Pervirtiendo a Andrea
Segunda parte..
Pasaron algunas semanas y nos encontramos en otra fiesta familiar, saludé a mis tíos como siempre y la vi. Ambos supimos que pensamos lo mismo. Para esta ocasión nos arreglamos mejor que la anterior donde yo traía jeans rotos, tenis y una gorra. Esta vez me peiné, traía jeans decentes, zapatos de vestir, una camisa y loción robada de un compañero del colegio, no porque yo no pudiera comprarla, sino sólo por joderlo y porque me gustaba la fragancia, así nos llevábamos. Ella estaba preciosa, se había puesto un vestido azul de florecitas blancas y amarillas, zapatos casuales y su melena rizada recogida hacia arriba. -¿Hola, quieres dar la vuelta y platicar?- le dije intentando no mostrar ninguna emoción que levantara sospechas, aunque yo estaba muy emocionado. -Sí, vamos-. Rodeamos una mesa y salimos al jardín. Realmente íbamos ad hoc al evento y no resaltábamos mucho porque esta vez era un poco más formal, la anterior vez era más de barrio. Parecíamos los típicos hermanitos que su mamá se esmeró de más en arreglarlos, pero mi prima y yo sabíamos que lo hicimos porque nos veríamos de nuevo. Ya no era como antes, ahora nos esforzaríamos en gustarnos más. El jardín era amplio y estaba rodeado de árboles boscosos, al estilo casa-habitación de algunas zonas de Cuajimalpa a las orillas de la ciudad, daba la impresión de ser un claro en el bosque. Habían series de bombillas colgadas a lo ancho del jardín y la luz era tenue, las esquinas entre los árboles estaban oscuras, justo lo que necesitábamos. Caminamos entre las mesas y la gente, ocasionalmente saludábamos a conocidos, rodeamos un castillo inflable que se balanceaba de un lado a otro y por fin llegamos a nuestro nuevo oscuro escondite. Inmediatamente nos tomamos de las manos entrelazando los dedos y nos besamos como lo habíamos hecho antes. En la fiesta anterior no pudimos darnos ni un piquito de despedida, entonces lo estábamos haciendo como desquite de tantos días que no nos vimos. -Te extrañé- le dije. Quise llevar sus brazos alrededor de mi cuello pero noté que sus bracitos no alcanzaban, además como yo estaba dando el estirón creo que había crecido unos centímetros. Mientras nos decíamos cosas lindas, la tomé de sus axilas y logré alzarla para presionarla suavemente entre mi cuerpo y un pino cercano, quedamos a la misma altura y continuamos con lo nuestro. También me rodeó con sus piernas pero no se pudo sostener por mucho y se bajó, decidimos ir al jardín para que los adultos nos vieran que estábamos por ahí.
Estábamos muy felices de vernos, en esa época los teléfonos móviles no eran tan accesibles ni habían tantas facilidades para comunicarnos, sería sospechoso usar el teléfono fijo. Entonces nos contamos con alegría todo lo que hicimos en las semanas anteriores, de niños cinco semanas eran una eternidad, así que estuvimos un buen rato platicando y comiendo dulces. Mientras dábamos la vuelta me dieron muchas ganas de tomarla de la mano. Le dije eso y también lo bonita que se veía. -Lo hice pensando en ti- me susurró. Andrea fue a saludar a alguien y me dejó un rato solo comiendo chicharrones y totis, en eso llegó su hermano con su corte de hongo recién retocado. -Hola, Gerardo. ¿Quieres?- le extendí mi bolsa de papitas. Se me quedó viendo con recelo y se volteó a tomar dulces de una mesa. -¿Ora, qué traes tu?- le dije. -No te hagas, yo los vi la otra vez-. Sentí un escalofrío y como si una pesa cayera en mi estómago. Él sabía que me quería coger a su hermana. El problema que se armaría en la familia si mis tíos se enteran. -No sé de qué hablas- le espeté -Mejor hablamos al rato porque estás muy raro-. Se me quedó viendo y se fue corriendo. Él se llevaba un año y meses con su hermana. ¡Qué abismo de madurez hay entre los dos! Andrea regresó para decirme que siguiéramos rolando por ahí y así lo hicimos. Varias veces fuimos a comernos a besos y tocarnos nuestras cosas en el rincón a lo largo de la noche, pero no podíamos desaparecer por mucho tiempo. Me agarraba la verga de forma inexperta y eso me calentaba mucho porque terminaba sobándome arriba y abajo sobre el pantalón. En una ocasión me fui a lavar las manos al baño para poder tocarle su panochita por dentro de su calzoncito rosa. Quedé lleno de fluidos deliciosos y deliraba despierto, mi primita se calentó otra vez y estábamos ya en el mismo punto que la vez anterior. Sólo que ese día sí podríamos dar el siguiente paso.
Como ya había estado muchas veces en esa casa, la había explorado antes a profundidad con primos mayores que ya no estaban en el país, la conocía mejor que ningún otro primo chico. Era muy grande, tenía tres plantas, sótano y azotea/cuarto de lavado. También conocía los pasillos y escaleras de servicio que estaban en desuso porque mis tíos dueños del lugar no tenían personal, sólo conservaban una cocinera y un jardinero. Me preguntaba si algún día podría tener un espacio así de bonito para mí solo. Tenía un plan pero debía ejecutarlo en el momento preciso, y se acercaba la hora. Le dije a Andrea que regresaba pronto y entré a la casa, subí al piso de arriba y seguí derecho para entrar en una puerta que estaba a la izquierda. Encendí las luces en un panel cercano y el pasillo de servicio se iluminó en paredes gris claro. Corrí hacia el lado opuesto del pasillo y, antes de llegar a las escaleras del fondo, rezé porque estuviera abierta la puerta que tenía enfrente. -¡Ahuevo!- exclamé cuando la manija dio vuelta. Encendí las luces de aquella bodeguita, estaba muy austera pero era cómoda, limpia y nadie los molestaría. Había una cama hecha arrimada al fondo y una mesa de noche al lado. Regresé al jardín, le conté a mi primita la sorpresa que preparé para nosotros, aceptó y me dijo -Sí, sí quiero- un poco nerviosa, caliente y emocionada, y esperé. El papá de Andrea, mi tío, estaba a punto de llegar al nivel de alcohol suficiente donde su esposa lo tenía que cuidar todo el tiempo para evitar que se agarrara a vergazos con alguien. Por otro lado, no era tan noche como para que la familia se fuera a dormir por lo que la casa estaría prácticamente vacía. Y mis padres desaparecerán a la hora que suelen hacerlo siempre. Llegó el momento y tomé a Andrea de la mano, ya no me importaba nada, le dije que debíamos avisar a mis tíos que iríamos dentro de la casa a ver la televisión y jugar videojuegos, lo hicimos y cuando estábamos entrando, mi tía nos grita -¡Pero llévense a Gerardo! ¡No puedo cuidar a los dos!-. Molesto busco a Gerardo y le digo -Hablemos ahora- y nos lo llevamos dentro. Llegamos a la bodega y le dije a Gerardo que esperara unos minutos fuera cuidando la puerta. Quería hacer berrinche porque también quería entrar -¡Ya sé que se van a ir a besar allá dentro como en la otra fiesta!-.-¡Shhh! Baja la voz- le dije. -¿Es por eso que no me hablabas, Gerardo?- preguntó Andrea. -Son primos, se supone que no debemos hacer esto-. Nos miramos pensativos y sucedió algo que me puso mucho. -¿Y si entra con nosotros?- me preguntó Andrea. Lo dudé un segundo pero por alguna razón me exitaba pensar que el primillo chico nos viera teniendo acción. -Sí- le dije -Pero que se voltee-. Supongo que a Gerardo le ganaba más la curiosidad de ver qué iba a pasar que ya no dijo nada más. Entramos los tres y cerramos con seguro. Saqué dos cervezas que tomamos de paso por la cocina y le di una a Andrea. -Voltéate, sólo podrás escuchar- le dije al niño. Lo hizo y Andrea y yo por fin nos comenzamos a comer. No estaba seguro de hasta dónde llegaríamos, no lo había platicado con mi primita pero por nuestra calentura supuse que la penetraría esa noche. Fue sencillo que Andrea se desnudara, no se quitó el vestido, sólo se lo subió y se quitó el calzoncito rosa que ahora tenía una mancha muy grande por delante. Olí las bragas y mi pene me reclamó violentamente que lo dejara salir. Abrí mi cerveza y le di un poco a mi primita porque la suya no la había podido destapar. Ella ya estaba acostada en la cama con su puchita al aire. También yo tomé un trago y me sentía listo. Nunca había tenido relaciones antes, no había llegado tan lejos, pero sabía donde ponerla. Me desnudé frente a Andrea, que parecía asustada con sus piernitas colgando en la orilla de la cama. Me acerqué, me acosté sobre ella y la seguí besando frenéticamente. Ella no respondía mucho pero bajé por sus tetitas, las chupé y me supieron a gloria, luego me quedé un rato en su ombligo disfrutando su pancita. Le quité sus zapatos y le subí los pies a la cama quedando sus piernas abiertas y en triángulo, ahora su puchita estaba totalmente al descubierto y se veía muy mojada. Estaba totalmente lampiña y virginal. -¿Estás lista?- le pregunté sin importarme mucho que me respondiera o no. Me agaché y le empujé las piernitas hacia atrás para comenzar a lamer sus jugos desde su anito hasta su clítoris. -¡Espérate, Miguel!- sollozó Andrea incorporándose e intentando cerrar las piernas. -¿Qué pasó?- le pregunté. -¿Es que, y si me duele o me arde?- dijo preocupada. -No pasa nada, sentirás muy bien. ¿Recuerdas hace rato cuando te sobé con mi mano?-. -Sí, pero esta vez lo quieres hacer con tu lengua-. -Mejor aún, es más suave que mis dedos-. -Es que… ¿Y si te sabe feo?-. Su pregunta me dio mucha ternura, estaba preocupada por mi. -Intentemos algo- le dije para tranquilizarla -Prueba mi cosa con tu boquita y verás que todo estará bien-. Parece que la idea le agradaba más y se sentó en la orilla entusiasmada. Esperó a que me quitara mis boxers verdes y le mostré mi pene con una erección completa. Ella abrió los ojos como platos y sonrió tímidamente. Le gustaba todo aquello, nunca había visto uno erecto y estaba así de dura por y para ella solita. -Qué bonita está-. -También la tuya, por eso te la quería chupar primero, ya no puedo esperar para que sientas mucho placer- le dije acariciando su barbilla con mi mano izquierda a la vez que alzaba su carita para que nos viéramos a los ojos. -Anda, primero tómala con tus manos- dije. -¿No te duele?-. -No tiene por qué-. -¿No te arde?-. -No, tampoco-. La agarró con su manita derecha y, juraría que por la simple sensación de ese contacto, sentí que casi sale algo por mi uretra, como si me fuera mear. La meneó, la observó, la pesó y al final me volteó a ver sonriendo, después se metió la mitad a la boca de un tirón.
Me llevé las manos a la cabeza y después a la cara echando larga bocanada de aire. -¿Qué? ¿Qué? Te dije que te dolería-. Me dijo Andreita echándose para atrás. -No, no es eso, es que… no tienes idea de lo bien que se siente… por favor, sigue… ten cuidado con los dientes-. No era la primera vez que me la chupaban pero el morbo que generaba ver cómo mi primita Andreíta se la metía a su boquita y cómo la trataba tan delicadamente dándole besos y caricias, era algo que nunca había experimentado. Sentía que explotaría en cualquier momento y me di cuenta que salía un poco de agua de mi uretra. A veces me corría en agua cuando tenía mi orgasmo, pero como tal aún no era semen. Para evitar acabar me aparté de Andrea, la levanté y la besé en la boquita recién estrenada. -¿Entonces, quieres que lo intentemos con la tuya?-. Andrea aceptó aún con dudas y se acostó de nuevo como estaba antes. Le tomé otra vez la piernitas, se las eché para atrás y a los lados descubriendo su ano, abriendo su panochita rosita. Estaba acercando mi cara cuando me dijo -No, espérate. Es que creo que… ¡ah!- Hundí mi nariz y mi boca en su agujerito como si escarbara dentro. Respiré y me sentí borracho por el delicioso olor de aquella colita nueva. Saqué mi lengua e intenté introducirla lo más que pude en su hoyito, pegué mi barba a la parte baja de sus nalguitas. Después comencé a lamer de abajo hacia arriba, muy despacio, comenzando desde su ano y terminando en su clítoris. No quería perderme de ningún sabor, dulce o salado, ningún olor, ni textura de la panochita de mi primita Andreita. Ella se escondió debajo de su vestido, estaba haciendo esfuerzos enormes para no gritar. Los espasmos eran cada vez más frecuentes como una olla de presión cuando está por vencerse y estallar. Yo sabía que era el momento, en la última lamida me quedé en su clítoris hinchadito. Comencé a succionarlo despacio y luego a lamerlo, arriba, abajo, arriba, abajo… Después, derecha, izquierda, derecha, izquierda… Andreita no pudo más, me encerró con sus muslos en un espasmo y me apartó, a la vez que con sus manitas estiraba su vestido con una mueca deliciosa de placer. El único sonido que emitió fue el mismo gritito que hacía cuando se “caía” del carro cuando quería que su primo mayor la salvara y le manoseara su colita.
Se quedó hecha ovilllo en la cama con todavía algunos espasmos pasándole por su cuerpo. Ella no lo sabía, pero ese sería el primer y mejor orgasmo que tendría -a sus tiernos siete años- en mucho tiempo y así lo recordaría. -¿Cómo te sientes?- Le pregunté poniéndome de pie. Ella no dijo nada, se sentó y estaba despeinada, lo que la hacía ver aún más bonita. Miró alrededor, se paró sobre la cama y se me avalanzó a besos rodeándome el cuello con sus brazos. La detuve y la acosté de nuevo, ella obedeció como si estuviera hipnotizada. Esta vez acerqué mi pene a la entrada de su vaginita con intención de entrar, pero ella me detuvo. -No- me dijo como en un susurro -Hoy no-. Balbuceó como si estuviera drogada. ¿Aún estará sintiendo su orgasmo? -Está bien, no te preocupes- le dije -Sólo voy a restregarla un poco en tu entradita para que pueda terminar más rápido-. -Sí- dijo moviendo la cabeza. Estaba yo tan caliente que sentía que en cualquier momento vendría mi orgasmo, y sería uno grande. Creí mejor explotar, si no dentro de su puchita, dentro de la boquita de mi prima y sentadita le di de mamar pene. Los siguientes instantes fueron una mezcla de placer, confusión, sorpresa y vergüenza. Cuando estoy apunto de explotar volteo a la izquierda y veo a Gerardo observando todo desde la puerta, lo había olvidado por completo. En ese momento se sale mi pija de la boquita de Andreita, siento unas ganas intensas de mear, y comienzan a salir cuatro calientes y potentes chorros de semen espeso, mas otros pequeños, directo a la carita de mi primita. Todo esto junto a un orgasmo tan intenso que siento que las piernas se me doblan. Los tres nos quedamos con expresión de sorpresa mirándonos.
Nos vestimos rápido mientras Gerardo preguntaba maravillado -¿Qué fue eso?-. -Nada, voltéate- le dijo Andrea. -¿Yo también puedo hacerlo?- Insistía el cabeza de hongo. La mayoría del semen cayó dentro de la boca de Andrea y se lo tomó con gusto pues le supo delicioso. Algunas gotas cayeron en su pelo y su pecho, las limpié con mi boxer y me lo puse. Debíamos regresar antes de que alguien se diera cuenta que no estábamos en la sala comiendo chetos ni jugando al Gears of War, lo que personas de nuestra edad deberían estar haciendo. Miré a Gerardo y le dije -No le digas nada a nadie, ¿estamos?-. -Está bien, pero enséñame a hacer lo que hiciste con tu pilín-. -¡No!- mi primita reclamó. -Sí, pero ni una palabra- dije guiñando un ojo a Andreita sin que su hermano viera -A nadie, ¿eh?-. Antes de salir por la puerta detuve a Andrea para tomarla por la cintura y plantarle un rico beso. -¿Sabes que me gustas mucho y que te quiero?- le pregunté viéndola a los ojos. -Sí, y yo a ti-. Me tomó la cara con sus manos, me dio otro beso rápido y salió. Ya fuera les dije que regresaran ellos primero por la puerta de servicio con pretexto de haber subido al baño. Yo bajaría por la escalera que da a la cocina y nos encontraríamos en la sala. El olor a sexo que dejábamos encerrado era fuerte. Se fueron y apagué las luces.
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