Perdóneme, padre, que he pecado — Capítulo III
Sacramento del perdón.
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Capítulo III: 3ra confesión
—Ave María purísima.
—Sin pecado concebida.
—Cuéntame, hijo, qué es lo que te aflige.
—Padre, perdóneme porque he pecado, mi última confesión fue el día…
—Sí, sí, ya lo sé, vamos al grano.
—Padre, me acuso de haber cometido gravísimos pecados en contra de…
—Ok, ok, que el señor te ayude a encontrar la paz y el valor, hijo mío, para contarme con lujo de detalles lo que te ocurre.
—Padre, no sé si tengo perdón…
—Por supuesto que tienes perdón, si yo soy el que te puede absolver en nombre de nuestro señor.
—Gracias, padre, es demasiada la bondad que usted tiene en su corazón.
—Hijo mío, ahora que estás listo y con tu corazón vertido hacia nuestro señor, cuéntame de qué te arrepientes, recuerda que debes decírmelo todo.
—Sí, padre, claro que sí, ¿se acuerda que la semana pasada le dije que tenía que contarle de mi ahijada Macarena?
—Claro que sí, he estado esperando verte para que me digas qué pasa con ella.
—Padre, como le dije antes, todo esto comenzó hace un par de meses; mi hijo comenzó a comportarse así cuando descubrió a Maquita entre medio de las piernas de mi compadre, atacándole la pichula sin piedad y cuando vio a mi Marito, lo llamó para que la ayudara a sacarle la leche a su papá.
—¡Cómo olvidarlo, hijo!, ¡cómo olvidarlo!
—Bueno, cuando mi compadre se enteró que mi hijo también me estaba haciendo lo mismo, se mostró aliviado porque él estaba esperando que yo lo ayudara con los pequeños demonios… ¡oh!, ¡perdón!, ¡no quise invocar al maligno, padre!
—Bueno, no te preocupes, que aquí en la casa del señor, la maldad no tiene cabida, prosigue.
—Bueno, resumiendo, padrecito, mi compadre me dijo que quería que lo ayudara porque ya no podía con los dos sin que mi comadre se diera cuenta que le estaba costando cumplir con sus deberes maritales.
—Y entonces tú…
—Bueno, yo a esas alturas ya había comenzado a ayudarle, aunque sin saberlo todo, porque mi hijo ya me estaba visitando de noche.
—Claro, claro, el pequeño maric…Marito, ya te estaba mamando la verga.
—¡Ay, padre!, ¡la forma en que lo dice!
—Bueno, hijo, eso es lo que ha estado haciendo, ¿no?
—Sí, claro padre, tiene razón, es solo que aún me cuesta reconocer que mi Marito es un mamavergas.
—Bueno, pero no te preocupes que no es ni será el único en esos menesteres, ¡si no lo sabré yo!
—¿Qué quiere decir, padrecito?
—Ehh, quiero decir que yo me imagino que debe haber muchos niños que se alejan de la senda del señor, hijo, y es nuestro deber ayudarlos.
—Claro, padre, tiene razón usted, me imagino que además de mi hijo y mi ahijada, debe haber otros que están en esta misma situación.
—No te quepa duda, hijo, no te quepa duda.
—Compadezco a los padres que están pasando por las mismas tribulaciones, padre.
—Sin duda, hijo, ¡imagínate lo que están pasando!, ¡de solo pensarlo siento que muero de envid…siento que muero en vida, hijo, por esas pobres almas que no tienen a quién acudir por ayuda!, ¡si tan solo supieran que aquí tienen a alguien que pagaría por poder estar en su lugar, para así ayudarles a sobrellevar ese inmenso dolor!
—¡Ay, cuánta bondad!, ¡usted es un santo, padre!
—¡Uff, hijo!, en todo caso sería un santo que no da más por ponerla!
—¡Padre!
—Es verdad, hijo, no te miento, no doy más por poner la indulgencia divina en los corazones de esos padres desconocidos, pero que adivino llenos de impotencia y necesidad, ¡qué no daría yo por estar en el lugar de ellos y relevarlos en esa pesada carga que han de llevar, sufriendo las embestidas de esas pequeñas e insaciables boquitas y culitos que los incitan al pecado!
—¡Ay, padre, usted es demasiado bueno!, ¡siempre pensando en ayudar a los demás!
—Bueno, hijo, pero nos hemos alejado de lo que nos convoca hoy, tú me ibas a confiar los pecados que tienen que ver con esa maraquita, ¿no?
—Maquita, padre, Maquita.
—Ok, cuéntame pues.
—Mire, padre, el mismo día que hablé con mi compadre, este me ofreció disfrutar de la ahijada. Mi comadre estaba en la casa, pero a ella no le extraña nada que mi compadre y yo andemos juntos en nuestras cosas, porque tal como le he cont…
—Sí, sí, ya me has contado que los dos son como hermanos… no volvamos a lo mismo, por favor, continúa.
—Bueno, mi compadre me mostró su celular…
—¿el celular?
—Sí, padre, resulta que en el celular el caliente de mi compadre tiene unos videos de la Maquita chupándole…
—¡Hijoeput——!
— …la pichula y se ve tan rica, padre, ¡tan rica!
—¿La pichula?
—¡No, padre!, ¡la ahijada!, con sus ojitos bien abiertos mirando a la cámara, con su boquita formando una «O» alrededor del pico, padre, porque como ya le conté, mi compadre y yo tenemos bien grand…
—Sí, ya lo sé, los dos tienen el pico grande, ya me lo dijiste.
—Claro, y la Maquita, padre, se lo comía enterito, es una niña muy aventajada, padrecito; chupaba el pico sacándolo hasta que aparecía la cabeza casi morada y luego se lo volvía a tragar hasta que su naricita se perdía en los pelos de mi compadre, porque él es bien peludo, ¿no?, y hacía unos ruiditos padre, pero esos los tuve que escuchar con audífonos, porque no podíamos arriesgarnos a que los escuchara la comadre.
—Me imagino, qué bueno que hayan pensado en mantener esto oculto de la madre.
—Sí, padre, sería una pena que ella supiera de lo que es capaz la niña.
—¿Y qué más, hijo?, ¿dónde estaba la niña en esos instantes?
—Estaba en su pieza, padre, pero…
—¿Y fueron a la pieza?
—no, no fuimos a verla esa vez, padre, yo tuve que esperar varios días más antes de poder hacer algo con ella.
—¿y cómo fue?, ¡cuenta, cuenta!
—Fue un día que mi comadre fue a la peluquería con mi mujer, padre, ese día mi compadre me llamó al teléfono y me pidió que fuera rápido a su casa; yo ya intuía para qué.
—¡Qué par de suertudos!, ¡se quedaron solos con la pendeja!, ¿Y el pequeño maric… Marito?
—Marito estaba en la casa también, pero yo salí solo a la casa de mi compadre, al menos ese día fue así; padrecito, perdóneme por lo que voy a decir, pero es que yo tenía muchas ganas de probar a la Maraq… Macarenita; desde días atrás venía imaginando ese momento.
—Me imagino, hijo, no solo tú, hasta a mí se me llega a parar de solo pens…
—¿De verdad, padrecito?
—Claro, hijo, de solo pensar en ese acto tan grande de depravación se me llegan a parar los pelos.
—Entiendo, padrecito… perdóname diosito santo por este pecado tan horrible que he cometido, en tus manos pongo todo mi corazón.
—Prosigue, hijo, no te preocupes por dios que de eso me encargo yo, por algo él me puso aquí para actuar en su nombre, pero dime… ¿te culeaste a la maraquita?
—Maquit… ah, está bien, dejémoslo así, no padre, ya le dije que mi compadre y yo tenememos el pico demasiado grand…
—¡AGHHH!, ¡basta!; a ver, pásate para acá…
—¿Padre?
—Sí, pásate para acá, ¡quiero verte de una puta vez!
—Pero padre…
—¡Nada de «pero padre» aquí!, ya me cansé de la misma cantinela una y otra vez.
— …
—Bien, entra, ponte aquí.
—Padre… ¿aquí?, ¿qué quiere que haga?
—Así está bien… párate frente a mí, déjame… déjame a mí.
—¡Padre!, ¡pero qué hace!
—¿¡Qué crees tú?!, quiero ver de una vez por todas de qué alardeas cada vez que… —¡Ay, dios!, ¡dios!, ¡pero qué es esto!, ¡QUÉ ES ESTO!
—Ay, padrecito, me da mucha vergüen…
—¡Pero hijo de mi alma!, ¡qué cosa tan extraordinaria!
— …za que usted me vea así.
—¿Ý todo esto es lo que se come el puto de tu hijo?, ¡¿TODO ESTO?!
—Sí, padre, todo sin chistar… padre, si sigue haciendo eso se me va a parar.
—¡Eso estoy tratando de hacer! (parece que a este weón dios le dio de pico, lo que no le dio de sesos)
—¡Oh, padre!, ¿me la va a chupar?
—(¿no digo yo?) chup, chup, chup… qué diosito te la conserve siempre, hijo, tienes una hermosa pi…
—Ay, padre,
— …chula, con razón al pequeño mariconcito le gusta tanto.
—Qué… qué hace… aahhh, pa… dre.
—Shhh, tranquilo, tranquilo.
—Ayy, padrecito, yo jamás imaginé que usted… padre, agghh… ¡qué rico, padre!
—Quietito, déjame a mí mover la boca, ¿sí?, tú quédate quietito.
—Sí, padre, es que no aguanto más.
—Mmmmm, chup, chup.
—Ahhh, succiona tan rico como mi Marito, ahhhh.
—¿Sí?, ¿así te lo mama el angelito?… ¿y también te hace esto?
—¡OH!, ¡PAAADREE!, ¡AGHHHH!,
—Así, levanta la pierna y déjame probar esta parte.
—¡AHHHH!, ¡QUÉ RICA SU LENGUA, PADRECITO!!
—Y tu hoyito no está nada mal, mmmmmm, déjame meter más lengua por acá… ¿te gusta?
—Ayy!, ¡sí, sí, así, siga!
—…Mmmmm, ¿nunca has probado una verga por la puerta trasera?
—¡Ahhhhh!, no padre… no soy maricóoonnchetumaaadre, ¡qué rico lo hace!, ¡¡¡paadreeee!!!
—Déjame comerte las bolas.
—Ufff, padre, despacito, por favor, que las tengo sensibles.
—Claro, déjame a mí que yo sé lo que hago… ¿te gusta así?
—Ayy, padre, ¡síiii!
—Dame el picmmm, la cabecita la tienes mojadita… esto te está gustando mucho parece.
—Ayy, chúpela enterita, padrecito, ¡por favor!, pásele la lengüita por la cabecita…. mmmmm.
—chup, chup, chup
—¡aaaghh!, si sigue… así… !Ay!, ¡ME VA A HACER ACAB…
—Dámela, hijo, ya que estamos en esto…
—AAARRR!
— …dámela toda, échame los mocos en la boca… mmmm, ya estás a punto.
—¡Ahhhhhh!, padre… déjeme… agarrar… su cabeza… sí, así siga, padre, por favor.
—Mmmmpff, cuid… mmpfff… ¡no!, mmmppfff, ¡sácalmmmpfff!
—Aguante, padrecito, que ya viene, siga chupando, ¿está llorando, padrecito?
—mmmpfff… ogjjj, mmppsh, ¡quíta… lajjggh!
—no le entiendo, padrecito, eso, cómasela enterita, ¡qué puto me salió, padrecito!
—¡Atrevmmmppfffido!
—¿Qué pasó, padrecito?, ¿también le gusta mucho la pichula, ¿no?
—(¡este weón me va a matar!)
—Ahora, padre, prepá…re…se, ya viene, tráguese todos los mocos, padre.
—(¡me ahogo!)
—¡AHHHHHH!, ¡ACABOOOOO!, ¡AAAGGHHH!
—Glup, glup, glup.
—¡SIGUE!, ¡SIGUE CHUPANDO CURA MARICÓN!, ¡SÁCAME TODAA LA LECHE! ¡AAAAAHHH!… (suspiro)…
—Mmmm (aún chupando suavemente)
—Despacito, padrecito, que la cabeza me queda muy sensible; qué rico lo hizo, padrecito; me dejó seco… ya no queda nada, padrecito, me sacó hasta la última gota.
—Siempre hay una última gotita, hijo… déjame probarla un poquito más… ¡Ay, hijo!, casi me matas con tu verga.
—Perdone, padrecito, no me pude refrenar.
—Deja, deja que me serene un poco… (carraspeo), todavía tengo leche en la garganta.
—Es que yo soy muy lechero, padrecito, y me vuelvo medio loco cuando estoy por acabar, le pido disculpas, padrecito, no fue mi intención que se ahogara.
—Cof, cof… sí, muy, muy lechero… y también soltaste unas cuantas impertinencias, pero las voy a considerar como una reacción inevitable de tu parte.
—Le ofrezco disculpas, padrecito, es la emoción de que a uno le estén chupando el pico lo que me hizo hablar así, pero yo lo respeto mucho, padre.
—Está bien, hijo; la pasión y los excesos terrenales siempre terminan en descontrol, pero fue necesario hacer esto, para entender a qué nos estamos enfrentando.
—Ay, padre, usted no tiene idea de cuánto lo admiro por todo lo que usted es capaz de hacer con tal de entender la situación de mi Marito y poder ayudarlo.
—¿Ehh?… Ahh, sí, claro, fue solamente para poder ayudar al pequeño maric…Marito.
—Padre, suéltemela para guardarla.
—Oh, lo siento, hijo, claro, claro.
—Espero que no vaya usted a tomar a mal mi falta de tacto, padrecito, es que cuando estoy por acabar me vuelvo un poco loc…
—Sí, sí, ya me lo dijiste, ese empeño tuyo en repetir las cosas.
—Perdone, padre.
—Está bien, hijo, pero entre tanto exceso se pasó el tiempo y nunca me dijiste lo que pasó con la Marac…Macarena, tu ahijada.
—Ay, padre, la Maquita es una experta en chupar pichulas, mi compadre la tiene muy bien entrenada, si supiera usted.
—Bueno, hijo, espero que no tenga que pasar mucho tiempo para que me enseñe a mí también todas sus dotes.
— ¿Cómo…?
—todas las dotes de su corazón, hijo, porque no me cabe duda que también la Maraquita es una niña bondadosa y angelical, es solo que hoy está un poco extraviada.
—Ay, padre, yo no estoy seguro; la Maquita es muy adelantada para su edad y mi compadre no es muy religioso, a él no le importa nada, no creo que tenga ningún remordimiento y la niña tampoco.
—Eso pasa cuando los hombres se alejan de dios, hijo; al menos tú has hecho lo correcto al venir conmigo, pero de todos modos yo quiero conocer a la niña y ver qué se puede hacer por ella.
—Sí, padre, aún no he hablado con mis compadres, pero no creo que haya problemas porque aunque ellos no visitan nunca la parroquia, son católicos. Además, sería una buena oportunidad para preparar a los niños para la primera comunión.
—Claro, hijo, estupenda idea. Acá estaremos encantados en prepararlos para que su primera vez sea inolvidable.
—¿Ah?
—Que su primera eucaristía sea un acto inolvidable para ellos, hijo.
—Entiendo, padrecito.
—Bueno, considerando que al parecer ya no vamos a llegar al tema de la maraquita y si no tienes ningún otro pecado que sacar de tu alma, hijo…
—Sí, padre, ya se ha hecho un poco tarde y creo que tendré que dejar para después lo de mi ahijada.
—Hijo, da gracias al señor que es luz y salvación.
—porque es eterna su misericordia.
—dios, padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su hijo y derramó el espíritu santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la iglesia, el perdón y la paz y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo.
—Amén.
—La pasión de nuestro señor jesucristo, la intercesión de la bienaventurada virgen María y de todos los santos, el bien que hagas y el mal que puedas sufrir, te sirvan como remedio de tus pecados, aumento de gracia y premio de vida eterna.
—Amén
—Reza un Ave María cada noche hasta que decidas volver, hijo, ahora vete en paz.
—Gracias, padrecito, muchas gracias.
Torux
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