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Incestos en Familia

Perritas viciosas del dogging – I

Mi abuela materna, mucho más puta que mi madre, me decía: Juanma, los niños buenos van al cielo y los niños malos van al infierno. En el cielo se pasan el día rezando y en el infierno follando ¿adonde prefieres ir?» Y claro, nunca fui un niño bueno..
Hacía un buen rato que miraba absorto, apoyado en la barandilla del segundo piso del enorme Centro Comercial, el movimiento constante de niños y niñas, sin compañía de adultos en los pisos inferiores, sobre todo en los alrededores de tiendas de ropa juvenil, complementos y electrónica, cuando una jovencita se acercó a mí, se puso a mi lado sin llamar mi atención, y de repente me pregunta:

 

– Y qué es lo que estás buscando, machote? Te gustan las niñas o prefieres los niños?

 

Y yo, por primera vez en mi vida, casi me puse rojo de vergüenza porque una cría había dado en el blanco de la diana ¡yo estaba buscando niñas para follarlas, quizá algún niño, quizá niño y niña para que se follaran ellos a mi lado y divertirme con ellas y ellos! Y esta cabrita había dado en el centro de mis pensamientos y mis deseos sexuales.

 

Me llamo Juanma (Juan Manuel), tengo 28 años, soy Licenciado en educación física, entrenador de baloncesto, y soy profesor de deportes en un instituto de secundaria. Mi madre y mi abuela me educaron en una vida familiar muy incestuosa y las niñas y niños me vuelven loco. Aprobé mis oposiciones hace dos años y hace casi dos meses que se empezó el curso escolar en mi nuevo instituto, y desde hace 4 semanas vengo cada tarde de sábado a este centro comercial (y a otros dos lugares recomendados) para conocer su ambiente infanto-juvenil, ver como se mueven las niñas y niños, y deducir quienes realmente practican dogging para poder invitarlas y follarlas, y quienes son aquellas que «solo» van a mirar. Vulgarmente hablando y como se dice en este ambiente, estoy eligiendo un rebaño propio.

 

También estoy mirando y queriendo aprender de los mayores maduros que, como yo, van en busca de jóvenes adolescentes para hacer lo mismo que yo. Y como en todas partes, veo que la mayoría de personas que miran y se admiran de tanta carne infanto-juvenil, son personas de más de 50 años de edad y otras están incluso muy por encima de los 60 años. Y algunas de ellas ya se reúnen directamente con niñas y niños (su rebaño) que, por ocasiones anteriores, ya se conocen y saben que, a cambio de sexo, esos adultos les comprarán regalos o simplemente les pagarán en efectivo sus servicios sexuales. Y de vez en cuando, solo es preferible mirar para ver carne nueva y sus posibilidades.

 

Giré la cabeza y miré a la chica. Posiblemente y por las tetas que generosamente mostraba, estaría en los 15 años, Pero por su precioso rostro podría tener incluso algo menos. Rubia natural, enormes ojos verdes, alrededor de 165-167 de estatura, boca grandecita, labios carnosos, blusa blanca muy abierta sin sujetador, microfaldita a cuadros tipo escolar, calcetines blancos hasta casi las rodillas, deportivas de marca… y una amplia sonrisa que me dedicaba mientras yo la analizaba.

 

– Entonces muchachote ¿te gusto o no te gusto? -me dijo la rubia- Aunque en realidad me piden mis amigas que averigüe si eres policía, o de servicios sociales, o buscas compañía especial. Están muy inquietas. Llevas aquí viniendo varias semanas y nunca se te ha visto ligar con nadie, solo miras. Y no es normal que un musculitos guapetón como tú y a tus años, venga aquí a ligar con niñas o niños. O que vengas a ligar con maduros o maduras que también están nerviosos. Tampoco te hemos visto intentar ligar con ellas y no veas cómo se ofrecen las muy putas ¡a su edad nos hacen la competencia!

 

Y miré hacia los adultos y vi lo de siempre. Hombres maduros con ropa asquerosamente informal y juvenil para aparentar muchísimos menos años, y mujeres maduras que, apoyadas en las barandillas, se les veía el culo por detrás sin bragas y sus camisetas y blusas casi abiertas denotaban ausencia total de sujetadores y prejuicios. Aquello era un mercado de carne que llenaba los baños, los probadores, y que en cuanto se acercara la hora de cierre, o al anochecer, llenarían algún apartado lugar de los aparcamientos, entrando y saliendo de las puertas traseras de los coches para tener toda clase de sexo sin barreras generacionales.

 

Y como decía la jovencita ¿qué hacía yo? Pues por una parte, aparte de mirar y ver, recordar. Yo también fui un niño «dogging». Mi madre y sobre todo mi abuela, me fueron formando como un niño hipersexual. Me las follaba a las dos casi desde nacer, dormíamos siempre los tres juntos hasta que mi madre falleció, me enseñaron toda clase de juegos sexuales y desde los 9 años fui perfectamente bisexual. Practicaba el dogging o cancaneo en playas, caletas, arboledas… y desde los 13 años frecuenté los domicilios particulares en orgias divertidísimas y llenas de toda clase de sexo y perversiones. Y también me metieron en el mundo porno.

 

A los 15 años preñé a mi madre, pero desgraciadamente un atropello mortal segó la vida de mi madre y de nuestro bebé. Me hundí bastante y dejé de asistir a muchas fiestas, no me apetecían. Me reconvertí en parte, me metí en el mundo del deporte, me machaqué en el gimnasio, estudié, hice la licenciatura de deportes, jugué a baloncesto profesionalmente y me hice entrenador. Y aquí estoy, siendo profesor deportivo de un instituto de secundaria y bachillerato. Y le contesté:

 

– Pues mira rubia ¿ves a todos esos niños y niñas que buscan sexo a cambio de regalos o dinero? Pues yo he sido uno de ellos, yo también he cancaneado y he hecho lo que ellos están haciendo… o lo que estás haciendo tú. Aunque en mi caso, nunca había conocido que todos ellos tuviesen una representante sindical como tú que les defendiese ¿te pagan acaso mensualmente?  Y contestando a tu pregunta te diré que sí, que me gustas mucho y que desearía follarte, al igual que a todos ellos. A lo mejor, hasta podríamos ser buenos amigos tú y yo -le dije mientras me reía y ladeaba para mirarla directamente-

 

Ella me miró con cara de asombro y sorpresa. Tragó aire, tragó saliva… pero de su boca no salía ninguna palabra. La sorpresa por mi brutal y sincera respuesta la había enmudecido, y al verla así y ver como varias adultas nos miraban muy directamente, le dije:

 

– Como supongo que ahora querrás saber más cosas de mí para transmitirlas, si quieres te invito a tomar algo en la cafetería y te contesto a lo que quieras preguntar. Por cierto, yo me llamo Juanma y tú?

 

– Karina, me llamo Karina y si, necesito un cubata pero en la cafetería exterior, aquí hay demasiado ruido y poca discreción.

 

Y nos fuimos a la cafetería exterior, que solo era una ampliación de una gran terraza de la cafetería superior. Karina me llevó a un rincón muy discreto y ajardinado con pocas mesas, tomamos asiento en una mesa frente a frente y apenas llegó el camarero le dijo con total naturalidad:

 

– Carlos, quiero un cubata bien cargado de ginebra, ya sabes, y otro para el señor.

 

Con esto Karina me estaba demostrando que conocía muy bien aquel terreno. Sabía el nombre del camarero, no le importaba a su edad vestir como una puta y pedir bebida alcohólica con la seguridad de que se la traería y además «cargada», y al pedir otro para mí, me estaba marcando el terreno que ella dominaba. Yo asentí y Carlos nos lo trajo sin problemas. Sacó de su bolso una cigarrera metálica y de la misma tomó un porro de muy buenas proporciones, se lo llevó a la boca y lo encendió tranquilamente a la vez que aspiraba profundamente y retenía el humo en sus pulmones.

 

Los dos nos miramos detenidamente. Nos estudiábamos. Mi edad y experiencia sexual, me decía que esa «niña» era muy madura, demasiado madura para su edad. Muy guapa, delgada, con unas tetas preciosas… pero una chica triste, con pupilas dilatadas ya a esa hora por las drogas, o el alcohol, o los dos juntos. Carlos nos trajo las bebidas y en los altos vasos una enorme cantidad de ginebra y dos rocas de hielo y la factura que aboné. Karina cogió su vaso y de un solo trago se bebió la mitad del mismo sin pestañear y cogiendo la botella de cola, vació en el vaso algo menos de la mitad. Nos seguíamos observando, nos seguíamos estudiando, mientras degustaba su potente porro sin prisa.

 

Pero siempre hay imprevistos, sucesos naturales que rompen el orden natural, personas que, muchas veces te pueden cambiar la vida. Y eso nos pasó. Se nos acercó una señora de esas maduras supermaquilladas que yo veía apoyadas en las barandillas del centro comercial, semidesnudas, buscando carne joven, nos miró a los dos y se sentó entre los dos. Las dos mujeres se conocían de sobra. La recién llegada hizo una señal al camarero y cogió de la pitillera de Karina, uno de sus porros que encendió mirándome a mí.

 

Su maquillaje le aumentaba los años, pero tendría entre 50 y 60. Su microfaldita de cuadros, como una colegiala, al sentarse enseñaba su coño, afeitado y con dos gruesos aros en sus labios externos, sus libres tetas asomaban sin reparos por su blusa blanca traslucida, abierta y solo unida por un nudo inferior, un par de medias negras con liguero amplio negro y rojo hasta medio muslo. y unos tacones afiladísimos de no menos de 12 cm sin plataforma, eran toda su vestimenta. Después de hacer lo mismo que Karina y beberse de un trago la mitad de la ginebra, mirándome a mí le preguntó a Karina:

 

– Cielo ¿no nos vas a presentar? Me gustaría saber quién es este tío bueno.

 

– Me ha dicho que se llama Juanma y que es profesor de deportes de un instituto y entrenador de baloncesto. Pero también me ha dicho dos cosas muy interesantes: a) busca niños y niñas para follarlos y b) él también ha sido un niño como yo y los demás, ha hecho dogging y es bisexual. Pero ya no sé más, pregúntale tú Teresa.

 

Apenas Karina terminó de decir esto, Teresa levantó la mano con tres dedos abiertos, Carlos asintió con la cabeza y en pocos minutos teníamos más ginebra y más colas, aunque en realidad nos sobraban las colas de la vez anterior. También pagué yo. Y entre Teresa y yo se abrió un diálogo que el 80% lo hablaba y preguntaba ella y el resto eran escuetas respuestas mías. Pero cuando Carlos trajo nuestra tercera ronda de ginebras «cargadas», ya sin colas, Teresa acercó su silla un poco más hacía mí, y sin ningún tipo de preocupación ni vergüenza y ante la sonrisa de Karina que terminaba su segundo porro marihuanero, su mano izquierda acarició mi polla por encima de los pantalones, despasó mi bragueta y su mano penetró dentro.

 

Yo conocía de sobra ese ambiente. Esas terrazas discretas con pocas mesas y plantas que te aíslan de los demás. Lo conocía de sobra por haberlo hecho yo de la mano de mi madre y de mi abuela, y siendo ya más mayor, yo iba solo a tantos otros sitios similares. Me gustaba ese ambiente, me gustaba ese intercambio de personas viciosas con tanta diferencia de edad, me gustaba follar y ser follado.

 

Yo estaba seguro que las personas adultas que pululaban por estos espacios en busca de niños para disfrutar de ellos, tenían más miedo de mí por quien pudiese ser, que los propios niños/as, ya que su minoría de edad les salvaba de muchas responsabilidades legales. Igual que estaba seguro que algunos de esos niños/as, eran nietos suyos con una enorme vida incestuosa a sus espaldas. Y eso, en algunas personas, también genera miedo.

 

Apenas acarició directamente mi polla, exclamó:

 

– La puta madre ¡menuda polla! ¿Qué te ha parecido a ti Karina?

 

– No sé como es, acabo de conocer a Juanma hace algo más de una hora, solo se la has tocado tu… pero si se la sacas la fotografío.

 

Y la muy puta de Teresa me la sacó. Y no contenta de habérmela sacado, con su mano izquierda sacaba mi polla todo lo que podía y con la derecha y sin discreción de ninguna clase, me bajaba la bragueta del pantalón para que apareciese la mayor cantidad de polla posible. Karina hizo retrasar su silla para mejor posicionarse y empezó a sacar fotos con su móvil por debajo de la mesa. Y con una amplia sonrisa, dijo:

 

– Si que es verdad, es impresionante esa polla ¿te la has medido alguna vez?

 

– 26 x 4,5 -le contesté yo- y os aseguro que puedo correrme varias veces seguidas y la cantidad de leche que recibiréis en la boca será muy dificilmente tragable. Expulso mucho semen… y de muy buena calidad además -dije yo riéndome-

 

– ¿Has hecho porno? -me preguntó Karina-

 

– Si, pero siendo más joven, y ahora dejemos ese tema.

 

Mientras me fotografiaba y hablábamos, Teresa siguió masturbando mi polla con lentitud y una profesionalidad enorme. Y vi en ella una cara de vicio como pocas veces había visto en una mujer adulta… excepto mi abuela. Teresa era una exhibicionista nata, una pervertida salvaje, de esas que ya nacen así. En realidad, estaba seguro que era de las que me gustan con locura porque son incapaces de negarse a ningún placer sexual, al revés, siempre desean más vicio y perversión. Si yo era capaz de conquistarla, tendría en ella una de las mejores putas de mi vida, un animal sexual insaciable y pervertido. Y a través de ella, tendría otras muchas mujeres viciosas de todas las edades.

 

Se le veían algunos tatuajes discretos pero no piercings excepto los aros del coño, y como he dicho antes, sus tetas y coño estaban a la vista. Y cosa rara en una mujer de su edad que desea follar con niños, su maquillaje la hacía mayor y no se notaba ni en su rostro, tetas o vagina, ningún signo del uso del bisturí para mejorar su tipo. Su cuerpo era adecuado a su edad. Con menos maquillaje hubiese estado muy apetecible.

 

Mientras su mano subía y bajaba lentamente sobre mi polla, la apretaba más y más. Su respiración era agitada y sus ojos denotaban el deseo de ser follada. Su pulgar acariciaba constantemente mi glande y en varias ocasiones, la larga uña de su dedo meñique se introducía en el orificio de salida de mi canal uretral, separaba las paredes y se metía unos milímetros. No solo no me hacía daño, sino que me estaba excitando como nadie lo había hecho en ese sitio y de esa manera. Y mi respiración se agitó también.

 

Y entonces ocurrió lo que yo me temía ¡se despertó en esa mujer la puta que llevaba dentro! Se levantó, cogió mi silla desde atrás y la arrastró con mis 93 kilos de peso casi un metro. Se puso entre la mesa y yo, frente a Karina dándome a mí la espalda, se sentó encima mío y ella misma penetró su coño totalmente, dejándose caer encima mío ante la sorpresa de Karina y de un hombre de unos 60 años, con una niña de unos 10-11 años que no dejaba de masturbarse mientras nos miraba y estaban en la mesa de al lado.

 

Mi gruesa polla estaba profundamente clavada en el coño de Teresa y la muy puta, cerró sus piernas para apretar aún más sus paredes vaginales y frotar su clítoris lo máximo posible. Vi como Carlos y otro camarero nos estaban mirando con cara de sorpresa, y en sus braguetas, tenían un enorme bulto producto de su excitación por el espectáculo que les ofrecíamos gratuitamente. Y quise ir más lejos y aprovechar esos momentos. Esa tarde se me habían presentado las mejores oportunidades de conocer todo el sistema del cancaneo o dogging en ese centro comercial y lo iba a explotar al máximo.

 

Agarré sus tetas y las ordeñé. No me importó lo que pudiese pasar. Solo sabía que me estaba follando a una putísima madura y frente a mí, había una putísima niña que también excitada por el espectáculo, se masturbaba como una loca sin dejar de hacer fotos. Si yo tenía suerte esa tarde, mi futuro de ligues sexuales estaba garantizado, tanto entre las niñas, como entre las maduras que yo adoraba, gracias a las enseñanzas de mi propia y juvenil abuela que aún seguía follándome. Hacia cabalgar con potencia a Teresa. Su cuerpo subía y bajaba frenéticamente y le vino un explosivo y gran orgasmo que estremeció todo su cuerpo. Y quise ir más allá, siempre más…

 

Mis manos sujetaron como garfios sus aun preciosas tetas, mi excitación era máxima y la levanté en el aire, y mientras la abrazaba con un brazo bajo sus pechos, mi otra mano dirigió mi polla hacia su culo. Ella lo notó e inmediatamente gritó mientras se movía:

 

– No me seas cabrón Juanma, mi culo no está preparado y tu polla es enorme.

 

Pero mientras me decía eso, mi brazo la soltó y la dejé caer empalándose totalmente hasta la base de la polla. Su grito fue terrorífico y yo no intenté tapar su boca para evitar su grito. Aunque vi como Karina se moría de la risa y casi gritaba como Teresa. Esta no se estaba quieta, en su culo estaba clavado mi enorme cipote y ella buscaba la mejor posición posible para que la follase «adecuadamente». Una buena puta como ella no abandona jamás una buena follada, y con esa gruesa polla dentro de ella, aquello prometía ser una buena follada. Y al mismo tiempo, yo que era un desconocido en aquellos lares, necesitaba saber qué limites se me imponían o si no habían casi límites.

 

Y los limites debían ser bastante largos entre los camareros y en esa zona, porque se acercó una chica uniformada de seguridad a los dos camareros y después de una larga cara de sorpresa, se dedicó a mirar y a sonreír. En la mesa de al lado, la niña seguía masturbándose, como el hombre de unos 60 años con su polla al aire. Teresa casi desnuda empalada en su culo, yo follando ese culo y con mi mano en su coño jugando con sus labios vaginales y los aros que llevaba en los mismos. Y Karina seguía en su masturbación lenta pero profunda, fumaba su tercer o cuarto porro con sus preciosas tetas al aire y sonreía mientras nos miraba a Teresa y a mí.

 

Teresa no tardó en correrse porque la polla le abría mucho el culo, más el vaivén que yo le imponía, y mi mano jugando con su coño, le hizo venirse intensamente, tan intensamente que dejó mi mano empapada y por supuesto mi pantalón. Intentó salirse de mi polla, levantarse, pero no le dejé. Mi brazo derecho seguía sujetando su cuerpo contra el mío y mi brazo y mano izquierda agarraba sus tetas, las ordeñaba, subía su cuerpo y lo bajaba. Y nuevamente Teresa se puso a mil. Mi polla subía y bajaba soportando su cuerpo y clavándose profundamente, siempre hasta la base porque la dejaba caer con fuerza.

 

– Me estás matando cabrón -me decía Teresa-  Eres bueno joder, muy bueno pero muy hijoputa.

 

– En todo caso, muy nieto-puta, ya que esto y tratar a mujeres maduras con todos los vicios, me lo enseña mi abuela. Y te doy un consejo de ella, aprieta tu culo, aprieta como si lo quisieras cerrar, como antes tu coño, y ya verás como disfrutas de verdad.

 

– Pero así duele y te agota mucho.

 

– Y así te correrás mil veces y desearás estar mil horas follando sin parar.

 

Y los dos teníamos razón. Pero a pesar del dolor, Teresa empezó a apretar sus músculos anales y yo lo empecé a notar también, y el deseo y el placer de los dos aumentó. Y me la seguí follando con fuerza mientras ella no solo jadeaba, sino que sacaba algunos lamentos del dolor producido por el roce de mi polla con su anillo anal. Y la dilatación de sus músculos que yo le estaba provocando pero que ella misma, al apretar sus músculos para ajustarlos más al grosor de mi polla, luchaba contra sí misma.

 

Pero todo se acaba en esta vida y se volvió a correr, y al darme cuenta que estaba demasiado cansada para el sitio donde nos encontrábamos al aire libre, aceleré un poco y me corrí también dentro de ella. Y esta vez, mis pobres y sufridos pantalones no solo se llenaron de sus fluidos, sino que se mojaron, se mancharon y se decoraron con sus fluidos y todo mi depósito de esperma. Y la muy puta de Karina, se levantó, se movió a nuestro alrededor y nos grabó y fotografió.

 

Teresa estaba vencida, bastante agotada, y su cuerpo era un peso inerme encima mío. Yo la besaba en el cuello, le mordía el hombro y mis manos, mis dedos ahora libres, jugaban con sus pezones y de repente, gimiendo como una niña se volvió a correr. Casi silenciosamente, casi sin estremecimientos, fue como cuando cierras la ducha, empiezas a secarte y de repente, la alcachofa de la ducha empieza a gotear un poco.

 

La ayudé a levantarse de mí y al ver la niña de la otra mesa mi polla silbó. Teresa se ajusto un poco su poca ropa, cogió mi móvil, se marcó su número y su nombre y lo volvió a dejar en la mesa, vi que Carlos estaba solo y le hice la misma seña que antes hizo Teresa, y en pocos minutos, teníamos otros tres vasos de ginebra, pero al dejarlos en la mesa, el muy cabrón de Carlos se acercó a mí y hablándome bajo me dijo:

 

– Como el Señor es nuevo en este Centro, me va a perdonar pero ¿cree el Señor que una buena propina eliminaría falsos testigos de lo que NUNCA pasó?

 

– No te preocupes Carlos, el Señor será generoso ¿verdad? -dijo Karina mientras todos nos reíamos-

 

Y ahora comprendí su silencio y atención perfecta, «por las propinas» de los clientes especiales de esa zona. Nos bebimos casi de un trago toda aquella generosa ración de ginebra y mientras Teresa  iba a reunirse con sus amigos y a contarles su nueva aventura y espero que a hablar bien de mí, yo me fui al baño para limpiarme un poco toda aquella mierda del pantalón. Y a la salida del baño, me encontré con Karina que me esperaba con mi móvil en su mano y que me dice:

 

– Te he puesto también mi número y una pequeña colección de fotos mías, esta noche te enviaré más. ¿Qué vas a hacer ahora? Porque ya es tarde.

 

– ¿Quiere esto decir que ya somos amigos? Y contestando a tu pregunta sí, es cierto. ya es tarde para las niñas. Me hubiese gustado follarte pero…

 

– ¿Tienes coche aparcado aquí?

 

– Si, por supuesto.

 

– Pues vamos. Una perrita nunca deja de ser perrita (1)

 

Salimos al enorme aparcamiento y nos fuimos hasta un rincón del mismo cerca de los contenedores de basuras del Centro. Allí estaba mi todo terreno y esa era la mejor zona para terminar la relación de intercambio regalos-dinero-sexo. Por allí pululaban bastantes personas de todas las edades y con ropas provocativas muchas de ellas, sobre todo, las mujeres adultas casi desnudas y algunas de las niñas no tan niñas. Y los correspondientes mirones con sus cámaras grabando las escenas sexuales entre las diferentes generaciones. Y entradas y salidas de los coches, la mayoría con cristales tintados.

 

Karina y yo nos miramos y nos sonreímos. Abrí la puerta de la parte trasera de mi coche, también con cristales ahumados, y empujé a Karina sobre el asiento de piel que por encima tenía una pieza de tela impermeable para no manchar el asiento. La tumbé sin miramientos sobre el asiento, la cogí de las caderas, la levanté y la puse de 4 y sin más miramientos y con sus protestas, la agarré fuertemente con un brazo, con el otro saqué mi ya endurecida polla, y así, como una verdadera perra, la penetré analmente con fuerza, sin miramientos. La muy perra casi se queda ronca de la potencia de sus gritos de dolor y de humillación, pero se la clavé hasta mis huevos.

 

Y no dejé que se moviese de esa posición. Los insultos y las frases sonaron como tiros:

 

– ¡Cabrón de mierda, eres un cabrón de mierda, ni siquiera me has preparado para encularme! -me decía Karina-

 

– El dogging es cosa de perras, tú eres una perra y te encula un antiguo perro. Si mi polla es gruesa mejor para ti, antes se dilatará de verdad tu culo. Aprenderás que es ser follada por una polla de verdad y no esas mierdas que te han metido hasta hoy…

 

Pero no quise negarle su derecho al placer. Y mientras la mantenía levantada de la cadera sobre el asiendo del coche, no solo mi polla la volvía loca, sino que mi mano la estaba masturbando y al mismo tiempo, me daba cuenta que a pesar de sus múltiples folladas, no estaba tan dilatada como se podría pensar. Así que pensé gastarle una nueva putada y apenas se corrió, saqué la polla de su culo y sin darle tiempo a nada, se la metí de un solo empujón en el coño hasta casi perforarle el útero.

 

Sus gritos no eran de broma, sus insultos tampoco, pero en menos de medio minuto se volvió a correr, la volví a sacar y la penetré de nuevo analmente. Se puso a llorar y moquear pero ya no gritó. Casi ni se movió excepto por la fuerza de mis embates sobre ella hasta que me corrí abundantemente en sus intestinos. Cogí varios de los pañuelitos que abundaban en mi coche y la limpié a la vez que mi polla. En silencio se arregló la cara con uno de ellos y salió del coche. Y al salir le di un billete de 50€ y le dije:

 

– Las perritas no follan sin nada a cambio y como no te he comprado nada, esto para que pagues tus porros. No aliviarás tu culo pero te animarán.

 

Me miró con rabia, creo que casi con odio, pero lo cogió. Y al marcharse vi como andaba lentamente abriendo exageradamente sus piernas, mientras sus fluidos y mi esperma bajaban lentamente por ellas. Su culo aún notaba la presión de mi polla y la dilatación de sus músculos. Y de repente, y sin ver ni importarle la gente que por culpa de sus gritos se había arremolinado alrededor de mi coche, me gritó:

 

– ¡Eres un cabrón, un cerdo, un hijoputa… TE ODIO!

 

¡Mujeres! Quieren sexo, las llevas al coche, les das sexo y encima se enfadan…

 

Pero sobre las 11 de la noche, recibí un mensaje, y un largo fichero de fotografías y videos superporno de Karina. El mensaje solo decía:

 

– No te odio Juanma. Me gustas. ¿Me llamarás?

 

¡Y claro que la llamé! Y muchas más cosas que os iré contando…

 

=====

Aida88 ** [email protected]

(1) Como casi tod@s sabéis, el «dogging» en inglés, es «cancaneo» en español, que procede del can (hacer de perro). Karina por tanto es perrita y yo por mi idéntico pasado soy perrito… y me siento orgulloso de haberlo sido y de educar así a mis hijas/o.

 

6234 Lecturas/9 septiembre, 2021/4 Comentarios/por Aida88
Etiquetas: amigos, madura, mayor, mayores, sexo
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4 comentarios
  1. sex69xxx Dice:
    9 septiembre, 2021 en 6:04 am

    👏👏👏👏👏

    Accede para responder
  2. Danny_Dream Dice:
    9 septiembre, 2021 en 10:00 am

    Ufff que buen relato!!! Me encanta la temática. Espero leer más

    Accede para responder
  3. JonhyStorm2 Dice:
    10 septiembre, 2021 en 10:40 pm

    En verdad muy bueno, ya espero las siguientes partes

    Accede para responder
  4. zenit Dice:
    7 noviembre, 2023 en 10:09 am

    Uuuf, tremendo. Me encantaría que hubieras añadido a la niña con él o que si ellas son pedofilas se cojan / follen algún niño de esos ahí.

    Accede para responder

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