Pensamientos lascivos con mamá: El inició de mi hermana Isabel
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Sabía perfectamente que no había nadie en casa, pero aún así sentía esa sensación extraña que me hacía moverme como si alguien pudiera verme.
Serían las 3 de la tarde y en la escuela nos dejaron ir porque la maestra encargada se había reportado enferma.
Mis hermanas menores estudiaban por la mañana, pero sabía que Beatriz la mayor iría a hacer tareas con sus amigas y que Lily la acompañaría.
Maldita mala suerte – había pensado -, me hubiera gustado echar un polvo ahora.
Es que a mis 16 años no me era suficiente el sexo que teníamos en la noche, conste que ahora tenía 2 hembras en quien desahogar mis deseos, porque hacía casi un año desde que mamá me encontró follando con mi hermana mayor de 14 en ese entonces y desde ese día también Lily había pasado a ser parte de los juegos de sexo entre hermanos.
Como dije, las noches eran de sexo entre los 4 hermanos que dormíamos en aquel apartamento que papá había tenido a bien rentar ya que en uno sólo no cabíamos.
El, mamá y una hermana: Isabel de 9 añitos vivían en uno y en el otro mis incestuosos hermanos y yo.
Pues ahí estaba yo en el cuarto de mis padres, haciendo no sé que.
La verdad había entrado sin tener un objetivo, había sido ya adentro cuando una chispa de perversidad se había apoderado de mis pensamientos.
Fue quizá al ver la cama donde dormía papá y mamá.
Fue algo que nunca hubiera imaginado, pero el cerebro una vez más se me ensañó conmigo trayendo a mi memoria las imágenes de cuando tuve sexo con mi madre.
Había pasado tanto tiempo, un año talvez y ahí estaba yo repasando cada imagen.
Su culo grande y carnoso, sus piernas gruesas y aquellas tetas enormes.
Su mata de pelos negra, espesa y aquel chocho color rosa del tamaño de la palma de mi mano.
En mi imaginación podía oler su aroma de hembra deseosa de polla.
Su sonrisa cuando se dejó vencer por el deseo y me permitió llegar junto a ella y me dejo lamerle el chocho.
Estaba excitada, sus piernas se movían hacia los lados dejándome el camino para que yo pudiera gozar a mis anchas aquel manjar.
Todo era tan real, casi tangible.
Tanto que ahí estaba yo con mi verga en la mano fantaseando que frente a mí estaba aquella mujer que por una única vez había cogido conmigo.
La masturbacion era algo que no era ajeno a mi.
Porque si bien es cierto que tenía donde desahogar mis calenturas, frecuentemente recurría a ello ya sea para hacer mía una fantasía con alguien que no podía concretar.
Era paradójico pensar que era un chico que había tenido relación con el sexo desde los 8 años y era tímido para acercase a las chicas, podría decirse que todo mi mundo sexual era o había sido producto de un juego.
Cuantas veces mi semen había ido a caer en periódicos con fotos de mujeres en ropa interior o revistas porno.
Me había acostado en la cama de mis padres, boca arriba.
Únicamente me había quitado los pantalones y mis calzoncillos, la playera nada más me la había enrollado hasta dejar descubierto mis pechos.
Con las piernas totalmente abiertas me pajeaba, mi mano alrededor apretando con la intención de creer que era la vagina estrecha de mamá.
Porque así me la imaginaba, la verdad había pasado el tiempo y ya no estaba 100 % seguro de cómo era.
Recordaba que era jugosa si, que le olía delicioso también, caliente por dentro definitivamente.
Bastaba para mi, lo que importaba era que ahora la tenía cabalgándome y gimiendo porque su hijo le metía aquellos 16 o 17 cm de verga.
Con la mano derecha me masturbaba, con la izquierda recorría mi estómago imaginando que era ella quien me acariciaba.
Subía a mis tetitas, las chupaba.
Luego mi cuello, sus labios suaves me besaban de izquierda a derecha, subían por mi barbilla y es ahí donde nos mirábamos de frente.
Me sonreía pícaramente, su dedo índice se colocaba frente a mi boca como diciéndome que guardara silencio.
– ¿Te gusta mamá?
– Me encanta
– ¿Quieres que la meta por el culo?
– Si amor.
Pero hazme acabar el chocho primero.
¿Te gusta mi cosita apretada?
– Si mamá – dije mientras apretaba mi mano para asemejar que efectivamente la cueva de mamá era tan apretada como ella decía-
– Sigue bebe.
Coge a mami, cogela como solo tú sabes hacerla.
La seguía follando sintiendo como mi verga iba a alojarse a sus tripas, pero creí necesario hacerle el sexo en otra posición.
Me coloqué boca abajo para luego quedar con mis rodillas a la cama y parte del pecho en el colchón.
Podía sentir su cuerpo debajo del mío y así la culie hasta que escucharla al borde del orgasmo.
-Dame más hijo, dámela toda.
La quiero toda adentro amor – suplicaba-
Me baje de la cama y ahora ella debía pararse en el piso sosteniéndose en la cama.
Podría disfrutar ver ese carnoso culo, agarrarme a el y empujar mi verga en esa cueva que yacía como horno.
Quise estar más cómodo, me quite la playera.
También pensé que mamá debía lubricarse.
Bingo, pude ver el bote de aceite para bebe que papa usaba para echarse en el cabello a modo de vaselina.
Me lo unte en la mano derecha y ahora probé cerrando mi puño y dejando el orificio para meter mi verga.
La vulva de mamá quedó perfecta (Así de real era mi fantasía), cerré los ojos, porque si bien quería ver cómo sus nalgas se mecían frente a mí, lo podía ver mejor con los ojos cerrados.
En un arranque de sadismo le di un par de nalgadas (en realidad me pegue en las mías) y acelere mis movimientos.
Quise acabar, quise que termináramos juntos.
La escuche gemir, la escuche respirar, la escuche pedirme que por favor no parara.
Follame bebe, dame duro – repetía una y otra vez.
De nuevo quise que fuera ella quien me cabalgará y otra vez me acosté boca arriba con las piernas abiertas, pero algo más se me vino a la mente.
Pude ver unas cajas con ropa, supe que ahí debía haber alguna prenda de mamá y otra vez acerté.
Encontré unos calzones suyos, grandes, blancos, transparentes de la parte frontal en donde debía quedar la panocha.
Olían a ella o al menos eso imagine.
Caliente como estaba me los coloque sobre la cara y acostándome me masturbe imaginando que le daba lo mejor de mi sexo.
Al momento de terminar tuve a bien echar mi leche en aquel calzón que sabía alguna vez había estado en contacto con su panocha.
Fueron seis u ocho chorros que parecían venir desde lo más intimo de mi aparato sexual.
Me dolían los huevos y aunque había acabado mi verga quedo tiesa como si aquello no hubiese sido suficiente.
Otra vez pude sentir aquella extraña sensación de culpabilidad, de que alguien pudiera descubrirme.
Algo raro en mi porque durante años había tenido sexo con mis hermanas incluso con mi madre y jamás había sentido nada parecido.
Quizás esta vez abonaba el que ahora ya podía ser culpado de pervertido, tenía 16 años y aducir inocencia quizá ya no sería una excusa.
Tan rápido como pude trate de arreglar la cama, pero el olor a sexo era algo que quedaría en el ambiente.
Por tercera ocasión encontré una solución al problema, sobre una mesa pude ver un bote de repelente para zancudos BAYGON (Valga el comercial) y lo rocíe tanto como pude.
Tan distraído estaba ocupado en borrar las huellas de lo había hecho que no percate, a escasos metros estaba Isabel la más chica de mis hermanas.
Tiene 9 años y nunca me había visto desnudo, de hecho ni yo mismo me había percatado que había olvidado ponerme mis ropas.
Estaba con mi desnudes en toda la extensión, mi verga semi flácida con claros síntomas de haber vomitado semen.
¿Qué podía decirle? ¿Qué diría si la dejaba con la duda de que estaba haciendo ahí? ¿Vendrá con alguien?
Estás y muchas preguntas revoloteaban en mi cabeza.
– Hola Isabel -dije aparentando la mayor tranquilidad del mundo – Vienes con mamá.
– No – dijo con aquella vocecita de inocencia, pero que necesita una explicación a su curiosidad-
– ¿Con quien vienes? – dije colocándome los pantalones lo más rápido que podía –
– Sola.
Es que estaba donde Doña Inés, pero me vine por Paty me pego
Eso explicaba algo.
Doña Inés es una vecina donde muchas veces mis hermanas se iban a quedar cuando regresaban de la escuela.
Sabia que Beatriz se había llevado a Lily, ahora supe donde habían dejado a la más chica.
– Tienes hambre – pregunte casi por preguntar- Luego agregué : Te propongo un trato.
Sino dices nada de lo que acabas de ver te compro un helado grandote.
Y como si no estuviese al tanto de la realidad que estaba viendo me pregunto:
– ¿Por qué estabas desnudo en la cama de mamá?
– Eso también te lo voy a explicar, pero salgamos de aquí que papa se va enojar si nos encuentra acá.
Vale decir que esa fue la primera vez que Isabel probó mi lengua en su chocho.
Tuve que cómprale su helado, pero ella quiso saber porque estaba desnudo y no me quedo más remedio que explicarle que eso era algo que los hombres hacen cuando se imaginan a una mujer o a una niña que necesita sentir cosas ricas en su cosita ahí abajo.
Fue una explicación detallada, helado en mano nos fuimos al cuarto donde dormíamos los 4 hermanos mayores a ella y ahí sin aquella extraña sensación de que podían descubrirme otra vez acabe sin ropa, pero esta vez no tuve que fantasear que me cogia a mamá.
Esta vez fue Isabel la que recibió sus clases de cómo mamar una polla, le chupe por primera vez su panochita y hasta recibió mi semen entre sus labios vaginales.
Como dato curioso, Isabel tuvo que echarse la culpa de haber derramado el Baygon ante el enojo de papá.
Como buen hermano, tuve que comprar un bote nuevo para que no la regañaran por esa travesura (Yo trabajaba por las mañana en un taller de zapatería).
El calzón de mamá fue un trofeo que guarde por unos años y que en más de una ocasión me sirvió de estímulo para mis pajas que no eran pocas.
Seguiré contando ….
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