Primeras experiencias.
—¡Ooohhh! … ¡Mierddd! … Carolina … ¡No te vayas a detener! … ¡Por dios! … ¡Folla! … ¡Folla el coño de tu madre! ….
Se me escapó el aire de la boca cuando me detuve frente a la puerta de mi hija Carolina bastante sorprendida. Me vino de reír, pero era inmensamente bello ver a mi hija en la transición de niña a mujer. Apoyada en el umbral de su dormitorio, la observaba como se masturbaba usando los dedos de su manos izquierda. Tenía los ojos cerrados y la mano la movía frenéticamente, en forma plana, como si intentara limpiar su región vaginal de algo, su rostro reflejaba frustración y no un goce de lujuria desenfrenada como debería ser.
Eligió justo ese momento para abrir los ojos y me vio allí parada junto a la puerta.
Lancé un suspiro mientras ella gritaba despavorida:
—¡¡¡Mamá!!! …
A continuación, se cubrió y rápidamente se dio vuelta con su rostro cubierto por una almohada.
—Carolina, cariño … no sucede nada …
Le dije acercándome a la cama, pero ni siquiera se dignó de responderme.
—Amor … gírate … no hay nada de qué avergonzarse …
—¡Vete! … ¡Vete! … ¡Déjame sola! …
Suspiré pacientemente sabiendo exactamente como iba a ser esto. Se quedaría en su habitación toda la noche y por el día iría escapando de mi para no verme y estaría enfadada y a la defensiva por semanas. Sucedía siempre que la sorprendía en algo “inapropiado”. Cosas propias de adolescentes y normalísimas para su corta edad. No me daba rabia ni enojo, pero sí unos nervios terribles de sentirme tan inútil para ayudarla. Quería pellizcarla solo para que reaccionara, pero decidí dejarla en paz y que atenuara su vergüenza. Decidí probar una estrategia nueva.
Me recosté a su lado boca arriba, me levanté mi falda, metí mi mano dentro de mis bragas y empecé a acariciar mi coño. El hecho de ver a Carolina masturbándose ya había hecho que mi conchita se humedeciera, aun cuando su técnica carecía de erotismo puro. Usé mi imaginación para recordarme la tarde en que Alberto y yo tuvimos sexo en el coche, comencé tomando su hermosa polla en mi boca, al cabo de un rato él me pidió que pasáramos al asiento trasero, yo subí gateando sobre el asiento y él me dijo de quedarme en esa posición, luego vino por detrás, me besó el trasero y luego me folló por el culo, tocando mi clítoris con sus dedos hasta que me corrí gritando como loca. Era muy bueno en la cama, pero era un hijo de perra infiel.
Al cabo de un rato todo el mundo había desaparecido a mi alrededor, Carolina se había desvanecido mientras yo me había perdido en mis recuerdos cachondos. Mi cabeza estaba estirada hacia atrás, con mis ojos cerrados bombeaba mi coño con un dedo y luego con dos, ni siquiera intente retrasarlo y espontáneamente exploté en un tremendo orgasmo.
Me corrí con un gutural gruñido y apreté mis dedos con mis muslos mientras sonreía con alguna que otra carcajada. Lentamente saqué mis dedos de mi panocha y me los lleve a la boca y abrí mis ojos mientras lo hacía. Carolina estaba sentada a mi lado y me miraba atónita boquiabierta y con sus inmensos ojos sin pestañear. Sonriéndole con ternura y bajando mis pestañas coquetamente, le dije:
—¿Sí? …
—¡Mami! … ¡Te corriste! …
Enarqué una ceja a lo Vulcaniana y solté una ligera carcajada y dije:
—Pues claro … la gente se masturba para eso … ¿no lo haces tu también para eso? …
Bajo su rostro un poco triste y frustrada y me dijo:
—Lo intento, mami … pero no me resulta … nunca lo he conseguido …
Luego volvió la cabeza hacia otro lado ruborizada.
—Bueno … pero eso debe ser porque equivocas la técnica, tesoro …
Se volvió al instante y casi en un sollozo, me dijo:
—Es que no sé cómo, mami … he intentado todo … incluso … ¡ehm! … bueno … tu sabes …
Titubeaba y balbuceaba mirándome con su rostro bermellón encendido:
—¿Incluso qué, tesoro? … no tengas vergüenza …
—Bueno … ya sabes … metí … bueno … ya sabes … un dedo … mas o menos eso … ya sabes …
Estuve a punto de largarme a reír al verla tan vulnerable y confundida, pero me contuve para no hacerla enojar. Le pregunté:
—¿Estuviste metiéndote el dedo en el coño? …
—¡¡Mami!! …
Se me escapó una ligera sonrisa al verla tan sensible:
—Cariño … estamos hablando de masturbarse … así que decir “coño” no es inapropiado … somos las dos bastante grandes como para no avergonzarnos de esto …
Al darle un sentido de madurez a nuestra conversación pareció relajarla, así que continué:
—¿Estabas usando un dedo cuando entré? …
Levantó la vista y alzó sus hermosas pestañas curvadas, un poco ruborizada me dijo:
—Estaba usando mi mano plana … me había cansado de probar con mis dedos … las chicas dicen que ellas se frotan … también se ayudan mirando porno en la internet ¡y yo no puedo! …
Dijo lo último con algo de énfasis mirándome un poco acusadora. Hice una mueca de sonrisa.
—Perdona … nunca había pensado que tener bloqueado el porno fuera un impedimento para tener orgasmos …
Luego la miré directamente diciéndole:
—Esas chicas hablaban de frotarse el clítoris o de simular tener sexo restregándose contra algo … no de frotarse de verdad como estabas haciendo tú …
Me miró interrogativamente, muy interesada y algo confusa:
—Mami … intentaba encontrar mi clítoris … pero al parecer no lo tengo … ¡Uhm! …
Solté una risita, luego la abracé tiernamente y le dije:
—Amor … eres joven … todas lo tenemos … solo que algunas lo tienen pequeñito y encapuchado …
Se quedó quietecita asimilando mis palabras y la información que había en ellas, estaba pensativa y concentrada, luego ladeó su cabeza y me miró hacia arriba:
—Entonces … ¿Por qué ellas tienen orgasmos y yo no? …
—¡Hmm! …
Vaya, creo que llego el día de hablar de sexo en serio con mi hija. Traté de ponerme cómoda y dije:
—Bueno … hay varias formas de llegar al orgasmo … una es la penetración mediante una relación sexual … te excitarás y humedecerás un poco antes … A mi me encanta esta forma de llegar al orgasmo … muchas chicas estimulan su clítoris cuando se masturban … pero no es tan satisfactorio …
Me miraba confundida, como sin entender, luego dijo:
—Pero ¿cómo te excitas? …
Me di cuenta de que estábamos en niveles diferentes y ella no podía entender lo que yo trataba de explicar. Ella pensaba que excitarse era algo mecánico, tocarse y tocarse tanto para llegar a un resultado final y concreto. Debía enseñarle que el sexo no es eso:
—Cariño … ¿Cuándo fue la última vez que te excitaste cuando no intentabas masturbarte? …
Se sonrojó sobremanera, cosa que me sorprendió y sonreí pensando en que cosa pensaba mi hija que la hacía excitar ¿La pija de Algún chico desnudo? ¿Alguna celebridad de la música o cine? ¿Alguna amiga?
Cómo no dijo nada, agregué:
—Cariño … estamos hablando de sexo … no hay motivo de avergonzarse … dime … ¿Qué te excitó tanto? … es importante saberlo antes de que pueda contarte cómo funciona esto …
Miraba sintiéndose incomoda a su alrededor, atrapada in fraganti, finalmente bisbiseó:
—Una profesora …
Inmediatamente me recordé de mis tiempos en el colegio donde me sentía atraída indiferentemente por profesores o profesoras, también por algunas compañeras de curso. Asentí calmadamente y le pregunté:
—¿Cuál de todas? …
Agachó la cabeza hasta apoyarla en la almohada y con una lánguida y ensoñadora mirada, me dijo:
—La señorita Leticia …
Parpadeé y contuve un poco de risa por el tono meloso en que me confidenciaba su atracción por otra mujer, pero sabía que debía ser cauta y no amedrentarla en ningún modo:
—¡Oh!, bueno … tarde o temprano todas nos sentimos atraídas por alguna chica …
Se giró a mirarme fijamente:
—¿En serio, mami? …
Entonces me reí de verdad y le dije:
—Por supuesto … yo misma he tenido bastantes en mi vida … y todavía las tengo de vez en cuando …
La mirada de mi hija era una mezcla de incredulidad y estupefacción al darse cuenta de que su madura madre le estaba confesando impulsos lésbicos. Otra vez tuve un conato de risa, pero inmediatamente lo contuve. Me miró casi boquiabierta:
—¡Vaya! … ¡Ehm! … ¡Vale! … quiero decir … eso es … bueno … ¡Ehm! … no sé …
La miré fijamente escudriñando su joven rostro confundido, luego le dije:
—Bien … te pregunté porque cuando una se masturba, debería estar con su mente focalizada en lo que más motiva la excitación … puede ser un escenario … una fantasía … o una determinada persona … es irrelevante si es hombre o mujer … basta que es eso lo que te excita … y puedas jugar contigo misma para lograr finalmente un orgasmo …
Me miró concentrada e interesada mientras yo le hablaba. Frunció el ceño y me preguntó:
—¿En que pensabas tú cuando … bueno … ya sabes? …
—¿Cuándo me masturbé? …
—¡Ehm! … Sí … cuando lo hiciste …
—¡Oh! … me recordé de una vez en que me divertí mucho junto a tu padre …
Hizo una especie de mueca al escucharme decir cosas de su padre. Carolina vivió junto a mi todas sus infidelidades y realmente no le tenía ya ningún cariño, no podía culparla por ello. Luego como pensando a alta voz, dijo:
—Así que fantaseas con algo excitante y cuando te sientes cachonda, usas tus dedos para correrte …
Sonaba tan lógico que no supe que más agregar y la miré queriéndole decir que era así de simple. Carolina me miraba interrogativamente y movía su cabeza procesando sus propias palabras y esperando que mi sabiduría le diese una epifanía y así adquirir el poder de orgasmar, pero yo no dije nada. De pronto se sonrojó y fijó sus ojos en mí. Obviamente recordaba su fantasía cachonda y la consideraba tan desviante que no se atrevía a confesarla de buenas a primeras. Titubeante me preguntó:
—¿Está bien si pienso en una mujer? …
Se avecinó a mí atentamente, temerosa de mi respuesta, sin siquiera mirarla le respondí lo más naturalmente posible:
—Pensar en otra mujer o incluso acostarse con ella, no tiene nada de malo … si lo haces no significa que seas lesbiana u otra cosa … son sentimientos naturales …
Seguía sonrojada, me miraba asombrada, así que sonreí y agregué:
—Por si lo quieres saber … tu anciana y decrepita madre ha fantaseado muchas veces con mujeres … y no solo … en los tiempos de la universidad tuve una novia de la facultad …
Su boca se abrió incrédula.
—¡Mamá! …
Ahora no pude contener mi risa, su expresión era todo un programa, esperé a que se recuperara de la sorpresa ocasionada por mis revelaciones juveniles. Al final me miró como si me viera por la primera vez, así que me encogí de hombros y le dije:
—Piensa a tu profesora … como se viste … como se vería desnuda … que te gustaría hacerle … que te gustaría que ella te hiciera a ti … cuando estés lo bastante mojada … intenta meterte uno o dos dedos … no presiones demasiado fuerte sobre tu clítoris … pero cuando lo hagas concéntrate en tu fantasía … así como aumentan tus sensaciones físicas … aumenta el roce de tus dedos con tu vagina e intensifica el todo hasta que te corras …
Se sonrojó al máximo, me incorporé y me dirigí hacia la puerta. Antes de salir le dije:
—Diviértete … y recuerda que mañana temprano iremos de compras …
Se quedo silente sentada en su cama. Esa noche me masturbé incansablemente pensando en que Carolina lo estaba haciendo en la soledad de su dormitorio.
Al día siguiente salimos juntas y nos la pasamos muy bien, un par de veces la sorprendí mirándome con cierta admiración. Seguramente la conversación que tuvimos le había dado mucho a que pensar, pero no dije nada y no le pregunté nada, aunque me moría por saber si había logrado tener un orgasmo.
Solo más tarde esa noche, mientras estaba acostada en mi cama leyendo, Carolina vino a hablar conmigo. Llevaba puesto su pijama rosado de algodón orgánico, le quedaba pequeño para sus trece años. Sus pechos se estaban pronunciando, pero no demasiado, ella ya me estaba pidiendo un sujetador, pero por lo que podía constatar, no era necesario todavía. Este año había alcanzado un metro y setenta y cinco, era una larguirucha con piernas y brazos largos, pero harmoniosos para su complexión física.
Su aspecto no era de los mejores, apoyé mi libro en la mesita de noche para prestarle toda mi atención, agachó su cabeza y murmuró:
—Mami … no ha funcionado …
Me acerqué a su lado y le tomé la mano:
—¿Cómo fue eso, tesoro? … Cuéntame …
Mantuvo su vista baja mientras me decía:
—Mami … hice como dijiste … me calenté mucho, mami … mi coño estaba todo mojado … pensé que iba a funcionar, pero no fue así … no sentí nada de abrumador … no me corrí, mami …
Sacudí la cabeza perpleja, le aparté un mechón de cabellos de su rostro, pensaba que decir. ¿¿Cómo se le dice a alguien como correrse?? A mi me parecía del todo natural, de hecho, solo hablar del tema ya me ponía cachonda. No encontraba las palabras apropiadas, quizás por eso hice una sugerencia circunstancial.
—¿Quieres que te ayude, cariño? …
Me miró dubitativa e interrogativamente, con cierto sonrojo me dijo:
—¿Podrías? … ¿Y cómo? …
Sabía que me estaba metiendo en un terreno delicado, tuve la oportunidad de detenerme, pero no la aproveché.
—Bueno … intentaré recrear una fantasía … tendré que tocarte … enseñarte cómo hacerlo … y una vez que lo hayas logrado … podrás hacerlo por ti misma …
Se notaba visiblemente nerviosa, pero asintió con la cabeza, entonces le dije:
—Bueno … si prefieres, apaga las luces y métete a la cama conmigo …
Carolina se levantó ágilmente y apagó las luces, luego la sentí meterse bajo las sábanas. En la obscuridad la acerqué a mí acurrucándola por detrás. La rodeé con un brazo, apoyé la cabeza en una de las almohadas y le susurré al oído:
—Cariño te describiré una fantasía y te iré tocando para que te mojes … cuando estes excitada, te meteré mis dedos y jugaré con tu coño hasta que te corras … ¿está bien?
Por única respuesta, la escuché jadear y dijo:
—Vale …
Le puse la mano bajo el ombligo y empecé a frotar su vientre en suaves círculos.
—Aquí vamos … imagina que estas en el colegio y la señorita Leticia te ha dejado en la sala de clases sola con la excusa de que necesita hablarte de tus notas … luego de un rato ella vuelve de la Directoria, entra a la sala de clases y cierra la puerta poniendo el pestillo, asegurándose que nadie las interrumpirá … luego se sienta en su mesa y te hace señas para que te acerques … comienza con un discurso sobre tus notas y que necesitas mejorarlas, tienes que esforzarte más … luego te coge la mano y te acerca a ella hasta quedar entre sus piernas … esas piernas que a ti te gustan tanto y que sueñas con tocarlas … te mira a los ojos … te dice que ella está dispuesta a ayudarte si tu se lo permites … ella se acerca más a ti y te pone una mano sobre tus glúteos …
Me agacho un poco y atrapo sus nalgas con mis manos, poco a poco voy metiendo mis falanges bajo su pijama y froto su tibia y firme carne.
—… la miras y asientes con tu cabeza … te gusta lo que te está haciendo … le dices que te gustaría mucho recibir su ayuda … la señorita Leticia te sonríe y acerca su mano a la parte delantera de tus piernas y acaricia tus muslos, acercándose poco a poco a tu chocho …
Deslicé mi mano desde sus nalgas a sus muslos y me acerqué suavemente a la convergencia de sus piernas y presioné delicadamente su monte de venus.
—… te dice que, si haces lo que ella quiere, se asegurará de que tus notas mejoren sustancialmente …
Carolina emitió un suave y ahogado gemido cuando mi dedo se deslizó por la parte superior de su hendedura vaginal, luego comenzó a jadear y suspirar.
—… vuelves a asentir y le dices que estás dispuesta a todo con tal de mejorar tus notas … ella te mira a los ojos sonriente y atrapa tu coño con una de sus manos …
Hago exactamente eso y poso mi mano sobre el centro caliente de su sexo. Carolina emite un suave gemido y mueve sus caderas hacia adelante y hacia atrás una vez, aprieta mi mano con sus sedosos muslos.
—… la señorita Leticia se desliza por sobre tu coño y abre tus labios calientes y mojados, mientras te dice que ya desde este semestre tus notas podrían subir a un “sobresaliente” … tu has cerrado tus ojos y te abandonas a las caricias de la señorita Leticia … se sienten tan bien sus dedos en tu coño … ella te tiene en su poder … sus caricias te van excitando cada vez más … sientes lo mojado que está tu coño y sientes los dedos de ella empujando tus labios menores y adentrándose en tu estrecha vagina …
Mi dedo anular y medio empujaron en la bañada conchita de mi hija, los pliegues de su joven coño se sentían aterciopelados, resbaladizos y estrechos, los músculos de su vagina envolvían y apretaban mis dedos.
—… la señorita Leticia mueve sus dedos maravillosamente en tu coño … te pregunta si estás dispuesta a trabajar duro junto a ella y tu le respondes que sí … que harás todo lo que ella te pida … entonces ella desabotona tu blusa y comienza a acariciar tus senos …
Metí una mano bajo su torso hasta alcanzar su pequeño pezón izquierdo y lo pellizqué suavemente, luego se lo retorcí con dulzura, su pezoncito se endureció y creció entre mis dedos, con mi otra mano comencé a follar su apretado coño. Carolina comenzó a mover sus piernas en forma un poco descontrolada, su cuerpo se estremecía y sus jadeos eran intensos.
—… ahora estás muy excitada con sus caricias … ella te sonríe y continua a mover su dedo en tu húmedo coño … tu abres tus ojos y la ves inclinada y puedes ver sus redondos y blancos pechos envueltos en un sostén blanco … por sobre su vestido notas sus pezones que han crecido tanto que los puedes adivinar por sobre el genero de su prenda … quisieras sentir esos voluminosos senos en tus manos … sus dedos presionan tu coño enfebrecido y empapado … tu ves como ella pasa su lengua por sus carnosos labios … luego te hace girar y te empuja para que te sientes sobre el escritorio con tus piernas abiertas …
Carolina estaba gimiendo audiblemente y su cuerpo comenzó a contorsionarse.
—… Mientras estás sentada ella se detiene y mira tú coño con adoración … tú te sientes a punto de explotar … tus piernas tiemblan y el cosquilleo de tu clítoris es desesperante … la señorita Leticia fija su mirada en tu coño y te dice … ¿Qué quieres que haga ahora, Carolina? …
Dejé de hablar mientras volvía a introducir dos dedos en su coño y mi pulgar frotaba su clítoris. Casi solté una risita al escucharla en un gruñido decir:
—¡Cómeme! …
—… sientes los cabellos de la señorita Leticia entre tus muslos y luego su lengua se introduce en tu vagina y comienza a lamer tus fluidos …
En ese preciso momento Carolina comenzó a corcovear en la cama y se corrió fuertemente apretando mi mano con sus muslos y tomándose de mi brazo para follar mis dedos, se hizo casi un ovillo mientras gruñía y gemía. Delicadamente quité mis dedos de su chocho y me los llevé a la boca para lamer los jugos de mi hija mientras la miraba embelesada, se estiró con los ojos entrecerrados, suspiró y gimió, la acurruqué bien apretada a mí y le dije:
—Eso … eso es un orgasmo, cariño …
Su respiración se normalizó y se quedó dormida casi de inmediato. Mi coño estaba encharcado y mi clítoris casi me dolía palpitando en su capullo de pliegues, me toqué y me bastaron poco segundos para correrme saboreando en mis dedos el gustillo exquisito de mi hija y mirando su juvenil cuerpo relajado después de su orgasmo.
Por la mañana me levanté lo más normal, no quería que se sintiera avergonzada, le di unas palmadas maternales en el trasero diciéndole:
—Pequeña … despierta … es hora de ir al colegio …
Bostezó histriónicamente y se sentó en la cama, luego con agilidad se levantó ordenando su pijama que estaba todavía a la altura de sus piernas, me dedicó una coqueta sonrisa, pero no se sonrojó ni actuó diferente. Me encaminé a la cocina a preparar su desayuno mientras ella se aseaba y se vestía.
Gracias a las favorables condiciones del divorció, trabajaba solo tres días a la semana, así que disponía de mucho tiempo para hacer otras cosas de mi interés. Pasados los treinta es un verdadero privilegio contar con tiempo libre a disposición, así que pasaba mucho tiempo en el gimnasio o jugando tenis con mis amigas, así que también preparé mi bolso para ir al polideportivo.
Cuando Carolina entró a la cocina me sonrió en forma tímida, pero ni ella ni yo dijimos nada de lo ocurrido la noche anterior. No me sorprendió para nada cuando la vi que se fijaba en mis pechos, yo en cambio miraba sus redondeadas y firmes nalgas cada vez que se giraba. Sin duda tenía un culito respingón muy lindo. Unas especies de mariposillas revolotearon en mi estómago al mirarla caminar hacia el autobús, estaba en una rara situación, no tenía nada de que arrepentirme, pero me sentía cada vez más atraída por mi hija.
Estaba muy cachonda y tenía planes para esa tarde. Estaba en el club de tenis con Laura. Ella se había integrado al club un par de semanas después que yo y necesitaba una compañera. Nos juntamos, Laura tenía veintiún años, se había casado un par de meses atrás, era bastante tímida. Congeniamos inmediatamente y una cosa llevó a la otra, terminamos acostándonos juntas. Era su primera vez con una mujer, así que me divertí mucho enseñándole cosas nuevas y ahora nos reuníamos periódicamente cuando una de las dos lo requería, sobre todo cuando su marido piloto de una empresa aérea se ausentaba por varios días.
Jugamos tenis por casi una hora y luego nos dirigimos a las duchas. A esa hora de la mañana no había muchas personas girando por las dependencias del club. En las duchas no había nadie más que nosotras. Apenas entramos desnudas a las duchas la empujé contra la pared de azulejos celestes y la tomé del pelo para estampar un apasionado beso en sus labios, atrapé sus pechos en mis manos. Ella intentó un leve forcejeo, pero se quedó inmóvil en cuanto caí de rodillas y enterré mi rostro en la convergencia de sus piernas, estirando mi lengua para separar los mojados labios de su coño. Laura puso su mano detrás de mi nuca y empujó mi boca contra su chocho. Comencé a devorar su botoncito con gemidos de placer y libando de sus maravillosos fluidos que mojaban mi barbilla y mi cara, ella subió su muslo sobre mi hombro y su coño se abrió ampliamente a mis lamidas.
El hecho de que pudiésemos ser descubiertas le agregaba morbo a la situación, Laura se excitó mucho porque solo bastaron un par de minutos para hacer que se corriera hasta plegarse en el piso de la ducha. Donde aproveché de levantar sus piernas y lamer sus maravillosos glúteos y su engurruñado orificio anal. Agarré sus tetas y mordí sus pezones mientras estaba así de espalda en el suelo, luego sin pensarlo siquiera monté su ingle y comencé a restregar mi coño empapado contra el suyo. Afirmé con fuerza una de sus piernas y nuestros chochos se besaron y restregaron juntitos. Me corrí cómo nunca, tuve que afirmarme a la pared de la ducha para no colapsar sobre ella con mi ingle que se movía enloquecida contra la jugosa concha de Laura. Me incliné y la besé en los labios con inusitada pasión, ella respiraba todavía con dificultad, pero me devolvió el beso ardorosamente y me dijo sonriendo:
—Parece que estás muy cachonda el día de hoy, ¿eh? …
—¡Emh! … Sí … lo necesitaba realmente …
—Bueno … ha sido sensacional …
Nos levantamos, nos besamos y nos reímos bajo el chorro de agua que bañaba nuestros cuerpos, luego escuchamos a alguien entrar en la habitáculo y nos separamos para terminar de ducharnos. Acompañé a Laura a su auto y yo me dirigí a la ciudad a hacer algunas compras.
Pase todo el resto del día pensando en mi hija Carolina, estaba indecisa si continuar lo que se había iniciado entre ella y yo. ¿Qué tan lejos deberíamos ir? Quizás no debería ni siquiera preocuparme, ella aprenderá a masturbarse en solitario y ya no recurrirá a mí.
Carolina llegó del colegio y dejó su mochila en un rincón como de costumbre, me pareció que no tenía ninguna intención de hacer sus deberes escolásticos, como siempre solía hacer, me dio un poco de rabia, pero decidí usar una estrategia diferente esta vez.
Se sentó frente a mí, yo le tenía preparado un sándwich con un vaso de jugo de fruta, comenzó a comer lanzándome tímidas miradas por debajo del flequillo de su chasquilla, entonces me dirigí a ella:
—Cariño … estaba pensando en lo que hicimos anoche …
La vi moverse un poco inquieta en su silla y sus mejillas se ruborizaron, pero continué:
—Me pareció que lo disfrutaste … creo que fue bueno para ti experimentar esto en modo natural … sin que tengas que bajar algún porno de la internet … tampoco tienes que complicarte la vida aprendiéndolo de alguna de tus compañeras o algún chico … soy tú madre y te puedo enseñar …
Se le paso el rubor y me puso atención, mi tono directo y tranquilo hizo que me escuchara como si fuera una normalísima conversación.
—Pensaba que podríamos volver a hacerlo … para que luego aprendas por ti misma como puede ser el sexo … siempre y cuando estés interesada …
Me miró asintiendo con su cabeza, vi que se mordía su labio inferior, luego abrió su boca y lamió sus labios, me sonreí al constatar que había atrapado su atención, así que agregué:
—Tendrías que hacer tus deberes y estudiar mucho … si mantienes un buen rendimiento en el colegio, podríamos hacerlo todos los martes y jueves … también los fines de semana … ¿Qué piensas? … ¿Te gustaría? …
Puse cara de póker enarcando mis cejas, se revolvió en su asiento. Creo que no le gusto mucho el que no comenzáramos desde ahora ya, igualmente me sonrió diciendo:
—Mami … sería estupendo … me gusta …
Comencé a recoger su plato y vaso vacíos y Carolina tomó su mochila comenzando a sacar sus cuadernos. Me giré como si nada sonriendo, me parecía excelente no haber tenido la habitual discusión para que ella se pusiera a trabajar en sus tareas. Mientras lavaba la vajilla y sin mirarla le comenté:
—Si empiezas a mejorar tus notas … quizás puedas ganarte algunas recompensas especiales …
Mientras secaba y guardaba la vajilla, me di cuenta de que miraba mi culo, mis senos y mis piernas, sin decir nada más la dejé con sus obligaciones escolásticas.
Esa noche mi coño hervía pensando en las recompensas especiales que podría regalar a Carolina y estaba segura de que, en su cuarto, ella también estaría pensando sobre mis palabras, quizás su coño estaba tan mojado como el mío.
Al día siguiente, cuando Carolina entró a casa, se puso inmediatamente a hacer sus deberes, estuvo una buena hora y media en eso, después la llame para cenar y después de cena ella se fue a su habitación a hablar por teléfono con sus amigas. Más tarde me sorprendí cuando bajó y se sentó conmigo a ver la tele, fue agradable pasar el tiempo con ella, conversamos de cosas sin importancia, de vez en cuando miraba mi cuerpo, pero ya me había acostumbrado a ello, solo que se sonrojaba cuando se sentía sorprendida a mirarme. Solo me sonreí y le di las mejores vistas de mis piernas y mi trasero cada vez que me levantaba, quería aumentar sus expectativas y excitación.
Más tarde me fui a mí habitación, me puse mi camiseta de dormir y me senté al borde de la cama, Carolina entró en mi cuarto con su pijama, se veía visiblemente nerviosa, le sonreí mientras me recostaba de lado, le dije:
—Porque no te quitas todo eso … será más fácil si estás desnuda, cariño …
Se sonrojó vivamente, pero no tardó en desnudarse completamente. La mire atentamente, disfrutando de la vista de su joven y esbelto cuerpo, sus pequeños e insinuantes pechos. Antes que se deslizara bajo el edredón, pude observar los incipientes vellitos que comenzaban a crecer alrededor de su diminuto coño.
Apagué la luz y volví a acurrucarme detrás de ella, pasé mi mano por su cadera y toqué su vientre plano, traté de colocarme en la posición de la última vez, apoyé mi cabeza junto a la suya y le susurré.
—Bueno … imagina que la señorita Leticia vuelve a dejarte después de clases … ella quiere hacer más cosas contigo … vuelve a cerrar la puerta de la sala y te pone de pie frente a ella … comienza a acariciar todo tu cuerpo … te toca un poco por todas partes y te pregunta … ¿Estás preparada para aprender otras cosas, Carolina? …
Hice recorrer mi mano por su vientre, su cadera y metí mis dedos entre sus nalgas, mientras acariciaba suavemente su culo, ella murmuró:
—Sí …
Sonreí y dejé que mi mano vagara por sus muslos, sus caderas hasta alcanzar sus pequeños pechos, Carolina comenzó a jadear y empujó sus pechos contra mis manos.
… La señorita Leticia empieza a jugar con tus lindos senos, diciéndote lo firmes y hermoso que son … desabrocha tu camisa y como no llevas sujetador, accede directamente a tocar tus pechos … se inclina hacia ti con la intención de comerse tus pezones …
Mientras le decía eso, delicadamente pellizqué sus pezoncitos pequeños, pero muy duros, un sonoro gemido escapó de sus labios.
—… la señorita Leticia juega un rato con tus pechos, los besa y los lame, pellizca tus pezones, gime y goza de tus senos … te dice que son hermosos y como le gusta saborearlos …
Pellizqué, apreté y torcí sus pezones durante un rato, luego muy lentamente fui bajando mi mano a su vientre, mientras le decía:
—… Empieza a besarte el estómago … se detiene a jugar con su lengua en el orificio de tu ombligo … baja el cierre de tu falda y te deja vestida solo con tus bragas …
Mi mano le acarició la cadera mientras ella gemía y su pelvis comenzaba a moverse lentamente.
—… se arrodilla ante ti y lame la parte delantera de tus húmedas bragas …
Dije eso mientras mis dedos rozaban el surco de sus apretados y mojados labios mayores, Carolina emitió un fuerte gemido, casi un chillido, me sorprendió lo excitada que estaba después de solo algunos minutos.
—… ¡Sssshhhh! … te hace callar porque no quiere que nadie escuche lo que ustedes están haciendo a puertas cerradas … luego sube su mano y te quita las bragas dejándote completamente desnuda … adelanta su rostro y comienza a lamer tu coño con su lengua probando tu delicioso sabor …
Mi mano se desliza hacia arriba y empujo mis dedos a lo largo de su hendedura vaginal, un fuerte chillido y varios gemidos escapan de su boca, que jadea y respira afanosamente, su cuerpo comienza a estremecerse.
—… ella te lame de arriba y abajo, su lengua pasa repetidas veces por tu clítoris … sus manos están aferrando tus glúteos y tira de ti contra su cara …
Mi dedo empujaba sus labios separándolos, pero sin penetrarla. Hice eso por cerca de un minuto, mientras continuaba alimentando su fantasía.
—… La señorita Leticia gime y chupa tu coño, succiona tu clítoris, da pequeños mordiscos a tus hinchados y excitados labios … aprieta su boca contra tu estrecho coñito y entre lamidas y lamidas, la escuchas susurrarte … ¡Quiero follarte, Carolina! …
Penetré su jugosa conchita con dos dedos y la siento gritar y convulsionar en un poderoso orgasmo, sus fluidos bañan toda mi mano, sus muslos están estrechamente cerrados mientras se estremece en sollozos, ella tiene sus manos en sus pezoncitos y los estira y sobajea una y otra vez, sus ojos están sellados y entre chillidos y carcajadas continúa a correrse. Mi dedo medio se mueve a toda velocidad en su encharcada panocha y carolina vuelve a correrse, esta vez con mayor vigor, gritos agudos y cortitos salen de su boca entreabierta, luego toma mi mano y folla su coño con mayor ímpetu, sus caderas se mueven descontroladamente y cada movimiento viene acompañado de un pujo de sus fluidos, me impresionó lo fuerte de su orgasmo fue enternecedor sentirla vibrar en mis brazos como una verdadera mujer. Volví a lamer mis dedos disfrutando de su tierno y sabroso sabor. Una vez más la sentí adormecerse y me masturbé a un rápido y convulsivo orgasmo
La mañana sucesiva Carolina no actuó ni azorada ni confundida, lucía radiante y solo me dio las gracias y se fue a su habitación a prepararse para el colegio. Por todo el camino hacia la puerta, mis ojos admiraron ese maravilloso trasero suyo, apretado, firme y curvilíneo.
Por la tarde, Carolina llegó directamente a estudiar y a hacer sus obligaciones pedagógicas y una hora más tarde daba por terminadas sus tareas. Habitualmente en la tarde nos sentábamos a mirar la Tv, la programación no era de lo más interesante y ella rompió el silencio preguntándome:
—Mami … dijiste que habías tenido novia … ¿Es eso verdad? …
Sonreí mientras ella me miraba con todo interés.
—Sí … eso fue en la universidad …
Me miró en forma capciosa y divertida.
—¿Por qué? …
Simplemente me encogí de hombros restándole importancia a su curiosidad.
—De siempre me ha gustado mirar chicas … pero prefería a los chicos … sucedió que Isabel al igual que yo, se había dejado con su novio … esa tarde nos tomamos unos tragos y decidimos que el argumento “Hombres”, estaba superado para ella y para mí … luego con varías copas en el cuerpo nos pusimos traviesas y cachondas …
Carolina soltó una carcajada y me miró entre divertida y sarcástica.
—¿Se calentaron entre ustedes? …
Me reí y dije:
—No fue tan así … comenzamos a criticar a los hombres … las vanidades, los celos, las inequidades de genero y finalmente concluimos que ni siquiera en la cama son buenos … siguieron varias copas más y comenzamos a besarnos … nos desnudamos y nos lamimos e hicimos todo tipo de cosas … así descubrimos que nos gustaba estar juntas y nos hicimos novias … pero al segundo año nos distanciamos …
Seguramente mis palabras hicieron mella en su libido, se ruborizó cuando mencioné las caricias y lamidas, sus ojitos brillaban fascinada. Meneaba su cabeza en forma afirmativa mientras trataba de asimilar lo que le había dicho, entonces preguntó:
—¿Son mejores lo hombres que las mujeres? …
La miré sonriente y le dije:
—No … somos diferentes a ellos …
—¿En que sentido? …
—Bueno … la naturaleza nos creó diversos … es intrínseca en el hombre la agresividad, la competitividad … para ellos todo gira en torno a su pija … quieren poseerte … quieren metértela a como de a lugar … por la boca, por el coño, por el culo, a ellos les da igual … necesitan saciarse de ti … pueden ser cariñosos, pero nunca serán realmente tiernos … en cambio una mujer es como tú … te entiende y sabe lo que quieres … es tierna, es delicada, sabe como tener sexo con otra mujer, sabe cómo tocarte … Pero no tenemos pene y no podemos corrernos dentro de un coño … es muy satisfactorio que un hombre te meta su polla hasta el fondo de tu coño o de tu culo … hay algo especial que no podría definir con palabras … es una deliciosa sensación física exquisita … pero jamás un hombre te tocará como la haría una mujer … nunca podrá lamerte del mismo modo que lo hace otra mujer … además, si eres dominante, una mujer es más fácil de dominar …
Carolina estaba muy atenta y pensativa, me miraba casi de reojo y en silencio asimilando mis palabras, luego dubitativa, sonrojándose y casi en un murmullo me preguntó:
—¿Le gusta a la gente prenderlo por el culo? …
—¡Oh!, Sí … a mi me encanta … pero son ocasiones especiales y no para todo el mundo …
—¿Y qué se siente? …
—La sensación física es difícil de describir … pero se trata de entregarse al otro … ponerse en cuatro y dejar que alguien te sodomice, es excitante … le estas entregando a la otra persona el control sobre ti misma … le dejas poseer una parte de ti prohibida y muy privada …
Se quedó cabizbaja pensando y procesando la información que le había dado, luego se levantó de golpe:
—Gracias, mamá …
Después subió raudamente las escalas y se fue a su dormitorio, no sin antes despedirse de mi con un beso en la mejilla.
La noche del día siguiente, Carolina entró en mi dormitorio e inmediatamente la hice desnudarse y que se sentara al borde de mi cama. Apagué la luz y la rodeé con mis brazos:
—La señorita Leticia te ha llevado a su casa … te pregunta si quieres estar con ella antes de irte a casa … te acomodas entre sus piernas en el gran sofá … ella comienza a acariciar tus pechos …
Carolina reaccionó inmediatamente con un largo y sentido gemido que me sorprendió un poco.
—… ella no dice nada, solo te toca … comienza a desabrochar tu blusa … tu estas sentada pasivamente entre sus muslos que se mueven y frotan contra tu cuerpo …
Masajeo sus tetitas pequeñas, pero firmes, aprieto, pellizco y tuerzo sus diminutos pezones, ella sigue gimiendo y comienza a jadear con fuerza.
—…dejas que una mano de ella se deslice hacia abajo y se meta dentro de tus bragas … sientes sus dedos hurgueteando entre tu mojada labia vaginal …
Mi mano hizo justamente eso, mi dedo medio se adentró entre sus empapados y candentes labios, aumenté la presión y la velocidad de mis movimientos, Carolina emitió un chillido agudo y se corrió en mi mano, quedé estupefacta por lo rápido de su orgasmo. Mantuve mis dedos en su coño mientras ella se corría, hasta que un pequeño chorro de sus fluidos salpicó mi mano. Siguió estremeciéndose hasta relajarse y dejar caer su cabeza en mi hombro, pero no me detuve ahí:
—… te corres en sus dedos … tienes tus bragas empapadas … ella quita su mano de tu coño pulsante y lo acerca a tu boca para que lamas tus propios jugos …
Levanté mi mano y acerqué mi dedo medio a sus labios, Carolina lanzó otro gemido profundo mientras chupaba mi dedo con placer infinito.
—… ella quiere más de ti … lleva su mano a tu coño y comienza a frotarte un poco más …
Saco mi dedo de la boca de ella y la llevo hacia su bajo vientre, haciendo que mis dedos separen sus estrechos labios y se introduzcan en su cálida hendedura, fricciono suavemente la humedad de su panocha, la escucho gemir y mover de reflejo su pelvis en excitación. Su chocho está muy empapado y resbaladizo, quiero follar su estrechez:
—… luego la señorita Leticia … empieza a penetrar tu coño con sus dedos … al principio muy delicado y lento para que te acostumbres …
Mi dedo se deslizó suavemente dentro de ella, unos apenas audibles chillidos y sollozos escaparon de su boca. Su canal vaginal estaba muy estrecho y candente, por lo que mi dedo comenzó a entrar y salir de su cuevita de placer, dejé que la palma de mi mano rozara su clítoris mientras mi dedo se hundía cada vez más en su panocha. No dije nada más, me limité a disfrutar de sus gemidos, suspiros y chillidos.
Mi dedo se había profundizado en su conchita hasta el segundo nudillo, mis movimientos eran acompasados. Carolina empezó con ruiditos como vagidos de bebita, cortos chillidos y audibles gruñidos y gemidos, sus manos se aferraron a mis muslos y sus caderas comenzaron a moverse con fuerza hacia adelante y hacia atrás. Su cuerpo se entiesó completamente, esto duró por casi un minuto, su cabeza se echó hacia atrás, sus dientes casi rechinaron y soltó un prolongado gruñido mientras su coño volvía a salpicar mi mano, pude sentir las contracciones de su coño que apretaban mis dedos. Como de costumbre, se quedó dormida después de su orgasmo. La acomodé amorosamente en mi cama y yo me dediqué al autoerotismo hasta explotar en un maravilloso orgasmo mientras acariciaba las blancas nalgas de mi hija.
A la mañana siguiente Carolina saltó de la cama muy contenta, me abrazó y salió corriendo a su cuarto a prepararse para la escuela. Me puse muy contenta por ella, me levanté y fui a preparar desayuno para ambas.
Por la noche ella llegó desnuda a mi habitación, lo que me hizo sonreír, aparté las sábanas y le hice espacio a mi lado. Carolina abrió sus grandes y curiosos ojos al verme desnuda en la cama, excitada por lo que nos aprontábamos a hacer.
—Te he enseñado bastante sobre la masturbación … esta noche te enseñaré como ama una mujer … tú serás mi novia y yo seré tu pareja …
El cuerpo pubescente y no desarrollado de mi hija Carolina era un espectáculo, la vista de su joven coño con apenas una pelusilla de vellos púbicos, lo hacían ver aún más apetecible. Sus labios mayores se veían hinchados y apretados, la convergencia de sus muslos era maravillosa, su montículo de Venus se veía blanco como la nieve. Sus labios regordetes pulcros, castos y vírgenes se curvaban perfectamente desapareciendo entre sus muslos sedosos y carnosos. Un grueso pliegue formaba un capuchón que ocultaba su minúsculo clítoris. Tenía un ligero color más obscuro que el resto de sus rosadas carnes. Unos insolentes vellitos casi invisibles comenzaban a coronar su hermoso y delicioso coño. Sentí las contracciones de mi propio chocho humedecido y una gota de lubricación cayó sobre la sabana. Me estaba excitando con mi hija en modo feroz. Carolina inclinó su pelvis hacia arriba, apuntando directamente a mis ojos, ahora tenía una vista perfecta y clara de su coño enrojecido e inflamado. Con una mano estiré sus labios hacia los lados y descubrí la capucha que escondía su clítoris, Carolina comenzó a acariciar mis cabellos y a acercar su coño a mi boca, ocasionalmente penetré su coño con mis dedos sacándolos bañados en sus frescos fluidos. Carolina echó la cabeza hacia atrás sobre la almohada, lamía sus labios y gemía, su cuerpo comenzaba con pequeños temblorcillos, entonces puse mi boca en su hendedura caliente y me comencé a alimentar de sus lujuriosos jugos, estaba moviendo sus muslos descontroladamente, tironeaba de mis cabellos y chillaba desesperada, entonces me dediqué por entero a esa capucha en la parte superior de su conchita, volvió a temblar y a gritar:
—¡Oh!, Dios … me voy a correr … ¡Oh!, Dios …
Corcoveaba enloquecida con sus caderas, intentaba desesperadamente de cerrar sus piernas, pero mi cabeza se lo impedía, mi lengua continuaba a golpear su clítoris, mientras ella inhalaba aire con pequeños respiros, su cuerpo se tensaba cada vez más, metí mi lengua dentro de su coño y la follé por un rato, Carolina arqueó su espalda y explotó en un potentísimo orgasmo. Sentía las poderosas contracciones de su coño atrapando mi lengua, su vientre estaba hundido y pulsaba. Su ano se abría y cerraba al compás de sus espasmódicas y convulsivas olas orgásmicas. Se veía absolutamente hermosa mi hija con su cuerpo rendido a la lascivia de mis lamidas, sus piernas totalmente abiertas para mí, su vagina bañada y satisfecha.
—¡Oh!, madre … casi me muero …
Me deslicé hacia arriba y bese su boca haciéndole sentir el sabor de sus propios fluidos, mis senos parecían gigantes al lado de las delicadas protuberancias en formación de su pecho adolescente y le dije:
—Ahora es tu turno, cariño … muéstrame que has aprendido …
Carolina se volvió hacia mí indecisa, me miraba sin saber por donde empezar, tentativamente estiró su mano hacia mis pechos y con las yemas de sus dedos rozó el pezón derecho y luego el izquierdo, esto me produjo los primeros escalofríos, era tan emocionante sentir las manos de mi hija sobre mí. Uno a uno mis senos fueron envueltos en sus manos, mi coño estaba en llamas.
—Son tan suaves y grandes, mami … se sienten encantadores …
No dije nada, solo inflé mis pechos y ofrecí mis tetas a las caricias de mi hija, muy pronto ella acercó su rostro como para mirarlos más de cerca, acerco su boca y fue el turno de su lengua a lamer mis redondos senos, dibujando circulitos en mis areolas y mojando mis endurecidos pezones, después chupo mis tetas como cuando era una bebita, instintivamente puse mi mano en sus cabellos y acompañé su succión con suaves gemidos.
Una de sus manos se posó en mi cadera y la otra exploró mi vientre plano, me estremecí cuando esa misma mano se deslizó a mi monte de venus y de ahí a poco desapareció entre los relajantes pliegues carnosos de mi carne mojada y pulsante, sus dedos trazaron la hendedura de mi vagina y se movieron más abajo hasta el orificio de mi ano, mi pelvis se alzó instintivamente queriendo sentirme follada por sus dedos en mi culo, me mordí mi labio para no chillar, mi hija me estaba explorando por primera vez en forma exquisita. Sus dedos volvieron a mi labia vaginal y se introdujeron un poco torpemente dentro de mi coño pegajoso, abrí mis piernas para darle mejor acceso y la miré inclinada y fascinada a meter sus dedos en mi panocha y sacarlos bañados de mis fluidos, después hizo algo que provocó mis primeras convulsiones pre orgásmicas, me miró levantando sus dedos brillantes y mojados lentamente hacia su boca y lamió mis jugos desde sus falanges.
—¡Guau!, Carolina … ¿Dónde aprendiste eso? …
—En mi fantasía … soñando con la señorita Leticia …
—Pues hazme el amor como si se lo estuvieras haciendo a ella …
—No, mamá … quiero amarte a ti … también soñé muchas veces este momento contigo …
No lo podía creer, mi hija también fantaseaba conmigo, me lleno de ternura, me doblé hacia adelante y la besé en sus labios que sabían ligeramente a coño, mi coño que se sentía cálido y feliz, su mano se ahuecó sobre los labios de mi vagina y me sobajeó suavemente, mi pelvis acompañó sus caricias moviéndose rítmicamente hacia adelante y hacia atrás, la delicada piel de su mano estaba adherida a la pegajosa piel de mis jugosos labios vaginales, cuando sus dedos se sumergían en la encharcada ranura de mi panocha un calor hormigueante se irradiaba por todo mi cuerpo haciéndome encorvar mi espalda, las plantas de mis pies estaban arqueadas como cuando estoy extremadamente caliente. Me aclaré un poco la garganta después de lanzar unos concupiscentes gruñidos provocados por las caricias de Carolina directamente sobre mi clítoris.
Mi esbelto cuerpo estaba a la merced de la lujuria de mi pequeña nenita que exploraba cada centímetro de mi piel, podía verla plegada desde atrás, su hermoso trasero a forma de corazón estaba girado ligeramente hacia mí, noté como sus nalgas no se juntaban, sus redondos glúteos estaban separados por un estrecho surco que los dividía en dos perfectos hemisferios, entre ellos un puntito opaco dibujaba su engurruñado ojete anal, quizás si un día prenderá una gruesa pija por ese esplendido culo.
Carolina estaba concentrada en mi vulva, recorriendo con sus dedos y tentativamente con su lengua mis húmedos pliegues regordetes a la búsqueda de mi escurridizo botoncito, al igual que él de ella mi clítoris es pequeño, pero muy sensible, mi coño caliente estaba generando unos jugos lechosos que ella rápidamente libaba como un néctar exquisito.
Sin dejar de mirarme, Carolina enterró sus dedos en mi panocha y comenzó a follar mi caliente orificio, una lechosa lubricación comenzó a salir abundantemente de mi excitado chocho. Con un dedo masajeó los gomosos pliegues de mi clítoris y mi vientre se disparó con movimientos convulsivos. Después de apenas un minuto de jugar con mi clítoris, inesperadamente ella deslizó dentro de mi estrecha vagina cuatro de sus dedos y los encorvó hacia arriba, casi me morí, lancé un chillido lascivo y mi cabeza cayó sobre la almohada moviéndose de lado a lado, me sacudí bruscamente por la repentina y profunda penetración.
—¡Uhmmmm! … ¡Oooohhhh! …
Su mano se apoyó en mi montículo de venus, con dos dedos separó mi labia vaginal y se inclinó a chupar mi clítoris sin dejar de follar mi coño con sus dedos, su lengua dibujaba círculos en mi botoncito.
—¡Oh!, Dios … Carolina … eso se siente tan bien …
Mi estrecho orificio comenzó a apretar sus dedos invasores con repetidas contracciones, mi agujero emitía sonidos silenciosos y acuosos, como de sorbos, mientras mis caderas se movían salvajemente follando sus dedos. Las cremosas ondas orgásmicas comenzaron en mi bajo vientre, me desesperé, mi hija adivinó el momento y aumento el ritmo de su penetración, gemí a alta voz y ya no pude contener la explosión de placer que experimentaba mi cuerpo.
—¡Ooohhh! … ¡Mierddd! … Carolina … ¡No te vayas a detener! … ¡Por dios! … ¡Folla! … ¡Folla el coño de tu madre! … Por favor, no te detengas … ¡Uhmmmm! … ¡Umpf! … ¡Ssssiiii! … ¡Ssiii! … ¡Haz que me corras! … ¡Uhmmmm! …
Me perdí en un limbo celestial y delicioso de mil sensaciones, en un momento sentí los labios de mi hija sobre mis senos, luego beso mis labios y mi boca respondió con pasión, con pasión de amante, mi hija se había convertido en mi amante. Es lo que somos hasta el día de hoy en que ella está al primer año de universidad. Me siento feliz de haber sido su mentora y mucho más de ser su madre y su pareja.
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Que buen incesto lésbico, espero que continues con la historia