Perdóneme, padre, que he pecado — Capítulo V parte a
Marito y el cura.
Capítulo V parte a: Marito y el cura
(en un pequeño patio—jardín con algunos juegos infantiles, rodeado de salas, habitaciones, instalaciones y la parroquia a un costado)
—¡Padre! Qué bueno que lo veo, padre, lo estaba esperando.
—Hola, hijo, vaya, vaya, ¿y quién es esa hermosa criatura?, ¿es Marito?
—Sí padre, él es mi hijo de quien le he hablado tanto.
—Claro, no me cabe duda, es tal cual lo describiste, hijo; un niño angelical, un querubín.
—Padre, dejé a Marito jugando un rato, porque antes quería conversar con usted… se ve distinto sin sotana, padre.
—ja, ja, claro, hijo, es que en estos momentos no tengo que oficiar. Y dime… ¿has venido a confesarte con el niño?
—No, padre, hoy no vengo a confesarme; más bien quiero conversar con usted de algo que me ronda en la cabeza.
—Claro, hijo, si quieres una conversación informal, aquí estoy para escucharte. Pero me presentarás al niño, ¿verdad?
—Por supuesto, padre, por eso estoy aquí. Mire, yo sé que le había prometido que traería a los niños, pero tal como le conté la última vez que estuve aquí, las señoras no quisieron, tienen dudas… debo ser sincero con usted, padre; con todo esto de los abusos sexuales, las mamás no quieren correr riesgos y yo, la verdad, preferí no insistir porque mi interés podría llamarles la atención. A mí me consta que usted es todo bondad, padre, pero lo que yo le he pedido podría ser malinterpretado si alguien lo supiera. Jamás entenderían que es por el bien de mi hijo, para que deje su vicio.
—Claro, hijo, bien pensado, pero dime, ¿qué tienes pensado hacer?
—Padre, quería saber si aún está dispuesto a ayudarme en eso que le pedí.
—¿»eso»?… ¿quieres que lo… «entrene»?
—Sí, padre. Sé que no lo puedo traer a catecismo como era la idea original, pero… (susurrando) me gustaría que me ayudara a… verá, mi compadre está preparando a su hija con algunos «juguetes» como los llama él. Hace unos días me los mostró, son de varios tamaños y me propuso que preparemos a Marito también con ellos, pero yo no estoy seguro, preferiría que fuera algo más natural.
—Hijo, créeme que te entiendo perfectamente; yo también rechazo el adiestramiento con elementos artificiales.
—Nunca podré compensarlo por tanta bondad, padre. A veces me cuestiono si no le estaré pidiendo demasiado.
—Yo tampoco entiendo cómo puedes ser tan we… buen papá, hijo. Padres que se sacrifican así por sus hijos ya no se ven; y ya sabemos que si no eres tú, será otro, lo mejor es que Marito aprenda con quienes lo aman y tal como te dije tiempo atrás, estoy dispuesto a ayudarte con tal de que el niño no sufra ningún daño.
—Eso es lo que espero, padre, que no sufra, y que aprenda a disfrutarlo hasta que se aburra y termine con este vicio.
—Oh, hijo, si algo he aprendido en mi larga experiencia de tratar con chicos es que a los niños como Marito jamás se les pasa…
—Pero, padre, yo creía que estábamos de acuerdo en que esto es para que el niño sacie su curiosidad de una vez hasta que llegue al punto en que le sea indiferente.
—Claro, hijo, claro, pero déjame terminar; lo que digo es que a niños como él jamás se les pasa por la mente que esto sea algo malo y no debemos ser nosotros quienes los hagamos sentir culpables de una conducta que para ellos es natural.
—Oh, entiendo, padre, entiendo. Yo he pensado en que si usted no tiene objeción, podría traer al niño el próximo fin de semana.
—¿Objeción? Ja, ja, ja, ok, hijo, perdona, perdona.
—¿Le parece bien, padre? Si no puede, sólo dígamelo que yo lo entenderé.
—¡Pero cómo tan est…! ¡estoica tu actitud, hijo!, ¡te admiro!
—Gracias, padre… eh, perdone padre, pero no sé lo que es «estoico»
—No te preocupes, hijo, es una cualidad tuya, nada más.
—Padre, entonces, ¿le parece que comencemos ahora?, ¿tiene tiempo?
—Aunque no lo tuviera, hijo, con tal de ayudarte en esto me hago el tiempo. Jamás me perdería de esta oportunidad… eh, de la oportunidad de ayudar a un siervo de dios, hijo mío.
—Gracias, padre. ¡Si mi señora y mi comadre supieran cuán bondadoso es usted las cosas serían tan distintas!
—Claro que serían distintas, hijo, afortunadamente no están al tanto de nada. Tú y yo sabemos que las mujeres no entienden de estas cosas de hombres, ¿no?
—Es verdad, padrecito, es verdad.
—Mira, hijo, ¿qué te parece que me dejes a Marito por una hora?, así podemos comenzar ya con su tratamiento.
—Claro, padre, mientras antes mejor, ¿no? ¿Usted quiere que me quede, padre?
—Creo que por esta vez, sería contraproducente, hijo. Mejor déjamelo a mí para la iniciación y ya más adelante podremos hacer esto juntos.
—Está bien, padre. ¡Marito, venga para acá!
—(No puedo creer mi suerte, ¡gracias dios!)
—Marito escúcheme, se va a quedar con el padre un rato mientras yo voy a comprar unas cosas, volveré en una hora. Acompañe al padre y hágale caso en todo, ¿me oyó?. Pórtese bien con él.
—Sí, papi.
—Hasta más rato, padre, y nuevamente gracias por todo.
—Hasta una hora más, hijo, no me agradezcas que estoy para ayudar, adiós hijo. ¿Cómo estás, Marito?
—Bien, padre.
—Siéntate aquí a mi lado, mi niño, ¿sabes por qué estás acá?
—No, padre, mi papá me dijo que lo acompañara no más.
—Bueno, me alegro que hayas venido. Te voy a mostrar qué hay aquí, ¿te gustaría recorrer por ahí?
—Bueno, padre.
—Dame la mano, mira, vamos por acá y te voy a ir mostrando qué hay.
—¿Qué hay ahí, padre?
—Ahí hay una cocina y un comedor para los curitas. Allá, hay unas salitas de clases.
—¿Hay salas de clases?
—Claro, aquí vienen niños a estudiar catequesis.
—Caquete—qué, padre?
—Catequesis, hijo, es algo que los niños de tu edad tienen que estudiar… ¿te gustaría venir a catequesis, hijo?
—No, padre.
—Ja, ja, ja, ¿y por qué no?
—Porque yo estoy de vacaciones, padre y no quiero volver a la escuela todavía.
—Ja, ja, claro, tienes razón, tienes razón. Mira, allí está la parroquia. Espero verte por ahí algún día. Allá hay un patio para los niños más pequeñitos.
—¿Vienen muchos niños a caquetisis, padre?
—No tantos como quisiéramos, hijo, últimamente no vienen tantos, pero hubo una época en que estábamos llenos de niños por aquí.
—Padre, y de qué se trata la caquitesis?
—Bueno, eso es para prepararte y así puedas formar parte de la iglesia y para que puedas recibirla por primera vez… eh, recibir la eucaristía… bueno, pero no te preocupes por eso, Marito, lo importante es que estás aquí para aprender.
—Pero yo no quiero aprender, padre, porque yo ahora estoy de vacaciones.
—Ja, ja, ja, bueno, ahora no viniste a estudiar, Marito, vas a aprender otra cosa que te va a gustar mucho. ¿Qué es lo que más te gusta hacer?
—No sé, padre, eeehh… me gusta tomar helado, porque es verano y hace calor.
—Entonces prepárate, porque vas a tomar mucho heladito… ¿y qué más te gusta?
—Me gusta jugar videojuegos y me gusta pintar animalitos con lápices de colores y me gusta… ¿y a usted qué le gusta hacer, padre?
—¿A mí? (acercándose a la oreja del niño en un susurro) «culeaaaar».
—¿Y qué es eso, padre?
—Eso es algo muy rico, hijo; se trata de meter un animalito en una cuevita.
—Ah, ¿es como un juego?
—Claro que sí, es un juego que te va a gustar mucho.
—A mí me gustaría tener un vaporeon y ponerlo en una cuevita o en una casita para perros, padre.
—¿Un qué, hijo?
—Un vaporeon, padre. ES un eevee evolucionado… ¿y ese pasi…
—Eh… ok, Marito.
—…llo para dónde va, padre?
—En ese pasillo están las piezas de los curitas, una sala de descanso y un salón para recibir visitas.
—¿Y cuál es su pieza, padre?
—¿Mi pieza?, esa de allá, la tercera de este lado, esa es.
—¡Quiero verla!
—Ja, ja, ja, hijo, te la mostraré, no desesperes.
—Bueno, padre.
—Y dime, Marito, ¿así que has estado haciendo cositas con tu papá?, ¿te gusta hacer cositas con él a escondidas de tu mamá?
—Mi papá me ha dicho que no debo hablar con nadie de esas cosas.
—Pero también te dijo que me debes hacer caso y yo quiero que me cuentes.
—No sé
—Sí sabes, ven, entremos a mi dormitorio.
-¿Me lo va a mostrar, padre?
-No te quepa duda, mi amor. Por aquí, siéntate en la cama.
—¿Aquí?
—Sí, ahí, y ahora cuéntame, qué le haces a tu papá.
— (silencio)
—¿Te gusta chuparle la pichula?
—…
—Recuerda que tu papá te dijo que debías hacerme caso en todo, no lo has olvidado, ¿verdad?
—No, padre.
—¿Y por qué te gusta chupársela?
—No sé por qué… eehh, me gusta porque da leche y la cabecita es suavecita y cuando le paso la lengua como que salta, ja, ja, ja.
—Ja, ja, ¿te gusta la leche, Marito?
—Ahora sí, pero la primera vez no me gustó mucho, padre, me atoré y me salió por la nariz.
-Ja, ja, ja ¿y ahora?, ¿todavía te sale por la nariz?
-No, padre, ahora me la trago toda. Mi papá dice que después de ¿llaculiar?… algo así se llama cuando le sale leche… le tengo que pasar la lengua y dejarle el fierro limpiecito.
-Claro, ¿y te gusta eso?
-Sí, padre, ahora me gusta mucho porque sale calentita y cuando mi papá se chorrea, hace: «¡ah!, ¡ah!, ¡ah!» y como que se queda desmayado. Entonces yo se la chupo otro poco más para limpiarla y él se queja con los ojos cerrados, pero no se queja de dolor sino que porque le gusta mucho, mucho. Mi padrino no se queja tanto, padre.
-Ajá, ¿también se la chupas a tu padrino?
-Sí, padre, a mi padrino se la chupé antes que a mi papá. ¡La leche de mi padrino es riiiica!, ja, ja, ja.
-Ya veo, ¿y qué más te gusta hacer con tu papá y tu padrino?
—Me gusta jugar a la pelota con mi papá y también con mi padrino. A veces vamos juntos a la cancha, padre.
-Entiendo, pero ¿qué más te gusta hacer con ellos cuando están solitos?
-Les doy besitos en el poto.
—¿Sí?, ¿y te gusta mucho eso?
—Sí, o sea… al principio, cuando mi papá me comenzó a enseñar, yo no quería porque pensaba que tenía caca… pero después me gustó porque mi papá se lava bien y no tiene olor a caca, es como… calentito… y mi papá abre y cierra el hoyito cuando le meto la lengua. Mi papá tiene pelos en el culo, padre, pero no en la parte del hoyito, ahí lo tiene como de color rosado.
—Mmmm, ya se me está parando con esas cositas que me cuentas, mi amor.
—¿Usted también tiene el pico grande como mi papá, padre?
—Pues, difícil tenerla tan grande, mi niño, ¿quieres ver la mía?
—Bueno.
—Mete la mano, siéntela.
—Está dura, usted también tiene hartos pelitos ahí, padre.
—Claro que sí, ¿te gustan los pelos de los hombres?… y está dura porque tú me la tienes así.
— …Y caliente
—Claro, caliente como tú.
— …Y tiene la punta mojada, se siente suavecita la cabecita, padre, igual que las de mi papá y mi padrino.
—¿Pues, sí, quieres probar el juguito?
—Bueno.
—Espera… a ver, tú mismo sácala, bájame los slips… eso, así, ¿te gusta?
—Sí, padre… pero es chica, eso sí.
—¿Sí?, ¿más chica que la de tu papá?
—Ja, ja, ¡muuuucho más chica!
—Qué bueno bebé, porque entonces va a servir para enseñarte algo.
—¿Qué cosa, padre?
—Te voy a enseñar a recibirla por el culo, te voy a dar una cacha que no olvidarás nunca.
—¿Qué es eso, padre?
—Que te la voy a enterrar por la raja, ¿te gustaría eso?
—No sé… mi papá dijo que quería ponérmela por el culo, pero después dijo que mejor que no, porque la tiene muy grande.
—Pero yo la tengo «¡muuuucho más chica!» (imitando la entonación del niño).
—Ja, ja, ja, sí.
—¿Entonces quieres que te la ponga?
—¿Y si me duele?
—Eso déjamelo a mí, yo te voy a hacer delirar; después de que te culee, querrás pico por el culo todos los días.
—Ja, ja, ja.
—Déjame sacarte la ropita, mi niño; mmmmm, tan blanquito y virginal que te ves.
—¿Qué es eso de «virginal», padre?
—Oh, algo que va a ser siempre un misterio para tí, mi niño. A ver, dejemos los pantalones por acá y ahora déjame sacarte las zapatillas. Se ve muy rico, amorcito, ¿me quiere sacar la ropa a mí?
—Bueno.
—A ver, desabrócheme los botones de la camisa primero.
—¿Así, padre?
—Sí, así… desabróchelos todos; mmmm, le gustan los pelitos del pecho, ¿ah?, siga pasando la mano si quiere… eso, así, apriéteme las tetillas con sus deditos, eso… más fuerte, tírelas, eesoo, ¡qué rico!. Ahora sáqueme los pantalones, así, eesooo. Dele un besito al pico si quiere, es todo suyo… haga lo que quiera con mi pichula, amor.
—Está rica la cabecita, padre, tiene gotitas saladas.
—¡Ahhh, mi niño!, ¡qué boquita tan delicada y tan caliente, mi amor!, deja sacarme los zapatos, espera… ya, ahora me voy a sacar los slips para que quedemos los dos en pelotitas, ¿sí?. Mmmm, qué cuerpecito tan hermoso, hijito, nunca se lo niegue a un hombre, mi amor… es de no creer lo rico que se ve. Dese vuelta.
—¿Así, padre?
—Sí, aunque… no, mejor súbase a la cama y póngase de rodillas, así, ahora agáchese, afírmese con las manos allá… eso… con el potito para acá… eso es, déjeme abrirle los cachetitos… ¡Oh, dios!, ¡qué rosadito lo tiene, mi amorcito!, déjeme probarlo; mmmmm, sabe a gloria, deje meterle la lengua… ahhhh, qué delicia de culo, ¡qué maravilla!, ufff, me podría pasar horas comiéndome este bocatto di cardinale.
—¿Qué es eso, padre? ¿ zapatos cardinale?
—Ja, ja, ja… no, mi amor, esta cuevita que tiene acá es un regalo muy especial para los hombres como yo o como su papá o su padrino que lo queremos mucho, mi niño.
—Ahhh.
—Déjeme comerle el pirulín, mmmm…
—Ayy, paa——dree
— … qué cosita tan rica, ¿su papá nunca le hizo esto?
—No, padre… ¡me gustó!, ¡de nuevo!
—Ja, ja, ja, ¡niños!
—Padre…
—¿Mmmmm?, déjeme meterle un dedo por aquí…
—Padre…
—¿Qué pasa, mi niño?, ¿le gusta como le toco el hoyito?
—Sí, pero me cansé de estar así.
—Ok, acuéstese entonces, déjeme a mí, eeeso es, déjeme ponerle este almohadón por acá… muy bien, así me lo sigo comiendo sin que se canse ¿ve?
—Ahora métame el dedo, padre.
—Ja, ja, ja, ¡valiente puto! Te voy a poner una cremita, ¿sí?, así no te va a doler nada y el dedo va a entrar y salir.
—Bueno, padre.
—Ahí va, ¿está muy helada la cremita?
—Un poco… ¡Ay!, ¡no!, ¡que me voy a hacer caca!, ¡sáquelo!
-Aguántese un poquito, mi amor, lo voy a dejar quietecito, ¿sí?. Eso, acostúmbrese, no le va a doler, ya va a ver.
¡Ay, padre, es que me duele!
-Shhh, tranquilito, ya va a pasar. No apriete, relájese.
-(silencio)
-Ahora voy a empujar un poquito más… muy despacito, no apriete, haga como que va a hacer caquita, abra el hoyito.
-Despacito, despacito, ¡ay!
-Así, ¿ve como ya va entrando?… leeentooo, muy leentoo.
-mmmm
-¿Le gusta?
-No sé, padre… no mucho.
-Ya va a ver… así, despaciiiitooo, eso eso. Mmmm, ya está todo adentro, ¿lo siente?.
—Sí, se siente rico.
—Espera que ahora te pongo otro más, bieen, aguanta… un poco más… así, así.
—No me duele, padre, póngalo no más.
—Ja, ja, bueno, ahí va el otro, entonces.
-¡Ay!, ¡ay!, ¡ahí sí me dolió!, ¡Ayyyy!
-¿No ve mi amor? por eso es que tengo que prepararlo bien si quiere recibir un pico aunque sea chico.
-Espere, todavía no, espere… ya padre, ahora sí.
-A ver, póngase por este lado… chúpeme un poco el pico mientras lo abro un poquito más, ¿sí?
-Chup, chup, chup, chup.
-Despacito, así es como debe ser… muy despacito… estoy girando el dedo para acostumbrarlo… ahora voy a poner un segundo dedo, ¿sí?, muy despacito.
-Chup, sí, padre, chup, chup.
-¿Le gusta como se siente?, ahora tiene dos dedos en el hoyito; ahora los voy a ir girando y abriendo como una pequeña tijera para que el hoyito se vaya agrandando, ¿sí?
-Bueno… ¡pero despacito, padre!
-Claro que sí, despacito, con cremita, con cariño, de a poquito, así van entrando, ¿los siente?
-Sí, padre. Ahora se siente rico cuando los mete y los saca, padre.
—Mmmm, no va a ser tan difícil esta operación.
—¡No!, ¡yo no quiero que me operen!
—A ver, afloje, no se apriete, nadie lo va a operar, mijo, es sólo un decir.
—Ah, ya.
—Póngase así, de ladito, eeeso… déjeme meterle el pico, así, chúpela un poquito más, mi amor, ¡qué lindo se ve con la pichula en la boca, mi niño! Acaricie los cocos, asíii, eeeso, ¿le gusta como le meto los dedos?, este es un potito hambriento, ¿verdad?
—Ja, ja, ja… el potito quiere comer, ja, ja, ja.
—Bueno, démosle comida al potito, déjeme a mí ¿a ver? Lo voy a punzar despacito, ¿ya?, así… nada más… así… otra vez… siga comiéndose la pichula que lo hace tan rico, mi amor.
-Se siente salada, padre.
-Es el juguito que me está sacando del pico, mi niño.
-¡Ay!, ¡espere!… espere, padre, un ratito.
-No se preocupe, mi amor, tenemos tiempo. Avíseme cuando esté listo para intentarlo otra vez, mi niño hermoso.
-Espere… ahora, despacito, padre.
-Ok, ahora póngase así, aguante un poquito… ahí va la puntita, ya tiene más abiertito el hoyito, mi amor. Haga un poquito de fuerza con el anito como si quisiera sacar la pichula… ufff, ahí entró la cabecita.
-¿Entró?
-Sí, ya se comió la cabecita y ahora vamos a esperar un poquito, ¿sí?
—¿Por qué no lo pone no más, padre?
—Porque aunque sea «¡muuuucho más chica!», igual le puede hacer daño, mijo, tenemos que ir de a poco, no quiero que le agarre miedo a la pichula.
—Ya no me da miedo.
—No, si ya sé que miedo no le tiene, ni respeto tampoco… así, ahora voy a meter más la puntita, ¿sí?
—Bueno, padre… ¡Ay!
—Quietito, no apriete el potito, suéltelo… más… suéltese… eeeeso, así ¿ve?, ya pasó, ya entró un poquito más, ¿le gusta?
—Sí, padre, se siente rica y está calentita… pero me duele un poco.
—Ajá, dejémosla quietita un ratito para que se acostumbre, ¿sí?. Eso es, dejémosla ahí un ratito, la vamos a dejar descansando en la cuevita, ¿ya?, vamos a imaginar que es un animalito que se metió en su cueva y se quedó dormido.
—¡Un conejo!
—Bueno, un conejo…
—¿Está despertando el conejo ahora, padre?, porque se siente como que da saltitos.
—Pues, claro, todos los conejos dan saltitos, mira, pon atención… ¿ves?, ahí saltó de nuevo.
—Ja, ja, ja, me gusta el conejito.
—Bueno, pongámosle un poquito mas de cremita al conejito y veamos si quiere irse a dormir al fondo de la cueva, ¿sí?
—Bueno.
—Ahí va… ahí está intentando entrar más al fondo, déjelo entrar, ¿sí?; para que el conejito crea que usted quiere que entre, tiene que aflojar el potito y dejarlo bien sueltecito, así, ¡eeesoo!, ¿lo sintió al conejito como entró más otra vez?
—Sí, padre, quiere irse al fondo parece.
—Un poquito más de cremita… ok, ahora afloje, afloje el culito, un poquito más, ahí… ahí va… ahora vamos a hacerlo salir y entrar, ¿ok?; ¿qué le parece?, ¿le gusta?
—Me da como cosquillita, padre…¿Padre?
—¿Sí, hijo?
—¿Qué animal es bien grande… muy, muy grande?
—Ahh, qué rico se siente culearlo amor, está apretadito, pero suavecito y caliente…— ehhh, ¿un animal grande?, a ver, un oso, una jirafa, un rinoceronte, ¿por qué, mi amor?, ufff, ¡qué putito tan rico, mi dios!
—Porque si mi papá me la pone, entonces vamos a tener que imaginar un animal ¡»muuuuucho más grande» que un conejito! ¡Ay, más despacito, padre!
—Ja, ja, ja, eres delicioso, mi amor…— ¡deliciosamente puto! Venga, amor, cruce las piernas en mi espalda y cuélguese de mi cuello; muy bien, déjeme culearlo de pie, ¡qué riiiico!
—¡Así me llega bien adentro, padre!, me clava algo adentro.
—Deme un besito, amor… mmmmm, ¡qué boquita tan rica!, ¿le gusta, mi amor?, ¿qué se siente estar ensartadito así?
—Siento que me clava, pero ya no me duele tanto, padre… me gusta, me da cosquillitas en la guatita.
—Me voy a acostar en la cama y usted se va a sentar encima, ¿ya?. Eso es, métasela usted mismo… así está bien, ahora muévase, amor… suba y baje el potito, ¡Ohhhh!, ¡qué rico se mueve, mi fletito hermoso!, cómase toda la callampa, amor, toda.
—¡Ahhh!, ¡padre!, ¡me gusta!, ¡me gusta!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡ah!.
—Me va a mandar cortao, si sigue así, amor.
-¡Yo no quiero que se corte, padre!
-Ay, dios, cuánta inocencia, hacía tiempo que no probaba carne tan tierna.
-Padre, siento que me clava por dentro, se siente riiiico.
-Ay, mi amor, me encanta que le guste tanto la pichula, mi putito rico. Ya no le duele nada, ¿verdad?
-No, padre, no me due… ¡NO!, ¡No me la saque!, ¡NO!
-No quiero acabar todavía, mi amor, por eso se la saqué un ratito. Deme un besito. Mmmm, déjeme acariciar su piel, qué lindo bebé.
-¿Padre?
-¿hmmm?
-¿Le puedo chupar las tetitas?
-¿Eso te pide tu papá?
-No, mi padrino… a él le gusta que le haga… así.
-¡Ugghh!, qué rico, mi amor. Eso, así, chúpala… más… más… ahora la otra… ¡ohh!, agárreme el pico con la otra mano, ohhh, te quiero, Marito, ¡te amo!
-Padre, se le pusieron duritas.
-Sí, hijo… qué maravilla… déjeme ponérsela de nuevo.
-Ya, padre…
-Aquí, déjeme ponerle un almohadón. Agárrese las piernas, amor, así, eso es. Ahí va.
-¡Ah!, ¡ah!,, ¡ah!, ¡ah!
-¡Ay, amor!, ¡se mueve tan rico, amor!, ¡se la come toda, mi amoooorr!
-¡Ah!, ¡ah!,, ¡ah!
-Ufff, mi amor, déjeme ponerlo de espaldas. Ya, tómese las piernas y levante el culo. ¡Ohhh!
-¡agghhhh!
-¡Qué riiiccooo!, ¡ahhhh!, ya no puedo más… me… me… ¡Agghhh!, ¡me voy!, ¡ME VOY!
—¡No, padre!, ¡no se vaya, por favor!, ¡que quiero más, más!, ¡me gusta!
-¡Ahhhhh!, ¡quietito!, ¡ahhhh!, reciba toda la leche, amooorrr!, ¡qué putito más hermoso!
-¡Ahhh!, paaaadre… qué rico, padre.
—Ahhhh, ¡qué culión me has dado, Marito!, me dejaste muerto, ¡ufff!. Ven, acostémonos un ratito pegaditos los dos. Descansemos un ratito. ¿Todavía cabecea el pico, lo siente?
-Sí, padre. El conejito sigue saltando al fondo de la cuevita.
-Ufff, amor, el conejito ahora va a salir, ¿ya?
-Bueno, padre.
-Tóquse la cuevita con la mano, amor.
-Está muy grande, padre. ¿Va a quedar así?
-No, mi amor, de a poquito se va a ir achicando de nuevo. Por eso lo importante es que todas las noches se meta los dedos muy adentro, ¿sí?, para que el hoyito se acostumbre a abrirse. ¿Lo va a hacer todas las noches?
-Sí, padre.
-¿Le gusta que le de besitos por el cuello?, te comería entero, Marito, eres un niño tan especial, con razón tu padre te quiere culear con esa verga enorme que tiene él, ¿te gustaría eso, Marito?
-Sí, padre, pero no quiero que me duela.
-Por eso tenemos que preparar este hoyito, amor, por eso tiene que culear harto antes de que se la ponga su papá… y para eso, le presentaré a otro curita. ¿Te gustaría conocer a otro curita, Marito?
—No sé.
—Bueno, date vuelta, ven, pon tu cabecita en mi pecho. Eso es. ¿Te gusta como te acaricio el potito?
—Sí, padre. Se siente rico.
—¿Y te gustó que te metiera el pico por ahí? Déjame meterte el dedo un poquito.
—Sí me gustó, padre.
—¿Y te gustaría que otro curita también te la metiera por el hoyito?, ¿te gustaría chupar otra callampa como esta?
—Sí, padre. ¿Al otro curita también le gusta que le chupen la pichula, padre?
—Le encanta, hijo, le encanta. ¿A ti te gustaría chupársela?
—Sí, ja, ja, ja.
—¿Quieres que lo llamemos?
—Sí
—Ok, espera aquí, déjame ir a buscarlo.
Torux
Delicioso relato me mantuvo con la verga bien dura!! Esos curas hicieron bien en recibir a ese niño y mucho mejor que el mismo papá lo entregó ojalá el niño chupe mucha verga.