Piso de amiguitas
La llegada a la ciudad desde un pueblo pequeño, me pervirtió y me enseñó lo que es la vida..
Mi familia se había mudado a una nueva ciudad, a la que tuve que adaptarme, así como a mi nuevo Colegio en el que tuve que hacer nuevas amigas.
A mis 12 años recién cumplidos, todo era nuevo para mí, ya que estaba acostumbrada al pequeño pueblo donde vivíamos anteriormente, y mi falta de picardía y experiencia me hacía a veces pecar de ingenuidad, como cuando a los pocos días volvía andando a casa después de las clases con otra compañera que vivía cerca de mí y le hice un comentario sobre las niñas que se iban en los automóviles que estaban parados a la puerta del Colegio:
—¡Qué suerte! Sus papás vienen a buscarlas en auto para ir a casa.
—Jajaja, no son sus papás —me dijo ella, riéndose de mí.
—Pues ¿quiénes son?, ¿familiares?
—¿Es que no lo sabes? Son señores que las están esperando para tener sexo con ellas, porque les dan dinero o regalos.
Yo me quedé con la boca abierta sin entender nada:
—¿Qué dices? Pero si son niñas todavía.
—Pues por eso, porque a los mayores les gustamos y nos pagan para que hagamos cosas con ellos.
Yo seguía totalmente sorprendida por las palabras de mi nueva amiga y me atreví a preguntarle:
—¿Tú también has ido con esos señores?
—Sí, ya fui alguna vez, pero mis papás se enteraron y me regañaron.
—¿Y cómo lo supieron?
—Porque me vieron con un teléfono nuevo y me preguntaron que de donde lo había sacado y tuve que decirles la verdad.
—¿Te castigaron?
—Sí, y me llamaron de todo. Me dijeron que era una puta y mi mamá me preguntó si es que me gustaba ya la verga.
—¡Jo!, qué vergüenza y ¿qué le dijiste?
—Que sí, como a ella, que bien le gustaba también. Y se enfadó más todavía y me dio una bofetada. Me dijo que era una descarada, y que como me fuera con algún señor otra vez, no me dejaba salir de casa.
—Claro. Si mis padres se enteraran de que hago eso, se enfadarían mucho conmigo también.
—Pues muchas lo hacen, ya lo ves. ¿A ti no te gustan las vergas?
Ante esa pregunta tan directa de mi amiga, yo me avergoncé más todavía:
—No sé. No he visto ninguna.
—¿Cómo que no has visto? No me lo creo. ¿Tú papá no te la ha enseñado?
—¡Noo, que va!
—Pues el mío si me la enseñaba. Por eso mi mamá le echaba la culpa a él también de que me gustaran las vergas y me hubiera ido con esos señores.
—¿Si? Pero, ¿te dejaba tocarla también?
—Sí, claro y me enseñó cómo se chupaba.
—¡Madre mía! Yo sólo he visto la de mi hermano pequeño cuando lo bañaba mi madre, jaja.
—Eso no es nada, jaja. Los señores la tienen grande y gorda y se les pone muy dura que no te caben ni en la boca.
—¿Y tu madre sabía que hacías todo eso con tu papá?
—Al principio no, pero una vez nos pillo y se enfadó mucho con él. A mí también me echó una mirada para decirme que ni se me ocurriera tocársela más, que eso lo hacían las niñas callejeras y se volvían unas viciosas, pero yo seguía haciéndolo, porque me encanta, jaja.
Viendo la cara que yo ponía ante todo lo que me decía, ella siguió:
—A ver, aunque tu papá no te la enseñe, por lo menos te tocara el coño, a todas del Cole se lo hacen.
Para no quedar como una tonta, tuve que mentirle otra vez:
—Sí, eso sí, a veces….
—Jaja, —se río mi amiga de mí, al no verme muy convincente en mis respuestas. Puedes decírmelo sin problema, no se lo voy a contar a nadie. Si algunas hasta las follan, así que imagínate…..
Con esta conversación que estaba teniendo con mi amiga, por primera vez empecé a notar algo extraño en mi vagina, como que se me mojaba y me picaba ligeramente, y me daban ganas de tocármela. La verdad es que estaba muy excitada a la vez que nerviosa con lo que me estaba contando mi amiga y mi curiosidad me hacía querer saber más cosas de todo eso sobre lo que ella parecía saber tanto, e incluso creo que ella pareció darse cuenta de mi estado y me preguntó:
—Tú cuando te tocas el coño, o te lo toca tu papá, te da gusto, ¿no?
Yo no sabía que responderle. La verdad es que me lo había tocado alguna vez, pero no había sentido nada especial como lo que estaba sintiendo en ese momento y no quería que ella pensara que yo era una tonta y que nunca me había masturbado y la mentí, diciéndole:
—Sí, me da gusto.
—Pues cuando te lo toca alguien mayor y te mete los dedos, da más gusto todavía y te hacen correrte.
Yo estaba recibiendo sobre la marcha mi primera lección de educación sexual enterándome de todas esas cosas que debería haberme explicado mi madre pero que nunca lo hizo y tuve que disimular con mi amiga aparentando que estaba entendiendo perfectamente todo lo que me estaba hablando sobre correrse y esas cosas, pero mi atrevimiento me llevó a seguir preguntándole:
—¿Cuándo ibas con esos señores que hacíais?
—Pues te llevan a un sitio apartado y allí empiezan a acariciarte y te dejan desnuda. Te dan besos con la lengua, en la boca y por todo el cuerpo y les gusta mucho lamernos la vagina.
—¿Te chupan ahí…..? ¿Pero no les sabe mal, a pis o algo así?
—Jaja, no. Les sabe muy rico, porque empezamos a echar el flujo cuando nos masturban y eso les gusta mucho.
—¿Cómo lo sabes? ¿Ya lo probaste?
—Sí, yo chupé el mío y el de una amiga, cuando nos lo chupamos una a la otra.
Yo seguía asombrándome con cada cosa que me decía:
—¿Entre las chicas también os lo chupáis?
—Sí, a algunas les gusta. Yo lo hice por probar y porque a mi amiga le gusta y me lo pidió.
—¿Y qué más os hacen cuando vais con ellos?
—Siempre nos piden que se la chupemos, pero si nos dejamos follar nos pagan más.
—¿Tú ya follaste?
—Sí, yo ya lo había hecho con un chico mayor, así que no me costó trabajo meterme la verga de un señor que me quiso follar.
—¿Te dio gusto o te dolió?
—Duele un poco la primera vez, pero después da mucho gusto.
Yo me quedé un poco pensativa y ella me dijo:
—Jaja, me parece que te están dando ganas de subirte en algún coche con ellos.
—Bueno, me da un poco de miedo.
—No pasa nada. Sólo tienes que dejarte acariciar el coño como cuando te lo hace tu papá y encima te van a pagar por lo que te dejes hacer.
Mi amiga seguía creyendo que mi papá hacía cosas conmigo, como suelen hacer con las demás, pero la verdad era que nadie me había tocado el coño hasta ahora, así que después de despedirme de ella, me quedé con mucha curiosidad y al día siguiente cuando salí del Colegio, me quedé mirando los coches que estaban aparcados y como algunas niñas subían en ellos mientras algunas madres comentaban entre ellas:
—Mira esa cría subiéndose a ese coche, que vergüenza, si lo supiera su madre……
—Su madre no se preocupa mucho de ella, por eso hace esas cosas.
—Pues yo como me entere de que la mía anda ya puteando con esta edad, la tengo un mes sin salir de casa.
—Por eso vengo yo a buscarla, para que no me la tienten —le dijo la otra.
—Como lo quieran hacer, te lo van a hacer igual.
—Pero al menos, prefiero estar vigilando para que no empiece a hacerlo tan pequeña, y si quieren hacerlo que esperen a ser más mayores, como hacíamos nosotras.
—Bueno, algunas empezaban de pequeñas también, que siempre nos ofrecían algo por hacer una paja o una mamada, eso nos pasaba a todas, aunque algunas se dejaban follar también.
—Pero ya teníamos 15 o 16 años, no como ahora, que cada vez empiezan de más niñas.
—Es que ahora cómo ven de todo, enseguida les empieza a picar el coño.
—Y que en algunas casas las toquetean mucho también.
—Eso también, que a la mía en cuanto me descuido, ya está su padre poniéndole la mano entre las piernas.
—Sí, no lo pueden evitar, las tienen encima y empiezan a pasarles el dedo por la rajita por lo que las espabilan muy pronto, así que no me extraña que pase esto.
Al estar las madres hablando de eso, preferí irme para casa, para que no se fijaran en mí, pero cuando me alejé un poco, oí a un señor llamarme:
—¡Eh, niña¡ Ven…….
Yo me quedé mirando, dudando si ir o no. Se me pasó por la cabeza todo lo que me había contado mi amiga, pensando también en el dinero que me iban a dar. El señor seguía insistiendo en que me acercara, por lo que miré para ver si alguien me veía y me acerqué a la ventanilla:
—Anda, sube, vamos a hablar un poquito —me dijo.
Era un señor de pelo blanco, vestido de forma elegante que me hablaba con dulzura, lo que me dio confianza y no sé por qué me atreví, pero finalmente me decidí a abrir la puerta para subir con él, y me dijo:
—Vamos a un lugar más tranquilo para tener más intimidad donde no nos vea nadie.
Yo no dije nada, pero estaba muerta de miedo por lo que podía pasar, pero también excitada por la conversación que había tenido con mi amiga el día anterior.
Después de conducir por unos caminos, paró al lado de unos árboles y empezó a preguntarme como me llamaba, me decía lo guapa que le parecía y cosas así, hasta que él se dio cuenta de mi timidez y me preguntó:
—Estás muy callada. ¿Nunca te has subido con nadie?
—No, es la primera vez.
—Bueno, cariño, no te preocupes, haremos sólo lo que tú quieras. Hacía tiempo que no pillaba a una primeriza ¿Qué regalo quieres que te haga?
Como yo no le decía nada, él siguió hablándome:
—¡Ah¡, que prefieres el dinero, ¿no? Mira, yo les suelo dar este billete a otras niñas, ¿te parece bien?
A mí me parecía mucho dinero eso y asentí con la cabeza, mientras él se ponía a acariciarme las piernas por debajo de la falda hasta llegar a mis braguitas, haciendo que separara los muslos para poder tocarme mejor. Sus dedos me hicieron estremecer y más todavía cuando se metieron por debajo de ellas acariciando mi rajita que ya estaba empapada por sus toqueteos.
Mis gemidos parecieron excitarle más todavía y acercó su boca a la mía besándome y metiéndome su lengua buscando la mía que rodeó con la suya, lo que me provocó una sensación parecida a un mareo, que él aprovechó para acabar de desnudarme mientras me tocaba por todos lados hasta ponerme encima de sus rodillas, sin dejar de besarme a la vez que metía sus dedos en mi coño.
Yo ya me encontraba muy excitada, como nunca me había sentido antes y cuando él se bajó el pantalón, pude ver su verga grande y dura, y llevé mi mano a ella para tocarla y sentir lo que era tener algo así en la mano. Me encantó su tacto y lo caliente que estaba, pero como no hacía nada, él cogió mi mano para que bajara su piel hasta descubrir su glande rojo y brillante que instintivamente me atraía metérmelo en la boca y lamerlo.
El señor me animó a hacerlo y con un poco de prevención, pasé primero la lengua por la punta del glande para ver como sabía, animándome poco a poco a chupar más cada vez hasta que acabé metiéndome todo su pene en la boca, causándole a él tanto placer que empezó a salirle el semen, sin dejar que la sacara de mi boca tras decirme que lo tragara.
Apenas tragué algo escupiendo el resto, porque no me gustaba mucho esa sensación de tener en la lengua eso tan pegajoso.
Luego él me recostó y me abrió las piernas para meter su cabeza entre ellas y pasar la lengua por toda mi rajita arriba y abajo haciéndome gemir de gusto mientras mi flujo salía cada vez más abundante, lo que parecía enloquecerlo, hasta que pasado un rato, se colocó entre mis muslos para penetrarme sin preguntarme si yo quería, aunque en ese momento ya deseaba cualquier cosa que me hiciera y dejé que pusiera su verga en mi coño y empujara hasta que la metió un poco, pero paró porque empezó a dolerme.
Pero después, él no hizo mucho caso de mis quejas porque estaba muy excitado, y me metió toda su polla de un golpe haciéndome gritar por un dolor que luego fue convirtiéndose en placer según entraba y salía su verga de mi coño, provocando mis gemidos de placer hasta que volvió a correrse dentro de mí mientras gritaba y me decía:
—Jaja, todas sois iguales. Os quejáis, pero luego os vuelve loca una buena polla….
Yo al ver como su semen salía de mi coño me asusté un poco y le dije que no quería embarazarme. Él me pidió perdón por correrse dentro y me dio una pastilla para que me la tomara y que no me pasara nada. Luego me llevó cerca de mi casa para que me bajara.
Me bajé del coche todavía manchada de semen y con miedo de que mis padres se dieran cuenta de lo que había hecho, pero por suerte pude ducharme sin que me dijeran nada.
Cuando al día siguiente le conté a mi amiga lo que había hecho, empezó a preguntarme como había sido todo y después de decírselo, me animó a hacerlo más veces, incluso diciéndome que ella me acompañaría, cuando los señores quisieran a dos niñas.
Un día al salir del Colegio con ella, nos empezó a hablar una señora y nos dijo que sabía que nosotras nos subíamos a los coches de los señores, pero que ella tenía un piso donde podríamos recibirlos sin tener que pasar los peligros de irnos en sus coches con ellos y que hicieran con nosotras lo que quisieran, y que con ella estaríamos más seguras y podríamos ganar más dinero.
Nos acabó convenciendo al decirnos que más amigas nuestras estaban ya con ella y que les preguntáramos a ellas para que viéramos que íbamos a estar mucho mejor.
Cuando lo hablamos con ellas nos confirmaron que estaban mejor en el piso con esa señora, porque a veces cuando se subían a los coches, no les pagaban lo que les habían dicho o las llevaban a lugares donde las follaban más hombres y no podían hacer nada porque no podían defenderse, y yo seguí preguntándoles:
—¿Y vuestros padres no os dicen nada de que vayáis ahí?
—Yo vivo sola con mi madre y a mi hermana pequeña ni a mí no nos da nunca dinero porque dice que no hay, así que ella cuando ve que lo tengo, no me pregunta de dónde lo saco, porque nos hace falta —nos dijo una.
—Y a mí ya me estaba follando mi padre, y no me estaba dando nada, así que para seguir follando gratis, prefiero venir aquí y por lo menos me gano un dinero —dijo la otra.
Al día siguiente, mi amiga y yo, en vez de subirnos a los coches al salir del Colegio, nos fuimos al piso de la mujer que había hablado con nosotras y al llegar, vimos que estaban otras dos chicas de nuestra clase con otras niñas vestidas con tangas y una camiseta cortita. La dueña del piso nos dijo que nos pusiéramos lo mismo que ellas, que enseguida iban a llegar los clientes.
Al poco rato llamaron al timbre y aparecieron dos hombres que nos miraron con deseo de arriba abajo. La señora nos dijo que nos mostráramos a ellos para que pudieran elegir a la que quisieran.
El más joven me eligió a mí y el otro más viejo a otra de las chicas. Entramos en la habitación y me sorprendió que se quedara mirándome sin tocarme ni hacerme nada, pero luego me dijo:
—Perdona, es que estoy un poco nervioso porque es la primera vez que vengo y no tengo experiencia con niñas de tu edad.
Yo me quedé sin saber que decir, pero le pregunté:
—¿Le gusto?
—Me encantas. Siempre me quedo mirando a las chicas como tú en la calle y me dan muchas ganas de follarlas, pero claro, no puedo hacerlo. Además, tengo una hija de tu edad y no me atrevo a hacerle nada tampoco porque mi mujer me mata, así que vine a este piso con mi amigo que me dijo que aquí podría follar a niñas como vosotras.
—Sí, claro que puede. Ya pagó el dinero.
Como él no acababa de animarse, decidí provocarle un poco y tomar yo la iniciativa, aunque no estaba muy acostumbrada a hacer eso, ya que solía dejarme llevar por lo que me hacían ellos.
Me senté encima de él y me puse a darle besitos diciéndole que me acariciara, que me metiera el dedo en el coñito, que me lo comiera como le gustaría comérselo a su hija. Al decirle esas palabras, él se puso como loco y me tumbó en la cama y tras quitarme el tanga de un tirón, se puso entre mis piernas para lamerme, mientras murmuraba:
—¡Dios!, que cosa más rica, que maravilla tienes chiquilla. Lo tienes sin pelitos, como mi hija. Chúpame la polla tú también.
Nos pusimos en la posición del 69 y él no se cansaba de lamerme provocándome el primer orgasmo mientras yo disfrutaba comiéndole la polla hasta que acabó preguntándome:
—¿Puedo follarte, cariño?
—Sí, claro, pónmela aquí —le dije.
Se tumbó sobre mí y me la metió primero con cuidado como si tuviera miedo hacerme daño, pero al ver como entraba, empezó a moverse más rápido hasta que acabó corriéndose enseguida de lo excitado que estaba.
Yo creo que el pensamiento de que se estaba follando a su propia hija le tenía súper excitado no pudiendo aguantar mucho dentro de mí, por lo que me puse a chupársela para ver si se la ponía dura de nuevo, lo que conseguí al poco rato y ya pude sentarme encima de él para cabalgarlo mientras él se deleitaba con mis movimientos y mi cara de placer al subir y bajar sobre su verga.
Utilizando mi malicia, para acabar de volverlo loco, me puse a decirle:
—¿Te gusta, papi, como me abro para ti? ¿Quieres que sea tu putita?
El pobre señor volvió a tener una corrida espectacular justo cuando acababa su tiempo, aunque supongo que se fue muy satisfecho con el dinero gastado conmigo, y yo estaba segura de que volvería en cuanto pudiera otra vez.
La dueña del piso ya nos había estado explicando que los clientes que iban a su casa eran unos pervertidos a los que les gustaban las niñas y que iban allí a pagar por nosotras porque no podían o no se atrevían a meterse con sus hijas o sobrinas y nos había dicho que intentáramos que los clientes se engancharan a nosotras, y les pusiéramos cachondos haciendo como si fuéramos sus hijas para que se corrieran más rápido y para que volvieran más a menudo, porque así podríamos sacarles más dinero cada vez, por lo que con lo que fui aprendiendo en esa casa vi que me estaba convirtiendo en una auténtica profesional del oficio.
Además, nos lo pasábamos muy bien entre nosotras, porque ya nos conocíamos y era como si estuviéramos en un piso de amiguitas.
Yo seguía yendo siempre que podía a ese piso sin que se enteraran mis padres, porque como al salir del Colegio no me veían subirme a los coches, nadie me criticaba y decía en casa que me iba a estudiar a casa de unas amigas.
Yo esperaba que a mi papá no se le ocurriera ir nunca a ese lugar porque a él no le gustaban las niñas, porque si no ya me hubiera tocado a mí en casa, como los papás de otras amigas, que a veces si iban por allí para estar con nosotras.
En una ocasión escuché una conversación de uno de ellos con la señora de la casa y una de las niñas, en la que el señor decía la decía:
—Oye, tú tienes una hermana pequeña, que a veces te veo salir del Cole con ella, ¿no?.
—Sí, se llama Clara.
—Me he fijado en ella y es muy bonita. A ver cuando la traes aquí contigo.
—Sí, ella me ha dicho que quiere venir, pero me da miedo que la descubran mis papás —le dijo ella.
—Pero puedes traerla una tarde un ratito contigo, que no se enteren.
También intervino la señora, para preguntarle a la niña:
—¿Ella tiene experiencia ya?
—Algo, en el parque ha hecho pajas y se la chupa a un amigo nuestro.
—¡Ay, que rico!…—dijo el señor entusiasmado.
Añadió la señora:
—Si viniera, sería la más pequeña de las que tengo aquí y tendría que cobrarle más caro, porque me arriesgo más con ella.
—Da igual, se lo pagaría con gusto.
—¿Puedes traer a tu hermana Clara un ratito, mañana por la tarde? —le preguntó a la niña.
—Sí, ya le digo cualquier cosa a mi madre.
Al día siguiente, cuando llegó Clara acompañada de su hermana, ya estaba el señor esperando:
—Hola, Clarita, ¿quieres que pasemos un rato muy rico? —le dijo él.
—Sí —dijo ella sonriendo.
—Qué ricura —añadió él.
—Mire, no quiero tener problemas con esta niña y por esta vez será mejor que esté con ella aquí en el salón, para que podamos verles.
—Está bien, estoy de acuerdo —dijo resignado, sin querer renunciar a ese momento.
El señor empezó a acariciarla por todo su cuerpo, mientras Clara se comportaba con mucho desparpajo, lo que nos sorprendió a todas y en cierta forma nos divertía su expresividad, que no mostraba ningún tipo de timidez, lo que hacía las delicias del señor, cada vez más entusiasmado con ella, que había empezado a lamerle la vagina metiéndosela prácticamente toda en la boca haciendo estremecer a la cría, a pesar de lo cual, ella no soltaba de la mano su polla, apretándola fuerte, hasta que pudo metérsela en la boca y chuparla con ganas hasta el fondo de su garganta, por lo que la señora le dijo a la hermana de Clara:
—Oye, tu hermana sabe mucho ya. Ésta os va a quitar a todos los clientes, jaja.
Nosotras nos reímos mientras seguíamos mirando lo que hacían entre ellos, como un verdadero espectáculo.
Después de todo tipo de juegos con ella, el señor, ya no podía más de lo excitado que estaba y pidió permiso a la señora para poder follarla, por lo que ella miró a su hermana buscando su aprobación y yo creo que por lo excitadas que estábamos todas mirando lo que hacían, dijo que podía hacerlo:
—Bueno, pero con cuidado, ¡eh!, poco a poco —añadió la señora.
El señor puso su polla en la vagina y empezó a apretar un poco hasta que entró el glande entero sin que Clara se quejara mucho, pero cuando empezó a apretar más, fue cuando protestó un poco lanzando un pequeño grito, que hizo retroceder al señor para seguir lubricándola y poco a poco ir metiéndola otra vez de forma muy suave, haciendo pequeñas entradas y salidas, cada vez más profundas hasta que toda su polla desapareció entre las piernas de Clara, que empezaba a gozar de verdad moviendo su cabeza con la boca abierta como si le faltara el aire.
Cuando su vagina estuvo lo suficientemente dilatada, empezó la follada de verdad con un orgasmo casi continuo de Clara y la corrida final del señor que se salía por fuera de ella, llenando sus muslos de semen.
La señora dijo que ya era suficiente y que habían terminado, con la satisfacción total del señor y el entusiasmo de Clara que por fin, había podido follar como su hermana.
Clara empezó a venir de forma más habitual y la verdad es que algún cliente si nos quitó a las demás, como había dicho la señora, pero siguieron viniendo más niñas nuevas y las mayores con el tiempo ya no éramos tan solicitadas, pero eso era normal, nuestra etapa allí ya había pasado y las que queríamos seguir ganando dinero con eso, teníamos que buscarnos otros sitio.
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