Perritas viciosas del dogging – II
Mi abuela materna, más puta que mi madre, me decía: «Juanma, los niños buenos van al cielo y los niños malos van al infierno. En el cielo se pasan el día rezando y en el infierno follando ¿donde prefieres ir?» Y claro, nunca fui un niño bueno..
Como os decía al final de mi relato anterior, me comprometí a mi mismo llamar a Karina. Esta cría de 15 años me había impactado. Nunca había conocido a ninguna chica de esa seriedad, de esa forma de ser exhibicionista, viciosa, guardiana de las demás niñas cancaneras y a la vez, pisando fuerte. Alcohólica, drogata, sexualmente hiperviciosa, bisexual… una auténtica «perra» del dogging y que presumía y disfrutaba de serlo. Y yo, con 28 años y antiguo perrito y conocedor de ese mundo, soy consciente de lo que os digo sobre ella.
Pero yo quería poner mis ideas en claro y cómo follármela de verdad, a tope, duramente, y eso de llamarla para quedar, pues… esperaría tres o cuatro días más. Pero Karina, que la noche del sábado gastó un montón de memoria de mi móvil enviándome fotos y videos suyos, de su hermanita y de su madre, guarros y superporno, se adelantó, y sobre las 12 de la mañana del día siguiente de nuestro encuentro en el centro comercial y que era domingo, me llamó y me preguntó si la invitaba a comer y a tomar unas copas conmigo, en mi casa. Naturalmente, esa propuesta llevaba implícita la invitación para poder follarla y acepté.
Apenas corté la conversación llamaron a la entrada de mi casa, extrañado fui a abrir ¡y era Karina! Me había llamado desde la acera de mi casa, junto al portal de entrada. Yo le abrí el portal y abrí sorprendido la puerta de mi vivienda y esperé a que saliese del ascensor. Y ¡Dios mío lo que salió! La niña del día anterior se había convertido en una impresionante mujer. Su rubio pelo lo había recogido en una cola corta pero que tiraba de su rostro dejándolo todo visible. Ese rostro estaba ligeramente maquillado con sus labios rojo-granate perfilados, un top marfileño bordado en varios colores traslúcido y con enorme escote, una faldita que parecía de cuero negra ajustada solo a su culo, unos zapatos de unos 10 cm de afilado tacón y un bolso a juego.
¿Donde cojones estaba la Karina niña de ayer… objeto de mis sueños y deseos? Joder con la Karina que ahora veía sonriéndome ¡estaba buenísima y no aparentaba menos de 18-19 años… menudo cuerpazo! Pero una vez más, sus ojos me enseñaron una parte distinta de ella, los veía tristes, apagados… Y esa sonriente Karina, se acercó a mí y metiendo su mano sobre mis calzoncillos, empezó a jugar con mi polla. Si amig@s, sobre mis calzoncillos, porque yo en casa y aunque estábamos a fines de Octubre, solía ir ligero de ropa.
– Vaya, vaya, así me gusta que me reciban los hombres ¡a punto de caramelo! Joder Juanma ¡menudos músculos tienes! -me dijo mientras acariciaba mi pecho y brazos-
– Pues la verdad es que pensaba en ti, pero no te esperaba. Esta mañana me he levantado temprano, me he ido a correr, me he duchado y me he puesto estos calzoncillos, he puesto la lavadora, y cuando estaba pensando en qué hacerme para comer, me has llamado tú ¿cómo has sabido donde vivía? -le dije mientras yo cerraba la puerta-
– Cuando ayer fuiste al baño para limpiar tus pantalones, yo recogí todo lo tuyo de la mesa, te cogí dinero y pagué la cuenta, vi tu nuevo carnet de conducir y leí tu dirección. Te di las cosas y el resto ya lo sabes. Por cierto ¿te gusto más como la niña perrita (1) de ayer o como la puta elegante de hoy?
Y la muy perra se dio un par de vueltas lenta y acariciándose las tetas ¡y tan a tope me puso la polla que se me salió por la parte alta del calzoncillo! Ella lo vio rápidamente, se acercó a mí, puso su mano sobre mi polla, me besó en la boca y me dijo:
– Ya sabes que me he autoinvitado a comer contigo, pero no me apetece ahora ni un cocido, ni una paella, ni un gazpacho. He venido a por ti y dispuesta a follarte durante horas hasta que vacíe tus huevos y te agote tanto que me pidas que pare.
– Jamás te pediré que pares.
Pero no conocía a Karina.
Como si conociese la casa, agarró mi polla con su mano y me llevó directamente a mi dormitorio (solo habían dos en esa pequeña vivienda), me soltó la polla, se quitó el top y sus preciosas tetas se exhibieron poderosas. Y como sabía de sobra que sus tetas impactaban por su tamaño, dureza, areolas y pezones grandes y prominentes, las aplastó contra mi pecho, puso sus manos sobre mi nuca y totalmente apretada a mí empezó a mover lentamente su cuerpo sobre el mío, aplastando sus tetas sobre mis músculos y sus labios sobre los míos.
Yo levanté un poco su faldita y tal como suponía, no llevaba bragas. La levanté cogida de su cintura, ella adivinó mis intenciones, soltó una mano de mi cuello, cogió mi polla, la puso en la entrada de su coño, me volvió a poner la mano en mi nuca y yo, poco a poco la hice descender, notando como su cuerpo se estremecía tal y como la iba penetrando ¡y es que mi polla, como sabéis es muy gruesa! Y sus labios seguían devorando los míos.
Cuando mi polla llegó al final de su túnel y ella sintió esa presión, paró de moverse, de excitarme. Su respiración estaba ya muy agitada. Se separó un poco de mí y sonriéndome, siempre sonriente, me miró a los ojos y noté como se cogía fuerte de mi y movía sus pies como ajustando sus altos tacones sobre el suelo hasta que se sintió segura (yo era casi 20 cm más alto). Movió un poco su cuerpo y me dijo:
– Y ahora Juanma no te muevas tú, déjame follarte a ti. Hoy he venido a ti para que sepas la clase de puta que tienes ahora ensartada con tu polla. Y aún nos quedan muchas horas de placer.
Y lógicamente la comprendí. Los dos éramos perritos, perfectamente entrenados para el sexo, para el placer sexual sin tabúes. Y noté como la muy puta tenía entrenados sus músculos vaginales internos. Sin moverse, noté como sus músculos vaginales masajeaban mi polla, era como si me masturbaran lentamente pero en lugar de una mano, fuesen esos músculos cálidos y húmedos. El placer era sencillo, continuo, constante. Era una lenta masturbación que me estaba calentando sobre manera y que ella alargaría el tiempo hasta llegar a mi corrida, y encima, me la haría desear como un loco ¡joder con la cría de 15 años… sabía más latín que Séneca!
Y encima estaba frente a mí, a pocos centímetros de mi cara, siempre sonriéndome. Y un ratito después, su cuerpo empezó a ladearse un poco desde sus propios tacones, solo un ligero y lento vaivén. Con su cuerpo movía mi polla y sus pechos se frotaban con el mío, y eso aún nos estaba excitando más a los dos. Pero la rubia pérfida, aún no me había calentado lo suficiente, empezó a flexionar un poco sus rodillas y hacer subir y bajar un poco su cuerpo. Solo un poco. Pero entre sus músculos vaginales jugando con mi polla, sus ligeros movimientos laterales del cuerpo, el roce constante de sus tetas, y sus pequeñas subidas y bajadas, mi polla estaba como pocas veces mi abuela, la mejor folladora de mi historia lo había conseguido. De repente y para sorpresa mía, me dice:
– Eres feliz mi amor? Crees que te estoy follando como te mereces? Si crees que no lo hago bien, me pegas, cuanto más fuerte mejor, pero no en el rostro. Donde quieras pero en el rostro no. Solo quiero satisfacerte, demostrarte que puedo ser la mejor mujer de tu vida. La única que te merezca.
Y os aseguro que me derrotó. La abracé intensamente y mis labios aplastaron de verdad los suyos. Nuestras lenguas eran serpientes luchando por su vida. La besé con rabia ¡esta puta cría de 15 malditos años me estaba dejando como un animal salvaje dispuesto a sacrificarla! La sujeté fuertemente con mis manos, la dejé quieta y el que empezó a follarla fuerte fui yo, tal y como estábamos de pie y sin dejar que se moviese. Poco tiempo después noté en ella un enorme estremecimiento ¡se había corrido con fuerza! Y seguí follándola sin piedad. Sabía que le estaba haciendo daño. Soy fuerte, con grueso pollón, la mantenía quieta y las piernas no se las dejaba abrir. Poco a poco fui notando como de su rostro desaparecía la sonrisa. Sus labios se apretaban… y otro estremecimiento la sacudió. Y se apretó más contra mí. Y yo seguí clavando mi polla en su coño, con rabia, con deseo, con ganas de demostrarle quien mandaría siempre en nuestras relaciones. Instantes después vacié mis huevos en su coño.
Karina se estrechó más fuertemente contra mí, como si quisiera fundirse, se movió un poco y se volvió a correr. Sus brazos estaban fuertemente abrazados a mi cuello. Y así estuvimos unos minutos, pero de repente, se separó un poco de mí, intentó sonreír mientras me miraba fijamente a los ojos y me dijo lo más sorprendente de mi vida:
– Juanma, cuando te vi en el centro comercial por primera vez, deseé que fueses un hombre en busca de una perrita porque me gustaste mucho. Pero después de lo de ayer y lo de ahora, quiero decirte que «quiero ser tu perrita personal», quiero que me adoptes, me enseñes tus costumbres para que haga solo lo que tú quieras y como tú quieras. Podrás pegarme, castigarme, azotarme… Nunca le he dicho a nadie que me considero masoquista ni nunca nadie me ha tratado así, pero me he enamorado de ti y quiero ser tuya para siempre, me cueste lo que me cueste.
Os podéis imaginar la sorpresa e incluso un poco de miedo, que me invadía con esa adolescente diciéndome todo eso. La aparté un poco de mi y vi de nuevo en sus ojos esa vista apagada, unos preciosos ojos azules sin brillo. Y como no sabía qué decir en esos momentos, vi en el reloj que era muy tarde y le dije una de esas cosas que un hombre no debe decir a una mujer en estos casos:
– Veo Karina que ya es muy tarde y como no nos da tiempo a preparar una comida decente ¿quieres que vayamos a comprar la comida a una casa de comidas que hay en la calle de atrás y nos la comemos aquí?
Ella me miró con más tristeza aún, asintió con la cabeza y separándose de mí se fue al baño. Mientras, yo me puse unos pantalones, una camisa y unos mocasines y me quedé esperando a que saliese Karina. Y la Karina que salió del baño era más impresionante que la que vi más de una hora antes. Porque ahora estaba un poco más maquillada y estaba seria, y eso la hacía mayor. Me la quedé mirando, los dos nos quedamos mirando, aunque en realidad yo la estaba admirando, y en mi cerebro solo había una frase que se repetía mil veces: «quiero ser tu perrita personal». Dios mío ¿de verdad quería entregarse ese monumento de niña como perrita personal mía?
Salimos a la calle y de repente Karina me cogió de la mano de forma suave. Yo vacilé un poco pero apreté mi mano sobre la suya, ella giró su cabeza, me sonrió un poco y me apretó más su mano. Ese apretón me dio un impulso y haciéndola parar, me ladeé y besé sus labios dulcemente en plena calle. Ella me sonrió ampliamente y por primera vez, vi como un brillo en sus ojos… que duró solo unos segundos, pero ya no dejó de sonreír. No nos dijimos una palabra hasta llegar a la casa de comidas, y como plato especial de ese día tenían: arroz meloso con bogavante. Preguntó qué era eso, se lo expliqué yo con la aprobación del cocinero y pedimos dos raciones. Vio una ensalada muy variada pero con poco tomate ya que a ella le gusta el tomate en la ensalada, yo le dije que tenía tomates para ensalada en mi casa y cogimos esa ensalada y nos fuimos a mi casa.
Lo dejamos en la mesa de la cocina y vi como ella cogía el taper de la ensalada para prepararla y le dije:
– Quieta loca, cómo vas a preparar la ensalada, aliñarla y añadirle tomates vestida. Te puede salpicar y manchar.
– Pensaba pedirte un delantal de cocina… o en todo caso quedarme desnuda -me dijo riendo-
– Ya has visto al venir que yo voy por casa en calzoncillos.
– Sí, ya lo he visto y además los hemos manchado en tu dormitorio porque creo que llevas los mismos. Pero yo no llevo bragas, ni limpias ni sucias…
– ¿Te parece bien que mientras yo me los cambio, tú elijas alguno que te guste y te los pones?
Y eso hicimos. En un plis-plas nos quedamos los dos desnudos, yo abrí el cajón de los calzoncillos y se lo ofrecí primero a ella. Los miró y cogió uno de cintura baja en color rojo y yo me puse uno azul marino. Le venía genial, aunque en la entrepierna le sobraba algo de tela. La culpa era suya por no tener cojones… pero me puso cachondo. Se miró en el espejo, se gustó, sonrió nuevamente y salió disparada a la cocina. Yo abrí una botella de vino blanco bien fresquito y mientras calentaba un poco el arroz, dispuse los cubiertos y las copas y me la quedé mirando.
Decir que estaba buenísima es rebajarla, porque realmente estaba buenísima elevada a la infinita potencia. Aunque para mi gusto, le faltaban quizá unos 3 kilos de carne ya que su armazón óseo estaba muy desarrollado. Se movía como una diosa y no solo preparó esos tomates de ensalada ligeramente verdes, sino que con las tijeras de cocina, cortó trocitos de jamón, vio un bote de aceitunas negras y de pepinillos en vinagre y también lo dispuso en la fuente que preparó. Casi al tiempo que ella ponía esa bandeja en la mesa, yo terminaba de poner los cubiertos, las copas y el arroz en cada plato. Le puse una generosa ración de vino en la copa… y se la bebió sin respirar. Nos bebimos comiendo dos botellas de vino, de las cuales más de una se la mamó solo ella.
Hablamos muy poco pero nuestras miradas eran más amplias que el vocabulario. Realmente éramos dos desconocidos ¿de qué íbamos a hablar? Yo, con 28 años, profesor de educación física, y ella de 15 años, de 4º de secundaria. Si estuviésemos en el mismo instituto sería alumna mía y yo la haría sudar en las tablas gimnásticas o deportes. Pero me temo que esta tarde, íbamos a sudar los dos y no en eso. Cuando terminamos de comer me puse a hacer un café de Colombia bien fuerte y ella cogió de la pitillera suya un porro de los suyos bien cargados, pero se lo impedí encender. En mi casa, por razones higiénicas no se fuma ni en la cocina ni en los dormitorios. Así que ella se levantó y se fue al salón.
Allí le llevé los cafés, saqué unas copas y dejé la puerta del armarito abierta para que eligiese la bebida más adecuada a su gusto. Eligió vodka. Se puso más de media copa de vodka y antes que yo me diese cuenta, se la bebió y se puso de nuevo una cantidad igual ¡joder con la niña de 15 años trasegando alcohol! Nos tomamos los cafés solos y sin azúcar. Yo solo me puse la mitad de vodka que ella y la copa la iba sorbiendo lentamente, sin prisas. La miraba a ella y pensaba en mis años juveniles donde el alcohol era una válvula de escape para todos los perritos y perritas ¿de qué se querría escapar Karina? Ella estaba sentada sobre sus piernas en un extremo del sofá. Y yo en el otro, con una pierna doblada sobre el sofá y la otra en el suelo.
Los dos nos mirábamos fijamente. Ella aspirando fuertemente su oloroso porro y yo con la copa en la mano. De repente ella se inclinó sobre la mesa, cogió su copa y de un solo trago se bebió la mitad. Me miró y empezó a ponerse nerviosa, su pecho se agitaba con fuerza. Metió su mano dentro del calzoncillo mío que llevaba puesto y empezó a masturbarse, primero lentamente y seguidamente con más fuerza mientras su porro llegaba a su fin. Y no tardó nada en correrse estremeciéndose todo su cuerpo. Se fue relajando. Terminó de beberse su copa y me preguntó:
– Juanma ¿te gusto? Y no lo pregunto solo por el gusto de ver mi cuerpo y de poder poseerlo, sino como mujer ¿qué posibilidades tengo de ser tu pareja, de vivir contigo, de darte todos los hijos que quieras…?
Y como me pasó un rato antes ¿qué coño le digo a esta puta de 15 años, que hace menos de 24 horas que he conocido?
– ¿No crees que eres muy joven para mí?
– Juanma, qué años son los importantes? ¿los de nacimiento o los reales que has vivido? Porque es cierto que aún no tengo 16 años de vida, pero desde los 9 años cuido de mi madre, de mi hermana, de la casa, de las compras, de la cocina, controlo los gastos, y desde los 10 me prostituyo para poder aportar algo y poder comer, porque mi madre, desde que su última pareja nos abandonó, está más tiempo en el paro que trabajando y en casa siempre está borracha ¡yo soy el ama de mi casa, no mi madre! ¿Cuántos años de experiencias crees realmente que tengo… los que he vivido intensamente?
Y entonces, tal y como me hablaba y sollozaba mientras su cuerpo temblaba, me di cuenta de su realidad. Como a tantas chicas que había conocido y seguía conociendo, estaban solas, se sentían solas, no había un cabeza de familia, y la mujer que tenía que hacer ese papel se pasaba el día borracha pensando en sus penas, no en su familia. Desgraciadamente para ella, Karina tenía muchos más de esos malditos 15 años del calendario. Y por eso sus ojos no tenían brillo.
– ¿Te hace falta un hombre a tu lado Karina?
– NOS HACE FALTA UN HOMBRE DE VERDAD A NUESTRO LADO. Ayer me gustaste una burrada, no me preguntes por qué ¡no lo sé! No te importó follarme duro en el coche, simplemente te satisfaciste, aunque a mí me hiciste correr varias veces. Eres fuerte, estás buenísimo. Me gustaría que vieses a mi familia, mi madre solo tiene 31 años y ya has visto su cuerpo, está de puta madre. Mi hermanita cumplió hace unos días los 11 años y está que te cagas, y me tienes a mí. Tres mujeres de bandera solo para ti, y puedes preñar a las tres si te apetece (2) y las tres tenemos vena masoca. Solo busco un hombre en la casa para las tres ¡y ese hombre podrías ser tú!
No me dio tiempo ni a pensar en lo que estaba oyendo. Se tiro encima mío, se abrazó estremeciéndose sobre mí, me llenó de cálidos y húmedos besos y me repetía:
– Creo que me he enamorado de ti. Sé que ya no te podré olvidar jamás. Sé que te necesito. Tómame, fóllame, préñame, mátame a palos… pero ven a vivir con nosotras y sé nuestro Amo, nuestro HOMBRE. Además, tú estás solo en la ciudad, no tienes a nadie a tu lado. Te ofrezco una familia de tres mujeres muy putas.
Y en esas frases últimas, es cuando el animal que llevo dentro explotó. Karina tenía razón. Desde que nací fui educado para el sexo por mi madre y sobre todo por mi abuela. Ellas penetraron desde siempre mi culo con sus dildos. Sus amigas usaron sus dildos y mi polla desde los 5-6 años. Sus amigos me follaron desde los 8 años y desde los 9 años, mi abuela puso precio al uso de mi culo y de mi polla. A los 12 cancaneaba por los centros comerciales y muchos sitios privados. Desde los 13 hice porno, a los 15 preñé a mi madre y a los 16 era padre, y un maldito borracho al volante de un camión me los arrebató a los dos. Nunca tuve verdaderos amigos, nunca tuve novia o novio. Luego me dediqué a estudiar y sacar músculos, me aislé y solo era una perfecta máquina de follar. Mi verdadera familia murió con mi madre y nuestro hijo.
Cogí fuertemente a Karina con mis brazos y preso de una excitación desconocida durante muchos años, la llevé hasta mi cama, la tiré sobre ella, me arranqué los calzoncillos y antes de lanzarme como un gorila sobre ella «la vi sonreír», y me juré que borraría esa sonrisa de su boca. Le di la vuelta, cogí la almohada y la puse bajo su estómago para levantar un poco sus dos agujeros, y como la tarde anterior, me dispuse a penetrar su culo con mi pollón sin preparación alguna. Y vi su anillo anal ligeramente inflamado de dicha enculada anterior y eso aún me volvió más loco. Apoyé mi glande sobre la entrada de su culo y me dejé caer con mis 98 kilos de puro músculo sobre ella.
La niña no gritó. Pero un rugido extraordinario de leona herida salió de su boca cerrada. Su cuerpo, sobre todo su parte superior que es la que yo veía y tocaba, se estremeció con fuerza. Sus manos agarraban con desesperación las sábanas con tanta fuerza, que sus nudillos estaban blancos como la nieve. Y aún quise ser más bestia al decirle:
– Conseguiré que grites tan alto, que hasta la policía vendrá a vernos sin necesidad de que nadie les llame.
– No gritaré aunque me descuartices. Pero júrame que si no consigues que grite al follarme, me deberás un favor.
– ¡Te lo juro!
Y apliqué toda mi sabiduría sexual y humana (o más bien «inhumana») en hacer, no solo que gritase, sino que berrease compulsivamente como la cría que era. Pero otra vez me equivoqué de niña. Karina era mujer, demasiado mujer para su edad ¡y qué mujer Dios mío! Lo que tenía claro es que le había dado un juramento y eso es sagrado para nosotros, mucho más que un contrato notarial, y no me apetecía cumplir un juramento que solo Karina sabía a qué podía obligarme. Así que utilicé mis 4,5 cm de gruesa polla para hacerle daño más que follarla. Y como era un domingo por la tarde, clásica tarde de futbol, apliqué una técnica que como entrenador de basket decía siempre a mis chicos y chicas:
*** No olvidéis que los partidos duran 40 minutos (ya sé que son 90 en el futbol) y lo importante es el marcador final, aunque sea de una canasta tonta de una falta inexistente. O en el futbol, de un penalti injusto. ¡El marcador final lo es todo!
Y eso hice con Karina, buscar el marcador final. Al dejarme caer sobre ella le metí de golpe en su culo más de la mitad de mi polla (26 x 4,5 cm). Y como os he dicho antes, aún estaba un poco inflamado su anillo. Sabía que le había hecho mucho daño porque su culo no estaba preparado para pollas como la mía… y la quise hacer gritar. No tenía prisa, solo deseaba hacerla gritar. Así que me dediqué, sin prisa pero sin pausa, a meter y sacar lentamente mi polla de su culo para poder rozar inmisericordemente su inflamado anillo y producirle el mayor dolor posible. Incluso ladeaba mi propio cuerpo para follarla de lado y no en línea recta.
Pero la muy puta golpeaba con sus cerradísimos puños sobre el colchón y hasta me pareció ver unas gotitas de sangre a la altura de su boca ¿se habría mordido sus labios? Y mientras follaba lentamente ese culo, recordaba como mi abuela me metía su enorme consolador en mi culo apenas siendo un infante, y me decía que, cuanto más sufriese de niño, menos sufriría de adulto con pollas de verdad. Y así fue. Y cuando fui perrito jamás me trataron con cariño, simplemente me follaban, me usaban. Y yo me alegraba de haber tenido unas maestras como mi abuela y mi propia madre. Y esta niña debía ser dilatada y yo se lo haría con gusto.
Pero en un momento determinado, el cuerpo de Karina se estremeció como si una corriente de 200.000 voltios la hubiese atravesado. Fue una de las corridas más bonitas conseguidas por mí. Y que me demostró que lo que me dijo sobre tener una vena masoca, podría ser verdad, porque yo le estaba haciendo verdadero daño. La seguí follando pero poco después tuve que parar. Sus manos estaban flácidas y su cuerpo pesaba. Me acordé de sus vicios y cogiendo un vaso de la cocina, casi lo llené de vodka, se lo acerqué a la nariz y fue olfatearlo, cogerlo con sus dos manos y bebérselo sin pensarlo, me miró y se dejó caer, aunque ahora ya «estaba viva».
Miré ese vaso y no me lo podía creer ¡como mamaba el alcohol la puta esta! Y como había dejado casi un centímetro de licor… le gasté a esta perrita una de las putadas que me gastaron muchas veces a mí. Miré su culo, estaba superinflamado y con algunas pequeñas grietas… y también su coño lo estaba del día anterior más la follada de unas horas antes estando de pié ¿y qué le hice? Pues acercarme a su culo y dejar caer muy lentamente y en los «sitios más adecuados», esta pequeña cantidad de vodka de alto contenido alcohólico.
Y esta vez si que gritó y envaró su cuerpo tirándolo hacia atrás. Pero se dio cuenta de haber gritado y cerró su boca. Sus puños, más que sus manos, sujetaban en vertical sus brazos. Su cuerpo doblado hacia atrás estaba más tenso que un arco a punto de disparar su flecha, y sus mandíbulas estaban fuertemente apretadas ¡El dolor la estaba matando! Y no perdí el tiempo. Volví a meter mi polla en su agujero anal tan castigado y Karina, sin cambiar su posición, empezó a sollozar. No era un lloro constante y ruidoso, sino un sollozo entrecortado, rabioso, lo más silencioso posible, como si le diese vergüenza que la viese llorar.
El dolor de mi follada debía ser terrible para ella. Al dolor anterior, se añadía la putada del dolor del alcohol que derramé sobre sus heridas y el propio dolor que ella, inconscientemente se estaba produciendo, al mantener tan tenso su cuerpo y todos sus músculos porque eso estrechaba su culo, y mientras pensaba yo en que putada más gastarle ¡se volvió a correr! Y me puso tan caliente su corrida, que me corrí yo instantes después. La dejé tirada en la cama porque su cuerpo no se movía. Me fui al baño, oriné como pude porque aún la tenía muy bien empalmada, me tomé medio vaso de coñac y al volver a la habitación, seguía ella tumbada sin moverse.
Me metí detrás de ella, me meneé un poco la polla para endurecerla más y se la clavé en el coño. Y al penetrarla casi totalmente desde esa posición, su cuerpo volvió a tensarse pero no duró más de un minuto. Se dejó caer sobre la cama, abrió sus ojos y casi sin pestañear se volvió a correr unos dos minutos después. Viendo yo que en esas condiciones era una muñeca hinchable más que un ser humano, aceleré mi penetración y poco tiempo después me corrí en sus entrañas.
Me acosté a su lado, nos miramos a los ojos, ella intentó sonreírme pero solo sacó una mueca. Y por primera vez, sentí algo especial por ella no sexual y mi mano acarició su rostro, Karina, al notar mi mano cerró los ojos y su respiración se fue acompasando. Su rostro, su cuello, su espalda… mi mano la acariciaba y ella poco a poco, si empezó a sacar ahora una pequeña sonrisa con sus ojos cerrados. Y de repente me dice:
– Ya sé Juanma que aquí no se puede fumar, pero si me ayudas a ir al salón me podré fumar un porro y beberme una botella de vodka ¿me llevas?
Pero el porro, el encendedor, el cenicero y el vaso de vodka se los llevé yo. El vaso se lo bebió entero, el porro lo encendió aspirando profundamente, y el cenicero lo puse entre los dos. Creo que nunca he visto fumarse a nadie un porro tan potente como ese (por el olor) en menos tiempo. Lo aspiraba profundamente, aguantaba mucho el humo, lo expulsaba y volvía a inhalarlo. Su cuerpo se iba recuperando, noté su mano sobre mi polla y esta empezó a tomar conciencia de sus virtudes, y de repente me dice:
– Cariño, aún no te la he mamado y te juro que soy muy buena mamona ¿me dejas?
Y le dejé. Aparté el cenicero y ella misma se puso entre mis piernas. Con el porro y todo el vodka bebido, fue cambiando su rostro de sonriente a irónico. Me cogió de los huevos y los estuvo masajeando. Otras veces masajeaba, retorcía y tiraba de mis huevos mientras me pajeaba lentamente. Otras veces agarraba mi polla con sus dos manos y besaba el glande, lo chupaba, metía su lengua en el canal espermático ¡la muy puta me ponía a mil! Y minutos después, cuando ya me vio muy excitado, se dispuso a tragarse ese pollón. Al igual que yo antes, no tenía prisa. Era una polla muy gruesa y larga y poco a poco, casi jugando, se la fue metiendo. No avanzaba en línea recta, la desviaba hacia los lados y hacia el paladar, pero poco a poco se la iba metiendo. Y yo pensaba cuanta polla sería capaz de meterse en la boca.
Pero en mitad de mis pensamientos, lo primero que entró fueron sus dedos en mi culo. Y lo hizo a mala leche. Dado que yo le había dicho ser perrito, lógicamente mi ano debería estar muy usado y más a mi edad ¡y me introdujo dos dedos juntos! Sus ojos casi brillaban y se dibujaba en su rostro una pequeña y cruel sonrisa… cuando me metió un tercer dedo. Y ahora, con más cara de sorpresa que de sonrisa, mientras seguía metiéndose lentamente mi pollón en su boca, su mano se agitaba y sus dedos jugaban en el interior de mi culo. Y cuando noté que mi polla empezaba a introducirse en su garganta, no pude aguantar más mi calentura y me corrí. Fue una serie de descargas intensas, fuertes y profundas, que Karina se tragó totalmente.
Notaba los problemas que tenía para tragar, los problemas que tenía en su boca para no morderme la polla que tan pegada a sus dientes estaba. Y sus dedos siguieron jugando con mi culo, o más aún, en el interior de mi culo. Poco a poco fue dejando escapar mi polla de su boca. No retrasó su cabeza, solo dejaba salir mi polla por su propio peso. Pero en este mundo, si haces daño a alguien, alguien puede querer devolverte ese daño a ti. Y Karina quería devolverme «algo» de dolor. Empezó a meter un cuarto dedo. Ahora me sonreía abiertamente, no nos hablábamos, solo nos mirábamos y los dos sonreíamos.
Yo, porque pensaba hasta donde querría llegar esa niña, y la niña, deseando follarme el culo y hacerme fisting. Yo ya había experimentado ese placer a veces doloroso. Mi culo había sido penetrado bastantes veces y el brazo de Karina era delgado. Y su mano era fina también, pero… en la vida siempre hay un pero, y el mío era que hacía varios años que mi culo estaba sin usar de esa manera. Y tuve alguna suerte.
Cuando Karina intentaba meter su quinto dedo y su mano ya estaba bastante enterrada en mi ano, se dio cuenta que mi excitación era tan real como la suya y mi polla estaba nuevamente tan endurecida como el titanio. Se puso muy nerviosa, hizo fuerza para penetrarme totalmente su mano y brazo, y con la otra mano empezó a masturbarse frenéticamente. Yo quise ayudarla, algo dentro de mí se estaba abriendo paso con esa niña y deseaba que me penetrase su brazo y me follase el culo como si fuese una polla de caballo, así que me dejé resbalar un poco para estar más horizontal.
Fui consciente que me estaba entregando a ella, que en todas las horas que estábamos juntos, era ella quien dirigía la orquesta, unas veces provocando y otras actuando como ahora, y eso pareció descomponerla. Empujaba su brazo con fuerza, pero sus nervios no la dejaban hacer las cosas bien y ladeaba su brazo. Pero su otro brazo si consiguió darle un enorme y salvaje orgasmo. Y arrancando de un tirón su brazo de mi culo, se tiró encima de mí y me dijo con voz ronca:
– Fóllame Juanma ¡por Dios fóllame hasta hacerme sangrar de verdad… destrózame!
Y le hice caso. Estaba enfadado por no haberme penetrado el culo porque realmente deseé que lo hubiese hecho. La cogí boca arriba, apoyé sus piernas sobre mis grandes hombros, apoyé mi polla sobre su coño, agarré con cada una de mis manos cada uno de sus muslos y empujé brutalmente. Con tantas corridas, mi gruesa y gran polla penetró hasta el final de su glorioso túnel ¡y se volvió a correr! Y yo la saqué varias veces y cambié varias veces de agujero. Coño, culo, coño, culo… Y se volvió a correr y su cuerpo estaba desmadejado. Ya no podía la niña más. Habían sido varias horas de castigo sexual y cada corrida es cansada como sabéis. Pero no soltó un solo grito, lo aguantó todo, aunque dos veces se mordió los labios y sangró levemente.
Por fin me corrí en su culo y ella se quedó como dormida, aunque estaba despierta. Yo también necesitaba algo, me levanté, fui al salón y cogí de su pitillera dos porros y los encendí allí mismo. Llené dos vasos de vodka (su bebida preferida) y los llevé al dormitorio. Al oler el porro me sonrió, se levantó un poco para beber todo ese vaso y cogiendo el porro empezó a fumarlo con enormes ganas y aguantando el humo.
Un rato después, la acompañé a la ducha, nos duchamos los dos, limpié bien los dos agujeros de su entrepierna bastante inflamados y con puntos de sangre reseca, y cuando en el salón, después de descansar unos minutos, le ayudaba a vestirse, me preguntó:
– ¿Mantienes tu juramento de hacer lo que te diga? Porque el grito que he dado al derramarme el vodka sobre mis castigados culo y coño, no han sido de follarme.
– Sí Karina, dime qué quieres que haga.
– Mi hermanita Andrea cumplió hace unos días los 11 años. Desde hace casi dos años es una mamona de cojones, pero aún son vírgenes sus agujeros, y sabes que tanto ella como yo queremos que sea ya una perrita más. Quiero que seas tú su primer hombre, quién se la folle y la abra para siempre, que le rompas el coño y el culo y la dilates para que pueda cancanear todo lo que quiera sin problemas.
Y yo me la quedé mirando con una sorpresa extraordinaria. Verdaderamente Andrea a su edad era preciosa y muy adulta ¡pero con 11 años recién cumplidos!
Miré a Karina, vi que era una petición seria y asentí. No sé por qué, pero acepté ser su primer hombre. Lo que no pensé en esos momentos, fue en el tamaño y grosor de mi polla en esos agujeros sin estrenar…
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Aida88 = [email protected]
(1) Muchas veces leeréis las palabras «perritos o perritas». Ya sabéis que hacer dogging es hacer el perrito, y los que lo practicamos y enseñamos a nuestros hijos/as a hacerlo, nos llamamos perritos con todo el amor y orgullo de serlo.
(2) En el mundo del dogging o cancaneo, como en el mundo de los que practican el poliamor, hay como un acuerdo tácito, los hijos son siempre de la madre aunque se sepa perfectamente quien es el padre. Si este los quiere reconocer bien y si no… de la madre.
Y estamos desde niños, perfectamente entrenados para proporcionar placeres ilimitados sin ningún prejuicio.
Por favor sube la parte tres, me encantaron tus relatos.