Philly y Willy, gemelos de fuego
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Los esperados nueve meses fueron realmente siete, pues en el vientre de mi cuñada se formó no uno, sino dos cuerpecitos, que crecieron tanto, que hubo que interrumpir su embarazo en el séptimo mes. Y ahí conocí a mis dos sobrinitos, quienes vinieron al mundo con escasos minutos de diferencia. Philly y Willy, tal cual los bauticé desde su nacimiento, hasta el día de hoy, aunque ellos se esmeren en repetirme sus reales nombres: Philliam y William.
Mi hermano me lleva 10 años, es decir cuando el embarazo de Miriam, mi cuñada, el tenía 20. Veíame en ocasiones a compartir cama con él, ya que Miriam no soportaba su presencia debido a su estado de gravidez.
En más de alguna ocasión advertí al despertarme en el medio de la noche, mis calzoncillos abajo, o solo colgando de una de mis piernas, pero llegué a suponer que lo hacía yo mismo, mientras dormía. Ahora que veo las cosas en retrospectiva, asumo que mi hermano descargaba su fuerza sexual conmigo, ya que esposa no se lo permitía. Y esto lo pienso, atando cabos, pues en más de alguna ocasión también recuerdo haber tenido mojadas mis nalgas, sin advertir haberme orinado.
Pasó el tiempo, y tanto mis primos gemelos crecieron, como toda la familia, y por asuntos de estudio, me ausenté de mi pueblo, regresando hasta finalizar mi ingeniería en la Universidad de la Capital.
En todo ese tiempo, les vi esporádicamente, por lo que mi relación con ellos se enfrió un tanto, lo único que nunca me pasó desapercibido fue se asombroso parecido físico, por lo que nunca pude distinguir a Philly de Willy. En la actualidad, yo tengo 30 años, vivo en la capital, y ellos de 20, han venido a vivir conmigo para finalizar su carrera.
Habíamos tenido, desde que llegaron hace unos 4 meses, una relación de primos lejanos, pero poco a poco fuimos fraternizando, al grado que les he llegado a identificar uno del otro, por detalles de actitud, más que por el aspecto físico.
Hacemos bromas acerca de la confusión que debe ser para sus amigos y novias su gran parecido, pero ellos no profundizan al hablar de novias… Y ya me enteré por qué.
Nunca consideré ser homosexual. Siempre he sido de mente muy abierta, y en todo caso, me he sentido pansexual, Siempre me han atraído las personas no por su género, sino por sus cualidades, más intrínsecas que físicas. No obstante, no discuto el hecho que un buen trasero masculino es atractivo, y provoca en mi pensamientos lujuriosos. Pero el día de mi cumpleaños número 30, pasó algo inusual.
Llegué a casa, un poco agotado por el día de trabajo, sin pensar siquiera en encontrar lo que encontré.
Mis sobrinos decidieron hacer una celebración sorpresa, y ¡Vaya Sorpresa! Habían convocado unos seis amigos para cocinar, decorar, beber, comer y bailar. Mi cara de sorpresa era evidente, y de obvia satisfacción. No esperaba tal detalle.
Después de la cena, y de un par de tragos, mis sobrinos y sus amigos estaban riéndose a carcajadas, contando chistes calientes y bailando desaforadamente entre ellos. Yo disfrutaba del espectáculo, reía con ellos, pero pensaba en no beber más, por mi responsabilidad laboral al día siguiente.
No contaba con que mis sobrinos habían tomado la iniciativa de invitar a mi jefe a la fiestecita, quien apareció después de la cena, solamente a decirme que de regalo, me daba el día siguiente de asueto. Felicidad completa. Así que me decidí a divertirme, después de todo, no suelo hacerlo, y mis acompañantes estaban de lo más animados.
Philly y Willy esperaron una hora más, contando que yo estaría ebrio, no obstante, eran ellos los que ya se estaban pasando de copas, para espetarme por toda la cara que de aquellos seis chicos que estaban con ellos, dos eran sus parejas sexuales, ya que ambos son homosexuales. Les comenté mi aprobación, pues son personas mayores y buenos estudiantes, y continuaron en la celebración más ufanos que antes.
En un momento dado, estaban cada uno de ellos besándose con sus respectivos novios, y de los otros cuatro, obtuve mi regalo de cumpleaños, mismo que nunca esperé recibir. Todos ellos entre los 20 y los 28 años, se fueron desnudando sensualmente, y se acariciaban morbosamente provocándose tremendas erecciones. En un momento determinado, mi ropa empezó a despegarse de mi cuerpo, bajo las habilidosas manos de aquellos improvisados stripers, y mi verga saltó por los aires, como si tuviese vida propia.
Una boca besaba mi escroto, mientras otra recorría mi pecho, mi cuello, y hábilmente un par de manos acariciaban mis nalgas y espalda, mientras una lengua intrusa penetró mi orificio anal, hasta hacerme sentir espasmos de placer. No sabía exactamente lo que me estaba pasando. Yo, todo un macho, acostumbrado a manipular la situación, estaba siendo elevado a las más altas esferas del placer sexual por cuatro hombres, cuatro machos alfa, que me penetraban por todos los agujeros de mi cuerpo con sus lenguas seductoras, sus manos recorrían toda la extensión de mi piel, y estaba totalmente a su merced, incapaz de ofrecer resistencia alguna.
No me llegué a cerciorar en que momento de esta fantástica orgía masculina, otros cuatro cuerpos se unieron al festín humano, mis dos sobrinos con sus novios respectivos eran parte ya del maremágnum humano, cuerpos desnudos, calientes, sudorosos, vergas duras rozando mi cuerpo, testículos sudorosos, con olor a hombre frotaban sobre mi cara, y yo enardecido, solo me dejaba llevar, y gozar.
No sé si tuve oportunidad de llevar cada uno de esos ocho penes a mi boca, ni podría decir cuántos de esos pedazos de carne caliente entraron en mi ano. Lo que sí sé, es que sin medir el tiempo, sin saber cuántos, recibí de cumpleaños más verga y más lengua que en mis pasados 30 años de existencia.
Sí sé que mientras uno de mis sobrinos me penetraba profundamente con su duro miembro, hasta golpear mi intestino con su glande, el otro me hacía casi arquear, metiendo su asta de carne y venas hasta el fondo de mi garganta, y también sé que ambos, llenaron ambos orificios de leche caliente, mis dos sobrinos, idénticos rostros, idénticas vergas, idéntico placer, me hicieron suyo esa noche. Y me ofrecieron en bandeja dorada a sus novios y a su selecto grupo de amigos.
Y lo mejor de todo, es que ya me prometieron mejorar la celebración para mi próximo cumpleaños. Pero mientras esa fecha llega, continuo disfrutando cada vez que puedo, de por lo menos uno de esos ocho machos que me hicieron inmensamente feliz mi día de cumpleaños.
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