasar desapercibido para mí. Me provocaba erecciones y un secreto placer, así que buscaba propiciar esas situaciones de mil formas al estar con ella. Una noche, después de una tarde de juegos y “exploración” y de habernos pasados horas en una fogata asando malvaviscos y salchichas mientras platicábamos y jugábamos, rendido por el cansancio me fui a acostar; tomé mi espacio en la sala, puse mi colchoneta y rápidamente caí en un profundo sueño. No me di cuenta cuando los demás llegaron a acostarse.
Ya era muy entrada la noche cuando me desperté debido a que algo me hacia cosquillas en la cara, abrí los ojos y me asusté; frente a mi estaba la dulce cara de Paty, quien dormía plácidamente. Lo que me despertó fue su tibio aliento en mi rostro, de tan cerca que estábamos el uno del otro. Me asustó su cercanía y el de momento no saber qué era lo que estaba frente a mí. Instantes después aquella visión hizo saltar mi corazón. A pesar de convivir mucho nunca había estado a menos de 80 cm su cara de la mía. Me quedé inmóvil contemplándole. La luz de la luna llena de Semana Santa entraba por el amplio ventanal de la sala de mi casa iluminando con su claridad toda la estancia.
Ella estaba tapada parcialmente con una sábana blanca, pero pude ver claramente que vestía su de moda vestido verde. Hasta mi llegaba el aroma del shampoo de su cabello recién lavado, seguramente antes de acostarse, pues las tardes y noches eran ya cálidas ese año en particular.
La contemplé largos minutos; simplemente la estuve viendo, extasiado por su imagen tan cerca de mi. Cerré los ojos y jugué al “dormido”. Me moví en mi lecho como sin querer y acerqué mi cara a la suya aún más, hasta que sentí de nuevo su aliento en mi rostro. Era divino sentirlo ahora; tibio, acompasado, y su aroma a mujer, a ella. En ese instante dejó de ser mi prima, para pasar a ser la mujer objeto de mi puberto deseo.
Sentí un loco deseo de besarle; nunca antes había besado a ninguna mujer de esa forma, como mujer. Ni sabía como hacerlo. Pero la idea se fue apoderando de mi mente y de mi ser.
Ella se movió un poco, girando levemente su cuerpo, con la cara hacia arriba, ligeramente hacia el lado donde estaba yo, y entreabrió los labios. Fue todo un espectáculo a la luz de la luna; ver la silueta de su hermoso rostro bañado por la luz de la noche. Permanecí inmóvil, contemplándole una vez más. Sin pensarlo, movido por un ardiente deseo, casi infantil, moví mi mano hasta su brazo tocándole suavemente y luego lo deslice… Nada, no se movió. Fingí ruidos de dormido con mi boca y me moví un poco más bruscamente, tocando su vientre…Nada, no se movió, ni nada.
Me giré un poco más, hasta que mi cara quedó casi en su hombro izquierdo, recostada… Nada, todo silencio. Me embriagó inmediatamente el perfume natural de su piel de niña; instintivamente mi boca se contrajo en una caricia sobre su hombro desnudo… Nada. Estaba profundamente dormida, pensé. Abrí mi boca y acaricié su piel más directamente, al tiempo que miraba si había una respuesta en su cara… Nada, no despertó.
Me retiré un poco para contemplar su dulce carita dormida.
Un instante después, apoyándome en mis codos, me acerqué más a ella, levantando mi cabeza. Me dirigí a sus labios poco a poco, no sin antes echar un ojo a los demás para asegurarme que dormían. Me acerqué hasta su boca, hasta sentir de nuevo su aliento, ahora en mis labios. Eso fue una incitación al beso. Muy levemente, casi imperceptiblemente, mis labios tocaron los suyos, sin embargo fue la caricia más adorable y hermosa que recuerdo haber sentido.
Recosté mi cabeza de nuevo en la almohada, y le contemplé una vez más, para asegurarme que aún dormía. Quería repetir aquello. Un minuto después lo hice de nuevo. Esta vez fui un poco más atrevido; mis labios mordieron los suyos levemente, durante un segundo… Mi corazón latía a mil por hora; era la primera vez que besaba a una mujer. Era divino. Medio minuto después, lo hice de nuevo; igual mordí sus labios con los míos pero ahora por cinco o seis segundos, hasta que ella se movió. Mi corazón dio un vuelco pensando que despertaba, pero no, solo se movió y se giro un poco.
Yo sentía miles de emociones que nunca había experimentado; sentía un profundo e inmenso amor repentino por mi prima, una gran ternura, pero también un sentimiento que ahora se se llama deseo. Mi pene parecía explotar dentro de mi short. Fluidos escurrían por él, algo que tampoco nunca había experimentado.
De nuevo se quedó inmóvil, pero solo unos instantes; giro su cuerpo hacia el otro lado pero solo su torso, dejó sus caderas y sus piernas hacia mi lado, es decir su cuerpo torcido. Al hacer esto, presionado por sus muslos, su vestido se estiró. Los tirantes se ciñeron a sus hombros y su escote en V se jaló hacia un lado. Mientras se movía yo le observaba con los ojos entreabiertos; al detenerse, los abrí completamente y el espectáculo ante mi era grandioso: la delgada tela de su escote se había jalado tanto que dejó libre una de sus bubis, completamente al aire, y la luz de la luna la iluminaba con toda claridad.
Me olvidé de su boca en ese momento, a pesar de tener ganas de seguirle besando. Me quedé absorto en la visión de su pecho desnudo a la luz de la luna. Pude ver como casi imperceptiblemente su pezón planito al contacto con el aire se contrajo poco a poco asta enroscarse y ponerse duro y levantarse un poquito. Fue algo hermoso aquello; tal vez algo que me marco para toda la vida, pues son los pezones, hasta cierto punto un fetiche para mi. Sobre todo ver su piel erizada alrededor de su pezón, los poros de su piel como pequeños cráteres, iluminados por la claridad de la noche.
Durante diez largos minutos permanecí observando el espectáculo de su pecho semidesnudo; después Se movió de nuevo. Esta vez movió sus piernas, bajando la sábana hasta sus tobillos. Parecía todo aquello un acto de provocación; sus piernas ahora quedaron desnudas, su vestido estaba recogido hasta la mitad de sus muslos abiertos parcialmente. Su panty dibujaba un hermoso triángulo en medio de sus piernas. Yo no esperé más ante aquella perspectiva; me senté en mi lugar para poder contemplar aquel espectáculo que se me presentaba a la vista. A pesar de que mis ojos se habían acostumbrado al nivel de luz de la sala iluminada por la luna, me levanté y encendí la luz del comedor contiguo. Hice como que me dirigía a tomar agua y observé que nadie pareció despertarse. Regresé sumamente excitado y me senté de nuevo al lado de Paty, en mi lugar. No podía despegar mis ojos de sus bellas piernas y de su sexo bajo la panty. Sus bubis se habían cubierto de nuevo por el vestido pero aún se marcaban sus pezones en la delgada tela de su escote.
La contemplé un rato largo y de manera inconsciente me tocaba por sobre mi short. Hasta que ella se movió de nuevo, girándose y dándome la espalda. Se recostó sobre su costado derecho y levantó su rodilla izquierda hacia el frente, abriendo las piernas, casi boca abajo. Sus nalgas quedaron paradas hacia atrás. Yo me acosté de nuevo y al cabo de un rato estaba profundamente “dormido”. Me giré hacia su lado y me atreví a pasar mi brazo por sobre de ella, sin mayor atrevimiento que poner mi cara en su espalda debajo de la nuca.
Ella no hizo ningún movimiento, pero al cabo de unos instantes se movió tomando mi mano y la llevó hacia su pecho y su acomodó para seguir durmiendo. Ahí entonces recordé que ambas hermanas solían dormir juntas en la misma cama en su casa; seguramente pensó que era ella quien le abrazaba. Al principio me asusté, pero luego que no pasó nada me relajé y el susto dio lugar a la excitación, pues sentía sus bubis en mi mano.
Solo abrí mi mano levemente y dejé que su bubi izquierda se acomodara en mi palma y solo eso; fue exquisito sentirla, tibia palpitante, suave. De cuando en cuando la presionaba suavemente para sentirla más. Mi pene estaba como una roca.
Después de de varios minutos de estar en esa posición, embriagado por el aroma y el contacto de su piel, de pronto se movió y me aparté enseguida. Ella se giró hacia mi, quedando boca arriba; su pierna izquierda hacia mi lado doblada y su vestido subido casi hasta arriba. Su escote estaba relajado y sus bubis se proyectaban hacia arriba como dos volcanes a punto de hacer erupción.
Sentía unas ganas inmensas de brincar encima de ella; sin saber nada de mujeres, mi instinto me decía que hacer. Me acerqué de nuevo a ella y le abracé. Ella no dijo ni hizo nada. Me moví como para acomodarme y mi mano bajo rápidamente por su vientre hasta su muslo, donde se depositó quedamente. Yo en posición como que había sido todo accidental, pero cada poro de mi piel, cada terminal nerviosa en mis manos enviaba mensajes a mi cerebro que me hacían temblar de deseo.
Discretamente moví mi mano poco a poco hasta su sexo; logré el contacto con su panty y la acolchonada textura de su feminidad me hizo caer casi en el delirio. No pude reprimir mis ansias y apreté con suavidad su pubis. Sentí como sus labios vaginales se abrieron, pero casi al mismo tiempo ella se movió y se giró de nuevo a la derecha.
Yo ya no podía más con aquello; baje parcialmente mi short y mi pene brincó hacia afuera. Inmediatamente me estaba masturbando impetuosa y vigorosamente. Sin embargo la acción de mi prepucio sobre mi glande inundado de fluidos producía un chasquido tan fuerte que temí todos se despertaran con el ruido.
Bajé la intensidad de mis movimientos hasta solo acariciarme; en eso me di cuenta de la posición de mi prima, con sus nalguitas paradas hacia mí y su calzoncito blanco de licra, brilloso, ajustado a sus formas. Me bajé más el short y no pude más. Mi instinto me llevó a su trasero; metí mi pene todo babeado entre sus piernas, justo debajo de sus nalgas, en su sexo cubierto con la panty, e inicié un mecánico mete y saca. Pronto inundé toda esa parte con mis fluidos abundantes y el contacto era delicioso. Lo hacia con suavidad, temiendo fuera a despertar. Pero ese contacto era sublime, mucho mejor que mi áspera mano.
Creí percibir en un momento que ella se arqueó un poco parando las nalgas hacia mí; no podría asegurarlo, pero así lo sentí. Al poco rato ya no me cuidaba tanto; la abracé de nuevo mientras seguía moviéndome suavemente. La sensación era indescriptible. De pronto, de nuevo pude percibir un movimiento de ella hacia mí; paraba más sus nalguitas y buscaba presionar hacia atrás buscando el compás de mis movimientos. Eso me asustó y me detuve. Cuando lo hice ella empujó más fuerte, una, dos, tres veces y luego tomó mi mano y la llevó a sus bubis. Estaba despierta. Y era obvio que disfrutaba también como yo de lo que hacía con ella. No supe que hacer. Me sentí avergonzado, descubierto. Pero ella siguió. Se dio vuelta hacia mí súbitamente y nuestras caras quedaron frente a frente. Me besó tierna y quedamente. La besé igual. Nos mirábamos a los ojos; nada dijimos. Entreabrió sus labios y me besó de nuevo. Sentí su saliva en mi boca; me gustó. Nos movíamos torpemente, pero era delicioso jugar con nuestros labios. Yo le abrasaba, sobaba su espalda, la apretaba contra mi cuerpo. Mi pene había quedado de fuera en mi short y ella lo sintió en sus piernas. No me di cuenta cuando ya lo tenía en sus manos y torpemente lo acariciaba y lo apretaba. Sin embargo era delicioso sentirlo en sus manos. Yo inspirado por lo que tal vez había visto en una película subida de tono, Besaba sus labios, su cara, su cuello. Suspiró profundamente cuando besé su oreja, y seguí haciéndolo, adivinando que le gustó esa caricia.
Yo recorría con mis manos su cuerpo, explorando su ser y las sensaciones de mi joven cuerpo y mi naciente sexualidad.
De pronto me empujó hacia atrás y continuó besándome; yo me dejé llevar y me abandoné a sus caricias. Éramos dos niños que nacían al amor. Me besaba sin saber cómo, pero sentirla en mi boca y en mi cuerpo era sublime. Dejó su mano mi pene un momento y me acariciaba el cuerpo. Subió su mano por mi vientre y me metió por debajo de mi camisa. Qué hermosa sensación; sentí una descarga eléctrica cuando sus caricias llegaron a mi pecho. Al tocar mis tetillas mientras me besaba sentí el cielo abrirse ante mí y me estremecí en sus brazos.
Ella se separó de mi y me miró a los ojos; yo sólo sonreí. Su mano regresó a mi pene, más que en una caricia, era una acción de exploración para satisfacer su curiosidad.
Ahora yo la llevé de espaldas hacia su lecho. Pensaba; si a mi me gustó, a ella también. Le besé largo rato mientras la acariciaba en todo su cuerpo, torpemente, pero era grandioso ese despertar a la vida. Poco a poco sentía hacerlo con más propiedad; la besaba en sus mejillas, en su cuello, regresé a sus orejas, que tanto le gusto. Mientras lo hacía acariciaba sus bubis, ella respirada apresuradamente. Mientras besaba sus orejas me di cuenta que al respirar con mi aliento tibio en su oreja ella apretaba mi espalda clavándome las uñas y suspiraba más fuerte.
Mis manos se encontraron con los tirantes de su vestido y recordé algo de hacía unos momentos. Traté de bajar sus tirantes, pero ella me detuvo. Seguí besándola y en un momento mis labios se encontraron con la tela que cubría sus bubis. Como un acto reflejo mordí con mis dientes suavemente sus pezones, y seguro ella sintió mismo que yo pues suspiró profundamente, casi gimiendo. Intenté de nuevo bajar los tirantes de su vestido, y esta vez ella no se opuso; sus dos bubis quedaron al descubierto completamente. No pude evitar que mis besos bajaran por su cuello, y más que pensarlo, por instinto, mis labios llegaron a sus bubis otra vez. Sentir su calor y tersura me embriagó una vez más; entreabrí mi boca y sus pezones fueron presa fácil de ella. Por instinto comencé a succionarlos y besarlos. Al recordar sus dedos en mis tetillas, probé lamer sus pezones y juguetear con mi lengua sobre ellos. Al sentir esa caricia ella arqueó la espalda y gimió levemente. En unos instantes me sujetaba con fuerza de la cabeza, como obligándome a seguir en sus bubis. Mi mano pronto buscó su entrepierna. Al sentirme en su sexo por sobre su panty, no pudo evitar soltar un Aaaaaahhh!! Y apretarme más fuerte contra ella.
Devoraba con premura sus bubis que sabían a miel. Disfrutaba saber y sentir que ella deliraba de placer por mis caricias. Había ya abierto las piernas en su totalidad para facilitarme la tarea de manosear su sexo. Hacía ella un esfuerzo sobre humano para no hacer ruido, ahora lo sé, pero su respiración era muy agitada y leves gemidos salían de su boca sin poder evitarlo. Yo obviamente no sabía a dónde iba todo eso ni dónde debía o tenía que terminar. Seguí besándola con infinita pasión y devorando sus bubis al tiempo que le masturbaba. Trataba de repetir las caricias o la forma en que lo hacía cuando sentía una respuesta de ella; si le jugaba con la lengua un pezón y ella gemía más fuerte, trataba de repetirlo para darle placer como ella quería. Eso pasaba cuando sin querer frotaba su clítoris; claro yo ni idea tenía que existía ese órgano, pero ahí aprendí que una mujer tenía partes más sensibles en su cuerpo.
Me concentré en darle mucho placer, en hacerla disfrutar hasta el delirio; eso me gustaba a mí, y mucho, escucharla, sentirla como se retorcía en mis brazos y como me miraba a los ojos con los suyos entrecerrados.
No puedo negar que me sentí asustado, cuando después de varios minutos de lamer sus tetitas y tocar su sexo, empezó a temblar de las piernas, respirar y sesear más hondo y de pronto sus pestañas temblaron también y sus ojos se voltearon hacia arriba y se pusieron en blanco. Se escucharon tres Aahh! Aahh! Aahh! enmudecidos y levantó sus rodillas cerrando sus piernas. Yo no sabía que fue lo que pasó y traté de seguirle dando placer. Ella tomó mi mano y la llevó a sus bubis, me jaló de la nuca y me beso tiernamente en la boca. Me sonrió y recostó de lado junto a mí, viéndome a los ojos.
Yo no tenía idea de que había tenido un orgasmo y que había entrado en una especie de sopor y letargo. Yo estaba encendido, y ella se dio cuenta de que yo me tocaba por encima del short. Se recostó en mi pecho y buscó mi boca una vez más. Me besaba tiernamente, pero poco a poco se fue encendiendo de nuevo. Me gusto el sentir su saliva en mi boca, así que yo chupaba y bebía ávidamente ese néctar de la suya. Yo seguía tocándome, hasta que sentí su mano sobre la mía cuando me tocaba y dejé que ella lo hiciera.
Bajé mi short un poco hasta que mi pene saltó fuera; ella lo tomó en su mano sin dejar de besarme. Como me masturbaba desde hacía un poco más de dos años, tomé su mano sobre mi pene y le fui indicando como hacerlo, primero despacio y luego el ritmo que quería. En pocos minutos lo hacía ya muy bien. Ya no me importaron los sonidos de mi pene al chasquear mi prepucio; más aun me pareció un sonido celestial sabiéndolo provocado por sus suaves manos.
Nos besamos un largo rato mientras me hacía la paja de mi vida. Yo tenía mi brazo por debajo de su cuerpo, abrazándola, así que fácilmente pude llegar hasta sus nalgas que apretaba con fuerza. Que sensación más rica la de su duro trasero bajo la suave tela de licra de su panty. Alcanzaba aún a tocar su sexo por detrás, y al notar que ella se movía le masturbé de nuevo. Ella seguía besándome y frotando mi pene. Yo metí la mano por dentro de su panty entre sus nalgas hasta conseguir su sexo muy mojado y le frotaba entre sus labios vaginales alrededor de los cuales se sentían ya algunos vellos. Sentía como ella se echaba hacia atrás como instintivamente buscando ser penetrada. Yo no tenía conciencia de ello, sin embargo, si le pasaba mi dedo por entre sus labios presionando hacia adentro un poco. Esto la volvía loca, y mi boca apagaba sus gemidos que ya iban en aumento una vez más.
Me di cuenta de que si yo incrementaba el ritmo de estimulación de su sexo, ella se encendía y frotaba con más fuerza mi miembro, así que en intervalos lo hice de esa forma; la estimulaba más rápido y fuerte y luego le bajaba. Así lo hice unas dos o tres veces, hasta que note de nuevo que movía su trasero y pelvis como follando contra mi mano y apretaba y jaloneaba mi pene casí a punto de hacerme daño, hasta que después de unos siete u ocho minutos, separada de mis labios ya y recostada sobre mi mejilla susurró unos Uuhh! Uuhh! Uuuuummmhhh!!! y se relajó justo al tiempo de que de mi pene salieron las explosiones de semen más grandes que recuerde haber tenido; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Las primeras dos nos llegaron hasta la cara a los dos, las demás sobre mi abdomen. Al venirme, mi mano se atenazó de su sexo insertando mi dedo medio entre sus labios, así que pude sentir lo que ahora se fue un tremendo orgasmo de mi primita; supongo, si no su primero el segundo de su vida…
CONTINUARÁ…
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