Priscila 5
Pasión o amor? Ambas cosas me arrastran a una vida llena de incertidumbres..
Qué pasa conmigo, cada vez que me acuerdo de Priscila me viene una erección. Cada vez que veo su nombre, me vienen unos deseos incontrolables de llamarla. La amo o la deseo? Ahora estoy pensando en ella y tengo una erección. La llamo o no? Hace una semana que no la veo y la extraño. Me gusta estar con ella, me gusta su voz, sus caricias, su cuerpo, su erección. Por qué pienso ella? Por qué pienso en su erección? Por qué me gusta que me penetre?
– Don Cristian, firmó los documentos que le entregué? – era mi secretaria. Una chica linda con hermosas piernas, que si le dijera que se los bajara lo haría con mucho gusto.
– Ha, si enseguida te los devuelvo. Es estaba pensando que tengo que salir ahora, pero lo voy a dejar para mañana – dije soltando mi erección y acordándome en mi silla.
– Usted me avisa – dijo dándose vuelta saliendo de la oficina. Tiene un lindo trasero, pero no puedes hacer nada, seria malo para ambos cualquier tipo de relación no laboral exclusivamente.
Firmé las facturas y los cheques y la llamé.
– Toma, aquí está todo firmado – le dije entregándole la carpeta.
– Voy a salir a almorzar, hay algo más pendiente? –
– No don Cristian – salió moviendo su trasero.
Llamé a Priscila y le dije que iba a ir a buscarla. Ella estaba féliz y mi ano también. No pienso en hombres, no me atraen ni siquiera me imagino algún tipo de relación. Pero con Priscila es distinto, ella no sólo es mujer, es una linda mujer, especialmente éso.
– Te amo – me dijo cuando estaba sentado en ella.
– Yo también te amo – le dije besándola en la boca. Mientras ella movía su pelvis penetrándome una y otra vez. Qué rica esa sensación de mirarla a los ojos sentir su miembro en mi interior. » Soy tuyo » le digo mentalmente. Pareciera que leyera mis pensamientos, porque me penetra con más fueras una y otra vez.
– Voy a acabar – le digo.
– Yo también – me dice renovando con más fuerza y más rápido la penetración. Comienzo a eyacular en su estómago mientras ella hace lo mismo dentro de mí. Una sensación agradable y de relajo me inunda.
– Lo siento pero tengo que volver a la oficina – le digo en la ducha.
– Lo sé – me dice ella, mientras la ducha caliente nos cae encima. De nuevo tiene una erección y me dan ganas de quedarme con ella.
– Un día podremos estar toda la tarde juntos – le digo.
– O una noche – me dice.
– Si, uno nunca sabe – mientras nos acariciamos mutuamente nuestras erecciónes.
– Don Christian, lo llamó su esposa, dice que es urgente – me dijo la secretaria en cuanto llegué.
Llamé a mi esposa y me dijo que mi hija había tenido un problema en el colegio.
– Voy a tener que salir de nuevo – le dije a mi secretaria.
– Si don Christian, lo entiendo –
– Carlos, tuvo un problema mi hija en el colegio, voy saliendo – le digo a mi jefe.
– Si, claro, no te preocupes – dijo él. Mi esposa y la suya se habían hecho buenas amigas.
Tomé al auto y me fui rumbo al colegio esperando que no fuera nada grave.
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